martes, 27 de abril de 2010

UNA PRIMAVERA SIN VIENTO

Es raro que en Zaragoza y en primavera no sople el viento. En ese sentido, este año ha sido especial. La cosa no apuntaba al buen tiempo, pero, en realidad, se ha consolidado una Primavera sin armonía vivaldiana, es cierto, pero con bondades climatológicas. Algo es algo. En el otro sentido, en el taurino, continuamos con el maleficio, diganóstico que se repite desde mediados los años sesenta del siglo pasado, cuando Diodoro Canorea se sacó de la manga la feria primaveral que, aunque se adornaba con los nombres del famoso trío Puerta-Camino-El Viti, no tenía resultados positivos desde el punto de vista empresarial. Y San Jorge no hace milagros ni con una concentración caballar, más de treinta equinos repeinados y relucientes, con la geometría pintada en el ruedo para encorsetar la lidia de los toros concursantes o con el reclamo de las antiguas glorias de don Victorino. La plaza del señor Pignatelli no llegó ninguna de las tardes a los tres mil asistentes. Un tiempo tan primaveral que invitaba más a la excursión hasta La Cruz de Becquer frente al Monasterio de Veruela que a los escaños del templo que debería presidir don Francisco Goya, condenado al ostracismo entre una maraña de arbustos y la muralla de las furgonetas comerciales o toreras. Goya es el Rey de nuestra tauromaquia y merece el trono que tenía en su regreso a nuestra plaza y del que se le apartó por motivos incomprensibles. ¿Por qué ocupaba cuatro localidades del tendido alto de sol? Cuatro localidades entre diez mil que, si acaso, se cubren una vez al año.

El día de San Jorge, patrono de Aragón y mil lugares más del mundo, hubo corrida de seis rejoneadores para seis toros de Antonio San Román, procedencia Torrestrella. De los jóvenes caballeros el que más me gustó fue el ríojano Sergio Domínguez porque fue el que clavó con más verdad, eficacia y sencillez. Pero falló con el rejón de muerte. Es suerte que hay que ejecutar dominando mucho al caballo, dejando llegar al toro hasta el estribo, deteniendo tiempo y espacio en el momento de clavar y dominando el largo palo donde va la espada. Es menos arriesgado que a pie, pero también más impreciso. Sergio Galán y Leonardo Hernández obtuvieron sendas orejas para amenizar la larga y lúgubre tarde. En la lidia del segundo toro, Álvaro Montes se equivocó de terrenos y velocidad de galope y el llamado "Masajista" derribó a caballo y caballero y metió su pitón directamente al corazón del tordo "Chorungo", que murió a los pocos segundos. Un camión con grúa incorporada se llevó al bello animal y nos evitó el desagradable espectáculo de su arrastre por el ruedo.

La noticia de la muerte del caballo no tuvo excesiva transcendencia porque al día siguiente, en la corrida-concurso, el toro "Saltillo" de Palha, en la línea de los de Baltasar Ibán, se llevó por delante al intentar entrar en el burladero al banderillero Francisco Javier Rodríguez y le produjo una grave cornada con profusa hemorragía. Pero lo que iba a eclipsar toda noticia taurina fue la noticia que yo conocí a las 5 de la madrugada de la gravísima cogida que había sufrido en Aguascalientes, México, José Tomás. Páginas, portadas, telediarios, programas del corazón, conexiones radiofónicas, espacios impensables, repeticiones morbosas, recuerdos a "Paquirri" y atención que no se le dedica a una fiesta cuando su produce la alegría de un triunfo, de una salida por la Puerta del Príncipe como la de "El Juli" en su actuación sevillana. Y aprovecho para pedirle a Julián López en su plena madurez artística y técnica que no se incline tanto en los cites de los muletazos iniciales de cada serie y que ejecute la contundente estocada a que nos tiene acostumbrados con más temple, con menos velocidad y violencia. En su duodécima temporada más una tiene más que demostrada su capacidad y su dedicación. Limar estos pequeños defectos no debe ser tarea complicada. Lo complicado es cumplir con las normas geométricas del concurso de toros de Zaragoza. Al final no se premió al toro más bravo sino al más noble y pastueño, al que no le pusieron de largo para acudir al caballo. Pero fue muy bien a la muleta y "Serranito" no tuvo más remedio que cortarle una oreja. A mi me gustaron el de Pablo Romero y hasta el de Adolfo Martín, el paseo de Juan José Padilla y la vibración de "Rafaelillo", mal, muy mal, con los estoques. Y lo peor de la corrida de don Victorino, desde luego, la falta de casta de algunos de sus ejemplares. El de Galapagar, después de Sevilla y Zaragoza, debe de frotarse las manos por haber decidido no acudir a Madrid. Ya lo hizo hace años, cuando riñó con el veterinario de Las Ventas y se fue al exilio voluntario. Antonio Ferrera, chillón y populachero, Diego Urdiales, arropado por sus paisanos riojanos y Luis Antonio Gaspar "Paulita", en una guerra que no es la suya. Fin de fiesta sin café,copa y puro habano y sin música de baile o desfile. Y telarañas en las taquillas. ¿Es Zaragoza plaza de temporada? Corrida de Pascua, novilladas veraniegas y Feria del Pilar. Tiempos de crisis.

domingo, 11 de abril de 2010

LOS TOROS DE PEREDA

La primera corrida de Sevilla me ha parecido una buena corrida, con dos toros con temperamento, cuajo y buena estampa, los dos últimos, otro en este buen son, el tercero, y los otros tres en manso, pero toreables. Pienso que los diestros no estuvieron acertados. El más destacado, Miguel Tendero, repitió una docena de veces su defecto de echarle la muleta a los ojos a sus toros en otras tantas entradas a matar. Eso quiere decir que el mal es endémico, de no fácil arreglo. Una y otra vez los toros le echaron la cara arriba y no le dejaron pasar para hacer la cruz y consumar la estocada. El defecto no era de sus toros, el defecto era del matador. La muleta hay que lanzarla lo más abajo posible para que el toro, en el momento del encuentro se descubra al meter el hocico entre sus manos. No es una norma general porque en el toreo no se pueden predicar verdades excluyentes. Oigo muchas veces que a los toros hay que bajarles la mano. No siempre. Hay toros que no humillan y que, si les obligas a bajar la cabeza, derrotan sin misericordia. El otro día comentaba lo que Pepe Luis decía del mayor don de Antonio Bienvenida: la naturalidad. No pongo a don Antonio como ejemplo de estoqueador o banderillero. Si me emociono cuando recuerdo su toreo con el capote y con la muleta, su andar por el ruedo, su colocación y su torería, su naturalidad. Un día, en San Sebastián de los Reyes estuvo perfecto y su padre, el Papa Negro comentó: "Ya me puedo morir tranquilo; ya he visto torear". Y se murió. Su pase cambiado a muleta plegada o su abaniqueo cogiendo la muleta por el pincho del estaquillador. Bueno, a lo que vamos, a los toros no se les puede llevar la contraria. El mismo Tendero cuando les hizo bien las cosas a los de Pereda, los toros embistieron con largura y temperamento. En la buena línea de los núñez o los torrestrellas. Miguel Tendero, que creo que es de Albacete, en otros tiempos vivero de figuras del toreo (Montero, Pedrés, Chicuelo II, Dámaso González, Manolo Caballero y los gitanos parientes del rejoneador, los Cortés), tiene que esmerarse en superar ese defecto de quererle tapar los ojos al toro con la muleta. No hay que taparle los ojos ni mirarle a los pitones. Tienes que nublarte la vista en algunos segundos, cosa que horrorizaba a Curro Romero, que, con habilidad y poca ortodoxia, se aseguraba los triunfos en las tardes de gloria. Pepe Luis, que tampoco manejaba la tizona a lo Cid Campeador, asimiló las enseñanzas de Marcial Lalanda y remató muchas faenas gloriosas con la media que en los viejos tiempos se atribuía a Lagartijo, el Califa coronado por don Mariano de Cavía, para mí, el mejor literato taurino. Es un poco de chauvinismo porque "Sobaquillo" era aragonés, como Goya, el mejor cronista de la fiesta española. A su memoria.

miércoles, 7 de abril de 2010

PEPE LUIS VAZQUEZ

Me ha sorprendido gratamente Andrés Amorós con su entrevista a Pepe Luis Vázquez en su casa sevillana. Mi torero desde mis primeros pasos por los tendidos de la plazas de España siempre fue Pepe Luis hasta llegar a cumplir el sueño, ya en los 50 del siglo pasado, de firmar en El Ruedo la crónica de la corrida celebrada en El Escorial, una de las últimas antes de que Pepe Luis retirara definitivamente tras la cogida de su hermano Antonio en Valencia. Aquel día, Pepe Luis toreó al natural con el pincho del estaquillador hacia adentro, sin los vuelos de la muleta. Yo creo que el de San Bernardo, entre otras muchas cosas, ha sido el torero que mejor ha cogido la muleta con la mano izquierda, con el dedo gordo sobre el palillo y los otros cuatro restantes extendidos como nervaduras de una hoja de franela. Toda la savia del sabio artista a lo largo y ancho del primoroso engaño. Hace Pepe Luis un juicio sobre varios toreros y dice de Antonio Bienvenida que fue la quintaesencia de la naturalidad. De Paco Camino que le decía a su hijo cuando empezaba a ser torero que se fijara en el de Camas, en su colocación, en las distancias, en el sabio concepto del arte de lidiar a un toro. Camino ha dicho muchas cosas buenas en una publicación reciente y también ha enjuiciado a diversos toreros. A Antonio Ordóñez, por ejemplo. Pepe Luis y Camino han sido toreros y aficionados, de los que yo llamo buenos aficionados, no seguidores acérrimos de un solo torero.

Andrés Amorós acierta en el análisis y estudio del toreo, pero no creo que esté preparado para la lucha cruenta de la crónica de cada día. En ese sentido, me parece que ha acertado "El Mundo" y se ha equivocado "ABC". Y eso que en Vocento está el mejor crítico taurino - toro y torero - de la actualidad.