miércoles, 28 de noviembre de 2018

CARTAS AL DIRECTOR



La escribe BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Hace unos meses quede en entredicho por una corta polémica en la que yo trataba de distinguir entre dos posturas, una la de negarse a matar un toro y otra no poder acabar con él y que te lo echen al corral. El protagonista era Curro Romero y el autor Ruiz- Quintano, el columnista de la contraportada de ABC, que decía que Curro se había negado a matar su toro en 1987, el 17 de julio, en tarde en la que alternó con “Antoñete” y Rafael de Paula. Yo decía que había sido muchos años antes, en San Isidro y con Rafael Ortega y Sánchez Bejarano en el cartel. No me permitieron el remate y Ruiz- Quintano quedó como mucho más sabio que el menda. Y seguro que así es. Pero el director de ABC no es rencoroso y me ha aceptado otro debate a campo abierto porque el pasado día 20 de este mes de noviembre leí en sus páginas un artículo de Santiago Arauz de Robles – ganadería brava por tierras de Andújar – y a la primera lectura me quedé a cuadros. “La vida de Manolete estuvo marcada por dos mujeres, su madre doña Angustias y Lupe Sino, vedette mexicana”. “Dos mujeres, pues: pero no fue el iniciador de mee too”. No sé qué quiere decir con esto el señor Arauz. En mi diccionario de inglés dice que “mee too” significa “yo también”. Tampoco me explico de donde se ha sacado que Lupe Sino (Antonia Bronchano o Bronchalo) (*) era mexicana y vedette. Estaba muy vinculada con el pueblo de Fuentelencina, en La Alcarria de la Guadalajara española y es famoso el reportaje fotográfico de la pareja disfrutando del lugar, “Manolete” sin camisa y Lupe en traje de baño, con trenzas y a lomos de un jumento. Fuentelencina es un pueblo muy taurino en una comarca cercana al pantano de Buendía, con otros dos pueblos como Alhondiga y Peñalver que le disputan a Fuentelencina el taurinismo, su popular suelta de toros en el campo y su recuerdo a “Manolete” y Fandiño, el vasco-gallego más torero por La Alcarria que por su Vizcaya de nacimiento. De estas tierras recuerdo a José Luis Sedano, al que conocí en la entrada al metro de la estación de Sevilla, en la playa madrileña de “La Tropical”, cuando vino a hacer su incursión en la novillería  y con unas alforjas en las que llevaba quesos y miel para vender a domicilio. Al final tomó una alternativa por la Costa del Sol e invitó a sus amigos a unas buenas vacaciones, entre ellos al banderillero aragonés, José Luis Gran “Romito”.
Más cosas del artículo del señor Araúz de Robles. Dice ,que “en la alternativa de “Manolete” fue padrino Lalanda, que luego sería gobernador (¿o Mazzantini?) “. Sí, don Santiago, lo fue Mazzantini. Pero el padrino de la alternativa de “Manolete” en Sevilla fue Manuel Jiménez “Chicuelo” y el testigo, “Gitanillo de Triana”. El testigo Belmonte hijo y el padrino Marcial, meses después de 1939, lo fueron en la confirmación madrileña, corrida en la que también participó Belmonte padre a caballo.
Cita a José Tomás como émulo del de Córdoba y novio de la muerte por filosofía  y “Manolete” lo fue por fidelidad. Bueno ¿y qué? Lo de Tomás, una vez al año, no parece que sea un noviazgo filosófico. Más bien es un suspiro. Cita la anécdota no confirmada de que Manuel Rodríguez se negó a torear en la México si no quitaban la bandera de la República española y colocaban la tricolor. Yo estuve en México hace más de 50 años y nadie me aseguró que así ocurriera. Al revés, me dijeron que tuvo el apoyo de la mayoría de los exiliados y algún contacto a alto nivel. De “Manolete” y de su conducta se han contado verdaderas barbaridades. La de la plaza de Badajoz, por ejemplo, que no me atrevo a relatar. Imposible. Últimamente he leído que fueron los fascistas los que acabaron con su vida en Linares con un plasma envenenado para que su fortuna no fuera a parar a manos de su “pareja de hecho”. Cosas veredes, mío Cid, que harán falar a las pedras.
Y apunta Arauz de Robles que nadie escribió algo semejante al “Llanto  por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”. Naturalmente: se considera tal obra como la mejor elegía de la poesía del siglo XX y García Lorca en 1947 ya no estaba en este mundo. Pero entre los centenares de poetas que han dedicado y dedican sus versos a Manuel Rodríguez se puede citar a Gerardo Diego, Afredo Marqueríe, José María Pemán, Entrambasaguas, Agustín de Foxá y una preciosa publicación de Mario Cabré. Quizá sea “Manolete” el personaje a quién más poetas han cantado.
Luego hay otra afirmación. Tras su muerte en Linares vinieron las “corridas-show”: Luis Miguel-Ava Gadner, Hemingway-Ordóñez y Dominique Lapierre-El Cordobés. ¿Qué quiere decir con esto el señor Arauz de Robles? Como lo de que “Manolete” estaba en manos de un empresario incipiente, “Camará”, su apoderado. Demasiadas afirmaciones soltadas así, cómo quién no dice nada. Y, sin embargo, la corrida sigue siendo algo muy serio, no sólo un espectáculo.
(*) Parece que Antonia Bronchano nació en Sayatón, Guadalajara , que se casó con un comisario en zona roja en 1937, matrimonio no valido tras el final de la guerra civil, que su ilusión era trabajar en el cine, participó en cuatro películas, la última de ellas en 1950 en México, en donde se contrajo matrimonio con un mexicano que también se llamaba Manuel Rodríguez aunque era conocido como “Chipiro Rodríguez”. Ello ha podido significar que Arauz de Robles, en su condición de abogado, considerara que tuviera la nacionalidad mexicana puesto que por entonces en España la mujer al casarse adquiría la nacionalidad del marido. No creo qué tal norma estuviera vigente al otro lado del Atlántico. Sí que la guapa y encantadora Antoñita se divorció y regresó a España, a vivir en Madrid, en la privilegiada zona de la calle del Pintor Rosales, en donde murió el 13 de septiembre de 1959 de un derrame cerebral. B.B.R.  

domingo, 25 de noviembre de 2018

VIEJAS MEMORIAS


de BENJAMÍN BENTURA REMACHA



Nací cerca del Ebro y al cobijo del Moncayo, que no es como se dice, padre del cierzo. Nací en Magallón, tierra blanca de Aragón, vino con muchos grados, olivos y botijos de buen barro. Naturalmente, mi padre y yo tenemos el mismo antecedente que justifica nuestra dedicación a la crónica taurina: el padre de mi tatarabuelo, que era ganadero de reses bravas en el siglo XVIII en el lugar de Ejea de los Caballeros, una de las 5 villas de Aragón, don Diego Bentura, ganadero que se prodigó en las plazas de Madrid, Zaragoza en su inauguración y Pamplona cuando se daban las corridas en la Plaza del Castillo. Su hermano Francisco tuvo el honor de ser el ganadero elegido para la corrida extraordinaria que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid en septiembre de 1789 con motivo de la Coronación de Carlos IV y en la que actuaron Pedro Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, festejo para el que se designó como asesor artístico a don Francisco Goya, por lo que resulta menos casual que  se  designara para tal acontecimiento a un ganadero aragonés.
Otra coincidencia con mi padre, esta menos frecuente, es que ambos nos iniciamos en este quehacer de escritores de toros, dentro de la profesión de periodista, en la plaza de Carabanchel. Mi padre el 21 de marzo de 1933 en el diario “El Debate” y yo el 7 de junio de 1951 en la revista “El Ruedo”. Ese día de hace ya casi 70 años se reabrió la plaza llamada “La Chata” ya en manos de la familia Dominguín y se lidiaron novillos del duque de Tovar por parte del peruano Rafael Santa Cruz, al que apoderaban los Dominguín, José Suarez “Gitanillo de México” y Ramón Solano “Solanito” en sus primeros pasos como novillero con picadores. El limeño Santa Cruz resultó cogido de gravedad y “Solanito” cortó una oreja. Ambos tomaron la alternativa, el de Lima al año siguiente en la plaza barcelonesa de Las Arenas y de manos de Luis Miguel Dominguín, y el de Madrid en Marsella, de manos de Manolo Vázquez en 1956 y, aunque la volvió a tomar en Madrid en 1958, decidió pronto  vestirse de plata, menester en el que destacó por su eficacia y sobriedad. Luis Miguel también le dio la alternativa a un torero mexicano, Eduardo Vargas, que hizo el paseíllo en las dos novilladas siguientes de las que me correspondió hacer la crónica. Repitió “Solanito” y debutó “Limeño”, José Martínez Ahumado, de Sanlúcar de Barrameda, muy en los comienzos de su carrera puesto que no se hizo matador de toros hasta junio de 1960, en Sevilla y con Jaime Ostos y Curro Romero en el cartel del día del Corpus.
Hubo en aquella temporada de mis inicios en la crítica taurina una veintena de oportunidades y algún diestro más que alcanzó el doctorado, el venezolano “Joselito Torres”, alternativa en Zaragoza en 1952  de manos de Rafael Ortega y con la compañía de Antonio Ordóñez y Juan Posada, y Facundo Rojas, natural de Pedro Abad, en la provincia de Córdoba, en cuya capital recibió los trastos de matar de manos de Gitanillo de Tríana y en presencia de Enrique Vera.
Recuerdo que debuté en Las Ventas en septiembre de aquel mismo año y con una novillada de Isaías y Tulio Vázquez que mataron como pudieron Guillermo Guerrero “Guerrerito”, Manuel García “Espartero”, aragonés , y Antonio Duarte, estos dos últimos pasaron pronto a engrosar las filas subalternas. Y cerré mi primera temporada carabanchelera como cronista con una corrida mixta en la que actuaron el rejoneador Pareja Obregón con un novillo de Sánchez Arjona, el portugués Antonio Augustos con un novillo de Félix Gómez, al que, tras una serie de saltos, recortes y coleos, descabelló  con una especie de llave que le hizo al novillo con las piernas, y la alternativa que Bonifacio García “Yoni” otorgó a Moreno Reina, madrileño y pronto banderillero y distribuidor de un invento llamado “cortipelo”, un peine con una hoja de afeitar, eficaz y casero remedo del corte de pelo a navaja.
 Por aquellas novilladas pasaron también otros personajes del mundo de los toros como Braulio Lausín, el hijo de Gitanillo de Ricla, Juan de la Palma, hijo de Cayetano y hermano de Antonio, Manolo Cano, luego buen banderillero que puso una tienda de calzado infantil en el Parque de las Avenidas, el sevillano Fernando Jiménez, con pellizco pero sin fuelle, José Escudero, hermano de Manolo, el de Embajadores, Ramón Barrera, Pedrín Moreno y lo que “Don Indalecio” llamaba fritadas, un seis para seis, en las que alternaron aspirantes de España, Francia, Portugal, Venezuela y Japón.
Para rematar aquella mi primera temporada le hice una entrevista de dos páginas a Mario Cabré y sus variadas actuaciones al margen de los ruedos, otra a Rafael Vega de los Reyes en su colmado “La Pañoleta” de la calle Jardines y en compañía de su suegra, Pastora Imperio, a Juan Posada tras su temporada como novillero y camino de tomar la alternativa al año siguiente en Madrid, a Manolo Escudero, en su casa frente a la estación de Atocha y a Paquito Muñoz, el de Paracuellos, de  boyante carrera hasta ese año en el que sólo sumo 25 festejos.  Una cornada en Barcelona y la pareja Litri-Aparicio le cortaron sus alas. Se casó con una hermana de Higinio Luis Severino y tuvo una muerte violenta en las orillas del Tajo.
Seguí mi colaboración en “El Ruedo” durante toda esa década de los 50. De esos años recuerdo un tema por el que luche largo tiempo: el lugar de nacimiento de Antonio Ebassun, el “Martincho”, al que le puso cara “don Francisco el de los toros”. La pelea fue ardua y prolongada porque vasquistas y navarristas querían que el torero de Goya fuera vasco o navarro. Por esto último se inclinó tozudamente Luis del Campo hasta que Cossío y Baleztena, “Premín de Iruña”, se decantaron por Ejea de los Caballeros. Por suerte, yo me encontré con el acta de matrimonio en el archivo de la iglesia de El Salvador del llamado Antonio Ebassun y conocido por “Martincho”, apelativo que usaba su padre, también dedicado a los menesteres taurinos. Y en ese acta figuraba como natural de Farasdués, a 14 kilómetros de la que es hoy cabeza de Las Cinco Villas”. Esto lo publiqué en 1953 en “El Ruedo”, aunque hasta 1991 no vio la luz el trabajo del sacerdote donostiarra Felipe García Dueñas, en el que se confirma el lugar de nacimiento del primero de los toreros de nuestra Moderna Tauromaquia ya con cara, gracias a Goya, y biografía, gracias al cura de San Sebastián. Y yo descansé.
Otro tema que me preocupó fue el del libro “Matador” del norteamericano Barnaby Conrad que hacía de la figura de “Manolete” una piltrafa humana. Y lo malo no fue sólo el libro, sino que, muchos años después, sirvió de base para la nefasta película de Penélope Cruz. Menos mal que José Vicente Puente lo hizo “Arcángel”. Y cien o mil poetas cantaron las virtudes del último “Califa” de la dinastía senequista. Hasta San Juan de la Cruz le habría cantado: “En una noche escura/en ansias de amores inflamada/ oh dichosa ventura/salí sin ser notada/ están ya mi casa sosegada”.
Muchas cosas más en esa década y una historia de la Tauromaquia mexicana que hace unas fechas me elogió un investigador de aquellas tierras. En 1964 tuve la suerte de pasar unos cuantos meses en México y cultivar mis anhelos con otros abonos, semillas y aguas. Buena cosecha. Amplié mis horizontes.
En los 60 del siglo pasado me decidí a fundar “Fiesta Española” porque había llegado a “El Ruedo” Abad Ojuel y porque en muchos de los medios de información de entonces había que pagar el espacio para poder hablar o escribir del tema. Eran los restos del “sobre” propiciado por algunas empresas y cultivado por algunos escritores que tenían que peregrinar la temporada entera para sobrevivir. Luego se inventaron los conciertos financieros que engrosaron la fortuna de unos pocos. Siete años de “Fiesta” en pelea desigual contra la Iglesia, “Dígame”, y el Movimiento, “El Ruedo”, y, cuando ya no pude más, cerré el quiosco y me coloqué en “El Alcazar” de chico para todo puesto que en esta etapa hice crítica taurina, reportajes, secuestros de la ETA, diagramación, platina y cierre. Fui jefe de la sección de Nacional y resultó esta etapa la más periodística de mi carrera como tal. Llegó “El Chino”, me mando al archivo y yo me fui a Zaragoza como redactor-jefe de “Aragón exprés”. Algo más de un año, elecciones a los ayuntamientos, 1979, yo que me presento, dirijo el Gabinete de Información de la DPZ, hago las oposiciones y en 1996, a la fuerza, mi jubilación. Buena etapa con colaboraciones en “Hoja del Lunes”, “Diario 16”, “El Día”, diversas publicaciones como “Casta Brava Aragonesa”, “Amores y desamores toreros”, “El regreso a Zaragoza de don Francisco el de los toros”, la plaza de toros de Zaragoza y la de Ejea, catálogos de diversas exposiciones de las que fui comisario, colaboración en el anuario de la Asociación de la Prensa de Madrid, en la Agenda Taurina de Vidal Pérez Herrero, folletos de las Feria Taurinas del Pilar y muchos otros trabajos sobre estudios taurinos. He escrito mucho. Últimamente me ha abierto sus brazos José Luis Ramón en 6TOROS6 y así, pese a todos mis achaques y defectos, puedo decir que soy un emérito en activo. Y un ratico más, Dios mío, que estoy muy a gusto.