miércoles, 2 de enero de 2013

TOREO DE SALÓN EN EL PILAR

El último domingo del año pasado que era bisiesto fui a las 12 de la mañana a la Plaza del Pilar porque, junto al monumento a Goya del escultor Federico Marés, un decorado zarzuelero en la llamada Plaza de las Catedrales aunque en realidad sea una sola, la de La Seo, medio tapada por un cubo de alabastro, se celebraba una reunión de aficionados y practicantes taurinos para susurrarle al oído al alcalde que los del toro no reblamos aunque no seamos más de cien. Hacía un sol tibio y el viento barría el amplísimo patio paseado por burros en “rinlera”, familias enteras para visitar el Belén gigante bajo la advocación de la Virgen blanca de Serrano, casetas con productos alimenticios, un largo “esbalizaculos” cubría la fuente de los Mundos, el ya viejo ayuntamiento que solo guarda dos leones copia de los del Puente de Piedra de Rallo, trampas para derribar ancianos en las piedras movibles del desolado suelo municipal y, por fortuna, la entrada al tremendo y señorial Palacio de la Lonja. Allí iba a concluir mi estancia después de asistir a misa en el Pilar y rezar a la memoria de mi amigo y compañero el Príncipe galaico Antonio D. (de Domínguez) Olano, que, antes que amigo de Picasso, Dalí, Luis Miguel o la Bosé fue amador puro e inocente de su príncipe angélico, “El Yiyo”, aquel de la paloma blanca que voló hasta el cielo de Zaragoza antes de que el cuerno atravesara su corazón en Colmenar Viejo. Recuerdo que, hace unos años, Antonio dio una vuelta a España con una conferencia en la que hablaba de bicicletas y otros utensilios que algo tenían que ver con los toros. Don Pablo, el de Málaga, hizo una cabeza de toro con un sillín y un manillar ciclistas. Antonio D. O. (Denominación de Origen) tenía un profundo sentido del humor a la gallega. ¿Antonio D., un artículo? Cuatrocientos. ¿Antonio D., una entrevista? Tropecientas. O ponía su puesto de vendedor callejero a la puerta de Correos, en la Cibeles, y dejaba en mantillas a los viejos charlatanes del crecepelo, las cuchillas de afeitar o la “suerte del militar que le han tocado las pelotas… de frontón”. ¡Ay, que solos nos quedamos los vivos!

Total que grandes y pequeños hicieron toreo de salón entre el Goya más cutre de Zaragoza y La Lonja y algunos le dimos vueltas al tema del arriendo del coso de don Ramón Pignatelli sin que nadie tenga conocimiento de la solución. Gestión interesada, gestión directa con 200 millones en la cuenta del Debe de hace unos cuantos años, nuevo empresario, Serolo, la mano que aprieta ahí, ahí precisamente, y los sueños de algunos aficionados que piensan que los empresarios son nuestros benefactores. Yo, pese a mi modestia, participé en la resurrección zaragozana de los años 80 y la no menos milagrosa de la plaza de Ejea de los Caballeros del 85 al 87. No es jactancia, es historia. Ahora, ochentón yo, solo se me ocurre decirle a Dios lo que le decía el guitarrista Andrés Segovia: “Déjame aquí un ratico más que me encuentro muy a gusto”. Pese al bisiesto que ya acabó y que me ha tenido medio año con el brazo izquierdo en cabestrillo. Al final, hace un par de semanas, mi dueña y señora se partió la muñeca derecha. “Eramos pocos y…”. Los Bentura Remacha somos seis hermanos. ¿Todos vivos? – me preguntó alguien. Solo la pequeña.

Y vuelvo a la cuestión y a Goya. Hay un busto del de Fuendetodos en la Plaza del Carmen, al principio de la calle Cádiz que es obra de Honorio García Condoy (en realidad el apellido materno era Condón y se lo cambiaron Honorio y su hermano Julio, pintor de cierta entidad, conservador del Museo Naval de Madrid, por aquello de las bromas de mal gusto), hijo de Elías García Martínez, de Requena (Valencia), profesor de Adorno y Figura de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza y casado con doña Juliana Condón, de Villamayor (Zaragoza). Honorio, como escultor, puede estar tras el otro Pablo, Gargallo, pero, para mí, por delante de Serrano. Pues, bien, el padre de Honorio y Julio fue el autor del fresco del Santuario de la Misericordia de Borja, el Ecce Homo, inspirado en el de Guindo Reni y que mi contemporánea Cecilia Giménez Zueco, natural de la Denominación de Origen puerta del Moncayo, donde también nací yo, en el “eccemono” según “El Mundo”, o en la caricatura de “Paquirrín” según mi humilde opinión. Se me olvido incluir tamaña desventura en mi relación de “feísmos” contemporáneos y me lamento de que, encima, las autoridades de aquel lugar de mis entretelas digan que esto de doña Cecilia es una bendición de Dios para Borja, Campo de Borja, primer espumoso aragonés con el Bordejé de Ainzón, de la propia Borja y su alcalde de 1979 a 2007 salvo el paréntesis de 1991 a 1995, Luis María Garriga, campeón de España de salto de altura durante diez años y con el record de 2’13 centímetros, Juan José Nogués Portalín, futbolista en la portería del Barcelona de principios de los 30 del siglo pasado hasta los 40, defendió la puerta de España el 1 de junio de 1934 sustituyendo a Ricardo Zamora en un partido contra Italia, el músico Ramón Borovia, el poeta Herrero de Tejada, el maestro del dardo de la palabra española Lázaro Carreter, vinculado a Magallón, Alfredo Mañas, comediógrafo y su paisano Marcos Zapata, poeta, ambos ainzoneros. Y el vino. Antes los riojanos venían a comprar vino de Magallón para darle fuerza al suyo. Y los botijos, la alfarería de esta zona, portal bellísimo de la zona más bella de España, en donde Bécquer escribía versos y leyendas y trataba de curarse una galopante tuberculosis y su hermano Valeriano pintaba paisajes, tipos y sátiras allá por los claustros del Monasterio de Veruela. ¿Merece semejante paisaje fama de pinta monas?

Al final entré en La Lonja y se me cayeron los soportes de mi tinglado. ¿Cómo podemos darle espacio y tiempo a doña Cecilia, con todos mis respetos, señora, frente a Rubens, Bruegheal, el viejo y el joven, o David Teniers, también joven, con sus cuadros de monos imitadores de humanos y un “Paisaje con gitanos” de 1641-45, con un grupo de calós con pañuelos a la cabeza y a la puerta de su cueva frente a las viviendas rurales. Este señor estaba casado con una Bruegheal. No, doña Cecilia, no permita semejante esperpento. Borja y el Somontano del Moncayo no se lo merecen. Hasta Borja iba yo en un tren, un “escachamatas” más, desde Cortes de Navarra, cogía el auto de Mariano que iba a Tarazona y que cerraba la llave de la gasolina en las cuestas abajo y me bajaba en Vera de Moncayo para subir a pie hasta el Monasterio de Veruela. En serio, señora, no le meta el dedo en el ojo a tan maravilloso paisaje. En mi ojo.

Epílogo nacional: hace unos días – 29 del XII de 2012 - en Televisión Española primera dieron la noticia de que a una nonata que correteaba por allí le habían operado “en la barriga de su madre”. ¿No hubiera sido más elegante decir en la tripa o en el vientre? No digo ya en el seno materno. Sería demasiado pedir. Hemos perdido las formas y los fundamentos. La elegancia. El sex-appeal, diría yo si supiera hablar en francés. Me gustaría, pero ya no me queda tiempo aunque algo aprendo cada día, como decía mi adorado don Paco el de los Toros.

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