Es asombrosa
la capacidad y el conocimiento de Ignacio Álvarez Vara, más conocido por
“Barquerito”. Digo lo de capacidad porque no se cansa de escribir y digo
conocimiento por lo que nos enseña a los
que tenemos el privilegio de recibir sus crónicas en directo, en estos tiempos
en los que tan difícil es encontrar en los diarios de España crónicas taurinas
aunque las corridas relatadas y criticadas se lleven a cabo en plazas de
primera, por ejemplo en Madrid o Sevilla, Valencia o Zaragoza de las que ya han
abierto sus puertas a estas alturas de la temporada. Ignacio, además de
soslayar ese tremendo hándicap que es el corto espacio de tiempo que hay entre
el final de las corridas de hoy, pasan casi todas de las dos horas, y el cierre
de los medios de difusión. Yo pienso que para enjuiciar un festejo hay que
dormirlo y escribir al de siguiente, a la salida del Sol, con el olor de heno
mojado y el canto repetitivo de los gorriones. Plácidamente, sin prisas, las prisas
malas hasta para el amor (lo decía no sé quién y con verbo más contundente).
Pero hoy en día la noticia es inmediata y deja de ser noticia cuando ya la han
“tuiteado” todos los impacientes. Recuerdo que en mis tiempos de periodista
siempre tratábamos de pisar las noticias a los demás y yo me apuraba en
preguntarles a apoderados, empresarios y ganaderos las posibles combinaciones
de los carteles de San Isidro. Alguna reconvención recibí del señor Jardón, don
José María, en aquellos tiempos en los que la popularidad se le llevaba don
Livinio, el inventor de la Feria
más grande del Mundo. Don Nazario, don Niceto o don Alipio. Había un ganadero
que se llamaba Abacuc, otro, Argimiro, y el miura salmantino, Graciliano.
Salamanca, dorada al sol del verano y pulida al aire del invierno, era muy
propensa a este tipo de nombres heredados. Aunque el hábito no hace al monje,
el nombre puede condicionar al individuo. Un respeto por don Ignacio y su
cuaderno de bitácora. Bitácora es el armario junto al timón del barco, donde se
coloca la brújula. Estos días, “Barquerito” navega por las calles de Madrid.
Luego el toro y, en su función, el torero. Temple, conocimiento, palabra justa
y certera.
No todo es
bello en este mundo taurino de nuestros pecados. Estamos de acuerdo que se
puede hablar de todo y opinar conforme a nuestros gustos y afinidades. La
cantada libertad de expresión siempre con la frontera de la educación y los
buenos modos. Pero también con el plus de la oportunidad y la conveniencia. Me
pareció que no era el momento conveniente para hacer un comentario contrario a
la idoneidad y categoría de los carteles de San Isidro. Se está luchando por
recuperar el favor de las gentes hacia la fiesta española y son muchos los
enemigos a derrotar, últimamente hasta el deseo de algunos diputados podemitas
para que se cambie el horario del único programa taurino de Televisión Española
“Tendido O”, ahora en las 14 horas del sábado. Querrían llevarlo a las 3 de la
madrugada para que no lo vean los niños.
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