Tengo muy
poca confianza en que la Fiesta Española despabile vía gubernamental. Lo que
mejor podía hacer el Gobierno por ella sería rebajar el IVA y eliminar los
reglamentos. La Fiesta sin corsé ni impuestos. Nada de protecciones o
subvenciones. La Fiesta por la Fiesta. La Fiesta en manos de los ganaderos,
torero y aficionados. Los demás, amanuenses. Pero, claro, hay que contarla bien
y no ampararse en la crítica contumaz, dictada, pedreste y sanguinolenta. No
eres buen crítico ni buen picador en versión moderna si no haces sangre y llega
un momento en que la a la gente la sangre le ahoga y deduce que lo mejor es no
ir. Pasamos de la complacencia general a la pantalla más oscura en la que todo
son ruinas, mentiras y truculentos manejos de empresarios, ganaderos, toreros y
apoderados. Y es cierto que el toreo es un engaño – engaños se llama a capotes
y muletas – pero un engañar al toro sin engañar al público, que, ¡cómo no!, es
hoy el más ignorante de todos los tiempos.
Mis años me
obligan a pararme y meditar y luego a decir lo que pienso porque para ello
tengo la bula de la edad. Un amigo que he heredado de mis hijos me ha mandado
unos vídeos de Morante de la Puebla con una faena en Pontevedra con un toro de
Alcurrucén y vestido de negro y profuso bordado en plata, y otra en Huelva vestido
de rojo y oro. ¡Qué momentos! Armonía, ductilidad, continuidad, improvisación,
inspiración, discurso, silencio, musicalidad, más silencio, embobamiento…
Pascual, el amigo, me hablaba del lujo del caviar y yo le conté la anécdota de
Alfonso XIII y el Nuncio de Su Santidad que le reprochaba al Borbón sus
infidelidades matrimoniales. A Don Alfonso no se le ocurrió otra cosa que
invitar al Nuncio a comer todos los días en Palacio y todos los días le servían
caviar, hasta que, harto de tal manjar, el embajador vaticano planteó su queja.
– Majestad, todos los días caviar… A lo que el Rey contestó. – Pues, todos los
días Reina…
Mezclado con
los dos vídeos venían unas declaraciones de José Antonio Morante en el tono
sosegado de los artistas impares. Comentaba su próxima aventura en Ronda con
seis toros. Son días especiales y hay que sacar variedad, con el capote mi base
es la verónica y la chicuelina, luego los remates, alguna larga y una
arrebatada media. Que le divierte más el toreo en movimiento que la quietud, el
color, el moverse y hacerlo lucidamente. Pienso, yo, en Domingo Ortega, al que el de La Puebla
estudia. Estudia y después improvisa. De las corridas de los mano a mano, una
oportunidad más, interés añadido, de las esencias diferentes de Belmonte y
Joselito, de Ordóñez, Antoñete o Paula. “De Paula he aprendido mucho y me ha
enseñado mucho”, confiesa.
Hubo un
tiempo en que se habló de la posibilidad de que Curro, el de Camas, don
Francisco el de la Tello, lidiara un toro solo con el capote, cosa que ya se
había planteado mucho antes con el sevillano Antonio Gallardo. Morante duda y
se confiesa tradicionalista. Que surja lo que surja en el momento que sea, pero
por su cauce, capote, muleta y espada. Sentimiento. Demostrar lo que llevas
dentro y que el público se emocione. ¿Y miedo? Sí, sí, miedo a que me coja un
toro. Un gran temor. ¡Qué ayudado por alto, señores! Esos es arte, lo que se
recuerda pasado un tiempo. Hay que dejar pasar el tiempo. Y Pepe Luis
confirmaba: “Arte es aquello que perdura”.
Otro amigo,
José María Portillo, me ha enviado la tarde de Córdoba de Morante, también con
el vestido negro bordado en plata, y por la que le han concedido el trofeo
MITRHA, de plata también, un trofeo muy singular que representa una divinidad
indoiraní, el dios de la luz solar o la Tauroctonia, un joven con gorro frigio
matando con sus manos un toro de cuya sangre fluye la vida eterna. Un Teseo en
versión oriental. Todo se lo merece la gran trayectoria artística de José
Antonio Morante de la Puebla.
Pero es que
me acuerdo de muchas cosas más de este tormentoso año “trecemundista”. De José
Mari Manzanares en Nimes, por ejemplo. En otros tiempos, al alicantino le
hubieran elevado a los altares por matar a tantos toros en la suerte de
recibir, apenas sin tener en cuenta la profundidad de su toreo que salta sin
romperse ni rasgarse las alambradas de las barreras de las plazas de toros. Que
sea torero tan hondo y que culmine con tanto acierto la última suerte no sé si
ha habido una “manita” de ellos. Yo recuerdo a dos, muy diferentes entre ellos
y nada que ver con el hijo de Dols: Rafael Ortega y Paco Camino. Y me agarro a
la realidad “in saecula saeculorum” de Ponce, más de dos décadas en dos siglos
diferentes, único en nuestra historia y camino de las bodas de plata, la
hondura de Miguel Ángel Perera o la fantasía improvisadora de Talavante,
incluido su cante por fandangos. Como dice Morante, “es lo que surge en el
momento”. Como lo que surgió una tarde en Zaragoza, en lo que iba a ser, a
juicio de los sabios comentaristas modernos, una feria desastrosa. Lo de
“Finito de Córdoba”. Ya lo sé, ya lo sé, el premio fue para Fandiño o para
Padilla. Pero lo que se recuerda es lo de Juan Serrano, el cordobés nacido en
Sabadell. Ya lo decía Pepe Luis: “lo que
perdura…”. Y yo me acuerdo del sexto toro de Peñajara que derribó a una mano,
mejor, a un cuerno, de la preciosa corrida de Bañuelos, del cuarto de Núñez del
Cuvillo y de dos toreros que tienen que sonar mucho más, a cántaros, como el
llover, a trompetazos: Antonio Gaspar “Paulita” y Manuel Jesús Pérez Mota. Y
hasta de un novillero que se llama Juan Torres y que se anuncia como “Juanito”,
bullicioso.
Ciento
setenta y tres matadores figuran en las estadísticas de la temporada y, al
margen de los citados y el triunvirato de cabeza, Padilla, “El Fandi” y
Fandiño, a mí se me vienen a la memoria una decena de diestros en los que se
puede confiar y a los que se puede esperar: “El Juli”, largo y macizo,
Sebastián Castella, inmutable, y Antonio Ferrera, en buenas manos y en adecuado
progreso. Jiménez Fortes si no se achica ante tanta cogida, Joselito Adame,
proyectado hacia el éxito en Madrid aunque tuvo que esperar hasta el mes de
agosto, Manuel Escribano, también previo pago del tributo casi obligado, Juan
del Álamo, calidad, Luis Bolívar con la garantía de su tierra colombiana, y
Uceda Leal, torero completo al que le falta el decisivo empujón. Y en este año
que ya se esconde bajo el manto de las hojas amarillas, sólo tres novilleros
han tomado sus correspondientes alternativas en otras tantas plazas de primera:
Pascual Javier en Valencia, Juan Leal en Nimes y Sebastián Ritter, del que
tengo más referencias, en Madrid.
No hablo de
José Tomás, el hipotético “SALVADOR” de la Fiesta según sus adoradores, porque
él mismo ha renunciado a tal ministerio. Al heredero de Juan García “Mondeño”,
la propia Fiesta se lo demandará porque, en la situación actual, sería
necesario y aconsejable que acometiera semejante EPOPEYA. El mismo Tomás dijo
que, para él, torear es vivir. ¡Viva, José Tomás!
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