Conocí su
domicilio social y su capital humano en 1961. Había fundado la revista “Fiesta
Española” y, en una de sus primeras portadas denuncié a Antonio Bienvenida,
Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez como culpables del auge torero de Manuel
Benítez. Dos cordobeses, Fernando Sánchez Murillo, de Cabra, “en mi pueblo el
más tonto hace relojes y el más listo es ministro”, y José María Mialdea, de
Montoro, en el viaje a Córdoba para la alternativa del de Palma del Río, “en
llegando a Montoro, todo arreglado”, vieron la revista y acudieron a la
redacción para conocerme. Nos hicimos amigos íntimos, compañeros de fatigas y
compadres con Fernando, cuñado de Tito de San Bernardo y Manuel Luque y yerno
de “El Aguardentero”. Mialdea se dedicaba al alto comercio y vendía “Gallina
Blanca” al por mayor y, algún tiempo, a
asesorar a don Jorge Villén, propietario de la Editorial Escellicer fundada por
José Maria Pemán. Ellos fueron los que nos llevaron a la Casa de Córdoba a mí y
a mis compañeros de la redacción de “Fiesta Española”, a amigos y parientes.
Allí casamos a mi primo José Luis Cerezo con Maribel y a Manolo Francisco Molés
con Angelita Novo, ambas hijas de socios del centro regional cordobés. Y yo no
lo hice porque me dieron calabazas.
El
presidente de la Casa era el hermano del ministro José Solís Ruiz, “la sonrisa
del Régimen”, ministro secretario del Movimiento y del Trabajo con Franco y
también ministro tras su muerte, en 1975. El ambiente era muy familiar y en
aquel lugar de Martínez Campos, en el 32, se reunían muchos cordobeses, pero
también gentes de otros lugares como los Casas, los Novo, de procedencia
gallega, de Ciudad Rodrigo o Aragón. Tenía un gran ambiente el bar que llevaba
un ciudadano de Hornachuelos, casi mil kilómetros cuadrados extensión y cinco
mil habitantes en la Sierra del mismo nombre, y su esposa. La Casa daba para
reuniones de todo tipo, tertulias, partidas de cartas, conferencias o concursos
de toreo de salón y entrega de los premios de San Isidro.
Recuerdo que
en una de las conferencias – coloquio hubo un espectador colmenareño que le
preguntó a Victoriano Valencia por lo que le había regalado “Joselito” al
mayoral de la ganadería de Martínez el día de los siete toros de Madrid. ¿Usted
lo sabe? – inquirió Victoriano. Yo sí – le contestó el inquisidor. -Entonces
¿por qué me lo pregunta? Dígalo usted. --Una petaca para los puros. Curiosidad
satisfecha. Victoriano siempre ha sido un magnífico y agudo tertuliano.
Casi todas
las tardes acudía a la Casa a tomarse su vinito el ínclito Madueño, taxista y
versificador que también, como el ministro y su hermano el presidente, era de
Cabra y que todavía no conocía la anécdota del ministro Solís y Torcuato
Fernández- Miranda. -¿Para qué sirve el latín? -Pepe, para que a ti, que eres
de Cabra, te llamen egabrense. Madueño lo arreglaba con este pareado cuando le
hacían la pregunta: -En su mala intención lleva usted la penitencia, yo de
Cabra, usted …
Se
instituyeron los premios de la Feria de San Isidro que tenían como titulares a
“Guerrita”, “Machaquito” y “Manolete” y que premiaban, y todavía premian, a
diversos aspectos de las corridas de la Primera Feria del Mundo. El acto de
entrega de los premios se celebraba en los jardines de la casona que fuera de
don Niceto Alcalá-Zamora con un acto multitudinario y brillante, al que
teníamos que asistir los miembros del jurado tocados con el sombrero cordobés
que nos regaló la entidad, incluido don Carlos de Larra, “Curro Meloja”, el que
durante tantos años fue el titular de la sección taurina de Radio Madrid. ¡Qué
dirá don Curro esta noche! , le gritaba “El Ronquillo” desde el bajo del 7 cuando
don Antonio (Bienvenida, se entiende) cuajaba una más de sus muchas tardes
madrileñas.
Otro de los
eventos taurinos que tuvo como escenario la sede de la Casa de Córdoba fue un
Concurso de Toreo de Salón de 1963, al que acudieron aspirantes de todos los
rincones de España. Se celebraba en los jardines de la casona los domingos por
la mañana y formaban parte del jurado Pepe Valencia, tío de Victoriano, primer
matador de toros de los cuatro de la familia de los Roger, Rafael Llorente, el
torero de Barajas, el apoderado Juan Ramos que lo fue especialmente de Mario
Cabré, el ganadero Higinio Luis Severino y mi padre, Benjamín Bentura “Barico”,
periodista integral y alma de la revista “El Ruedo” desde antes de convertirse
en publicación semanal y hasta que lo jubilaron para castigar mi osadía de
publicar otra revista de toros. Yo me empeñaba en componer la figura con la
muleta al final de la sesión, antes de los vinos de rigor y Botán inmortalizaba
mi buen estilo al natural con la
izquierda. De aquellos aspirantes a la gloria torera recuerdo nombres de
algunos que hasta llegaron a tomar la alternativa, aunque mi amigo Manolo Cano, cordobés de nación,
vocación y conducta, me animase en el empeño porque hasta era posible que
lográramos descubrir a un par de buenos mozos de espadas. Sonaron algún tiempo
Ignacio Castro y Rafael Gámez y llegaron a cierta altura profesional Aurelio
Núñez, Curro Escarcena y Pascual Benegas. Hubo su prueba práctica en San
Sebastián de los Reyes y el premio de un traje de luces, un capote de brega,
muleta y otros adminículos toreros gracias al patrocinio de “Pedro Domecq,
S.A.”. Como espectador especial, recuerdo a Fidel Perlado, un belmontista de
hueso colorado que hasta llevaba una foto de su ídolo orinando. Hecha por la
espalda, claro está. Por cierto que la foto que se publicó en la portada de
“Fiesta Española” a la muerte del trianero de la Alameda de Hércules, estaba
dedicada al señor Perlado y fue de tal impacto que creo que figura en la
exposición de Sevilla que actualmente recuerda a “los dos más grandes”.
La Casa de
Córdoba tenía en esos años 60 un ambiente taurino muy especial y, además,
contaba con el marco ideal de la casona de don Niceto, frente a la de Sorolla,
hoy museo sorprendente, en Martínez Campos, entre Zurbano, en donde vivía de
soltera la Reina Fabiola, y Fernández de la Hoz. Niceto Alcalá-Zamora y Torres
nació en Priego de Córdoba el 6 de junio de 1877 y murió en Buenos Aires el 18
de febrero de 1949, fue un estudiante prodigio y llegó a presidir la I República
como miembro del partido Liberal y Monárquico y también lo fue de la II
República, como socialista, desde el 2
de diciembre de 1931 hasta abril de 1936, cuando fue sustituido por Manuel
Azaña ante las discrepancias del de Priego con sus compañeros de Gobierno. Fue
un hombre brillante intelectualmente, políticamente sincero y, tras la guerra
civil, se le respetaron sus excelencias y sus propiedades. Ahora, todos
aquellos recuerdos son, creo, un complejo hostelero. ¡Cómo cambian los tiempos!
O los hombres, aunque quieran seguir siendo humanos. ¡Ampáranos! arcángel San
Rafael, el de las alas blancas, no como el de San Miguel, que en el pueblo de
mi esposa lo representan con alas negras. ¿Las de Satán? La guerra de los
arcángeles.
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