Ahora duran
muy poco los duelos porque los instrumentos de comunicación son de lo más
etéreos. Apenas unas horas. Pero para eso está el recuerdo. Mi recuerdo. Yo
conservo una imagen dulce y entrañable de Francisco Moreno Vega, hijo de la
hermana de Francisco y Rafael de la Vega, los dos “Gitanillo de Triana”, aunque
el mayor se fundiera en el sonoro “Curro Puya” con el que pasó a la Historia. “Me
la ganaste” – le dijo Juan a José después de lo de Talavera. La mayoría de los
panegiristas del sobrino de los Vega de los Reyes sólo se refieren a su
relación con Francisco, el que muriera en Madrid en el año 1931, porque el
impacto de este fue mucho más estruendoso que el de Rafael, que, tras la muerte de su hermano, continuó su carrera de forma
discreta y, años después, amparado en la sombra de “Manolete”, gran amigo y compadre puesto que fue padrino
del hijo mayor del de Triana y la hija de Pastora Imperio. Los Gitanillo han
sido muchos a lo largo de nuestra historia pese a que el primero no era gitano.
Se trataba de Braulio Lausín, de Ricla, Zaragoza, que, cuando se lanzó a los
ruedos, ganaba su sustento ayudando a un tratante de mulas de su pueblo y, por
entonces, a los que se empleaban en semejantes menesteres se les consideraba
miembros del pueblo gitano. En sus principios, Braulio se anunciaba tan solo como “Gitanillo”, pero, a la llegada
de los hermanos trianeros, añadió lo “de Ricla” para solventar todos los
problemas y equívocos. Recuerdo a otros cuantos Gitanillos, el de Camas,
hermano de Salomón Vargas, el profeta de Curro Romero (“Lo que le pasa a Curro
es que, cuando torea, los avíos, toro y torero van a la vez”), tíos ambos del
infortunado Ramón Soto Vargas, primos de “Cabeza de Tríana”, al final, por
culpa del asma, mozo de espadas de Miguel Márquez, y de Vicente Vega, primer
apoderado de Paco Camino, payo, de Camas y en la cumbre de los mejores. Conocí
a otro gitano torero, Faustino Barragán, que se anunciaba como “Gitano Rubio” y
que era un buen rapsoda que le dedicó a Manolo Montoliú un fandango a modo de
elegía dramática.
Estaba con Rafael
Vega de los Reyes, el “Gitanillo de Triana”, que siguió en los ruedos unos años
tras la muerte de “Manolete”, hasta los 50 del siglo pasado, y que montó un
colmado en el cuadrilátero taurino matritense formado por las calles Sevilla,
Alcalá, Peligros y Montera, “La Pañoleta”, en el que trabajó junto a su esposa,
la hija de Pastora Imperio, y tuvo cinco hijos, tres chicos y dos chicas,
Pastora, casada con el torero venezolano Héctor Álvarez, que murió junto a su
suegro en el accidente de carretera ocurrido el 24 de mayo de 1969, cerca del
pueblo conquense de Belinchón, y Charo. Los varones , los “Gitanillo’s”, abrieron
un establecimiento hostelero en la madrileña calle de Claudio Coello que todavía pervive, creo. El
padre, Rafael, hizo un disco de villancicos con Curro Romero y Antoñete, de
palmero, acompañante imprescindible para el son flamenco. También fue partícipe
del cartel caló por excelencia: Cagancho, Gitanillo y Albaicín.
Francisco
Moreno Vega, “Curro Puya II”, continuador de las glorias y maneras de su tío,
sobre todo en la interpretación de aquella verónica de manos más bajas, largo
trazo y remate hacia la cadera, que sumó tardes triunfales en Sevilla, a
hombros hasta su casa del barrio de Triana, y en Madrid, fin de trayecto por
culpa de una grave cornada que sufrió en 1959. Y, lógicamente, a vestirse de
plata para ser un excelente banderillero en las cuadrillas de Rafael Ortega,
Manolo Vázquez, Litri, Curro Romero, Manolo Cortés y José Antonio Campuzano.
Pero, sobre todo, en la de Antonio
Ordóñez, cuyo mozo de espadas también era de la familia de los Vega, no sé qué
rama pero con toda su pinta. Con el de Ronda, mordaz hasta lo patológico, era
difícil mantener el sosiego. Recuerdo una tarde en Linares cuando, al dar un
capotazo de brega Antonio Galisteo, el toro hundió un cuerno en la arena y por
poco se lo parte. Luego, el de Ronda le cortó una oreja y, cuando se disponía a
dar la vuelta al ruedo con la cuadrilla
tras él, se volvió hacia Galisteo y le ordenó que se quedara en el callejón.
También me viene a la memoria lo que me contó Manolo Carmona en cierta ocasión.
Terminó la temporada y el maestro organizó unos ejercicios espirituales o
cursillos de cristiandad. Al finalizar el piadoso retiro, con un Cristo en la
mano, le comunicó a Carmona, primo de los Martín Vázquez, lo siguiente:
“Hermano Manolo, este próximo año no vendrás en mi cuadrilla, le tienes que
ceder el lugar al hermano Juan Antonio Romero”. Rápido, el sevillano (rememoro
una corrida en Madrid con toros del Conde de la Corte y Antonio Bienvenida,
Juan Silveti y él) le replicó: “Hermano Antonio: eres un “hijo…”. Esto me lo
dices antes y no vengo al cursillo”. A Juan Antonio Romero ya le llamaban por
entonces “el Ciclón de Jerez”. Los ciclones vuelven cada verano.
Hubo también
un “Gitanillo de América”, pero es que en realidad se llamaba Over Gelaín
Fresneda.Over Gelaín y dos más… No lo veo, no le veo. Salomón Vargas. El Sabio
Vargas, sí. Cagancho, puro arte en la mirada verde. ¿Qué tienen los gitanos,
madre mía?
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