Me costó
muchos años imponerlo como axioma incuestionable: “Martincho” (Antonio
Ebassun), el torero al que retrató Goya al óleo y al que atribuyó el
protagonismo de varias estampas de su falsa “Tauromaquia”, no era vasco, ni de
Deva ni de otros lugares de las Vascongadas, Navarra o Ejea de los Caballeros,
en Las Cinco Villas de Aragón, como apuntaban Premín de Iruña y José María de
Cossío, más en consonancia con lo que publiqué en “El Ruedo” en 1953. Entonces,
ya hace 60 años, en base a la partida de matrimonio del torero con la ejeana
Ramona de Mena, di a la publicidad el que Antonio Ebassun, conocido en Madrid,
Pamplona y Zaragoza y en otros muchos lugares de España con su apodo de
“Martincho”, era natural de Farasdués, un municipio, entonces autónomo, a unos
14 quilómetros de Ejea, villa esta, una de las cinco, lugar de nacimiento de la
esposa del diestro. Luego vino la obra magnífica del sacerdote Felipe García
Dueñas, guipuzcoano, para más señas, y, en 1991, se publicó su magnífica
biografía, con la que se culminaba mi empeño de darle lustre, auténtica
naturaleza y perfil a la figura del primer torero de España. Lo dice García
Dueñas en su trabajo: “No es que
“Martincho” se hiciera famoso porque lo retrató Goya y dio noticia de su arte y
valor, sino que Goya lo pintó al óleo y en sus grabados porque era el más
famoso de los toreros de su juventud”.
El caso es
que “Martincho” era natural de Farasdués, hoy barrio de Ejea, y, no hace muchos
días, “El Bardo de la Taurina” (bardo es
un poeta heroico o lírico en cualquier lugar en el que se hable español) desde
tierras mexicanas comentaba que en la plaza de “Las Cinco Villas” de
Santiago Cuautlalpan, México, al sur de
Texcoco, un novillo, “Platerito” se llamaba, le había atravesado el pulmón al
novillero Ángel Espinosa, de Zacatecas, y el cirujano Jorge Uribe Camacho le
había salvado la vida. (Coincidió este extremo suceso con el acontecido en
Pachuca, donde otro novillo hería al novillero Juan Luis Silis en el cuello,
afectándole a la arteria carótida). Ambos gravísimos sucesos coinciden con los
acontecidos en los ruedos de España en este final de temporada, hasta llegar a
la espectacular cogida sufrida por David Galán en la plaza de Jaén, por lo que
sacaremos la lógica conclusión de que el peligro sigue existiendo en todas las
arenas del Mundo. Han evolucionado drásticamente los sistemas quirúrgicos, los
remedios curativos y los conocimientos de los que se visten de blanco y se
enfrentan sin preverlo a situaciones extremas, pero la fiesta de los toros se
sigue basando en la posibilidad de la tragedia no deseada.
Pero ello es
algo sabido e incuestionable. Muchas de las cornadas de hoy, ayer hubieran sido
mortales.
El caso es
que estábamos en la plaza de “Las Cinco Villas” de Santiago Cuautlalpan, los
buenos oficios salvadores del cirujano Uribe y, según El Bardo, la belleza y
operatividad de la plaza de los señores Marco y Domínguez y los buenos oficios
de su gerente Leonardo Páez , ESPIRITU ARAGONÉS EXPANDIDO. ¡Tate!, me dije para
mí mismo, aquí hay algo que me interesa como cincovillés ejerciente y como
taurino de nacimiento con antecedentes ganaderos y literarios. Un amigo de
Ejea, Pepe Ramón, me llevó hasta el año 36 del siglo pasado, cuando Gabriel
Marco Duesca, de Casa Jordán y alcalde de Farasdués, emigró hasta la otra
orilla del Atlántico, hizo fortuna y emprendió la aventura de construir una
plaza de toros en Santiago Cuautlalpan, proyecto que culminó Luis Marco Sirven,
con albero de Alcalá de Guadaira y con
la Virgen del Pilar en la capilla del coso santiaguista, cerca de Texcoco, la
patria chica de Silverio Pérez, y de la capital federal.
Ahí está el detalle,
que diría el gran torero que fue Mario Moreno Cantinflas: un paisano de
“Martincho”, primer torero con rostro y biografía, levanta un coso taurino en
el puro corazón de México. Al menos, curioso. La verdadera noticia es que el
novillero herido evoluciona favorablemente y que, en un festejo celebrado en
Pachuca, se rezó un Padrenuestro al rematarse el paseíllo para pedir por el
restablecimiento del otro novillero herido, Juan Luis Silis.
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