Soy viejo,
jubilado y, apartado del mundanal ruido,
pongo todas mis esperanzas de inmortalidad doméstica en el recuerdo que les
deje a mis nietos, corta pero fantástica
cosecha. Y por eso quiero ser optimista. Hace pocos días leí un comentario de
Ana Pedrero en “Berrendo en colorao” que me pareció de lo más acertado. No nos
busquemos enemigos fuera, los tenemos en nuestra propia casa, solo con leer a
media docena de sesudos y tozudos comentaristas nos basta y nos sobra para
asegurar que la gran tormenta, con vientos de doscientos quilómetros por hora,
lluvias torrenciales y olas de veinte metros de altura, caerá sobre nuestras
taurinas cabezas y toda nuestra historia quedará reducida a escombros, no habrá
piedra sobre piedra y ni siquiera se podrá leer la Historia que se empezó a
escribir en la Mitología, se continuó en los circos romanos, se hizo deporte en
los torneos medievales, ejercició pastoril en
todo tiempo y circunstancias hasta que surgió el milagro del arte de
torear, la lidia, la lucha con el toque de la gracia. Nos amenazan con el
cambio climático y a mí se me ocurre pensar ¿pero en algún tiempo no hubo
cambio climático? Y esta mañana he leído en ABC, creo que en el verdadero pese
a la reincidencia machacona del señor Anson, una entrevista con el historiador
Fernando García de Cortázar por la publicación del libro “Momentos emocionantes
de la historia de España” y me he encontrado con argumentos suficientes para
describir el momento actual de nuestras escrituras taurinas. Dice don Fernando
que abre su libro con una cita de Lope de Vega que, en la “Dragontea”, se queja
de que España tiene tantas hazañas y no tiene quién las cante. “Parece que nos
quedamos con ese movimiento de larga duración que se llama “pesimismo español””.
Y cita a Quevedo que miraba los muros resquebrajados de la patria cuando España
era un país completamente hegemónico en el mundo.”¿Cómo no vamos a creer que
naufragamos si leemos a Antonio Machado y a los del 98 despidiéndose del
imperio?” Y remata el señor García de Cortázar: “Los poetas se hacen fuertes en
el dolor y la desgracia, más que en la gloria y la alegría”. Tiene razón: en
nuestro ambiente torero consideran que la mejor de nuestras poesías es la
elegía lorquiana. Antes, “Joselito” había agrietado los muros maestrantes
construyendo una plaza monumental. Ahora, los talibanes de la actualidad se
rasgan sus sayales porque cinco toreros, los primeros del momento, pretenden
que esos maestrantes sólo cambien al empresario que rige los destinos de la
primera plaza de España. La segunda, y solo por cuatro años menos, es Zaragoza.
Aquello que decía Espronceda: “me gustan las queridas … me gusta un cementerio
de muertos bien relleno, oliendo a sangre y cieno que impida el respirar”. Palo
va, palo viene. Hace más de un siglo, Ricardo “Bombita” y “Machaquito” le
plantearon un ultimátum a Mosquera, “Guerrita” no se fue, lo echaron, “en
Madrid que atoree San Isidro”, Santiago Martín se fue un año a Vista Alegre y
otro a Barcelona, donde don Pedro le daba mucho más cariño que don Livinio en
la Corte. Siempre, siempre ha habido sus más y sus menos, con el toro, el
dinero o los compañeros como múltiples y variadas disculpas.
No estoy de
acuerdo con la postura de José Tomás porque si tiene la varita mágica que
vivifique la fiesta es lógico que se le exija su empleo. En sus tiempos lo
hicieron Pedro Romero, “Paquiro”, “Guerrita”, Belmonte o Pepe Luis. Y alguno se
quedó entre las astas de los fieros cornúpetos, los más grandes porque es
cierto que con ellos hicieron epopeya los poetas de cada tiempo. Belmonte
alguna vez dijo que José le había ganado la partida en Talavera. Es la
consumación del “pesimismo español”. Pero en la plaza se muere de verdad.
Nuestros
problemas son muchos y, además, se enredan con la situación nacional, aunque no
es una situación nueva. Muchas otras se han vivido y superado. Lo cita García
Cortázar en la entrevista dicha: “Entre la Guerra de la Independencia y el
brevísimo enfrentamiento con Estados Unidos en 1898 lo que tenemos son guerras
civiles, las carlistas …”. En el siglo XX, Marruecos, la guerra civil y, ahora,
la rota unidad de España. Unos cuantos identifican al toro con España y lo
repudian. Necesitamos mucho optimismo para salir adelante. No que los penitentes
de esta procesión se coloquen el capirote de los condenados y, a través de los
redondos agujeros de los ojos derraman lágrimas de sangre y rayos de
injusticia. Es un tiempo difícil, sí, pero vamos a tratar de superarlo.
Ví un
resumen de la corrida de México en la que hicieron el paseíllo “El Pana”, Morante
de la Puebla y Joselito Adame, tres estilos, tres circunstancias. “El Pana”,
largo habano en mano, aseguraba que era su despedida del toreo, Morante no
encontró su rima y ritmo, y Joselito Adame
se hinchó de darle lances y muletazos a un toro de Montecristo, buena
vitola tabaquera. No voy a analizar el toreo del hidrocálido, pero sí aclararé
que lo que algunos califican como chicuelinas invertidas son en realidad el
lance que a finales de XVIII y principios del XIX se llamaba “lance a la
aragonesa”, que algunos aseguran que inventó “Pepe-Hillo” y que, en base a su denominación, yo creo que fue Goya
el que se lo enseñó a los toreros de su tiempo y el que lo describió
gráficamente en una de las hojalatas al óleo que pintó para Ceán Bermúdez y
en la que el protagonista es Pedro
Romero. Uno de los grabados con moros y chilabas también apunta el lance por
detrás. En nuestros ruedos sólo se lo vi ejecutar a Julián López Escobar (“escobina”)
y una variante galleando es la “rogerina” que interpretó en algunas ocasiones
Victoriano Cuevas Roger cuando era “el torero de las faenas magistrales y la
estocada a la última”.
Antes de la
citada corrida de México, D. F., Adame y Morante fueron a Santiago Cuautlalpan
para entrenarse en la plaza “Cinco Villas”, así llamada porque es propiedad de
Luis Marco, español con raíces en Farasdués, un pueblo de Cinco Villas de
Aragón, lugar en el que nació Antonio Ebassun “Martincho”, primer torero de
nuestra particular historia con rostro y biografía. El rostro se lo puso nada más
y nada menos que el primer cronista gráfico de la tauromaquia, don Francisco, y
la biografía la escribió el sacerdote guipuzcoano Felipe García Dueñas. Adame
fue a la fiesta con vistoso traje charro y el de la Puebla, amplia y ondulada
cabellera, con camisa floreada y pantalón “jeans”. Unos zahones pusieron la
nota campera en el atuendo informal del torero más rancio del momento. Los
mariachis pusieron música a la fraternal velada hispano-mexicana. Y un aragonés
de anfitrión. No crean ustedes, es que los aragoneses hemos tenido mucho que
ver en esto de fomentar la fiesta llamada española. También en “hacer España”. Este
año, nuestra plaza, la de Zaragoza, cumplirá dos siglos y medio de existencia.
Esperemos que la celebración sea todo lo gozosa que se merece nuestra afición.
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