EMPRESARIOS
En principio
no se otorgaba la plaza en arrendamiento para toda la temporada y solo se
concedía su explotación por uno o varios festejos, principalmente a los
carpinteros que habían aportado materiales y trabajo para la construcción de la
plaza. En concreto a los maestros carpinteros Manuel Benedí Labrador, José
Gabas y José Fraile en 1771. Se otorgaban balcones para su venta en beneficio
de los niños pobres, tres tablones para la Justicia y otros tres para los
carpinteros. Uno de los primeros nombres que aparece en estos menesteres
empresariales es el de Juan Briz García, que en 1772 se comprometió a organizar
cuatro corridas de toros por las que pagaría 5.120 libras y siete novilladas
por las que tenía que abonar 1.610 libras. En 1778 se cedió la plaza a José
Solana para tres novilladas a 250 libras por cada una y otra vez a José Fraile
por dos corridas de toros a 275 libras. En 1817 fue la Hermandad de la Sangre
de Cristo la beneficiada, para luego consignar los nombres de Vicente Galino
(1852), Juan Cubero (1858 a 31 de julio de 1861) por 117.400 reales de vellón
en mensualidades de 9.783 reales y 33 céntimos con la garantía de la casa
número 59 de la calle Predicadores, Juan Pérez Moreno (1865), Manuel Allustante
(1868), Joaquín Val (1872) y Mariano Cerezo (1876), padre del pintor del mismo
nombre autor del cuadro de la despedida de “Lagartijo” en Zaragoza. Pero fue
José Antonio Ostalé y Loshuertos el que rompió moldes al hacerse con el
arrendamiento de la plaza el 1 de enero de 1877 por ocho años a 27.513 pesetas
hasta el 31 de diciembre de 1884, con garantía de un 20% con un depósito de
Deuda del Estado a renta perpetua del 3%. El 22 de enero de 1879 retiró el 25 %
de su fianza al terminar la obra de reforma del tendido propuesta y dos años de
arrendamiento. Quedaban 256 mil pesetas garantizadas y un depósito de 22.010
pesetas en metálico y otras tantas en valores. Las mensualidades se abonaban en
oro y plata y por adelantado y si se dejaba alguna sin consignar se detraía de
la fianza que había que reponer en quince días. Al señor Ostalé lo tenían frito
entre el señor Compaired, que quería organizar ciertos festejos, la Junta
Parroquial de la Magdalena para dar una corrida a beneficio de los pobres de la
parroquia, Ramón Gota que ofrecía su ganado para una corrida de Beneficencia o
“El Gran Pensamiento”, Sociedad Cooperativa de Socorros y Premios de la Virtud,
Colmillo, 3, principal, que deseaba organizar una corrida con cabalgata, toros
alanceados al estilo del Cid o Carlos V, carrusel y otras novedades. Ostalé, a
trancas y barrancas, continuó hasta el 31 de diciembre de 1892, se retrasaba en
las mensualidades, apuraba los plazos de las obras, vivía en Pignatelli, 11, y
competía con José Auger, Mariano Cerezo y Francisco Navarro Lairado, este
empresario en 1898. En 1893 fue el propio Rafael Guerra “Guerrita” el que se
encargó de organizar la Feria del Pilar.
El siglo XX
se inició con Lapuente y Bernal (1901), siguió con Joaquín Sánchez Mazariegos
(1902 a 1905) que solicitó la instalación de la luz eléctrica y continuó
con Gaspar Crespo (1906-1907) que
subarrendó a Sánchez Mazariegos y la Empresa Popular (1908). Nicanor Villa
aparece en 1909 como titular aunque también estuvo involucrado en la empresa
del año anterior, cuando no hubo forma de personalizar en uno de los aspirantes
la titularidad del arrendamiento. Al año siguiente figuraba Constancia Martínez
como arrendataria en colaboración con Estanislao Fraile, de Tudela, que lo fue
de 1911 a 1916, pidió subarrendar la plaza o poner anuncios en las barreras y
contrabarreras, se demoró en los pagos, pidió colaboración a Nicanor Villa
“Villita” que, a la rescisión del contrato del señor Fraile en 1916, siguió con
Salgueiro de 1917 a 1921. Y de 1922 a 1929, Demetrio Fraile y Manuel Baile,
para rematar en 1930 y 1931 con Íñigo García Marco, que subarrendo a Pagés y dio
paso a Celestino Martín, de 1932 a 1939, puesto que el de Escucha siguió en el
gobierno de la plaza durante la guerra civil aunque no había contrato vigente
de arrendamiento. Y nuevas etapa del arrendamiento puesto que en 1940 se les
concedió a don Pablo y don Manuel Martínez Elizondo, los “Chopera”, monta
tanto, que lo fueron también al año siguiente y los años 1944, 45, 47, 50, 51,
52, 53, 56 y 57. Y en 1976,77, 78, 79 y 80 lo hizo José Antonio Martínez
Uranga, hijo de Manuel Martínez Elizondo. Volvió Celestino Martín en 1942 y 43,
y en 1954 y 55, Fulgencio Montañes y Cortés estuvieron en 1946, pero, fracaso
fatal con suicidio de Montañes incluído, tuvo que organizar la Feria Marcial
Lalanda, O.T. E. S. A. en 1948 y 49, Luis Baquedano de 1958 al 61, Pedro
Balañá, S.A. 1962, 63, 66, 67, 68, 69, 72 73, 74 y 75, Diodoro Canorea, 1964
y 65,
José Romeo Brocal (Julio Suso) , 1970 y 71, Hermanos Lozano, 1981, 82,
83 y 84, y Justo Ojeda, S.A., 1985.Arturo Beltrán y Victoriano Valencia, Ojeda,
vuelta de José Antonio Chopera con Ignacio Zorita y, en la segunda década del
siglo XXI, la empresa Serolo, S. L. y el asesoramiento del banderillero Jesús
Arruga hacia una nueva decadencia al estilo de la de los finales de los 70 del
siglo XX. Simón Casas, Enrique Patón y
la gerencia de José Luis Ruiz, 2014, al recate de milenarios gozos.
CONSERJES
La relación
es más bien corta y con un solo apellido: en 1885, el 24 de noviembre, tomó
posesión Mariano de Gracia, 43 años, maestro carpintero, buena conducta,
expósito, licenciado del Ejercito, con primera enseñanza en el colegio del
señor Zabala, dos pesetas diarias a satisfacer por el empresario arrendatario,
habitación, todas las llaves excepto la del Campo del Sepulcro, limpieza de
todos los locales de la plaza, utensilios como sillas de montar, garrochas,
maromas y vallas. Inventario. El otro aspirante, Sebastián Horcada, llevaba 16
años de conserje y había regalado banderillas de lujo para una corrida
patrocinada por la Diputación, organismo que se había creado en 1833 con el
Decreto de Nueva Planta. El 16 de abril de 1885 se aprobó el Reglamento de
Régimen Interior de la Plaza de Toros. A don Mariano le sustituyó su hijo José
Gracia Vidal, que en 1923 pidió aumento de sueldo, de 365 pesetas que cobraba a
460 pesetas, a pagar por el arrendatario. En 1951 le sustituyó José Gracia
Invernón, que fue de banderillero en la cuadrilla de Villalta y a este, en
1977, José Gracia Barcelona, también subalterno, con Curro Romero y otros
matadores de toros, Raúl Aranda entre los aragoneses, padre de Raúl Gracia “El
Tato”.
ENFEMERÍA
Si larga es
la relación de heridos de gravedad en la plaza de Zaragoza, la de desenlaces
fatales, afortunadamente, es breve y con inclusión de muy contados
profesionales del toreo. La primera efeméride fatal es la cogida mortal de un
peón agrícola el 26 de junio de 1782, en uno de los festejos populares que
entonces se conocían por novilladas. La segunda, el 26 de octubre de 1862, la
de Joaquín Gil “Huevatero”, único matador de toros, por el toro “Gallardo” de
Juan Pineiro de Cruxi. Al entrarle a matar, le hirió en el recto y en la
vejiga. Ese día alternó con Manuel Pérez “Relojero”, de Tarazona de Aragón,
diestro de más entidad que en 1852 actuó en Nimes y Bayona y mató cinco toros
de otras tantas estocadas, hazaña que se recordaba tiempos después en la
taurina Francia. La tercera cogida mortal en Zaragoza, el 15 de agosto de 1866,
la del picador Antonio Ledesma “Coriano”. El toro “Molinero” de Cándido López,
de Ejea de los Caballeros, le atravesó el pie y murió en Madrid el 8 de
septiembre siguiente. En marzo de 1867, un toro de Ferrer, de Pina de Ebro,
derribó contra las tablas al picador Martín Arias “El Velonero” y le produjo
tan graves lesiones internas que falleció a poco de ser ingresado en el
Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia. La quinta muerte fue la del
novillero Vicente Gandía “El Chufero”, de Onteniente, Valencia. Ocurrió el 7 de
abril de 1901 y el causante fue el novillo “Ventero”, de la ganadería de
Celestino de Miguel, también de Ejea de los Caballeros. Curado en la enfermería
de la plaza, el torero y sus mentores se empeñaron en su traslado a Barcelona y
allí falleció en un hospital siete días después de la cogida. El día 24 de mayo
de 1903, el novillo “Atrevido” de López Navarro, en un recorte con el capote al
brazo hirió en el ano al novillero sevillano, de Marchena, Ignacio Laza. Murió
a los tres días. Y el último óbito producido en esta plaza, y que lo sea para
siempre, fue el 10 de julio de 1921, cuando un novillo de Gallardo saltó al
callejón e hirió en el quinto espacio intercostal al mozo de espadas Fernando
Madurga. Murió a las pocas horas en la propia enfermería.
Aun hay otro
caso de fallecimiento de un torero y que se achaca a una cogida que Rafael
Molina, el sobrino de “Lagartijo, sufrió en Zaragoza el 14 de junio de 1908, por parte de un toro de Miura que no le
produjo herida por asta de toro, pero que, según los informes médicos, golpes y
traumas que le provocaron una tuberculosis de la que murió el 8 de abril de
1910. A esa corrida asistió Alfonso XIII.
En el
enfermería de la Plaza, al nombre señero del doctor Pérez Serrano se unió el
del primer Val-Carreres, cirujano del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, su
hijo Antonio fue el siguiente jefe del equipo quirúrgico, responsabilidad
heredada por los hijos de este Carlos y Antonio Val-Carreres Guinda y que
comparte en la actualidad Pilar Val-Carreres, hija de don Carlos, todos ellos
con el apellido que durante más de un siglo prestigia la categoría
médico-quirúrgica de la Plaza de Toros de Zaragoza.
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