CORRIDAS
REALES
El
antecedente a este respecto es la
fallida asistencia de Carlos III a la corrida que en su honor se celebró
en la Plaza del Mercado en 1758, fecha en la que el Rey pasó por Zaragoza
camino de la Corte para ser coronado a la muerte de su hermano Fernando VI, y
que se fue a cazar a Aula Dei en lugar de asistir a la función de toros en la
que actuaba “Martincho”. Después, ya construida la Plaza de Pignatelli, Carlos
IV y su esposa María Luisa de Borbón,
con el príncipe de Asturias, Fernando, hicieron un alto en Zaragoza y
asistieron a una corrida de toros entre el 26 y el 1 de septiembre de 1802.
Antonio de los Santos era por entonces el más destacado de los lidiadores,
muerto “Pepe-Hillo” en corrida en la que alternó con este diestro sevillano y
retirados Pedro Romero y “Costillares”.
Fernando
VII, a su regreso de Francia para la restauración borbónica, presenció una
novillada en la plaza de Zaragoza cuando todavía era “el Deseado”, el 10 de
abril de 1814, festejo en el que uno de los aspirantes al título de torero mató
un novillo y se le pagaron 31 libras, 7 sueldos y 8 dineros. El mismo Fernando
VII, esta vez junto a su tercera esposa, Amalia, acudió a la plaza de Pignatelli,
en sesión de mañana y tarde, en 1828.
El 20 de
octubre de 1882, nueva visita real, en su paso hacia Canfranc para inaugurar
las obras del ferrocarril: Alfonso XII presenció la corrida en la que actuó la más
famosa pareja de toreros, “Lagartijo” y “Frascuelo”, que lidiaron toros de
Zalduendo, Ripamilán y Ferrer. Según contaba “Don Indalecio”, marqués de la
Cadena, en la cuadrilla del cordobés figuraba como agregado Lorenzo Quílez, de
Lécera, Zaragoza, condenado a cuatro
meses de prisión “no por ladrón sino por tronera”, como dice la jota del “Royo
del Rabal”. Al subir al palco y saludar a Su Majestad, “Lagartijo” le pidió el
indulto de su banderillero. Al parecer, el indulto le fue concedido. La afición
solicitó un toro más y fue lidiado y muerto a estoque por Valentín Martín, de
la cuadrilla de Salvador Sánchez.
El siguiente
visitante real fue Alfonso XIII, el 18 de octubre de 1903. Siete toros de
Ripamilán, de Ejea de los Caballeros, y uno de Aleas, de Colmenar Viejo, para Francisco Bonal y Casado “Bonarillo”,
sevillano, su paisano Joaquín Navarro “Quinito”, Miguel Báez y Quintero
“Litri”, padre y abuelo de los otros “Litri” que en el toreo han sido, de
Huelva, y el también sevillano Manuel Jiménez “Chicuelo”, padre y abuelo de los
“Chicuelo” sevillanos. Viento y temperatura desapacible y el soberano, que a
las 9 de la mañana había asistido a una misa en la plaza de la Constitución,
hoy de España, abandonó el palco de honor a la muerte del quinto toro. El
cronista Francisco Soto “Sotillo”, maestro nacional que publicaba sus crónicas
en “Sol y Sombra”, apuntó: “El Rey, tal vez aburrido de tanto aburrimiento, se
retiró del palco”.
Alfonso XIII
volvió a Zaragoza y a los toros el 14 de junio de 1908, con motivo de la
Exposición Hispano-francesa del Centenario de la Guerra de la Independencia.
Toros de Miura para Rafael Molina y Martínez, sobrino carnal de “Lagartijo” el grande, del que tomó su
apodo, que resultó herido por el tercer toro, y Vicente Pastor. En el quinto
toro también resultó herido en el pie derecho Francisco Codes “Melones”,
picador de Gea de Albarracín, Teruel, casado con una hermana de “Lagartijo”.
Alfonso XIII visitó la Exposición, que más que industrial fue comercial, y les
regaló a los diestros unas pitilleras de plata.
No se han
dado más corridas reales en la plaza de Zaragoza. Sí tenemos consignadas las
varias presencias de la infanta Isabel, la “Chata”, hermana de Alfonso XII. Las
primeras en 1892, el día 17 de octubre, con Manolo García “Espartero” y Rafael
Guerra “Guerrita”, que le brindaron sendos toros y a los que la infanta regaló
unos alfileres de corbata que tuvo que ir a comprar durante el festejo el
alcalde de Zaragoza, señor Sala. Hubo un séptimo toro de gracia que mató el
abuelo de Victoriano Valencia por cesión de su maestro “Espartero”. Al picador
“Curro”, que se encargó del tercio de varas de este toro, la infanta le
obsequió con cien pesetas. Volvió la infanta Isabel a Zaragoza en los años 1927
y asistió a todas las corridas de la Feria del Pilar, mientras que no se tienen
noticias de que Juan Carlos I, en su etapa de la Academia Militar, acudiera a
ningún espectáculo taurino. Sí que lo hizo el Jefe del Estado Francisco Franco,
el 13 de octubre de 1954, corrida en la que, con toros de Alipio Pérez T. Sanchón, actuaron
Julio Aparicio, que puso banderillas y cortó dos orejas, Antonio Ordóñez, dos
orejas y rabo, y Antonio Chenel “Antoñete”, sin trofeos.
La lista de
espectadores ilustres la encabeza la duquesa de Alburquerque, esposa del virrey
de Aragón, hacia 1793, muchos años después, el duque Wladimiro, hermano del Zar
de Rusia, hacia finales del XIX, Santiago Ramón y Cajal, “no partidario”, que
hizo las pruebas de una emulsión para las placas fotográficas de color en la
plaza de toros de Zaragoza, el actor Emilio Thuiller, al que el novillero Pablo
Lafuente “El Gordo”, el 27 de mayo de 1900, brindó un novillo de Celestino de
Miguel y el actor le obsequió con un
billete de 50 pesetas, el violinista
navarro Pablo Sarasate en 1908, 24 de mayo, corrida de Beneficencia, brindis de
“Moreno de Alcalá y el regalo acostumbrado, toros de Catalina y la compañía de
Rafael “El Gallo” y Curro Martín Vázquez,
los actores María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, 13 de octubre de 1919,
con “Joselito” y Gaona en el ruedo, Miguel
Fleta en su triunfal vuelta al ruedo con Nicanor Villalta (1925), el general
Sanjurjo, con brindis de Juan Belmonte
el 13 de octubre de 1927, la cupletista Paquita Escribano, de la que se enamoró
Rodolfo Gaona, el boxeador Paulino Uzcudum, el aviador García Morato, el
general Queipo de Llano, el escritor José María Pemán, el doctor Rodríguez Campoamor y sus festivales
del Sindicato de Estudiantes, Hemingway en el Pilar de 1956, cuando Ostos le
brindó un toro a su esposa, y el 27 de junio de 1959, en la primera corrida del
llamado “Verano Sangriento”, las diez corridas del enfrentamiento de Luis
Miguel y su cuñado Antonio Ordóñez, y el doctor Barnard, el de los trasplantes
de corazón, que asistió a una novillada el 27 de mayo de 1968. Hacía los años
80 del siglo pasado, 1984, el poeta Rafael Alberti, que se lamentaba de los
toros tan grandes que le echaban a Roberto Bermejo recién doctorado. Solo una
muestra de los muchos personajes que han pasado por la plaza de Zaragoza a lo
largo de sus muchos años de existencia.
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