Me llamó mi
apoderado, el que me cobra el 15 por ciento de mis honorarios y siempre percibe
lo mismo, y me dijo que le daban la “Escalera del Éxito” a Joaquín Jesús
Gordillo y que el acto se celebraba en el restaurante “La Pesquera ”, en la Casa de Campo madrileña.
Gordillo publicó su primera colaboración taurina en el número 1 (27 de junio de
1961) de la revista “Fiesta Española”,
revista que yo fundé y dirigí. Esa primera colaboración la firmó como Chimo
Fernández (su segundo apellido) y trató
de las entrevistas que les hizo a Antonio Bienvenida, Gregorio Sánchez y
Antonio de Jesús, los componentes del cartel del domingo anterior de Las
Ventas. Luego ocurrieron algunas cosas dignas del olvido aunque,
posteriormente, Gordillo me demostró que era persona de generosa nobleza. Sólo
por eso quería yo estar en Madrid y, en otro ambiente, hasta me hubiera
atrevido a hacer alguna manifestación. Se bastaron Salvador Sánchez Marruedo y
la viuda del que fuera buen periodista,
exquisito aficionado y mejor persona para dibujar al brillante perfil de aquel
que llegó a la bulliciosa Gran Vía madrileña desde del revolucionario barrio de
Vallecas del padre Llanos, jesuita que creó los campos de trabajo de
universitarios. Yo estuve en el de Rodalquilar, en una mina de oro sin rastros
del “vil” metal. Almería, ¿quién te ha visto y quién te ve? Eran muy lógicos
los premios de “La Pesquera ”
a Diego Ventura, genial, el ganadero Bañuelos, enrrazado, Borja Jiménez, ilusionado, mejor novillero, y
Molés, comunicación al aparato. Luego otros muy particulares: a David Mora por
su constancia, a Miguel Abellán por su casta, a “Jesulín de Ubrique” por su
técnica, a “Finito de Córdoba” por su clase y a “Espartaco” por su trayectoria.
Numerosos invitados en lo que fue el pabellón de Toledo, con la Puerta de Bisagra incluida,
de la Feria del
Campo que se celebró por primera vez en 1950, cuando, a imitación de la feria
de 1929 de Barcelona, se montó otro Pueblo Español que todavía perdura pese a
que la Feria
del Campo se celebró por última vez en 1975. El de Barcelona, junto a la plaza
de toros de Las Arenas convertida en monumental edificio, no sé si todavía se
llama Pueblo y Español.
Pero de la Casa de Campo de Madrid tengo
yo excelentes recuerdos taurinos. El primero, la explanada rodeada de árboles
que servía de amplio escenario para los ensayos de toreo de salón que solían
rematarse con algún improvisado partido de fútbol, cosa que enfadaba a los
puristas pese a la foto de Joselito con un
balón entre sus manos en el ruedo de la Real Maestranza de
Sevilla. Antes se celebraban muchos partidos benéficos en los que los toreros
se enfrentaban a los artistas, los periodistas o los veteranos del balompié sin
que nadie se sintiera ofendido y Montalvo, del Madrid, se convirtió en el virtuoso de la manoletina y Raúl, también
madridista, dio lances de capote en algunos campos de España y el extranjero.
Dicen que le enseñó a torear Enrique Ponce, al que ponderan en el manejo de la
pelota y en la interpretación de boleros. Polifacético le llamaban a Mario
Cabré porque escribía poesías, hablaba francés e inglés, en el teatro
interpretaba el “Don Juan” o “Terra Baixa” y en el cine “Pandora o el Holandés
Errante” con Ava Gadner, pasaba modelos de ropa masculina de una marca de telas
catalana y también cantaba boleros.
Pero en el
improvisado ruedo de la Casa
de Campo, el gran ídolo del toreo de salón era Alejandro García Montes “El Ali”
y su ayudante, Curro de la
Riva. Bordaban el toreo soñado. Luego, con el toro, era otro
cantar. Mandaban los Girón que vinieron de Venezuela y plantaron sus reales en
una cafetería que había cerca de la antigua plaza de toros de Madrid, avenida
de Felipe II, “Trébol”. Luego surgió imponente el gran espectáculo de la “Venta
del Batán”, la llegada del suburbano en
1960 y aquel día en que tuve la suerte de entrevistar al príncipe Juan
Carlos de Borbón y a su esposa la princesa Sofía de Gracia en una visita que
hicieron a la Venta
acompañados por toreros como El Viti, Palomo Linares, Julio Robles y algunos
más. “Riesgo” sirvió la comida y a Jesús Rodríguez “El Chato” sólo le
advirtieron que no le hiciera fotos al Príncipe con un vaso en la mano. Todas
aquellas glorias se quedaron en memorias y en la sede de la Escuela de Tauromaquia de
Madrid que yo ya no conocí.
Sí recuerdo
que un día, con los buenos oficios de
Gonzalito, le hice fotos a Curro Romero entrenándose con el capote bajo las
sombras de los grandes árboles del magnífico y benefactor parque de Madrid, a
donde se trasladó el Zoológico del Retiro. Un poco más allá, en Somosaguas,
vivía como un marajá Luis Miguel Dominguín con la diva italiana y su variada
parentela. El estanque, el Parque de Atracciones y las “peripatéticas” apoyadas
en los pinos o alcornoques a la espera de ardorosos clientes. Esto, lo de los
pinos y alcornoques, se lo preguntaré a “Barquerito” porque es el que más sabe
de arbolados y el más templado y brillante cronista del momento. Por cierto que
el domingo leí en ABC un artículo de Antonio Burgos en defensa del honor y la
dignidad de Curro Romero, al parecer, ofendido por acción u omisión, creo, del
señor secretario general del PP nacional. Burgos cita al poeta extremeño Luis
Chamizo, el tinajero de Guareña, que en cada libro que publicaba adjuntaba un
diccionario de extremeño. Puede hacer lo mismo Burgos con su vocabulario
andalusí y de esta forma me enteraré del cuál fue el agravio recibido por el
señor Romero.
Televisión
Española, a la hora del aperitivo antes del almuerzo del mediodía, ha puesto
media docena de veces la cogida sufrida por Francisco Rivera en su reaparición
en Olivenza, también han dicho que “Jesulín” torea festivales porque piensa
vestirse de luces en el mes de agosto en no sé qué plaza. Nada han dicho de
Ginés Marín, Jonathan Varea y Álvaro Lorenzo, tres novilleros triunfadores en
el comienzo de la temporada. Vuelven “Espartaco”, Cayetano, el de Foyos, Dávila
Miura y alguno más que no recuerdo. “Eramos pocos y parió la abuela”. Siempre me
acuerdo de lo que le dijo Belmonte a un matador que le comentó que volvía a los
ruedos: ¿Te han llamado? A él si le llamaron. Por eso volvió en 1934, en la
inauguración oficial de la plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo.
Hicieron la plaza pero se olvidaron de las calles de acceso. Escaleras del
Nuevo Madrid. Y alguien se ha quejado
del cartel anunciador de las Fallas de Valencia. El cartel torero está más que
definido y existe hoy algún artista que sabe ponerlo al día. No me pregunten
quién. Por sus obras lo conoceréis. Y remato con unos versos del tinajero de
Guareña:
Porque semos
asina, semos pardos
del coló de
la tierra,
los nietos de los machos que otro día
triunfaron
en América.
“El maijón
de los castuos” (Rapsodias extremeñas). La esencia (miga de pan) de los
castizos (los mantenedores de la casta de labradores que cultivaron por sí sus
propias tierras).
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