“Odio a
España cuando pienso en los toros o en la fiesta del Rocío”. Esto lo afirma
Rafael Sánchez Ferlosio en una entrevista que publicó “El Cultural”, suplemento
de “El Mundo”. Y lo dice el hijo de Rafael Sánchez Mazas que, con Eugenio
Montes, Mourlane Michelena, Agustín de Foxá y Ernesto Jiménez Caballero, formó
la corte literaria de José Antonio, el fundador de la Falange. Sánchez Mazas,
con carne numero 4 de los camisas azules, fue, además, el creador de la
interjección ¡Arriba España!, que, en un
sentido afectivo y al margen de su vinculación política, es un buen deseo.
Escapó de un fusilamiento masivo en Cornellá del Terri e inspiró la novela de
Javier Cercas, argumento de la película de David Trueba, tituladas ambas
“Soldados de Salamina”. La ley del péndulo, la acción y la reacción. ¿Hacia la
aldea global? Pero ese objetivo no puede empañar sentimientos concretos e
íntimos. “La ostentación de la “españoles” me provoca náuseas allí donde la
reconozco, ya se trate de un baile regional, de una romería popular o de un evento deportivo”, dice ahora Sánchez
Ferlosio. ¿Sería posible expresarse de semejante forma en Inglaterra, Francia o
Estados Unidos, pongo por ejemplo de naciones modernas dentro de sus
respectivos significados? ¡Qué bochorno! Voy a tener que abandonar mi manía de
leer. Leí, sin embargo, que el rockero argentino Andrés Calamaro alzaba su voz
contra la intolerancia de los antitaurinos después de que una señora fuera
agredida a la entrada de la plaza de toros de Valencia. Alega este señor que la
agresión es un ataque a la cultura, al margen de que en un año se han cerrado
en España 700 librerías. Suma y sigue.
La escala de
valores se ha modificado sensiblemente. Al mediodía, por imperativo matrimonial
y a la espera del preceptivo almuerzo, veo un programa de la televisión
española en el que aparecen muchos toreros, hijos, amigos, divorciadas, novias
y parientes de toreros. La cogida de Francisco Rivera en Olivenza ha sido el
episodio más repetido en la pequeña pantalla. Me abruman las recetas de cocina
y los desfiles de modelos que son los programas favoritos junto a la presencia
habitual de dos “canzonetistas” y sus aventuras amorosas. Se ignoran las
actuaciones toreras, los triunfos y los proyectos de las grandes ferias ya
efectuadas y por venir. Toda la comunicación está en los pequeños aparatos que
los jóvenes manipulan compulsivamente en el tranvía, la taberna, el ambulatorio
o la universidad.
Pero, en el
fondo, el toreo interesa más de lo que aparenta. El otro día vi una foto de un
jubón en rojo brocado en oro que perteneció al rey sueco Gustavo Adolfo II,
principios del siglo XVII, que pudo inspirar alguno de los tres vestidos que
Caprile ha diseñado para Enrique Ponce en plan goyesco, uno para Antequera,
otro para Ronda y el último para el 25 aniversario de su alternativa en
Valencia. El hábito no hace al monje, pero en un suceso como el de la corrida
de toros en el que también juega la estética se le tiene que dar importancia al
vestir. Ponce, que es torero en todas las dimensiones, en el arte, en la
técnica, en el respeto a los demás, en la alternancia con compañeros y
ganaderías, en supervivencia y constancia, lo es también en el buen vestir. Lo
fueron también toreros de otros tiempos, Cagancho, Félix Rodríguez, Rafael
Albaicín, que se quiso vestir, calzar y cubrir de blanco pero alguien le
recordó a “Don Tancredo”, los Bienvenida, Paco Camino, Curro Romero o José Funetes. Los
vistieron, Nati, Fermín, Algaba … Dibujó John Fulton y, ahora, Caprile…
También me preocupan los carteles que anuncian
los acontecimientos taurinos. Todos es arte, pero malo si lo tienes que
explicar. Me ha gustado el cartel que encabeza las combinaciones de la Feria de
San Isidro. Su autor es José María de la Rosa y su título “Berrendo en
Cobalto”. Me recuerda mucho al colombiano Diego Ramos. No importa. Este me
recordó hace unos años a Goya. Y Roberto Domingo y todos sus seguidores,
Casero, Saavedra, Reus, Ruano y González Marcos, a Sorolla, Luz, sol,
movimiento. ARTE. ¡Aquel toro de don Francisco con los ojos inyectados de
sangre!
Hace unas
fechas apunté que no todos los diestros podían anunciarse para matar seis toros
en solitario. La historia desde los siete toros de Martínez de “Joselito” ya es
larga y sintomática y no me pararé a analizar los últimos episodios porque no
tengo elementos de juicio. Para contar chistes hay que tener gracia y si los
cuenta uno que no la tiene aburre a las ovejas. Para torear seis toros hay que
ser un torero muy largo o tener mucho arte. O, la perfección, las dos cosas. De
Madrid al cielo. En un tiempo estaban de moda los mano a mano, en otros las
corridas de ocho toros, cuando se juntaron Moura a caballo, Curro Romero
matador de toros y Pepe Luis Vázquez novillero los festejos mixtos y hasta un
día Balañá reunió a una docena de diestros en Barcelona y otro, tarde y noche,
Antonio Bienvenida intentó matar doce
toros el mismo día en Las Ventas. La Fiesta secular, ancestral y española, está
abierta a todas las modalidades, incluso a la de que tres hombres de luces
hagan al paseíllo para matar seis toros de una acreditada ganadería. En otros
tiempos se hablaba de Pérez Tabernero, Galache, Concha y Sierra, Cobaleda,
Barcial, Conde de la Corte, Atanasio, Lisardo, Clemente Tassara, Guardiola,
Urquijo o Murube, Albaserrada, Albayda, Samuel, Isaías y Tulio o Zaballos. Me
parece que la mayoría siguen en la relación de la Unión de Criadores de Toros
de Lidia aunque no los veamos en los carteles de San Isidro o en esos que
embellecen el paisaje nacional, señor Ferlosio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario