lunes, 30 de marzo de 2015

ODIO A ESPAÑA...

“Odio a España cuando pienso en los toros o en la fiesta del Rocío”. Esto lo afirma Rafael Sánchez Ferlosio en una entrevista que publicó “El Cultural”, suplemento de “El Mundo”. Y lo dice el hijo de Rafael Sánchez Mazas que, con Eugenio Montes, Mourlane Michelena, Agustín de Foxá y Ernesto Jiménez Caballero, formó la corte literaria de José Antonio, el fundador de la Falange. Sánchez Mazas, con carne numero 4 de los camisas azules, fue, además, el creador de la interjección ¡Arriba España!,  que, en un sentido afectivo y al margen de su vinculación política, es un buen deseo. Escapó de un fusilamiento masivo en Cornellá del Terri e inspiró la novela de Javier Cercas, argumento de la película de David Trueba, tituladas ambas “Soldados de Salamina”. La ley del péndulo, la acción y la reacción. ¿Hacia la aldea global? Pero ese objetivo no puede empañar sentimientos concretos e íntimos. “La ostentación de la “españoles” me provoca náuseas allí donde la reconozco, ya se trate de un baile regional, de una romería popular  o de un evento deportivo”, dice ahora Sánchez Ferlosio. ¿Sería posible expresarse de semejante forma en Inglaterra, Francia o Estados Unidos, pongo por ejemplo de naciones modernas dentro de sus respectivos significados? ¡Qué bochorno! Voy a tener que abandonar mi manía de leer. Leí, sin embargo, que el rockero argentino Andrés Calamaro alzaba su voz contra la intolerancia de los antitaurinos después de que una señora fuera agredida a la entrada de la plaza de toros de Valencia. Alega este señor que la agresión es un ataque a la cultura, al margen de que en un año se han cerrado en España 700 librerías. Suma y sigue.

La escala de valores se ha modificado sensiblemente. Al mediodía, por imperativo matrimonial y a la espera del preceptivo almuerzo, veo un programa de la televisión española en el que aparecen muchos toreros, hijos, amigos, divorciadas, novias y parientes de toreros. La cogida de Francisco Rivera en Olivenza ha sido el episodio más repetido en la pequeña pantalla. Me abruman las recetas de cocina y los desfiles de modelos que son los programas favoritos junto a la presencia habitual de dos “canzonetistas” y sus aventuras amorosas. Se ignoran las actuaciones toreras, los triunfos y los proyectos de las grandes ferias ya efectuadas y por venir. Toda la comunicación está en los pequeños aparatos que los jóvenes manipulan compulsivamente en el tranvía, la taberna, el ambulatorio o la universidad.

Pero, en el fondo, el toreo interesa más de lo que aparenta. El otro día vi una foto de un jubón en rojo brocado en oro que perteneció al rey sueco Gustavo Adolfo II, principios del siglo XVII, que pudo inspirar alguno de los tres vestidos que Caprile ha diseñado para Enrique Ponce en plan goyesco, uno para Antequera, otro para Ronda y el último para el 25 aniversario de su alternativa en Valencia. El hábito no hace al monje, pero en un suceso como el de la corrida de toros en el que también juega la estética se le tiene que dar importancia al vestir. Ponce, que es torero en todas las dimensiones, en el arte, en la técnica, en el respeto a los demás, en la alternancia con compañeros y ganaderías, en supervivencia y constancia, lo es también en el buen vestir. Lo fueron también toreros de otros tiempos, Cagancho, Félix Rodríguez, Rafael Albaicín, que se quiso vestir, calzar y cubrir de blanco pero alguien le recordó a “Don Tancredo”, los Bienvenida,  Paco Camino, Curro Romero o José Funetes. Los vistieron, Nati, Fermín, Algaba … Dibujó John Fulton y, ahora, Caprile…

 También me preocupan los carteles que anuncian los acontecimientos taurinos. Todos es arte, pero malo si lo tienes que explicar. Me ha gustado el cartel que encabeza las combinaciones de la Feria de San Isidro. Su autor es José María de la Rosa y su título “Berrendo en Cobalto”. Me recuerda mucho al colombiano Diego Ramos. No importa. Este me recordó hace unos años a Goya. Y Roberto Domingo y todos sus seguidores, Casero, Saavedra, Reus, Ruano y González Marcos, a Sorolla, Luz, sol, movimiento. ARTE. ¡Aquel toro de don Francisco con los ojos inyectados de sangre!

Hace unas fechas apunté que no todos los diestros podían anunciarse para matar seis toros en solitario. La historia desde los siete toros de Martínez de “Joselito” ya es larga y sintomática y no me pararé a analizar los últimos episodios porque no tengo elementos de juicio. Para contar chistes hay que tener gracia y si los cuenta uno que no la tiene aburre a las ovejas. Para torear seis toros hay que ser un torero muy largo o tener mucho arte. O, la perfección, las dos cosas. De Madrid al cielo. En un tiempo estaban de moda los mano a mano, en otros las corridas de ocho toros, cuando se juntaron Moura a caballo, Curro Romero matador de toros y Pepe Luis Vázquez novillero los festejos mixtos y hasta un día Balañá reunió a una docena de diestros en Barcelona y otro, tarde y noche, Antonio  Bienvenida intentó matar doce toros el mismo día en Las Ventas. La Fiesta secular, ancestral y española, está abierta a todas las modalidades, incluso a la de que tres hombres de luces hagan al paseíllo para matar seis toros de una acreditada ganadería. En otros tiempos se hablaba de Pérez Tabernero, Galache, Concha y Sierra, Cobaleda, Barcial, Conde de la Corte, Atanasio, Lisardo, Clemente Tassara, Guardiola, Urquijo o Murube, Albaserrada, Albayda, Samuel, Isaías y Tulio o Zaballos. Me parece que la mayoría siguen en la relación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia aunque no los veamos en los carteles de San Isidro o en esos que embellecen el paisaje nacional, señor Ferlosio.  

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