Esa novedad
es que, por primera vez en la historia de la plaza de toros de Las Ventas de
Madrid, un torero peruano salió a hombros por la Puerta Grande. Fue el pasado
19 de abril y el afortunado es el novillero limeño Andrés Roca Rey, que les
cortó sendas orejas a un novillo de La
Ventana del Puerto y a otro de José María López. Después lo llevaron a
la enfermería para que le curaran tres leves lesiones, una que le afectaba a
los músculos isquiotibiales, otra a la piel y el tejido subcutáneo y otra en el
escroto.
Nos tenemos
que remontar hasta los tiempos de la plaza de toros de la Puerta de Alcalá para
encontrar al primer peruano considerado torero con sus peculiares formas y que
ha llegado hasta nuestros tiempos gracias, como otras tantas cosas taurinas o no,
al genio comunicador de Francisco Goya. Dos estampas de su llamada Tauromaquia,
la 23 y 24 según la lista propuesta por Ceán Bermúdez, señalan a Mariano
Ceballos, “el indio Ceballos”, como protagonista de la estampa en que mata a
espada un toro desde un caballo y la otra en la que quiebra rejones a un toro
montado en silla sobre otro toro. Hay otra estampa similar a esta en la serie
litográfica de Burdeos y el embajador peruano Miguel Mujica Gallo aseguraba que
poseía un cuadro al óleo de procedencia goyesca y dedicado al que él no
considera indio sino zambo, negroide, hijo de negro e india o al contrario.
Zambo en España es sinónimo de estevado o patiestevado, a lo Quevedo. Mujica
Gallo publicó en los años 60 un artículo en ABC en el que hablaba de la naturaleza
peruana de Ceballos, que desde Lima marchó a Argentina y luego vino a España para
encontrar la libertad y la fama en sus ruedos y plazas. En 1971, Ediciones de
Cultura Hispánica, publicó un libro del diplomático limeño que titulo “Goya,
figura del toreo”, sin las interrogaciones que antes le había puesto a
semejante aserto. Mujica Gallo firmaba sus escritos y colaboraciones taurinas
como “Don Acho” en recuerdo de la plaza de toros de la capital peruana que,
como su torero Ceballos con el aragonés “Martincho”, es contemporánea de la
plazas de Sevilla y Zaragoza y anterior a la de Ronda.
Acho (Hacho)
significa en lenguaje precolombino lugar elevado desde el que se ve el mar, el
cerro de San Cristóbal, donde se construyó la plaza de toros octogonal en 1766,
en las cercanías del río Rimac. El coso no tenía barrera y, a la altura del
ruedo, había unos cuartos o palcos con grandes ventanales que ocupaban grupos
familiares o de amigos que vivían los festejos con toda la intensidad
festivalera. En esa plaza toreó en diciembre de 1919 y en los comienzos de 1920 José Gómez Ortega
“Joselito” en su único viaje al otro
lado del Atlántico. Fueron diez corridas triunfales de las que yo recuerdo un
par de fotos, la una de un espectacular muletazo y la otra, el de Gelves
montando en bicicleta. Juan Belmonte fue más pródigo en sus actuaciones
americanas y hasta se casó con la peruana Julia Cossío. Por poderes. Decía el
de la calle de la Feria que no le gustaban las ceremonias en directo, bautizos,
primeras comuniones o bodas y que hasta pensaba mandar a alguien a que lo
representara en su entierro. El día que se casó, él estaba en Panamá y la novia
en Lima. Las malas lenguas aseguraban que recibió un ultimátum de los hermanos
de la novia: o se casaba con doña Julia o se tenía que volver a España nadando.
El caso es
que, después de Ceballos, no aparece en los ruedos de España otro diestro
peruano hasta el 29 de agosto de 1926. Fue Carlos Susoni Soana (Lima, 1904) en
una novillada en la anterior plaza de toros de la Carretera de Aragón y que
tomó la alternativa en Guadalajara el 23 de octubre de 1927 de manos de Saleri
II y con toros de la viuda de Féliz Gómez. No la confirmó en la capital, marchó
a su tierra y ya no volvió a España. El siguiente espada fue Alejandro Montani
(Lima, 2 de mayo de 1921), que tomó la alternativa en Lima en 1939, vino a la
península Ibérica y se presentó como novillero en Madrid en 1943 y volvió a
doctorarse el 15 de agosto de 1944 en Barcelona con toros de Domingo Ortega, de
manos de Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Tríana” y en presencia de
Carlos Arruza, también testigo de la confirmación en Madrid el 20 de septiembre
del mismo año y con el padrinazgo de Pepe Bienvenida y toros de don Alipio, el
de las patillas venerables. Fue un buen torero. El tercero, al que yo recuerdo
con especial cariño porque alguna crónica le hice en su etapa carabanchelera y
porque era una gran persona y con un hermano poeta de importancia universal,
Nicomedes Santa Cruz. El torero, Rafael Santa Cruz (Lima, 3 de julio de 1929),
negro negrísimo, ni zambo ni indio: negro. Protegido por los Dominguín y
torero de importancia. Tomó la
alternativa en Barcelona, en Las Arenas, el 27 de julio de 1952 de manos de
Luis Miguel y con el testimonio de Rafael Ortega, “casi nadie al aparato”.
Luego, Humberto Valle (Lima, 27 de noviembre de 1930) que se presentó como
novillero en Madrid el 15 de agosto de 1954 y tomó la alternativa en la misma
plaza y el 12 de octubre de aquel mismo año de manos del cordobés Manuel Calero
“Calerito” y la presencia de Juan Montero. Las noticias que tuve de él años
después le señalaban como el intérprete más destacado de lo que en Perú se
conoce como “la suerte nacional” y que consiste en torear de capote desde un
caballo. Creo recordar que prodigó tal suerte en las corridas del bicentenario
de la plaza de Acho. Una manifestación muy distinta es la “Yawar Fiesta” de Ayacucho,
con un cóndor cosido por sus garras al morrillo de un toro y liberado después
como triunfador del desigual combate.
Finalmente
me viene a la memoria el nombre de Rafael Puga (Lima, 1948), hijo del ganadero
de “La Pauca”, que tomó la alternativa en la Feria del Cristo de los Milagros
de 1972, el 1 de noviembre, que se la dio José Mari Manzanares en presencia de
José Antonio Gaona y con toros de Las Salinas, que ganó “El Escapulario de Oro”
al año siguiente y vino a España en 1974.
No tengo
noticias de que Humberto Parra, al que llaman “El Campuzano” y es distinguido
ilustrador taurino, haya tomado la alternativa ni en su tierra ni en España.
Creo que reside por tierras gaditanas y es heredero de Roberto Domingo, Casero,
Puente y García Campos en el apunte vivo e inmediato de lo que sucede en los
ruedos. Señalar que a Conchita Cintrón, que nació en Chile, la hizo peruana el
presidente Manuel Prado y que, junto al coso limeño, existe un mirabete árabe
octogonal de cuatro pisos, monumento histórico artístico que tiene sus leyendas
aún antes de construirse. Algunos dicen que lo levantó el virrey Manuel de Amat
al mismo tiempo que la plaza primera para cobijar a su amante Micaela Villegas
“La Perricholi”. En realidad lo constuyó don Francisco Ingunza en 1858 porque
le prometieron un palco perpetuo por ceder el paso a los tendidos de sombra y,
al no concedérselo, levantó la curiosa torre. Se proyectó la reconstrucción de
la plaza de toros de Acho en 1944, cuando se hicieron cargo de su arriendo los
señores Fernando Graña Elizalde, Alejandro Graña Garland y José Antonio Roca
Rey (¡Ojo! ¿Tiene algo que ver con el
novillero que hace unos días abrió la Puerta Grande de Las Ventas?). La
inauguración del remozado coso tuvo lugar el 12 de octubre de 1946, primera
corrida de la Feria del Señor de los Milagros, Fiesta de la Hispanidad, tres
jinetes al frente del paseíllo, un chalán peruano, un campero andaluz y un
charro mexicano, delante de Manuel Rodríguez “Manolete”, Luis Procuna y
Alejandro Montani , toros de “La Punta”.
Un recuerdo
personal: Moisés Espinoza Zárate, corresponsal de FIESTA ESPAÑOLA en Perú, me
regaló un toro de cerámica de Pucará que me trajo en mano hasta Barajas Antonio
Ordóñez. Lo conservo.
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