Hace casi
cuarenta años, 1979, cometí la osadía de apuntarme al más partido de todos los
partidos de entonces, a UCD, y formar parte de la candidatura para el
Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros. Fue UCD el partido más votado, pero el
apoyo del PSOE a la candidatura del Partido de Independientes de Izquierda le
dio la alcaldía a esta formación en la que participaban algunos maestros y
profesores y agricultores. En una de las primeras reuniones del nuevo consistorio
tocó discutir el tema de las cercanas fiestas populares para iniciarse esta
discusión con la propuesta de que desapareciera del encabezamiento de esas
fiestas lo de EN HONOR DE LA VIRGEN DE LA OLIVA y que los concejales no
asistieran como tales a las procesiones. Luego, el día de la patrona, en la
procesión, se desató una violenta tormenta y el único edil que aguantó hasta el
final fue el señor Tapia, del Partido Comunista, que, además, había estrenado
traje aquel día.
Otro tema
polémico fue la celebración de una corrida de toros en esas fechas festivas. Mi
amigo Manolo Cano me comunicó que quería organizar en la moderna e
infrautilizada plaza de toros de Ejea una corrida de toros con la participación
de Manuel Benítez “El Cordobés” con Joaquín Bernadó por delante y otro diestro
más. Yo le argumenté que al ser nuestro primer año en el consistorio ejeano no
podía prescindir del concurso de Miguel Peropadre “Cinco Villas”, cosa a la que
accedió Cano sin problemas. Pero la propuesta tenía que plantearse al
consistorio y hubo que decidirla democráticamente. Ganó el sí al festejo
gracias al voto del propio señor Tapia y se celebró el 4 de septiembre de ese
año de 1979 con la mayor afluencia a una corrida de toros que haya habido nunca
en esta plaza, con la villa repleta de automóviles y los bares y restaurantes a
tope. Aquel día se acabó el pan en Ejea y no sabría como valorar el impacto económico
y turístico que aquel acontecimiento tuvo en la capital de Las Cinco Villas.
Era el tercer paseíllo de Manuel Benítez en Ejea, el primero en una novillada
en la que se lanzó de espontáneo un sacerdote con sotana, y el segundo en una
corrida de toros de “las guerrillas” con Palomo Linares.
¿Qué ocurrió
los años siguientes hasta 1983 en que termino la legislatura? El alcalde,
Mariano Bergés, afirmó que si hostelería aportaba dinero para festejos taurinos
estos se llevarían a cabo. En caso contrario, el Ayuntamiento renunciaba a esta
programación. No hubo toros en los años siguientes, en el 82 una corrida en
abril y otra en septiembre por iniciativa particular, una novillada, una
actuación de “El Toronto” y un festival que organizó el hijo de Baquedano con
la colaboración de Andrés Álvarez y en el que participaron “Antoñete”, Gregorio
Sánchez, Curro Romero, Rafael de Paula, Miguel Cinco Villas y los novilleros
Manuel Fuentes y “Gallito de Alfaro”, el 9 de abril de 1983. Esta fue la última
vez que Miguel Cinco Villas actuó en Ejea. En agosto murió en un accidente de
automóvil. En septiembre se celebró otro festival a beneficio de la familia del
torero ejeano a instancias de la Peña “Martincho”, que dos años después, con
nueva conformación edilicia, inició una etapa de cierto esplendor de la
historia taurina de la Plaza de Toros de Ejea de los Caballeros, que cumplió
sus bodas de plata en 1987 con un cartel con dos corridas de toros en las que
participaron Morenito de Maracay, Vicente Ruiz “El Soro”, Roberto Bermejo,
Manzanares, Julio Robles y José Luis Palomar, un festejo mixto con el
rejoneador Curro Bedoya y los novilleros Casanova y “El Molinero”, “El Toronto”,
toro de fuego, corrida landesa, recortadores y roscaderos. Fue el comienzo de
una bonita y lógica historia para un pueblo que en el siglo XVIII y principios
del XIX era centro principal de la ganadería brava española.
No creo que
en el momento actual se cierren las puertas toreras cincovillesas, pero de
otros lugares llegan noticias alarmantes. De Huesca, por ejemplo. Nada de
festejos taurinos y supresión de las mairalesas, que son las majas o reinas de
otros lugares. En Huesca, que no es provincia de amplio espectro taurino, si
tiene larga tradición en su capital y su plaza es de 1929. Por San Lorenzo
recoge una amplia muestra de turismo, incluidos aficionados franceses, y a sus
muchos encantos ambientales une los gastronómicos, los monumentales y la forma
especial en asistir a sus corridas de toros con olor a albahaca y color verde.
No hace falta contar su historia. Como tampoco hace falta explicar las 50
razones que Francis Wolff, filósofo francés de la Escuela Normal Superior de la
Universidad de París, propone para defender la corrida de toros.
Y las dudas
de Valencia, Pamplona o Madrid. Muchas ocurrencias de todo signo, muchas
propuestas pueriles, vecinas y vecinos, paridades absurdas, si hay más mujeres
valiosas y con méritos, más mujeres; al contrario, más hombres, mucho
dogmatismo y más demagogia. Que no se gane un puesto por imperativo matemático.
¿Qué la gente quiere ir a los toros? La respuesta es bien sencilla. En estos 31
días pasados más de 650 mil personas han ido a los toros en Madrid. Es, además
de otras muchas cosas tradicionales, ecológicas, medioambientales, artísticas,
culturales e históricas, un aliciente para que gentes de otros pueblos nos
visiten, para que se queden un rato más en España. La fiesta es española, sí,
pero anterior a la fundación de la marca hispánica. Su arte nació en las cuevas
prehistóricas.
Lo que más
me inquieta de todo esto es que puede terminar con la desaparición del toro
bravo, ese que estaba en toda Europa y que desapareció de los territorios en
los que no se impuso su lidia. Vida y muerte de la mano. Pero eso ya pertenece
a la Filosofía. Yo solo sé que me gusta paladear, rumiar el toreo.
He visto
bastantes corridas de San Isidro y he leído a “Barquerito”, José Luis Ramón,
Zabala y Amorós. A otros no porque me cuido mucho. Saco la conclusión de que ha
habido toros bravos pero no en las corridas de la semana llamada torista. La
corrida más completa en presentación, casta y nobleza, la de Juan Pedro Domecq.
Y en el aspecto humano me ha alegrado la cuarta salida a hombros por la Puerta
Grande de Castella aunque en otras ocasiones el honor se lo birlaron decisiones
presidenciales. En el otro sentido, se confirmó la caducidad de alguno diestros
a los que consideraba como amortizados. No me sorprendió la de Manuel Jesús Cid
puesto que siempre he pensado que es torero que torea bien pero no sabe torear.
Es la confirmación del aserto orteguiano de que “torear no es dar pases”. La
corrida de Victorino no fue buena aunque no tan mala como para recordar a las
“alimañas” de Ruiz Miguel. Domingo, el de Borox, no era torero de latigazos, se
deslizaba, andaba, templaba, dominaba, ponía la firma con la orteguina o
trincherazo, más en su dulce expresión que en la brusquedad de su segundo
calificativo. “Torear no es dar pases”. Y hubo algunos toros del viejo ganadero
galapagareño a los que se pudo torear sin darles pases. ¿Comprenden el matiz?
Y para
añadir nostalgia a mis recuerdos he visto en la 2 de la TV. E. tres películas
españolas: “Historias de la Radio”, “La Verbena de la Paloma” y “El Último
Cuplé”. En las tres se percibe un toque torero: en la primera, una entrevista
con Rafael el Gallo, en la segunda, una alusión a los toros de Carabanchel y en
la tercera, la participación de Enrique Vera como torerillo incipiente y
ambicioso que se quiere llevar al huerto a la bellísima Sara Montiel. Con eso
me conformo.
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