El cierzo es
un viento recio y frío que algunos llaman del Moncayo, la cumbre de la
provincia de Zaragoza en su frontera con Soria. Pero ese viento viene del
Cantábrico, Europa, y se encauza por el
camino del Ebro, río torero con la contribución de los de Aragón,
Navarra, La Rioja y buena parte de Las Vascongadas. Y su fuerza y vigor estuvo
presente en la primera corrida de la Feria del Pilar de este año para defender
lo que conocemos por fiesta española. Por primera vez en muchos años, el
autobús que me trae desde mi casa a la plaza de toros iba al completo y se
vació en casi su totalidad en la parada más cercana al coso de Pignatelli. Allí
nos esperaban los antis. Ni caso. Dentro de la plaza, un ambiente sensacional,
pancartas alusivas a Cataluña y Baleares, canciones y ese grito que tan bien
suena de ¡Libertad! Libertad para ir a los toros o comerse un huevo frito con
puntillas doradas aunque lo haya puesto una gallina metida en una jaula de un
palmo de altura y con la luz encendida día y noche. En un bar de la ciudad se
venden huevos fritos de GALLINAS FELICES con patatas y jamón. Me figuro yo que
serán gallinas de corral o de monte, de esas que andan sueltas y tienen un par
de gallos de alta cresta roja y precioso plumaje. Las otras, las de las granjas
ponedoras, hubiera querido ser toro de lidia. Y ese primer día del Pilar de
Zaragoza me gustó especialmente Talavante porque me sorprende. Su toreo es algo
así como el “jazz” a la música. Sin pentagrama. Y es que la fiesta está más
cuadriculada que un óleo de Antonio López y ocurre en nuestra histórica plaza
que los espectadores aplauden cuando un picador levanta el palo aunque el toro
empuje al caballo a las tablas y hasta derribe. En este apartado de la bravura
del toro no creo que ninguno supere al cuarto de la corrida del día del Pilar,
que se llamaba “Pescadero”, bella estampa, pelo negro, recién cumplida la
mayoría de edad y 545 quilos. Pertenecía a la ganadería de Daniel Ruiz, de
Albacete, con procedencia de “Jandilla” y, por tanto, no muy querido por los
llamados puristas (puritanos, más bien). El caso es que la bravura surge en
cualquier lugar, día u hora y que “Pescador” fue un toro bravo. Y para un toro bravo es necesario
un torero bravísimo, cosa que nadie discute que lo es y lo demuestra Julián
López “El Juli” y por lo que a mí me interesa. Ya tengo dos toreros en mi lista
de favoritos. Lo son también Morante por su duende y Ponce, un magno (el más
magno de la historia del toreo) que no pudo acudir a la cita pilarista y fue
sustituido por “el improvisador”. Ya son
cuatro. Sigo el consejo de un experto en Tauromaquia: “El mejor aficionado es
al que le caben más toreros en su cabeza”.
Paso de puntillas
por la corrida de Zalduendo, reconozco el mérito de sus lidiadores y apunto un
detalle que no creo que pasara por la mente del señor presidente para negarle
la segunda oreja a Padilla en el cuarto toro de Zalduendo. Solo un detalle que
no tienen en cuenta la mayoría de los espectadores y parte de los críticos: una
estocada en la que se pierde la muleta ya no es una estocada perfecta y esa
segunda oreja exige perfección en todo. Bueno la perfección en el toreo es
relativa. Quizás también el señor Bentué, presidente, consideró excesivos los
muletazos que Padilla ejecutó con las dos rodillas en tierra. Hubo un diestro famoso que se prodigó en este tipo de
toreo. Era Agustín Parra “Parrita” y lo hacía porque le pasaba lo que al de
Jerez: tenía una buena estatura y, en pie, a estos diestros se les notan más
los defectos que a los más bajitos, tipo Camino, que también era torero de mis
predilecciones. O Pepe Luis, el santo patrono del sevillanismo al que rezo con
fervor.
Y llegamos a
la novillada de la Feria. Del victorioso y paisano señor Marcuello que anuncia
su ganadería como de “Los Maños”. Marcuello es el Victorino aragonés. También
como el de Galapagar, es de pueblo, no es tocinero pero se dedica a carrozar camiones y remolques, tiene sus animales en la Sierra de
Santo Domingo y buscó la bravura casi en las mismas fuentes que el señor
Martín, en lo de Vistahermosa, los Saltillos santificados con los
santacolomeños del prolífico Mayoral y un ajuste de lo de Bucaré de Buendía. Lo
que no sé es si Marcuello podrá superar tipos y caras para presentarse ya con
toros en plazas de primera. Lo han sufrido los de Santa Coloma hasta casi
desaparecer por completo Pero la bravura está ahí y se agradece su mimo y cuidado. La cosa se preparó para
repetir la apoteosis del año pasado y se rozó el larguero de una vuelta al
ruedo merecida por el cuarto de la tarde lidiado con buen pulso y exquisita
calidad por Ginés Marín. Varea confirmó lo mostrado el año anterior y acreditó
que está en buenas manos, en la de Santiago López, que es un buen cuidador de
toreros. Espero que Marín y Varea engrosen mi lista de favoritos. En el caso
del mexicano Valadez lo veo más difícil.
Una
curiosidad que puede interesar a los reglamentistas: en la corrida del día del
Pilar, mano a mano (o pata de caballo) de Diego Ventura y Julián López “El
Juli”, hubo sobresaliente para este último pero no para el caballero. Es que no
lo contempla el Reglamento, cierto, pero ¿no puede sufrir una cogida el
rejoneador solitario y no poder continuar la lidia? ¿Un rejoneador
sobresaliente con sus caballos? El sobresaliente de a pie de esta ocasión fue
Jeremy Banti, al que yo no conocía de nada. Entonces, sabiendo de las
inclinaciones del galo Simón Casas, le pregunté al sabio y afrancesado
“Barquerito” por el rubio y bien vestido Banti. Me lo aclaró todo: es matador
de toros con alternativa en Francia no confirmada en España, de buena técnica y
mejor manejo de la espada y que ejerce como tal sobresaliente en las corridas
de su país que lo requieren.
En la corrida
de Adolfo Martín, entre cárdenos bragados y negros entrepelados hubo uno que
destacó por su edad y por la conformación de su cabeza. Hubiera cumplido los 6
años en el mes de diciembre próximo, se llamaba “Lagartero”, pesó 495 quilos y
era excesivamente cornipaso, circunstancia esta que pudo suponer el rechazo de
los veedores en las corridas que había lidiado antes don Andrés. A Zaragoza.
Allí pasa todo. Pese a la destartalada cornamenta del “martinico”, Ricardo
Torres lo mató de una buena estocada, la que hubiera necesitado en San Jorge
para alcanzar un gran triunfo.
Rafaelillo, heroico; Paulita en el detalle sin rematar. Al sexto, otro
“Lagartero”, un año y tres meses más joven, le pudo cortar alguna oreja. Y las
oportunidades hay que aprovecharlas. Simón Casas, orgulloso de su campaña con
las fotos nada comunes de Morante, “El Juli”, Talavante, Urdiales y López Simón, dice que el año que viene va a
ser el de la remontada de la fiesta y que en sus plazas les va a dar sitio a
los nuevos, los que han tomado la alternativa recientemente como Roca Rey y los
que la van a tomar a principio de la temporada que viene como Ginés Marín y
Varea.
El
sábado, 17 de octubre, hubo cosas curiosas y sorprendente. La primera que
Talavante se viniera a Zaragoza con sus toros de Garcigrande y Domingo
Hernández y López Simón con sus tres de “El Vellosino” y que no hubo sorteo.
¿Es eso reglamentario? Ya sabe el que me leyere que no soy muy partidario del
Reglamento y menos de que cada comunidad tenga su propia legislación. Pero si
el presidente pasó por alto el trámite del sorteo habitual ¿por qué no
transigió con el espadazo tendido y el descabello a la primera con los
Talavante remató una faena inenarrable, ligada, cosida, con vainicas y pespuntes,
con flores y canciones, con gallardía,
imaginación, con la locura transmitida a la mayoría de los espectadores. Solo
le concedió una oreja del llamado “Colchonero”, de Domingo Hernández, 622
quilos y a cuatro meses de cumplir los 6 años. La cosa tuvo un extraño remate:
el ínclito Alejandro, extremeño de nacimiento, cogió montera y capote, se fue
hacia los medios, pasó junto al alguacilillo de las altas plumas que tenía la
oreja de “Colchonero” en su mano, lo ignoró olímpicamente y dio dos ovacionadas
vueltas al ruedo. Yo, en mis 75 años de espectador y escribiente taurino no
había visto nada parecido. He visto tirar el trofeo bajo el estribo de la
barrera, entregárselo a alguno de los subalternos o lanzarlo contra alguien del
tendido o el callejón. Lo de Talavante es algo nuevo bajo el sol que alumbra
las arenas de los ruedos del mundo. Que hablen de uno aunque sea bien. Y en la
corrida de rejones del domingo, la despedida de Fermín Bohórquez, las magistrales lecciones de toreo de Pablo
Hermoso de Mendoza y las dos orejas y la salida a hombros de la francesita Lea
Vicens. Es un encanto a caballo. Tanto que me recuerda en apostura a don
Álavaro Domecq Díez. Con una coleta rubia y la agradable y seductora sonrisa.
Al sexto toro lo mató de un rejonazo sin puntilla y dejó al jubilado y al
magister con la boca abierta. Un episodio
más de la Feria del Pilar más animada del último quinquenio. Y el cierzo y Simón Casas, señores, vienen de
Europa. El toro raptó a Europa. Europa se quedó en España y ahora resulta que
llega por los Pirineos.
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