Simón Casas
y su amplio equipo de colaboradores: Enrique Patón, Nacho Lloret, José Luis
Ruiz, la adorable Silvia y una atenta jefa de información sevillana que nos tiene al día de todo lo que
ocurre en el coso zaragozano. Luego unos asesores de imagen que este año ha
dado a la luz de todos los vientos una curiosa serie de los principales componentes
pilaristas con un sorprendente Morante de la Puebla que en ocasiones nos ha
llamado la atención con amplias patillas de hacha, hermosa pelambrera tipo “el
Paquiro” de mediados del siglo XIX, tocarse con un canotier o un bombín, taparse con una capa de Seseña o fumandose un
Churchill entre toro y toro al estilo de Adolfo Rodríguez “El Pana”, mexicano
de Apizco. Para esta ocasión se nos presenta a calzón (taleguilla) medio caído,
el torso pintarrajeado, el nombre de Salvador a modo de tatuaje pintado y los
bigotes y la mirada dalinianos. “Soy
arte puro”. Los otros retratados son de “El Juli”, brazo desnudo y la leyenda
“Soy Tauromaquia”, López Simón, brazo y pierna al descubierto, “Soy verdad”,
ambos en recuerdo del retrato que le hizo a Juan Belmonte el fotógrafo valenciano
Julio Derrey y que se publicó en “Mundo Gráfico” el 21 de abril de 1926 y otro posterior de Juan Gyenes
con el fondo del que le hizo al óleo
Julio Romero de Torres, Urdiales, el torso desnudo y un capote bordado con
racimos de uva y hojas de parra, “Soy honesto”, y Talavante, de negro con gola
y puñetas blancas, la mano en el pecho y una feliz confesión: “Soy libre”.
Algo así como “hago lo que me da la
gana”. Las cinco fotos cubrieron una parte de la fachada del coso de Pignatelli
que construyera el arquitecto Navarro del 16 al 18 del pasado siglo XX y
lucieron en autobuses, tranvías, columnas del Paseo de la Independencia y de
casi todas las publicaciones taurinas. Fue un buen impacto publicitario que,
sin duda, despertó la curiosidad de los que estaban alejados de la fiesta de
los toros o no habían estado nunca. Estamos en tiempos en los que no nos
podemos dormir en los laureles - lo dice hasta al pintor Barceló en su seguimiento a Goya y Picasso – y todos los
esfuerzos serán pocos para mantener el fuego sagrado de la afición a los toros
que algunos, muchos desde la otra acera política o cultural, no pueden apagar y pretenden que nos chamusque y
destruya. Casas ha triunfado en Zaragoza pese a los malos auspicios de sus
detractores y desde las páginas del suplemento semanal de Aragón en ABC, Ángel
González Abad, ha detallado hechos y cuantificado cantidades con las que estoy
de acuerdo y leo con regocijo.
Pero, al
margen de la buena noticia que supongo que se habrá reflejado en los resultados
crematísticos de la Feria del Pilar(no hay que dudar que los empresarios ganan
dinero o cierran el chiringuito), me da la impresión de que los tiempos han
cambiado mucho y el ambiente taurino zaragozano es muy distinto del de hace
unos años. Primero la plaza de toros. Lo puedo atestiguar porque fui consciente
de cómo se hallaba a finales de los años
70 pasados y de las obras que se iniciaron primero con el diputado Ángel
Esteban Enguita (UCD) y después con el diputado Eduardo Aguirre (PSOE) hasta
que me obligaron a jubilarme en 1996 con
un festival goyesco de grato recuerdo, en el que actuaron Francisco Marcos “Marquitos”,
“Paulita”, ambos con caballos, y Ricardo
Torres sin ellos, más una cuadrilla de toreadores valencianos, recortadores,
roscaderos, saltadores y algunos de sus encantos de referencia con las facetas
de la época goyesca. Se cumplían los 250 años del nacimiento del de
Fuendetodos. La tarea de recuperación de la plaza zaragozana continuó y ahora
es la más bella y cómoda de España entre las plazas de primera, cuatro año más
joven que la de Sevilla pero sin comparación en
lo que a operatividad y uso público se refiere. No así en lo que a su
explotación turística y torera respecta. Está cerrada a cal y canto hasta para los pocos profesionales que en otros
tiempos entrenaban a diario en el ruedo zaragozano. Por su belleza monumental y
la riqueza artística que posee la DPZ en
sus almacenes, el retrato de Manolo Gracia que hizo Gárate o la copia de
la despedida de Lagartijo, los carteles, la colección de la Tauromaquia de Goya y algunas cosas más
que están muy bien guardadas pero no disfrutadas. Vivir la plaza de toros en toda intensidad y durante todo el año para
aprovechar también esa cubierta que es casi la única que no le ha quitado
carácter a un coso taurino. Nada que ver con las plazas cubiertas de nueva
construcción que más parecen salas de
fiesta, tanatorios o monstruos de concreto, como le llamaban a “la México” en
sus primeros años. Cenáculos taurinos, del “Oro del Rin” de Requete Aragonés y
“La Maravilla” a “La Taurina” de la calle Pignatelli, frente a la plaza de
toros. Apenas unos cuantos nos reunimos los jueves de cada semana. Otros luchan
organizando actos de todo tipo con el
reclamo vía internet, Fernando García Terrel, Eduardo Gavín, Bonilla, Fernando
Polo, “El Niño del Herdy”, Armando Sancho y “Pascualillo”, que en la calle Libertad
recuerda los años que hace que se retiró Curro Romero. No pasa solo en Zaragoza.
En Madrid han desaparecido los toreros de la llamada playa taurina, de la calle
Sevilla a “La Tropical” de la calle Alcalá a la esquina de la de La Virgen de
los Peligros, donde estaba “Riesgo”, la calle Aduana con el sastre Fermin, o la
calle Jardines y “La Pañoleta”, donde yo le hice una entrevista a Gitanillo de
Tríana, su esposa y su suegra, Pastora Imperio. Queda “Don Paco” en Caballero de Gracia, casí al principio de
Gran Vía. Y no te encuentras un torero en toda la Plaza de Santa Ana ni
hospedado en el Hotel Victoria. Apenas el banderillero Barroso “Pechoduro” y el
ínclito Gonzalito. Todavía se mantienen en “Viña P” los cuadros de Pepe Puente y los
hijos de Manolo Chopera que siguen los gustos culinarios de su padre.
Y lo que es
más significativo de todo: Zaragoza fue la plaza donde se hicieron todos los
toreros aragoneses y hoy en el escalafón de novilleros sola hay dos de la
tierra con un par de novilladas sumadas por cada uno: Miguel Cuartero y Jorge
Isiegas, sobrino de Octavio Iglesias.
Zaragoza, cruce de caminos entre Madrid y Barcelona, Valencia y San Sebastían, La
Coruña, Santander y Tarragona, es la plaza de Paco Camino (por delante de la de
Sevilla), Diego Puerta, Chamaco y Miguel Márquez cuando se daban novilladas en
Alagón, Cariñena, Daroca, Maella, Pina de Ebro, Ricla, Tarazona, Tauste, Ejea
de los Caballeros, Ateca, Sos del Rey Católico, Illueca y Calatayud en la
provincia de Zaragoza, Huesca, Barbastro y Jaca en la propia Huesca, y la gran
mayoría de las de Teruel, Albalate, Alcañiz, Calanda, Cella, Escucha, Orihuela,
Utrillas, Valderrobles, Muniesa y la capital. ¿Cuántas novilladas se han dado en Aragón la temporada que ahora se
remata? Algún festejo mixto en tierras turolenses si es posible con amazona tan
bella como la francesita que abrió la Puerta Grande de Zaragoza en el remate de
la feria pasada. Buena estampa equina: no me canso de repetir que me recuerda a
don Álvaro montando a Espléndida.
Como le dijo
el mono a la mona tras la última explosión de la bomba nuclear: “Tendremos que
volver a empezar”.
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