Había
pensado titular este artículo espectacularmente, “El Ocaso de los Dioses”, pero
como no es un aniversario redondo, de cuarto, medio o un siglo, por ejemplo, he
decidido encabezarlo con el nombre y apellidos del recordado: Antonio Ordóñez
Araujo. ¿Por qué? Porque el día 19 de este mes de diciembre de 2015 se cumplen
17 años de la muerte del rondeño en su residencia sevillana, calle Iris,
callejón por el que acceden a la
Maestranza los diestros actuantes y sus cuadrillas. Y el día
16 de febrero próximo cumpliría 84 años, que es la edad que yo sume el pasado
15 de septiembre. De ahí el que, enfáticamente, ponga en paralelo la vida
taurina de don Antonio como torero y la mía como emborronador de cuartillas
para su publicación en los periódicos desde “El Ruedo”, mi cuna, hasta
“6TOROS6”, mi penúltima morada casi medio siglo después de que el rondeño
abandonara el traje de luces. Los arenas toreras, no, porque parte de sus
cenizas póstumas fueron a reposar al ruedo de su ciudad natal, amparo también
del poeta Rilke y el cineasta Orson Welles y estatua dedicada al gran Pedro
Romero.
Más que una
biografía de Ordóñez, yo pretendo plantearme preguntas y reflejar respuestas
sin orden ni concierto. Me atrevo a
afirmar que era tan gitano como “Joselito” y no lo manifestaba nunca aunque su
mozo de espadas y un banderillero fueran de la familia de los Vega de los
Reyes, sobrinos de Rafael y Curro (Curro Puya, primero que arrastró por los
alberos los vuelos de su capote) el que murió en Madrid a los dos meses y medio
de sufrir una cornada en la plaza vieja. Antonio era muy particular en sus
decisiones. Hubo unas años en los que al final de la temporada se reunía con
todos los miembros de su cuadrilla y asistían a una especie de ejercicios
espirituales con final fraternal. Se trataban de hermanos entre ellos y siempre
llevaban un crucifijo en la mano.
“Hermano Carmona, te tengo que comunicar que a la temporada que viene no
estarás en mi cuadrilla. Le he dado tu puesto al hermano José Antonio Romero”.
“Hermano, Ordóñez, eres un hijo … Esto me lo dices antes y no vengo a los
ejercicios”. En otra ocasión, toreando en Linares, Antonio Galisteo le dio un
capotazo de recibo a un toro que metió un pitón en la arena y se lo rompió. Aun
así, Ordóñez le cortó la oreja a ese toro y cuando iba iniciar la vuelta al
ruedo acompañado de sus banderilleros, se volvió hacia Galisteo y le ordenó que
se quedara en el callejón. Quiero decir con estos detalles que era un hombre de
difícil trato y que su suerte fue encontrarse con una mujer maravillosa,
fantástica, Carmina, la pequeña de los Dominguín. Personalmente también tengo
mi anécdota peculiar. Me había llamado para que le fuera a hacer una entrevista
en Sevilla y allá que me fui al hotel Alfonso XIII donde me esperaba. Entonces
le propuse hacerlas fotos con la Torre del Oro como telón de
fondo.” ¡Qué original!”, fue su sarcástico comentario. Yo le repliqué que,
siendo su deseo que el encuentro fuera
en la capital del Guadalquivir, lo más lógico era ilustrarla con estampas de lo
más “typical” y le recordé que él había ido a Roma y se había subido a una
columna con un capote para que el fotógrafo de turno le perpetuar en el más
clásico lance a la verónica sobra la base del románico.
A los
matadores también los traía en jaque y cuando Miguel Márquez, al que le había
dado la alternativa en Málaga, se empeñó en que se la confirmara en Madrid le
contestó que sí, pero con una corrida del Conde de la Corte (el Conde, Atanasio y
el Marqués de Domecq eran las ganaderías favoritas de Ordóñez). El de
Fuengirola tenía raza y salió a hombros por la Puerta Grande. Yo
le pregunté al de Ronda que si no torearía nunca con Manuel Benítez y me
contestó que una docena de corridas .seguidas sí, una en solitario ni hablar. Y
hubo un cronista que vivió algún tiempo en la finca de “Valcargado” y se
mostraba rendido admirador del rondeño. Se enfadaron y entonces el cronista se
hizo partidario del torero de Villalpando. Se repetía la anécdota belmonteña de
cuando alguien le preguntó a don Juan lo que opinaba sobre Díaz – Cañabate: “En
los tiempos de José y yo, él era de
Vicente Pastor”. Cañabate tuvo la ocurrencia de llamarle “el rincón de Ordóñez”
a las estocadas bien ejecutadas por el de Ronda pero apuntando a la punta de la
paletilla derecha del cornúpeto para asegurar la muerte. Fue un buen
estoqueador, el autor del mejor lance a la verónica de pie y de rodillas y un
profundo muletero. Arjona le hizo una foto de un lance rodilla en tierra y
Pablo Ignacio Lozano le dio su volumen en bronce. Le cantaron Julio Aumente,
José Bergamín, Alfonso Canales, Aquilino Duque, Rafael Duyos, José García
Ladrón de Guevara, Luis Jiménez Martos, José de Miguel, Jorge Sarasa, Antonio
Murciano y Ángel Peralta. Le sacó las entrañas Antonio Abad Ojuel, lo retrataron
todos y lo dibujaron y pintaron otros cuantos. En una publicación y sobre su
silueta marcaron más de treinta puntos de dolor, cornadas y lesiones casi a la
par de Diego Puerta.
No fue fácil
la vida de Antonio Ordóñez. Su padre, “Niño de la Palma ”, ganó mucho dinero
pero lo dilapidó y tras la
Guerra Civil confesó
que no tenía ni para tabaco y debía vestir el terno de plata para dar de comer a
sus hijos. Enfermó del pecho y murió joven, cuando ya todos sus hijos menos
Juan y Alfonso, grandes subalternos, habían tomado la alternativa, en 1961.Juan
se casó con la actriz Paquita Rico y tuvo un extraño final, Alfonso ha sido uno
de los mejores en la gran etapa de los grandes banderilleros como “Pinturas”,
Chaves Florez,” Tito de San Bernardo”, “Michelín”, Julio Pérez “Vito”,
“Parrita”, Alfredo David de retirada, “El Boni” grande, “Bojilla”, “Miguelañez”…
Hemingway
tenía su resquemor hacia el torero que había protagonizado su novela “Fiesta”
ambientada en los sanfermines pamploneses. Y vino a España para comprometer al
hijo de Cayetano, Antonio, que había remontado el vuelo y se lo consideraba
como el mejor, el más clásico de los clásicos. A Papa Ernesto le habían
encargado un gran reportaje de la fiesta de los toros ( por recomendación de
Gertude Stein, su primera corrida en España la había visto en Madrid en
1923, en una tarde en la que actuaban
dos diestros aragoneses, Gitanillo, que a la llegada de los de Tríana tuvo que
añadir lo de Ricla, y Nicanor Villalta junto al
sevillano “Chicuelo”, pero ya conocía la fiesta en la frontera mexicana)
y su primer pensamiento treinta años después fue reencontrarse con el hijo de su menguado ídolo y proponerle una
serie de corridas mano a mano con su
cuñado Luis Miguel. En el título se entremezclaron los adjetivos de peligroso y
sangriento a un verano en el que ambos
toreros pagaron su tributo. Nieves Herrero, no sé en base a que testimonios,
dice que Hemingway considero triunfador
de aquellas diez corridas a Luis Miguel cuando en realidad todos los elogios
fueron destinados al de Ronda, hasta el
punto de que el “number one” puso en
duda de que el americano supiera de toros y de escritura. Pese a su gran
divulgación y a los millones de lectores que a través de la obra de Hemingway
conocieron la fiesta española, lo cierto es que la traductora del texto al
español no era muy ducha en el lenguaje torero y cometió algunos errores que no empequeñecen
la significación del más trascendental relato taurino. Soy, lo confieso, rendido admirador de don Ernesto. Y
de Luis Miguel y de Antonio Ordóñez aunque sean tan diferentes y tan dispares.
El texto de “El verano sangriento” se
publicó en “La Gaceta
ilustrada” con dibujos de Picasso y fotos de Cervera, el fotógrafo que gano un
premio universal de fotografía en Londres con “Caída al descubierto”, foto
tomada en Toledo y en la que aparecen al quite Belmonte y Gaona.
Pese a su
gran dimensión como torero, Antonio Ordóñez no fue un hombre feliz aunque que
tanto Carmina Dominguín, que murió joven un 29 de agosto, como Pilar Lezcano
fueron excelentes compañeras del rondeño. Y pese a la gran legión de seguidores
con un grupo selecto que acudía a todos los festejos en los que actuaba y que
se comportaban de una forma apasionada. En aquella corrida de Linares del
incidente con su banderillero Galisteo, al rematar al cuarto toro de la tarde
se levantaron de sus asientos y abandonaron la plaza. “Ya no queda nada por
ver”. Y aquel día le acompañaban en el cartel Diego Puerta y Santiago Martín
“El Viti”, dos toreros importantes.
Luis Miguel
hizo unas declaraciones a un medio americano en las que manifestaba que Antonio
era un buen chico que se había casado con su hermana y que, por lástima, le
apoderaba su padre, el ocaso paterno, su
hermano Juan, luego las hijas, Carmen y Belén, Paquirri, su nieto Francisco a
los ruedos y Cayetano a estudiar… Cuando vivían en Madrid , en San Juan de la Cruz ,
junto a los Nuevos Ministerios, su casa era refugio de personajes. Un novillero
del otro lado del Atlántico era el vigilante de sus niñas, Carmina ponía orden.
El torero iba y venía y en San Sebastián le brindó un toro a José María Jardón
y le dijo al oído que era el último toro que mataba. Lo que no le contó don
José María al torero es que pensaba derribar esa misma plaza y vender el solar
a una inmobiliaria. La de Bilbao se quemó una noche pero el arquitecto Gana,
ordoñista, levantó una nueva en unos
meses. La de San Sebastián tardó unos cuantos años en resurgir pero lejos de el
viejo Chofre. Las Vascongadas era vivero de ordoñistas, el Conde de la Unión en la navarra Buñuel,
en Zaragoza hasta Brualio Lausín, el hijo
de “Gitanillo”, ”luismiguelista” de nacimiento, Jerez y su administrador
Emilio Rosales, el del Moral padre de Colmenar de Oreja, la duquesa vecina de
“Valcargado”, todos subyugados por uno de “los doce apóstoles toreros”. Algún
día me atreveré a hacer la lista. Hoy vuele mi recuerdo hacia la memoria de un
gran torero que no llegó a ser feliz.
Se habla de Bilbao, muy de pasada, donde tuvo grandes éxitos. Antonio fue torero predilecto del aficionado de Bilbao, tenía muchos amigos y solía venir fuera de temporada para estar en sus calles, sus amigos y centros gastronómicos, también intervino en varios festivales benéficos. Inauguró el nuevo y actual coso de Vista Alegre con César Girón y Rafael Chacarte en el cartel.
ResponderEliminarSe habla de Bilbao, muy de pasada, donde tuvo grandes éxitos. Antonio fue torero predilecto del aficionado de Bilbao, tenía muchos amigos y solía venir fuera de temporada para estar en sus calles, sus amigos y centros gastronómicos, también intervino en varios festivales benéficos. Inauguró el nuevo y actual coso de Vista Alegre con César Girón y Rafael Chacarte en el cartel.
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