Estamos en
tiempos en los que las transgresiones de la Ley o el Lenguaje, con mayúsculas,
son manifestaciones de la libertad del pensamiento o la forma de expresarse de
todas y todos. Democracia pura. Y llegamos a los toros y la incoherencia de la
lidia del toro sin sangre, a lo balear copiado de lo portugués, se convierte en
el balet sin cigarreras ni toreros en la
versión de “Carmen” de Próspero Merimée, a la que puso música Bizet.
Entonces no es la “Carmen” de Marimée y se podía titular “Felisa” o “Eulalia”.
Como si a Otelo le quitamos los celos o a Hamlet las dudas. Entonces no se
apoye usted en la fama de la “Carmen” y lárguese con viento fresco a los sones
de la “Marcha del Toreador”, señor Ullate.
Todas estas
cosas me tienen perplejo y anonadado porque no sé si esto tiene arreglo y si la
Fiesta llamada Española nos va a supervivir. A mí me va a supervivir seguro
porque un día de estos paso el ecuador de los ochenta, pero ¿qué pasará
después? En Ejea de los Caballeros, en donde estoy estos días, lugar importante
para la ganadería brava en el siglo XVIII, se han celebrado las fiestas en
honor de la Virgen de la Oliva, que es celebración que se ha adornado siempre con toros, ya sea en su
vertiente popular con toda clase de manifestaciones toreras que tuvo a bien
relatarlas don Francisco en su profusa divulgación taurina y luego con corridas
de toros o novilladas cómo diseñó el primer triunvirato de nuestra historia,
Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, aconsejados por el de Fuendetodos, que
marcó sus perfiles ceremoniales en la corrida de la Coronación de Carlos IV en
1789 (Revolución Francesa), Plaza Mayor de Madrid, y en la que se lidiaron diez
toros de don Francisco Bentura, hermano de Diego Bentura, padre de mi
tatarabuelo y primer ejeano de la familia, ganadero con divisa encarnada en la
plaza de Madrid, junto a la Puerta de Alcalá. Estuvo asimismo en la
inauguración de la plaza de Zaragoza (1764) y en los sanfermines de Pamplona,
Plaza del Castillo. Y no era al único ganadero de bravo en Las Cinco Villas de
Aragón. Más de cien toros hacían el trayecto entre Ejea y el paraje del Jarama,
también lo pinto Goyya a lo Venta del Batán moderna, para lidiar en la Puerta
de Alcalá.
Ejea, por
tanto, tiene solera taurina y por ello organiza todos los años una feria que ya
entra en el calendario nacional de festejos taurinos. Somos dieciséis mil
habitantes y unos tres mil van a los toros. Más que en Madrid, Sevilla, Bilbao
o Valencia. Hablo de porcentaje. Este año se organizó una semana de
espectáculos taurinos que debía iniciarse el 27 de agosto con una corrida de
toros de Bañuelos con el diestro local Alberto Álvarez, Cayetano y Roca Rey. No
había llovido desde el mes de julio, cuatro gotas, y de cara al futuro hacía
falta agua. Y llovió y algún mal pensado opinó que los “antis” se habían vuelto
creyentes y habían dedicado una novena fervorosa a la Virgen de la Oliva y ya
se sabe que las divinidades hacen más caso a los pecadores arrepentidos. Y tan
fervorosa debió ser la supuesta novena que también llovió el miércoles 29, día en el
que se celebraba un festejo de toreo a caballo con Hermoso de Mendoza, Sergio
Galán y Mario Pérez Langa, con toros portugueses de Rosa Rodrígues. Entonces la
empresa de Mena y Fontecha anunció que el viernes 1 de septiembre actuarían
Hermoso de Mendoza, que sustituía a “El Fandi” lesionado con rotura de fibras,
y en lidia a pie Juan José Padilla y Ginés Marín, con toros de Álvaro Domecq.
Por fin escampó aunque el público estuvo algo borrascoso con el de Estella, que
se sintió sorprendido por la actitud del público en general que no respondía a
sus alardes de buen toreo, sobre todo con el caballo “Disparate” en sus
ajustados abaniqueos con el cambio de apoyos y el temple del gran equino y el
tordo “Donitelli” en sus piruetas. Me supo cómo a despedida del caballero que
lleva cuarenta años actuando en esta plaza desde que se presentó de pantalón
corto y en una precoz exhibición. Lástima porque e mí me gustaría ver debutar
en Ejea y en su compañia a su hijo Guillermo, que ya lo ha hecho este año en
México. A Juan José Padilla se le vio fuera de ambiente, sobre todo con el
quinto toro de don Álvaro, bravo y noble, de enorme calidad cómo lo fue la
corrida reciente de Bilbao, y Ginés Marín se mostró fácil e inspirado en un
toreo que no llegó a la profundidad de otras oportunidades de más calado. La
ganadería de “Torrestrella” es de dulce recuerdo en nuestra plaza porque aquí
se dio una novillada de su hierro para la presentación de “El Juli” con la
compañía de Jesús Millán y “El Renco” y en la que se cortaron once orejas y no
sé cuántos rabos. Julián se fue de aquí a Madrid para debutar en Las Ventas y
de allí a Nimes para tomar la alternativa. Y el domingo, 3 de septiembre, López
Simón sustituyó a Cayetano, y, como este, (fea manía) se quitó las zapatillas.
“La corrida del frío”, los toros de Bañuelos, dio oportunidades de triunfo a
los tres diestros y fue Roca Rey el que las aprovechó a pleno rendimiento. Salió
a hombros por la puerta grande después de cortar tres orejas y torear con el
ritmo, la variedad, la ligazón y el sello al que nos tiene acostumbrados.
Levantó al público de sus asientos. Los muchos “palos” recibidos no hacen mella
en este peruano de hierro y plumas. Las plumas las de su templanza y suaves
maneras. Hubo concurso de recortadores con anillas en versión aragonesa, nada
de cortes por la espalda, y de roscaderos y, al final, pudo completarse una
Feria digna de la gloria ganadera de Ejea de los Caballeros. En la entrada
principal, a su izquierda, está grabado en el suelo el hierro de don Diego
Bentura, memoria de otros tiempos ya lejanos, dos siglos y medio. En aragonés:
no reblaremos.
Uno de los
acontecimientos, triste, muy triste, de los últimos días ha sido la muerte de
Dámaso González, torero de muchas vicisitudes que llegó al podio de los
triunfadores de la mano de Camará. Pero antes hizo muchas capeas, muchos viajes
en el tope de los trenes de mercancías, muchos sueños en los pajares y mucho
compañerismo con los maletillas. José Luis Gran “Romito” me contó que cuando,
por recomendación de Pedro Martínez “Pedrés”,
le probó don José Flores con una docena de vacas limpias y otras tantas
toreadas y le dijo que al domingo siguiente toreaba con picadores en Barcelona
le quedaban 50 pesetas, las entregó a él y a Campillo para aliviarles sus
penurias y se marchó con las manos en los vacíos bolsillos. Estaba seguro de su
triunfo. A la novillada de Barcelona me invitó Camará para que comprobara su
acierto de apoderarle. “Tiene la mirada de Manolete. Esos no fallan”. Y no
falló, no. “El Niño de la Leche” o “Curro Alba”, por aquello de ser albaceteño,
se convirtió en “El Rey del Temple”. Don Damaso, sin acento. ¿Dámaso Alonso, el
filósofo? No. ¿Dámaso Gómez, el torero de Madrid? Tampoco: Damaso, el de
Albacete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario