Lorena
Muñoz, a quién no tengo el placer de conocer, le ha hecho una entrevista a
Morante en Sevilla para el diario ABC y, tras explicarle las circunstancias de
su actuación remate de temporada en Sevilla, le hace unas puntualizaciones que
creo interesantes y, aunque me expongo al corto y pego de los políticos de hoy
en día, mi conciencia franciscana me empuja al fiel reflejo de la dicho por
José Antonio el de la Puebla, hombre con acusada personalidad e inspirado en
estampas antiguas (Francisco Montes “Paquiro”), evocaciones gloriosas
(admiración por “Joselito”) y afanes renovadores (no tiene sentido que los
veterinarios digan si un toro es apto morfológicamente para la lidia). Pero
plantea temas que a mí se me han presentado en muchas ocasiones cuando
presencio una corrida televisada. Una que se apoya en una afirmación de Rafael
de Paula, que hablaba poco pero que acierta: “El Espíritu Santo no sale en la
televisión”. Recuerdo, entre otras, una actuación de Antonio Ordóñez con los de
Pablo Romero en Las Ventas. Me lo pusieron un día por la tele y me dije “No,
esto no es lo que yo vi aquel día”. El ambiente de la plaza no se puede recrear
en un bar y, menos, en el salón de tu casa. Y lo que añade Morante de su
cosecha: “No me gusta la forma de transmitir las corridas. Los comentaristas
deberían mantener más silencio. Hoy en día se quiere explicar todo y el toreo
no tiene explicación, es un sentimiento”. ¡Olé! Manes de Matías Prats y sus
relatos radiofónicos. Entonces la palabra nos forjaba la imagen, el clima, el
ambiente. Don Matías tenía una memoria prodigiosa y ponía en escena a
centenares de personajes del mundo del toro, sus parientes y protagonistas.
Pero en la televisión tú estás viendo que sale el toro, que lo torea el matador
o el banderillero, que se queda corto o que derrota … Sobran explicaciones.
Parece que los explicadores cobrasen como los anuncios por palabras. Una
orientación, un leve comentario, nunca una explicación exhaustiva o reflejo de
los sentimientos del que habla. El sentimiento se transmite directamente entre
el que lo tiene y lo manifiesta y el que lo percibe.
Piensa José
Antonio el de la Puebla hacer cosas nuevas en su actuación en Sevilla, cosas
que tiene ensayadas en el campo y toreando de salón. asegura que le inquietan
los silencios de la Maestranza. “Hay compañeros que dicen que el silencio de
Sevilla es lo que más les preocupa. Y llevan razón”. Ay de aquel torero que
tenga una mala tarde en Sevilla y no
escuche nada. Ya se puede ir a los “arbañiles” o apuntarse a un master. “Curro,
ya llegará el verano”. Y el verano llegaba.
Para remate de la entrevista comenta lo de su
apoderado de este año, Manolo Lozano, hermano de los Lozano de Madrid y la
ganadería de Alcurrucén, matador de toros un día 4 de octubre de 1970, de manos
de Manuel Benítez “El Cordobés”, en la plaza de Tánger. “He aprendido mucho con
él, es un aficionado y un taurino como no quedan, muy romántico, pero a final
de año el apoderamiento se acaba”. A Morante no le han durado mucho sus
apoderados. Recuerdo que de novillero estuvo en manos de Miguel Flores, apodado
“El Camborio” en una etapa de su paso por la novillería andante, poeta y rapsoda,
que apenas estuvo una temporada a su lado. Menos mal que un día, en Las Ventas,
Morante le brindó un toro y a Miguel se le olvidaron todos los males. Otro año
le acompañó Rafael de Paula y hasta se fumó algún habano con el mexicano
Rodolfo Rodríguez “El Pana”. Pocos compromisos. Mucho sentimiento. Y luego dice
cosas que te hacen pensar en los misterios de este arte. Por eso lo atacan
algunos, porque no lo entienden.
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