viernes, 18 de febrero de 2011

CUANDO OLÍA A CERA

Allá va la despedida
Al estilo de mi tierra,
Al que nace lo bautizan
Y al que se muere lo entierran.

(Jota aragonesa)

Y de entierros va la cosa, de entierros de papel al modo de la cárcel de Evaristo Acevedo en “La Codorniz” de la posguerra. En la democracia no se tienen noticias de una codorniz como aquella, tan vivaracha, lozana e ingeniosa. Se ve que la censura agudiza el ingenio. El otro día escuché en la radio que había perros que olían el cáncer y ello servía para minimizar análisis, pruebas y radiografías en los casos de sospechas de diagnóstico fatal. Yo ya sabía que los perros aullaban de forma especial cuando se acercaba el tránsito al más Allá de algún vecino de su casa, y que hay perros y cochinos, mis hermanos del alma, que descubren los almacenes de trufa, pero no me imaginaba que, como nuestros amigos perrunos pueden descubrir un alijo de droga, podían, además, superar en ojo clínico al más sagaz de los doctores en Medicina. Y entonces me vino a la memoria un relato que leí hace muchos años en las páginas de ABC, antes del verdadero del señor Anson, o BLANCO Y NEGRO y que creo que lo firmaba don Agustín de Foxá, ignorado en los cenáculos contemporáneos porque dicen que era facha. ¿Qué queréis? Soy conde, gordo y fumo puros ¿cómo no voy a ser de derechas? (Umbral ampliaba esa autobíografía: Soy aristócrata, soy conde, soy rico, soy gordo, y todavía me preguntan por qué soy de derechas. ¿Pues qué coños puedo ser?) . Foxá se lo decía a César González-Ruano, que también tenía su música. Hablaba el conde del triángulo ideológico de la Revolución francesa con su libertad, igualdad y fraternidad, de los vértices de la Falange, patria, pan y justicia y de su madura trilogía: café, copa y puro. Una tarde, en Las Ventas del Espíritu Santo, ante una gran faena de “Manolete”, se levantó de su asiento, alzó los brazos al cielo y gritó: ¡Dios mío, no te merecemos! Uno de sus primeros libros de poesía fue el que publicó en 1936, en la imprenta de Galo Sánchez, con prólogo de Manuel Machado, otro de los difuminados por el fervor siniestro. Se titulaba EL TORO, LA MUERTE Y EL AGUA. El sabía que esto no dura mucho y en su poema MELANCOLÍA DEL DESAPARECER cantaba:”La actualidad es nuestra frágil rosa/en una hora fresa y marchita./Lo que el lunes fue luz, martes ya es sombra/que el suceso es el pez de nuestras mallas”. Foxá fue diplomático y escritor, ganó el premio Mariano de Cavia con su artículo LOS CRÁNEOS DEFORMADOS y fue elegido académico de la Real de la Lengua en 1959, aunque no llegó a tomar posesión de su sillón Z. Nació el 28n de febrero de 1906 y murió el 30 de junio de 1959.

Pero yo no trataba de hacer un panegírico del Conde de Foxá, su buen escribir y su afición taurina. Basta con leer lo que escribió. La cosa venía por lo del artículo que recuerdo de aquellos años de los finales de los cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XX y que estoy seguro que se titulaba OLOR A CERA. La tesis era que un banderillero que iba en la cuadrilla de “Joselito”, el payo de los Gallos, olió a cera aquel día en Talavera de la Reina en que murió el torero que conocía mejor a los toros y que actuaba en una plaza menor con toros de la Viuda de Ortega por hacerle un favor al señor Corrochano y a la parienta de don José, el que no estaba en casa, que estaba pensando. El propio Corrochano mostró su perpejlidad: ”Yo creí que Joselito era el toreo y le mató un toro”. Y luego se descubrió que el oráculo mortal era Enrique Belenguer Soler, banderillero de confianza de José Gómez apodado “Blanquet” porque era valenciano (17 de enero de 1881) y alumno de Manuel Blanco “Blanquito”. Su mentor, Ventura Espí, también le apodó “Blanquito” en honor al maestro hasta 1899, en que encontró su verdadera y valenciana identificación: “Blanquet”. De Rafael “el Gallo”, el caló de los Gómez, y al cordobés “Machaquito” hasta llegar a la consagración con José Gómez Ortega. Para los toros suaves y pastueños tenía el de Gelves a Cantimplas, para la brega pura y dura a “Blanquet” que , aún siendo un buen banderillero, se limitaba a la brega con el capote, como años después le ocurría a “Bojilla” con Palomo Linares.

Después de la muerte de “Joselito”, Enrique Belenguer pasó a la cuadrilla de su paisano Granero que había irrumpido con fuerza en el escalafón de los matadores de toros. Y vino la tragedia del 7 de mayo de 1922 en Madrid por la terrible cornada de Pocapena. “Blanquet” se retira apesadumbrado y crucificado por la fatal coincidencia. Para los taurinos, es un gafe. Pero vuelve el 15 de agosto de 1926 en Sevilla, con Ignacio Sánchez Mejías como matador. Tras esta corrida, la cuadrilla va a tomar el tren porque al día siguiente torean en Ciudad Real y, al subir al vagón, el banderillero cae al suelo sin sentido y lo llevan a la Casa Socorro más cercana en donde solo pueden certificar su fallecimiento. Años después, el 11 de agosto de 1934, en la manchega Manzanares, el toro “Granadino” cogió de gravedad a Sánchez Mejías que, trasladado a Madrid, murió de una gangrena gaseosa. Fue uno de los diez matadores a los que su cuñado “Joselito” dio la alternativa, otros cuatro también murieron de cornada: Florentino Ballesteros, Ernesto Pastor, “Valerito” y Félix Merino. Juan Luis de la Rosa murió asesinado en Barcelona, el sevillano Francisco Díaz “Pacorro” en la miseria y Ángel Fernández Pedraza “Angelete”, de Barrios de Montemayor, Cáceres, se retiró en 1926 como consecuencia de la invalidez que le produjo una cornada en el pecho. Solo se salvaron de la quema José Flores “Camará” y Domingo González “Dominguín” y no por sus trayectorias toreras aunque sí por la inteligencia y al taurinismo de sus actividades en este mismo planeta. Toda esta serie de circunstancias dramáticas alrededor de la figura de Enrique Belenguer Soler, “Blanquet” en su época de esplendor, y también tras su fallecimiento hicieron crecer una leyenda transmitida oralmente que se convirtió en dogma a través de la publicación de “Olor a cera”. Dicen los romanceros que “Blanquet” olió a cera la tarde de Talavera y que le dijo a su jefe que no hiciera el paseíllo, que se repitió la sensación en la mañana madrileña del mayo de 1922, cuando la cornada de Granero y que insistió en el fuerte ambiente el día de la reaparición de Sevilla, el día de su propia muerte y ocho años antes de la cogida de Manzanares que dio lugar a lo que algunos consideran como la más grandiosa elegía que se ha escrito para engrandecer la memoria de un torero: “Elegía a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, de Federico García Lorca.

En Zaragoza, en El Pilar, el templo votivo más visitado aunque La Seo sea el mayor compendio de culturas, ya no huele a cera porque el Cabildo Metropolitano decidió que ya no se ponían más velas de mecha encendida a la Virgen y que el dinero que iba a parar a las tiendas de recuerdos pilaristas de los alrededores serían para aumentar los ingresos de Endesa, que es nuestra suministradora de energía eléctrica. Se evitan el peligro de incendio, los humos y los olores. Muerto el perro se acabó la rabia, no el maleficio. Un joven fue a un pueblo a hacer una encuesta y preguntó que allí cuantos se morían. “Todos los que nacen”- le contestaron. No hay estadística más rotunda y veraz. Pero yo, en mi afán de aceptar las habilidades telepáticas de personas ingeniosas tengo la sensación de que huelo a papel quemado por los comentarios que me ha transmitido el hermano Salvador, hijo de El Pipo y la Maña. Según tengo entendí do “Los sabios del Toreo” ya no aparecerá en el tradicional soporte de papel, será puesto en escena a través del ordenador, sede de todos los conocimientos de hoy día. Me duele el alma, se me encoge el estómago porque yo me alimento de papel, como los ratones de las viejas bibliotecas. No es lo mismo. A mí me quedaba esto, la Agenda de Vidal Pérez Herrero, que también tiene sus dudas de supervivencia, una revista de automovilistas y alguna carta a los directores de distintos medios que muchas veces acaban en el cesto de los moscateles. Me lo decía mi abuela Jesús: “Royo mal pelo, ojos de gato en bodega, caerás en el cesto de los moscateles”. Y ahí estoy a la espera de mi oráculo, entendido en su acepción de respuesta que Dios da. Así lo decía en verso el conde de Foxá:

Y pensar que, después que yo muera
aún surgirán mañanas luminosas,
y que bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en las sedas de las rosas.

El poeta y ganadero Villalón, el que buscaba toros de ojos verdes, pidió que lo enterraran con su reloj al que, previamente, le dieran toda su cuerda. Hoy, con una buena pila el tic-tac duraría mucho más. A mí que me entierren con un paquete de hojas blancas por si se me ocurre escribir algo. Con el ordenador no sabría. ¡Ah! en Linares también alguien olió a cera.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un solo reglamento con un solo artículo

ARTÍCULO:“SE CUMPLIRÁ RIGUROSAMENTE TODO LO ANUNCIADO EN EL OBLIGATORIO Y APROBADO CARTEL”

LA FUNDAMENTAL RECUPERACIÓN DE LA SUERTE DE VARAS

Estoy en una edad en la que mi vida la cuento en días, los recuerdos los magnifico y al porvenir lo espero con sosiego. En realidad, me doy cuenta que vivo porque hay muchas cosas que me perturban y sobremanera que la discusión se centre el Ministerio al que se adscribe la fiesta de los toros sea el de Interior o el de Cultura, que un Parlamento la suprima en su territorio o que en una Comunidad se obligue a que todos los pares de banderillas sean de los colores de su bandera. Me remuevo en mi sillón como un león sin dientes y acabo roncando mis variadas desilusiones. La burocracia lo puede todo. Diecisiete reglamentos taurinos para una sola fiesta. Otra cosa es lo que se refiere a las fiestas populares, que antes eran pura demostración de los sentimientos y habilidades de la gente del pueblo y ahora se someten a las reglas que les marcan los organizadores. Hace veinte años, ¿alguien podía pensar que hubiera normas para agarrarse a un cesto o roscadero o para recortar a un toro o a una vaca? ¡Que obsesión! Se anuncia una corrida-concurso de ganaderías y la comisión correspondiente acuerda dividir geométricamente el ruedo, marcar los terrenos de cada cual, toro, caballo y toreros, salida y entrada de picadores, diestros y banderilleros, distancias, terrenos y palos de picar. Mientras lees las instrucciones de los expertos se te va el santo al cielo y no te enteras si el toro obedece esas normas y se comporta como marcan los cánones o es un manso “pregonao” que no merece ni la más mínima atención. No se saben el reglamento, insensatos. ¿Ustedes creen que un Ministerio puede salvar la Fiesta Española? Más burocracia. Yo, en mi delirio casi octogenario, creo que se deben de suprimir todos los reglamentos y fiar el desarrollo de la corrida de toros a una sola premisa: que se cumpla lo anunciado en los carteles, seis, ocho o veinte toros, toros, uno, dos, tres o diez matadores con sus correspondientes cuadrillas que se encargaran de la lidia de sus “adjudicados cornúpetos”, picados, banderilleados y muertos a estoque con la mayor y más brillante eficacia y loable brevedad (Gregorio Sánchez mató seis toros en Madrid en menos de seis cuartos de hora y cortó no se cuantas orejas). Y, si es posible, con arte. Lidia es lucha. Arte, ponerle estética y ética a esa lucha. Engañar al toro sin engañar al público.

No es momento de detallar el desarrollo de esta teoría mía de salvar a los toros de la burocracia. España está enferma de burocratitis aguda multiplicada por 17. Habrá que poner en los coches toreros un espacio para llevar los reglamentos, estudiarlos en el viaje y comprobar si en la plaza que toreamos mañana se sale a hombros por cortar dos orejas, una en cada toro, o las dos de uno solo. Y para salir a hombros ya están preparados los dos individuos que son las figuras de la temporada porque aparecen en el mayor número de páginas de publicidad. ¿Y si a un torero que no ha cortado ni una sola oreja le quieren sacar a hombros los aficionados? Todos recordamos el caso de Juanito Posada en Madrid, cuando le concedieron las dos orejas sin matar. Estaba en la enfermería y no pudo salir a hombros. ¿Por qué los picadores tienen que circular de izquierda a derecha y no al revés, que sería lo natural para salvaguardar la integridad del caballo al no tener que darle la vuelta al equino en caso de arrancársele el toro? En lo de la suerte de picar me parece imprescindible hacer una amplia remodelación. Es la suerte más diluida de toda la lidia y conviene recuperarla. Sé que no se puede prescindir del peto, pero también intuyo que es posible aumentar la eficacia de la defensa de la integridad del equino, fundamental por estética, economía y de población caballar, con un peto anatómico de material resistente hasta para las balas de una metralleta, sin faldones que impidan el romaneo y con la necesidad de manejar las riendas para salir del trance a base de fornido brazo derecho y sensible mano izquierda. Desaparecería la impunidad del puyazo en los riñones y “la suerte de la fregona”, denigrante para el toro y a mayor cachondeo del piquero: “No te pego, pero te hago cosquillitas en el agujero”. Y que no se me enfaden los buenos picadores porque en estos tiempos hay algunos que se suben a un caballo y se sacan el carné sin saber una papa de equitación ni lo que es el castigo eficaz y ahormador: “Camero, pica delantero”. En la actualidad, más del noventa por ciento de los puyazos son traseros. Si se lograra dignificar la suerte de varas es posible que se mejoraran el resto de las suerte de la lidia de un toro. Sería mucho más fundamental que el cambio de Ministerio o la prohibición de los toros de Barcelona. Aquí el fundamento está en la mujer que traiga al mundo hijo varón o hembra que sea capaz de ponerse delante de un toro a crear arte y vaca que alumbre el becerro que un lustro después salte a la luz de una plaza de toros y luche con bravura y nobleza por su vida y su orgullo. Me viene a la memoria Agustín Arjona, que cuando va a las fincas a hacer su maravillosas fotos se encuentra con que a todos sus retratados les han puesto las fundas que se rematan con una especie de tuercas de hierro. Es como si un fotógrafo de modelos las tuviera que fotografiar con los rulos puestos.

LA TEMPORADA DE 2010

Quiero estar al día y recuerdo lo que ha ocurrido en la temporada ya rematada. Pienso que ha sido un año muy sangriento entre diestros y subalternos. Lo más impactante fue la cogida de Julio Aparicio en Madrid, en la boca, pero fue más peligrosa la de Sergio Aguilar en Bilbao porque el pitón, que no afloró por la boca del torero, estuvo más cerca de alcanzar la zona del cerebro. Dos cornadas insólitas y con parecidas características. Recuerdo que cuando murió “Manolete”, en agosto de 1947, en el mes de septiembre otros dos toreros sufrieron sendas cornadas en el triángulo Scarpa y de consecuencias fatales: “Carnicerito de México” en Portugal y el novillero leonés, del Valle del Curueño, “Joselillo”, en la México. Trágicas casualidades. Pero estamos en la primera década del siglo XXI y las ciencias han avanzado una barbaridad. Yo mismo estoy aquí porque un sabio y su equipo me colocaron una válvula de cerdo y mi corazón retomó su ritmo a impulsos del marcapasos que me colocaron el mismo día que nació mi nieto Diego, aliciente añadido para que me interese más en la historia de cada día. Este año de 2010 se inició con malos augurios por la cogida mexicana de José Tomás que le apartó casi totalmente de los ruedos españoles – cuatro corridas – hasta perderse los acontecimientos de Barcelona, en donde cedió la palma del triunfo al lugareño Serafín Marín y al siempre encantador Morante de la Puebla, estampa repetida del famoso Francisco Montes “Paquiro”. El tercio de quites de Madrid con el osado Daniel Luque se queda en mi recuerdo. Y la larga cordobesa de Cayetano ajustado en las lances con el capote a la espalda y por delante. Por detrás habría que llamarlos “a la aragonesa” en recuerdo del “Paquiro” de los pinceles: Goya.
El caso de José Tomás se repitió con José Mari Manzanares después de Sevilla y la operación de vértebras que le impidió estar en San Isidro y, al final, en septiembre, una rotura de los tendones del dedo pulgar no le permitieron rematar la temporada. Y el castigado Miguel Ángel Perera, Uceda Leal, torero de amplias virtudes y máxima garantía estoqueadora, también operado de la columna, y los rejoneadores Álvaro Montes, dañado física y moralmente con la muerte de uno de sus caballos en la plaza de toros de Zaragoza y el tremendo episodio de la guapísima Noelia Mota el 26 de septiembre en Marbella, cuando figuraba al frente del escalafón caballeresco. Año sangriento que, al final, se ha colmado trágicamente con la muerte del banderillero Adriano Gómez Gil que llevaba casi tres años inmóvil por la cogida sufrida en Torrejón de Ardoz el 23 de junio de 2008..

Pero habrá que fijarse en las cosas positivas. El campeón, Julián López “El Juli”. Es un profesional completo dedicado en cuerpo y alma a la lidia de los toros en la plaza, en el campo, a pie y a caballo y siempre con la cabeza a pleno rendimiento. El primero aunque en las listas figure por delante David Fandila “El Fandi”, torero de gran mérito dadas sus limitaciones artísticas. Entretiene a las masas. No quiero ser elitista, pero a mí en el toreo no me gusta el galope y ni siquiera el trote. A lo más que se puede llegar es a andar y hacerlo como lo hacía Domingo Ortega. O el caballo “Cagancho. Morante estudia al de Borox y quiere llegar a esa quintaesencia. Ya digo que Morante es encantador y no duden de mí porque, como a Berlusconi, me gustan las chavalas quinceañeras de Sánchez Dragó. Pero el torero tiene que crear belleza dentro de la vital emoción. Ponce cumplió sus veinte años de alternativa y dos mil corridas y me gustó en una que se celebró en San Fernando el 26 de septiembre con toros de Ana Romero y la compañía de Ruiz Miguel y Padilla. Fue una tarde de arte y ensayo con el de Chiva enfundado en el precioso vestido de Caprile. Tiene buen gusto este chaval. ¡Qué pamela llevaba Paloma en una reciente y famosa boda! Me gustaron varios toreros de segunda línea: Curro Díaz, Julio Aparicio, el hijo de Malene y el Aparicio de los 50 del siglo pasado, hijo a su vez de Pilar Martínez ya fallecida y titular de la ganadería a la que pertenecían los novillos del último festejo de Zaragoza, Juan Mora y su zambombazo en Madrid con los toros de Torrealta, Morenito de Aranda y Leandro, ahora acunado en los fuertes brazos de Pablo y Oscar Chopera. A “El Cid” lo quieren aupar y hasta se cuenta su faena de Zaragoza a un toro de Salvador Domecq como trabajo perfecto para el premio de las dos orejas y el título de triunfador de la Feria zaragozana. Si la hace en Las Ventas le ponen el estribillo de “pico, pico, pico” y no le dejan ni dar la vuelta al ruedo. Pero la televisión puede mucho y el año pasado se empeñó en sacar a flote a Talavante y este se lo han propuesto con el de Salteras. Por lo demás, sin novedad.

En cuestión de toros si hay varias novedades. Victorino se ha tapado pese a sus petardos en Sevilla y Madrid, muy flojos Zalduendo, Puerto de San Lorenzo y hasta Valdefresno. En la élite se mantienen Victoriano del Río, Núñez del Cuvillo y El Pilar y la fiesta necesita de los Cuadri, Torrestrella, la confirmación de los “pablorromeros” , los herederos de Santa Coloma y los veraguas de Prieto de la Cal. Y como lo que mejor recuerdo es lo último, se me permitirá que hable de lo ocurrido en Zaragoza, en la Feria del Pilar. Hubo gran desastre en tres corridas, las de Criado, Montalvo y Valdefresno, esta algo imprevisible. Me interesó la corrida de Bañuelos sin un toro tan excepcional como el del año anterior que mató como pudo Ferrera, los de Salvador Domecq y los de Núñez del Cuvillo. Me llenaron las corridas de los Herederos de Celestino Cuadri y la del Partido de Resina, dos corridas de excelente presentación y casi en la raya prohibida de los seis años. Los aficionados aragoneses tienen que recordar que, en tiempos no muy lejanos, en el coso de Pignatelli y al amparo del año ganadero se lidiaban casi utreros, naturalmente sin la presencia de los de esta feria. El contenido ya es otra cosa. Pero casi todas las tardes hubo toros interesantes, toros para esa lidia que los matadores de hoy no conocen y que los públicos ni admiten ni valoran. Alegría por Fernando Cuadri e ilusión porque los herederos de Pablo Romero parece que recuperan las fuerzas. ¡Son tan bonitos esos cárdenos bien musculados y de brava nobleza! Mi amigo “Barquerito”, sabio, ecuánime y bondadoso, insinúa que la cubierta de la plaza puede afectar al juego de los toros, tesis de complicada explicación pero creíble. Claustrofobia. ¿Y las tormentas? Las gentes del campo ventean los truenos y los relámpagos y saben lo que les afectan a los toros, pero cada día hay menos pastores en nuestras cabañas..