martes, 8 de julio de 2014

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS III

EMPRESARIOS 

En principio no se otorgaba la plaza en arrendamiento para toda la temporada y solo se concedía su explotación por uno o varios festejos, principalmente a los carpinteros que habían aportado materiales y trabajo para la construcción de la plaza. En concreto a los maestros carpinteros Manuel Benedí Labrador, José Gabas y José Fraile en 1771. Se otorgaban balcones para su venta en beneficio de los niños pobres, tres tablones para la Justicia y otros tres para los carpinteros. Uno de los primeros nombres que aparece en estos menesteres empresariales es el de Juan Briz García, que en 1772 se comprometió a organizar cuatro corridas de toros por las que pagaría 5.120 libras y siete novilladas por las que tenía que abonar 1.610 libras. En 1778 se cedió la plaza a José Solana para tres novilladas a 250 libras por cada una y otra vez a José Fraile por dos corridas de toros a 275 libras. En 1817 fue la Hermandad de la Sangre de Cristo la beneficiada, para luego consignar los nombres de Vicente Galino (1852), Juan Cubero (1858 a 31 de julio de 1861) por 117.400 reales de vellón en mensualidades de 9.783 reales y 33 céntimos con la garantía de la casa número 59 de la calle Predicadores, Juan Pérez Moreno (1865), Manuel Allustante (1868), Joaquín Val (1872) y Mariano Cerezo (1876), padre del pintor del mismo nombre autor del cuadro de la despedida de “Lagartijo” en Zaragoza. Pero fue José Antonio Ostalé y Loshuertos el que rompió moldes al hacerse con el arrendamiento de la plaza el 1 de enero de 1877 por ocho años a 27.513 pesetas hasta el 31 de diciembre de 1884, con garantía de un 20% con un depósito de Deuda del Estado a renta perpetua del 3%. El 22 de enero de 1879 retiró el 25 % de su fianza al terminar la obra de reforma del tendido propuesta y dos años de arrendamiento. Quedaban 256 mil pesetas garantizadas y un depósito de 22.010 pesetas en metálico y otras tantas en valores. Las mensualidades se abonaban en oro y plata y por adelantado y si se dejaba alguna sin consignar se detraía de la fianza que había que reponer en quince días. Al señor Ostalé lo tenían frito entre el señor Compaired, que quería organizar ciertos festejos, la Junta Parroquial de la Magdalena para dar una corrida a beneficio de los pobres de la parroquia, Ramón Gota que ofrecía su ganado para una corrida de Beneficencia o “El Gran Pensamiento”, Sociedad Cooperativa de Socorros y Premios de la Virtud, Colmillo, 3, principal, que deseaba organizar una corrida con cabalgata, toros alanceados al estilo del Cid o Carlos V, carrusel y otras novedades. Ostalé, a trancas y barrancas, continuó hasta el 31 de diciembre de 1892, se retrasaba en las mensualidades, apuraba los plazos de las obras, vivía en Pignatelli, 11, y competía con José Auger, Mariano Cerezo y Francisco Navarro Lairado, este empresario en 1898. En 1893 fue el propio Rafael Guerra “Guerrita” el que se encargó de organizar la Feria del Pilar.

El siglo XX se inició con Lapuente y Bernal (1901), siguió con Joaquín Sánchez Mazariegos (1902 a 1905) que solicitó la instalación de la luz eléctrica y continuó con  Gaspar Crespo (1906-1907) que subarrendó a Sánchez Mazariegos y la Empresa Popular (1908). Nicanor Villa aparece en 1909 como titular aunque también estuvo involucrado en la empresa del año anterior, cuando no hubo forma de personalizar en uno de los aspirantes la titularidad del arrendamiento. Al año siguiente figuraba Constancia Martínez como arrendataria en colaboración con Estanislao Fraile, de Tudela, que lo fue de 1911 a 1916, pidió subarrendar la plaza o poner anuncios en las barreras y contrabarreras, se demoró en los pagos, pidió colaboración a Nicanor Villa “Villita” que, a la rescisión del contrato del señor Fraile en 1916, siguió con Salgueiro de 1917 a 1921. Y de 1922 a 1929, Demetrio Fraile y Manuel Baile, para rematar en 1930 y 1931 con Íñigo García Marco, que subarrendo a Pagés y dio paso a Celestino Martín, de 1932 a 1939, puesto que el de Escucha siguió en el gobierno de la plaza durante la guerra civil aunque no había contrato vigente de arrendamiento. Y nuevas etapa del arrendamiento puesto que en 1940 se les concedió a don Pablo y don Manuel Martínez Elizondo, los “Chopera”, monta tanto, que lo fueron también al año siguiente y los años 1944, 45, 47, 50, 51, 52, 53, 56 y 57. Y en 1976,77, 78, 79 y 80 lo hizo José Antonio Martínez Uranga, hijo de Manuel Martínez Elizondo. Volvió Celestino Martín en 1942 y 43, y en 1954 y 55, Fulgencio Montañes y Cortés estuvieron en 1946, pero, fracaso fatal con suicidio de Montañes incluído, tuvo que organizar la Feria Marcial Lalanda, O.T. E. S. A. en 1948 y 49, Luis Baquedano de 1958 al 61, Pedro Balañá, S.A. 1962, 63, 66, 67, 68, 69, 72 73, 74 y 75, Diodoro Canorea, 1964 y  65,  José Romeo Brocal (Julio Suso) , 1970 y 71, Hermanos Lozano, 1981, 82, 83 y 84, y Justo Ojeda, S.A., 1985.Arturo Beltrán y Victoriano Valencia, Ojeda, vuelta de José Antonio Chopera con Ignacio Zorita y, en la segunda década del siglo XXI, la empresa Serolo, S. L. y el asesoramiento del banderillero Jesús Arruga hacia una nueva decadencia al estilo de la de los finales de los 70 del siglo XX.  Simón Casas, Enrique Patón y la gerencia de José Luis Ruiz, 2014, al recate de milenarios gozos.

 CONSERJES

La relación es más bien corta y con un solo apellido: en 1885, el 24 de noviembre, tomó posesión Mariano de Gracia, 43 años, maestro carpintero, buena conducta, expósito, licenciado del Ejercito, con primera enseñanza en el colegio del señor Zabala, dos pesetas diarias a satisfacer por el empresario arrendatario, habitación, todas las llaves excepto la del Campo del Sepulcro, limpieza de todos los locales de la plaza, utensilios como sillas de montar, garrochas, maromas y vallas. Inventario. El otro aspirante, Sebastián Horcada, llevaba 16 años de conserje y había regalado banderillas de lujo para una corrida patrocinada por la Diputación, organismo que se había creado en 1833 con el Decreto de Nueva Planta. El 16 de abril de 1885 se aprobó el Reglamento de Régimen Interior de la Plaza de Toros. A don Mariano le sustituyó su hijo José Gracia Vidal, que en 1923 pidió aumento de sueldo, de 365 pesetas que cobraba a 460 pesetas, a pagar por el arrendatario. En 1951 le sustituyó José Gracia Invernón, que fue de banderillero en la cuadrilla de Villalta y a este, en 1977, José Gracia Barcelona, también subalterno, con Curro Romero y otros matadores de toros, Raúl Aranda entre los aragoneses, padre de Raúl Gracia “El Tato”.

ENFEMERÍA

Si larga es la relación de heridos de gravedad en la plaza de Zaragoza, la de desenlaces fatales, afortunadamente, es breve y con inclusión de muy contados profesionales del toreo. La primera efeméride fatal es la cogida mortal de un peón agrícola el 26 de junio de 1782, en uno de los festejos populares que entonces se conocían por novilladas. La segunda, el 26 de octubre de 1862, la de Joaquín Gil “Huevatero”, único matador de toros, por el toro “Gallardo” de Juan Pineiro de Cruxi. Al entrarle a matar, le hirió en el recto y en la vejiga. Ese día alternó con Manuel Pérez “Relojero”, de Tarazona de Aragón, diestro de más entidad que en 1852 actuó en Nimes y Bayona y mató cinco toros de otras tantas estocadas, hazaña que se recordaba tiempos después en la taurina Francia. La tercera cogida mortal en Zaragoza, el 15 de agosto de 1866, la del picador Antonio Ledesma “Coriano”. El toro “Molinero” de Cándido López, de Ejea de los Caballeros, le atravesó el pie y murió en Madrid el 8 de septiembre siguiente. En marzo de 1867, un toro de Ferrer, de Pina de Ebro, derribó contra las tablas al picador Martín Arias “El Velonero” y le produjo tan graves lesiones internas que falleció a poco de ser ingresado en el Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia. La quinta muerte fue la del novillero Vicente Gandía “El Chufero”, de Onteniente, Valencia. Ocurrió el 7 de abril de 1901 y el causante fue el novillo “Ventero”, de la ganadería de Celestino de Miguel, también de Ejea de los Caballeros. Curado en la enfermería de la plaza, el torero y sus mentores se empeñaron en su traslado a Barcelona y allí falleció en un hospital siete días después de la cogida. El día 24 de mayo de 1903, el novillo “Atrevido” de López Navarro, en un recorte con el capote al brazo hirió en el ano al novillero sevillano, de Marchena, Ignacio Laza. Murió a los tres días. Y el último óbito producido en esta plaza, y que lo sea para siempre, fue el 10 de julio de 1921, cuando un novillo de Gallardo saltó al callejón e hirió en el quinto espacio intercostal al mozo de espadas Fernando Madurga. Murió a las pocas horas en la propia enfermería.

Aun hay otro caso de fallecimiento de un torero y que se achaca a una cogida que Rafael Molina, el sobrino de “Lagartijo, sufrió en Zaragoza el 14 de junio de 1908,  por parte de un toro de Miura que no le produjo herida por asta de toro, pero que, según los informes médicos, golpes y traumas que le provocaron una tuberculosis de la que murió el 8 de abril de 1910. A esa corrida asistió Alfonso XIII.


En el enfermería de la Plaza, al nombre señero del doctor Pérez Serrano se unió el del primer Val-Carreres, cirujano del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, su hijo Antonio fue el siguiente jefe del equipo quirúrgico, responsabilidad heredada por los hijos de este Carlos y Antonio Val-Carreres Guinda y que comparte en la actualidad Pilar Val-Carreres, hija de don Carlos, todos ellos con el apellido que durante más de un siglo prestigia la categoría médico-quirúrgica de la Plaza de Toros de Zaragoza.  

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS II

LAS CORRIDAS GOYESCAS

Aunque la primera corrida goyesca se celebró en Zaragoza a instancias de Ignacio Zuloaga, buen promotor del culto goyesco, no se puede decir que se hayan prodigado en esta plaza los festejos de esta índole. Esa primera corrida tuvo lugar el 12 de mayo de 1927 con especial parafernalia en el desfile previo, con calesas traídas de Madrid, el alcalde Allué al frente del desfile, tres alguacilillos, dos caballistas a lo goyesco, Coyne y Torongi, Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, de rojo, Pablo Lalanda, de azul, Nicanor Villalta, de amarillo, y el caballero portugués Simao da Veiga, a la federica. “El Gallo” no estaba muy conforme con su vestido, opinaba que hacía un poco el mamarracho, pero entre Zuloaga y el sastre Uriarte le quitaron los prejuicios y hasta cubrió su calva con una redecilla. Se supone que la redecilla de los tiempos de Goya era para recoger las amplias cabelleras. Al día siguiente hubo una novillada con reses de Graciliano Pérez Tabernero en el mismo escenario y con parecida parafernalia, pero sin que “Fortuna Chico”, Vicente Barrera y el primer Gitanillo de Tríana, Francisco Vega de los Reyes, “Curro Puya”, vistieran atuendos goyescos. En realidad el centenario de la muerte de “don Francisco el de los toros” era al año siguiente, 1928. Segunda corrida al estilo goyesco el 12 de abril, ocho toros de Bueno para Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Cayetano Ordóñez y el mexicano Fermín Espinosa “Armillita”. Y tercera el 22 de abril con paseo en automóvil del estandarte del Orfeón. Mucho frío y viento molestísimo, “Reinas” de los barrios de Delicias, El Portillo, Tenerías, San Pablo, Arrabal y La Magdalena, que, tras la vuelta al ruedo, ocuparon el palco de honor. Manuel Jiménez “Chicuelo”, Vicente Barrera y Fermín Espinosa “Armillita” lidiaron toros de Samuel Hermanos y uno de Atanasio Martín. Las únicas ovaciones de la tarde fueron para el picador “Trueno”, Francisco Zaragoza, de Orihuela, Alicante. Hubo un “Trueno” en Zaragoza, hijo del “Relámpago” picador y hermano de Manuel Bravo López, matador de toros, José Antonio, picador también y con más ruido que luz: “Trueno”.

Hasta 1946 no se dio otro festejo goyesco. Fue, con un poco de retraso, el 20 de mayo, para recordar el bicentenario del nacimiento de Goya, 30 de marzo. Se lidiaron ocho toros de Juan Belmonte por parte de Fermín Espinosa “Armillita”, dos orejas en  el quinto toro de su tercera goyesca, Juan Belmonte Campoy, vuelta y oreja, Alfonso Ramírez “El Calesero”, un orfebre del toreo con el capote, y Manuel Álvarez “Andaluz”, oreja en el cuarto. La mejor de las goyescas hasta ese momento. Un aficionado inglés tuvo el capricho de venir a Zaragoza desde Londres en avión-taxi para asistir a la corrida.

La siguiente goyesca, hasta ahora la última, tuvo lugar treinta años después y no por motivos relacionados con el pintor de Fuendetodos. Fue el 9 de mayo de 1976, Bimilenario del nacimiento de la ciudad de Zaragoza, la romana Cesar Augusta. Raúl Aranda y Miguel Peropadre “Cinco Villas” lidiaron se  Ramón Sánchez, procedentes de Arranz. De sobresaliente actuó Pepe Colmenar.

Cinco corridas goyescas en casi 90 años y un festejo especial en noviembre de 1996, en el 250 aniversario del nacimiento de Goya, con toda la variedad de demostraciones populares, recortes, roscaderos, saltos de la garrocha y demás alardes camperos con la actuación de un grupo “Arte Valenciano” y aficionados aragoneses con la tutela de Fernando González “Tano”, gran recortador de Ejea de los Caballeros. Francisco Marcos “Marquitos” y Luis Antonio Gaspar “Paulita” lidiaron cuatro utreros de “Catalina Angoso Hermanos” y Ricardo Altismasveres “Ricardo Torres”, dos erales del picador Victoriano García “El Legionario”. La entrada a la plaza fue por invitación y los novilleros vistieron el habitual traje de luces. Antes, en 1991, se había entronizado en los escaños de la plaza de toros la estatua de Francisco Goya Lucientes, obra del escultor Manuel Arcón. No  se sabe por qué razones, don Francisco fue desterrado al patio cuadrillas para que entre arbustos y furgonetas, solo vea al arrastre de los toros hacia el desolladero. 
     
CONCURSO DE GANADERÍAS

La primera de las corridas de este tipo tuvo lugar el 14 de octubre de 1978. Se lidiaron toros de Manolo González, Cebada Gago, Bohórquez, Salvador Domecq, José Luis Marca y Ramón Sánchez. Se premió como más bravo al toro “Bohemio” de este último ganadero. “Niño de la Capea” obtuvo una oreja y se le consideró como mejor lidiador pese a que él cortó una oreja y Miguel “Cinco Villas, dos. Julio Robles se fue de vacío. Cayetano Navarro “Tano” fue considerado como el mejor subalterno de a pie y Juan Mari García, mejor piquero. El funcionario de la DPZ, Ramón Blasco, facilitó al Jurado que se instaló en el palco de honor, unas normas orientativas para llevar a cabo las votaciones. Al año siguiente, 1979, se cerró la temporada con la segunda corrida-concurso de ganaderías en la que se lidiaron toros de Alipio Pérez tabernero, Ibarra, Martínez Benavides, Conde de la Corte, Ramón Sánchez y Marca. Nada. Los encargados de la lidia fueron Raúl Aranda, José Luis Galloso y Pedro G. Moya “Niño de la Capea”. 1980, esta corrida se celebró el 18 de octubre con ejemplares de Pablo Romero, Ramón Sánchez por tercera vez consecutiva, Guardiola Domínguez, Matías Bernardos, José Ortega y Félix Cameno. Los lidiadores fueron Francisco Rivera “Paquirri”, Raúl Aranda y José Luis Galloso, que cortó una oreja y fue considerado como el mejor en la lidia. El toro más bravo resultó ser “Barberito” de Guardiola, el mejor picador, José Luis Gil “Moreno” y el mejor peón de brega, Curro de la Riva.


Llegaron los Lozano a la empresa y programaron la corrida del concurso de ganaderías para el comienzo de la temporada, el 10 de mayo de 1981. Llovió y se trasladó al 17 del mismo mes. A Palomo Linares le correspondieron los toros de Juan Pedro Domecq y Manolo González, al que le cortó una oreja. A José Mari Manzanares I, los de Herederos de Carlos Núñez y Álvaro Domecq. Y a Emilio Muñoz, uno de Juan Mari Pérez Tabernero y otro de Baltasar Ibán, que le hirió de pronóstico menos grave. Se premió a “Ventolero” de Juan Pedro Domecq, a Palomo entre los matadores, a Salvador Herrero como más destacado varilarguero y a Guillermo Gutiérrez “El Ecijano”, mejor peón de brega. El día 9 de mayo de 1982 tuvo lugar la quinta corrida-concurso de ganaderías, ultima hasta años después. Raúl Aranda, tercera en su cuenta particular, toros de Antonio Ordóñez y Núñez Guerra; a José Mari Manzanares I, toros de Atanasio Fernández y Cebada Gago, y a Pepín Jiménez, de Juan Mari Pérez Tabernero y Luis Algarra. El único premio que se otorgó fue el del picador, a Mariano Martín “Marianín”. Cinco orejas en cinco corridas y pocas muestras de bravura, estampas cornúpetas vulgares y tedio generalizado acabaron en la suspensión de este tipo de festejos.

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS I

CORRIDAS REALES

El antecedente a este respecto es la  fallida asistencia de Carlos III a la corrida que en su honor se celebró en la Plaza del Mercado en 1758, fecha en la que el Rey pasó por Zaragoza camino de la Corte para ser coronado a la muerte de su hermano Fernando VI, y que se fue a cazar a Aula Dei en lugar de asistir a la función de toros en la que actuaba “Martincho”. Después, ya construida la Plaza de Pignatelli, Carlos IV  y su esposa María Luisa de Borbón, con el príncipe de Asturias, Fernando, hicieron un alto en Zaragoza y asistieron a una corrida de toros entre el 26 y el 1 de septiembre de 1802. Antonio de los Santos era por entonces el más destacado de los lidiadores, muerto “Pepe-Hillo” en corrida en la que alternó con este diestro sevillano y retirados Pedro Romero y “Costillares”.

Fernando VII, a su regreso de Francia para la restauración borbónica, presenció una novillada en la plaza de Zaragoza cuando todavía era “el Deseado”, el 10 de abril de 1814, festejo en el que uno de los aspirantes al título de torero mató un novillo y se le pagaron 31 libras, 7 sueldos y 8 dineros. El mismo Fernando VII, esta vez junto a su tercera esposa, Amalia, acudió a la plaza de Pignatelli, en sesión  de mañana y tarde, en 1828.

El 20 de octubre de 1882, nueva visita real, en su paso hacia Canfranc para inaugurar las obras del ferrocarril: Alfonso XII  presenció la corrida en la que actuó la más famosa pareja de toreros, “Lagartijo” y “Frascuelo”, que lidiaron toros de Zalduendo, Ripamilán y Ferrer. Según contaba “Don Indalecio”, marqués de la Cadena, en la cuadrilla del cordobés figuraba como agregado Lorenzo Quílez, de Lécera, Zaragoza,  condenado a cuatro meses de prisión “no por ladrón sino por tronera”, como dice la jota del “Royo del Rabal”. Al subir al palco y saludar a Su Majestad, “Lagartijo” le pidió el indulto de su banderillero. Al parecer, el indulto le fue concedido. La afición solicitó un toro más y fue lidiado y muerto a estoque por Valentín Martín, de la cuadrilla de Salvador Sánchez.

El siguiente visitante real fue Alfonso XIII, el 18 de octubre de 1903. Siete toros de Ripamilán, de Ejea de los Caballeros, y uno de Aleas, de Colmenar Viejo,  para Francisco Bonal y Casado “Bonarillo”, sevillano, su paisano Joaquín Navarro “Quinito”, Miguel Báez y Quintero “Litri”, padre y abuelo de los otros “Litri” que en el toreo han sido, de Huelva, y el también sevillano Manuel Jiménez “Chicuelo”, padre y abuelo de los “Chicuelo” sevillanos. Viento y temperatura desapacible y el soberano, que a las 9 de la mañana había asistido a una misa en la plaza de la Constitución, hoy de España, abandonó el palco de honor a la muerte del quinto toro. El cronista Francisco Soto “Sotillo”, maestro nacional que publicaba sus crónicas en “Sol y Sombra”, apuntó: “El Rey, tal vez aburrido de tanto aburrimiento, se retiró del palco”.
Alfonso XIII volvió a Zaragoza y a los toros el 14 de junio de 1908, con motivo de la Exposición Hispano-francesa del Centenario de la Guerra de la Independencia. Toros de Miura para Rafael Molina y Martínez, sobrino carnal  de “Lagartijo” el grande, del que tomó su apodo, que resultó herido por el tercer toro, y Vicente Pastor. En el quinto toro también resultó herido en el pie derecho Francisco Codes “Melones”, picador de Gea de Albarracín, Teruel, casado con una hermana de “Lagartijo”. Alfonso XIII visitó la Exposición, que más que industrial fue comercial, y les regaló a los diestros unas pitilleras de plata.

No se han dado más corridas reales en la plaza de Zaragoza. Sí tenemos consignadas las varias presencias de la infanta Isabel, la “Chata”, hermana de Alfonso XII. Las primeras en 1892, el día 17 de octubre, con Manolo García “Espartero” y Rafael Guerra “Guerrita”, que le brindaron sendos toros y a los que la infanta regaló unos alfileres de corbata que tuvo que ir a comprar durante el festejo el alcalde de Zaragoza, señor Sala. Hubo un séptimo toro de gracia que mató el abuelo de Victoriano Valencia por cesión de su maestro “Espartero”. Al picador “Curro”, que se encargó del tercio de varas de este toro, la infanta le obsequió con cien pesetas. Volvió la infanta Isabel a Zaragoza en los años 1927 y asistió a todas las corridas de la Feria del Pilar, mientras que no se tienen noticias de que Juan Carlos I, en su etapa de la Academia Militar, acudiera a ningún espectáculo taurino. Sí que lo hizo el Jefe del Estado Francisco Franco, el 13 de octubre de 1954, corrida en la que, con  toros de Alipio Pérez T. Sanchón, actuaron Julio Aparicio, que puso banderillas y cortó dos orejas, Antonio Ordóñez, dos orejas y rabo, y Antonio Chenel “Antoñete”, sin trofeos.


La lista de espectadores ilustres la encabeza la duquesa de Alburquerque, esposa del virrey de Aragón, hacia 1793, muchos años después, el duque Wladimiro, hermano del Zar de Rusia, hacia finales del XIX, Santiago Ramón y Cajal, “no partidario”, que hizo las pruebas de una emulsión para las placas fotográficas de color en la plaza de toros de Zaragoza, el actor Emilio Thuiller, al que el novillero Pablo Lafuente “El Gordo”, el 27 de mayo de 1900, brindó un novillo de Celestino de Miguel y  el actor le obsequió con un billete de 50 pesetas,  el violinista navarro Pablo Sarasate en 1908, 24 de mayo, corrida de Beneficencia, brindis de “Moreno de Alcalá y el regalo acostumbrado, toros de Catalina y la compañía de Rafael “El Gallo” y Curro Martín Vázquez,  los actores María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza, 13 de octubre de 1919, con “Joselito” y Gaona en el ruedo,  Miguel Fleta en su triunfal vuelta al ruedo con Nicanor Villalta (1925), el general Sanjurjo, con brindis de Juan  Belmonte el 13 de octubre de 1927, la cupletista Paquita Escribano, de la que se enamoró Rodolfo Gaona, el boxeador Paulino Uzcudum, el aviador García Morato, el general Queipo de Llano, el escritor José María Pemán,  el doctor Rodríguez Campoamor y sus festivales del Sindicato de Estudiantes, Hemingway en el Pilar de 1956, cuando Ostos le brindó un toro a su esposa, y el 27 de junio de 1959, en la primera corrida del llamado “Verano Sangriento”, las diez corridas del enfrentamiento de Luis Miguel y su cuñado Antonio Ordóñez, y el doctor Barnard, el de los trasplantes de corazón, que asistió a una novillada el 27 de mayo de 1968. Hacía los años 80 del siglo pasado, 1984, el poeta Rafael Alberti, que se lamentaba de los toros tan grandes que le echaban a Roberto Bermejo recién doctorado. Solo una muestra de los muchos personajes que han pasado por la plaza de Zaragoza a lo largo de sus muchos años de existencia.