miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL MOZO GRANDE



Tenía muchos temas en mi pequeña pantalla; podía hablar de Manuel Benítez, Curro Romero o Epifanio Rubio Borox, grande como un oso, tierno como un arcángel. De Manuel Benítez hasta han pasado en  la televisión de España un corto muy largo, de una hora, contando su vida gentes de toda índole y alguna mal encarada, como de pontífice desmitrado. A nadie se le ocurrió decir que el de Palma del Río encontró el temple una tarde del año 1964, en la plaza de “El Toreo” de México. A su poderosa muleta imprimió el sentido del temple, la suavidad, el encanto de la embestida de un toro de Ernesto Cuevas. Lo sé porque yo estaba allí. Pero tampoco puedo olvidar toda la zahorra que enmascaraba ese poder y su innegable valentía. Califa sucesor de la estirpe que coronara hace muchos años, segundo tercio del siglo XIX, don Mariano de Cavia, primero de los artífices de la crónica taurina como pieza literaria. También se ha hablado y escrito mucho de los 80 años de don Francisco Romero. Yo, que nunca he sido currista, comulgo más con los artistas que fueron incondicionales del de Camas. Soy romerista como Manolo Caracol, Pepín Cabrales y “Picoco”. Un día estaba en Sevilla, en la Maestranza, y toreaba Curro con Juan Antonio Ruiz “Espartaco”. En una fila más adelante, los hermanos del de Espartinas y a mi lado, “ Picoco”. Tantas cosas le decía este al camero que, ya harto, uno de los hermanos se volvió y le espetó con algo de violencia: “Es usted mucho de Romero”. “¿Qué si soy? Vamos, que se muere mi padre y torea Curro en Sevilla y le digo a los míos que vayan rezando que ahora vuelvo yo, cuando termine la corrida”. Y a la salida, alguien le preguntó a “Picoco” como había estado Curro y le contestó: “Ahí le he dejado, dando media verónica”. Soy de estos romeristas, no de los que confunden y lían unas cosas con otras. Por ejemplo, el día que un espectador saltó al ruedo a insultarle cuando Romero llevaba el estoque en  sus manos. Ese día no fue el que se negó a matar un toro. Y recuerdo la tarde de Madrid, con un toro de Bohórquez. No le habían banderilleado cuando ya Curro portaba espada y muleta para iniciar la faena. Son cosas que no se pueden explicar. Yo las cuento, pero no las explico. De vez en cuando le pido a Gonzalo Sánchez Conde que me cante un fandango por lo bajo y se me amontonan los recuerdos.
Pero mi personaje hoy, por encima de los “monstruos”, es Epifanio Rubio, de Nombela, picador de toros bravos porque en 1937, con 16 años, se colocó en la finca de “La Companza” y, al final de la guerra, se encontró con los hermanos Dominguín que volvían de Portugal a la finca que llevaba su madre. No sé si Domingo se había caído ya del caballo como San Pablo pero al revés, aunque la cosa fue bien sencilla: ¿Cómo se gana más, con el azadón o con la vara?  Pues, al caballo, aunque Epifanio, hasta su debut como picador reserva un día del Corpus en Toledo (22 de junio de 1945), no había montado nada más que en burro o en mula en tareas campestres, labrar con  el arado romano o transportar leña para el hogar. El picador reserva de aquellos tiempos era el que paraba el primer impulso de los toros, dejaba el paso al de tanda y se hacía como el hierro en el yunque, a golpes. Aquel día del luminoso Corpus toledano actuaban a las orillas escarpadas del Tajo los tres hermanos Bienvenida, José, Antonio y Angel Luis, los tres eternizados por el color y el movimiento de los pinceles de Roberto Domingo. A Mora de Toledo con los Dominguín, primero Pepe, luego Luis Miguel. Pepe le enseñó a leer y escribir y tiempo después dibujó su semblanza literaria en su obra maestra, “Mi gente”. Entre unas cosas y otras, el de Nombela cobró 1.750 pesetas en cuatro meses . Aprendió a caer antes que a picar y a que no hay que dar un paso atrás porque entonces el enemigo se crece más. ¿Miedo? Solo al fracaso. Dámaso Gómez, Pepe, Domingo y Luis Miguel. Siempre Luis Miguel. Reapareció el “uno” y su jefe, Santiago Martín “El Viti” comprendió su abandono.
Grande, enorme. Dos hermanos siguieron sus pasos, Mariano y Ladislao, como el padre, al que en el mundo de los toros se conocía como “Chiquilín”. Domingo Ortega, “Cagancho”, Julio “El Vito”, Jesús Córdoba, “Macandro”, “Pedrés”, Antonio Ordóñez, “Jumillano”, “Litri”, Palomo, Curro Vázquez, José Luis Palomar… Con este último tomó parte en la llamada “corrida del siglo” de Madrid y picó el último toro. Con Luis Miguel se bajó del caballo en Carabanchel para que el de Príncipe, cerca de Huertas, Casa Alberto y “La Alemana”, consumara su hazaña de picar a un toro sin mona ni castoreño (3 de octubre de 1952). Muchas primeras figuras que se entregaban a la fuerza y la templanza del “Mozo Grande”. Doce años con el de Vitigudino. En 1971, en América, picó en tres ruedos diferentes en un espacio de 18 horas: a las 9 de la noche en Bucaramanga, a las 12 de la mañana del día siguiente en Bogotá y a las 4 de la tarde en Medellín. América de arriba abajo. En México, un día mi tía Pilar Merenciano le invitó a caracoles y el comentario fue de lo más expresivo: “Señora, los caracoles estupendos, pero ¡la salsa…! Sin palabras. No era hombre de mucho hablar, pero muy expresivo. Si me dejan ponerme cursi podría decir que sus claros ojos azules hablaban entre las blancas espumas de sus pobladas cejas. Tenía un gran carisma y por ello no me extraña que llegara a ser alcalde de su pueblo, de Nombela. Autodidacta como otro toledano ilustre, Domingo López Ortega, reflexivo, sensato y sentencioso. El banderillero Mella, el compañero de los tiempos gloriosos de “Magritas”, un día le pidió un préstamo a plazo indefinido, veinte duros. “Toma cuarenta y ni me los devuelvas ni me pidas más”.

Ha muerto Epifanio Rubio Borox “Mozo”. ¿Por qué lo de mozo? “Tenía tres años y ya me lo llamaban”. Quizá por su amplia humanidad desde chiquitito. Humanidad física y espiritual. “Pinturas”, Chaves Flores y los “Mozo”. Manuel Rodríguez “Tito de San Bernardo” con el capote a una mano, “El Boni” antes, “El Vito” con los palos. Y en Madrid, Orteguita, “Faroles”, Valbuena, Parrao o “Miguelañez”, apoderado solo de rejoneadoras después de haber largado tela a tantos toros por delante de su amplia barriga, “Aldeano Chico” a caballo, el que dio la alternativa a “Mejorcito”, los García de Pérez Tabernero, “Salitas” desde los campos de los Urquijo, Barroso o Lausín y “Melones”. Tantos y tantos que me vienen a la memoria ahora que estoy de evocación de un mozo que se hizo hombre en los campos de Toledo y que, sin desertar de su nacencia, se hizo caballero, vara de detener en su mano derecha y riendas de cuero en su izquierda. Y un corazón como él de grande. Epifanio, epifanía, manifestación, aparición, adoración de los Reyes Magos. Mozo, que Dios te lleve en su cuadrilla. Amén.   

viernes, 29 de noviembre de 2013

LA CARICATURA SANGRIENTA

Eran los finales del siglo XIX, se habían retirado “Lagartijo” y Frascuelo” y asomaban por el foro “Espartero” y “Guerrita” y a don Antonio Peña y Goñi se le ocurría hacer la siguiente pregunta: “¿Dónde están los toros después de la retirada de “Lagartijo” y “Frascuelo”?” Y él mismo se contestaba: “Cabras, chivos, becerros, gnomos, así llaman los periódicos a las reses que se lidian en las plazas de Madrid. El mal terrible, el cáncer que mata el espectáculo está ahí, en la falta de toros”. Manolillo se salvó de la quema porque murió a cuernos miureños, pero el segundo Califa no se escapó ni con alas. Se decía antes que “no hay mal que cien años dure”, pero  en esto de los toros, si escarbamos, el mal dura dos o tres siglos, desde que se impuso la corrida de toros como espectáculo habitual, mediado el siglo XVIII. Y es que, como ya he dicho alguna vez, no cambia la idiosincrasia del espectador taurino y no ha existido el torero perfecto. Y me parece muy bien que se juzgue a unos y otros en función de los gustos de cada cual porque lo de la democracia imperativa se diluye como un azucarillo en un vaso de agua cuando uno se da cuenta de que lo de la igualdad de hombres y mujeres y entre hombres y hombres es pura entelequia, gracias a Dios. Carlos Herrera, “Herrera Carlos”, que tiene un bar de tapas junto a la Real Maestranza de Sevilla y algo debe de chalanear en esto del toro, afirmó hace unos meses que los tres diestros que habían cambiado el toreo desde los tiempos del Guerra eran “Manolete”, “El Cordobés” y Paco Ojeda (o Dámaso González). Me quedé anonadado. A “Manolete” le purificó “Islero” en el momento en que más arreciaban las críticas a su toreo y a su administración, la revolución cordobesista se basó más en lo crematístico que en lo artístico y “bienaventurados sus imitadores porque de ellos fueron sus defectos” y el de Sanlúcar, no tanto como José Tomás, renunció al mando del escalafón. Hasta “Joselito”, del que decía Corrochano que era “el toreo”, tenía sus puntos débiles y no precisamente el del conocimiento del toro y su lidia y, por desgracia, cayó a cuernos de “Bailador” porque el astado de la viuda de Ortega era  burriciego y a los toros de esta condición no se les puede dar distancia y perderles la cara. Se lamentaba don Gregorio, se lamentó toda España. Paradójicamente, a “Manolete”, tan vilipendiado por algunos que luego se rasgaban las vestiduras por las opiniones escritas de papá Ernesto, le mató su honradez. Y Manuel Benítez supervive como los Beatles o el bandido Luis Candelas. Por cierto que en las cuevas que llevan su nombre y que abrió al pie de las escaleras del Arco del Cuchilleros el diestro Félix Colomo (una cabeza de toro que había en la popular taberna llevaba esta leyenda: “Este toro lo mató Félix Colomo no sabemos como”) se ha dado un chusco acontecimiento: desde hace muchos años, un hombre, a la usanza bandolera, hace guardia en la puerta con un trabuco al hombro y, no ha mucho, unos policías municipales le exigieron el permiso de armas para poder exhibirla como reclamo de clientes soñadores. Un arma del XVIII, o su imitación, que para ser utilizada hay que cargar por la boca, ponerle pedernal, que salte la chispa que encienda la mecha y produzca la explosión de la pólvora y lance el plomo, necesita del correspondiente permiso municipal. Complicadillo.

Más sencillo es caricaturizar a los toreros de hoy y dos son especialmente, los destinatarios de la crítica esperpéntica, Julián López “El Juli” y José Antonio Morante de la Puebla. ¿Por qué? Supongo que en ambos casos porque mandan en las taquillas. Son, ahora mismo, los que más gentes llevan a las plazas en detrimento de otros diestros puede que del gusto de los comentaristas. Lo peor es que la caricatura se acentúa con rasgos ridículos, deformantes, exagerados. Conocí a grandes caricaturistas angélicos, Paco Ugalde, de Tarazona de Aragón, paisano de Raquel Meller, Sirio, Cronos o el más moderno y taurino Vinies, y nunca molestaron a nadie con sus monos geniales. Hubo, en el Romanticismo, la sátira despiadada del hermano de don Gustavo Adolfo, sátira acentuada con el paso del tiempo y dulcificada por la censura dictatorial. Entonces había que agudizar el ingenio.

Y me ha extrañado que un hombre tan  versado, y hasta puede que aficionado, como Ignacio Ruiz-Quintano, en ABC, se complique la vida y afirme tajantemente lo siguiente: “Y en la tauromaquia, Morante es la Cecilia de los Gallos, Rafael y José, y solo con esa cosa suya de poner en conversación las barbilla con el  esternón, o sea, el chafarrinón”. ¿Y quién es doña Cecilia? Yo nací a unos quilómetros de Borja, en donde está el monasterio de La Misericordia, lugar en el que la octogenaria (pecados perdonados) doña Cecilia trató de restaurar el Ecce Homo que pintó don Elías García Martínez, alicantino de nacimiento,  casado con una zaragozana y padre del segundo de los escultores aragoneses, Honorio García Condón ( por si las bromas, cambió su apellido por el de Condoy),  y de otro hijo pintor apreciable, profesor de dibujo en la Escuela de Bellas Artes y en el Instituto de II Enseñanza de Zaragoza y que dejó en los muros del monasterio borjano una estampa al fresco dentro de los parámetros de la tradicional pintura religiosa. Doña Cecilia, pintora doméstica, decidió un día que había que restaurar esta obra, metió sus pinceles en los óleos tenebrosos y disfrazó al Cristo doliente de primate barbudo, cosa que a algunos les hizo una gracia desternillante y pusieron de moda la visita al lugar sagrado cercano al de Veruela, al amparo del Moncayo, refugio veraniego de los Val-Carreres. Se cobró la entrada para beneficiar al culto santo y a doña Cecilia se le proporcionaron lisonjas, exposiciones y homenajes y no sé si alguna compensación económica. Yo, la verdad, le hubiera impuesto el pago de las costas de la recuperación del apreciable original.

De todo ello creo deducir que Ruiz-Quintano acusa a Morante de la Puebla de ensuciar la imagen que tenemos de los hermanos Gómez Ortega, los Gallo, cuestión complicada porque no sé si en el toreo encontraremos dos hermanos más dispares entre sí, física, anímica y artísticamente. Rafael, gitano, bajo de estatura, arte puro, inspiración y arrebato. José, payo, estilizado, técnico, reflexivo y templado. Por mucho que Morante hunda su barbilla en el esternón no puede “chafarrinear” a ambos. Y, desde luego, Morante de las Puebla no es un torero doméstico.


A la gente estas cosas le llegan al alma y se supone que cuando leen los periódicos de papel o los etéreos sacan sus consecuencias y obran en consecuencia. Esto último no me lo creo ni yo mismo. Hace unos años le preguntaron a Juan Belmonte, oráculo admitido por tirios y troyanos, los de José y los de Juan, por la categoría crítica de don Antonio Díaz Cañabate y, escueto y sentencioso, el falso trianero contestó a lo gallego: “En nuestros tiempos, en los de José y míos, el era de Vicente Pastor”. Ahora, y me mojo sin red ni salvavidas, se puede ser de Padilla o “El Fandi”. Yo prefiero a Morante. O al “Finito” de la última feria del Pilar. Si bien, como también he repetido hasta la saciedad, el mejor aficionado es el que tiene más capacidad para entender a más clase de  toreros. En este “planeta” que, como nuevo Galileo, descubrió “el Caña”, cabemos todos. Y cuantos más, mejor. 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

LA BUENA INFORMACIÓN

Tengo muy poca confianza en que la Fiesta Española despabile vía gubernamental. Lo que mejor podía hacer el Gobierno por ella sería rebajar el IVA y eliminar los reglamentos. La Fiesta sin corsé ni impuestos. Nada de protecciones o subvenciones. La Fiesta por la Fiesta. La Fiesta en manos de los ganaderos, torero y aficionados. Los demás, amanuenses. Pero, claro, hay que contarla bien y no ampararse en la crítica contumaz, dictada, pedreste y sanguinolenta. No eres buen crítico ni buen picador en versión moderna si no haces sangre y llega un momento en que la a la gente la sangre le ahoga y deduce que lo mejor es no ir. Pasamos de la complacencia general a la pantalla más oscura en la que todo son ruinas, mentiras y truculentos manejos de empresarios, ganaderos, toreros y apoderados. Y es cierto que el toreo es un engaño – engaños se llama a capotes y muletas – pero un engañar al toro sin engañar al público, que, ¡cómo no!, es hoy el más ignorante de todos los tiempos.

Mis años me obligan a pararme y meditar y luego a decir lo que pienso porque para ello tengo la bula de la edad. Un amigo que he heredado de mis hijos me ha mandado unos vídeos de Morante de la Puebla con una faena en Pontevedra con un toro de Alcurrucén y vestido de negro y profuso bordado en plata, y otra en Huelva vestido de rojo y oro. ¡Qué momentos! Armonía, ductilidad, continuidad, improvisación, inspiración, discurso, silencio, musicalidad, más silencio, embobamiento… Pascual, el amigo, me hablaba del lujo del caviar y yo le conté la anécdota de Alfonso XIII y el Nuncio de Su Santidad que le reprochaba al Borbón sus infidelidades matrimoniales. A Don Alfonso no se le ocurrió otra cosa que invitar al Nuncio a comer todos los días en Palacio y todos los días le servían caviar, hasta que, harto de tal manjar, el embajador vaticano planteó su queja. – Majestad, todos los días caviar… A lo que el Rey contestó. – Pues, todos los días Reina…

Mezclado con los dos vídeos venían unas declaraciones de José Antonio Morante en el tono sosegado de los artistas impares. Comentaba su próxima aventura en Ronda con seis toros. Son días especiales y hay que sacar variedad, con el capote mi base es la verónica y la chicuelina, luego los remates, alguna larga y una arrebatada media. Que le divierte más el toreo en movimiento que la quietud, el color, el moverse y hacerlo lucidamente. Pienso, yo, en  Domingo Ortega, al que el de La Puebla estudia. Estudia y después improvisa. De las corridas de los mano a mano, una oportunidad más, interés añadido, de las esencias diferentes de Belmonte y Joselito, de Ordóñez, Antoñete o Paula. “De Paula he aprendido mucho y me ha enseñado mucho”, confiesa.

Hubo un tiempo en que se habló de la posibilidad de que Curro, el de Camas, don Francisco el de la Tello, lidiara un toro solo con el capote, cosa que ya se había planteado mucho antes con el sevillano Antonio Gallardo. Morante duda y se confiesa tradicionalista. Que surja lo que surja en el momento que sea, pero por su cauce, capote, muleta y espada. Sentimiento. Demostrar lo que llevas dentro y que el público se emocione. ¿Y miedo? Sí, sí, miedo a que me coja un toro. Un gran temor. ¡Qué ayudado por alto, señores! Esos es arte, lo que se recuerda pasado un tiempo. Hay que dejar pasar el tiempo. Y Pepe Luis confirmaba: “Arte es aquello que perdura”.

Otro amigo, José María Portillo, me ha enviado la tarde de Córdoba de Morante, también con el vestido negro bordado en plata, y por la que le han concedido el trofeo MITRHA, de plata también, un trofeo muy singular que representa una divinidad indoiraní, el dios de la luz solar o la Tauroctonia, un joven con gorro frigio matando con sus manos un toro de cuya sangre fluye la vida eterna. Un Teseo en versión oriental. Todo se lo merece la gran trayectoria artística de José Antonio Morante de la Puebla.

Pero es que me acuerdo de muchas cosas más de este tormentoso año “trecemundista”. De José Mari Manzanares en Nimes, por ejemplo. En otros tiempos, al alicantino le hubieran elevado a los altares por matar a tantos toros en la suerte de recibir, apenas sin tener en cuenta la profundidad de su toreo que salta sin romperse ni rasgarse las alambradas de las barreras de las plazas de toros. Que sea torero tan hondo y que culmine con tanto acierto la última suerte no sé si ha habido una “manita” de ellos. Yo recuerdo a dos, muy diferentes entre ellos y nada que ver con el hijo de Dols: Rafael Ortega y Paco Camino. Y me agarro a la realidad “in saecula saeculorum” de Ponce, más de dos décadas en dos siglos diferentes, único en nuestra historia y camino de las bodas de plata, la hondura de Miguel Ángel Perera o la fantasía improvisadora de Talavante, incluido su cante por fandangos. Como dice Morante, “es lo que surge en el momento”. Como lo que surgió una tarde en Zaragoza, en lo que iba a ser, a juicio de los sabios comentaristas modernos, una feria desastrosa. Lo de “Finito de Córdoba”. Ya lo sé, ya lo sé, el premio fue para Fandiño o para Padilla. Pero lo que se recuerda es lo de Juan Serrano, el cordobés nacido en Sabadell. Ya lo decía Pepe Luis: “lo  que perdura…”. Y yo me acuerdo del sexto toro de Peñajara que derribó a una mano, mejor, a un cuerno, de la preciosa corrida de Bañuelos, del cuarto de Núñez del Cuvillo y de dos toreros que tienen que sonar mucho más, a cántaros, como el llover, a trompetazos: Antonio Gaspar “Paulita” y Manuel Jesús Pérez Mota. Y hasta de un novillero que se llama Juan Torres y que se anuncia como “Juanito”, bullicioso.

Ciento setenta y tres matadores figuran en las estadísticas de la temporada y, al margen de los citados y el triunvirato de cabeza, Padilla, “El Fandi” y Fandiño, a mí se me vienen a la memoria una decena de diestros en los que se puede confiar y a los que se puede esperar: “El Juli”, largo y macizo, Sebastián Castella, inmutable, y Antonio Ferrera, en buenas manos y en adecuado progreso. Jiménez Fortes si no se achica ante tanta cogida, Joselito Adame, proyectado hacia el éxito en Madrid aunque tuvo que esperar hasta el mes de agosto, Manuel Escribano, también previo pago del tributo casi obligado, Juan del Álamo, calidad, Luis Bolívar con la garantía de su tierra colombiana, y Uceda Leal, torero completo al que le falta el decisivo empujón. Y en este año que ya se esconde bajo el manto de las hojas amarillas, sólo tres novilleros han tomado sus correspondientes alternativas en otras tantas plazas de primera: Pascual Javier en Valencia, Juan Leal en Nimes y Sebastián Ritter, del que tengo más referencias, en Madrid.


No hablo de José Tomás, el hipotético “SALVADOR” de la Fiesta según sus adoradores, porque él mismo ha renunciado a tal ministerio. Al heredero de Juan García “Mondeño”, la propia Fiesta se lo demandará porque, en la situación actual, sería necesario y aconsejable que acometiera semejante EPOPEYA. El mismo Tomás dijo que, para él, torear es vivir. ¡Viva, José Tomás!

jueves, 7 de noviembre de 2013

LA CASA DE CÓRDOBA DE MADRID

Conocí su domicilio social y su capital humano en 1961. Había fundado la revista “Fiesta Española” y, en una de sus primeras portadas denuncié a Antonio Bienvenida, Antonio Ordóñez y Manolo Vázquez como culpables del auge torero de Manuel Benítez. Dos cordobeses, Fernando Sánchez Murillo, de Cabra, “en mi pueblo el más tonto hace relojes y el más listo es ministro”, y José María Mialdea, de Montoro, en el viaje a Córdoba para la alternativa del de Palma del Río, “en llegando a Montoro, todo arreglado”, vieron la revista y acudieron a la redacción para conocerme. Nos hicimos amigos íntimos, compañeros de fatigas y compadres con Fernando, cuñado de Tito de San Bernardo y Manuel Luque y yerno de “El Aguardentero”. Mialdea se dedicaba al alto comercio y vendía “Gallina Blanca” al por mayor  y, algún tiempo, a asesorar a don Jorge Villén, propietario de la Editorial Escellicer fundada por José Maria Pemán. Ellos fueron los que nos llevaron a la Casa de Córdoba a mí y a mis compañeros de la redacción de “Fiesta Española”, a amigos y parientes. Allí casamos a mi primo José Luis Cerezo con Maribel y a Manolo Francisco Molés con Angelita Novo, ambas hijas de socios del centro regional cordobés. Y yo no lo hice porque me dieron calabazas.

El presidente de la Casa era el hermano del ministro José Solís Ruiz, “la sonrisa del Régimen”, ministro secretario del Movimiento y del Trabajo con Franco y también ministro tras su muerte, en 1975. El ambiente era muy familiar y en aquel lugar de Martínez Campos, en el 32, se reunían muchos cordobeses, pero también gentes de otros lugares como los Casas, los Novo, de procedencia gallega, de Ciudad Rodrigo o Aragón. Tenía un gran ambiente el bar que llevaba un ciudadano de Hornachuelos, casi mil kilómetros cuadrados extensión y cinco mil habitantes en la Sierra del mismo nombre, y su esposa. La Casa daba para reuniones de todo tipo, tertulias, partidas de cartas, conferencias o concursos de toreo de salón y entrega de los premios de San Isidro.

Recuerdo que en una de las conferencias – coloquio hubo un espectador colmenareño que le preguntó a Victoriano Valencia por lo que le había regalado “Joselito” al mayoral de la ganadería de Martínez el día de los siete toros de Madrid. ¿Usted lo sabe? – inquirió Victoriano. Yo sí – le contestó el inquisidor. -Entonces ¿por qué me lo pregunta? Dígalo usted. --Una petaca para los puros. Curiosidad satisfecha. Victoriano siempre ha sido un magnífico y agudo tertuliano.

Casi todas las tardes acudía a la Casa a tomarse su vinito el ínclito Madueño, taxista y versificador que también, como el ministro y su hermano el presidente, era de Cabra y que todavía no conocía la anécdota del ministro Solís y Torcuato Fernández- Miranda. -¿Para qué sirve el latín? -Pepe, para que a ti, que eres de Cabra, te llamen egabrense. Madueño lo arreglaba con este pareado cuando le hacían la pregunta: -En su mala intención lleva usted la penitencia, yo de Cabra, usted …

Se instituyeron los premios de la Feria de San Isidro que tenían como titulares a “Guerrita”, “Machaquito” y “Manolete” y que premiaban, y todavía premian, a diversos aspectos de las corridas de la Primera Feria del Mundo. El acto de entrega de los premios se celebraba en los jardines de la casona que fuera de don Niceto Alcalá-Zamora con un acto multitudinario y brillante, al que teníamos que asistir los miembros del jurado tocados con el sombrero cordobés que nos regaló la entidad, incluido don Carlos de Larra, “Curro Meloja”, el que durante tantos años fue el titular de la sección taurina de Radio Madrid. ¡Qué dirá don Curro esta noche! , le gritaba “El Ronquillo” desde el bajo del 7 cuando don Antonio (Bienvenida, se entiende) cuajaba una más de sus muchas tardes madrileñas.

Otro de los eventos taurinos que tuvo como escenario la sede de la Casa de Córdoba fue un Concurso de Toreo de Salón de 1963, al que acudieron aspirantes de todos los rincones de España. Se celebraba en los jardines de la casona los domingos por la mañana y formaban parte del jurado Pepe Valencia, tío de Victoriano, primer matador de toros de los cuatro de la familia de los Roger, Rafael Llorente, el torero de Barajas, el apoderado Juan Ramos que lo fue especialmente de Mario Cabré, el ganadero Higinio Luis Severino y mi padre, Benjamín Bentura “Barico”, periodista integral y alma de la revista “El Ruedo” desde antes de convertirse en publicación semanal y hasta que lo jubilaron para castigar mi osadía de publicar otra revista de toros. Yo me empeñaba en componer la figura con la muleta al final de la sesión, antes de los vinos de rigor y Botán inmortalizaba mi buen estilo al natural  con la izquierda. De aquellos aspirantes a la gloria torera recuerdo nombres de algunos que hasta llegaron a tomar la alternativa, aunque  mi amigo Manolo Cano, cordobés de nación, vocación y conducta, me animase en el empeño porque hasta era posible que lográramos descubrir a un par de buenos mozos de espadas. Sonaron algún tiempo Ignacio Castro y Rafael Gámez y llegaron a cierta altura profesional Aurelio Núñez, Curro Escarcena y Pascual Benegas. Hubo su prueba práctica en San Sebastián de los Reyes y el premio de un traje de luces, un capote de brega, muleta y otros adminículos toreros gracias al patrocinio de “Pedro Domecq, S.A.”. Como espectador especial, recuerdo a Fidel Perlado, un belmontista de hueso colorado que hasta llevaba una foto de su ídolo orinando. Hecha por la espalda, claro está. Por cierto que la foto que se publicó en la portada de “Fiesta Española” a la muerte del trianero de la Alameda de Hércules, estaba dedicada al señor Perlado y fue de tal impacto que creo que figura en la exposición de Sevilla que actualmente recuerda a “los dos más grandes”.  


La Casa de Córdoba tenía en esos años 60 un ambiente taurino muy especial y, además, contaba con el marco ideal de la casona de don Niceto, frente a la de Sorolla, hoy museo sorprendente, en Martínez Campos, entre Zurbano, en donde vivía de soltera la Reina Fabiola, y Fernández de la Hoz. Niceto Alcalá-Zamora y Torres nació en Priego de Córdoba el 6 de junio de 1877 y murió en Buenos Aires el 18 de febrero de 1949, fue un estudiante prodigio y llegó a presidir la I República como miembro del partido Liberal y Monárquico y también lo fue de la II República,  como socialista, desde el 2 de diciembre de 1931 hasta abril de 1936, cuando fue sustituido por Manuel Azaña ante las discrepancias del de Priego con sus compañeros de Gobierno. Fue un hombre brillante intelectualmente, políticamente sincero y, tras la guerra civil, se le respetaron sus excelencias y sus propiedades. Ahora, todos aquellos recuerdos son, creo, un complejo hostelero. ¡Cómo cambian los tiempos! O los hombres, aunque quieran seguir siendo humanos. ¡Ampáranos! arcángel San Rafael, el de las alas blancas, no como el de San Miguel, que en el pueblo de mi esposa lo representan con alas negras. ¿Las de Satán? La guerra de los arcángeles. 

viernes, 25 de octubre de 2013

EN LA MUERTE DE CURRO PUYA II


Ahora duran muy poco los duelos porque los instrumentos de comunicación son de lo más etéreos. Apenas unas horas. Pero para eso está el recuerdo. Mi recuerdo. Yo conservo una imagen dulce y entrañable de Francisco Moreno Vega, hijo de la hermana de Francisco y Rafael de la Vega, los dos “Gitanillo de Triana”, aunque el mayor se fundiera en el sonoro “Curro Puya” con el que pasó a la Historia. “Me la ganaste” – le dijo Juan a José después de lo de Talavera. La mayoría de los panegiristas del sobrino de los Vega de los Reyes sólo se refieren a su relación con Francisco, el que muriera en Madrid en el año 1931, porque el impacto de este fue mucho más estruendoso que el de Rafael, que, tras la muerte  de su hermano, continuó su carrera de forma discreta y, años después, amparado en la sombra de “Manolete”,  gran amigo y compadre puesto que fue padrino del hijo mayor del de Triana y la hija de Pastora Imperio. Los Gitanillo han sido muchos a lo largo de nuestra historia pese a que el primero no era gitano. Se trataba de Braulio Lausín, de Ricla, Zaragoza, que, cuando se lanzó a los ruedos, ganaba su sustento ayudando a un tratante de mulas de su pueblo y, por entonces, a los que se empleaban en semejantes menesteres se les consideraba miembros del pueblo gitano. En sus principios, Braulio se anunciaba  tan solo como “Gitanillo”, pero, a la llegada de los hermanos trianeros, añadió lo “de Ricla” para solventar todos los problemas y equívocos. Recuerdo a otros cuantos Gitanillos, el de Camas, hermano de Salomón Vargas, el profeta de Curro Romero (“Lo que le pasa a Curro es que, cuando torea, los avíos, toro y torero van a la vez”), tíos ambos del infortunado Ramón Soto Vargas, primos de “Cabeza de Tríana”, al final, por culpa del asma, mozo de espadas de Miguel Márquez, y de Vicente Vega, primer apoderado de Paco Camino, payo, de Camas y en la cumbre de los mejores. Conocí a otro gitano torero, Faustino Barragán, que se anunciaba como “Gitano Rubio” y que era un buen rapsoda que le dedicó a Manolo Montoliú un fandango a modo de elegía dramática.

Estaba con Rafael Vega de los Reyes, el “Gitanillo de Triana”, que siguió en los ruedos unos años tras la muerte de “Manolete”, hasta los 50 del siglo pasado, y que montó un colmado en el cuadrilátero taurino matritense formado por las calles Sevilla, Alcalá, Peligros y Montera, “La Pañoleta”, en el que trabajó junto a su esposa, la hija de Pastora Imperio, y tuvo cinco hijos, tres chicos y dos chicas, Pastora, casada con el torero venezolano Héctor Álvarez, que murió junto a su suegro en el accidente de carretera ocurrido el 24 de mayo de 1969, cerca del pueblo conquense de Belinchón, y Charo. Los varones , los “Gitanillo’s”, abrieron un establecimiento hostelero en la madrileña calle de  Claudio Coello que todavía pervive, creo. El padre, Rafael, hizo un disco de villancicos con Curro Romero y Antoñete, de palmero, acompañante imprescindible para el son flamenco. También fue partícipe del cartel caló por excelencia: Cagancho, Gitanillo y Albaicín.

Francisco Moreno Vega, “Curro Puya II”, continuador de las glorias y maneras de su tío, sobre todo en la interpretación de aquella verónica de manos más bajas, largo trazo y remate hacia la cadera, que sumó tardes triunfales en Sevilla, a hombros hasta su casa del barrio de Triana, y en Madrid, fin de trayecto por culpa de una grave cornada que sufrió en 1959. Y, lógicamente, a vestirse de plata para ser un excelente banderillero en las cuadrillas de Rafael Ortega, Manolo Vázquez, Litri, Curro Romero, Manolo Cortés y José Antonio Campuzano. Pero, sobre todo, en  la de Antonio Ordóñez, cuyo mozo de espadas también era de la familia de los Vega, no sé qué rama pero con toda su pinta. Con el de Ronda, mordaz hasta lo patológico, era difícil mantener el sosiego. Recuerdo una tarde en Linares cuando, al dar un capotazo de brega Antonio Galisteo, el toro hundió un cuerno en la arena y por poco se lo parte. Luego, el de Ronda le cortó una oreja y, cuando se disponía a dar la vuelta al ruedo con  la cuadrilla tras él, se volvió hacia Galisteo y le ordenó que se quedara en el callejón. También me viene a la memoria lo que me contó Manolo Carmona en cierta ocasión. Terminó la temporada y el maestro organizó unos ejercicios espirituales o cursillos de cristiandad. Al finalizar el piadoso retiro, con un Cristo en la mano, le comunicó a Carmona, primo de los Martín Vázquez, lo siguiente: “Hermano Manolo, este próximo año no vendrás en mi cuadrilla, le tienes que ceder el lugar al hermano Juan Antonio Romero”. Rápido, el sevillano (rememoro una corrida en Madrid con toros del Conde de la Corte y Antonio Bienvenida, Juan Silveti y él) le replicó: “Hermano Antonio: eres un “hijo…”. Esto me lo dices antes y no vengo al cursillo”. A Juan Antonio Romero ya le llamaban por entonces “el Ciclón de Jerez”. Los ciclones vuelven cada verano.

Hubo también un “Gitanillo de América”, pero es que en realidad se llamaba Over Gelaín Fresneda.Over Gelaín y dos más… No lo veo, no le veo. Salomón Vargas. El Sabio Vargas, sí. Cagancho, puro arte en la mirada verde. ¿Qué tienen los gitanos, madre mía?   

lunes, 21 de octubre de 2013

FARASDUES, CUNA DEL PRIMER TORERO (con rostro y biografía) Y DEL EMPRESARIO DE LAS "CINCO VILLAS" (México)


Me costó muchos años imponerlo como axioma incuestionable: “Martincho” (Antonio Ebassun), el torero al que retrató Goya al óleo y al que atribuyó el protagonismo de varias estampas de su falsa “Tauromaquia”, no era vasco, ni de Deva ni de otros lugares de las Vascongadas, Navarra o Ejea de los Caballeros, en Las Cinco Villas de Aragón, como apuntaban Premín de Iruña y José María de Cossío, más en consonancia con lo que publiqué en “El Ruedo” en 1953. Entonces, ya hace 60 años, en base a la partida de matrimonio del torero con la ejeana Ramona de Mena, di a la publicidad el que Antonio Ebassun, conocido en Madrid, Pamplona y Zaragoza y en otros muchos lugares de España con su apodo de “Martincho”, era natural de Farasdués, un municipio, entonces autónomo, a unos 14 quilómetros de Ejea, villa esta, una de las cinco, lugar de nacimiento de la esposa del diestro. Luego vino la obra magnífica del sacerdote Felipe García Dueñas, guipuzcoano, para más señas, y, en 1991, se publicó su magnífica biografía, con la que se culminaba mi empeño de darle lustre, auténtica naturaleza y perfil a la figura del primer torero de España. Lo dice García Dueñas en  su trabajo: “No es que “Martincho” se hiciera famoso porque lo retrató Goya y dio noticia de su arte y valor, sino que Goya lo pintó al óleo y en sus grabados porque era el más famoso de los toreros de su juventud”.

El caso es que “Martincho” era natural de Farasdués, hoy barrio de Ejea, y, no hace muchos días,  “El Bardo de la Taurina” (bardo es un poeta heroico o lírico en cualquier lugar en el que se hable español) desde tierras mexicanas comentaba que en la plaza de “Las Cinco Villas” de Santiago  Cuautlalpan, México, al sur de Texcoco, un novillo, “Platerito” se llamaba, le había atravesado el pulmón al novillero Ángel Espinosa, de Zacatecas, y el cirujano Jorge Uribe Camacho le había salvado la vida. (Coincidió este extremo suceso con el acontecido en Pachuca, donde otro novillo hería al novillero Juan Luis Silis en el cuello, afectándole a la arteria carótida). Ambos  gravísimos sucesos coinciden con los acontecidos en los ruedos de España en este final de temporada, hasta llegar a la espectacular cogida sufrida por David Galán en la plaza de Jaén, por lo que sacaremos la lógica conclusión de que el peligro sigue existiendo en todas las arenas del Mundo. Han evolucionado drásticamente los sistemas quirúrgicos, los remedios curativos y los conocimientos de los que se visten de blanco y se enfrentan sin preverlo a situaciones extremas, pero la fiesta de los toros se sigue basando en la posibilidad de la tragedia no deseada.

Pero ello es algo sabido e incuestionable. Muchas de las cornadas de hoy, ayer hubieran sido mortales.

El caso es que estábamos en la plaza de “Las Cinco Villas” de Santiago Cuautlalpan, los buenos oficios salvadores del cirujano Uribe y, según El Bardo, la belleza y operatividad de la plaza de los señores Marco y Domínguez y los buenos oficios de su gerente Leonardo Páez , ESPIRITU ARAGONÉS EXPANDIDO. ¡Tate!, me dije para mí mismo, aquí hay algo que me interesa como cincovillés ejerciente y como taurino de nacimiento con antecedentes ganaderos y literarios. Un amigo de Ejea, Pepe Ramón, me llevó hasta el año 36 del siglo pasado, cuando Gabriel Marco Duesca, de Casa Jordán y alcalde de Farasdués, emigró hasta la otra orilla del Atlántico, hizo fortuna y emprendió la aventura de construir una plaza de toros en Santiago Cuautlalpan, proyecto que culminó Luis Marco Sirven, con albero de  Alcalá de Guadaira y con la Virgen del Pilar en la capilla del coso santiaguista, cerca de Texcoco, la patria chica de Silverio Pérez, y de la capital federal.

Ahí está el detalle, que diría el gran torero que fue Mario Moreno Cantinflas: un paisano de “Martincho”, primer torero con rostro y biografía, levanta un coso taurino en el puro corazón de México. Al menos, curioso. La verdadera noticia es que el novillero herido evoluciona favorablemente y que, en un festejo celebrado en Pachuca, se rezó un Padrenuestro al rematarse el paseíllo para pedir por el restablecimiento del otro novillero herido, Juan Luis Silis. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

RESACA ARAGONESA


No me ha sorprendido la lista de los premios de la Feria del Pilar de este año, al menos curioso, de 2013. Conozco el origen del jurado que los designa desde que en los años 80, el diputado provincial don Ángel Esteban Enguita unificó su composición, reunió en la Diputación a peñas taurinas y recreativas, ancianos y festivos, escribidores y comentaristas y logró un tribunal amplio y heterogéneo. Por ello no me extraña que se haya premiado la faena de Fandiño a "Duermevela" como la mejor del ciclo y al propio "Duermevela" como el toro más bravo. Luego contaré la biografía del agraciado "Duermevela". Primero me asombraré de que se haya preferido la labor de Ivan Fandiño a la de "Finito de Córdoba" con el "Idealista" de Zalduendo o la de "Paulita" con el "Ginebrito"  de Pereda, ambas mucho más ligadas, armónicas y artísticas. Fandiño se encontró con una maquinica de embestir y a punto de cumplir los seis años y estuvo espectacular y arrebatado , se descalzó sin motivos aparentes y arremató su labor muletera con unos molinetes a derechas en  cadena con los más puros aromas chamaquistas. Pinchó malamente con el brazo suelto, oyó un aviso y dio la vuelta al ruedo tras la que se le concedió no muy justamente a "Duermevela" y después de que su banderillero, el de su cuadrilla, se entiende, llevara las zapatillas del maestro hasta el burladero correspondiente. "Duermevela" era un apaño en la corrida de Núñez del Cuvillo, llevaba el hierro de "Toros de Parladé", ganadería de residencia lisboeta aunque con finca en Alentejo y representante español, don Juan Pedro Domecq Morenés, línea de Vistahermosa, origen en doña Dolores Monge Roldán, viuda de Murube procedente de Lesaca y Saltillo y no mezclado con los veraguas coronados del  patriarca don Juan Pedro. Llevaba el número 84, había nacido en el mes de diciembre del 2007 y tenía el pelo negro. No hizo un buen primer tercio ante la puya de Pepe Aguado, lo banderilleó bien Jesús Arruga y ..., a embestir como Dios manda. Sonó el pasodoble "Fandiño", de Urrutia, músico que creo es hijo del cronista don Julio, y los entusiasmos se desparramaron sin tiento por la plaza.¡Osú, osú! Ahora viene cuando la matán: "Semana Grande", que es una revista semanal que dirige Marc Lavie y que yo leo ayudado por el diccionario de francés, me cuenta con la firma de "Don Modesto" y con el título de "Les paradoxes derangeants" (Las paradojas incomprensibles") que "Duermevela" nació en el citado Alentejo portugués, que le pusieron fundas, que se las quitaron por enfermar, que fue sobrero en una corrida de Alcurrucén en Sevilla, que luego fue también  de sobrero a Málaga en el mes de agosto y que tuvo el mismo destino el 4 y 6 de octubre en Madrid y que, por fin, ya muy viajado y corraleado, tuvo su oportunidad gloriosa el día 10 en Zaragoza, sustituyendo a un titular de Núñez del Cuvillo  para caer a manos de Iván Fandiño y ser premiado por el Gran Jurado de la Feria Taurina del Pilar de Zaragoza. Alabado sea el Altísimo. Por estos días he leído en las Efemérides de Heraldo de Aragón que es el 50 aniversario de la muerte de Jean Cocteau. Falleció el 11 de octubre de 1963, horas después de enterarse de que también había muerto aquel gorrioncito enamorado, dulce y melancólico que se llamaba Edith Piaf. Cocteau, que era muy amigo de Pablo Picasso y rendido partidario de la fiesta de los toros, contribuyó a divulgar nuestra gran liturgia taurica entre sus compatriotas los franceses. Ahora disfutamos de sus desvelos. Y hasta la Virgen del Pilar quiere ser francesa porque no tengo duda de que es buena aficionada. Unos cuantos de sus mantos han nacido a partir de algún capote de paseo torero. 


martes, 15 de octubre de 2013

FERIA TAURINA DEL PILAR


Hechas ya las precisiones informativas en la revista 6 toros 6, es momento de comentarios a vuela pluma sobre lo que ha sido la Feria de Zaragoza de este año 12 más uno  del siglo XXI, tiempo de modernidades, de avances técnicos, de comodidades extraordinarias y de olvidos ancestrales. Los toros con sol y moscas, apreturas, palillo entre los labios, caliqueños mal olientes, bota de vino de 18º, regüeldos y palabrotas. Cuando se estrenó la cubierta de la Plaza de Toros de Zaragoza, la primera de España, alguien de las más altas esferas televisivas la calificó de preservativo, mientras otros muchos la elogiaron, entre ellos, el cronista de ABC, Vicente Zabala, es cierto. Pero  no lo es el castizo plumilla fuera al artífice de la obra. La primera idea de la cubierta llegó desde Madrid, de la mano del novillero-arquitecto cubano Bernardo Díez “Guajiro”, ex-guerrillero castrista en la bahía de Cochinos que se estableció en España en  los años 60, que hizo sus pinitos toreros y hasta bailó con Manuel Benítez “El Cordobés” ante una vaca y que, un día de 1986 (¿?) me llamó para que fuera a Madrid y viera la maqueta que había ideado para el bicentenario monumento que construyera don Ramón Pignatelli. Su proyecto, en  armonía con la vetustez del edificio a cubrir, era de madera y grandes ventanales de cristal que se abrían a voluntad de los usuarios y mi misión, como técnico superior responsable de la Plaza de Toros propiedad de la Diputación Provincial desde 1979, transmitirle al empresario Arturo Beltrán la posibilidad de amparar al viejo coso del Campo del Toro y sus usuarios de las inclemencias meteorológicas, vientos del Este, bochornos, y del Oeste, cierzos, el del Norte, el moncayino  o el de Levante, lluvias y soles. El señor Beltrán recibió la maqueta del arquitecto cubano y convocó junto con la DPZ un concurso de ideas y más proyectos para elegir de acuerdo con la citada DPZ el que considerara más pertinente de acuerdo con las características de la plaza de su propiedad y la necesaria financiación. Al final se inclinó la balanza por la maqueta presentada por los ingenieros muniqueses que precisaban de los buenos oficios de la arquitectura, en este caso el del técnico de la Diputación, José María Valero, que consolidó la pionera obra de hormigón de la reforma del año 1918, sobre la que se montó el gran cinturón de hierro que soporta los pesos y tensiones, motores de desagüe y eléctricos del entramado mecánico sobre el que se asienta la cubierta de teflón. Muchos toreros lanzaron un profundo suspiro, incluso el ya retirado Antonio Ordóñez que, cuando venía a torear a Zaragoza, se asomaba continuamente a la ventana de su habitación del Gran Hotel para comprobar si se movían las ramas y sus hojas de los árboles de la calle Costa. Hacía tiempos que a don Baltasar Ibán se le ocurrió construir una plaza cubierta en Madrid, pero se enfrentó a muchas pegas municipales y, asesorado por Manolo Lozano Martín, de los de La Alameda de la Sagra, desistió de su empeño. Sin embargo, el ejemplo zaragozano hizo fortuna y ahora son varias las plazas cubiertas de España aunque las mejoras ambientales no estén en consonancia con el previsible aumento de la asistencia de espectadores. ¿Sera cierto que los toros, con sol y moscas? Recordemos a Carlos III que impuso normas de limpieza y salubridad a los madrileños y estos protestaron airadamente. “Son como niños – manifestó el “mejor alcalde de Madrid” –, les lavas la cara y se ponen a llorar”. 
En la Feria del Pilar de 1988, hace veinticinco años, se inauguró la parte fija de la cubierta que protegía los tendidos y al ruedo del agua y de los vientos de todos los aires citados, pero el día 15 de octubre llovió profusamente y se trasladó el festejo a la noche del 16 con un toro de Carmen de la Lastre que estoqueó Roberto Domínguez, otro de Francisco Javier Osborne que correspondió a Emilio Oliva  y cuando saltó al ruedo el tercero del mismo hierro, que correspondía a Raúl Zorita, aquello fue el diluvio que no mojó a los espectadores, pero que convirtió el ruedo en una laguna. Los toreros decidieron que se suspendiera la lidia, dos espontáneos se hincharon de darle muletazos al toro mientras que un conocido espectador amenazaba a Zorita con un paraguas. Al año siguiente se completó la obra y …hasta hoy, en que contamos con una de las plazas más hermosas y confortables de España y con una capacidad de 4 mil espectadores menos que hace años,  pero que no se llena nunca y de la que fue expulsado don Francisco Goya porque ocupaba cuatro localidades. La Diputación de Zaragoza está dispuesta a devolver a su lugar al mejor cronista taurino de todos los tiempos y a pagarle a la empresa todos los años los cuatro abonos correspondientes a esas localidades del tendido 4. No descansaré hasta que lo consiga y soy de Magallón, tierra de viñas y rallos, tierras calizas y gruesos vinos, y tengo un acúfeno como don  Francisco, pero oigo y escucho. A don Francisco, aquel ruido le llevaba a los demonios, como Carlos Sauras  retrató en su Burdeos. Bueno ¿y la segunda parte de la feria de este año? Era la parte mollar de una feria controvertida, vilipendiada y repudiada por el número de festejos, por dejar el lunes sin festejo y dar dos el domingo último, por la calidad de sus carteles, por la renovación o despido de los empleados de la plaza, por las reclamaciones judiciales de la propiedad arrendataria hacia el inquilino y del inquilino a la propiedad y por los dimes y diretes que enrarecían el ambiente festivo. El más repetido era el de la ausencia de Morante de la Puebla en el cartel del día 11, en el que se anunció (no sé quién se ha invitado el verbo “acartelar”) con Juan Serrano “Finito de Córdoba” y Julián López “El Juli” con tres toros de Zalduendo y otros tantos de “Vellosino”. De momento, yo no hubiera venido con un apaño ganadero como este. Vino, pero como si no: se puede juzgar a un torero si los toros embisten bien o mal, pastueños o alborotados, con nobleza o con malas ideas (si es que los toros tienen ideas), pero, si no embisten ni para delante ni para atrás, no hay nada que hacer. José Antonio Morante vino pero como si no. El Juli se esforzó con toda su profesionalidad en el tercero y cortó una oreja. Yo le pediría que no se inclinara tanto en los cites y que no saltara al ejecutar la suerte llamada suprema y le rogaría encarecidamente que volviera a sus tiempos juveniles, cuando con el capote se prodigaba en lances de todo tipo además de verónicas, chicuelinas, gaoneras, navarras, tapatías, villaltina, orticinas y demás “inas”, la “lopecina” (“sapotinas” en México) o la “escobina” (“aragonesa” en los tiempos de Goya), una gaonera por detrás.  Y la gran sorpresa de la tarde, la docena de lances que el cordobés de Sabadell le dio al primero de la tarde desde las tablas hasta el centro del ruedo y su faena al cuarto. Ya sé, ya sé, el premio de la mejor faena se lo han dado a Fandiño, ni siquiera a “Paulita” por su muleteo en la mañana del último domingo. Pero la obra de arte de la feria fue la faena de Finito a “Idealista”, de Zalduendo. No me pidan que se la cuente porque estas cosas no se pueden contar. Se sienten, se saborean, luego se sueñan. Pero los presidentes de las corridas no suben a los palcos de las plazas para estas cosas. Se sientan ante la barandilla engalanada por dentro con los pañuelos de colores para aplicar el Reglamento a rajatabla. El de esta ocasión, tras la muerte del afortunado “Zalduendo” (los toros también pueden tener suerte en el sorteo), se puso a contar pañuelos y le faltaban dos para la unanimidad exigida. Nada, sin oreja, don Juan Serrano “Finito de Córdoba”. Mi paisano Mariano de Cavia “Sobaquillo”, gran preboste de la Orden del Califato, le hubiera coronado IV Califa del Toreo. Yo lo he instalado en la capilla de mis devociones.

Al día siguiente me tuve que despojar de todo mi ropaje ceremonial porque hicieron el paseíllo Manuel Díaz “El Cordobés”, de Arganda del Rey, como el también cordobés Antonio Gala que es de Brazatortas, Ciudad Real, Juan José Padilla y David Fandila “El Fandi” con toros de los Domecq. El de Arganda tuvo una tarde triste, sin alegría y, además sufrió dos espeluznantes volteretas que le quitaron su habitual sonrisa de la cara. “El Fandi” hasta pasó apuros con el sexto toro que llevaba el hierro de Parladé. Se le partió un palo en un primer par de banderillas, se le cayeron los dos en otro par y se apuró en el socorrido “violinazo”. Todo tiene mérito delante de la cara del toro, pero más mérito lo que se hace templado y despacio, al paso,  y mucho más cuando el diestro se queda quieto. Pero esta es otra cuestión y “El Cordobés” es el sexto del escalafón de este año, “El Fandi” el segundo y J.J. el primero. La ha venido Dios a ver al nuevo “Pirata” aunque sea con un solo ojo. El mismo ha manifestado que, si lo hubiera sabido, se pone el parche mucho antes. Quizá tenía más mérito entonces, cuando se enfrentaba a divisas de más enjundia, “las alimañas” que decía Ruiz Miguel pese a que tenía que estarles agradecido, pero puedo asegurarles que el de Jerezno es mejor torero ahora aunque viste con mucha más elegancia. Le gente está con él y él tiene bien estudiados gestos y aptitudes. Por ejemplo, que baje su hija al ruedo, como “Kiko” subía al escenario a cantar con la Pantoja, besar chaquetas y abanicos que le arrojan al ruedo y el albero de Alcalá de Guadaira bendecido en el Pilar, brindar al cielo a la memoria de María de Villota en comunión “pirata” y lucir brazalete negro puede que en  el mismo sentido (que conste que yo también he lamentado la muerte de tan encantadora criatura y que me sorprendía por su belleza y seductora sonrisa), ajustarse la taleguilla por el lugar de las “pilas”, lavarse las manos y mojarse el pelo antes de tomar el par de banderillas. Manuel Benítez se escupía en las manos, se las frotaba con fruición y la plebe aplaudía a rabiar. Son los ídolos del pueblo y estos no resisten el análisis. ¿Lances? ¿Muletazos? De los templados y quemando la taleguilla por los muslos ni uno. Estocadas fulminantes y veloces en ambos toros y sendas orejas jaleadas hasta el paroxismo por la mayoría de los contribuyentes. Esto es la democracia, lo que no quiere decir que todos los hombres seamos iguales. La igualdad es una entelequia.

El domingo por la mañana estaba anunciada una corrida de Ana Romero, puro y delicioso Santa Coloma. Vino la corrida, la tuvieron 24 horas en el camión por no conozco qué razones, la desembarcaron y la rechazaron los veterinarios creo que por falta de trapío. Señores, el trapío no se mide por el peso y menos en el caso de los toros santacolomeños. Vinieron desde Huelva los de Pereda, de su hierro titular y de “La Dehesilla” y nos encontramos, los pocos que a la plaza fuimos, con la confirmación artística de Luis Antonio Gaspar “Paulita”, de Alagón, Zaragoza, que sufrió una voltereta espectacular en su primer toro y le cortó la oreja al cuarto, al que, tras un adornado muleteo, remató de una buena estocada,  y la armónica figura, el gusto y el buen temple de Manuel Jesús Pérez Mota, al que puede que le sobren sus voces altas en el cite y desarrollo de las suertes. El vallisoletano José Miguel Pérez Prudencio “Joselillo” sufrió una grave cornada en el gemelo de su pierna derecha.

Y el final, desconocido. Pablo Hermoso de Mendoza, Sergio Galán y Roberto Armendáriz lucieron sus habilidades en la monta de las estrellas de sus respectivas cuadras, pero no pudieron redondear una tarde gloriosa porque a los caballos les pasa lo mismo que a los toreros de a pie: si los toros no embisten no hay nada que hacer. Se lidiaron cinco toros de Luis Terrón y uno de Hermanos Sampedro, el primero, y sólo el discípulo de Hermoso de Mendoza, Armendáriz, consiguió una oreja en el sexto. A Galán se la pidieron en  el quinto pero el presidente no se la concedió y el conquense dio una vuelta al ruedo. Pablo “el Rey”, chaquetilla color sangre de toro bordada en negro, botas altas sin zahones y tocado con el catite de Sierra Morena, pudo recibir algún trofeo en el primero pero pinchó cinco veces antes de lograr el espadazo definitivo. Hubo mucha gente esta tarde, casi lleno total con Morante y buena entrada  en la tarde de los heterodoxos. En los festejos, de todo. El tiempo, templado y apacible. Salió el sol y el tranvía no dejó de circular por el Paseo de la Independencia. A los autobuses los desviaron por los aledaños y el mío ya no me lleva desde mi casa hasta la puerta del mesón “El Campo del Toro” y, al regreso, lo tengo que coger frente al museo de Pablo Serrano, que es uno más de los adefesios de la arquitectura moderna sin apenas arte por dentro. Ahora creo que está lleno de calaveras mexicanas. Los mexicanos las pintan de colores vivos, como las tumbas de sus cementerios. Bay, bay, que dirían mis nietos que, previsores del porvenir, estudian inglés.     

lunes, 14 de octubre de 2013

DIEGO RAMOS RAMÍREZ


“El colombiano de los pinceles de colores”

De Madrid a Las Landas francesas, paisaje nuevo, vivencias eternas

El año pasado  empezaba la semblanza del artista Diego Ramos Ramírez con estas palabras: “Confieso que lo conocí al momento, vi el primer plano de los alamares de una chaquetilla torera y …”. Estoy otra vez ante ese simple y hermoso alamar y, por mimetismo, un poco para empezar de otra forma, se me ha ocurrido ponerle a Diego un remoquete antes de su apellido paterno. Le voy a llamar Diego “Alamar” Ramos. Es costumbre en el toreo esto de los seudónimos: Niños, Chicos, Chicuelos, Chatos, Pepetes, Gallitos, Gitanillos, Rafaelillos o Miguelitos. Es más serio lo de “Alamar”. Pero, me arrepiento inmediatamente porque, allá por los años 60, mi amigo Rafael Herrero Mingorance, mago de la voz, la poesía, el manoletismo y la bonanza, creó en “Fiesta Española” una sección que titulaba “Alamares en su tinta”. No, no es posible, pese a mis embelesos místicos ante el citado alamar de Diego, no puedo confundir esos efluvios artísticos con el sabroso condimento de unos calamares en su tinta. O alamares. No le pongo al señor Don Diego ningún remoquete pese a lo taurino que ello sea y voy a tratar de meterme entre los pinceles del nuevo estudio del artista en tierras francesas, en Saint Martín de Hinx, en Las Landas, quilómetros y quilómetros de llanura nada más atravesar el Pirineo Atlántico por Hendaya y en dirección a París, cerca de Bayona, Dax y Mont de Marsan, triplete taurino y termal, y de Saint Vincent de Tyrosse. Diego sigue en el ambiente y se purifica en tierras francesas porque ahora nuestra Meca taurina está por aquellas tierras.

Estudia a los pintores del XIX al XX, Denís Belgrano, Muñoz Degráin, los Jiménez Aranda, Jiménez Prieto, Eduardo Zamacois, Antonio Fabrés, Pradilla , Villegas Cordero o López Mezquita, con especial interés hacia Fortuny, Sorolla o el  gran cartelista que fue Marcelino Unceta. Y de esos estudios surge la pincelada genial, no pensada sino sentida, burbujeante, como de los dedos del pianista consumado surgen las notas del “Para Elisa” de Beethoven o un “Nocturno” de Chopín. El pintor no tiene que pensar en los colores, como el pianista no tiene que estar pendiente de sus dedos y las teclas del piano. “No son pinceladas humanas, son embelesos del ingenio y la inspiración”. Y, como decía Picasso, que cuando esta llegue, la inspiración, te encuentre trabajando. Conoce, aparte de los pintores señalados, a todos los típica y tópicamente considerados como taurinos, aunque a ninguno se parezca. Es el privilegio de la personalidad.

Diego no para y, pese a esa su personalidad y maestría, no se repite. Tú sabes que ese cuadro es del colombiano aunque sea distinto del resto de sus lienzos. Y, por añadidura, es muy buen aficionado y le caben muchos toreros en  su cabeza soñadora, real e intuitiva. Sabe como toreaban los Gallos, don Juan, “Cagancho” o Pepe Luis. Lo de Romero, Paula y Morante es más comprensible porque ya hace casi veinte años que llegó al Madrid castizo de la Venta del Batán y el Rastro y ha saboreado en directo los aromas del toreo sin partitura. Conoce, con Bergamín, que no todas las figuras del toreo tienen potencial literario, poético o plástico. “Percha literaria” lo llamaba don José al definir a Rafael de Paula.

Habla de don Rafael, el Divino: “Creo que han existido muchos toreros plásticos, con empaque suficiente para ser pictóricos, “Paquiro”, “Joselito”, Belmonte, “Cagancho”, “Manolete”, Paco Camino, “El Viti”, Paula, pero como el “Divino Calvo” difícil igualar. Sin ser un hombre guapo, creo que hasta bajo de estatura, pero grandioso de movimiento y arte a raudales, sin duda, fuente de inspiración, pictórico como pocos. Es un milagro de reencarnación artística”. Diego Ramos pinta como toreaba Rafael Gómez “El Gallo”, digo yo, sin más argumento que lo que pienso que pudo ser el mayor de los Gómez Ortega, el gitano de los dos, porque José era payo como su padre, científico, cuadriculado y previsor. Hasta que se le olvidó todo en  Talavera de la Reina. Corrochano, don Gregorio, lo repetía alucinado: “Joselito era el toreo y lo mató un toro”. A Rafael casi lo mata  Pastora Imperio y nadie supo el porqué. Ninguno de los dos lo contó nunca.

Diego confiesa que pinta acompañado por la guitarra de “Tomatito” y la metralla de la garganta de “Camarón”, rota y repiquetera. Y música clásica. Esas son sus partituras sin pentagrama ni renglones, notas ni apuntes. Le sugestiona lo caló y, al margen de sus sutiles pinceladas, sus palabras definen también a Rafael de Paula: “De personalidad singular, gitano de estadísticas desastrosas y con un duende genial, con unas formas y movimientos pausados y a compás…como el mejor cante por soleas o la solera de los mejores vinos”. Luego toma el pincel entre sus manos, lo arrima a su paleta de grises y azabaches, rojos, negros o azules del revés del capote paulista y la imagen difumina completamente a la palabra. Es el arte. Lo fantástico es que acudes al moderno internet y te encuentras con el Diego Ramos integral. Un vídeo bohemio y evocador te presenta la magia femenina de Modigliani entre vinos, cafés y cigarros y el sonido de una particular Ave María para mostrar una imagen de mujer entre evocaciones a Picasso y Utrillo y, luego, una sucesión de carteles que satisfacen todas mis apetencias estéticas.

Pero, como muestra de las fuentes en las que ha bebido el genial colombiano, al margen de los clásicos maestros del impresionismo y el costumbrismo taurinos, nos enseña obras de Daniel Vázquez Díaz, Vicente Arnás, Alfredo Sanchís Cortez, Fernando Botero, José Villegas Cordero, Miguel López Coronado, el mexicano Pancho Flores, el  trío catalán formado por los castizos Fortuny, Cecilio Pla y Ramón Casas, el valenciano Sorolla y el aragonés Marcelino Unceta con aureola bendita, los desconocidos Manuel Ruiz Pipó, granadino, Antonio Uría Monzón, madrileño, y Luca Monzani, italiano, los dos españoles de muy similares trayectorias y el de Turín, curioso, y sus compañeros de la exposición de Pamplona de julio de 2013, Pablo Lozano y Eloy Morales, padre e hijo, hiper-realistas. De todos ellos y muchos más – casi todos los que en esto “han sido” – bebe, aspira y se alimenta Diego. El milagro es que él los mezcla y confunde en su paleta y nace algo nuevo. Don Jacinto, del que en otros tiempos no hacía falta citar su apellido, Benavente, decía: “Bienaventurados sean nuestros imitadores porque de ellos serán  nuestros defectos”. Claro que Ramos Ramírez no es un imitador, es un creador. Goya también copió a Velázquez para aprender. Y, como él mismo confesaba en uno de sus grabados, ya ochentón, seguía aprendiendo. Diego Ramos tiene la ventaja de tener a mano todo lo que se ha pintado en España y en el mundo, incluido el francés Manet, los ingleses, los alemanes y los americanos John Fultón y Robert Ryan.

Al repasar los carteles que han salido de la mano del colombiano, se da uno cuenta de la capacidad de absorción que tiene  este artista que nació en Cali, Colombia, el 3 de octubre de 1976, y que todavía no ha llegado a la cuarentena. Con toda una vida por delante, ahora en el cogollo de la torera Francia. Sus obras como árboles de un ya más que considerable campo, con sus robles y encinas, sus flores exquisitas, fresas silvestres, sus olivos, cerezos o dorados trigales. Las dos zapatillas abandonadas en la arena del cartel de la corrida de Beneficencia de 2007, la cuadrilla de 2004 a lo Vázquez Díaz , el toro de Alcalá de Henares, antecesor del toro de Pamplona, el niño toreando a un perro con un sombrero para el Carabanchel madrileño, que hubiera firmado José Puente en su gusto por la anécdota y el costumbrismo, el trincherazo de “Manolete” basado en el realismo de Ruano Llopis, Antonio Bienvenida de caña y azabache, memorias del número 1 de calle madrileña de General Mola y la torera familia, Paco de Lucía y Camarón, su paisano Pepe Cáceres y el cartel anunciador de su exposición en Madrid del 22 al 28 de mayo de 2009, el cantado alamar sobre la chaquetilla azul cielo, valentía, o el otro alamar clavado en la pared desconchada para anunciar la  fiesta  de Olivenza. Su gusto por otros muchos pintores, como es el caso de Ángel González Marcos, “para mi, uno de los pintores más interesantes de los que han tratado el tema taurino”, opinión con la que coincido. “Duendeando”, reclamo de su exposición en Pamplona y su evocación de Caracol y los Gallo, sonidos de la Alameda de Hércules, sus ídolos, toreros y “cantaores”,  Curro, Paula y Morante a los sones  de la guitarra que arropa a Camarón. Me repito, pero es que a Diego le gusta insistir en sus alucinaciones. “El Patio de Caballos” del escultor Pablo Lozano prepara su paladar para emprender otra nueva aventura con los picadores de Almagro y, además, se acuerda de Benlliure, Pablo Gargallo o Venancio Blanco. Portadas de la revista “Aplausos” y la publicación de la empresa de TORESMA, la de los hermanos Lozano en Madrid. Festivales de Jaén con un capotazo de Ponce y el de Utrera con Romero, Paula y Morante, azules escurridos en Valencia y el garrochista en Baeza, Cayetano Sanz y sus patillas y el Alguacil de El Puerto de Santa María, paseíllo de Almería y el 50 aniversario de la alternativa de “Miguelín” en Algeciras.

A vuela pluma (tecla de ordenador), este es el apunte de lo que Diego Ramos pinta. Claro, hay que verlo. Todo lo que se diga es pálido reflejo de lo que pueden contemplar nuestros ojos. Y lo que pueden ver en el largo futuro que le espera al colombiano, si Dios, como le pedía el guitarrista Andrés Segovia, “nos deja aquí un ratico más”. Que no me lo quiero perder, Señor.            

domingo, 6 de octubre de 2013

VOLVER A SEVILLA



Han pasado veinte años. 1993. Mis hijos se aproximaban a la primera veintena y no conocían la plaza de toros de La Real Maestranza de Sevilla. Y a Sevilla que nos fuimos en plena Semana Santa para ver algunas procesiones, pasear por el Parque de María Luisa y asistir a una corrida de toros el Domingo de Resurrección, la de la alternativa de Manuel Díaz “El Cordobés”, personaje de elevada humanidad que decía ser hijo del de Palma del Río y que por eso se apodaba como su supuesto progenitor aunque hubiera nacido en Arganda del Rey. La alternativa se la dio Curro Romero en presencia de Juan Antonio Ruiz “Espartaco” y el doctorado llevaba un vestido de torear verde con el emblema de La Legión bordado en la espalda de la chaquetilla no sé si porque por entonces su apoderado era el llamado “comandante Dorado” o porque el ánimo del neófito estaba presidido por el espíritu de los legionarios, los novios de la muerte. No recuerdo el resultado del festejo, sólo que mis hijos se lo pasaron muy bien y que a mi esposa le robaron la cartera junto a La Giralda durante una de las procesiones y a manos de unas jóvenes acompañadas de una abuela, todas ellas residentes en el poblado de “Pies Negros” de las cercanías de Madrid.

Este año, por mi cumpleaños, a mis hijos se les ocurrió obsequiarme con las entradas para la corrida del pasado día 29 de septiembre en la que en la Maestranza actuaban Morante de la Puebla, Julián López “El Juli” y Alejandro Talavante y los billetes del tren correspondientes para que se nos hicieran  cortos los más de 800 quilómetros que hay desde el Ebro al Guadalquivir. Y, una vez instalado cerca de La Giralda, gracias a los buenos oficios de mi admirado “Barquerito” y tras un café en la calle de Mateo Gago, pude acomodarme en la plaza de toros en lo que, eufemísticamente, llaman tendido alto a lo que en realidad es la grada cubierta del resto de las plazas de España, en esta ocasión prudente decisión dada la amenaza de lluvia que predicaban los meteorólogos de las televisiones de España. Acceso complicado, vecino de localidad de amplia humanidad, pulserita en la muñeca derecha y consumo continuado de un paquete de pipas y, ante mis ojos, la columnita correspondiente que te obliga al ejercicio habitual de los espectadores de tenis con algún quiebro de cintura necesario cuando el toro te queda a un lado y el torero al otro. El caso es que yo iba a Sevilla con la intención de, a mi regreso, contar a los amigos las  excelencias de lo ocurrido sobre el cuidado albero de la Maestranza con sus bien pintadas rayas de color grana que marcan con más armonía  los límites que las de blanquísima cal. Don Juan Pedro me estropeó el pasodoble y solo los toros que le correspondieron a Talavante, el sobrero tercero y el sexto, tuvieron algún contenido a la hora de embestir a las muletas toreras. Para Morante, los toros gaseosos, el primero evaporado  en el primer puyazo de larga distancia y mayor tardanza y el cuarto sin más que la muestra de que la tauromaquia del de la Puebla es extensa y no se limita a la creación artística deslumbrante. A mí me gusta el toreo sobre las piernas y de pitón a pitón y tengo constancia de que a Morante le interesan tanto Rafael el Gallo como Domingo Ortega. Un amigo, a la salida, me pidió mi opinión sobre Antonio Ordóñez y hube de aclararle que no creo que  haya existido nunca el torero perfecto. No soy mitómano, pero me gustaron los pases de pitón a pitón del poblense. Por sabido, no digo nada de sus lances a la verónica o el pellizco de la media en  el sexto toro.

El caso es que me sorprendieron algunas cosas del que yo consideraba mejor público taurino de España. Hoy no pienso lo mismo por un par de detalles: le pegaron una gran ovación a un picador que puso el primer puyazo en los riñones del toro y un amplio sector responde a los momentos más felices con un contundente ¡bien! más propio de un sesudo tribunal de catedráticos que de unos buenos aficionados taurinos. Me inclino por el castizo y temperamental ¡olé! que resuena en el corazón cuando tus ojos han captado el aroma del arte. El aroma, ya lo sé, se huele, pero el sentimiento llega hasta lo más profundo a través de todos los sentidos. ¡Bien!

Me había citado con Manolo (Lolo) Vázquez, el hijo de Pepe Luis y padre de otro Pepe Luis que espero no necesite pronto de su apellido, en el monumento a Curro Romero, mirando a la plaza, a la derecha y rodeado de una cuidada jardinería. Estos Vázquez son así. Me podía haber citado en la estatua de su padre o en la de su tío Manolo si no quería ponerme al lado del caballo de bronce y cola recogida de doña Mercedes de Orleáns, garbosa amazona y perpetua clienta del palco regio maestrante, pero se está más recogido e íntimo junto al buen andar del de Camas. Lolo me llevó hasta un bar de las cercanías que me dijeron que es de Herrera Carlos y me presentó a unos amigos que tenían buenas ganas de diálogos taurinos. Lolo, como su padre, es la prudencia personificada. Yo me dejaba ir y opinaba. ¿Qué le parecía a usted Antonio Bienvenida? Era la naturalidad personificada y esa forma de hacer el toreo no arrebata a las masas. Don Antonio fue el torero de Madrid y de la mala suerte. Le cogía un toro y le daba la cornada y fue a morir de una voltereta que le propinó una utrera en su regreso al campo. Todo lo contrario que su hermano Pepe, que no sufrió una sola cornada en su carrera aunque muriera en la enfermería de la plaza de toros de Lima. Caprichos del destino. Una maravilla de conversación a la orilla de la bellísima e impar Real Maestranza de Sevilla. Ahora ya no puedo esperar veinte años para una nueva visita a la ciudad del Betis. Con los nuevos trenes está todo resuelto. Lo que sucede es que tantos visitantes foráneos diluyen el buen sentido de los excelentes aficionados de la tierra. Es lo que dicen los propios sevillanos. Cuando vuelva a Sevilla tengo que encontrarme con “Tito de San Bernardo”, excelente torero y tan prudente como su paisano de capital y barrio. Y recordaríamos a Pepe Arjona, fotógrafo sin motor, el mejor, a Jesús Rodríguez, “Chato de Ronda”, admirador e imitador del anterior, al suegro de Tito, “El Aguardentero”, su cuñado Manolo Luque y a toda la familia, incluidas las trianeras María y Lupe y mi compadre Fernando, de Cabra, la gracia hecha bancario, no banquero, que tienen más dinero pero menos sabor. Y nos tomaríamos unas cuantas medias “chicuelinas cameras” en loor de uno de los toreros más completos de esta mi pequeña historia, Paco Camino, porque tengo que aclarar que yo no he sido de un torero solo como aquellos que cuando se retiró Ordóñez afirmaron que no volverían a una plaza de toros. Yo quiero volver a todas las plazas en las que he visto toros. Volvería hasta la plaza de “El Toreo” que ya no existe y en la que vi despegar su gran vuelo a Manuel Benítez “El Cordobés” en 1964. Cincuenta años al año que viene. La historia interminable, mi memoria, esa con la que trato de mantener vivos a mis amigos. ¡Va por ellos!        

lunes, 23 de septiembre de 2013

DE CARA AL MAR


Se me abren las carnes cuando me hablan de la Fiesta y la califican de Española.  No en vano, en los años 60 del siglo pasado, viví casi todos los días de mi juvenil existencia escribiendo y confeccionando la revista “Fiesta Española” y haciendo juegos malabares para mantenerle hasta casi los finales de aquella interesante década, en la que supervivían toreros como Antonio Bienvenida y Antonio Ordóñez, volvían Manolo Vázquez y “Antoñete” y aparecían “los tres mosqueteros” que todo el mundo sabe que eran cuatro: Diego Puerta, Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y el verso suelto que siempre fue Curro Romero. La salsa picante era Manuel Benítez “El Cordobés”,  martillo de ortodoxos, ídolo de multitudes y reivindicador crematístico de la soldada torera. Llevó al Diccionario de la R.A.E. el “kilo de billetes”, equivalente a un millón de pesetas. La funda de su almohada sobre la que soñó su regreso a los ruedos fue firmada por don Pedro Balaña, don Pablo Chopera, don Livinio Stuyk y don Diodoro Canorea. Pese a todo, eran tiempos de alegría, de fiesta. No como los actuales, con toda la democracia que ustedes quieran pero con mucha pena. Pena, penita, pena, pena de mi corazón. Hace unos días leí un artículo de Félix Madero en el que afirmaba lo siguiente: “La fiesta, la mal llamada fiesta nacional, porque no es una fiesta y tampoco es nacional, tiene muchos engarces con la política. Para empezar, la lidia tiene cada vez menos adeptos y por eso hay calvas de cemento al capricho. La culpa es de los ganaderos, que crían sardinas y gatos en las dehesas; de los empresarios, que confeccionan carteles en los que la mediocridad y la falta de riesgo mandan y de los toreros, que tragan con una mentira que termina con ellos. Nadie se cree a un torero de postín lidiando en una plaza de segunda” Con comentarios como este y alguno más de cierta altura literaria y peor baba, comprenderá el que me leyera que hable de TRAGEDIA: Para mí es una tragedia que se tache de mentira en estos meses en los que medio centenar de toreros (matadores de toros y novillos, banderilleros) han caído heridos en las arenas de las plazas españolas con cornadas o lesiones de alto riesgo que en otros tiempos hubieran tenido fatales desenlaces, se diga que los ganaderos crían sardinas y gatos y resulte que algunos de los nefastos opinantes se rasguen las vestiduras porque se indulte la vida a toros o novillos bravos que se lidian por esas plazas de Dios, de primera, segunda o tercera categoría porque esa bravura que se mantiene en los toros de España, Francia, Portugal, México, Colombia, Venezuela, Ecuador o Perú se puede manifestar en sus ruedos, en la corrida de toros, fiesta que es más antigua que la tortilla de patata, tubérculo este que no se conoció en Europa hasta que no lo trajeron al Viejo Mundo los descubridores españoles. ¿Qué comían antes del siglo XVI los alemanes?

Y qué momento más inoportuno, señor Madero, para poner en solfa a los toreros. Rejuvenece la solera milenaria de Enrique Ponce, salta de la mesa de operaciones a la blanda arena de Ronda Morante de la Puebla y remueve las cenizas de Pedro Romero y Antonio Ordóñez y pone los pelos de punta a Rafael el Gallo, el gitano de los Gómez, el improvisador Talavante le canta por lo bajini a un toro en Mérida y Miguel Ángel Perera sienta sus reales en las ferias más importantes. Era ya un torero desde su más tierna infancia, pero la compañía de Fernando Cepeda ha consolidados sus excepcionales aptitudes. Y José Mari Manzanares, hijo y nieto. Dos abuelos nos dejaron hace poco, el de Ponce y el de Manzanares. A Pepe Manzanares lo conocí al lado de su hijo, allá por tierras murcianas, cuando el de Alicante, el padre del actual, tomaba la alternativa y tenía que cortar la temporada y descansar de sus ajetreos taurinos y juveniles. Pepe Dols tenía afanes poéticos y lo cierto es que en los ruedos recitó con ritmo y rima su hijo y ahora lo hace su nietro. Y cómo traspasa las maromas de los asientos de barrera y sube hasta las alturas míticas del viejo circo romano de Nimes. Tengo envidia. En Francia están los mismos toreros y los mismos toros que en España, pero los franceses van a los toros y ¡cómo van!. Con alegría, con serenidad, con templanza, sin estridencias, sin alborotos, con buenas bandas de música, armónicos y toreros pasodobles, con generosa entrega y moderada ecuanimidad. De Bayona a Nimes. Para los aficionados, Bayona es la nueva San Sebastián y Nimes la nueva Barcelona, refugios de los vascos y catalanes. Por ahí aparecen las orejas del lobo trágico que se quiere zampar a la Fiesta Española. La tragedia de los nacionalismos.

Pero lo de José Mari Manzanares en Nimes fue una lección magistral en la que se juntaron la ciencia, la inspiración, el toro y el torero. Desde al primer lance a la estocada en el segundo y sexto toros de su mano a mano con “El Juli” con lleno total. ¿Se hubiera llenado la plaza de Bilbao, por ejemplo, con este mismo cartel? ¿Media entrada? Algo huele a podrido…Después todo se olvidó y Manzanares salió a hombros por la Puerta de los Cónsules. ¿Perfecto? Como decía Wilder en lo de “las faldas a lo loco”: Nadie es perfecto. Un fallo por parte del torero: perdió la muleta en la emociónate ejecución de la estocada en la suerte de recibir en el sexto  por la violencia de la embestida del toro. Otro fallo por parte del ese toro: escarbó más de la cuenta. Dos fallos hacen más humana la apoteosis torera de la Feria de la Vendimia de Nimes. Humanamente divina.

Y para remate, un comentario sobre lo que Antonio Gala escribió en “El Mundo” hace unos días. Gala nació en Brazatortas, Ciudad Real, donde le regalaron un nicho con el encabezamiento de “Aquí yace el cordobés de Brazatortas …”, pero se crió en Córdoba en el complejo de la Electromecánica, donde el padre del escritor ejercía como médico. Allí, a su casa, la de sus padres, fue a comer un día de 1947 Manuel Rodríguez “Manolete”, que le explicó al joven Gala, 17 años sin cumplir, lo atroces que eran cada día de corrida la hora, el calor, el riesgo, el traje de luces… “Aquella temporada murió en Linares. Un par de “buenos amigos” impidieron entrar en la enfermería a la mujer con que pensaba casarse “in artículo mortis””. Don Antonio, con todos mis respetos, ¿usted cree que en aquellos momentos “Manolete” estaba en disposición de pensar en esas cosas? Ni “Manolete”, ni “Joselito” en Talavera, ni Granero en Madrid. Dicen los que saben, o dijeron hace tiempos, que “Manolete” no se casó con Lupe sino para no darle un disgusto a su madre. He curioseado en la biografía de Antonio Gala y he descubierto que, en su bautismo por la Iglesia, creo que no hay otro, le impusieron los nombres de Antonio Ángel Custodio Sergio Alejandro María de los Dolores Reina de los Mártires de la Santísima Trinidad y Todos los Santos. Ahora me explico muchas cosas y que dejara sus oposiciones de Abogado del Estado y se fuera a un convento de Cartujos. Uno sería, dadas las mismas circunstancias circunstancias, hasta anticlerical.       

miércoles, 11 de septiembre de 2013

LOS PASEILLOS EN SOLITARIO



Tenía el pensamiento de tocar muchos temas, el de la vigencia de Enrique Ponce, la actividad profesional de Adame, el tributo sangriento que pagan los toreros en la recta final de la temporada o las dificultades económicas de la fiesta que puede que la lleven a una restructuración necesaria para abaratar sus costes. No puede ser que una entrada para una corrida en una plaza de tercera cueste 50 euros, más de 8 mil pesetas. Ocho más ocho, dieciséis, las almohadillas, un par de cervezas y el transporte. Y ahora no hay casas de empeño que te presten un dinero por el colchón matrimonial.
Pero llegó Morante y apartó de mí todos los buenos y malos pensamientos. Me apetece hablar de los paseíllos en solitario. Primero del forzado de hace unos días en la extremeña Mérida. Estaba programado como mano a mano del propio Morante con el lugareño Talavante y el aliciente de la transmisión por TV. E. , que en septiembre del año pasado tuvo la bondad de televisar otra corrida desde Valladolid. Buena ocurrencia: el primer domingo de septiembre, con diversos festejos en España y Francia, una corrida televisada gratis y con buenos alicientes artísticos. Antes, cuando la Española, entonces la única de España, televisaba una corrida existía lo del “lucro cesante” y los empresarios perjudicados eran indemnizados no sé si adecuadamente, pero algo es algo. Ahora, ni preguntar. Cogida de Morante en Huesca. Mi amigo Ricardo Díaz Manresa dice que dejaron solo a Talavante. Yo creo que le vino bien al de Extremadura para sacarse la espina de Madrid y para beneficiarse de una publicidad que no le costó una peseta y que, valorada económicamente, puede que exceda los posibles honorarios a los que renunció  el diestro “cantaor”.
Las corridas en solitario siempre han tenido unas connotaciones muy subjetivas que casi nunca se explicitaron. Las de las despedidas de “Lagartijo” en Zaragoza, Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid, del 7 de mayo al 1 de julio de 1893, con toros del duque de Veragua en todas ellas, menos en la de Zaragoza, que fueron de Espoz y Mina (Carriquirri), a los 51 años de edad y 27 temporadas como matador de alternativa ( le quedan años a Ponce para igualar al Califa de “Sobaquillo”, aunque creo que le ha superada ya en festejos toreados) con resultados muy negativos en lo artístico y con la especial circunstancia de que en Madrid, al coincidir con el día del Corpus, se traslado la procesión solemne a la mañana para que los aficionados asistieran a la corrida por la tarde.  Sorprendente a día de hoy. Otro hito solitario fue la corrida de José Gómez Ortega en Madrid con siete toros de Martínez, los de Colmenar Viejo, ganaderos de la familia  del santo varón que era don Luis Fernández Salcedo, autor de “Los Cuentos del Viejo Mayoral” y de la biografía del toro “Diano”, mítico semental de dicha vacada.
Como escribo de memoria y no repaso documentación alguna, doy un salto de muchos años hasta llegar a Antonio Bienvenida, que hizo el alarde en más de alguna ocasión y hasta quiso hacer doblete en tarde y noche hasta lograr completar la docena toros lidiados y muertos a estoque, cosa que no consiguió por culpa de un inoportuno calambre muscular que le impidió consumar la hazaña y dejar que fuera Antonio Mahillo el que rematara los tres últimos toros de la noche. Para “Don Antonio”, Madrid siempre fue refugio de todos sus males. El más madrileño de todos los toreros aunque naciera en Caracas, que en la despedida de 1966 también se enfrentó a seis toros.
También Luis Miguel lo intentó y le amargó el pasodoble Raúl Acha Sanz, más conocido por Raúl Rovira, nacido en Argentina, nacionalizado peruano y puede que mexicano, que, días antes que el madrileño, también se enfrentó a seis toros en Madrid. Como lo hizo años después Gregorio Sánchez y mató los seis toros en tiempo record. Y Pablo Lozano, Pedro Gutiérrez Moya, Curro Romero, de terciopelo grana, y alguno más. Pero para mí, en Las Ventas el cetro lo tiene Paco Camino. que lo consiguió el 4 de junio de 1970. Cerca le anduvieron Gregorio Sánchez, que en siete cuartos de hora mató seis toros, y Andrés Vázquez  iniciador en 1970 de la moda de matar seis “victorinos” en Madrid, moda continuada por Pedro Gutiérrez Moya y Roberto Domínguez en 1988 y 1989, rematada este mismo año con poca fortuna por el mentado Talavante y no lograda en Zaragoza por Raúl Gracia “El Tato”, puesto que resultó cogido por el quinto de la tarde. Profusa y variada la demostración del moderno “Joselito” en Madrid, San Sebastián de los Reyes, Zaragoza, Nimes y Valladolid y tintada en sangre la de Miguel Ángel Pereda en 2008. Morante en la Beneficencia de 2007, lo de José Tomás en Barcelona y Nimes y la única de entre los novilleros de Julián López “El Juli” en su presentación en Las Ventas del 13 de septiembre de 1998, días antes de tomar la alternativa en Nimes, con el antecedente inesperado de Rafael Llorente el día 12 de agosto de 1945, cuando el de Barajas tuvo que matar seis novillos de Demetrio Fraile por cogidas sufridas por sus compañeros de cartel, Jesús Guerra y Manolo Navarro.

Del apretado resumen todo lo fidedigno que pueda garantizar mi vieja memoria, pasamos a la realidad del pasado día 7 en Ronda. El marco ya es para poner a temblar a las cenizas de don Pedro Romero y don Antonio Ordóñez. ¿El testimonio?  En mis tiempos jóvenes yo conocía a los toreros por las fotografías que prodigaba “El Ruedo”. Ahora he visto una docena de estampitas de los herederos de don Pepe Arjona y se me ha puesto la carne de gallina. Como las que he visto en ABC, una página completa, y en El Mundo. ¡Torero! ¡Torero! ¡Torero! Solo un pero: que hubo de descalzarse porque el piso del secular ruedo era una playa de arenas movedizas. De los toreros que a mí me han tocado el trigémino del alma, el de la Puebla es el más largo de todos ellos. Desde Cagancho y Pepe Luis a Curro y Paula, siendo los dos primeros toreros de técnicas depuradas. Y viniendo de una reciente cornada, Morante se sentó en una silla, cruzó la pierna derecha sobre la siniestra y esperó la llegada del toro para consumar un quiebro que hubiera firmado el mismo “Gordito”. Las verónicas, las chicuelinas, los ayudados por alto, las trincheras y los naturales del natural. Del sobrenatural, diría yo si ya estuviera en el cielo. Antes de morir, don Manuel Bienvenida vio torear a su hijo Antonio y confesó “Ya me puedo morir a gusto, ya he visto torear”. Yo no es que me quiera morir ni a gusto ni a disgusto y repito cada día aquello que le dijo don Andrés Segovia, insigne guitarrista noventón, cuando un periodista le preguntó qué era lo que le pedía a Dios: “Que me deje aquí un ratico más porque me encuentro muy a gusto”. Con estos ricos manjares ¿quién es el pánfilo que quiere dejar este mundo? Y siga su camino, divino señor de La Puebla. Gracias.       

jueves, 15 de agosto de 2013

JOSELITO ADAME, JUSTICIA


Hace unos días asistí a la presentación de la Feria Taurina en honor de la Virgen de la Oliva, patrona de la villa de Ejea de los Caballeros, Feria que se encarriló hace más de 30 años para darle el lustre que merecía a la que fue en el siglo XVIII emporio ganadero que competía con Andalucía y Navarra. Luego, en los años 60 del siglo pasado, se construyó la plaza de toros de “concreto” que supervivió triste y oscura durante sus primeros 20 años y que, paradójicamente, se alzó sobre sus cenizas cuando murió en accidente de tráfico el torero más significativo del lugar: Miguel Peropadre, “Cinco Villas” en los carteles. Ahora vuelve a la modestia dadas las circunstancias económicas generales y, pese a que este año las vicisitudes meteorológicas nos hayan sido propicias y la cosecha de cereales de inverno  haya marcado un hito en este lugar ya que hay que reconocer que Ejea de los Caballeros sigue siendo eminentemente agrícola. Tenemos semáforos, pasos de peatones, zona azul y hasta una cámara chivata para el automóvil que cruce uno de esos semáforos en rojo, cuando los que no respetan estas señales son, fundamentalmente, los peatones.
Lo importante no es contar a los lectores lo que van a ser las fiestas ejeanas con los platos fuertes de una corrida de toros y otra de rejones, lo importante para mí es señalar que la empresa que lleva la plaza ejeana – Tauroejea” – ha contratado al mexicano Joselito Adame para el festejo del día 1 de septiembre. Joselito Adame, señores míos, fue el triunfador de la última Feria de San Isidro puesto que actuó en ella dos tardes y en ambas cortó sendas orejas y a punto estuvo de salir a hombros en los festejos en los que lidio toros de “Montecillo” el día 4 de junio y de “Alcurrucén” el 7 de junio, festejo en el que hizo el paseíllo en sustitución del lesionado Iván Fandiño. En esta corrida alternó con “El Cid” y su compatriota Juan Pablo Sánchez, cosa que planteaba algún problema por mor de las disposiciones del convenio entre los toreros de México y España. Se soslayaron esos problemas y pudo ocurrir que, cuarenta y dos años después, un mexicano volviera a abrir la Puerta Grande de Las Ventas, cosa que hizo “in illo tempore” Eloy Cavazos, quien, por fortuna, fue testigo del triunfo de su cuate y destinatario del brindis correspondiente.
Era lógico que, por todas estas circunstancias, Joselito Adame llevara toreadas un par de docenas de corridas incluso en las ferias de junio y julio, Badajoz, Pamplona, Santander, Valencia o Alicante. Pues, no. Al 31 de julio pasado, Adame había toreado tres corridas, las dos de Madrid y una en Soria, el 29 de julio, con toros de Adolfo Martín, ¡vaya regalito!, con Diego Urdiales y Javier Castaño. Además, este corrida, no sé por qué circunstancias, se la debían del año pasado, en el que, después de cortarle una oreja a un toro del Conde de la Maza, otro obsequio, en Sevilla, no se volvió a vestir de luces.
Le empresa de Ejea, “Tauroejea”, está formada por Jesús Mena, un empresario del lugar, y Julio Fontecha como indudable experto en cuestiones taurinas, y llevan, además, las plazas de Tarazona de Aragón, Tafalla, Barbastro y Alcañiz. Lo sorprendente es que esta empresa también ha contratado al mexicano para esas plazas, salvo la oscense de Barbastro, el 15 de agosto en la navarra Tafalla, el 30 de este mismo mes en la Tarazona del Moncayo y el día 10 de septiembre en la turolense Alcañiz, buen aceite. El día 10 de este mes actuó Adame en la manchega Socuellamos, donde cortó tres orejas, y de esta forma se palía en parte lo que era una palpable injusticia. Es cierto que en plazas de tercera, pero menos da una piedra. Y ¡manito, no te rajes! Mucha paciencia y voluntad se necesita para triunfar en la primera plaza del mundo y en la feria más importante del calendario taurino y que ello no se traduzca en contratos significados resulta decepcionante. Al frente del escalafón, Padilla y “El Fandi”.
En Ejea, Adame hará el paseíllo con Javier Castaño y el local Alberto Álvarez para lidiar una corrida de “La Quinta”, otro aliciente importante, y a la corrida de rejones vendrá por vigésimo y no sé cuantas veces más Pablo Hermoso de Mendoza, natural de Estella y ejeano de corazón, acompañado por su discípulo Armendáriz y un hijo del profesor Moura, Miguel. Menguado pero exquisito menú.
El otro día tuve la fortuna de ver la transmisión de una corrida de toros desde la francesa Bayona. Hace unos 30 años que estuve allí y recordaba la singularidad de su arquitectura, el gusto de su decoración, el talante de su público, la altura de uno de sus alguaciles y la bandera española en los mástiles y en los aparejos de las mulillas. Ahora hay otro alguacil de importante talla aunque no creo que sea el mismo de aquellos tiempos, y todo lo demás sigue igual, delicioso, encantador. Bayona puede reemplazar a San Sebastián. San Sebastián no ha muerto ahora. Su agonía viene de los años 70, cuando don José María Jardón vendió el Chofre para ampliar su negocio inmobiliario. Luego, lo de Illumbe es un pastel de hormigón en una zona residencial en la que no huele ni a toros ni a vacas. Huele a cursilería, a ama de cría con moño atravesado por una aguja, cofia, delantal blanco sobre amplia falda abombada por enaguas y refajos. Solo falta el niño vestido de marinero y el barquillero con su ruleta de a perra  gorda la tirada. Idílica estampa. Pero Illumbe no es una plaza de toros. Francia le ha ganado la batalla taurina.
Corrida fea y destartalada de la bilbaína Dolores Aguirre. Un toro bueno, el quinto; otro, detestable, el cuarto. Amabilidad con los toreros. No me enteré de lo mucho que habló Emilio Muñoz en contraste con el mutismo de su antecesor “Antoñete”. Antes de empezar la corrida bayonesa, nos dieron en la pequeña pantalla la cogida de Morante en Huesca. Una docena de veces y siempre con la misma imagen. Morbosa insistencia. Nos podían haber mostrado la media docena de naturales que el de la Puebla le dio al toro que le produjo la grave cornada. Hubiera sido más gratificante. Para mí, aunque ahora no me mueva de mi pueblo, una desgracia. Lo digo por los sufridos asistentes a las futuras ferias de la media temporada que nos queda por delante. Medio agosto, todo septiembre y … Zaragoza. ¿Qué pasará con Zaragoza?  A finales de septiembre hablará la Justicia, pero  la sentencia llegará tarde. Serolo, pese a sus supuestos incumplimientos, logrará sus propósitos. Y Zaragoza y la Fiesta sufrirán las consecuencias. No necesitamos de anti-taurinos. Ya veremos el día que empiecen los “eres” toreros, se recorten las cuadrillas y se supriman muchos de los gastos que encarecen el espectáculo, todo ello añadido al IVA y el resto de los impuestos. Quiero ser optimista, pero me parece que aquí no valen jaculatorias ni rezos. El “Dios proveerá” se queda para asuntos más trascendentes. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.