domingo, 6 de noviembre de 2011

A LA VERÓNICA

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Me ha sorprendido el estudio de José Luis Ramón sobre el lance a la verónica. O sea, el lance a dos manos por delante para tratar de grabar la imagen de Jesucristo, que así de pío es el arte de torear con el capote y más en su expresión fundamental. En ese artículo publicado en la revista 6TOROS6 aparecen nombres y documentos gráficos de los que, a juicio de José Luis Ramón, han sido sus más puros intérpretes y, por encima de los titulares, las verónicas de Curro Puya y Morante de la Puebla a ochenta años vistas pero profundamente iguales. Como es lógico, la foto de José Antonio Morante es más clara y luminosa que la de Francisco Vega de los Reyes, pero el sentimiento vibra en toda su magnitud en ambas, quizás más abierto el compás en el caso del gitano. Sin embargo, el mentón en el pecho, el toque del brazo encogido, los machos de las hombreras a plomo en su rectitud, la tela arrastrando por el albero, todo transmite paz y sosiego, eterna belleza. En los dos.
De pronto algo se alborota en mis meninges: ¡ay, Dios mío, la mano derecha de Morante, la de la salida o remate! La tela sostenida por el índice y el pulgar y los otros tres dedos a lo largo del percal como nervios de una gigantesca hoja otoñal, sin almidones ni aprestos. El lance de Curro Puya es por la izquierda y no se aprecia como toma el engaño. No es posible matizar a tal extremo cuando la técnica de la fotografía estaba en mantillas. “De Gitanillo de Triana a Morante de la Puebla, la historia del toreo a la verónica es la historia de un milagro”. Y luego José Luis Ramón cita a los siguientes: Antonio Montes, Juan Belmonte, Cagancho, El Soldado, Victoriano de la Serna, Fernando Domínguez, Pepe Luis Vázquez, Mario Cabré, Manolo Escudero, Antonio Ordóñez, Rafael de Paula, Curro Romero, Curro Vázquez y Fernando Cepeda. Y algunos más. Pura pedagogía, gracias, don José Luis. Es algo de lo que necesita la fiesta española para su reivindicación. Enseñar lo que es el toreo, su evolución, su técnica y significado. Belmonte se cruzó y trenzó los lances sucesivos, Francisco Vega de los Reyes, bajó los brazos y arrastró los vuelos por las arenas de los ruedos. De ahí vino todo lo demás, aunque unos se empaparan del barroquismo belmontista, Antonio Ordóñez o Rafael Ortega, y otros vibraran con el son gitano de Cagancho, Curro Puya y los modernos Curro Romero y Rafael de Paula. En la hidra del lago de Lerna muchas cabezas que la espada de Hércules ha ido segando con el paso del tiempo. Dicen que Rafael el Gallo, el aragonés Florentino Ballesteros, que Marcial Lalanda, Domingo Ortega, “El Calesero”, Pepín Martín Vázquez, Antoñete, Manolo Vázquez o … Antonio Gallardo, torero este último que no merece en el Cossío más de una docena de líneas, pero al que en los años 50 se consideraba por los mentideros sevillanos como el más destacado artífice de la verónica. No pasó de novillero y no se extendió su fama a todos los vientos del arte de torear, pero como en estos tiempos del ordenador todo puede estar al alcance de la mano, he encontrado unas fotos “mangadas” en el bar “La Esclavina” y en el restaurante ”Puerta Grande” de Sevilla tres fotos de otras tantas verónicas ejecutadas por este novillero sevillano. La primera de ellas se puede emparejar con las de Curro Puya y Morante, las otras, importantes para añadirlas a la antología de José Luis Ramón, alguna firmada por ese genio de la fotografía taurina que fue Pepe Arjona. Pero todo se quedó en Sevilla.
Y ya que hablamos de arte, confesaré mi ignorancia porque, hasta ahora, le atribuía a Bergamín el oximorón de la “música callada”. Don José se lo aplicó a Rafael de Paula, ese que decía que tenía “percha literaria”, como ahora se la aplican con profusión y entusiasmo necrológico a Antonio Chenel “Antoñete”. Bien está, pero que no decaiga. Que no pase como con otros toreros y madres de toreros desaparecidas recientemente y que tienen poco reflejo en las páginas de información general y hasta especializada. Cuatro líneas bastaron para dar la noticia de la muerte de la esposa de Julio Aparicio, madre de Julio Aparicio II. O la de Luis Gonzalez, Manolo Carmona o Almensilla con alguna que otra exageración. Almensilla no fue el más grande los banderilleros del siglo XX, si interpretamos que el más grande de los banderilleros lo tiene que ser con el capote y con las banderillas. En este sentido fueron más completos el propio Manolo Carmona o Antonio Chaves Flores y pongo solo ejemplos de toreros desaparecidos. Nada digamos de otros como Honrubia, el abuelo Boni, Michelín, Bojilla o David en cualquiera de sus diversos aspectos. La historia es muy larga y ahora no tengo tiempo de contarla. Vivo al día.
El caso es que por fin me enteré que de la “música callada” ya lo había inventado San Juan de la Cruz, casi nadie al aparato de la poesía:” El silbo de los aires amorosos/la noche sosegada/en par de los levantes de la aurora/ música callada/la soledad sonora/ la cena que recrea y enamora”. Cántico. Y en Canciones del Alma, esta que me aprendí en mis estudios de bachillerato: “En una noche escura/con ansias en amores inflamada/ ¡oh dichosa ventura!/salí sin ser notada/estando ya mi casa sosegada”.
Y, como decía Goya: “Y todavía aprendo”.

EFEMÉRIDES, SUCESOS Y COMENTARIOS

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Antes de entrar en los sucesos o comentarios confesaré la ilusión que me hizo leer en “Heraldo de Aragón” una anécdota que tuvo lugar hace cien años en Sevilla, por San Miguel. En aquellos días, Rafael “El Gallo” no coincidió con la inspiración en la Maestranza y hasta un astado de Miura la pegó un puntazo en la mano derecha. La bronca fue épica, de esas que acrecentaban la fama de don Rafael, y uno de los protestantes más furibundo fue el actor señor Lamas, que por aquellos días actuaba en el teatro Luque sevillano. Se percibieron de ello los partidarios del “Divino Calvo” y acudieron en masa al teatro para que cada vez que el señor Lamas (por aquel entonces a los actores se les trataba como señores y a las actrices como eximias) salía a escena los pitos y voces de los gallistas atronaban el patio de butacas y no permitían escuchar los parlamentos de la obra teatral. Tuvo que poner orden la policía, pero los partidarios de” El Gallo” volvían una y otra vez para reventar las actuaciones del que, a lo mejor, era partidario de Vicente Pastor. Lo decía Juan Belmonte para definir los gustos toreros de Antonio Díaz Cañabate: “En los tiempos de José (el hermano pequeño de Rafael) y yo, el Caña era partidario de Vicente Pastor”. Yo, y perdón por personalizar, por lo que he visto (fotos y alguna vieja película) y leído, hubiera sido de Rafael El Gallo. Y no quiero hacer comparaciones con los toreros de estos tiempos que me han llegado al corazón, que no son los mismos que ha admitido mi intelecto. Bueno, a consecuencia de la herida en la mano, Rafael no pudo venir a esa Feria del Pilar de 1911 y fue sustituido por “Cocherito de Bilbao” para completar el ciclo de tres corridas con el mentado Vicente Pastor y Martín Vázquez, la primera con toros de Villagodio en mano a mano del vizcaíno y el madrileño, la segunda con toros de Miura y los tres diestros y la tercera, toros de Félix Urcola y otra vez el mismo mano a mano. Eso era hace cien años la Feria de Zaragoza. No vale hacer comparaciones y sacar consecuencias. La crisis de hoy es crisis de caballo aunque se den nueve corridas de toros y una de rejones con veintiséis matadores en los carteles, más uno, el lesionado “Morenito de Aranda”, sustituido por el debutante David Mora, que este año se ha saltado a la torera la barrera del ostracismo y se ha colocado en la “pole” para la competición del año que viene. Su repetición se la ganó en las corrida de Antonio Bañuelos, “los toros del frío”, en la que se mereció las dos orejas del tercero de la tarde que no concedió el señor presidente, pero que se la compensó con la oreja del sexto, al que mató mal. Esa aparente compensación le quitó al torero la posibilidad de salir a hombros por la puerta grande porque el reglamento aragonés es así de austero y exigente. Ya lo decía Romanones: “Haced las Leyes y dejadme a mí los Reglamentos”. Es tan patriótico y nacionalista nuestro Reglamento que los banderilleros de las distintas cuadrillas actuantes solo pueden colocar garapullos o avivadoras con la bandera de Aragón y así ocurrió que, en el quinto toro de la corrida de Cuadri, el albero del coso de Pignatelli se sembró de hasta ocho banderas cuatribarradas.
La corrida de Cuadri fue premiada como la mejor presentada de la Feria y al cuarto toro, “Remendón”, negro, a punto de cumplir los cinco años y con 647 quilos y al que lució su lidiador Javier Castaño poniéndolo de largo en tres ocasiones aunque acudiera al caballo al paso y Tito Sandoval lo picara levemente al sesgo y marrara en el último puyazo, para “Remendón” fue el premio al mejor toro y el mejor puyazo para el varilarguero. En mi opinión, hizo mejor pelea el segundo y su picador, Rafael Sauco, derribado en el primer encuentro y contundente en el segundo más merecedor de la distinción. En realidad, no creo que Fernando Cuadri se sintiera muy satisfecho con su corrida porque no fue una corrida auténticamente brava y con la agresividad que se le supone a la ganadería de Trigueros. A mí me gustó más la de Bañuelos y su segundo toro, “Silencioso”, castaño y con solo 472 quilos, que demostró que para el trapío no son necesarios los quilos y que fue guapo, bravo y noble a lo largo de toda su lidia. Fue la corrida de la Feria y en ella se cortaron cinco orejas, una Serafín Marín, una y una Alberto Álvarez, que llevaba tres corridas toreadas en esta temporada (Ejea de los Caballeros, Tarazona y Corella) y bastante hizo con aguantar tanta bravura y las otras dos de David Mora, sobresaliente con el complicado tercero y premiado como triunfador de este ciclo puesto que también le cortó una oreja a un toro de “Las Ramblas”, corrida francamente negativa en la que nada pudieron hacer ni Ponce ni Castella. Tan negativa como las de Benjumea, Parladé y un poco menos la de Prieto de la Cal, que no encuentra el misterio de la bravura de los Veragua de otros tiempos. En la de Parladé salieron al ruedo diez toros por culpa de los titulares y la intransigencia del señor presidente. Bien presentada la de “Alcurrucén”, con la personalidad animal a lo Núñez, lo del Rincón. Y un toro de ensueño, el tercero, “Esparraguero”, jabonero claro, de Núñez del Cuvillo que alimentó la inspiración con música de mariachis de Talavante, premio a la mejor faena de la feria. Estuvo bien con el segundo de los Núñez José Mari Manzanares, que tuvo el mérito de llevarse al toro al centro del ruedo para matarlo como él sabe porque en el tercio andaba de costado, se descolocaba y echaba la cara al suelo. También mató bien Uceda Leal, aunque el premio fue para Serafín Marín. Loor y consuelo con barretina y todo.
Pero el suceso tuvo lugar en la corrida de Ana Romero, santacoloma, y la tremenda cogida de Juan José Padilla al banderillear al cuarto toro. Mala suerte y milagro porque el pitón estuvo a solo centímetros de acabar con la vida del jerezano. Fue una secuencia dramática que solo apreciamos los que estábamos frente al terreno en el que Padilla se reunió hacia las afueras con “Marqués”, clavó y cruzó sus piernas a la salida para caer de bruces en la arena y el toro, al humillar, herirle desde el lóbulo de la oreja izquierda hasta el ojo del mismo lado. Al levantarse, Padilla se llevó su mano siniestra a la cara y lanzó una exclamación al comprobar la sangre y la pérdida de visión. Val Carreres tomó la decisión acertada y envió al herido al hospital Miguel Servet, donde el magnífico equipo de cirujanas maxilofaciales y el oftalmólogo (doctoras Esther Saura y Victoria Simón y doctor Luis Pablo) llevaron a cabo una intervención que puede ser la base para que el bravo jerezano recupere la vista y la movilidad facial. Es lo que deseamos todos. Y entre todos, muchos toreros que han manifestado el cariño que le tienen a su compañero. Siempre he tenido especial predilección por los toreros de toreros. Pasa una cosa con los toros de procedencia de Santa Coloma: son toros de poco esqueleto y hay que lidiarlos en plazas de primera con la edad bien cumplida y bien criados y por esas y otras razones no se prodiga su lidia. Al no prodigarse su lidia, los toreros no están habituados a su juego y la mayoría ya no recuerda la técnica de Paco Camino que los entendía a la perfección. Hay que provocarles el viaje y meterles la muleta en el hocico para no dejarles “discurrir” y taparles con el engaño. Era el tercer par y Padilla bien pudo renunciar a ponerlo. Le pudo su orgullo profesional y, al final, menos mal que hubo milagro.
La actualidad es tan efímera que ya la noticia es otra. Ha muerto Antonio Chenel “Antoñete”. Panegiristas hay que han contado las excelencias del torero de Madrid. Mis recuerdos van más allá de las resurrecciones repetidas. Yo recuerdo cuando Antonio era un joven elegante, triunfador y con muchas ganas de vivir. Y también me acuerdo de su hermana, la esposa de Paco Parejo que veía los toros desde el tendido Preferente en los sillones de piedra de encima de los chiqueros de Las Ventas, donde aparecían también Curro Meloja y el general Millán Astray. Y recuerdo que la hermana se quejaba levemente de las aficiones del torero. Luego se casó, se olvidó del traje de luces y tuvo que venir su cuñado a despertarle del sueño de una placentera abulia.” Tú eres torero y todavía estas a tiempo de demostrarlo”. Mitad de los 60, el toro blanco de Osborne en la corrida que había visto Parejo en el campo. Esa podía ser. Y esa fue. Luego el empeño, la voluntad de no marcharse sin demostrar su valía, la necesidad … .Adiós a “Caché” y las tardes envueltas en humos, vapores y envidos a la grande y a la chica, serena y bien medida responsabilidad ya al filo de los setenta años, final de siglo. Lo consiguió. Ahí está.
No hace mucho que se publicó en ABC una esquela de Ana Cabré Esteve, viuda de Manuel Gas, madre de Mario Gas Cabré y hermana de Mario Cabré. Creo que ella era bailarina y su marido un bajo fenomenal que bordaba sus papeles en las zarzuelas de “La Tabernera del Puerto” y “Don Manolito” y que en el cine se especializó en los papeles de policía. Cito su fallecimiento porque me da la oportunidad recordar a Mario Cabré, el torero catalán de “las manos bajas” y sus variadas facetas artísticas: actor de teatro y cine, poeta e intérprete de boleros. También aprovecho la ocasión para recordar el disco de villancicos que grabaron Rafael Vega de los Reyes ( palmero y animador a lo “Picoco”), Curro Romero, agitanado, y “Antoñete” más en el estilo payo. Arte para todos.
Y como remate, el fallecimiento de Marino Tirapo “Chiquito de Aragón”, nacido en junio de 1933 en la villa de Uncastillo, Zaragoza, novillero en los años 50 y 60 que llegó a llenar la plaza de toros de Zaragoza en sus actuaciones junto a Paco Camino. Su carrera taurina se desarrolló más por tierras andaluzas y ha muerto el 17 de octubre último en Sabadell lejos del ambiente taurino. También merece nuestro recuerdo.