jueves, 8 de diciembre de 2016

PERSONAJES DE OTROS TIEMPOS (1)


Hace unas semanas leí un artículo de José Luis Ramón en 6TOROS6 que me encantó. El director de esta revista es una de los que mejor escriben de toros y, además, no incluye tacos para imitar a Camilo José Cela y aspirar al Nobel de la Tauromaquia. Ese artículo me inspiró el tema que pretendo desarrollar en esta ocasión y prolongarlo a un futuro inmediato porque barrunto que no me queda mucho tiempo. Se refería José Luis a la diferencia que hay entre las figuras del toreo y los caudillos o mandamases que en nuestro mundo han sido: “Martincho”, allá, a lo lejos, el triunvirato de Pedro Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, después, “Paquiro” y “El Chiclanero”, más tarde, “Lagartijo” y “Frascuelo”, primera y más duradera pareja, “Guerrita”, en solitario, “Mazzantini”, “Bombita” y “Machaquito” y el pleito de los Miura, José y Juan, el amontonamiento de los años 20 del siglo XX, “Manolete” y “El Cordobés” y el citado “Guerrita”, tres califas en la palmatoria torera, sin entrar en apreciaciones técnicas ni artísticas. A mí, sin poder señalar las razones, creo que me hubieran gustado más “Costillares”, “Paquiro”, la planta, la montera, el caliqueño, Fuentes, la elegancia, Rafael el Gallo, la gracia, la inspiración, Gaona, majeza y armonía, y Félix Rodríguez por los documentos gráficos examinados y por los juicios escuchados de boca de mis antepasados familiares y amistosos. Si hago caso de lo mucho escrito por Luis Bollaín, el indiscutible de todos los tiempos sería Juan Belmonte. Don Luis estaba en su derecho.
Bollaín, notario en Sevilla, su destino soñado, era de Colmenar Viejo y hermano de Adolfo que publicó muchos libros y entre ellos uno que tituló “Aparicio, sí; Litri, no”. En la calle madrileña de Virgen de los Peligros había un estudio de fotografía que regentaba el aragonés Ángel Aracil y que se titulaba Fotos Goya. En su fachada había un expositor en el que colocaba fotos de Miguel Báez. Un día la vitrina fue apedreada con furia sarracena. Así eran por entonces los partidarios de los toreros. Y Colmenar, como Toledo en  tiempo de los moros, la capital del saber taurino. A los Bollaín había que añadir el nombre de don Luis Fernández Salcedo que fue  bellísima persona, relator de la vida del toro y de la historia de Diano, el semental de los Martínez, el de los siete toros de Joselito en Madrid. Y en Colmenar nació Agapito García “Serranito”, el hombre de la voluntad de hierro que superó una fractura en la columna vertebral yacente en un lecho de escayola durante meses hasta poder valerse tras aquella terrible cogida de Benidorm. De Colmenar eran también otros Salcedos, ganaderos,  picadores y lechero en la calle de Caballero de Gracia, amigo de Jaime Marco “El Choni” y del abuelo de José Tomás, que estaba preocupado porque a su nieto le gustaba más el fútbol que los toros. No cabe duda de que José Tomás tiene las estrellas caudillistas pero no se las pone.
Leído el artículo de José Luis se me ocurrió mirar la relación de las corridas toreadas en este año de 2016 y comprobar lo que casi siempre ha sucedido: que los toreros del pellizco casi  nunca encabezan el escalafón. Ahora le toca a “El Fandi”, antes a “Jesulín de Ubrique”, “Espartaco” o Curro Girón. Este año, Ponce está en sexta posición, lo que podemos calificar de hazaña porque el de Chiva cumplía su mas de cuarto de sglo como matador de toros. En el total de actuaciones es el indiscutible caudillo de la grey taurina. El décimo lugar de este año que agoniza lo ocupa Andrés Roca Rey, pero hay que tener en cuenta que en agosto tuvo que cortar su temporada. Por en medio los que a mí me hacen tilín: Cayetano, Juan Bautista, el de Arlés, Morante de la Puebla, Curro Díaz, Juan del Álamo, Diego Urdiales bendecido por el patriarca Romero, Ginés Marín y Pérez Mota. En la parte baja, “Finito de Córdoba”, “Paulita” y “Varea”, el del novillo de Los Maños, testimoniales Ortega Cano y Esplá y en limbo Matías Tejela y “Pedrito de Portugal”, el de las novilladas triunfales de Zaragoza de hace años. Casi 170 matadores de toros dispuestos a enfundarse el capote de lujo y ¡Tarari!, ¡Tararí!, iniciar el paseíllo con el pie derecho.
Ramón hablaba de una foto de Ponce y Román frente a frente, silencio, respeto mutuo y admiración del discípulo hacia el maestro. También apuntaba la otra circunstancia peculiar del toro moderno: los toreros de Madrid, Antonio Bienvenida y Antoñete. Son muchos más y muchas veces no han sido diestros de la exquisita naturalidad de los citados. Alfonso Merino, Paquito Rodrigo, Andrés Vázquez y Ruiz Miguel y sus “alimañas”. Merino tenía una pata de palo, Rodrigo era muy fotogénico pero frío de cuello, este Vázquez se perdía entre barroquismos zamoranos y Ruiz Miguel no sabía saborear los bombones con guinda dentro. Hubo dos toreros que, por circunstancias, los dos acabaron su relato en Madrid. El primero era de Alcobendas y se llamaba Benigno Aguado de Castro. Salida fulgurante con destacada actuación en Zaragoza en el mes de octubre de 1943, no pasó por Madrid de novillero nada más que en un festival en 1944 y, para colmo, actuó en Barcelona en trece ocasiones y allí tomó la alternativa. Vino a Madrid a confirmar y luego renunció a ella y a mayores glorias. Madrid le borró del mapa taurino. Otro caso fue el de Francisco Sánchez “Frasquito” nacido en Toledo, 1927, pero trasladado a Madrid con dos meses. Camarero del “Fuyma”, en la Gran Vía cerca de Callao. En Madrid, lógicamente. Se celebró un festival en Sevilla el 9 de diciembre de 1947, tres meses después de la muerte de Manuel Rodríguez Manolete. Actuó en él “Frasquito” y por la calle de Las Sierpes flotó la imagen fantasmal del “Monstruo resucitado”. Confirmó al  año siguiente el fantasmal augurio y todo el mundo taurino enloqueció entusiasmado. Pero, antes de llegar a su presentación en Madrid dos años después, vinieron las cornadas de Bilbao y Córdoba y Las Ventas del Espíritu Santo lo lapidaron. Cogió el barco, atravesó el Atlántico y en México rehízo su vida en el negocio de la hostelería y hasta tomó la alternativa en Autlán de la Grana el 2 de febrero de 1955 y en mano a mano con  Alfredo Leal. Murió en México el 24 de febrero de 1993.El aroma sevillano, casi flor de un día, se mantuvo años y años. ¿A quién se le adjudica el origen de aquel misterio?

Bueno, sobre Madrid y Sevilla hay otros episodios en los que el misterio se propaga por otros rincones. Por ejemplo en el caso de Manolo Vázquez, el hermano de Pepe Luis, nacido en Sevilla y que no fue torero Sevilla no hasta su tardía reaparición. En su presentación como novillero en Las Ventas cortó cuatro orejas “y puso el toreo de frente”. O el caso de Paco Camino, más de Madrid que La Cibeles. Pero estas son distintas historias y me las dejo para otro día.

lunes, 14 de noviembre de 2016

EL GITANO SOLITARIO


Siempre me ha atraído lo gitano y apenas sé cómo definirlo. Hay muchas cosas indefinibles: el duende, el pellizco, el arte o el ajonjolí. Y hubo un torero gitano, José Jiménez que vivió a caballo del XVIII y el XIX y se anunció tal cual: “El Gitano”. “Pasión gitana y sangre española” dice Manolo Tena. Nada que ver. Los gitanos vienen de cualquier parte. José Ulloa “Tragabuches” vino de Ronda y se cargó a “La Nena”, su mujer, porque se había liado con el monaguillo. Pero el primer Gitanillo de la historia de los matadores de toros no era gitano. Era de Ricla, a medio centenar de kilómetros de Zaragoza. Braulio Lausín. Lo que ocurrió es que Braulio trabajaba con un tratante de ganados y esa era función que se asignaba a los gitanos. Luego vinieron los de Triana y Braulio se añadió lo de Ricla. Rafael Vega de los Reyes, Gitanillo de Tríana II, fraternal amistad con “Manolete”, se juntó a dos gitanos más, “Cagancho” y “Albaicín”, e hicieron el paseíllo en la plaza de Vista Alegre del barrio veraniego de Carabanchel.  A mi padre se le ocurrió hacer la crónica en caló. Me condicionó mucho este esfuerzo de mi padre y, luego, los recuerdos sobre esos tres artistas. Una de mis primeras entrevistas periodísticas se la hice a principios de los 50 del siglo pasado en “La Pañoleta”al segundo de los de Triana, Rafael, de Joaquín Rodríguez recuerdo unas verónicas en Las Ventas, junto a los terrenos de la enfermería en la tarde en la que se homenajeaba a la princesa Soraya, triste y estéril y de Albaicín el que se hiciera torero porque lo pintara su padrino Zuloaga vestido con un terno verde y plata, fuera un artista en el piano y terminara su ruta vital en Los Ángeles de San Rafael, cerca del Cristo del Caloco, en donde casó a su hija María con Joaquín Bernadó. Hay gitanos que no lo parecen y payos que podían pasar por gitanos. En teoría de Joaquín Albaicín, hijo de María y el catalán Bernadó, la sangre gitana es como el agua bendita. Si en la pila de la iglesia hay una pequeña cantidad bendecida la que eches después será toda bendita. Al derecho y al revés: Caso de “Joselito”, todo payo. Caso de Rafael, todo gitano. Y su hermano Fernando, al que le dedicó el pasodoble el maestro Lope, pero que no pasó de banderillero, aunque dicen que le inspiró a su hermano Rafael muchas de sus genialidades. El último ejemplo de estas genialidades, el hijo de Julio Aparicio y la “bailadora” Malena Díaz.
Hace unos meses, allá por el mes de abril pasado, se publicó la noticia ilustrada de la existencia de la pintora más cotizada del Mundo que se llama Lita Cabellut, es natural de Sariñena, Huesca, tiene 54 años y es gitana. Fue un impulso más a mi interés por lo gitano. ¿Qué pasa en los toros que tenemos como escondido al único de sus representantes con  la alternativa tomada hace más de dos décadas. Y se apellida Díez, como Malena, y es de linares como José Fuentes, que tiene pinceladas, Palomo Linares ajeno al duende y Curro Vázquez más cerca del sevillanismo de San Bernardo. Y mira por donde, Curro Díaz se ha destapado este año y ya está en la lista de los privilegiados, los del “pellizco”, los ángeles y la madre que lo trajo al mundo. En Calasparra le perdonó la vida al toro “Plebeyo” de Victorino, en Madrid en marzo con  toros de Torrealta y Gavira y en la Feria de Otoño con toros de Puerto de San Lorenzo, en Linares el Trofeo Manolete y siempre actuaciones bien templadas, de agudo sentido artístico y valor sereno y sin claudicaciones. Lo de Madrid con las volteretas incluidas, épico. Demora con la espada pero reconocimiento junto a su compañero del curioso mano a mano, el pacense Guerrero.


La carrera de Curro Díaz Flores ha sido lenta y cansina, como para abandonar en esas tardes de angustia en las que no se resuelve nada. Nació en Linares el 20 de mayo de 1974, debutó con picadores antes de cumplir los 16 años en Manzanares, dos años después debutó en Madrid y el cartel de su alternativa en Linares lo completaron Juan Carlos García y Sebastián Córdoba con toros de Valdemoro el 1 de septiembre de 1997. Confirmó en Madrid con Frascuelo y Guillermo Albán y nada menos que con toros del cura de Valverde. Más o menos, certificado de defunción artística. 31 de agosto de 2003. Un toro de Cuadri en Madrid y otro de Fraile en Sevilla dieron alas hasta llegar a esta temporada en la que ha dado muestras de su calidad artística y de su humana responsabilidad. En plena madurez -42 años – puede conseguir en la próxima estar en los mejores carteles y darle a esos carteles el toque maravilloso de la honda gitanería. La de verdad. No quiero que quiten a nadie, pero los que ya han tenido oportunidades  múltiples para repetir su discurso deben dejar la palabra a otros para que nos dicten el suyo tanto tiempo silenciado. Tenemos un torero gitano y tenemos que degustarlo. Sabor fuerte y delicado, aroma de naranjo y pinares, canción de fragua  y de mar. Distinto porque para eso es gitano. Es, desde luego, una forma de ser torero.

domingo, 23 de octubre de 2016

FINAL DE TRAYECTO


La Feria del Pilar de Zaragoza es difícil y complicada. Siempre lo fue por ser la última importante de la temporada y por las variantes meteorológicas, subsanadas estas últimas por la cubierta de teflón sobre la estructura de 250 años de existencia. Pero siguen pesando la docena de días del mes de octubre tras los festejos mayores de Logroño, Madrid o Sevilla. Muchos cuelgan su traje de luces y ¡hasta el año que viene! También cuentan las cornadas o lesiones sufridas por algunos diestros a lo largo del prolífico mes de septiembre taurino. Antes, Zaragoza tenía un hándicap más: el público. Ahora no lo es y este año se ha notado una renovación generacional que puede augurar un futuro más brillante. Pero el empresario lo tiene difícil aunque este sea Simón Casas, que este año ha ensayado una publicidad fotográfica interesante. No sé, y no es de mi incumbencia, si los resultados materiales han correspondido al esfuerzo empresarial. Como en todos los carteles, para algunos sobraban unos nombres y faltaban otros, pero la Feria pilarista tenía, en mi opinión, su interés. Contaba con el elemento autóctono, un novillero, Jorge Iglesias, zaragozano de nacimiento pero desconocido por estos lares pese a ser nieto de un novillero, Octavio Iglesias, que se prodigó por las plazas aragonesas en la década de los 40 del siglo pasado, la ganadería de Los Maños  con la divisa negra de luto reciente por la muerte de Víctor Barrio en Teruel, los matadores Ricardo Torres y Alberto Álvarez en la corrida de La Quinta y la alternativa del rejoneador Mario Pérez Langa, de Calatayud, en el fin de fiesta. No desentonaron ni toreros ni novillos y Jorge Isiegas cortó una oreja en el preámbulo del ciclo. Bien está. En la otra novillada, la del día 13, salió a hombros el francés Andy Younes, un destacado aspirante de la cuadra de Simón Casas. Sólo una apreciación al margen de parecidos y semejanzas, le pediría a la promesa nimeña que prodigara más el toreo por delante. Tienen valor y ganas de ser figura, como Leo Valadez, el mexicano, y el nacional Rafael Serna.
Eso de ser la última feria importante de la temporada también influye decisivamente en el ganado a lidiar. Ya puede el veedor de don Simón visitar los campos de España en el mes de enero y reseñar las corridas correspondientes para el ciclo pilarista que, al final, de aquellos números sólo quedaran un par de ellos o ninguno. Por eso, en octubre son las corridas tan desiguales en peso, trapío, cara y edad. Desde un cuatreño del pasado mes de septiembre hasta algunos sexenios del próximo noviembre y cien quilos de diferencia en el mismo festejo. Hubo que remendar la novillada de El Cahoso y la corrida de Daniel Ruiz y devolver a los corrales a un toro de este ganadero albacetense para que se presentara en el ruedo una preciosa parada de mansos clónicos que cumplieron su misión tan perfectamente como si su mentor fuese el talaverano Florito. La corrida más pareja, la de Juan Pedro Domecq, aunque hubo un toro que sobrepasó los seiscientos kilos; la más dispar, la de Fuente Ymbro, con un toro que pesó 583 kilos, el segundo, y otro, el quinto, 487 kilos, el de menos peso de toda la feria, el más protestado por los que solo se fijan en la tablilla de los kilos, si bien el morito gaditano estaba bien puesto de cara y tenía muchas ganas de embestir. Y ocurrió lo que tenía que suceder, que Enrique Ponce ligó su faena más redonda de su brillante temporada en el juanpedro que brindó a su cuadrilla como despedida habitual en Zaragoza, que Rafaelillo lidió a los de La Quinta con su destreza congénita, que Juan Bautista, con el Soleares de Victoriano del Río, a un mes de los seis años, toreó bien por la izquierda, que Cayetano Rivera, de rodillas y a sus pies…descalzo. Dos pinchazos y un buen volapié en el segundo del día 11, el día de la oreja fácil de López Simón en el tercero, la alegría de ver recuperado a David Mora que tiene un defecto que no puede soslayar: su estatura. Pero torea con gusto y exquisitez aunque digan que es de Borox. Claro que Domingo Ortega, con fama de rudo domador de fieras, también patinaba sobre las arenas en el vals de la armonía y el buen gusto con el toro. Perera le cortó una oreja al toro de La Palmosilla que abrió plaza y luchó con el más manso de la Feria, el cuarto de Daniel Ruiz. Hay una cosa que se llaman banderillas negras que, aunque estén en los diversos Reglamentos, no se usan. Antes eran de fuego, más divertidas pero no milagrosas. El que nace manso se muere manso. Y final a pie apoteósico en la corrida del día 15. Tragedia de Padilla que casi acabó en apoteosis a hombros por la puerta grande, bajo la estatua de Goya con la bandera pirata y el  beso a la arena dorada, pleno de Talavante, siempre improvisador y sugerente y personalidad variada de Morante que lo hizo todo: oír el silencio, oximorón bergaminesco con el perfume eterno de San Juan de la Cruz, soportar la bronca a lo gitano Rafael y encandilar con el pellizco de su arte. Esto nace en el vientre de algunas madres que paren toreros. Caso de Ginés Marín, que sumó dos medias faenas de primor porque sus toros de Daniel Ruiz se acabaron enseguida. Zaragoza se fue a la cama con una sonrisa de esperanza. ¡Oiga! que Simón Casas es el empresario de Las Ventas del Espíritu Santo … Mejor para nosotros. En el final a caballo sucedió lo que tenía que ocurrir: lección magnífica de Pablo Hermoso, al que un pinchazo antes de la estocada le quitó la segunda oreja del cuarto toro de Bohórquez y la salida por la puerta grande, la encantadora Lea Vicens sufrió una fea cogida en el quinto y Mario Pérez Langa, que tomaba la alternativa, saludó con efusión a los asistentes.  Hubo banderilleros bien vestidos y lucidos con el capote de brega y los palos, Marcos Leal, Blázquez, Yván García, Joselito Rus, Ambel Posada, Barbero, Antonio Manuel Punta y Curro Javier, este con el manso de Ruiz. Pocos destacados de los de a caballo, abusando de la ventaja ignominiosa del peto acorazado, de poner el palo más atrás del morrillo y prodigar la suerte de la fregona y el palo levantado. Aviso a navegantes: se puede picar en todos los lugares del ruedo aunque se recomiende la predilección por el lugar opuesto a los chiqueros, pero a un manso se le puede picar hasta a la puerta de estos. Picar, señores, picar, no simular.  Recuerdo en esta feria a Esquivel y a Juan de Dios Quinta.
Mi amigo y ejemplo del bien decir y mejor escribir, Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, afirma que yo prefiero que a la plaza de Zaragoza se le llame “la de Pignatelli” porque la misericordia se ha convertido en justicia social, porque hay dos plazas importantes que tienen el mismo apelativo, Pamplona y Bilbao, y porque me parece justo recordar al ilustrado Pignatelli, autor de tantas cosas buenas para Zaragoza. La plaza de toros incluida.
Se reunió el jurado que otorga los premios del Pilar y estos fueron los ochos galardones concedidos: Mejor Faena: Enrique Ponce. Corrida mejor presentada: Núñez del Cubillo. Triunfador: Talavante. Premio al valor: Padilla. Mejor estocada: Padilla. Mejor puyazo: Juan de Dios Quinta. Mejor par de banderillas: Curro Javier. Toro más bravo: “Rescoldito”, de Núñez del Cubillo.
Este último es el premio más veterano, cuarenta y ocho pilares. El del valor, la estocada y el puyazo van por los treinta y seis años, desde que Ángel Esteban Enguita, diputado-delegado de la Plaza de Toros de la Diputación de Zaragoza por entonces, reunió a peñas, entidades y patrocinadores en un solo jurado y otorgaron esos premios en 1980. Después se retiraron algunas peñas como la de “El Carmen”, que daba el premio al par de banderillas, la de Torrero, la de “Gitanillo de Ricla”, premio al valor, el Ayuntamiento zaragozano y el hotel Corona de Aragón. Siguen la peña de “Mari Paz Vega”, corrida mejor presentada,  y la de “La Madroñera”, toro más bravo, y se ha sumado el sastre Roquetas con el par de banderillas. El resto de galardones, cinco, los ampara la Diputación de Zaragoza. Y que siga por muchos años. ¿La mejor banda de música? La de Magallón. La de la Diputación Provincial desapareció

miércoles, 19 de octubre de 2016

LA HISTORIA QUE SE BORRA POCO A POCO


En pocos días han fallecido dos ganaderos de Salamanca de una misma familia, Alipio y Antonio Pérez-Tabernero. Los dos no podían utilizar para anunciar sus toros la segunda parte de su apellido compuesto: Tabernero. El uno era Pérez T. Sanchón y el otro Pérez de San Fernando. San Fernando era un lugar emblemático que  no se podía nombrar porque tenía connotaciones guerro-civilísticas y la verdad es que uno tiene recuerdos que no olvida pero que no quiere remitir a los demás. Don Alipio era hijo del señor de las patillas más famosas. Don Antonio era hijo del señor de San Fernando. AP. Durante 30 o 40 años fueron los ganaderos que más toros lidiaron. Don Pedro Balañá, desde su poderosa atalaya barcelonesa, dos plazas de toros en funcionamiento alternativo, usaba y abusaba de los hierros salmantinos de los Pérez Tabarnero. Solo don Graciliano (los miuras de Salamanca) podía utilizar el apellido completo. Juan Mari, hermano de Antonio, rompió la norma, no sé si porque resultaba ilegal, contra natura, el prohibir el uso del propio apellido. Juan Mari, después de que su primo Alipio intentara las glorias novilleriles, llegó a tomar la alternativa para una carrera corta y de no demasiados hechos reseñables. Alipio, hombre de carácter retraído, dejó que los focos de la actualidad se fijaran en su esposa, María Lourdes Martín, ganadera con el hierro de Carreros, a la que habitualmente acompañaba su hijo “Alipín” (Alipio III) mientras el patriarca se refugiaba en el remanso de la vida de su finca y del ambiente ganadero de Salamanca. Antonio era más extrovertido y su gran chimenea de la finca de San Fernando era centro de variadas y numerosas reuniones en las que desmenuzaba sus grandes conocimientos de la crianza del toro bravo. Los dos, Alipio y Antonio, han rebasado los noventa años, Antonio a punto de alcanzar la cifra centenaria. El frío del campo salmantino es bueno para la supervivencia. Hace poco tiempo, al morir, Paco Cano había superado el centenar de años como si las sombras y los ácidos de los productos  para revelar fotografías fueran saludables. Hay que recordar que Cervera, el fotógrafo que también alcanzó apreciable longevidad vital puede apoyar el aserto si recordamos a Cartagena y algunos más de los que utilizaron los cajones y las placas con las que Cervera hizo la famosa fotografía de Toledo titulada “Caída al descubierto”, en la que aparece entre medias luces del atardecer junto al Tajo el capote de Belmonte para hacerle el quite al picador derribado. Una gran foto premiada en Londres en el primer tercio del siglo XX. Quizá la perfección y multiplicación de las técnicas fotográficas dificulten la existencia de estampas insólitas. Pero el otro día una media verónica de Manzanares me dejó con la boca abierta. Claro que al comprobar que el documento era de Agustín Arjona se despejaron todas mis dudas. Es que este Arjona lleva el celuloide en las venas aunque ahora ya no se empleen películas para hacer fotos. Fue un día glorioso en Sevilla, con docenas de olés recortados y contundentes, con Castella y el propio Manzanares a tope, en Logroño y muchos otros lugares, Enrique Ponce, Talavante con patillas de hacha – nada que ver con las de don Alipio I -  y pelo de roquero, la promesa demostrada de Ginés Marín, los afanes de Garrido, el misterio en escena de Morante de la Puebla, el escondido de José Tomás…Es una pena morirse en este momento aunque poco a poco se nos borre el pasado con la marcha de tantas personas afines a nuestra existencia. Se fue también Miguel Flores, que era un hombre lleno de ilusiones y buen gusto. Buscaba el arte. Vivía con arte. En Manuel Becerra, cerca de Las Ventas, rezan por su alma.Los tiempos cambian mucho y hasta difuminan las imágenes. Pero estamos rematando una temporada que ha sido muy ilusionante. Bajó mucho el diapasón cuando en el mes de agosto dos cogidas seguidas con daño cerebral apreciable dejaron fuera  de combate a Andrés Roca Rey. Era la gran novedad y las tardes triunfales se repetían con una continuidad asombrosa. Su presencia se había hecho imprescindible. Su necesaria ausencia – viaje a Estados Unidos para someterse a un largo tratamiento previsto hasta el mes de noviembre – afectó a la asistencia de los públicos a las plazas de toros donde estaba prevista su actuación. La novedad más refulgente se había desvanecido como el azucarillo en el vaso de agua fresca en contraposición del aguardiente que rasga nuestras entrañas. La temporada se termina y yo, pese a que la escoba barre el  rastro que deja el toro muerto por la arena, tengo la ilusión de vivir otra temporada gloriosa, la que viene. Loado sea el Señor.

sábado, 10 de septiembre de 2016

RECUERDOS DE ESTE VERANO DE 2016


Es un verano importante para mí. Me quedan muy pocos y hay que aprovecharlos. Por eso he visto muchas corridas por televisión, una de ellas en Santander de la que me quedó un recuerdo imborrable. Resulta que Enrique Ponce lleva veintisiete temporadas seguidas a toda máquina. Algunos se lo dicen como reproche: “es que  torea a todos los toros igual”. ¿Usted sabe lo que afirma? ¡Torear a todos los toros igual cuando todos son distintos y no se puede poner uno de acuerdo con ellos…! Pero una tarde en Santander rozó la perfección con un toro de XXX y a los sones de la música que  Morricone le puso a la película de la Misión. Esa música le dio suntuosidad a la obra del torero que más corridas a toreado y más toros ha matado en toda la Historia del Toreo (las cifras que se señalan  en la biografía de Pedro Romero no están homologadas). No pueden estarlo nunca. Las de Ponce sí. Le ocurrió también a “Lagartijo el Grande”, harto de torear y de competir con “Frascuelo”. Fue a Madrid a despedirse de su compañero y se la cayó el alma a los pies. “Tanta lucha para esto”. Quiso despedirse en cinco corridas en solitario y las cinco acabaron en desastre. En Madrid lo hizo el día del Corpus y los fieles devotos pasaron la solemne procesión a la mañana para asistir a la corrida por la tarde. La Fe no hizo el milagro: otro desastre. Muchos años en la palestra y el pueblo joven pide rabizas nuevas.
La gran novedad de este año ha sido Andrés Roca Rey. No hubo tarde que no se empleara a fondo con capote, muleta y espada. Hubo ocasiones en que el espectador enloquecido  no  se explicaba cómo había pasado por delante y por detrás, por arriba, por abajo y por en medio. Toda la retahíla de lances y muletazos y el contundente remate de la estocada. Muchas cosas a resaltar y una especial que guardo en mi retina. Una arrucina ligada con un natural. Por arte de birlibirloque, la muleta en la mano derecha y por la espalda para ejecutar el muletazo por delante y aparecer el engaño en la mano izquierda como el prestidigitador te saca la carta que tu has pensado de detrás de tu oreja derecha. De triunfo en triunfo hasta que llegó la corrida de Málaga y el toro se tomó la revancha. Nueve corridas perdidas y la reaparición en Palencia. Otra voltereta estremecedora. Demasiado castigo. Me vino a la memoria el caso de “Frasquito”, al que parecía que se le había metido en el cuerpo el duende de “Manolete”. Tres o cuatro cogidas graves difuminaron el milagro y “Frasquito” se fue a México a trabajar en la casa Domecq. Allí murió. Espero que  no sea el caso de Roca Rey y que muy pronto vuelva a electrizar el ambiente de la temporada taurina española.
Iba a torear el domingo 28 en la plaza de toros de Ejea de los Caballeros con  toros de Orive y Juan José Padilla y Francisco Rivera “Paquirri” de compañeros. Había expectación en la capital de Las Cinco Villas de Aragón y Jesús Mena y Julio Fontecha se las prometían muy felices con el anuncio de autobuses de más de 50 pasajeros que iban a acudir a Ejea. Se quedaron en microbuses gracias a que la sustitución fuera acertada. En lugar del peruano, hizo el paseíllo Ginés Marín, matador de reciente alternativa en Nimes y novillero triunfador en Zaragoza en  el Pilar de 2014, torero prometedor y de exquisitas cualidades. Había sustituido a Roca Rey en Bilbao y estuvo heroico y solvente. Lo de su triunfo de novillero en Zaragoza quedaba lejos para la frágil memoria  de los aficionados aragoneses. Mi amigo el cordobés José María Portillo me propone un cartel para el que yo pongo los toros de Torrestrella de don Alvaro Domecq. ¿Y los toreros? Juan Mora, Finito y Curro Díaz. ¿La plaza? Por capacidad, Madrid. Por gusto, Sevilla. Por comodidad, Zaragoza. Por ganas, Barcelona. Por tradición, Ronda, goyesca. Y televisada para toda España, Francia y la América española, incluidas Nueva York y Miami.
El caso es que Ejea de los Caballeros completó su Feria en Honor de la Virgen de la Oliva con una corrida de rejones encabezada por Pablo Hermoso de Mendoza como cada año desde que el de Estella se inició en estos menesteres, Andy Cartagena y Andrés Romero y otra corrida de a pie con una redonda corrida de Los Bayones que saborearon a su gusto Juan Bautista, Alberto Álvarez y Gonzalo Caballero, el festejo de menos asistencia. Competencia de recortes con anillas y concurso de roscaderos completaron el ciclo festivo porque en Aragón no pueden faltar los aspectos populares y populosos de nuestra fiesta. Su centro, la plaza de España. Su imagen, el toro de Las Bardenas. Su pintor, Goya. Su profeta, Martincho. Y ustedes que lo vean. Y yo, Dios mío, un ratico más. Lo dijo Andrés Segovia cuando ya era nonogenario. Yo todavía soy octogenario.


miércoles, 7 de septiembre de 2016

RECUERDOS DE ESTE VERANO DE 2016

Es un verano importante para mí. Me quedan muy pocos y hay que aprovecharlos. Por eso he visto muchas corridas por televisión, una de ellas en Santander de la que me quedó un recuerdo imborrable. Resulta que Enrique Ponce lleva veintisiete temporadas seguidas a toda máquina. Algunos se lo dicen como reproche: “es que  torea a todos los toros igual”. ¿Usted sabe lo que afirma? ¡Torear a todos los toros igual cuando todos son distintos y no se puede poner uno de acuerdo con ellos…! Pero una tarde en Santander rozó la perfección con un toro de Miranda y Moreno y a los sones de la música que  Morricone le puso a la película de la Misión. Esa música le dio suntuosidad a la obra del torero que más corridas a toreado y más toros ha matado en toda la Historia del Toreo (las cifras que se señalan  en la biografía de Pedro Romero no están homologadas). No pueden estarlo nunca. Las de Ponce sí. Le ocurrió también a “Lagartijo el Grande”, harto de torear y de competir con “Frascuelo”. Fue a Madrid a despedirse de su compañero y se la cayó el alma a los pies. “Tanta lucha para esto”. Quiso despedirse en cinco corridas en solitario y las cinco acabaron en desastre. En Madrid lo hizo el día del Corpus y los fieles devotos pasaron la solemne procesión a la mañana para asistir a la corrida por la tarde. La Fe no hizo el milagro: otro desastre. Muchos años en la palestra y el pueblo joven pide rabizas nuevas.

La gran novedad de este año ha sido Andrés Roca Rey. No hubo tarde que no se empleara a fondo con capote, muleta y espada. Hubo ocasiones en que el espectador enloquecido  no  se explicaba cómo había pasado por delante y por detrás, por arriba, por abajo y por en medio. Toda la retahíla de lances y muletazos y el contundente remate de la estocada. Muchas cosas a resaltar y una especial que guardo en mi retina. Una arrucina ligada con un natural. Por arte de birlibirloque, la muleta en la mano derecha y por la espalda para ejecutar el muletazo por delante y aparecer el engaño en la mano izquierda como el prestidigitador te saca la carta que tu has pensado de detrás de tu oreja derecha. De triunfo en triunfo hasta que llegó la corrida de Málaga y el toro se tomó la revancha. Nueve corridas perdidas y la reaparición en Palencia. Otra voltereta estremecedora. Demasiado castigo. Me vino a la memoria el caso de “Frasquito”, al que parecía que se le había metido en el cuerpo el duende de “Manolete”. Tres o cuatro cogidas graves difuminaron el milagro y “Frasquito” se fue a México a trabajar en la casa Domecq. Allí murió. Espero que  no sea el caso de Roca Rey y que muy pronto vuelva a electrizar el ambiente de la temporada taurina española.

Iba a torear el domingo 28 en la plaza de toros de Ejea de los Caballeros con  toros de Orive y Juan José Padilla y Francisco Rivera “Paquirri” de compañeros. Había expectación en la capital de Las Cinco Villas de Aragón y Jesús Mena y Julio Fontecha se las prometían muy felices con el anuncio de autobuses de más de 50 pasajeros que iban a acudir a Ejea. Se quedaron en microbuses gracias a que la sustitución fuera acertada. En lugar del peruano, hizo el paseíllo Ginés Marín, matador de reciente alternativa en Nimes y novillero triunfador en Zaragoza en  el Pilar de 2014, torero prometedor y de exquisitas cualidades. Había sustituido a Roca Rey en Bilbao y estuvo heroico y solvente. Lo de su triunfo de novillero en Zaragoza quedaba lejos para la frágil memoria  de los aficionados aragoneses. Mi amigo el cordobés José María Portillo me propone un cartel para el que yo pongo los toros de Torrestrella de don Alvaro Domecq. ¿Y los toreros? Juan Mora, Finito y Curro Díaz. ¿La plaza? Por capacidad, Madrid. Por gusto, Sevilla. Por comodidad, Zaragoza. Por ganas, Barcelona. Por tradición, Ronda, goyesca. Y televisada para toda España, Francia y la América española, incluidas Nueva York y Miami.

El caso es que Ejea de los Caballeros completó su Feria en Honor de la Virgen de la Oliva con una corrida de rejones encabezada por Pablo Hermoso de Mendoza como cada año desde que el de Estella se inició en estos menesteres, Andy Cartagena y Andrés Romero y otra corrida de a pie con una redonda corrida de Los Bayones que saborearon a su gusto Juan Bautista, Alberto Álvarez y Gonzalo Caballero, el festejo de menos asistencia. Competencia de recortes con anillas y concurso de roscaderos completaron el ciclo festivo porque en Aragón no pueden faltar los aspectos populares y populosos de nuestra fiesta. Su centro, la plaza de España. Su imagen, el toro de Las Bardenas. Su pintor, Goya. Su profeta, Martincho. Y ustedes que lo vean. Y yo, Dios mío, un ratico más. Lo dijo Andrés Segovia cuando ya era nonagenario. Yo todavía soy octogenario.


lunes, 4 de julio de 2016

VESTIDOS, ETIQUETAS Y MIGRACIONES


Primero mi agradecimiento a ABC porque es uno de los pocos diarios españoles que mantienen la información taurina. No llegan a lo que prodigaban en tiempos pasados, frecuentes portadas gráficas dedicadas a las  noticias del toreo, pero satisfacen mi curiosidad en las páginas interiores con el relato de lo que sucede por los ruedos de España y parte del extranjero. Y hasta algunos de sus colaboradores toman el tema por los pelos y completan con buena literatura su visión de lo acontecido. Los aficionados, que son mucho más templados que los hinchas futbolísticos, asimilan con paciencia lo que se les dicen aunque no estén de acuerdo con el autor. Yo, por ejemplo, no estoy de acuerdo con Salvador Sostres y trato de analizar con mesura lo que comentaba el otro día, ilustrando su texto con una foto de José Tomás de su reciente y triunfal actuación en Alicante. Las contadas y meditadas actuaciones del torero de Galapagar tienen como objetivo la apoteosis final y en ello se empeñan incluso los asistentes, que, en su mayoría, son creyentes tomistas. Sostres confiesa que no entiende de toros, que  ni es aficionado ni los toros son su espectáculo. “Pero-aclara-sí entiendo de libertades, y es aberrante que un catalán como yo tenga que exiliarse a Alicante para ver a José Tomás”. Comprendo que  el estudiante de música no inicie sus estudios interpretando la “Quinta Sinfonía” y que para conocer el toreo también hay que empezar por abajo. Alicante es un buen destino viajero, pero para ver toros también se puede ir a Madrid, Bilbao o Zaragoza y no estaría nada mal que Tomás acudiera a esas plazas con compañeros y toros de variadas especies y procedencias. “El Mesías” tiene que prodigarse en sus milagros porque la fiesta española los necesita. En la foto, el torero ejecuta un remate de recortada media verónica perfecta. El vestido, que parece color tabaco, muy bordado en oro, torerísimo, y sólo un detalle que anula parte de tanta belleza: los cuernos del toro. Esta puede ser una de las razones de esos exilios taurinos de los fans de José Tomás. En el pie de la foto, que seguro no escribió Sostres, dice que Tomás está toreando con la muleta. Creo que la ignorancia no puede llegar a tanto. Pura equivocación.
Antonio Burgos, otro de los privilegiados que firman en las páginas de ABC se desmelena contra Enrique Ponce porque en su actuación en solitario en la plaza francesa de Istres toreó sus dos últimos toros de esmoquin. Califica el hecho de mamarrachada o charlotada, que el de Chiva le recordó al “metre” del hotel Wellingtón y que el también valenciano Rafael Dutrús “Llapisera” era mucho más elegante porque salía a los ruedos vestido de frac y tocado con un sombrero de copa de no sé cuántos reflejos. Cita a Antonio Ordóñez como creador de las corridas goyescas de Ronda,  aunque la primera goyesca tuvo lugar en 1927 en Zaragoza y el mismo Rafael “El Gallo” se enfadó porque le parecía que iba “de mamarracho” y, antes, en Madrid, en los años 10 del siglo pasado, en los festivales gremiales los participantes copiaban el vestido que lucía “Pepe-Hillo” en el retrato que le hizo don Francisco. Fue Zuloaga el que marcó la moda goyesca en el centenario de la muerte del genio torero de Fuendetodos. Cita también el señor Burgos las corridas picassianas de Málaga y las pinzonianas de Palos de la Frontera y aun podía recordar las valencianas, las baturras, las de soldados de Aviación (Aparicio, Litri) o las que se prodigan a lo largo de la geografía taurina de las Américas. Dice EL PUEBLO: “El hábito no hace al monje”. Y hay varias versiones del traje corto andaluz, nada que ver con  el que vistió Manolete la noche del Lhardy. Recuerde también el escritor sevillano que al propio “Monstruo” cordobés le afeaban la ejecución de la manoletina que era invención del citado “Llapisera”, como la chicuelina proviene del lance del capirote que retrató don  Francisco en la interpretación del Licenciado de Falces. A Domingo Ortega yo le vi torear en un festival de traje de calle, ¿el de Villalta?, y Castella lo ha hecho alguna vez en América. Los dos toreros que desterraron el uso del uniforme torero en su vida privada fueron don Luis Mazzantini, gobernador civil de Guadalajara, y don Juan Belmonte, que se hizo un abrigo con trabilla en la espalda y que, de madrugada, se lo fue a enseñar a su médico
 Sé que el señor Burgos es “romerista”. ¿O más bien “currista?  Y no recuerdo que Curro Romero haya ejecutado en alguna ocasión una manoletina o una chicuelina. El natural, el redondo, remates y muletazos de castigo, le  verónica y la media. ¿Torero corto? Sí y de una calidad exquisita. Bien vestido de luces y de corto, sin vueltas en los bajos de la calzona y sombrero jerezano. Una maravilla. Pero el que sea o quiera ser buen aficionado tiene que ser también partidario de los toreros largos aunque se enfunden  en un traje de etiqueta y les acompañe una orquesta sinfónica.
Y aquí cabe todo. No hay liturgia escrita, señor Burgos. ¿Sabe usted por qué Curro Romero no daba manoletinas ni chicuelinas? Porque en el pase y en el lance se pierde la vista del pitón del toro. Algo de lo que sucede también en la estocada y en la que Curro usaba la llamada “ a paso de banderillas”. Enrique Ponce es un torero técnico, elegante y larguísimo. Tan largo que ya se acerca a la cifra asombrosa de 5 mil toros estoqueados. Dicen unos que también los mataron Pedro Romero, difícil comprobarlo, y Lagartijo, sin apoteosis final tras una sinfonía inspiradísima. Lo del esmoquin estaba anunciado en los carteles y no rompió la armonía de una tarde solitaria y gloriosa.  

domingo, 29 de mayo de 2016

GOYA, TORERO DE LA CRUZ A LA RÚBRICA


Los antecedentes taurinos de Goya hay que buscarlos en su juventud, cuando su maestro Luzán le hacía copiar estampas de santos y en los pueblos le encargaban  adornar las pechinas de las cúpulas de sus iglesias al tiempo que asistía a los festejos populares en los que se prodigaban las suertes que luego reflejó en muchas de las estampas de su mal llamada “Tauromaquia”. Téngase en cuenta que Goya nació en 1746 y los dibujos preparatorios del encargo que le hicieron sobre el relato de Fernández Moratín los inició en 1815, cuando ya había experimentado la emoción de su afición a los toros y protagonizado alguna que otra aventura en el papel de maletilla. Se asegura que participó en una pelea entre feligreses de dos parroquias y que, al resultar herido de gravedad uno del otro bando, Goya se junto con una cuadrilla de toreros y se fue a Cataluña, para trasladarse después a Italia, en donde le reconocieron antes y con más honores que en su patria. Su cuadro “Aníbal cruzando los Alpes” fue distinguido con una mención especial. Copias en pequeño formato de Tiépolo, Giaquinto y Mens para supervivir, el regreso a España, su matrimonio con la hermana de los Bayeu, con los que no se llevaba nadie bien por las jugarretas que le hicieron en sus intenciones de entrar en la Academia o pintar las cúpulas del Pilar y eso que los hermanos de su esposa también eran aficionados a los toros.
Mariano de Cavia “Sobaquillo” asegura que “Francho” (asi le llamaban a Goya de infante) pintó unos tableros en la plaza de toros de Pignatelli  que se perdieron por la incultura y la necesidad de las gentes de aquellos tiempos. Puede que fueran pasto de las llamas para hacer brasas y asar unas costillas de carnero o, en plena Guerra de la Independencia, para calentarse los torerillos, como lo fueron las pinturas de la iglesia de San Fernando del monte de Torrero o las de la parroquia de Fuendetodos en nuestra última guerra.
 La primera muestra gráfica de la inclinación goyesca por los toros es el cartón que pintó don Francisco para el tapiz de “La Novillada”. En él aparece el autor con un vestido de seda rosa de vistosas hombreas, faja amplia, calzón ajustado y sujeto bajo las rodillas, zapatos de hebilla y redecilla en el pelo. Un delicioso cuadro al óleo titulado “Niños jugando al toro”, las hojalatas de Torrecillas, más Tauromaquia que la así denominada, ocho muestras del ambiente de una plaza, sus suertes, sus desgracias y el lance conocido por “la aragonesa”, de frente por detrás y con el capote a la espalda. El protagonista es Pedro Romero pese a que se le atribuya su invención a “Pepe-Hillo” y lo cierto es que se le calificó de “aragonesa” porque fue el aragonés Goya el que se lo enseñó a sus amigos, con los que estuvo en relación amistosa y festiva desde la inauguración de la plaza de toros de Zaragoza con la presencia también de  “Costillares” y la despedida de Antonio Ebassun “Martincho”, otro aragonés importante (primer diestro de a pie con retrato y biografía) y  nacido en Farasdués, a 14 kilómetros de Ejea de los Caballeros, donde pastaban las mejores ganaderías del siglo XVIII. De Ejea eran los diez toros de Francisco Bentura que se lidiaron en la Plaza Mayor de Madrid con motivo de la Coronación de Carlos IV, en septiembre de 1789, festejos que se desarrollaron bajo las directrices artísticas, desfiles, vestuarios, adornos y otros detalles del buen aficionado que era Goya. Escribía a Martín Zapater y le confesaba su predilección por Pedro Romero. Pero retrató a los tres,Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, primer triunvirato de la historia del toreo, a José, hermano de Pedro, a “La Pajuelera”, al Moro Gazul, los picadores Fernando del Toro y Rendón, al Indio Ceballos, a la vez que mostraba sus destrezas en aguafuertes, litografías y óleos, a Bernardo Alcalde y Merino, “El Licenciado de Falces”, a los riojanos Apiñani y el salto de la garrocha de Juanito, las temeridades del propio Martincho saltando desde una mesa o con un sombrero y grilletes a la puerta del chiquero, los sucesos trágicos, las suertes populares, los quiebros, los saltos o los roscaderos, cuévamos o cestos. Por todo ello, la Diputación de Zaragoza creyó oportuno que Goya tuviera su sitio en la plaza y la escultura de bronce de Manuel Arcón se ubicó en 1991, el día de San Jorge de hace veinticinco años, en un  tendido dibujando la estampa del salto de Apiñani.
El escritor peruano Mujica Gallo, en su obra “Goya, figura del toreo” manifiesta lo siguiente:”Todo este apogeo del toreo de a pie (finales del siglo XVIII) no solo coincide con el desarrollo de la personalidad artística de Goya, sino que sostengo que está, mientras no se demuestre lo contrario, bajo la influencia estética y taurina del gran aficionado aragonés".
Fernández Moratín en 1825 comentó: “Goya dice que en su tiempo fue torero y que con el estoque en la mano no tiene miedo a nadie y eso que dentro de dos meses cumplirá ochenta años”. Su viejo criado, Antonio Trueba, sentenciaba: “En dos cosas era mi amo incorregible, en su afición a los toros y en su afición a las hijas de Eva”.
¿Qué opinaban de Goya los pintores Lucas, Fortuny, Roberto Domingo, Zuloaga o Picasso, este autor de una Tauromaquia al dictado de la de Antonio Carnicero, desde el paseíllo de las cuadrillas al arrastre del toro, el filósofo Ortega y Gasset o los poetas Villalón, Lorca, Miguel Hernández, Dámaso Alonso o Gerardo Diego? El humo ciega sus ojos, señor Doctor.  # !. (

sábado, 2 de abril de 2016

LOS INOLVIDABLES OLVIDADOS


Frente a la incertidumbre política que vivimos, estos días han surgido fulgurantes las ilusiones toreras. Estábamos por tierras de Levante y unos cuantos diestros recién doctorados nos han dicho bien claro que esto no se acaba, que las madres españolas, hispanoamericanas o francesas siguen trayendo a este mundo seres capaces de vestir el traje de luces y enfrentarse a la fuerza y el peligro del toro bravo, vencerle con inteligencia y crear un arte tan etéreo que no son capaces de reproducirlo ni los más sofisticados medios de grabación: Roca Rey, José Garrido, López Simón, en tono menor, Vara y Ginés Marín junto a los muy clásicos Ponce, “El Juli”, Talavante y Cayetano entre Olivenza, Castellón y Valencia. Y en Madrid, el linarense Curro Díaz, calidad y buen gusto de hace tiempo, y el gaditano David Galán que, con la pierna atravesada por el pitón, le cortó una oreja a un toro de Gavira de los de verdad. Todo esto con el certificado de garantía de la manifestación del día 13 de marzo en Valencia, con la tauromaquia al completo y este título en 6TOROS6: LA MARCHA DE LA LIBERTAD, señores epígonos de la democracia nazi - moscovita. Con el tiempo  y con la intercesión del presidente Obama puede que vuelva la corrida de toros hasta La Habana, lugar donde murió, víctima del vómito negro, Francisco Arjona (Curro Cúchares) en 1868, antes de que llegara la generación del 98.
Volvamos a la actualidad. Fernando del Arco de Izco, navarro de Arroniz, casi tan octogenario como yo, vive en tierra hostil desde hace muchos años y allí sigue peleando, publica la revista “Caireles” todos los años y participa en todas las actividades que pueden darse en su querida Cataluña y en el resto de la Península. Él, con acierto, me hizo una advertencia a mi evocación de “olvidados” del toreo. ¡Te has olvidado de Rafael Ortega! Imperdonable. Me he olvidado de muchos más, pero nunca me puedo dejar en el tintero al nominado por los gaditanos como “El Tesoro de la Isla”. La isla, la de San Fernando, donde nació un 4 de julio de 1921 o 1924, según “Don Ventura”, el aragonés de Huesca que también vivió muchos años en Barcelona. Rafael Ortega es una de los toreros más completos del escalafón. La verónica, el natural y la estocada, triángulo vital del toreo. Que era rubio, ojos claros, estatura media pero ancho de caderas y vientre. No tenía nada que ver con el Moisés de Miguel Ángel. Yo viví intensamente la gravísima cogida que sufrió en Pamplona. Rafael venía de una cogida en Granada el día 8 de junio y justo al mes siguiente, otro día 8, un toro de Bohórquez le pegó una cornada en el muslo derecho y otra en el vientre que le afectó al recto y a la vejiga de la orina. Las vicisitudes de aquella cogida las contó otro navarro, este de Tudela, José María Iribarren, que nació el 31 de octubre de 1906, el mismo año que Domingo Ortega para aclarar un fallo mío de ese pasado artículo. Esta vibrante crónica la incluyó en el libro “El patio de caballos y otros relatos” y es un modelo de escritura intensa, emocionante y esperanzada en las buenas manos del cirujano de la plaza pamplonesa que creo era por aquellos años el doctor Juaristi. Al menos tiene una calle en Pamplona que atraviesa la Avenida de Navarra cerca del río Arga. Amigos tengo que me hacen la gracia de leerme y corregirme. Gracias.
Iribarren  es un escritor curioso en su “El porqué de los dichos” que se inició en estas curiosidades de la mano de su abuela que lo crió cuando falleció su madre, descriptivo en su tratamiento de los sanfermines y Hemingway y siempre ameno y cordial. Estudio Derecho y Filosofía y Letras y conoció a fondo al general Mola y sus vicisitudes con los falangistas antes de que Franco  decretara su unificación: para unos la boina, para los otros la camisa y todos bajo la pantalla social de las JONS. Don José María cogió el camino del costumbrismo y creció en piedra en un monumento que se le dedicó en su Tudela natal.
Fernando del Arco de Izco es también navarro, inquieto y buceador de costumbres. Tiene un libro magnífico en el que ensalza la figura de Fernando Vinyes, catalán universal, españolista y mexicano. Algunos lo califican de caricato, pero en España es caricaturista. Vinyes no tenía nada de bufo. Era un serio investigador de la personalidad de sus modelos. Murió joven como los elegidos (ranchera).Del Arco está en la lucha y espera con paciencia la decisión de los tribunales que devuelvan las corridas de toros a la plazas catalanas.

Un primo mío que vive en México, José Luis Cerezo, artista por herencia, pintor y escultor, me dice que en el artículo de marras no citaba la película de “Mi tío Jacinto”, la que interpretó el gran actor Antonio Vico acompañado por Pablito Calvo que fue la gran revelación infantil de “Marcelino Pan y Vino”. Era la historia de un aficionado ya maduro que quiere ser torero, que alquila un traje de luces y como no tiene ni una gorda va a Las Ventas vestido de torero en el Metro. Tiene razón: me olvido de los inolvidables. Me olvido hasta de citar las muchas películas que hizo Mario Cabré y la de “Sangre y Arena”, texto de Blasco Ibañez que primero interpretó Rodolfo Valentino y luego Tyrone Power. ¿Y “Los clarines del miedo”? Esto es como el cesto de cerezas, unas arrastras a las otras. Pero de ello la que sabe un montón es la americana Muriel porque la fiesta nacional se internacionalizó hace mucho tiempo y unos y otros no permitirán que los demagogos del día rematen el toro caído sobre la ardiente arena de la política. Laus Deo.    

sábado, 19 de marzo de 2016

LOS OLVIDADOS


Pensaba, rumiaba, le daba vueltas a mis recuerdos y llegaba a la conclusión de que en los años 50 y 60 del siglo pasado se les daba mayor importancia a los viejos toreros. Se conocía mejor su historia y se les tenía en cuenta para preparar el futuro. Los griegos, los romanos (senectus) y ahora también los gitanos respetan a los viejos. En mi juventud se juntaban “Los de José y Juan” y formaban una peña modélica pese a la rivalidad en los ruedos. José quería acabar con todos los que amenazaban su reinado, hasta que llegó Juan y le advirtió de que lo necesitaba a él para hacerse más grande. Luego, el destino le deparó la ingrata sorpresa de que Juan no cayó en el ruedo pese a los augurios nefastos (id a verlo pronto porque lo va a matar un toro) y su rival remató su existencia cuando estaba a unos días de cumplir los 70 años y de un disparo en la sien.”Los de José y Juan” se vistieron de negro. Sunmers hizo una película que tituló “Los ídolos rotos” con varios héroes del pasado y junto al boxeador Paulino Uzcudum, al futbolista Gorostizaga y otros incluyó al torero Nicanor Villalta, que tenía un club de fans en Madrid,  en la plaza de Manuel Becerra, que presumía del torero que más orejas había cortado en Madrid, en las dos plazas de toros vecinas de la calle Alcalá, la de la plaza de Felipe II y la de Las Ventas del Espíritu Santo. En Zaragoza era notorio el culto a Pepe Luis Vázquez,  que luego heredó su hermano Manolo y en uno y otro lado había ciudadanos que añadían en sus tarjetas de visita su condición de manoletistas, pepeluisistas o bienvenidistas. La saga de los Bienvenida tuvo más suerte y encontró en Juan Lamarca a su más conspicuo divulgador a uno y otro lado del océano que mancilló Cristobal Colón. Estaba en estas disquisiciones cuando de la mano  de “Don Ventura” (Ventura Bagüés, aragonés de Huesca) y su libro de mementos taurinos, “Al hilo de las tablas”, recordó que hacía 110 años, el 25 de febrero de 1906, había nacido en Borox Domingo L. Ortega. Coincidió que estos días en la segunda cadena de TV. E. se proyectó la película “Tarde  de Toros”, que dirigió Ladislao Vajda. Es más bien un documental con un argumento simple y tópico del torero viejo, Domingo Ortega, que ya había toreado su última corrida en Zaragoza en octubre de 1954, el torero maduro, Antonio Bienvenida, y el torero novato, Enrique Vera, que aparentaba que tenía cierta amistad con la hermana del anterior. Pugna entre los dos veteranos, amores del más joven y un  espontáneo que se lanza al ruedo y resulta herido de muerte. La disputa entre dos espectadores uno a cada lado de la alambrada que separaba el sol y la sombra protagonizados por Tip (Luis Sánchez Polac) y Top (el primer compañero de dúo del mejor humorista de después de la guerra, sustituido luego por Coll), un coche Hispano Suiza para una cuadrilla, Pepe Isbert, Manolo Morán, apoderado, y  Jorge Vico en el papel de espontáneo, todo alrededor de la pálida muestra de la proyección artística de esos tres toreros porque la mayoría de los documentos gráficos en movimiento, películas o documentales, no dan toda la magnitud de lo que los espectadores sintieron cuando contemplaron en directo esas imágenes. Quizá en este aspecto el pasaje más logrado de toda la filmografía taurina es la faena de Pepín Martín Vázquez en una de las cuatro películas que se han hecho con el tema de Pérez Lugín, “Currito de la Cruz”. Una faena ejecutada en Madrid y montada para la citada película por el fotógrafo Aguayo. No tuvo tanta suerte “Manolete” porque lo que rodó Gance en los estudios de la calle Libertad ha desaparecido y porque la última versión sobre la vida del monstruo cordobés fue un desastre divino y humano. Últimamente lo que más me gusto de cine taurino es lo que hizo Wody Allen en el recuerdo del París de los 30 y el film “Blancanieves”. Para Antonio Bienvenida el momento más brillante de su actuación torera en el film de Vadja es la ejecución  de su abaniqueo con la muleta cogida por el pequeño cáncamo que recoge la franela. Mucho par de banderillas, suerte en la que Antonio no se encontraba a gusto. Las ponía con el par hecho antes de la reunión. “El bueno, el mejor, era mi hermano Pepe”-confesaba el propio Antonio en una entrevista que se reprodujo en ese mismo programa del “Tendido Cero”.
A partir de “El Cordobés”, un montón de diestros se pasaron al celuloide: Palomo Linares, “El Pireo” en una de las versiones de “Currito de la Cruz”, Miguel Mateo “Miguelín” por tierras italianas, y Paco Camino en una evocación de la etapa mística de “Mondeño”. El “Litri” antes y el mexicano Luis Procuna en la  mejor de las películas del género dirigida por Carlo Velo y con el miedo que justifica el valor de los que se visten de luces como protagonista, “Torero”. Pero yo quería recordar a Domingo Ortega porque fallecido Antonio Santainés, me parece que quedamos pocos que lo recordemos. Uno de sus mejores panegiristas es José Luis Lozano y aunque cuente un poco la proximidad de Borox con Alameda de la Sagra, lo cierto es que el pequeño de la saga lozana tiene un paladar exquisito para degustar toreros aunque él no pasara de novillero. Merece la pena escucharle.
Lo primero que viene a la memoria cuando se habla de Domingo Ortega es que era un domador de toros. Pero no responde a esa imagen del látigo, la fuerza, el gesto duro y la mano de hierro. La mano orteguiana estaba cubierta de un guante de plumas, ni una brusquedad, ni una violencia, ni un salto o carrera. Despacio, con calma, como una sílfide patinando sobre la pista de hielo. Asombroso. Pero no es en “Tarde de Toros” donde mejor podemos comprobar las virtudes del borosiano. Habrá que ver aquella tarde del festival homenaje a Nicanor Villalta en Las Ventas cuando bajó al ruedo y en traje de calle toreó a  un  novillo. Como de Pepe Luis tengo el recuerdo de unos lances en la plaza de México y el directo de una tarde en El Escorial en la que me tocó escribir la crónica para El Ruedo cuando yo empezaba en estas lides taurinas. Años después, la tarde de los siete toros que lidió en Madrid Paco Camino o el coraje de Santiago Martín “El Viti” después de que un novillo le rompiera el codo izquierdo al rematar en un burladero. José Luis Peña, traumatólogo especialista en restauraciones óseas como puedo testificar personalmente a causa de un accidente de moto  y cinco fracturas en mi tobillo derecho, recuperó al de Vitigudino. Otra de sus afortunadas intervenciones fue la de los bíceps de Manuel Benítez y algunas más en unos tiempos en los que todavía había que colocar cada cosa (hueso) en su sitio sin esas modernas televisiones que dejen ver todo lo que ocurre por el interior de nuestras dolencias. Los avances técnicos han ayudado mucho a la medicina.
Estaba en lo del olvido de los toreros del pasado, “Miguelín”, por ejemplo, “Mondeño”, inspirador del hieratismo de José Tomás, acentuado por Juan García a raíz de la lesión que sufrió en el tendón de Aquiles, de Puerta, Ordóñez o “Cagancho”, el gitano de los ojos verdes, tan verdes como el terno que vestía el día que toreó en Madrid en homenaje a Soraya, la Emperatriz triste de Persia. Venía el viento de la sierra de Guadarrama y Joaquín Rodríguez bordó unas cuantas verónicas a la altura de la entrada a la enfermería. Paula y Curro.
Curro, Curro Romero, por supuesto, viene a corroborar mi afirmación de que los gitanos veneran a sus ancianos. Ya sé que el de Camás no es gitano, tampoco que se considere anciano aunque haya sobrepasado los 80 años, pero nadie negara que ha sentido en gitano, ha toreado como gitano, ha vivido a lo gitano y los gitanos lo quieren como si fuera uno de los suyos. A petición de Curro Romero yo le hice a “Camarón” la primera entrevista que se publicó en la prensa madrileña cuando el de la Isla se presentó en “Torres Bermejas”. Todavía no se lo había llevado Manolo Caracol a su  garito de la calle Barbieri. Y como los gitanos son así, el pasado día 1 de marzo se juntaron los mejores para dedicarle un homenaje a “su Curro” en el Teatro de la Maestranza de Sevilla: “El Lebrijano”, Miguel Poveda, José de la Tomasa, “Pansequito”, Aurora Vargas, Marina Heredia, Paco Cepero, “Rancapino Chico”, Paco Suarez y la bailaora Eva Yerbabuena. Al final le pusieron a Curro un capote en sus manos y soñó dos verónicas y media que erizaron de emoción los cabellos de los presente, unos pasitos de baile y el cariño y el respeto de toda la gitanería. Hace unos años Curro Romero grabó un disco de villancicos  con “Gitanillo de Triana” de palmero y Antonio Chenel de pareja en el cante más blanco que el cante más profundo del de Camas. A la guitarra, Paco Cepero y las letras de Federico Muelas. Lo guardo en el almario de mi corazón.