miércoles, 3 de julio de 2013

ARTE EN LA VISPERA PAMPLONESA

Hace muchos años que no voy a Pamplona. La última vez que estuve toreaba Raúl Gracia “El Tato”, me proporcionaron una localidad de la última fila y me pasé el festejo obsesionado con el vértigo y la visión borrosa de lo que ocurría en el ruedo. Mejor ver por la televisión lo que sucede en la llamada Feria del Toro, este año desdibujada por un cartel que es la quintaesencia del llamado “arte novo” o, más gráficamente, “feísmo”. Feo, feo, feo. Para contrarrestar semejante broma de mal gusto, una galería pamplonesa de las cercanías de lo que todavía se conoce por “La Cruz de los Caídos”, al final de la gran avenida de Carlos III de Navarra, que empieza en la Plaza del Castillo y que casi la atraviesa un monumental grupo escultórico que representa el mítico encierro en abigarrado conjunto broncíneo de mozos y toros que apabulla pero no emociona, la galería “Conde de Rodezno”, en la calle del mismo nombre, ha presentado una exposición en la que participan Eloy Morales Torres, con sus profundos y clásicos dibujos a lápiz, su hijo Eloy Morales Ramírez, hiper-realista al óleo o la aguada, el colombiano Diego Ramos, la magia del color, y el escultor Pablo I. Lozano, magistral en todas sus manifestaciones artísticas y ahora llevando al fabuloso mundo del toro técnicas y materiales que ya había experimentado en obras de muy distinta índole. Aquí, en Pamplona, a la entrada de la exposición que se inauguró al pasado día 28 de junio, a una semana de los sanfermines, nos recibe la genial visión de una chaquetilla torera realizada en alambre y chapa y de una suntuosidad impensable e indescriptible, como el chaleco correspondiente, el manojo de banderillas o el peto protector con el remate solemne de la magnífica cabeza de toro que completa la muestra del artista madrileño, al que le falta tiempo para mantenerse en activo en esta función celestial por sus compromisos empresariales, ganaderos y de todo tipo que tiene en continuo movimiento a los toledanos Lozano y a sus herederos, entre ellos, Pablo I..

Y como puro deleite del aficionado a los toros, los cuadros de Diego Ramos que no necesita de los ditirambos y se basta y sobra con presentar al afortunado vidente lo que han creado sus mágicos pinceles, el retrato de los toreros en cuadrilla, los toros tras la ventana enrejada, el detalle artístico, la torería, Juan Belmonte, el silencio de Sevilla o la sorprendente tira de distintas y apuntadas suerte. Es Diego Ramos como un viento purificador que barre la contaminación de la supuesta efigie taurica o la hojarasca de los nefastos imitadores del maestro Roberto Domingo. Diego tuvo la amabilidad de explicarles a Elena Sardoy, aspirante a mayores glorias artísticas, y a su profesora ucraniana los secretos de su toro de las fiestas pamplonesas del año pasado. Y para apoyar sus teorías, esta exposición, que durará hasta el 31 de julio, se anuncia con una nueva estampa de toro en la que todo parece improvisado y nada es superfluo.

En el acto de inauguración de esta exposición tuve la suerte de saludar a don Ignacio Usechi, alma torera de la torera Casa de Misericordia de Pamplona. Muchos recuerdos y la realidad de que un año fue un original de Usechi el que anuncio esta feria llamada “del Toro”. El primero, el de Martínez de León. Luego, altos y bajos, buenos artistas, simuladores y aventureros. Al fin, ese toro en la calle por la mañana y en el ruedo por la tarde. Hablamos de su homónimo Álvarez Vara “Barquerito”, de su categoría como crítico y de aquel encierro en el que resultó herido en la cuesta de Santo Domingo. Hablamos de toros y de Pamplona. Ahí lo tenemos.

A la salida me doy una vuelta por las calles que rodean a la Plaza del Castillo, con ambiente de vísperas y buenas tapas y vino rosado de “Las Campanas” en la calle Estafeta. Usechi me asegura que en Pamplona no se va a notar la crisis. Apenas una disminución de un 1% de abonos por circunstancias diversas. Al menos, además de París, nos quedará Pamplona.

Disminuye la afluencia de público a las plazas de toros y aumentan los que se creen en la obligación de opinar. Me parece que fue Ernesto Sáenz de Buruaga el que recordaba no hace mucho una definitiva anécdota de Rafael de Paula. -¿Es verdad que, metido en faena, se habla con el toro? –Hombre, solo si te saca la conversación- respondió muy serio el de Jerez.

Sáenz de Buruaga, que me admira como contador de noticias, entrevistador y jefe de contertulios de la “Cope”, me decepciona cuando me invita a reírme con las ocurrencias de los “Celebritis”, que no me dan ni para una mueca parecida a una triste media sonrisa. Tampoco acierta mucho cuando califica en “El Mundo” a Zabala de la Serna como de insuperable. Puede ser magnífico, maravilloso o sublime, pero ¿insuperable? Buen coñac.

En Teruel, en las “Fiestas del Torico”, en las que se nota la buena mano de “la Lozanía”, han tenido unas vísperas toreras de lo más didácticas en su plaza más emblemática, la que preside ese “torico” sobre una columna por la que trepan los mozos para colocarle un pañuelico alrededor de su cuello al iniciarse sus grandes fiestas. Lecciones de toreo de salón en las que participaron hombres y mujeres – trece de estas últimas – de entre 5 y 70 años. Resultaron ganadores del concurso correspondiente Marta Bravo, de 19 años, y Daniel Marco, de 6 años. El pregón corrió a cargo de Juan Luis Belloch, valenciano, influencia mutua con los turolenses, y entre los “insuperables” de estos tiempos. Doctor en periodismo y tauromaquia.

Al margen de la práctica de estas disciplinas taurinas, hay que leer a los maestros, cosa complicada en estos tiempos porque, salvo en zonas privilegiadas, al norte y al sur, en la mayoría de los diarios de España no aparece ni una sola noticia relacionada con el mundo del toro, sólo cuando hay cornada grave, divorcio o desahucio torero, con el mal ejemplo de algunos que fueron mucho en los ruedos y que ahora generan noticias de color rosa tirando a oro puro con efluvios crematísticos. En mis tiempos se hablaba del “sobre” y se le echaba la culpa al que lo cogía y no al empresario que de ello se beneficiaba. Había excepciones, claro está, pero también privilegiados que firmaban ventajosos convenios con los más poderosos. A pesar de ello, todos los días, el lector aficionado encontraba su buena dosis de noticias sobre lo que Cañabate llamó “El Planeta de los Toros”. Otra cosa decía de “El Caña” Juan Belmonte, que remataba por toda la escuadra Agustín de Foxá. Por muchas iniciativas que se den alrededor del toro de nada nos servirán si el contacto del público con la fiesta no se prodiga asiduamente. Necesitamos ideas por un lado y apoyo mediático por otro. Hombres como don Pedro, don Pablo, “El Pipo” o Baquedano que hicieron posible que Chicuelo II, Chamaco y El Cordobés fueran figuras del toreo sin la base estética de un Paco Camino, que por mi tierra dicen que se hizo en la plaza de Zaragoza, como aseguran que ocurrió con Miguel Márquez cuando se cuidaban las novilladas y se buscaban alicientes como poner en los carteles a chavales de la misma ciudad y distinto barrio, rifas, regalos o vacas al final de los festejos para deleite de los aficionados prácticos, especie que ahora se está promocionando para constituirse en asociaciones al estilo de los recortadores, cortadores (que no es lo mismo), saltadores o “roscadores” (los de los cestos o cuévanos) y organizar los festejos populares de cierto atractivo local y mucho menos costo.

La fiesta de los toros, la fiesta española, no está libre de los posibles recortes para atemperar los presupuestos a la realidad financiera del espectáculo. Mucho cuidado.