miércoles, 25 de abril de 2012

SEVILLA A OSCURAS


La luz se hizo en Zaragoza.

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Fue grande la tarde de Manzanares en la famosa Maestranza sevillana. Cuatro orejas y salida por la Puerta del Príncipe. Otra vez. Mi viejo amigo José Antonio del Moral, proclamado por su propio medio como “el mejor crítico taurino del mundo”, de Colmenar de Oreja, en el partido judicial de Aranjuez, cerca del Tajo y de Chichón, típica plaza mayor y  colmenaretes para las abejas que se pasean entre los olivos, los viñedos y las huertas, ya de Antonio Ordóñez cuando se hizo tuno taurino y se paseaba por los ruedos de España junto a su señor padre. En su crónica de la tarde apoteósica del alicantino, Del Moral se atrevió a compararlo con el rondeño. Es muy lícita esa comparación pero no creo que afortunada. No ha existido en el universo taurino ni un solo torero perfecto porque en este arte no hay un trozo de arcilla moldeable o un papel blanco en espera de tu pluma. En este arte, un día cualquiera, puede que a las 5 de la tarde, salta al ruedo un toro imprevisible y en el interior del artífice tiene que brotar la inspiración. ¡Qué complicada coincidencia! Puede que el hijo de Manzanares supere a don Antonio con la muleta en la izquierda y con la espada. Es posible que el de Ronda alcanzara mayor altura con el capote, la derecha y en el barroquismo de sus sentimientos. Pero ya es atrevimiento el apuntar esta confrontación. Individualmente, cada cual puede tener entronizado a su ídolo y, sin embargo, nadie ha visto a todos los toreros de esta Historia para asegurar cuál es el mejor. Repito, sí, que mejor aficionado es el que tiene más amplio espectro torero dentro de su caletre. Yo, querido José Antonio, me quedaría con los dos y algunos cuantos más de hoy, ayer y “antiayer”. Lo que me asombra es la profusión de criticones que aseguran que lo del joven Dols sea pura filfa y que en Sevilla se haya cambiado el dorado albero por arena de río para las talochas o fratás, herramientas que utiliza el gremio de los albañiles.
Voy de sorpresa en sorpresa porque me he descuidado un poco y no hago lo que decía Julio Aparicio un día por la Gran Vía madrileña cuando un amigo le preguntó si había leído a Antonio D. Olano: “No – contestó con su acredita adustez – Yo me cuido mucho”. He leído como se elogia la categoría crítica de Cañabate y su opinión sobre este aspecto: “Escribir es muy serio y la independencia para contar lo que cada cual entiende por verdad exige muchas renuncias y no poca soledad”. Pero Cañabate no era un eminente crítico; sí, un agudo costumbrista que se amparó en la crítica para mejorar su supervivencia. Pero mucho peor es lo que Diego Martínez le dice a Castella: “El aficionado espera de usted torear toros de plaza de primera, no inválidos sin trapío a los que usted mantiene en el ruedo subiendo los capotes”. ¡Subiendo los capotes! Y finaliza así la crónica: “… de los otros dos presuntos toreros…”. Lamentable. Malos vientos soplan por el sur de España. Una curiosidad sevillana: Juan José Padilla, que se juntó con Manzanares y Talavante la tarde gloriosa del hijo de su padre, le brindó un toro a Adriana Eslava, hija del matador de toros colombiano Pepe Cáceres (José Humberto Eslava Cáceres) en agradecimiento al acertado diseño del parche de su ojo izquierdo. ¡Cáspita! – exclamaría mi amigo el actor de cine y teatro  Joaquín Roa, pamplonés y universal porque estuvo en los repartos más brillantes de nuestro cine: “Viridiana”, “Bienvenido, mister Marshall” o “Marcelino, Pan y Vino”.
¿Y por el norte?  Vientos, tormentas e incertidumbres. Todavía no sabemos por Las Cinco Villas si este año podremos sembrar maíz y arroz, cultivos que necesitan el agua que no está en los menguados pantanos de la zona. A los políticos se les hinchan las venas cuando hablan de los logros del Estatuto de Aragón y llevamos treinta años para recrecer Yesa y guardar el agua cuando llueve y ahí seguimos con pancartas y manifestaciones y sin rematar unas obras y sin empezar otras. Royo Villanova, don Antonio, decía que los aragoneses solo servían para subsecretarios y banderilleros. Hay excepciones. Y ha sido una excepción el que en la corrida-concurso de ganaderías de la menguada iniciación de la temporada taurina de Zaragoza hayamos asistido a un acontecimiento impar entre  los diversos aconteceres mundanos de estos días. Y es acontecimiento e impar pese a que solo uno de los toros de los lidiados en este festejo resultara sobresaliente. El  primer toro, “Fragata”, sustituto del anunciado de Felipe Bartolomé, fue un cárdeno de Ganadería  Ana Romero, de Jerez de la Frontera y santacolomeño, una bola, tocadito arriba y fino de extremidades, que se dejó picar aunque tardeó a la cuarta entrada al caballo y al que Ferrera toreó rectificando siempre, más confiado por el izquierdo, y lo mató de una estocada alargando el brazo que produjo vómito; un segundo, “Joquín”,  de Juan Luis Fraile, bien hecho, agalgado y veleto, mal picado en las dos primeras entradas y mejorando en las siguientes aunque claudicó en la segunda, poca salsa en la muleta de Serafín Marín que mató de pinchacito, atravesada con salida por el costillar y descabello. Una hora para dos toros. El tercero, “Felpa-Grande”, de Guardiola Fantoni, con muchos quilos, alzada y astifino del izquierdo, tardeó y escarbó al ir al caballo. Sin relieve en la faena de Alberto Álvarez.  El quinto, “Jabato”, de Herederos de Osborne, sin brillo en el caballo y pastueño y soso en la muleta de Serafín Marín. Y el sexto, sustituto de un claudicante de Adelaida Rodríguez, otro de Ganaderia Ana Romero, cárdeno también, “Flor de Lis”, que se cayó al entrar al caballo, se le picó de trámite y lo remató aseado Alberto Álvarez porque el toro no humillaba.
Falta en el orden de lidia el cuarto. Punto y aparte. Se llamaba “Infeliz” e infeliz fue porque no tuvo la fortuna de encontrarse con el torero apropiado. Llevaba el hierro de “Torrestrella”, don Álvaro Domecq, padre e hijo, cumplía cinco años en este mes de abril, llevaba el número 98, tenía pelo castaño algo oscuro y veleto de cara. Fue una grata coincidencia recordar que aquí, en Zaragoza, en su Facultad de Veterinaria, don Álvaro Domecq y Díez colaboró con el profesor don Isaías Zarazaga para estudiar diversas facetas de la cría del toro bravo. Don Álvaro heredó una ganadería, pero a base de paciencia y ensayos creó una nueva vacada con el sello propio y personal de su conocimiento del toro. Un ídolo para mí. A su lado, don Baltasar, los Lozano o Cuadri. Señores que sois figuras del toreo, Manzanares,  Morante, Talavante… “El Juli” aun se acuerda alguna vez, Castella que triunfó con un “torrestrella” en Madrid, uno de los días que la presidencia le birló la salida por la puerta grande y ¿José Tomás? ¡Ah! ¿Sigue en activo? En una docena de tardes se lo llevará todo. Volvamos con “Infeliz”.
Tercio de varas: en la primera, puyazo trasero de Dionisio Grilo; en las otras tres entradas, de largo y al galope sin un mal gesto, sin la mínima distracción o protesta. En serio y con estilo de toro bravo y más toro, toro de recia estampa (Mario Cabré). Alegría en el segundo tercio del bullanguero Antonio Ferrera, que recordó a Luis Francisco Esplá en un giro con salto a lo Paulova y luego quebró al hilo de las tablas. El toro no tenía terrenos, toda la plaza era suya y el insensato de Ferrera se quitó las zapatillas antes de coger muleta y espada y brindar descalzo a la concurrencia, que un crítico dice que llenó un séptimo de plaza y otros que un tercio. Mucha diferencia, pero, a la postre, poca clientela aunque se pidiera la colaboración a la huérfana Cataluña. Se apodera la bravura del ambiente y a mí me viene a la memoria un toro de Bañuelos de hace un par de pilares que le correspondió también el extremeño nacido en Baleares. Estocada chalequera, concesión de una oreja y el trofeo al más distinguido de los lidiadores que lleva el nombre de “Pinturas” , don Antonio Labrador, y el del mejor varilarguero, premio “Fernando Moreno”,  a Dionisio Grilo, dos hermosas pilas bautismales realizadas en la Cerámica de Muel  mientras que el toro “Infeliz”, al que se le dio una póstuma vuelta al ruedo, el mayoral de la ganadería en su forzada ausencia, recibía un modesto cuadrito cuando en realidad había sido el gran protagonista de esta tarde que los buenos aficionados recordarán durante años y años. Gracias, don Álvaro, gracias, Alvarito, con perdón por el diminutivo. Orgullo de casta. 

miércoles, 18 de abril de 2012

El TRIO GANADOR

Recuerdo cuando en mis tiempos jóvenes, casi un niño, el Monasterio de Veruela, en la falda del famoso y vilipendiado Moncayo (por lo del viento cierzo que arrasa de vez en cuando la depresión del Ebro y que él no genera),que lo ocupaban los seminaristas de la Compañía de Jesús que salían a pasear de tres en tres porque los tríos eran menos dados a las confidencias que los dúos. Tríos de ases, podium de las carreras, tres eran tres las hijas de Elena, sota, caballo y rey, “hat trick”, triplete de goles o tres matadores al frente de las tres cuadrillas. Pero el trío que debe de mandar en la fiesta de España es el formado por el toro, el torero y el público. Jamás los poderes fácticos o imaginarios han gobernado el espectáculo y muchas veces papas, reyes o gobernantes lo han prohibido sin llegar nunca a erradicarlo, abolirlo. Ni habrá quién lo “abola”, afirmo.

Es difícil también poner de acuerdo a los componentes de este trío fundamental. Y es imposible que los propios protagonistas perciban su significado. Creo que en el momento actual es el lado de los toreros de este triángulo equilátero el que sirve de base para su equilibrio. Hay una veintena de toreros importantes dentro del más que centenario escalafón: Ponce, Morante, Manzanares, “El Juli”, Castella, Uceda Leal, Curro Díaz, José Tomás (pero no ejerce), “El Fundi”, Perera – hasta aquí según mis preferencias-, “El Cordobés”, “Paquirri”, Cayetano, Padilla, Talavante, Bautista, “El Fandi”, Fandiño, David Mora y Ferrera – estos últimos los del corazón, el sentimiento, la popularidad o las circunstancias - . Por lo que sea, hay veinte toreros que pueden figurar como atractivo de los carteles de las ferias importantes. Y algunos más como los mexicanos que vienen, Luque, Serafín Marín, “El Cid”, Aguilar, Pinar, Bolívar, Aparicio o Leandro. Puede que en este aspecto estemos a la altura de los mejores tiempos. Puede que no se haya logrado la pareja rompedora que dividiera a los aficionados y marcara el plus de la competencia y la realidad virtual de las dos porterías futboleras como en los tiempos de “Lagartijo” y “Frascuelo”, “Joselito” y Belmonte, “El Tino” y “Pacorro” (Alicante), “Herrerín” y Ballesteros (Zaragoza) o las dictaduras de “Guerrita”, “Manolete” y “El Cordobés” (el Benítez), casualmente los tres a la sombra de la Mezquita. Dicen que no hay gran hombre para su mayordomo. Es posible que la televisión haya difuminado la aureola de gran torero que signaba en tiempos más cerrados y oscuros a las figuras del toreo. Se les conocía menos y se les admiraba más.

Tenemos toreros y yo creo que hay buenos toros. Sin embargo, los toreros que mandan no se inclinan por las ganaderías más bravas. Hace años lo sentenció don José Flores: ¿Y quién le ha dicho a usted que a los toreros les gustan los toros bravos? El arte ha difuminado la lucha (lidia) y se busca el toro pastueño. Antes, en mis tiempos jóvenes, los de arriba toreaban los “patas blancas”, “cobaleditas” o “guirlachitos” y también lo de Miura, Pablo Romero, Conde de la Corte, la Viuda, Graciliano o Santa Coloma. Ahora las ganaderías más encastadas, Torrestrella, Cuadri, Alcurrucén o Baltasar Ibán , las lidian los buenos toreros de la segunda fila y él que debería empuñar el bastón de mando señala únicamente los productos de una sola familia de criadores. Total, va a torear media docena de tardes y todas ellas lejos de la media docena de plazas comprometidas. Eso es nuevo. Manuel Rodríguez hizo un solo paseíllo de luces el año 1946, pero lo hizo en Madrid, en la Beneficencia y admitiendo la entrada en el cartel del más gallito de los toreros jóvenes, Luis Miguel.

En Sevilla, según explica el sabio Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, hay predominio de la procedencia Domecq. Le llaman el toro de Sevilla y su amplio disforme redondel no se corresponde con sus menguados corrales. No hay habitáculo digno de toros de recia estampa. Y vienen corridas con alcurnia, las de Palha refrescada con los contreras de don Baltasar, la indiscutible de Cuadri, también la de don Álvaro y la amalgama de los de Atanasio y el Conde de la Corte, los de Dolores Aguirre. ¿Para quién? La de Victorino para el mano a mano de Fandiño y Mora, preparado empresarial similar al de Padilla y su ojo tapado. Es algo que se acentúa en estos tiempos. Fiesta y tragedia. Eso es lo que merece que los medios informativos se acuerden de los toros. A Cultura yo le pediría que rogaran a prensa, radio y televisión que se comprometieran a publicar al menos los festejos mayores celebrados en plazas de primera. Estos días, “Heraldo de Aragón” ha publicado la crónica de la cogida de Ángel Teruel en Arles y la imposición del garbanzo de plata a Padilla. Ni una sola reseña de las corridas que se han celebrado en Sevilla. El abandono del tema taurino por parte de los medios de difusión es uno más de los parámetros que alejan a los aficionados de las plazas.

En el coso de “El Baratillo” se han lidiado toros del Conde de la Maza, habituales en los carteles de la Feria de Abril. Un cronista que no es “el mejor crítico taurino del mundo” que anuncia Intereconomía que publica sus sabias reseñas en el diario “La Gaceta”, les llama los toros “condesos”, lo mismo que decían en mis tiempos de los del Conde de la Corte y que yo repetía que era más apropiado llamarles “cortesanos” porque condes ganaderos había unos cuantos. Ahora existen media docena de ganaderos con condado y una “condessa” y confunde llamarlos a todos “condesos”. O marqueses o ducales, marqués de Albaserrada, duques de Veragua o de Pinohermoso. Pero los títulos no hacen al toro. Hace años, cuando el conde de Mayalde accedió a la alcaldía de Madrid, en los mentideros chisperos se comentaba, ante los muchos mansos de su ganadería que se lidiaban en Madrid como sobreros, que “ya era hora de que un Mayalde tomara una vara”. En cuestión de anécdotas no me resisto a repetir lo que se ha recordado estos días de aquel gran escritor que fue Agustín de Foxá. Residía en Roma, en la embajada española, y el conde Cíano, cuñado de Mussolini, le decía que “el alcohol le iba a matar”. “Y a usted , Marcial Lalanda” – le contestaba Foxá sin pensárselo dos veces. No sé como se salvó del pelotón al amanecer.

En fín, el tercer lado de este triángulo de la Fiesta Española es el público. Y al público hay que ofrecerle el espectáculo en toda su amplitud, desde que sale el toro hasta que se lo llevan al desolladero. Segundo y tercer tercio están bien servidos con más o menos pureza, con más o menos arte. Pero el primero está totalmente mutilado. Imaginación e inteligencia en la oferta popular y también integridad. Menos reglas, normas o imposiciones y más autenticidad en el espectáculo. Desterrar el peto-muralla e imponer la suerte de varas a la antigua garantizando la integridad del caballo. Y que tengan el título de picadores de toros los que sepan montar, tirar el palo, detener el empuje del toro y darle salida por delante del caballo. Y los de a pie, al quite. El momento es difícil y complicado, es cierto. Por eso hay que buscar los alicientes necesarios para que las gentes acudan a las plazas de toros. Bien está el apoyo de los gobernantes y las asociaciones aunque el empujón decisivo lo tienen que dar los otros dos lados de este triángulo mágico: los toros y los toreros. Y el público responderá.

martes, 3 de abril de 2012

MEDIO SIGLO EN EL RETROVISOR (y IV)

El 1 de julio de 1962 se celebró en Las Ventas del Espíritu Santo una corrida goyesca en homenaje al Presidente de Filipinas, Macapagal, al que acompañó en el palco de honor Francisco Franco. La parafernalia previa fue de lo más espectacular con la belleza de Carmen Sevilla como alguacil a la amazona ( el año anterior lo había sido la Duquesa de Alba), seguida de carrozas y banda de cornetas y tambores y la presencia del caballero Pérez de Mendoza bien acomodado en uno de lujosos carruajes para, al llegar al ruedo, desperezarse, montar a caballo y lidiar por los adentros y clavando a la grupa a un escuálido novillo de García Aleas de tan cortos pitones que parecía afeitado pese a que se anunciara en puntas. A pie se lidiaron toros de Salvador Guardiola y de ello se ocuparon Luis Alfonso Garcés, el mexicano Gabriel España y Martín Sánchez “Pinto”, con la curiosa circunstancia de que Garcés confirmó la alternativa del diestro mexicano y este la de “Pinto” porque era más antiguo que el buen torero madrileño. Señalar que, antes de iniciarse el paseíllo, un enlutado alguacil, a caballo y rodeado por unos cuantos compinches, leyó un pregón que había escrito el insigne poeta y gran aficionado a los toros don Gerardo Diego. Con Carmen Sevilla y su sonrisa, fue lo más brillante de la tarde. Los popes de la crítica taurina de entonces era el chispero “Curro Meloja”, don Carlos de Larra, descendiente de “Figaro”, y “Selipe”, don José María del Rey, que más que críticas escribía actas.

A los toros de don Samuel ya los trataba yo como “flores de papel” y se lidiaron en la otra vez fallida corrida de la Prensa mientras la ópera más torera, “Carmen”, se ofrecía como gran espectáculo en la Plaza Mayor de Madrid. De México nos llegaba un diestro particular, Antonio Campos, al que se le conocía por un enrevesado pase de muleta que se calificaba como “El Imposible”. Vino, mostró sus virtudes y marchose como había llegado, discretamente. Manuel Suárez “Aldeano chico”, picador de la vieja escuela que iba al toro de frente con el palo recogido y lo tiraba al morrillo del toro para detenerlo, le dio la alternativa al sobrino carnal de “Mejorcito”, Santiago Ortega Martín, Agustín Pérez Ortega “Mejorcito II”, los dos del toledano lugar de Mocejón, en Valencia, en la tarde en la que se convertía en matador de toros Antonio Ortega “Orteguita”, al que apoderaba el hijo del “Marqués del Bocadillo”, Luis Álvarez, marido de la rejoneadora portuguesa Gina María que andaba en problemas con los rejoneadores españoles (los Peralta como poderosos caballeros) que no le permitían actuar en los ruedos hispanos. Los Álvarez tenían en la calle Núñez de Arce de Madrid un establecimiento de alquiler y venta de ropa de torear, que creo recordar que también tenía entrada por Príncipe. Vicente Molina, novillero de Albacete, bibliófilo de categoría, padre de Federico y Vicente Arnás, era apoderado de David Ribeiro Telles y aseguraba que por parte de los rejoneadores portugueses no había problemas con los españoles. No pensaban lo mismo los Peralta, que también opinaron cuando Carlos Arruza quería echar pie a tierra en sus actuaciones como rejoneador. A Conchita Cintrón tampoco le dejaron coger la muleta. ¡Lo que nos perdimos!

Llegaba el verano, el mes de agosto, y se acercaba el aniversario de la muerte de Manolete y otra vez “Fiesta” tuvo la fortuna de contar con colaboraciones especiales, en este caso la de un joven Fernando Bergamín Arniches, hijo y nieto de ilustrísimos y dispares fenómenos literarios, que se asomó a nuestras páginas con un interesante artículo titulado “El decir de Manolete”, en el que el autor se planteaba la significación del “monstruo de Córdoba” a partir de la afirmación de Greta Garbo de que “había hecho creer al mundo que era gran actriz”. Bergamín Arniches afirmaba que él también se lo había creído y se preguntaba que si ese mismo era el caso de Manolete, que nos había hecho creer que era un gran torero y citaba a Ramón Gaya que en dos ensayos cortos nos presentaba como casos similares a los de Greta los de Pastora Imperio y Manolete. Gran artículo de Bergamín Arniches que, sin querer, me abría una tremenda incógnita: ¿Dónde se habían metido Vicente Zabala y Joaquïn Jesús Gordillo? Con el tiempo se despejó el secreto y a mi alrededor se formó una guardia pretoriana que hicieron posible la continuidad de “Fiesta Española” media docena de años más: Maria Pilar Fernández, genial, el bancario Lorenzo García Benavente, novelista e inventor al estilo ramoniano, que residía en Getafe y, a veces, firmaba como “Getafeñito”, Herrero Mingorance, un bohemio místico, cantor de bellas mujeres y fervores manoletistas, Lisardo Lozoya que se usaba el seudónimo de “Agualimpia”, mi fiel Joaquín Roa y un Manuel F. Molés convertido al taurinismo sin dejar sus teatros y cines y con una crónica curiosa desde su tierra, desde Burriana, en donde se celebró una novillada mano a mano con dos debutantes del lugar que sumaban ciento cuarenta años, Bautista Franch “Franquito” (no censurado) y José Palomero. También le hizo en el mes de septiembre una entrevista a Charlton Heston, que rodaba “55 días en Pekín”, en una barrera de la plaza de Madrid, en la que el actor tomaba apuntes de las suertes de la lidia. Murió Martilyn Monroe y “Fray Talán”, Joaquín Roa, participante en películas como “Bienvenido Mister Marshall”, “Marcelino Pan y Vino” y “Viridiana”, le dedicó una sentida necrológica. Los Bollaín, JoséVega y Fernández Salcedo me mantuvieron sus colaboraciones y amistad

“Miguelañez”, un grueso banderillero que no veía por un ojo y que toreaba con largura y sabor con el capote a una mano y apoderaba a una rejoneadora, Amelia Gabor , que se entrenaba con un toro amaestrado al que llamaba “Felipe”, no sé si con doble significado. En Barcelona, en un festejo de noveles, actuó un becerrista que llevaba la cabeza rapada a lo Yul Brinner y la coleta artificial pegada a la nuca con un esparadrapo. Trágicos recuerdos con la muerte de Lorenzo Lucena, hermano del también novillero Luis, en Santa Cruz del Valle, Ávila, que sufrió rotura de vértebras y falleció en su traslado a Madrid, y el puntillero “Lebrijano Chico”. En Palma de Mallorca, Manuel Benítez solo llenó media plaza con novillitos y Molés ratificó estas negativas impresiones en una novillada en Castellón, lo que alimentaba la gran polémica “Fiesta-Cordobés” que era la salsa de nuestros guisos semanales. Habíamos puesto en las plazas de toros las dos porterías del “balón-pie”. Ya en el mes de noviembre, Maria Pilar le hizo una entrevista a “El Cordobés” en su casa de Madrid y el reportaje se ilustró con varias fotos, en una de las cuales María Pilar le peinaba el flequillo al “Pelos”. Se inauguraba oficialmente la plaza de toros de Ejea de los Caballeros, Zaragoza, con una corrida en la que, con toros de Lisardo, hicieron el paseíllo Gregorio Sánchez, Curro Girón y Luis Segura, y una novillada con reses de Auxilio Tabernero de Paz para Víctor Ruiz de la Torre “El Satélite”, Oscar Cruz, luego esposo de la bailarina María Rosa, y Manuel Benítez “El Cordobés”. Escándalo. Hasta un sacerdote se tiró al ruedo y cuando le ayudaron a subir al tendido resultó que ni calzoncillos llevaba bajo la sotana. Ví de becerristas a los hijos de Morenito de Talavera en Méntrida, Toledo, en donde don Félix Arranz cuidaba y mimaba a las mulas de San Luis de Missouri que llevaba a la corrida de Beneficencia de Madrid.

En octubre se casaron Curro Romero y Conchita Márquez Piquer y don Rafael Sánchez “Pipo”, en pleito constante con su monstruo, el del “mercedes” y él en bicicleta, veía a José Fuentes en Orduña y los fotografiaba Mateo, que era un estupendo profesional pero que prefería moverse por los escalafones inferiores. Una de las fotos el futuro suegro y futuro yerno antes del paseíllo y la otra, un buen natural del de Linares: “Linares se lo llevó y Linares nos lo devuelve”. La imaginación de don Rafael no paraba y en otra foto aparecía con su hijo Salvador, un chaval que ya figuraba como apoderado de José María Montilla, el torero cordobés al que se ha dedicado estos días merecido homenaje en su Córdoba natal. En la lista de novilleros sin caballos de ese año de 1962, cincuenta años hace, los siguientes nombres: Juanito Gimeno y Rafaelín Valencia, hijo de magnífico fotógrafo taurino de La Línea de la Concepción, Manuel Cano “El Pireo”, “Curri de Camas”, Manuel Álvarez “El Bala”, Manolo Triana, al que apoderaba Brageli, un regalo de Navidad (antes había apoderado a Curro Romero y lo cambió por una gabardina y una motocicleta), Amadeo Dos Anjos, Joaquín Camino, Rafael Corbelle, José Luis Teruel “El Pepe” (“Sea usted moderno, sea usted de El Pepe”, autor: Octavio Martínez “Nacional”, su apoderado), Faustino Martínez, de Zaragoza, luego hostelero y con la mala suerte de que se le incendiara una discoteca, y Roberto Espinosa, ahora prestigioso empresario. Se acabó mi primer cincuentenario. Pero, como decía Andrés Segovia, guitarrista y nonagenario, cuando le preguntaron que era lo que le pedía a Dios: Que me deje aquí un ratico más que me encuentro muy a gusto. Recuerdos. En diciembre de ese año de 1962 murió Curro Meloja, bienvenidista. “El Ronquillo”, taxista, rompió el silencio de la plaza de Las Ventas: ¿Qué dirá esta noche Curro Meloja?