lunes, 22 de diciembre de 2014

CAJÓN DE SASTRE


Estamos en días de lo más propicios para hacer balance. No hace mucho, me invitó el Ateneo zaragozano a hablar de la plaza de toros de Zaragoza, que en este año que termina ha cumplido 250 años. Y, aunque son muchos años, la plaza de don Ramón Pignatelli los ha cumplido a lo Sofía Loren, espectacular, bellísima, encantadora, seductora. Digo, he dicho y repito, que la propietaria de coso con tanta solera como el que más y mejores prestaciones que ninguno, incluidos Sevilla, coetáneo, y Madrid, el de Las Ventas del Espíritu Santo, al que le faltan unos años para ser centenario, duro como la piedra y metido en el vicio del alterne social y la censura inmisericorde, tiene, debe, que lucir, pasear y enseñar ese maravilloso templo a Tauro, al que se le hizo intervención estética entre los años 16 y 18 del siglo XX y al que se ha mimado, adecentado y reparado a conciencia durante los últimos treinta y cinco años. Ahí está el marco para poner el cuadro. Y la Diputación de Zaragoza tiene obra importante en su antigua Maternidad (¿qué pintarán ahí algunos óleos, dibujos, esculturas o recuerdos toreros?) o en su caja fuerte. Los encantos hay que mostrarlos al público. Propondría, además, sesiones de cine (ya hubo en otros tiempos cabina de proyección), teatro o zarzuela, mojigangas, circo, muestras deportivas, gastronómicas o zoológicas, todo lo que sea menos tener en bata y con rulos en la cocina o al calor del brasero de picón (“la piconera” de don Julio Romero de Torres) a la preciosa dama del canónigo don Ramón Pignatelli, que, según me dicen, era mejor persona que cura. ¡Y todo lo que hizo por Zaragoza y los zaragozanos!
En mi charla ateneísta recordé a Paco Camino, el torero de Camas que ha confesado en alguna ocasión que su plaza favorita es la de Zaragoza y apunté aquella noche de agosto en la que actuó sin caballos acompañado por Marino Tirapo (en el Cossío le llaman Mariano Tirapu), nacido en la indescriptible villa de Uncastillo y apodado “Chiquito de Aragón”, con el cartel de “No hay billetes” y tres orejas para el torero sevillano. El capote de paseo que lució aquella noche Paco Camino estaba en el mesón “Campo del Toro”, que ha cerrado sus puertas el mes pasado después de más de 30 años de culto a la convivencia taurina. Con “El Niño Sabio de Camas” de la mano de Vicente, el primo de los Vega de Triana, a don Luis Baquedano, el empresario, se le caía la baba y don Pablo Chopera, el de “la boinita sabia”, lanzaba el anzuelo para lograr su apoderamiento. Paco Camino era el perfecto modelo para lucir el traje de luces. Proporcionado, armónico, rostro juvenil, sonrisa pícara, mirada limpia, acorde en sus movimientos, profundo en la consumación de lances y muletazos, sublime por la izquierda y poderoso con la derecha. El natural en lo alto del monumento al toreo, la chicuelina en el pedestal y la imagen en bronce de la ejecución de la estocada. Y para todo esto, la casta de Santa Coloma. Ese era, para mí, Paco Camino. Paralelamente, me viene al recuerdo el nombre de Rafael Ortega, el de la Isla de San Fernando. ¿Qué hubiera sido este diestro con la figura de Camino? Se dice que el torero tiene que serlo y, además, parecerlo. Y entonces me viene a la memoria la estampa dramática, creo que de Baldomero, con Belmonte andando a zancadas por el ruedo, la muleta en la mano izquierda y la espada a modo de bastón en la derecha. El milagro de la transfiguración que se ha dado en algunas ocasiones y permítaseme poner como ejemplos antonómicos al asténico Manolete o al vigoroso Curro Romero. Luis Miguel, demasiado alto; Pepe Luis, bajito; Antonio Bienvenida, rechonchillo. De todos ellos me confieso rendido admirador porque pretendo ser buen aficionado y siempre he predicado que no lo pueden ser los autoproclamados fans de tal o cual torero. Los fans taurinos son como los ultras del fútbol y, a veces, también llegan a las manos. En la reciente lista de los cien españoles más elegantes figuran tres toreros, dos retirados, Curro Romero y Miguel Báez “Litri IV”, y un torero en activo, José Antonio Morante, el de la Puebla del Río, pañoleta de lana, traje bordado a fondo, pelambrera en el cogote, patillas profusas y caliqueño entre los dedos, que tiene como modelo a “Paquiro”, que, curiosamente, se llamaba Francisco de Paula, como se anunciaba el jerezano Rafael Soto, el hijo de la Paula, y, a modo de soporte morantino, la silla de “El Gallo”. El José Antonio de La Puebla se fija mucho, como la lechuza de Minerva, símbolo de la inteligencia y la sabiduría. Oiga, querido lector, Camino, Ortega,“El Gallo”, Romero, Paula y Morante. ¿Hay quién dé más?
Y otro que rebosa sabiduría, Antonio Purroy, que el otro día abogaba en el portal de don Juan Lamarca por la hermandad de las tauromaquias, la clásica y la popular. Sin entrar en averiguaciones sobre quién fue primero, el huevo o la gallina, creo que podrían ser complementarias si ninguna de las dos perdiera sus esencias. La tauromaquia clásica se basa en la integridad del toro y la capacidad artística del hombre de engañarlo sin engañar al público. En esta categoría clásica también hay que tener en cuenta al toreo de a caballo que ahora convive con el de a pie en plano de igualdad, lo que no ocurría antes del siglo XVIII.  La tauromaquia popular es la  que nace espontáneamente entre la gente del pueblo. Organizarla, reglamentarla, explotarla y programarla es desvirtuar todos sus fundamentos y convertirla en un espectáculo más que, a mi entender, pierde a pasos agigantados el fervor popular que despertó no hace muchos años. Los forcados en Portugal, los toros ensogados de las islas Azores, las carreras de toros en Bali, las vacas reinas de Suiza, los rodeos de Estados Unidos, los toros de fuego históricos y actuales, los ensogados de España en la procesión de Pina de Ebro y en las calles del Levante, los recortes, quiebros, saltos y remates de Aragón, Las Landas o La Camarga francesas y las muy especiales ceremonias de Medinaceli o “el toro de la Vega” de Tordesillas. Mucha riqueza, ancestral, atávica o remota. Y cada una por su sitio. Y Dios con todos.

Como se trata de un a modo de “cajón de sastre” en el que los “tailors” guardaban los retales de sobra, se me permitirá que remate el mío con mi agradecimiento y buenos deseos navideños para todos lo que tuvieran el detalle, la paciencia y el favor de leerme. Al menos me reconocerán que hablo preferentemente de toros y de toreros. La política se la dejo para otros más osados, preparados y solventes. Con coleta o con la cabeza afeitada.  

domingo, 30 de noviembre de 2014

EL MUNDO POR MONTERA


Un amigo me reprochaba el otro día que no dijera nada de la duquesa Cayetana. No soy muy amigo de las necrológicas porque no suelen ser fidedignas. En este caso es que no deseo recordar a la de Alba en sus últimos años. Retrocedo en el tiempo, hasta el comienzo de los años 60 del siglo pasado, cuando Tomás Martín “Thomas”, sastre establecido  en la calle de Alcalá, más arriba de la glorieta de Manuel Becerra y presidente de la Peña “El 7”, comprometió a doña Cayetana para muchos de sus actos sociales y que en la corrida goyesca de 1961 organizada por el Círculo de Bellas Artes desfilara por el ruedo de Las Ventas del Espíritu Santo a caballo al frente de las cuadrillas, una exhibición de rejoneo campero, su presencia en el palco de los maestrantes sevillanos junto a Jacqueline Kennedy y la condesa de Romanones, las tres de peineta y mantilla, en una barrera con su primo Jimmy Ardales, puertista, o su baile por sevillanas cuando la ocasión así lo requería. Su predilección hacia Pepe Luis, relación que dicen que cortó su padre, el duque de Alba, y, sevillanista siempre, la continuidad en el favor hacia Curro Romero,  con la pequeña veleidad de admirar al jerezano Rafael de Paula. No es mala trilogía torera. En estos últimos días, en una emisora de radio, la Cope, creo, escuché que el confesor de la duquesa era el sacerdote Ignacio González Sanchez Dalp, hijo, al parecer, del sevillano Manolo González, torero, ganadero y apoderado que en media docena de temporadas, entre los finales de los 40 y los comienzos de los 50  del XX, asombró  a los públicos de España y América, sobre todo a los de Sevilla y Madrid. Es como si a la duquesa de Alba quisiera curar todos sus males en Sevilla y que allí tenía que poner el punto final a la historia de su vida. El mundo por montera. Va por usted, doña Cayetana. 

DEL PINTOR


Presentaba su Agenda Taurina Vidal Pérez Herrero en su marco habitual, junto a la Casa del Reloj del  viejo Matadero Municipal de Legazpi, en el distrito de La Arganzuela. Estuvieron presentes, como casi siempre a lo largo de las dos últimas décadas, José María Álvarez del Manzano, ex-alcalde de Madrid, y Lola Navarro, ex-concejala del castizo barrio madrileño, en esta ocasión con taurina chaqueta roja, a lo Reina Letizia, cordial y guapísima y siempre confesando sus fervores toreros, lo que también es habitual en el caso del señor Álvarez Manzano, lo de las aficiones taurinas, no lo de la chaqueta roja. Hablaron también de toros y toreros Victorino Martín hijo, este de sus toros y del necesario apoyo estatal, Andrés Amorós insistiendo en las virtudes de los “victorinos”, Juan Arboniés, diputado delegado de la plaza de toros de Zaragoza, en el 250 aniversario de esta, Alfonso Gómez, de “El Cordobés”, François Zumbielh, de Mont de Marsan y sus encantos, y a mí me correspondió el honor de subir a los altares del arte al colombiano Diego Ramos. Empecé por anunciar que no iba a hablar del tal don Diego, que dedicaría mis minutos de charla a defender el auténtico cartel de toros, un grito pegado en la pared para llamar la atención de la gente y que acudiera a presenciar la corrida anunciada. Recordé los antecedentes de Carnicero y Goya, de los padres del invento, Daniel Perea, más taurino, y Marcelino Unceta, más artista universal, del paso al impresionismo de Roberto Domingo y Carlos Ruano Llopis, sus continuadores, Casero, Saavedra, Reus, Cros Estrems, Martínez de León, Terruella, Alcaraz y Ricardo Marín. De Fortuny, Manet, Benlluire, Picasso, Juan Gris o Alberti, este anunciador de la vuelta al ruedo de Luis Miguel, para el que también diseñó esos trajes de luces que algunos calificaron de pijamas con bordados. No me olvidé de Jesús Bernal, más ilustrador que cartelista, dos carteles de la Beneficencia en Madrid, Manolo Prieto y su símbolo del “toro de la carretera”, Luis García Campos, bilbaíno con aromas del campo de Salamanca. Álvarez Carmena, Pepe Puente, Pepe Díaz (Camino en Badajoz y “Antoñete” en Madrid), César Palacios y López Canito. Ciga en Pamplona, Escacena en Andalucía o, más reciente, Calderón Jácome en Madrid. Mariano Benlliure en  versión gráfica, Pablo Lozano con su grupo de picadores en bronce, John Fultón y Robert Ryan desde el otro lado del Atlántico y, al más alto nivel, Fortuny y Manet. Recordé a Ángel González Marcos, bohemio y fatalista, porque sé que también está en el aprecio de Diego Ramos. De Falcó, Barceló, que copio uno de los torillos de Goya de su famoso grabado de “Lluvia de toros” para un cartel de Sevilla, Ducasse, francés y caminista, y Quinito Caldentey, torero balear e inspirado acuarelista. Es mi relación de heraldos taurinos que cada uno puede completar a su gusto, memorias o predilecciones. Recordé que las dos más importantes factorías del viejo cartel fueron las de Ortega en Valencia y la de Portabella en Zaragoza y que el primer cartel con las fotos de los toreros actuantes fue uno de Toledo de la corrida celebrada el 19 de agosto de 1891 y en la que hicieron el paseíllo Ángel Pastor y Rafael Guerra “Guerrita”.
Apunté que en muchos de los carteles aparecen primeros planos de mujeres, flores, rincones de la ciudad o medios de comunicación, ferrocarriles, autos o jumentos y que algunos de esos carteles sirvieron para identificar una suerte, el pase de muleta de las flores de Victoriano de la Serna o el salto en la ejecución de la estocada de Jaime Ostos. O de adjetivo superlativo a ciertos cronistas de léxico limitado: un lance de cartel. Bajo el imperio de la foto o el ordenador, menos mal que nos queda Diego Ramos, del que no quería hablar porque no creo que a un artista haya que explicarlo. Hay que verlo y todo depende de lo que él, sin hablar, te diga desde la maestría de su dibujo y la inspiración de su color. Él, su obra, lo cuenta todo en las páginas que nos ofrece Vidal Pérez Herrero. Y es Diego Ramos el que nos retrata con tremenda fidelidad a los toreros de hoy, a los que ha visto torear, y a los que adivina: Joselito y El Gallo, Cagancho, Pepe Luis, Romero o Paula. Maravilloso.
Vidal Pérez Herrero apuntó la necesidad del apoyo de los políticos para la supervivencia de la Fiesta. Hubo su pequeña polémica sobre el papel de cada cual en su supervivencia. Hay muchos palos que tocar en este aspecto, pero, para mí, la máxima responsabilidad la tienen los toreros, los ganaderos y el público. Ninguna expresión artística se perpetúa con leyes o decretos, ni siquiera se destruye con prohibiciones o destierros, anatemas o encíclicas. Bueno sería que se aliviara el gasto con rebaja de impuestos, por ejemplo, con mejor información en los medios estatales, su suprimieran reglamentos y se exigiera lo que anuncian los carteles: “6TOROS6 que serán picados, banderilleados, lidiados y muertos a estoque por tales diestros”. No hace falta más. Un torero puede cambiar el panorama de la noche a  la mañana. Lo hizo Manolete en 1939.


viernes, 7 de noviembre de 2014

MANZANARES EN MIS RECUERDOS


No soy amigo de necrológicas porque, en la mayoría de los casos, son hagiografías non santas. Algunas, flagrantemente hipócritas aunque se apoyen en opiniones de prestigio. Varios opinantes han asegurado que José María Manzanares es “torero de toreros”. Puede que sea así: su penúltima salida a hombros, por la Puerta del Príncipe que abrieron excepcionalmente los maestrantes sevillanos la tarde en la que su hijo le arrancó el añadido, fue a hombros de toreros, entre ellos Enrique Ponce, el único que hasta el momento ha superado las 1831 corridas que sumó el de Alicante en sus más de treinta años de alternativa. Es para mí esa de “torero de toreros” una clasificación subjetiva en la que incluí hace años al valenciano nacido en Santander, Félix Rodríguez, porque me lo decía muchas veces Curro Caro. Después, a Pepe Luis Vázquez porque lo afirmaba “Manolete”, a Domingo Ortega porque soy de pueblo y del pueblo viene todo lo bueno que ocurre en España, Antonio Bienvenida porque dulcificó el sueño eterno de su padre, a Ordóñez pese a sus fans y a Paco Camino para llevarle la contraria a Cañabate. Cada cual puede tener su torero. El que tiene uno solo es un monoteísta taurino condenado a la idolatría más antipática. ¿Recuerdan aquello que le dijo un socio de “Los de José y Juan” al señor Miura? Le felicitó por haber criado a “Islero” y la reprobó por no haberlo hecho siete años antes. Pasiones desordenadas.
Pero estos mis recuerdos van mucho más allá y casi al margen de todas las cosas que he leído estos días, las fotos y los vídeos que ha contemplado. Van a 1971: apoderaban a Manzanares (José María Dols Abellán) Pepe Barceló y Luis Alegre, le había dado la alternativa Luis Miguel en Alicante y en septiembre fue a Murcia a cumplir su compromiso de hacer dos paseíllos en su Feria pese al rumor de que iba a cortar su temporada por razones de salud. Alguien ha dicho que fue por culpa de una hepatitis. Creo recordar que fue por algo menos complicado y sin secuelas: un derrame involuntario de esperma que le debilitaba excesivamente. Esa debilidad no se le notó en las dos corridas de Murcia, en la primera, con toros de Eusebia Galache, cortó los mismos trofeos que Diego Puerta, tres orejas, y en la segunda, con toros de Núñez, con Luis Miguel (Edad Antigua), Paco Camino (Edad Media) y el propio Manzanares (Edad Contemporánea) empató con el de Camas a cuatro orejas y un rabo. La confidencia de la dolencia del alicantino me la hizo Luis Alegre, hombre jovial y tolerante que luchaba con la juvenil rebeldía de su poderdante, como sucedió en México al reprenderle por el consumo de alcohol y le derramó el líquido del vaso en el bolsillo de su chaqueta. No era fácil de llevar José Mari en esos primeros años de su carrera y tuvo suerte de caer en manos de personas tan solventes y ecuánimes como Alberto Alonso Belmonte, Pablo Lozano o Manolo González. Alguno le buscaba las vueltas y provocaba sus enfados supersticiosos con un jersey amarillo o su varonil apostura con una fotografía en la que aparecía vestido con ropajes femeninos. No fue su vida ni en el punto más álgido de su carrera taurina un camino de rosas. Su padre, Pepe Manzanares, banderillero, escribió un libro de pensamientos y sentencias que se publico en 1989 con letras muy gordas y manifestaciones encontradas y dispares: “Mi obra tallada con el cincel del sentimiento y el martillo del arte…” Su hijo José María. ¿Y qué es el toreo sin sentimiento y sin arte? Lucha y sangre. Con sus reglas, con sus normas, reglamentos y postulados y sin alma. Como si el ruedo moderno fuera un  circo romano. Sin sentimiento y sin arte no hay toreo. Y en mi vieja obsesión por encontrar ese camino que me lleva al disfrute inexplicable, hijo del sentimiento y no del análisis, me encuentro con José María Manzanares. Fue en Tudela en 1996, el día de Santiago, 25 de julio. Otra vez entre rumores de despedida. Cumplía 25 años de alternativa. Fue con un toro de Sánchez Arjona y mi crónica publicada en Diario 16 y titulada “El toreo se llama José María Manzanares” relataba lo siguiente después de haber cortado una oreja al primero de la tarde: “Pero en el cuarto, un castaño de buena presencia, lo de Manzanares fue algo inenarrable. Los que conocen lo que es y significa el torero alicantino comprenderán fácilmente lo que vimos los afortunados espectadores de esta corrida en este toro. No es para contarlo, desde luego; es repetir la imagen de un toreo sobre la cadera, acompañando el viaje del toro con el juego indescriptible de su dibujada forma de concebir el arte hasta rematar la obra en el lugar oportuno, en el sitio preciso, en el momento cumbre de tanta belleza”. No analizo, sólo describo lo que he visto. Lo que vi hace ya 18 años. Algún tiempo después, en la boda de Raúl Gracia “El Tato”, el propio Manzanares me recordó aquel acontecimiento. Bergamín lo decía de Paula. “Tiene percha literaria”. No basta con ser torero, hay que parecerlo. Y en este aspecto hay dos arquetipos que se encontraron aquel día en Murcia, el de Camas y el de Alicante. Solamente chirría en mi memoria un traje butano y oro que no iba con la innata elegancia de José Mari. En cambio llena mi memoria un pase de pecho ejecutado entre los tendidos del 5 y el 6 de Las Ventas y que resultó ser el hecho más destacado de una Feria de San Isidro. ¿Cómo es posible tal dislate? Sólo porque Manzanares es un elegido entre los seres que a los largo de más de dos siglos y medio  han vestido el traje de luces.
Hace unos días, para homenajear al ganadero y al torero declarados triunfadores de la Feria del Pilar en el 250 cumpleaños de la plaza de toros de Zaragoza, se celebró en su Aula Taurina un acto bajo la batuta de Fernando García Terrel y con la presencia de Pepe Marcuello, de “Los Maños”, y Jonathan Blázquez “Varea”, novillero de la castellonense Almazora que lidió a “Quejoso”, el indultado utrero de Luesia (*), en Las Altas Cinco Villas de Aragón. A “Varea” alguien le preguntó por los toreros en los que fijaba su atención para progresar en su afán de ser torero. Citó en primer lugar a Morante de la Puebla y una señorita de la última fila lanzó un sonido gutural como significado argumento discrepante. Me entró una especie de angustia existencial, como si hubiera resucitado Chaves el venezolano y, ante la maravillosa fachada de la plaza zaragozana, hubiera sentenciado un autoritario “EXPROPIESÉ”.  

 (*) Está más que divulgado que no era el novillo de Los Maños el primer cornúpeto indultado en la plaza de toros de Zaragoza puesto que a “Llavero”, de don Nazario, se le perdonó la vida en 1860 después de tomar 53 puyazos y matar a 14 caballos. Sí ha sido “Quejoso” el primero novillo en recibir ese indulto a través del pañuelo naranja sobre la barandilla del palco de la presidencia gubernativa, con José Antonio Ezquerra al frente. Menos castigado que su lejano antecesor, el novillo volverá a su hábitat y tendrá a su cuidado y placentero deber un buen lote de vacas. Habrá que esperar unos cuantos años para ver los resultados y, por entonces, puede que Los Maños se decidan a lidiar cuatreños. Volverán a salir toros de las tierras de Aragón, señor Viard.       

viernes, 31 de octubre de 2014

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS (VI)

EL LARGO INVIERNO QUE NOS ESPERA

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Primero una confesión de parte: me equivoqué, no se cortaron 20 orejas en la Feria del Pilar pasada, fueron 21. Se me borró de la memoria una que el novillero Borja Jiménez le arrancó al primer novillo de Jandilla lidiado el día 6 de octubre. Buena cosecha: 21 orejas un rabo, cinco salidas a hombros y dos abortadas por las arbitrales y arbitrarias decisiones presidenciales, las de Ginés Marín y la de Daniel Luque. También hay que pedir con urgencia que el Reglamento Taurino sea de ámbito nacional y no peculiar y al gusto de los Reinos de Taifas en el que se han convertido las distintas administraciones autonómicas. Y el toro, como símbolo y emblema de cada una de ellas. Hemos superado una gran prueba porque Zaragoza estaba al borde del colapso taurino y ahora que tenemos la plaza más bella y cómoda de todas las plazas de España debemos aprovecharla a pleno rendimiento. Algunos de los de “los toros con sol y moscas” se echarán las manos a la cabeza y opinarán que proyectar cine, hacer teatro o exposiciones, celebrar bailes, bodas o despedidas de solteros en el ruedo de don Ramón Pignatelli son actos sacrílegos cuando la plaza de toros es un gran edificio en una zona céntrica de la ciudad y tiene que explotarse a todo lo largo del año.
Otro asunto es el del arrendamiento. Las plazas españolas que funcionan a tope en el sentido taurino de su aprovechamiento son las que mantienen una continuidad en su dirección empresarial, la de Sevilla con casi un siglo en las manos de la familia del catalán Pagés, la de Madrid, tras la amplísima etapa de los Jardón con su escudero don Livinio de cabeza visible, la esporádica presencia de “Napoleoncito Berrocal” y alguna otra aportación simplemente testimonial, los últimos treinta años se han cubierto con tres empresarios con solera y prestigio, Manolo Chopera, los Lozano y José Antonio Chopera, de los “juniors”, Pamplona y su Casa de Misericordia y El Potra, Bilbao y la otra Casa de Misericordia, el del pelo blanco sobre la frente y “Manolo el Grande” y sus hijos Pablo y Oscar, Santander con  su ayuntamiento, Barcelona y don Pedro hasta que don Pedrito lo puso todo en manos de los mercaderes y el precioso templo bizantino se hizo mahometano, los relevos en la de Salamanca y la de Gijón con Carlos Zúñiga. Recuerdo la de Tarragona con Moya y las de la Costa Brava con Zulueta y la continuidad de los Lozano en Pontevedra. El resto, un carrusel verbenero. Cuatro años de la explotación de una plaza no son suficientes para la consolidación de la gestión de una plaza de toros y es muy amplia la lista de cosos taurinos que  no se definen empresarialmente: Valencia, Málaga, Córdoba, Alicante o Zaragoza. Pasaron al olvido unas cuantas que tuvieron cierto relieve torero, alguna de primera y otras muchas de menor categoría. Este año se ha dado el caso en Tarazona de Aragón que, teniendo dos plazas de toros, una octogonal y conformada por viviendas de vecinos y otra de propiedad privada, se dieron los festejos de las fiestas de San Atilano en una portátil. Hay otro municipio en Aragón, Tauste, que cuenta con plaza de obra y el ayuntamiento monta una de tubos. Un par de ejemplos.
Zaragoza, después de más de treinta años de recuperación y mejora de sus instalaciones, es en estos momentos un templo capaz de albergar toda una serie de ceremonias, espectáculos y manifestaciones de lo más variadas e interesantes y cuenta, además, con una larga y curiosa historia que contar. Dos siglos y medio. El tema está en acertar con sus contenidos y expresiones. Creo que Sevilla y Madrid abren sus puertas a diversas actividades y hasta me parece que puede accederse a sus bares o restaurantes. Lo mismo se podía hacer en Zaragoza.
Hace unos días ha cerrado sus puertas el mesón “Campo del Toro”. Las abrió el 31 de mayo de 1985, cuando Fernando Moreno,  novillero, banderillero y picador, natural del barrio zaragozano de Montañana y que había regentado la cercana taberna “La Taurina”, y Jacinto Ramos, inmigrante de la provincia de Córdoba, novillero y emigrante al otro lado del Atlántico con experiencia en hostelería en la jungla “neyorkina”, se juntaron y transformaron lo que era una importante imprenta en el lugar de encuentro del taurinismo zaragozano. En 1991, Fernando Moreno se separó del negocio y lo continuó Jacinto con la ayuda de su esposa Aurora y la llegada de su hija Cristina, estudiante de Hostelería y casada luego con el cocinero tudelano Dani Cascán. Sus paredes eran soporte de un muestrario de arte taurino, Ruizanglada, Ruiz Cortés, Falcó, García Campos, Mira, Morellón, vitrinas con los vestidos de El Tato, Raúl Aranda y Jesús Millán, el primer capote de paseo de Paco  Camino, una preciosa colección de benditeras, interesantes documentos gráficos y espectaculares cabezas de toros. Hubiera cumplido treinta años allá por el día de San Fernando del próximo año de 2015. Algo se fue irremediablemente cuando Fernando Moreno falleció en un accidente de carretera junto a su esposa Inmaculada y cuando Jacinto Ramos murió de un tumor cerebral hace una década. No sé lo que ha ocurrido, pero el mundo del toro ha abandonado sus tradicionales lugares de reunión. El otro día en Madrid, me encontré con Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito”, por ser el mozo de espadas de Curro Romero, los polvorones de Estepa, los jamones o el lomo onubenses, los fandangos de Huelva o por los muchos toreros que salieron de sus manos, Víctor Méndez, Rafael Ponzo, de Maracay, Carlos Osorio “Rayito de Venezuela” recientemente fallecido, Manuel Cid, el de Salteras y, últimamente, su proyecto más ilusionante, José Ruiz Muñoz, de Chiclana y, pese a los apellidos, sobrino nieto del “Faraón de Camas”. Nos citamos en  la Plaza de Santa Ana. ¿Dónde están los taurinos, Gonzalo?  “Ni uno ni medio. Y se ha muerto “Varguitas”, el íntimo amigo de Manolo Chopera que seguía viniendo por “Viña P”, en “La Alemana” no queda ni rastro de don Ramón “El Chino”, el que ponía el puchero para los Dominguines, en el hotel “Victoria” no se viste ni un torero y sólo me encuentro en alguna ocasión con “Pechoduro”, don Benjamín”. “Pechoduro” es Victoriano Barroso, novillero en sus tiempos jóvenes y banderillero después. ¿Dónde van los taurinos de hoy?

No me puedo morir. El comandante en jefe de la grey informadora, al hablar del indultado novillo de “Los Maños” en la Feria del Pilar, escribe esto en “Aplausos”:”…Los Maños, gente  buena de Aragón que crían Santa Coloma cerca de donde hizo historia el toro navarro”. Falso de toda falsedad. La finca de los Marcuello está en el término de Luesia, en las Altas Cinco Villas de Aragón, al pie de la Sierra de Santo Domingo y a 30 kilómetros de Ejea de los Caballeros, de donde en el siglo XVIII procedían los toros que se lidiaban  entonces en Madrid, Zaragoza y Pamplona. Llevo años predicando en el desierto, proclamando la verdad de la casta brava aragonesa y la nación de Antonio Ebassun “Martincho” y, por lo visto, tengo que seguir en la trinchera. Se hará lo que se pueda, Señor.            

martes, 21 de octubre de 2014

LA FERIA DEL PILAR 2014

CURISIDADES ZARAGOZANAS (V)
LA FERIA DEL PILAR DEL 250 ANIVERSARIO
BENJAMÍN BENTURA REMACHA

He escrito mucho estos últimos meses sobre la plaza de toros que construyó Pignatelli y dio noticia Francisco Goya. Esperaba que ambos, Goya y don Ramón, fueran protagonistas y se anunciara la fundamental Feria del Pilar de 2014 con un cartel acorde con la efeméride evocada. Por ejemplo, la estampa de Martincho matando un toro a la salida del chiquero del recién estrenado coso, con grilletes en los pies, sentado en una silla y un sombrero o rodela como engaño. Pudo ser también un cuadro de Ruizanglada representando a unas majas goyescas u otro del contemporáneo colombiano Diego Ramos, que tiene poco que envidiarles a los maestros del cartel taurino que en el mundo han sido. Nada de eso: un collage populista con la colaboración ciudadana a base de pegatinas, los retratos difuminados de don Ramón y don  Francisco sobra la foto de la portada de la plaza que no llega ni a centenaria. Menos mal que don Francisco el de los torosvolvió al interior del coso taurino en el bronce que cinceló Manolo Arcón y que tuve el honor de descubrir en 1991 por delegación del presidente Pepe Marco y en presencia de Arturo Beltrán, en cuya memoria se guardó un minuto de silencio en la primera corrida del ciclo y Enrique Ponce tuvo el detalle de recordarlo en  su brindis al público del cuarto toro del día 11. La estatua, colocada al aire a la salida de la Puerta Grande necesitará de algún fondo e iluminación para que no pase desapercibida. Eché en falta el que alguno de los diestros actuantes le dedicara una de sus faenas al mejor cronista de la  corrida moderna. Se han dedicado al público más de una docena de brindis, Luque dos en el mismo festejo, como saludo en el primer toro, el de Bañuelos, y como despedida en el sexto, el zambombo de Puerto de San Lorenzo. Hubo dos brindis televisados, uno de Padilla a Ortega Cano y los presos de Zuera en la televisión de Aragón y otro de Luque a su hermana en la Plus, y un tercero de Urdiales a sus compañeros Ponce y Talavante, supongo que por haberle acogido con cariño en su sustitución del lesionado Finito de Córdoba. El sastre taurino Roquetas ofreció un capote de paseo de galones con la Virgen del Pilar como imagen predominante al triunfador de la corrida goyesca, David Fandila El Fandi.
Se lidiaron 42 toros, en seis corridas de a pie y una de a caballo, y 12 novillos, más un toro de exhibición de suertes populares para rematar los alardes de la guardarropía goyesca, cuatro mozos castellanos tocados con cachirulos – la cabecica atada de los aragoneses -, saltadores desde una mesa, de espaldas, del ángel y a la garrocha y quiebros con cite desde una silla. Día 8 de octubre, fecha conmemorativa de la inauguración del coso de Pignatelli. Se dio otra corrida el día 13 de ese mismo mes de octubre de 1764 con 8 toros de Diego Bentura y otros tantos de su mayoral Juan Murillo y 250 años después, este día, en  Zaragoza, se corrieron toros de Bohórquez, actuó Diego Ventura a caballo y asistió Diego Bentura Ferrán de Irizar, descendiente directo del ganadero del siglo XVIII, ejeano, para más señas. De los toros y novillos hubo algunos destacados que propiciaron el éxito de sus lidiadores: el de Los Maños indultadoQuejoso, y del que le concedieron a Jonnathan Blázquez Varea las dos orejas simbólicas, el toro Picaron de Fuente Ymbro, premiado con la vuelta al ruedo, cuyas orejas fueron a parar a manos de El FandiTasador de Bañuelos que lidió Daniel Luque, premiado con una de sus orejas y la petición de la otra, dos toros de Alcurrucen y VictorinoMusiquero y Ordenado, en esa misma tarde solitaria del de Gerenael tercero de Juan Pedro DomecqBallenito,desorejado por Talavante, y uno de Victoriano del Río y otro de Parladé, Amontillado y Jarretón, lote de El Juli en la corrida del día del Pilar. En total se concedieron 20 orejas y un rabo, cosecha excelente y que supone una inyección de optimismo para el futuro de la fiesta. Salidas a hombros de VareaEl FandiTalavanteEl Juli y Diego Ventura. Y dos más frustradas por la cicatería presidencial, las de Ginés Marín y Daniel Luque. Hubo muchos pañuelos blancos en el palco, algunos precipitados para los avisos con el toro ya rendido en la arena, uno naranja de indulto, inusitado por estos lares, tan inustado como el rojo de las banderillas negras al de Cortés del día del Pilary uno azul de vuelta al ruedo. También y en varias ocasiones, el pañuelo verde de devolución al corral, cuatro. Heridos el sobresaliente Manuel Carbonel,cornada, el picador José Juan Esquivel, rotura de ligamentos de la rodilla, y Ginés Marín, puntazo leve en un párpado.
Restos de la Banda de Música de la Diputación de Zaragoza, en extinción, reforzados sus miembros supervivientes por buenos músicos, servicios eficientes de información de la empresa UTE con la guapa y sevillana Noelia López al frente, el complemento del tudelano Tinico con su programa de mano, en  el que incluye hasta los nombres de los caballos de rejoneo y fabuloso el trabajo de los encargados del marcador luminoso, con lo que nos encontramos en la plaza con más solera – las cuevas recuperadas de la base de la plaza de 1764 son una maravilla – y más cómoda e informada de todas las plazas de primera de España. Y con una cubierta que no desvirtúa su condición de plaza de toros, no como otras a las que los aficionados califican de tanatorios. Por cierto que Carlos Ruiz Villasuso, en el último número de Aplausos, habla de Arturo Beltrán y de los que le dijeron de todo menos bonito cuando se colocó la cubierta de teflón sobre la obra original y la reforma de 1918. Carlos, no eran de mi ciudad, y a alguno de los maledicentes los tienes cerca, muy cerca de tu propia página de cada semana. ¿Me entiendes? A la cubierta la llamaron el preservativo. Embarazoso, Carlos.
Y como remate de este examen a vuela pluma, un análisis de los trofeos concedidos. Se ha premiado a Julián López El Juli por la mejor faena y la mejor estocada y se le da al premio de triunfador al novillero Varea, tres orejas. También se le pudo conceder a Diego Ventura puesto que un rabo es más que una oreja, caso de que este premio se conceda por criterios cuánticos. Se ha concedido el premio a la corrida mejor presentada a la de Victorino Martín, la más destartalada y desigual de todas las lidiadas, en tipos, pesos, cabezas y espíritu. Baste señalar que hubo una diferencia de más de cien quilos de peso entre el quinto y el segundo y cuarto, dos bizcos, un veleto, un chivato y otro, el primero, el único cardenillo de los saltillos. A Juan José Esquivel se le ha concedido el premio del mejor puyazo, según dice al acta por el colocado al cuarto toro de la corrida de Victorino, en el que el primer puyazo fue trasero y del segundo se fue suelto el toro. El toro que picó con lucimiento Esquivel fue el de Victorino de la corrida en solitario de Luque, con derribo en el primer puyazo, en el que resulto lesionado el picador de Linares, pero que volvió al caballo y puso otra vara excepcional, siempre moviendo a las monturas con dominio y conocimiento. Finalmente, el premio al mejor toro se lo llevó un novillo, el Quejoso de Los Maños. Espero que pronto sea padre.Enhorabuena, señores Marcuello de la Sierra de Santo Domingo, Cinco Villas de Aragón. Tira la tierra.    

martes, 9 de septiembre de 2014

ZARAGOZA CUMPLE 250 AÑOS (I)

No se puede afirmar que sea un mérito porque el secreto está en cumplir años. Han pasado 250 desde que en Zaragoza, en 1764 y gracias al tesón y el afán emprendedor de don Ramón Pignatelli, se abrieron las puertas de la plaza de toros construida en el Campo y las Eras del Toro, junto a la iglesia de El Portillo y en las cercanías de La Aljafería, una ampliación en 1917-1918, la cubierta y la modernización consiguiente emprendida en 1980 hasta llegar a la realidad de la segunda de las plazas de primera, Sevilla le lleva cuatro años de antigüedad, pero la zaragozana es mucho más cómoda que la de los Maestrantes del Betís. Para tan significada conmemoración, la empresa que comanda Simón Casas con la colaboración de José Cutiño y Enrique Patón y la gerencia de José Luis Ruiz ha programado seis corridas de toros, dos novilladas y una corrida de toreo a caballo, más los festejos populares que recobraron su vigencia en los años 80 del siglo pasado, cuando los Lozano tomaron el pulso empresarial del añejo coso. El cartel anunciador en esta ocasión es un “collage” fotográfico  sobre la fachada principal presidida por los retratos de Pignatelli y Goya y salpicada por distintas muestras gráficas de los más significativos toreros aragoneses, para lo que se pidió la colaboración de los aficionados del lugar. Yo hubiera preferido una pintura de Ruizanglada, del pueblo de Milmarcos cercano al nacimiento del río Piedra aunque zaragozano desde su niñez, o del colombiano Diego Ramos, un grabado de don  Francisco “el de los toros” o la abigarrada multitud de gentes, caballos y carromatos de Unceta, pero estamos bajo la tiranía del ordenador y ya no cuentan ni el arte ni la artesanía. El festejo más importante es el del día 8 de octubre de este año de gracia de 2014, coincidente con el de la celebración del primer festejo de hace dos siglos y medio. Para esa conmemoración, una corrida goyesca, la sexta de todas las celebradas en esta plaza. La primera tuvo lugar el 12 de mayo de 1927 con la asesoría artística de don Ignacio Zuloaga, que andaba implicado en la reivindicación del lugar de Fuendetodos y en el recuerdo del centenario de la muerte de Goya, ocurrida en Burdeos en 1828. En esa primera goyesca se vistieron a la antigua usanza Rafael “el Gallo”, al que tuvo que convencer el sastre Uriarte de que no tenía pinta de fantoche pese a lo de la redecilla sobra la monda y brillante calva del gitano de los Gómez Ortega, Nicanor Villalta y Pablo Lalanda, primo de Marcial “eres el más grande”, con Simao da Veiga por delante, que, como buen representante el arte de Marialva, vestía a la Federica. En realidad este no fue el primer festejo goyesco del siglo XX porque tengo noticias de que hacia 1914 se celebraron en Madrid algunos festivales estudiantiles en los que los actuantes tomaron como modelo el retrato que Goya le hizo a “Pepe-Hillo”. La última corrida de las cinco corridas de este estilo celebradas en Zaragoza fue el 9 de mayo de 1976, en el Bimilenario de la fundación de la ciudad romana, por lo que no nos podemos comparar con el lugar de Ronda, en donde hace unos pocos días se rebasó el medio centenar de goyescas, en este caso con la advocación de Pedro Romero y el recuerdo de Antonio Ordóñez, que no son vanos inspiradores. En esa corrida del Bimilenario hicieron el paseíllo Raúl Aranda y Miguel Peropadre “Cinco Villas” para lidiar toros de Arranz. En realidad la goyesca de esta Feria de 2014 no es al cartel estrella  aunque los toros sean de Fuente Ymbro y los diestros disfruten del fervor popular por el que el de Jerez pagó el alto precio de un ojo de la cara, se hable del resucitado Miguel Abellán y el incombustible David Fandila, otro año más al frente del escalafón.

Pero, paradójicamente, se levanta el telón el día 5 de octubre con un plato fuerte, con toros de Victorino que espero se parezcan más a los que lidió hace unos años en solitario Raúl Gracia “El Tato” que a los de la aventura de “los toros asesinaditos”. Los encargados de lidiarlos serán el triunfador de Mont de Marsan y sus miuras, “Rafaelillo”, el paisano Luis Antonio Gaspar “Paulita”, maduro y en racha, y el buen torero que es Alberto Aguilar. Los tres, cada uno en su estilo, pueden aprovechar las embestidas del victorino que haga un surco en la arena con el morro. Cartel de Roberto Domingo, que tampoco hubiera sido mal afiche. Los dos días siguientes, dos novilladas, una de Jandilla y Vegahermosa (Borja Domecq) para Borja Jiménez, de Espartinas y mimético de su paisano Juan Antonio Ruiz, el extremeño pacense José Garrido, apoderado por “El Tato” y protegido por Ferrera, y el jerezano Ginés Marín; la otra novillada, la de “Los Maños”, de los santacolomeños de los Mayoral, más saltillos que buendías, que se crían por las montañas de la sierra de Santo Domingo, en el término de Luesia, cerca de Ejea de los Caballeros, de donde procedían la mayoría de las ganaderías que se lidiaron en los primeros años de la plaza de toros de Zaragoza, incluidas las de Diego y Francisco Bentura. En este cartel figura el único novillero aragonés del momento, Miguel Cuartero. Hay otro novillero en Aragón que es sobrino de Ricardo Torres, el zaragozano que confirmó su alternativa en Madrid hace unos días a los trece años de doctorado, al que se conoce con el apodo de “Juanito”, Juanito Altismasveres, que sufrió una lesión grave de menisco y está en el dique seco. No es extraño que no haya novilleros en la tierra aragonesa porque, salvo en alguna plaza turolense y en esta Feria del Pilar, no se dan novilladas con caballos o sin ellos. A Cuartero le acompañan “Varea” ( yo conocía a un Barea, con b, economista de valer que, por cierto, ha muerto hace algunos días), que en realidad es Jonathan Blázquez Rovira, natural de Almazora, Castellón, en  donde, casualmente, vino al mundo Raúl Aranda, vinculado familiarmente a Alcalá del Moncayo y considerado aragonés de pura cepa, y un tal David de Miranda, de Trigueros, campo de los Cuadri, del que tengo nulas referencias, cosa no extraña porque estoy bastante al margen del mundillo taurino andante. Supe por mi amigo Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito” y su condición de mozo de espadas de Curro Romero, cosa que da carácter, como se lo dio al padre de “El Tato” los años que fue de banderillero en la cuadrilla del de Camas, en su calidad de mentor de José Ruiz Muñoz, sobrino nieto del “Faraón”, que habló con don Simón Casas para entrar en uno de estos carteles, pero, por lo que se ve, no llegó a tiempo. Sí he leído por pluma solvente, Zabala de la Serna, que Ruiz Muñoz fue el que más brilló en la novillada del pasado domingo en el Real Sitio de Aranjuez, en la que participaron los más destacados representantes de la novillería actual, en feliz idea llevada a cabo por un artista del cincel y de la amistad como es Pablo Ignacio Lozano. Así se hace futuro.


Y puesto que me he apartado un poco del tema pilarista y dejo para otro día el comentario sobre el resto de este acontecimiento, se me permitirá que recuerde a Emilio Cuevas, física y cariñosamente conocido por “Cuevitas”, fallecido recientemente. Toledano, pescador y ameno contador de aventuras (la del dentado lució abriendo su boca y tragando docenas de jóvenes barbos), en “La Alemana” de la plaza de Santa Ana de Madrid había una foto suya de Luis Miguel, con el toro a sus pies muerto de una estocada corta, en la que se mostraba la maestría fotográfica y juvenil de Cuevas. Fue después y sobre todo, el fotógrafo de Paco Camino con su perenne recuerdo a su categoría de perfecto estoqueador. Y era uno de los herederos de Cervera, Marín Chivite, Rodero, Baldomero, Santos Yubero, Zarco o Aguayo. Antes de las cámaras con motor o digitales. Cuevas retrató todo lo del mundo del toro. Famosa también la foto del desfile torero hacia la plaza, los maletillas, los hábitos monacales de Mondeño y el pase de las flores de Pedro Gutiérrez Moya. Sabía sacarle el alma a los toreros, al toro, al ambiente. Fue amigo mío con Canito, los Botán, Lendínez, Rubio, Diego, luego restaurador famoso en Illescas, Martín, Vega, Madrigal, el valenciano Cerdá, el catalán Sebastián, el aragonés Mompel, Valencia, que vino desde el Peñón con su hijo Rafaelín, compañero de Jimeno, Mateo y dos muy especiales en mi consideración, Arjona, Pepe, de Sevilla, y Jesús, el de Ronda. Ahora me quedo con Agustín, el hijo de Arjona, y Carlos Moncín, el de Calatayud. Hace mucho que no sé nada de su hija Náyade. Pero, al final, como plano para poner el definitivo “end” a esta entrañable evocación, la vieja “leika” de Emilio Cuevas. Una joya. Con humor, Cuevas decía que la mejor foto era la que no hacías y cobrabas. Era la época de las “docenas de estampitas”. ¿Todavía encargan y compran fotos los toreros?                

jueves, 4 de septiembre de 2014

ARTURO BELTRAN

Conocí a Arturo Beltrán cuando era concejal de Utebo por UCD y yo de Ejea de los Caballeros por este mismo conglomerado de ideas e ilusiones. Me lo presentó Gaspar Castellanos en el restaurante La Mar y el objeto fundamental era hablar de toros. Era un hombre peligroso con un destornillador y unos alicates en la mano y lo mismo te arreglaba el fregadero del bar que compraba en Zaragoza el Gran Hotel, el Casino Mercantil o el edifico Savoy . Llegó a la plaza de toros de Pignatelli acompañado por José y Victoriano Valencia y la idea de cubrir este coso se la aportó el arquitecto cubano Bernardo Díaz, que había abandonado las huestes castristas de la bahía de Cochinos y se había venido a España para seguir su carrera y para hacer alguna incursión en el campo torero con el sobrenombre rumboso de Guajiro. Yo lo conocía de sus andanzas por lo tentaderos de España, de las que la más expresiva muestra era una foto en la que bailaba con El Cordobés verdadero frente a un becerro. Me llamó a Madrid para que conociera su maqueta de madera con grandes ventanales y no hubo ningún problema para que Beltrán  conociera su trabajo. Pero en lugar de aceptar directamente el proyecto del cubano, Beltrán, de acuerdo con la Diputación de Zaragoza, convocó un concurso de ideas y de ahí surgió el proyecto de los técnicos germanos que necesitó del especial trabajo del arquitecto aragonés José María Valero para que, sobre la estructura renovada de 1918, pudiera anclarse el velarium gigantesco que protegiera a la plaza de las inclemencias meteorológicas tan pródigas en estas tierras en primavera o en otoño y aquí, en Zaragoza, el apoyo fue total sin despreciar el fervor de algunos sectores como Zabala Portolés y el ABC y sin amilanarnos por el discurso del señor Molés que calificaba el invento como de preservativo y abogaba por el sol y las moscas tradicionales. A mí me tocó elaborar algún discurso sobre lo ideal de un recinto para  ver toros como si fuera un palacio de la ópera o el escenario de la Escuela de Equitación de Viena y lo cierto es no hubo discrepancia alguna durante la ejecución de la pionera obra (en París hubo plaza cubierta, en México, en el D.F., el Palacio de Hierro, en donde murió Balderas, y en la frontera con Estados Unidos y en España, Baltasar Iban le encargó gestiones a Manolo Lozano Martín para construir una en Madrid) que tuvo sus más y sus menos resueltos con la colaboración de los técnicos y la aquiescencia de los políticos. Luego, en la liquidación del costo de la obra (500 millones de pesetas) sí se plantearon discrepancias, pero creo que se llegó a un acuerdo satisfactorio para todas las partes. A mí ya me habían jubilado.

El caso es que el cubrimiento de la plaza de toros de Zaragoza abrió la etapa de nuevas plazas con techumbre, pero es posible que tenga razón el señor Molés porque varias de estas plazas han dejado de funcionar como plazas de toros, Carabanchel, San Sebastián y La Coruña y otras cuantas lo hacen en  precario, Logroño y las periféricas de Madrid. ¿Será cierto que los toros con sol y moscas? Las motivaciones de estas deserciones son mucho más variadas y complejas. En una de las biografías que se han publicado en estos días sobre Arturo Beltrán se dice que reconstruyó Vista Alegre. No es cierto. La Chata, en donde tomamos la alternativa con la pluma como espada y el papel como muleta mi padre y yo, desapareció completamente y el monstruo de concreto que le sustituyó se nota que es plaza de toros por los dos ejemplares de bronce que guardan la gran escalera. La modernización de la Fiesta que preconizaban los analistas abecedarios no ha tenido los efectos previstos y deseados, si bien la culpa no le tienen los nuevos cosos aunque es cierto que en estas plazas ni los pasodobles ni las palmas ni los ¡olés! suenan como antes.


He dicho cubrimiento y no cubrición (del Moral) porque lo veo más acorde con la acepción de “acción o efecto de cubrir o tapar”. La segunda acepción parece más relacionada con el acto de fecundar el macho a la hembra. Labor fecunda la de Arturo Beltrán en muchos aspectos, empresario de grandes ambiciones, algunas continuadas por sus hijas en la gastronomía, verduras y vinos, y con matices muy de la tierra aragonesa. Recuerdo su gran afición por los festejos populares, las vacas, y la jota en la persona de una jotera excepcional que era esposa del dueño del restaurante “Casa Juanico”. Arturo ha sido un tremendo consumidor de vida. Descanse en paz.       

viernes, 1 de agosto de 2014

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS IV

LAS ALTERNATIVAS OTORGADAS EN EL COSO DE PIGNATELLI

Hay que plantear primero la cuestión ceremonial  de la concesión de alternativas (alternar) que necesita de unos requisitos preestablecidos que no tienen fecha fija de entrada en vigor. ¿Cuándo se consumó semejante parafernalia por primera vez en la plaza de toros de Zaragoza? En realidad y con el desarrollo determinado de la cesión de trastos, muleta y espada,  por parte del matador ya consagrado y de mayor antigüedad al aspirante al doctorado torero, la primera alternativa se concedió en esta plaza el 2 de abril de 1893 y su beneficiario fue Francisco González Faico, sevillano que formó pareja con Minuto, de manos de Rafael Bejarano Torerito y con la compañía de Antonio Arana Jarana, que, por aquel entonces, estos terceros espadas no eran mencionados como testigos de tal primera alternancia. El caso es que la alternativa de Faíco había estado anunciada antes en Madrid pero, como hubo de posponerse su tránsito del escalafón novilleril al superior por culpa de la lluvia en un par de oportunidades, se decidió al fin que tuviera lugar en la plaza de Zaragoza, en la plaza que se presume que antes alternaron con matadores de toros Antonio Ebassun  Martincho, puede que su padre Martín, algún sucesor del de Farasdués, uno apodado El Carretero que actuó en Zaragoza el 15 de octubre de 1789, y, a mediados del siglo XIX, Manuel Pérez Gil Relojero y Joaquín Gil Peiré Huevatero, protagonistas de la trágica corrida del 26 de octubre de 1862, en la que este último resultó  herido mortalmente. No hay duda de que Huevatero era un torero arrojado y voluntarioso y que Relojero tenía un más amplio bagaje artístico y profesional, que había actuado en la plaza de Madrid y en Francia, en donde se recordaba que en un festejo había matado cinco toros de otras tantas estocadas. No conozco muchos nombres más de aragoneses que pisaran los ruedos hasta finales del siglo XIX con alguna relevancia. Bueno, para ser más preciso, no conozco ninguno. Tuvo que llegar Nicanor Villa Villita, que, por otro lado, no tomó la alternativa en Zaragoza, como tampoco la tomaron en la capital aragonesa los paisanos Emilio Gabardo Lizanda Gabardito, de Mora de Rubielos, en Lima, Perú; Villalta, en San Sebastián; los Nacional, Ricardo en Madrid y Juan en Oviedo; Florentino Ballesteros, en Madrid; José Moreno Morenito de Zaragoza, dos veces, una en Calatayud y la otra en Tarazona de Aragón; Gitanillo de Ricla,en Santander; Lagartito, en Barcelona como Silvino Zafón Niño de la Estrella; Pedro Lázaro Obón, en Caracas; Paco Bernad, en Nimes y Antonio Giménez Faraón, en Barcelona. Gabardito, Lázaro Obón, Faraón y Bernad no figuran en las listas de matadores de toros aragoneses aunque, como es notorio, recibieron tal distinción. De la de Faraón cuento con un cartel de Roberto Domingo, día 16 de agosto del 1937 (¿?), 4’30 de la tarde, pase de muleta de recorte, toro berrendo en negro capirote, sombrero a la pezuña del toro, Plaza de Toros Monumental barcelonesa en festejo organizado por la Unión de Picadores y Banderilleros de toros de la región de Cataluña y a beneficio de la suscripción abierta a favor de la milicias antifascistas y hospitales de sangre. En el ángulo superior derecho, una estrella de cinco puntas con la hoz y el martillo en su centro. Anunciado un gran concierto y seis toros de Angoso que lidiarían Pedro Basauri Pedrucho, Francisco Royo Lagartito, Curro Caro, Aurelio Puchol Morenito de Valencia, Suarez Merino, de Sevilla, y Antonio Giménez Faraón, de Zaragoza.

La segunda alternativa zaragozana con ceremonia, la de Manuel Mejías Rapela, Bienvenida por su lugar de nacimiento pacense, el día 14 de octubre de 1905 cuando José García Algabeño le cedió al luego conocido como Papa Negro la muerte del toro Huidor de Benjumea con la presencia de Lagartijo Chico. El primer aragonés doctorado en Zaragoza, Joaquín Calero Verdejo Calerito, el 14 de octubre de 1910  y de manos de Vicente Pastor, que le entregó los trastos de matar para que se enfrentara a  Vinatero, de Miura, y con la compañía de Rafael Gómez El Gallo. La cuarta, la de Eladio Amorós Cervigón, al que se  le conocía como El Chico de la Revoltosa, no por la famosa zarzuela sino por una zapatería que le familia tenía en Salamanca y a la que le pusieron tan efervescente nombre, gaseosa La Revoltosa. Fue el 13 de octubre de 1928, con la autoridad de Manuel Jiménez Chicuelo y el testimonio de Nicanor  Villalta. Al año siguiente, otro Manuel Mejías, hijo del Papa Negro, con 16 años y el toro Mahometano que le autorizó a estoquear Antonio Márquez, el rubio como la cerveza de Concha Piquer, suegro de Curro Romero. Era de la ganadería de Antonio Flores, el testigo, Paco Royo Lagartito, y la fecha, el 30 de junio de 1929.

El segundo diestro aragonés de esta relación de toreros doctorados en Zaragoza fue Antonio Labrador Pinturas. Fecha: 11 de junio de 1933. Toros de Arturo Sánchez Cobaleda y los diestros Luis Fuentes Bejarano y el mexicano Jesús Solórzano. Y los siguientes doctorados hasta nuestros días, aragoneses y foráneos:

Francisco Cester Muro Paco Cester, de Zaragoza, el 5 de mayo de 1940, con toros de José de la Cova y Luis Gómez El Estudiante y Jaime Pericás.

Luis Mata Fransoy, de Zaragoza, el 5 de mayo de 1946, el toro Estanquero de Pérez de la Concha, con Aurelio Puchol Morenito de Valencia y Domingo Dominguín.

José Vicente Torres Bello Joselito Torres, venezolano, el 14 de octubre de 1952, el toro Bigote, de Concha y Sierra, cuya muerte le cedió Rafael Ortega con la presencia testimonial de Antonio Ordóñez y Juan Posada.

José Mari Recondo, de San Sebastián, el 19 de mayo de 1955. Antonio Bienvenida le cedió los trastos para matar el toro Mallorquito, de Atanasio Fernández, en  presencia de Chicuelo II.

Jaime Ostos, de Écija, Sevilla, el 13 de octubre de 1956, toros de Antonio Urquijo y la compañía de Miguel Báez Litri y Antonio Ordóñez.

Fermín Murillo, de Zaragoza, el 21 de abril de 1957, Chicuelo II le cedió la muerte del toro Bonito, de Miura, en presencia de Jaime Ostos.

Antonio Palacios, de Manchones, Zaragoza, el 13 de octubre de 1958, con el toro Rocío, de Villagodio, y el padrinazgo de Julio Aparicio y el testimonio de Gregorio Sánchez.

José Julio Venancio Antínez José Julio, de Portugal, el 11 de octubre de 1959 con el toro Bailaor, de Pío Tabernero, en presencia de Manuel Jiménez Chicuelo II y Gregorio Sánchez.

Manolo Bravo Relámpago, de Zaragoza, el 11 de octubre de 1960, toro Saltito, de Samuel Flores, y la compañía de Gregorio Sánchez y Diego Puerta.

Juan Teófilo Calleja Zarzuelo Juan Calleja, de Nava del Rey, Valladolid, el 25 de octubre de 1964, con Pepe Osuna y el mexicano Guillermo Sandoval y toros de García Barroso.

José Luis Bernal Rodríguez Capillé, sevillano, el 11 de octubre de 1967, toro Zapatillero, de Carlos Urquijo, y el padrinazgo de Andrés Hernando y la presencia de Manuel Benítez El Cordobés.

Vicente Linares, de Palma del Río, Córdoba, el 11 de octubre de 1969, toros de Samuel Flores y Dámaso Gómez y José Fuentes en el paseíllo.

Jesús Gómez El Alba, de Albalate del Arzobispo, Teruel, el 10 de mayo de 1970 con el toro Secretario, del Conde de la Corte, y Miguel Márquez y Ángel Teruel.

Raúl Aranda, de Almazora, Castellón, el 23 de mayo de 1971, toros del Conde de la Corte, Palomo Linares y Miguel Márquez en el cartel.

Miguel Peropadre Cinco Villas, de Ejea de los Caballeros, Zaragoza, el 11 de octubre de 1972, con el toro Cubeto, de Diego Puerta, y Francisco Rivera Paquirri, padrino, y Dámaso González, testigo.

Álvaro Antonio Laurín Salazar Álvaro Laurín, de Bogotá, Colombia, el 12 de octubre de 1973 con el toro Tamborero, de Martínez Elizondo, y al amparo de Diego Puerta y Palomo Linares.

José Ortega Cano, de Cartagena, Murcia, el 12 de octubre de 1974, toro Pedillero de Osborne que le cedió José María Dols Manzanares en presencia de Paco Bautista.

Luis Francisco Esplá, de Alicante, el 23 de mayo de 1976, toro Desorejado, de Manuel Benítez Pérez, al amparo de Paco Camino y Pedro Gutiérrez Moya Niño de la Capea.

Justo Benítez García, de Utrillas (Teruel, pero hay quienes aseguran que nació en Chillón, en la provincia de Ciudad Real), el 12 de octubre de 1976, toro Langosto, de Antonio Pérez de San Fernando, y acompañado en el paseíllo por Raúl Aranda y Luis Francisco Esplá.

Enrique González Berrozpe El Bayas, de Tarazona de Aragón, el 19 de junio de 1982. José Fuentes le cedió el toro Garzo, de José Murube, en presencia de Miguel Peropadre.

Roberto Bermejo Santamaría, de Pau (Francia), el 11 de octubre de 1984, toro Borracho de AP, Dámaso González y Ortega Cano.

Raúl Gracia Herrera El Tato, de Zaragoza, el 7 de octubre de 1992, toro Camarito, de Baltasar Ibán, y escoltado en el paseíllo por Niño de la Capea y Ortega Cano.

Ricardo Aguín Ochoa El Molinero, de París, el 4 de julio de 1993, toro Sorpreso, de Los Guateles, y el mexicano Miguel Espinosa Armillita y José Miguel Arroyo 
 .
Jesús Millán Cambra, de Zaragoza, el 12 de octubre de 1999, toro Jactancioso, de El Torero, con Enrique Ponce de padrino y Julián López El Juli, testigo.

Ricardo Altismasveres Ricardo Torres, de Zaragoza, el 21 de abril de 2001, toro Trapero de Jandilla y Juan Antonio Ruiz Espartaco y Julián López El Juli.

Luis Antonio Gaspar Paulita, de Alagón, Zaragoza, el 11 de octubre de 2001, toro Pocalluvia, de Torrestrella, con José Miguel Arroyo Joselito y Enrique Ponce.

Paúl Abadía Serranito, de Zaragoza, el 12 de octubre de 2004, el toro Bonito, de Fraile Mazas, y Ponce y Manzanares hijo completando cartel. Daniel Cuevas, de Alagón, Zaragoza, el 19 de octubre de 2008, toro Bohemio, de Guadalest, que le cedió Manolo Sánchez en presencia de Eugenio de Mora.

En total, desde Faíco al día de hoy, treinta y cinco alternativas concedidas en la plaza de toros de Zaragoza. Faltán en esta lista, al margen de los toreros aragoneses del primer tercio del siglo XX, otros que se doctoraron en otras plazas como Ángel Agudo El Greco que lo hizo en Ejea de los Caballeros en 1961, Abilio Langa Pelegrín Aragonés, en Barcelona en 1966, Juan Ramos, en la misma plaza en 1977, José María Rudiez Capapey, de Villanueva de Gállego, en Torremolinos en 1971, Luis Millán El Teruel, en su ciudad natal en 1973, Paco Vallejo, en Tarazona en 1990, Carlos Sánchez Zapaterito, en Teruel, los Luna, Tomás y Diego, en Huesca, donde también tomaron la alternativa Jesús Gracia, de Escatrón, en 1953, y Raúl Zorita, el 10 de agosto de 1988, que, aunque nacido en San Sebastián, se considera aragonés, casos parecidos a los de Mari Paz Vega, malagueña, y Juan Calleja, vallisotelano, y distinto del de Francisco Gabriel Pericás que, aunque nació en Zaragoza, tomó la alternativa en Palma de Mallorca en 1971 y se siente mallorquín; Carlos Gallego, en Alcañiz en 2009; Alberto Álvarez, en Ejea de los Caballeros el 7 de septiembre de 2003; Iván García Langa, de Sabiñán, en Calatayud en 2008; lo mismo que Imanol Sánchez, de Pedrola, el 9 de septiembre de 2013, o el valenciano Sergio Cerezos, que tomó la alternativa en Teruel en 2010. En total, alguno más del medio centenar de matadores de toros aragoneses con los casos discutibles de Silvino Zafón Niño de la Estrella, Barcelona, 13 o 16 de mayo de 1937, Antonio Giménez Faraón, 16 de agosto de ese mismo año en la misma plaza, y la de Paco Bernad, el 7 de octubre de 1945, en Nimes, o la de Gabardito, en Lima el 15 de diciembre de 1907, y la de Pedro Lázaro Obón. en Caracas el 20 de noviembre de 1931. La relación es casi un listín de teléfonos, pero he querido aprovechar la ocasión del 250 aniversario de la inauguración del coso de don Ramón Pignatelli para dar testimonio de los muchos aragoneses y asimilados que alcanzaron el digno título de matadores de toros. Curiosos los casos de Raúl Aranda que nació en Almazora, Castellón, Roberto Bermejo que lo hizo en Pau, Francia, y El Molinero que vino al mundo nada más y nada menos que en  su capital, París, y a los tres se les considera aragoneses de pura cepa, de Alcalá de Moncayo el primero, de Sádaba el segundo y de Casetas el tercero . Puede que así, en su conjunto y con su detalle, sea la primera vez que se dé a la luz esta lista. El parto, la verdad, ha sido trabajoso pero sin dolor. Al revés, placentero. Espero que lo sea también, al tiempo que provechoso, para sus lectores. ¡Loado sea el Señor!  

martes, 8 de julio de 2014

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS III

EMPRESARIOS 

En principio no se otorgaba la plaza en arrendamiento para toda la temporada y solo se concedía su explotación por uno o varios festejos, principalmente a los carpinteros que habían aportado materiales y trabajo para la construcción de la plaza. En concreto a los maestros carpinteros Manuel Benedí Labrador, José Gabas y José Fraile en 1771. Se otorgaban balcones para su venta en beneficio de los niños pobres, tres tablones para la Justicia y otros tres para los carpinteros. Uno de los primeros nombres que aparece en estos menesteres empresariales es el de Juan Briz García, que en 1772 se comprometió a organizar cuatro corridas de toros por las que pagaría 5.120 libras y siete novilladas por las que tenía que abonar 1.610 libras. En 1778 se cedió la plaza a José Solana para tres novilladas a 250 libras por cada una y otra vez a José Fraile por dos corridas de toros a 275 libras. En 1817 fue la Hermandad de la Sangre de Cristo la beneficiada, para luego consignar los nombres de Vicente Galino (1852), Juan Cubero (1858 a 31 de julio de 1861) por 117.400 reales de vellón en mensualidades de 9.783 reales y 33 céntimos con la garantía de la casa número 59 de la calle Predicadores, Juan Pérez Moreno (1865), Manuel Allustante (1868), Joaquín Val (1872) y Mariano Cerezo (1876), padre del pintor del mismo nombre autor del cuadro de la despedida de “Lagartijo” en Zaragoza. Pero fue José Antonio Ostalé y Loshuertos el que rompió moldes al hacerse con el arrendamiento de la plaza el 1 de enero de 1877 por ocho años a 27.513 pesetas hasta el 31 de diciembre de 1884, con garantía de un 20% con un depósito de Deuda del Estado a renta perpetua del 3%. El 22 de enero de 1879 retiró el 25 % de su fianza al terminar la obra de reforma del tendido propuesta y dos años de arrendamiento. Quedaban 256 mil pesetas garantizadas y un depósito de 22.010 pesetas en metálico y otras tantas en valores. Las mensualidades se abonaban en oro y plata y por adelantado y si se dejaba alguna sin consignar se detraía de la fianza que había que reponer en quince días. Al señor Ostalé lo tenían frito entre el señor Compaired, que quería organizar ciertos festejos, la Junta Parroquial de la Magdalena para dar una corrida a beneficio de los pobres de la parroquia, Ramón Gota que ofrecía su ganado para una corrida de Beneficencia o “El Gran Pensamiento”, Sociedad Cooperativa de Socorros y Premios de la Virtud, Colmillo, 3, principal, que deseaba organizar una corrida con cabalgata, toros alanceados al estilo del Cid o Carlos V, carrusel y otras novedades. Ostalé, a trancas y barrancas, continuó hasta el 31 de diciembre de 1892, se retrasaba en las mensualidades, apuraba los plazos de las obras, vivía en Pignatelli, 11, y competía con José Auger, Mariano Cerezo y Francisco Navarro Lairado, este empresario en 1898. En 1893 fue el propio Rafael Guerra “Guerrita” el que se encargó de organizar la Feria del Pilar.

El siglo XX se inició con Lapuente y Bernal (1901), siguió con Joaquín Sánchez Mazariegos (1902 a 1905) que solicitó la instalación de la luz eléctrica y continuó con  Gaspar Crespo (1906-1907) que subarrendó a Sánchez Mazariegos y la Empresa Popular (1908). Nicanor Villa aparece en 1909 como titular aunque también estuvo involucrado en la empresa del año anterior, cuando no hubo forma de personalizar en uno de los aspirantes la titularidad del arrendamiento. Al año siguiente figuraba Constancia Martínez como arrendataria en colaboración con Estanislao Fraile, de Tudela, que lo fue de 1911 a 1916, pidió subarrendar la plaza o poner anuncios en las barreras y contrabarreras, se demoró en los pagos, pidió colaboración a Nicanor Villa “Villita” que, a la rescisión del contrato del señor Fraile en 1916, siguió con Salgueiro de 1917 a 1921. Y de 1922 a 1929, Demetrio Fraile y Manuel Baile, para rematar en 1930 y 1931 con Íñigo García Marco, que subarrendo a Pagés y dio paso a Celestino Martín, de 1932 a 1939, puesto que el de Escucha siguió en el gobierno de la plaza durante la guerra civil aunque no había contrato vigente de arrendamiento. Y nuevas etapa del arrendamiento puesto que en 1940 se les concedió a don Pablo y don Manuel Martínez Elizondo, los “Chopera”, monta tanto, que lo fueron también al año siguiente y los años 1944, 45, 47, 50, 51, 52, 53, 56 y 57. Y en 1976,77, 78, 79 y 80 lo hizo José Antonio Martínez Uranga, hijo de Manuel Martínez Elizondo. Volvió Celestino Martín en 1942 y 43, y en 1954 y 55, Fulgencio Montañes y Cortés estuvieron en 1946, pero, fracaso fatal con suicidio de Montañes incluído, tuvo que organizar la Feria Marcial Lalanda, O.T. E. S. A. en 1948 y 49, Luis Baquedano de 1958 al 61, Pedro Balañá, S.A. 1962, 63, 66, 67, 68, 69, 72 73, 74 y 75, Diodoro Canorea, 1964 y  65,  José Romeo Brocal (Julio Suso) , 1970 y 71, Hermanos Lozano, 1981, 82, 83 y 84, y Justo Ojeda, S.A., 1985.Arturo Beltrán y Victoriano Valencia, Ojeda, vuelta de José Antonio Chopera con Ignacio Zorita y, en la segunda década del siglo XXI, la empresa Serolo, S. L. y el asesoramiento del banderillero Jesús Arruga hacia una nueva decadencia al estilo de la de los finales de los 70 del siglo XX.  Simón Casas, Enrique Patón y la gerencia de José Luis Ruiz, 2014, al recate de milenarios gozos.

 CONSERJES

La relación es más bien corta y con un solo apellido: en 1885, el 24 de noviembre, tomó posesión Mariano de Gracia, 43 años, maestro carpintero, buena conducta, expósito, licenciado del Ejercito, con primera enseñanza en el colegio del señor Zabala, dos pesetas diarias a satisfacer por el empresario arrendatario, habitación, todas las llaves excepto la del Campo del Sepulcro, limpieza de todos los locales de la plaza, utensilios como sillas de montar, garrochas, maromas y vallas. Inventario. El otro aspirante, Sebastián Horcada, llevaba 16 años de conserje y había regalado banderillas de lujo para una corrida patrocinada por la Diputación, organismo que se había creado en 1833 con el Decreto de Nueva Planta. El 16 de abril de 1885 se aprobó el Reglamento de Régimen Interior de la Plaza de Toros. A don Mariano le sustituyó su hijo José Gracia Vidal, que en 1923 pidió aumento de sueldo, de 365 pesetas que cobraba a 460 pesetas, a pagar por el arrendatario. En 1951 le sustituyó José Gracia Invernón, que fue de banderillero en la cuadrilla de Villalta y a este, en 1977, José Gracia Barcelona, también subalterno, con Curro Romero y otros matadores de toros, Raúl Aranda entre los aragoneses, padre de Raúl Gracia “El Tato”.

ENFEMERÍA

Si larga es la relación de heridos de gravedad en la plaza de Zaragoza, la de desenlaces fatales, afortunadamente, es breve y con inclusión de muy contados profesionales del toreo. La primera efeméride fatal es la cogida mortal de un peón agrícola el 26 de junio de 1782, en uno de los festejos populares que entonces se conocían por novilladas. La segunda, el 26 de octubre de 1862, la de Joaquín Gil “Huevatero”, único matador de toros, por el toro “Gallardo” de Juan Pineiro de Cruxi. Al entrarle a matar, le hirió en el recto y en la vejiga. Ese día alternó con Manuel Pérez “Relojero”, de Tarazona de Aragón, diestro de más entidad que en 1852 actuó en Nimes y Bayona y mató cinco toros de otras tantas estocadas, hazaña que se recordaba tiempos después en la taurina Francia. La tercera cogida mortal en Zaragoza, el 15 de agosto de 1866, la del picador Antonio Ledesma “Coriano”. El toro “Molinero” de Cándido López, de Ejea de los Caballeros, le atravesó el pie y murió en Madrid el 8 de septiembre siguiente. En marzo de 1867, un toro de Ferrer, de Pina de Ebro, derribó contra las tablas al picador Martín Arias “El Velonero” y le produjo tan graves lesiones internas que falleció a poco de ser ingresado en el Hospital Provincial de Nuestra Señora de Gracia. La quinta muerte fue la del novillero Vicente Gandía “El Chufero”, de Onteniente, Valencia. Ocurrió el 7 de abril de 1901 y el causante fue el novillo “Ventero”, de la ganadería de Celestino de Miguel, también de Ejea de los Caballeros. Curado en la enfermería de la plaza, el torero y sus mentores se empeñaron en su traslado a Barcelona y allí falleció en un hospital siete días después de la cogida. El día 24 de mayo de 1903, el novillo “Atrevido” de López Navarro, en un recorte con el capote al brazo hirió en el ano al novillero sevillano, de Marchena, Ignacio Laza. Murió a los tres días. Y el último óbito producido en esta plaza, y que lo sea para siempre, fue el 10 de julio de 1921, cuando un novillo de Gallardo saltó al callejón e hirió en el quinto espacio intercostal al mozo de espadas Fernando Madurga. Murió a las pocas horas en la propia enfermería.

Aun hay otro caso de fallecimiento de un torero y que se achaca a una cogida que Rafael Molina, el sobrino de “Lagartijo, sufrió en Zaragoza el 14 de junio de 1908,  por parte de un toro de Miura que no le produjo herida por asta de toro, pero que, según los informes médicos, golpes y traumas que le provocaron una tuberculosis de la que murió el 8 de abril de 1910. A esa corrida asistió Alfonso XIII.


En el enfermería de la Plaza, al nombre señero del doctor Pérez Serrano se unió el del primer Val-Carreres, cirujano del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, su hijo Antonio fue el siguiente jefe del equipo quirúrgico, responsabilidad heredada por los hijos de este Carlos y Antonio Val-Carreres Guinda y que comparte en la actualidad Pilar Val-Carreres, hija de don Carlos, todos ellos con el apellido que durante más de un siglo prestigia la categoría médico-quirúrgica de la Plaza de Toros de Zaragoza.  

CURIOSIDADES ZARAGOZANAS II

LAS CORRIDAS GOYESCAS

Aunque la primera corrida goyesca se celebró en Zaragoza a instancias de Ignacio Zuloaga, buen promotor del culto goyesco, no se puede decir que se hayan prodigado en esta plaza los festejos de esta índole. Esa primera corrida tuvo lugar el 12 de mayo de 1927 con especial parafernalia en el desfile previo, con calesas traídas de Madrid, el alcalde Allué al frente del desfile, tres alguacilillos, dos caballistas a lo goyesco, Coyne y Torongi, Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, de rojo, Pablo Lalanda, de azul, Nicanor Villalta, de amarillo, y el caballero portugués Simao da Veiga, a la federica. “El Gallo” no estaba muy conforme con su vestido, opinaba que hacía un poco el mamarracho, pero entre Zuloaga y el sastre Uriarte le quitaron los prejuicios y hasta cubrió su calva con una redecilla. Se supone que la redecilla de los tiempos de Goya era para recoger las amplias cabelleras. Al día siguiente hubo una novillada con reses de Graciliano Pérez Tabernero en el mismo escenario y con parecida parafernalia, pero sin que “Fortuna Chico”, Vicente Barrera y el primer Gitanillo de Tríana, Francisco Vega de los Reyes, “Curro Puya”, vistieran atuendos goyescos. En realidad el centenario de la muerte de “don Francisco el de los toros” era al año siguiente, 1928. Segunda corrida al estilo goyesco el 12 de abril, ocho toros de Bueno para Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, Cayetano Ordóñez y el mexicano Fermín Espinosa “Armillita”. Y tercera el 22 de abril con paseo en automóvil del estandarte del Orfeón. Mucho frío y viento molestísimo, “Reinas” de los barrios de Delicias, El Portillo, Tenerías, San Pablo, Arrabal y La Magdalena, que, tras la vuelta al ruedo, ocuparon el palco de honor. Manuel Jiménez “Chicuelo”, Vicente Barrera y Fermín Espinosa “Armillita” lidiaron toros de Samuel Hermanos y uno de Atanasio Martín. Las únicas ovaciones de la tarde fueron para el picador “Trueno”, Francisco Zaragoza, de Orihuela, Alicante. Hubo un “Trueno” en Zaragoza, hijo del “Relámpago” picador y hermano de Manuel Bravo López, matador de toros, José Antonio, picador también y con más ruido que luz: “Trueno”.

Hasta 1946 no se dio otro festejo goyesco. Fue, con un poco de retraso, el 20 de mayo, para recordar el bicentenario del nacimiento de Goya, 30 de marzo. Se lidiaron ocho toros de Juan Belmonte por parte de Fermín Espinosa “Armillita”, dos orejas en  el quinto toro de su tercera goyesca, Juan Belmonte Campoy, vuelta y oreja, Alfonso Ramírez “El Calesero”, un orfebre del toreo con el capote, y Manuel Álvarez “Andaluz”, oreja en el cuarto. La mejor de las goyescas hasta ese momento. Un aficionado inglés tuvo el capricho de venir a Zaragoza desde Londres en avión-taxi para asistir a la corrida.

La siguiente goyesca, hasta ahora la última, tuvo lugar treinta años después y no por motivos relacionados con el pintor de Fuendetodos. Fue el 9 de mayo de 1976, Bimilenario del nacimiento de la ciudad de Zaragoza, la romana Cesar Augusta. Raúl Aranda y Miguel Peropadre “Cinco Villas” lidiaron se  Ramón Sánchez, procedentes de Arranz. De sobresaliente actuó Pepe Colmenar.

Cinco corridas goyescas en casi 90 años y un festejo especial en noviembre de 1996, en el 250 aniversario del nacimiento de Goya, con toda la variedad de demostraciones populares, recortes, roscaderos, saltos de la garrocha y demás alardes camperos con la actuación de un grupo “Arte Valenciano” y aficionados aragoneses con la tutela de Fernando González “Tano”, gran recortador de Ejea de los Caballeros. Francisco Marcos “Marquitos” y Luis Antonio Gaspar “Paulita” lidiaron cuatro utreros de “Catalina Angoso Hermanos” y Ricardo Altismasveres “Ricardo Torres”, dos erales del picador Victoriano García “El Legionario”. La entrada a la plaza fue por invitación y los novilleros vistieron el habitual traje de luces. Antes, en 1991, se había entronizado en los escaños de la plaza de toros la estatua de Francisco Goya Lucientes, obra del escultor Manuel Arcón. No  se sabe por qué razones, don Francisco fue desterrado al patio cuadrillas para que entre arbustos y furgonetas, solo vea al arrastre de los toros hacia el desolladero. 
     
CONCURSO DE GANADERÍAS

La primera de las corridas de este tipo tuvo lugar el 14 de octubre de 1978. Se lidiaron toros de Manolo González, Cebada Gago, Bohórquez, Salvador Domecq, José Luis Marca y Ramón Sánchez. Se premió como más bravo al toro “Bohemio” de este último ganadero. “Niño de la Capea” obtuvo una oreja y se le consideró como mejor lidiador pese a que él cortó una oreja y Miguel “Cinco Villas, dos. Julio Robles se fue de vacío. Cayetano Navarro “Tano” fue considerado como el mejor subalterno de a pie y Juan Mari García, mejor piquero. El funcionario de la DPZ, Ramón Blasco, facilitó al Jurado que se instaló en el palco de honor, unas normas orientativas para llevar a cabo las votaciones. Al año siguiente, 1979, se cerró la temporada con la segunda corrida-concurso de ganaderías en la que se lidiaron toros de Alipio Pérez tabernero, Ibarra, Martínez Benavides, Conde de la Corte, Ramón Sánchez y Marca. Nada. Los encargados de la lidia fueron Raúl Aranda, José Luis Galloso y Pedro G. Moya “Niño de la Capea”. 1980, esta corrida se celebró el 18 de octubre con ejemplares de Pablo Romero, Ramón Sánchez por tercera vez consecutiva, Guardiola Domínguez, Matías Bernardos, José Ortega y Félix Cameno. Los lidiadores fueron Francisco Rivera “Paquirri”, Raúl Aranda y José Luis Galloso, que cortó una oreja y fue considerado como el mejor en la lidia. El toro más bravo resultó ser “Barberito” de Guardiola, el mejor picador, José Luis Gil “Moreno” y el mejor peón de brega, Curro de la Riva.


Llegaron los Lozano a la empresa y programaron la corrida del concurso de ganaderías para el comienzo de la temporada, el 10 de mayo de 1981. Llovió y se trasladó al 17 del mismo mes. A Palomo Linares le correspondieron los toros de Juan Pedro Domecq y Manolo González, al que le cortó una oreja. A José Mari Manzanares I, los de Herederos de Carlos Núñez y Álvaro Domecq. Y a Emilio Muñoz, uno de Juan Mari Pérez Tabernero y otro de Baltasar Ibán, que le hirió de pronóstico menos grave. Se premió a “Ventolero” de Juan Pedro Domecq, a Palomo entre los matadores, a Salvador Herrero como más destacado varilarguero y a Guillermo Gutiérrez “El Ecijano”, mejor peón de brega. El día 9 de mayo de 1982 tuvo lugar la quinta corrida-concurso de ganaderías, ultima hasta años después. Raúl Aranda, tercera en su cuenta particular, toros de Antonio Ordóñez y Núñez Guerra; a José Mari Manzanares I, toros de Atanasio Fernández y Cebada Gago, y a Pepín Jiménez, de Juan Mari Pérez Tabernero y Luis Algarra. El único premio que se otorgó fue el del picador, a Mariano Martín “Marianín”. Cinco orejas en cinco corridas y pocas muestras de bravura, estampas cornúpetas vulgares y tedio generalizado acabaron en la suspensión de este tipo de festejos.