domingo, 30 de noviembre de 2014

EL MUNDO POR MONTERA


Un amigo me reprochaba el otro día que no dijera nada de la duquesa Cayetana. No soy muy amigo de las necrológicas porque no suelen ser fidedignas. En este caso es que no deseo recordar a la de Alba en sus últimos años. Retrocedo en el tiempo, hasta el comienzo de los años 60 del siglo pasado, cuando Tomás Martín “Thomas”, sastre establecido  en la calle de Alcalá, más arriba de la glorieta de Manuel Becerra y presidente de la Peña “El 7”, comprometió a doña Cayetana para muchos de sus actos sociales y que en la corrida goyesca de 1961 organizada por el Círculo de Bellas Artes desfilara por el ruedo de Las Ventas del Espíritu Santo a caballo al frente de las cuadrillas, una exhibición de rejoneo campero, su presencia en el palco de los maestrantes sevillanos junto a Jacqueline Kennedy y la condesa de Romanones, las tres de peineta y mantilla, en una barrera con su primo Jimmy Ardales, puertista, o su baile por sevillanas cuando la ocasión así lo requería. Su predilección hacia Pepe Luis, relación que dicen que cortó su padre, el duque de Alba, y, sevillanista siempre, la continuidad en el favor hacia Curro Romero,  con la pequeña veleidad de admirar al jerezano Rafael de Paula. No es mala trilogía torera. En estos últimos días, en una emisora de radio, la Cope, creo, escuché que el confesor de la duquesa era el sacerdote Ignacio González Sanchez Dalp, hijo, al parecer, del sevillano Manolo González, torero, ganadero y apoderado que en media docena de temporadas, entre los finales de los 40 y los comienzos de los 50  del XX, asombró  a los públicos de España y América, sobre todo a los de Sevilla y Madrid. Es como si a la duquesa de Alba quisiera curar todos sus males en Sevilla y que allí tenía que poner el punto final a la historia de su vida. El mundo por montera. Va por usted, doña Cayetana. 

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