miércoles, 21 de diciembre de 2011

Recuerdos para vivir

Hemos tenido motivos para recordar con el fallecimiento estas últimas fechas de banderilleros como Manolo Carmona y Almensilla y matadores de toros como Diego Puerta, al que a mi nunca me gustó llamarle “Diego Valor” porque creía que minusvaloraba su significado como primera figura del toreo en unos años 60 y 70, en los que era difícil entrar dentro de esa categoría, y la de César Faraco, también rebautizado con el rimbombante sobrenombre de “El Cóndor de los Andes”. Majestuoso ese vuelo sobre las montañas de Venezuela. Casi siempre estaba por medio la imaginación de Gonzalo Carvajal, buen aficionado, buen escritor y mejor lector que se consagró con el apelativo de “Niño Sabio de Camas” para Paco Camino frente al “Faraón” del mismo lugar que era, y es y que lo sea por muchos años, Curro Romero, pese a sus actuales circunstancias de esposo de la Tello, la amiga inseparable de la Duquesa de Alba. El que no admitió mote alguno fue Antonio Ordóñez Araujo. Ni el de” Niño de la Palma” de su padre, hijo del propietario de la zapatería “La Palma”, de Ronda como su tercer hijo Antonio. “Es de Ronda y se llama Cayetano”. Su hijo mayor sí llevó el famoso apelativo, otro hijo, Juan de la Palma, y los otros dos, como Antonio, Pepe y Alfonso. Juan y Alfonso dos excepcionales banderilleros. Antonio, la cumbre de la familia de toreros, de cuya muerte se han cumplido trece años el día 19 del presente mes de diciembre en su casa sevillana de la calle Iris, por donde entran los toreros a la Maestranza y en donde cortinas y faldas de mesas camillas estaban confeccionadas con tela de capote torero.

De Antonio Ordóñez tengo magníficos recuerdos y algún sinsabor muy particular. Un día de no sé cuantos años hace, fui a Sevilla a hacerle una entrevista acompañado de un fotógrafo. Nos encontramos cerca de la Real Maestranza y le propuse hacer las fotos con el fondo de la Torre del Oro. “Muy original”, me comentó en tono sarcástico. “Antonio, es que quiero que los lectores sepan que estamos en Sevilla”. Allí se hicieron las fotos. Hay dos documentos gráficos que siempre me vienen a la memoria cuando pienso en la figura del rondeño: uno se lo hicieron en Roma sobre una columna dando un lance y otro lo que disparó ese genio de la cámara que fue Arjona de una verónica ejecutada con la rodilla derecha sobre el albero de la Real Maestranza, lo que inspiró a otro artista, Pablo Ignacio Lozano, una escultura admirable. Antonio, indiscutible maestro del arte de torear, era un hombre complicado. Y puede ser que si yo tuviera capacidad sicológica encontraría los motivos de esa su especial manera de ser. En plena juventud asistió al derrumbamiento de su padre, “El Niño de la Palma”, que de gran figura del toreo pasó a tener que vestirse de banderillero porque, como confesó a mi padre en una entrevista, no tenía ni para tabaco. Menos para mantener a seis hijos, los cinco que serían toreros como él y una niña, Ana. A ello se añadieron las opiniones de Hemingway y algún comentario desafortunado de Luis Miguel cuando era el patriarca de los Dominguín el que apoderaba al de Ronda. Y algo que no entendí ni entiendo ahora: en la gran obra biográfica de Antonio Abad Ojuel no se menciona que la madre de Antonio era gitana y yo supongo que el de Tudela lo sabía, pero no se le autorizó a revelarlo. Tampoco figura en la relación de toreros gitanos de José Julio García y sí en la de Joaquín Albaicín (Joaquín Bernadó García) con el argumento de que está en las mismas circunstancias de los Gallo, padre torero y payo, y madre artista gitana, de los Cuco. Los Ordóñez, hijos de torero payo y madre artista y gitana, la hija de Coral de los Reyes y N. Araujo, Consuelo, cantante y actriz, protagonista de tres películas de los años 20, “La Reina Mora” (1922), “Quintín el Amargao” (1925) y “Cabrita que tira al monte” (1926). Después de esta película se casó con “El Niño de la Palma” y ya no conozco más episodios artísticos de Consuelo y su madre, Coral, de la que oí hablar en otros tiempos a Suarez Merino, vinculado con los Molina, Antonio y su parentela, y los Ordóñez.

Antonio Ordóñez tenía una corte selecta e incondicional. Un grupo de aficionados de más arriba del Ebro que le seguían por toda España a la manera de los seguidores de un equipo de fútbol. Furibundos, como los béticos antes de Lopera. Recuerdo un día, en Linares, en el que toreaba Ordóñez con Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti” y en el que sucedió algo que retrata el fuerte carácter del torero. Antonio Galisteo, buen torero, lidiaba al primero de la tarde y, en un capotazo, el toro metió el pitón en la arena y se lo rompió, lo que no fue óbice para que luego el diestro le cortara una oreja. Pero, al iniciar la vuelta al ruedo, se volvió hacia Galisteo, le ordenó que se retirara al callejón y que no le acompañara en su paseo triunfal. En el cuarto toro estuvo colosal y entonces vino el gesto insólito de sus partidarios, la mayoría bilbaínos. Se levantaron a la vez y abandonaron la plaza porque, decían, “ya no querían ver nada más”. Entre los seguidores yo conocía en especial al aragonés Justo Rocafort y su esposa Amparo y al Conde de la Unión, en cuya casa de Buñuel, en Navarra, tuve el placer de charlar con un señor de la talla de Serrano Suñer. Pero Antonio Ordóñez fue un torero universal, del Norte al Sur, del Este al Oeste, Francia y América. Llegó a torear hasta en Estados Unidos, en un festejo en el que en la pantalla aparecía la voz de “olé” para que los espectadores acompañaran la labor del torero. “Papa Ernesto” había mediado en la disputa, se había puesto del lado del hijo de “El Niño de la Palma” y Luis Miguel se atrevía a decir que Hemingway no sabía escribir y menos de toros. El verano sangriento se hacía eterno. Y Antonio Ordóñez, al margen de su gran categoría, sufrió lo indecible en lo físico y en lo humano. Su apolínea silueta estaba marcada por las cicatrices y los huesos quebrados y fueron muchas las lágrimas derramadas por las anomalías familiares: su padre, su hermano Juan, su yerno Paquirri, su hija Carmina… Tuvo la gran suerte de casarse con Carmina González Lucas, la hija de don Domingo, el de Quismondo, y hermana de los tres Dominguines, un prodigio de mujer, inteligente, discreta, conciliadora, mano derecha o izquierda, siempre en el quite y en la atención a sus amigos, allá por Valcargado en Medina Sidonia o junto a los Nuevos Ministerios de la prolongación de la Castellana de Madrid, cuatro años mayor que Antonio, con el que se casó el 19 de octubre de 1953 en Villa Paz, la finca de Luis Miguel, camino de Cuenca. Murió a finales de agosto de 1984, creo que el 29, aniversario de la muerte de “Manolete”. Antonio contrajo segundas nupcias con otra gran mujer, Pilar Lezcano. En esto, al menos, Antonio Ordóñez fue un hombre de suerte. Con los nietos también, pero con sus misterios. Primero, Francisco Rivera. Un comienzo ilusionado y luego la sigilosa huída. Con Cayetano, ni intentarlo. Un hombre nunca sencillo, del gótico flamígero al barroco florido sobre la base de un románico de piedra berroqueña, nazareno de La Soledad. Muchas incógnitas que se despejan como una tremenda carcasa cuando explota y se lee en el oscuro de la noche: “Antonio Ordóñez Araujo, torero”

Alguna duda más: en un portal de la moderna comunicación que se titula Wikipedia se pone en duda el que Antonio naciera en Ronda, en la finca de El Recreo de San Cayetano, donde se esparcieron las cenizas de Orson Welles. Se apunta entre interrogantes a Majadahonda. De Rafael el Gallo decían que había nacido en Pozuelo de Alarcón y cuando le enseñaron el pueblo, alargo el brazo derecho y sentenció: “Pozuelo, que grande eres”.Otra duda es sobre el toreo al natural del rondeño, parecida duda que se plantea al hablar de Domingo Ortega y rechazo por mi parte del pase de costadillo por alto. Esto para certificar su humanidad. Y un recuerdo para don José María Jardón, el jefe del trío de Las Ventas de Madrid con Escanciano y don Livinio, que fue el destinatario del brindis del toro “Colombiano” de Pablo Romero en la primera despedida de Ordóñez el 12 de agosto de 1971 en San Sebastián, reaparición en 1981 y luego, las goyescas de Ronda, lugar al que peregrinaron todos los fieles creyentes de ordoñismo, “per saecula saeculorum”.

domingo, 11 de diciembre de 2011

EN CORTO Y POR DERECHO

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Ha muerto Diego Puerta, don Antonio Burgos. El jefe de cuadrilla de su admirado y también fallecido “Almensilla”. ¿No merece Diego un recuadro en ABC, al menos similar al del subalterno? Los tres mosqueteros: Diego Puerta, Paco Camino y Santiago Martín “El Viti”. También eran cuatro en mi opinión. Yo añadiría a Juan García “Mondeño”, que es el espejo mágico de José Tomás. Athos, agricultor, Porthos, casado con una viuda rica, Aramis y D`Artagnan. “Mondeño” , como Aramis, se hizo cura. Para Madrid, su plaza, también se prepara otro trío de cuatro. Lo que hace falta es saber quién es cada cual y si tenemos otro Alejandro Dumas que escriba la novela del arrendamiento de Las Ventas del Espíritu Santo. José Antonio Chopera es “rey de espadas” y se volverá a batir con Rochefort para vencerle por cuarta vez. Y es posible, con permiso del cardenal Richelieu, que también gane la plaza de Zaragoza en la encrucijada de su mala situación financiera. Hace unos treinta años, después de la gestión del amo de “Villa Heraclio”, hubo que buscar la tabla de salvación de la gestión interesada y de la amistad de Ángel Zalba con Palomo Linares para que los Lozano se hicieran con la plaza de Pignatelli y encontraran el apoyo del que había sido gobernador de Toledo y rectificara la decisión de no permitir los festejos populares por parte del señor Laína, presidente del Gobierno de España la noche del 23 de febrero. Las vaquillas han menguado el desastre. Pero es necesaria otra catarsis quizás más purificadora que la de los años 80 del siglo pasado. Los tres mosqueteros de Madrid, padre, hijo y el francés beatificado en los brazos de Sánchez Dragó, el de la lista telefónica de Gárgoris y Abidis, y el filósofo alicantino señor Esplá, con la ayuda del experto de salamanquino, hijo y hermano de calificados buscadores por los campos del toro. Todas las colaboraciones serán necesarias para que la ruina no anide entre piedras centenarias y el moderno mecano de teflón. En Madrid ya se conoce el pliego y en Zaragoza espero que no sea el parto de los montes como cuando unos cuantos se inventaron un Reglamento Taurino copiado del vasco y con la original y sesuda medida de que todas las banderillas que se ponen en las plazas de Aragón lleven los colores de la bandera de España, Aragón, Cataluña y Valencia. Más monotonía sobre la mortal monotonía de la encorsetada Fiesta. Oiga, y para salir a hombros en la capital del Ebro hay que cortar dos orejas en un toro. ¿Qué se creía usted?
Bueno, algo muy importante: el próximo día 21 de este mes de diciembre cumple 90 años Pepe Luis Vázquez Garcés. El Cossío dice que será el próximo 3 de enero del año que viene. Cada vez me fío menos de la Enciclopedia de los Toros. Pepe Luis me trae muchas cosas a mi memoria y creo que también a los aficionados que tuvieron el privilegio de admirarlo en los años 40 y 50 del otra vez evocado siglo XX. Pepe Luis no es descriptible. Y si usted tiene ese punto de sensibilidad necesaria para captar lo que es la gloria del arte de torear bastará que contemple algunos de los documentos gráficos que nos superviven. Da la casualidad de que esos tres dedos del lance de Morante de la Puebla se repiten en lances de Pepe Luis o en muletazos del ángel de San Bernardo. El cartucho de pescado de Jerez de la Frontera, firma de Arjona en el simpar documento, los lances a pies juntos y a compás abierto, el medio pecho, el remate del sello de rojo lacre a toda una obra de arte. Todos los días no se podía esculpir el Moisés de Miguel Angel . Tenía sus días tristes porque veía al toro a la primera y si no podía ser cogía el camino más corto y remataba la cuestión de media lagartijera. “Manolete” lo decía: “Si Pepe Luis lo hiciera todas las tardes ya nos podíamos ir a los albañiles los demás”. Cuando el tercer Califa volvía de su campaña americana, Pepe Luis hizo unas declaraciones en las que le retaba a torear juntos en Sevilla una corrida de Miura.” ¿Por qué no me invita a unas gambas con unas copas de jerez?”- le contestó Manuel Rodríguez. Los de Miura en danza. Pepe Luis era el único diestro que hacia los tentaderos en Zaheriche y casi todos los meses de abril, en la Feria sevillana, mataba la corrida de don Eduardo. Por esas extrañas circunstancias que tiene el destino, “Islero” era de Miura.
Y con Pepe Luis en mi pensamiento recordé a un banderillero gitano, natural de Tomares, provincia de Sevilla, lugar de nacimiento de los Bombita, que se llamaba Gabriel Moreno y que viene citado levemente y sin precisión ninguna en la Enciclopedia ya citada. A mi memoria venía una anécdota de este banderillero de tez oscura y hombros caídos que un día en Sevilla, a las órdenes de Pepe Luis, se fue al centro del ruedo y jugó sus brazos al unísono, metió el mentón en su pecho y ligó media docena de verónicas antológicas. Remató, se fue para la barrera y le dijo a su maestro, a Pepe Luis: “No me eches que me voy yo”. He buscado en libros y revistas y no he encontrado ninguna referencia. Solo Luis García Caviedes habla de este torero calé y de que un día le dijo a Curro Romero que no podía matar bien porque se rompía las muñecas al torear con el capote. Me atreví a consultarle a otro Manuel Rodríguez, este de San Bernardo y, en mi opinión, el más completo de los toreros de plata, si recordaba a Gabriel Moreno y lo ocurrido con Pepe Luis. Tito es el hombre más prudente del mundo. Me confirmó las excelencias de Gabriel Moreno y me dijo, además, que lo de los lances sucedió con un toro de Miura que los toreros consideraban burriciego. Y he logrado algún dato más, que el de Tomares hizo el paseíllo unas cuantas tardes en Madrid para acontecimientos importantes como las confirmaciones de alternativa de Pepín Martín Vázquez, otro que era celestial, “El Choni” y una doble celebrada el 10 de septiembre de 1944, con la particularidad de que en esta ocasión Paquito Casado confirmó a Carlos Vera “Cañitas” y Rafael Albaicín le entregó los trastos al también mexicano Arturo Álvarez, cosa que no creo que se haya dado muchas veces a lo largo de la Historia del Toreo. Gabriel Moreno también actuó en una novillada en junio de 1951, en la que dice Cossío que resultó herido y en la que participaron Juanito Posada, Jaime Bolaños y Juanito Bienvenida, que, al final del festejo, decidió retirarse del toreo. La novillada fue de Salvador Guardiola y la retirada de Juanito Bienvenida no fue tal, continuó en los ruedos y hasta llegó a tomar la alternativa. “El Papa Negro” decía que Juanito era el que mejor toreaba de sus hijos. Pepe Luis admiraba la gran naturalidad de Antonio. “Sin naturalidad no hay arte”. Si lo lee esto José Tomás se olvidara de dar chicuelinas y manoletinas con el compás abierto. Y mis mejores deseos, divino nonagenario. Solo he visto dos ángeles con el pelo blanco, el de “¡Qué bello es vivir!” que tenía que recuperar sus alas y el de San Bernardo que nos pone alas a todos los que soñamos con el Arte.
Estos días he repasado nombres de banderilleros que me dejaron un profundo recuerdo. Ahora solo quiero citar a uno: a Joaquín Delgado “Joaquinillo”, banderillero en la cuadrilla de Pepe Luis y mozo de espadas por necesidad de José Fuentes. ¡ Qué injusta es muchas veces la vida y su historia! Amén.

jueves, 1 de diciembre de 2011

MADRID, MADRID, MADRID, …

Hace más de treinta años que me fui de Madrid porque aquello se complicaba mucho. El trabajo, sobre todo. El periódico en donde trabajaba cambió de director y el conocido por “el Chino” sustituyó a Antonio Gibello, falanguista y buena persona. Yo era redactor jefe de la sección de Nacional y me mandaron al archivo. Al ostracismo o galeras, vamos. Hice el petate y regresé a mis orígenes, Aragón. Pero no he podido olvidar Madrid. Hace unos días fui a dar la tetadica revitalizadora y lo primero que hice fue acercarme a la calle Sevilla, a la playa por la que paseaban los toreros y recordé el bar donde estaba de camarero Francisco Sánchez “Frasquito”, la zapatería en donde se exponía el traje de luces de la alternativa de “El Príncipe Gitano”, el quiosco de la Once que le pusieron al picador Antonio Codes “Melones” porque se quedó ciego por culpa de una caída del caballo, la administración de loterías “El Trece”, la tienda de corbatas (no es lo que parece, de lejos, una calavera; de cerca, dos señoras de amplios sombreros en animada charla), el teatro y sala de fiestas Alcalá y el café “Marfil”, ya esquina a Cedaceros, en donde yo le hice una entrevista a Juanito Posada a principios de los 50. La calle Arlabán, paralela con la Carrera de San Jerónimo, el café “Las Cancelas” con acceso por las dos calles. Recuerdo al banderillero de las medias verdes que le quiso poner un par de banderillas de fuego al policía que le obligó a salir al ruedo en Carabanchel, o a Bojilla que, cuando veía a uno de sus acreedores, se iba decido hacia él y le decía airado “que te pienso pagar ¿eh? “. La mejor defensa es un buen ataque. En la esquina de Alcalá con La Virgen de los Peligros, un poco hacia Sol, “La Tropical”, bar, café y buen marisco, en donde el hervidero de gentes del toro era constante y alguno le daba propina a la telefonista para que le llamara por los altavoces y dijera que don Pedro Balañá le esperaba al aparato. Se vivían a tope los dramas y las comedias de cada día. Ahora la playa está desierta y el mar no baña mis pies. Solo se mantienen las cuadrigas de lo alto del Banco Bilbao y las amplias fachadas del Hispano y el Español de Crédito. Me fui despacio y triste hasta Lhardy, en la Carrera de San Jerónimo, y me tomé un caldito con un chorro de jerez para entrar en calor. Después de meditar sobre mis pensamientos, me convencí de que Francisco Sánchez Fernández, “Frasquito” en los carteles, no estaba de camarero en el “Fornos” de la calle Sevilla. Sí en el Fuyma de la Gran Vía, casi en la plaza de Callao, que se ha cerrado en estos días y que festejó en abril de 1948 el extraordinario éxito del torero nacido en Toledo y criado en Madrid, apoderado por Raimundo Blanco, sevillano publicista y padre de un famoso jugador de fútbol, y representado en Madrid por Ramón S. Sarachaga, padre de los Sánchez Aguilar, que administraron como pudieron la explosión del cohete, la gran llamarada primera y el ruido del trueno prolongado por los muchos comentarios que se dieron en la calle de las Sierpes y la revista “El Ruedo”, con un artículo de Barico que reflejaba el buen ambiente en el bar del dueño de la Fundición de Hierros Maleables. Dos cornadas seguidas, en Bilbao y Córdoba, desinflaron el gran globo del calificado como “la sombra de Manolete” o “el torero que había empezado de maestro”. Se presentó en Madrid el 7 de mayo de 1950 y el comentario más definitivo es el que apareció en “El Ruedo”: “Frasquito salvó su precioso terno a costa del menguado prestigio que tenía”. Se fue a México en 1952, le dio la alternativa Alfredo Leal en 1955 y se quedó a vivir por aquellas tierras. Allí murió el 24 de febrero de 1993 y la noticia de su muerte vino en ABC en una pequeña esquela que puso su hermana el 13 de marzo de ese mismo año y que anunciaba un funeral en la iglesia de San Juan Crisóstomo. Solo un leve apunte de Filiberto Mira en “Aplausos”.

Estaba en Madrid, en el protocolo del caldito de “Lhardy”, las cuatro calles, Carrera de San Jerónimo, a los dos lados, de la Cruz, Príncipe y Sevilla, “El Gato Negro” y el teatro de “La Comedia” de la calle del Príncipe, ” La Alemana” del Chino, el hotel Victoria o la casa de los Dominguín. Por la calle de Santa Cruz las capas españolas de Seseña, los vinos y las gambas de “El Abuelo” o las oficinas de la plaza de toros de Madrid, y un cocidito madrileño con don Marcial. Fui a ver la exposición de Delacroix, magnífica, y me decepcionó la de los rusos de San Petersburgo en el Museo del Prado. A la salida, un espectáculo de lo más edificante: dos tíarrones, en pie, impertérritos, se daban un beso de tornillo frente a la escultura de Goya con su maja desnuda y el boceto en piedra de “los sueños de la razón producen monstruos” en su pedestal. ¿Qué hubiera dibujado don Francisco de presenciar semejante escena? Los desastres de la cultura y la educación. Estuve en la presentación de los premios del Club Financiero de Génova, me encontré con Victoriano Valencia y hablamos de nuestros nietos, franceses y mexicanos fueron los más agasajados, presentó Vidal Pérez Herrero y adornó Palomo Linares, tuve el placer de darle un abrazo a Lola, la esposa de Salvador Sánchez Marruedo, Muriel Feiner siempre dulce y cariñosa, Blanca, la elegante señora de Vidal, saludé a varios amigos, a “El Puno”, a quién le ofrecían un homenaje, y me marché Goya arriba cantando bajo la lluvia. Unos días después, en La Arganzuela, Casa del Reloj, disfruté de las atenciones de Lola Navarro, su jefa municipal, en la presentación de la Agenda Taurina de Vidal Pérez Herrero, también maestro de ceremonias en esta ocasión, en la que nos obsequió con un apunte de César Palacios en homenaje de Antonio Chenel “Antoñete”. Por mi parte tuve la ocasión de hablar de los pintores ingleses del Romanticismo y de su interés por España y los españoles, Wellington, el hotel y el almirante, como último refugio de la tertulia taurina de Madrid, y de la importancia de Luis García Campos, el pintor bilbaíno que le puso luz a las sombras tétricas de Gutiérrez Solana, ambos continuadores de la fuerza narradora de don Francisco el de Fuendetodos y de la genial pincelada impresionista de don Roberto Domingo, y que murió el pasado mes de agosto al finalizar la feria de su pueblo. Este día también nos acompañó la expresividad de Sebastián Palomo Linares que, en lo que al arte se refiere, tiene su cuna en la Aragón de Viola. Los de Béjar y San Sebastián de los Reyes hablaron de las plazas de sus lugares, “la viejita” y la cincuentenaria, y José Luis Lozano, con su voz rota, que en palabras sabias nos contó la historia de su familia en los toros. Primero como toreros, luego como apoderados y empresarios y, al final, vuelta atrás a sus ancestros ganaderos. “Un ganadero que quiera formar su propia ganadería no cuenta con tiempo suficiente para lograr su empeño”. Su abuelo materno, Manuel Martín Alonso, tuvo tres años la ganadería de Veragua y se la vendió en 1930 a Juan Pedro Domecq.

Al comenzar el mes de noviembre murió Almensilla y Antonio Burgos pidió para él la Medalla de Bellas Artes y citó a Luis González, Blanco y “El Vito”. Después a Antonio Gallisteo, Andrés Luque Gago y Tito de San Bernardo, todos sevillanos y muy grandes algunos y grandísimos dos de ellos, el uno con los palos y el otro desde la montera a las zapatillas. Escribí una carta al director de ABC y ni caso. Citaba a toreros aragoneses como Mariano Carrato y Antonio Labrador “Pinturas”, los valencianos Blanquet , Honrubia o Alfredo David, el madrileño El Boni, el manchego Michelín o el también sevillano Antonio Chaves Flores que no aparecía en la lista del señor Burgos. Yo solo recordaba a toreros ya desaparecidos, pero para significarle al chispeante comentarista andaluz que los nacionalismos son malos para todo. Y más para el toreo, al que pretendemos universalizar todos los que pensamos que nos representa como españoles que somos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

A LA VERÓNICA

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Me ha sorprendido el estudio de José Luis Ramón sobre el lance a la verónica. O sea, el lance a dos manos por delante para tratar de grabar la imagen de Jesucristo, que así de pío es el arte de torear con el capote y más en su expresión fundamental. En ese artículo publicado en la revista 6TOROS6 aparecen nombres y documentos gráficos de los que, a juicio de José Luis Ramón, han sido sus más puros intérpretes y, por encima de los titulares, las verónicas de Curro Puya y Morante de la Puebla a ochenta años vistas pero profundamente iguales. Como es lógico, la foto de José Antonio Morante es más clara y luminosa que la de Francisco Vega de los Reyes, pero el sentimiento vibra en toda su magnitud en ambas, quizás más abierto el compás en el caso del gitano. Sin embargo, el mentón en el pecho, el toque del brazo encogido, los machos de las hombreras a plomo en su rectitud, la tela arrastrando por el albero, todo transmite paz y sosiego, eterna belleza. En los dos.
De pronto algo se alborota en mis meninges: ¡ay, Dios mío, la mano derecha de Morante, la de la salida o remate! La tela sostenida por el índice y el pulgar y los otros tres dedos a lo largo del percal como nervios de una gigantesca hoja otoñal, sin almidones ni aprestos. El lance de Curro Puya es por la izquierda y no se aprecia como toma el engaño. No es posible matizar a tal extremo cuando la técnica de la fotografía estaba en mantillas. “De Gitanillo de Triana a Morante de la Puebla, la historia del toreo a la verónica es la historia de un milagro”. Y luego José Luis Ramón cita a los siguientes: Antonio Montes, Juan Belmonte, Cagancho, El Soldado, Victoriano de la Serna, Fernando Domínguez, Pepe Luis Vázquez, Mario Cabré, Manolo Escudero, Antonio Ordóñez, Rafael de Paula, Curro Romero, Curro Vázquez y Fernando Cepeda. Y algunos más. Pura pedagogía, gracias, don José Luis. Es algo de lo que necesita la fiesta española para su reivindicación. Enseñar lo que es el toreo, su evolución, su técnica y significado. Belmonte se cruzó y trenzó los lances sucesivos, Francisco Vega de los Reyes, bajó los brazos y arrastró los vuelos por las arenas de los ruedos. De ahí vino todo lo demás, aunque unos se empaparan del barroquismo belmontista, Antonio Ordóñez o Rafael Ortega, y otros vibraran con el son gitano de Cagancho, Curro Puya y los modernos Curro Romero y Rafael de Paula. En la hidra del lago de Lerna muchas cabezas que la espada de Hércules ha ido segando con el paso del tiempo. Dicen que Rafael el Gallo, el aragonés Florentino Ballesteros, que Marcial Lalanda, Domingo Ortega, “El Calesero”, Pepín Martín Vázquez, Antoñete, Manolo Vázquez o … Antonio Gallardo, torero este último que no merece en el Cossío más de una docena de líneas, pero al que en los años 50 se consideraba por los mentideros sevillanos como el más destacado artífice de la verónica. No pasó de novillero y no se extendió su fama a todos los vientos del arte de torear, pero como en estos tiempos del ordenador todo puede estar al alcance de la mano, he encontrado unas fotos “mangadas” en el bar “La Esclavina” y en el restaurante ”Puerta Grande” de Sevilla tres fotos de otras tantas verónicas ejecutadas por este novillero sevillano. La primera de ellas se puede emparejar con las de Curro Puya y Morante, las otras, importantes para añadirlas a la antología de José Luis Ramón, alguna firmada por ese genio de la fotografía taurina que fue Pepe Arjona. Pero todo se quedó en Sevilla.
Y ya que hablamos de arte, confesaré mi ignorancia porque, hasta ahora, le atribuía a Bergamín el oximorón de la “música callada”. Don José se lo aplicó a Rafael de Paula, ese que decía que tenía “percha literaria”, como ahora se la aplican con profusión y entusiasmo necrológico a Antonio Chenel “Antoñete”. Bien está, pero que no decaiga. Que no pase como con otros toreros y madres de toreros desaparecidas recientemente y que tienen poco reflejo en las páginas de información general y hasta especializada. Cuatro líneas bastaron para dar la noticia de la muerte de la esposa de Julio Aparicio, madre de Julio Aparicio II. O la de Luis Gonzalez, Manolo Carmona o Almensilla con alguna que otra exageración. Almensilla no fue el más grande los banderilleros del siglo XX, si interpretamos que el más grande de los banderilleros lo tiene que ser con el capote y con las banderillas. En este sentido fueron más completos el propio Manolo Carmona o Antonio Chaves Flores y pongo solo ejemplos de toreros desaparecidos. Nada digamos de otros como Honrubia, el abuelo Boni, Michelín, Bojilla o David en cualquiera de sus diversos aspectos. La historia es muy larga y ahora no tengo tiempo de contarla. Vivo al día.
El caso es que por fin me enteré que de la “música callada” ya lo había inventado San Juan de la Cruz, casi nadie al aparato de la poesía:” El silbo de los aires amorosos/la noche sosegada/en par de los levantes de la aurora/ música callada/la soledad sonora/ la cena que recrea y enamora”. Cántico. Y en Canciones del Alma, esta que me aprendí en mis estudios de bachillerato: “En una noche escura/con ansias en amores inflamada/ ¡oh dichosa ventura!/salí sin ser notada/estando ya mi casa sosegada”.
Y, como decía Goya: “Y todavía aprendo”.

EFEMÉRIDES, SUCESOS Y COMENTARIOS

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Antes de entrar en los sucesos o comentarios confesaré la ilusión que me hizo leer en “Heraldo de Aragón” una anécdota que tuvo lugar hace cien años en Sevilla, por San Miguel. En aquellos días, Rafael “El Gallo” no coincidió con la inspiración en la Maestranza y hasta un astado de Miura la pegó un puntazo en la mano derecha. La bronca fue épica, de esas que acrecentaban la fama de don Rafael, y uno de los protestantes más furibundo fue el actor señor Lamas, que por aquellos días actuaba en el teatro Luque sevillano. Se percibieron de ello los partidarios del “Divino Calvo” y acudieron en masa al teatro para que cada vez que el señor Lamas (por aquel entonces a los actores se les trataba como señores y a las actrices como eximias) salía a escena los pitos y voces de los gallistas atronaban el patio de butacas y no permitían escuchar los parlamentos de la obra teatral. Tuvo que poner orden la policía, pero los partidarios de” El Gallo” volvían una y otra vez para reventar las actuaciones del que, a lo mejor, era partidario de Vicente Pastor. Lo decía Juan Belmonte para definir los gustos toreros de Antonio Díaz Cañabate: “En los tiempos de José (el hermano pequeño de Rafael) y yo, el Caña era partidario de Vicente Pastor”. Yo, y perdón por personalizar, por lo que he visto (fotos y alguna vieja película) y leído, hubiera sido de Rafael El Gallo. Y no quiero hacer comparaciones con los toreros de estos tiempos que me han llegado al corazón, que no son los mismos que ha admitido mi intelecto. Bueno, a consecuencia de la herida en la mano, Rafael no pudo venir a esa Feria del Pilar de 1911 y fue sustituido por “Cocherito de Bilbao” para completar el ciclo de tres corridas con el mentado Vicente Pastor y Martín Vázquez, la primera con toros de Villagodio en mano a mano del vizcaíno y el madrileño, la segunda con toros de Miura y los tres diestros y la tercera, toros de Félix Urcola y otra vez el mismo mano a mano. Eso era hace cien años la Feria de Zaragoza. No vale hacer comparaciones y sacar consecuencias. La crisis de hoy es crisis de caballo aunque se den nueve corridas de toros y una de rejones con veintiséis matadores en los carteles, más uno, el lesionado “Morenito de Aranda”, sustituido por el debutante David Mora, que este año se ha saltado a la torera la barrera del ostracismo y se ha colocado en la “pole” para la competición del año que viene. Su repetición se la ganó en las corrida de Antonio Bañuelos, “los toros del frío”, en la que se mereció las dos orejas del tercero de la tarde que no concedió el señor presidente, pero que se la compensó con la oreja del sexto, al que mató mal. Esa aparente compensación le quitó al torero la posibilidad de salir a hombros por la puerta grande porque el reglamento aragonés es así de austero y exigente. Ya lo decía Romanones: “Haced las Leyes y dejadme a mí los Reglamentos”. Es tan patriótico y nacionalista nuestro Reglamento que los banderilleros de las distintas cuadrillas actuantes solo pueden colocar garapullos o avivadoras con la bandera de Aragón y así ocurrió que, en el quinto toro de la corrida de Cuadri, el albero del coso de Pignatelli se sembró de hasta ocho banderas cuatribarradas.
La corrida de Cuadri fue premiada como la mejor presentada de la Feria y al cuarto toro, “Remendón”, negro, a punto de cumplir los cinco años y con 647 quilos y al que lució su lidiador Javier Castaño poniéndolo de largo en tres ocasiones aunque acudiera al caballo al paso y Tito Sandoval lo picara levemente al sesgo y marrara en el último puyazo, para “Remendón” fue el premio al mejor toro y el mejor puyazo para el varilarguero. En mi opinión, hizo mejor pelea el segundo y su picador, Rafael Sauco, derribado en el primer encuentro y contundente en el segundo más merecedor de la distinción. En realidad, no creo que Fernando Cuadri se sintiera muy satisfecho con su corrida porque no fue una corrida auténticamente brava y con la agresividad que se le supone a la ganadería de Trigueros. A mí me gustó más la de Bañuelos y su segundo toro, “Silencioso”, castaño y con solo 472 quilos, que demostró que para el trapío no son necesarios los quilos y que fue guapo, bravo y noble a lo largo de toda su lidia. Fue la corrida de la Feria y en ella se cortaron cinco orejas, una Serafín Marín, una y una Alberto Álvarez, que llevaba tres corridas toreadas en esta temporada (Ejea de los Caballeros, Tarazona y Corella) y bastante hizo con aguantar tanta bravura y las otras dos de David Mora, sobresaliente con el complicado tercero y premiado como triunfador de este ciclo puesto que también le cortó una oreja a un toro de “Las Ramblas”, corrida francamente negativa en la que nada pudieron hacer ni Ponce ni Castella. Tan negativa como las de Benjumea, Parladé y un poco menos la de Prieto de la Cal, que no encuentra el misterio de la bravura de los Veragua de otros tiempos. En la de Parladé salieron al ruedo diez toros por culpa de los titulares y la intransigencia del señor presidente. Bien presentada la de “Alcurrucén”, con la personalidad animal a lo Núñez, lo del Rincón. Y un toro de ensueño, el tercero, “Esparraguero”, jabonero claro, de Núñez del Cuvillo que alimentó la inspiración con música de mariachis de Talavante, premio a la mejor faena de la feria. Estuvo bien con el segundo de los Núñez José Mari Manzanares, que tuvo el mérito de llevarse al toro al centro del ruedo para matarlo como él sabe porque en el tercio andaba de costado, se descolocaba y echaba la cara al suelo. También mató bien Uceda Leal, aunque el premio fue para Serafín Marín. Loor y consuelo con barretina y todo.
Pero el suceso tuvo lugar en la corrida de Ana Romero, santacoloma, y la tremenda cogida de Juan José Padilla al banderillear al cuarto toro. Mala suerte y milagro porque el pitón estuvo a solo centímetros de acabar con la vida del jerezano. Fue una secuencia dramática que solo apreciamos los que estábamos frente al terreno en el que Padilla se reunió hacia las afueras con “Marqués”, clavó y cruzó sus piernas a la salida para caer de bruces en la arena y el toro, al humillar, herirle desde el lóbulo de la oreja izquierda hasta el ojo del mismo lado. Al levantarse, Padilla se llevó su mano siniestra a la cara y lanzó una exclamación al comprobar la sangre y la pérdida de visión. Val Carreres tomó la decisión acertada y envió al herido al hospital Miguel Servet, donde el magnífico equipo de cirujanas maxilofaciales y el oftalmólogo (doctoras Esther Saura y Victoria Simón y doctor Luis Pablo) llevaron a cabo una intervención que puede ser la base para que el bravo jerezano recupere la vista y la movilidad facial. Es lo que deseamos todos. Y entre todos, muchos toreros que han manifestado el cariño que le tienen a su compañero. Siempre he tenido especial predilección por los toreros de toreros. Pasa una cosa con los toros de procedencia de Santa Coloma: son toros de poco esqueleto y hay que lidiarlos en plazas de primera con la edad bien cumplida y bien criados y por esas y otras razones no se prodiga su lidia. Al no prodigarse su lidia, los toreros no están habituados a su juego y la mayoría ya no recuerda la técnica de Paco Camino que los entendía a la perfección. Hay que provocarles el viaje y meterles la muleta en el hocico para no dejarles “discurrir” y taparles con el engaño. Era el tercer par y Padilla bien pudo renunciar a ponerlo. Le pudo su orgullo profesional y, al final, menos mal que hubo milagro.
La actualidad es tan efímera que ya la noticia es otra. Ha muerto Antonio Chenel “Antoñete”. Panegiristas hay que han contado las excelencias del torero de Madrid. Mis recuerdos van más allá de las resurrecciones repetidas. Yo recuerdo cuando Antonio era un joven elegante, triunfador y con muchas ganas de vivir. Y también me acuerdo de su hermana, la esposa de Paco Parejo que veía los toros desde el tendido Preferente en los sillones de piedra de encima de los chiqueros de Las Ventas, donde aparecían también Curro Meloja y el general Millán Astray. Y recuerdo que la hermana se quejaba levemente de las aficiones del torero. Luego se casó, se olvidó del traje de luces y tuvo que venir su cuñado a despertarle del sueño de una placentera abulia.” Tú eres torero y todavía estas a tiempo de demostrarlo”. Mitad de los 60, el toro blanco de Osborne en la corrida que había visto Parejo en el campo. Esa podía ser. Y esa fue. Luego el empeño, la voluntad de no marcharse sin demostrar su valía, la necesidad … .Adiós a “Caché” y las tardes envueltas en humos, vapores y envidos a la grande y a la chica, serena y bien medida responsabilidad ya al filo de los setenta años, final de siglo. Lo consiguió. Ahí está.
No hace mucho que se publicó en ABC una esquela de Ana Cabré Esteve, viuda de Manuel Gas, madre de Mario Gas Cabré y hermana de Mario Cabré. Creo que ella era bailarina y su marido un bajo fenomenal que bordaba sus papeles en las zarzuelas de “La Tabernera del Puerto” y “Don Manolito” y que en el cine se especializó en los papeles de policía. Cito su fallecimiento porque me da la oportunidad recordar a Mario Cabré, el torero catalán de “las manos bajas” y sus variadas facetas artísticas: actor de teatro y cine, poeta e intérprete de boleros. También aprovecho la ocasión para recordar el disco de villancicos que grabaron Rafael Vega de los Reyes ( palmero y animador a lo “Picoco”), Curro Romero, agitanado, y “Antoñete” más en el estilo payo. Arte para todos.
Y como remate, el fallecimiento de Marino Tirapo “Chiquito de Aragón”, nacido en junio de 1933 en la villa de Uncastillo, Zaragoza, novillero en los años 50 y 60 que llegó a llenar la plaza de toros de Zaragoza en sus actuaciones junto a Paco Camino. Su carrera taurina se desarrolló más por tierras andaluzas y ha muerto el 17 de octubre último en Sabadell lejos del ambiente taurino. También merece nuestro recuerdo.

miércoles, 27 de julio de 2011

Tomás, el mesías mal vestido

No soy partidario de los mitos de carne y hueso y siempre he dicho que el buen aficionado no es monoteísta. Muy al contrario: es el que tiene la capacidad de comprender y admirar a más diestros, los de más variados estilos, aunque, en ocasiones, haya cometido leves pecados veniales por culpa de las genialidades de Cagancho, Pepe Luis, Curro Romero, Paula y, hoy mismo, Morante de la Puebla. El buen aficionado es al que más toreros le caben en su cabeza. Y, entonces, no me atrevo a hacer una lista que, a lo largo de mis más de setenta años de espectador y sesenta de comentarista taurino, sería interminable porque esta Fiesta Española ha supervivido tal como hoy la contemplamos más de tres siglos gracias a los muchos españolitos y algunos de más allá de nuestras fronteras que han sido capaces de vestirse de toreros y enfrentarse a los toros bravos con una tela como engaño y la espada en su mano derecha.

He dicho vestirse de torero. Torero hay que serlo y parecerlo. Y es lo que primero me ha sorprendido de la llamada resurrección del mesías (no oso ponerlo con mayúsculas): mal gusto en los bordados del vestido a juego con los del capote de paseo. ¿Tienen alguna significación esas mesiánicas medias lunas crecientes o menguantes, según se miren? La creciente significa esperanza; la menguante, decadencia. Espero que nos lo explique el señor Boix, cuyo último libro no he podido leer al completo. Un ladrillo. El pelo alborotado, la piel de cera brillante, la mirada perdida y el andar cuidado y exquisito más en la estética mondeñista que en la ampulosidad manoletista. Luego se queda quieto, que es doctrina menguada porque para eso vino al mundo del toreo el señor de Borox, que, a veces, no andaba, patinaba. Y en eso de los pies he leído y escuchado alabanzas a la postura de compás abierto de José Tomás en la interpretación de las chicuelinas y las manoletinas, que, sin los pies juntos, pierden mucha de su gracia sandungera, la de su creador, la de sus intérpretes más distinguidos, Puerta y Camino, caso del lance, o Manolete y Mondeño, caso del muletazo que en los tiempos del de Córdoba, para fastidiarle, decían que había inventado Llapisera y que el actual Zabala, Vicente, achaca a su abuelo, Victoriano de la Serna, lasernina. Y ya que hablo de Manolete recordaré que sus más recalcitrantes examinadores le echaban en cara el que se ayudara con el estoque (y, además, simulado) en la ejecución del pase natural. Es lo que también hizo el galapagueño en las dos faenas de su resurrección valenciana, en la que estuvieron presentes los cuatro ángeles regiomontanos homenajeados con un brindis emotivo y justiciero.

Pero esa tarde no era tarde de análisis. Los que acudieron a la cita, incluidas celebridades como Sánchez Dradó, Sabina, Senante, Rappael, Trapote, Paola Dominguín, Patricia Rato, El Juli, que pasaba por allí, Rita Barberá, Jorge Sanz, Boadella, Arévalo, al que le gusta un burladero más que una tiza a un tonto, Bruno Delaye, Feliciano López, José María Cano, autor del cartel, que no es precisamente Roberto Domingo, y el argentino Andrés Calamaro que compara a Tomás con Camarón de la Isla, todos estos y hasta más de diez mil estaban allí para vivir un acontecimiento en el que no entraban ni siquiera los compañeros de cartel Víctor Puerto y el mexicano Zaldívar que, al final, fue el que salió a hombros, si bien el triunfador para la mayoría y para la Diputación de Valencia fue el que salió a pie en olor de multitudes. Alguien manifestó con vehemencia que para el de Galapagar, “torear es vivir”. ¿Cómo es que torea (vive) tan poco? Este año, sólo nueve tardes. La clave la tenía el recordado Jaime Marco “El Choni” y me la contó un día junto a la ventana andaluza de “El Campo del Toro” de Zaragoza. Y el abuelo del torero que se desesperaba porque a su nieto le gustaba más el fútbol. Y, encima, rojiblanco. Como decían de los seguidores del Betis y Curro Romero: a sufrir en invierno y en verano.

Al grano: José Tomás tiene un magnetismo especial que en su silencio y dosificada presencia abona la garantía de supervivencia. Sus devotos pueden peregrinar con comodidad y luego contar maravillas puesto que para eso hacen el camino de catecúmenos fervorosos. A la vuelta, solo expresiones laudatorias: increíble, fabuloso, indescriptible, un sueño, lo nunca visto y de Valencia al cielo. O desde Huelva, Linares o Valladolid.¿ Y Sevilla, Madrid, Pamplona, Bilbao o Zaragoza? Manolete toreó en 1946 una sola corrida en España y lo hizo en Madrid con Gitanillo, Antonio Bienvenida y Luis Miguel. No hay análisis reflexivo: no estuviste allí y ya no puedes tener las sensaciones vividas por los elegidos. No puedes señalar los trallazos de ciertos remates con la muleta sea por afarolados o molinetes, la escasez de toreo fundamental y profundo y la elevación del tono medio en los circulares invertidos, en los pases del desdén o en las cuatro manoletinas de compás abierto, la novedad. ¿Crisis? ¿Qué es eso?

Y ya que me declaro devoto de Morante de la Puebla quiero destacar su faena de Vitoria. Me tenía un poco mosca porque es el rigor de las desdichas y los sorteos de la mala suerte. Me emociona su sentimiento, su elegancia e improvisación. Una falla, la de quitarse las zapatillas. Un torero de su elegancia no puede quedarse descalzo. Por lo demás, mi sueño de una noche de verano. Y para mayor felicidad, Pablo Hermoso de Mendoza. Este sí que es “el más grande”. Ahora tiene un caballo que ha desempolvado la pirueta de “Chicuelo”. Desterrado el galope, sus caballos andan y llevan la cara siempre hacia la del toro. Miran y se encogen o estiran según las embestidas del cornúpeto. En técnica pura, todos los caballos de Pablo Hermoso son parecidos. Otra cosa es la estampa, pero en todos ellos se nota la mano que los gobierna sin notarlo.

En fin, por fortuna no todo se acaba en la resurrección de José Tomás, cuya categoría defendí hace muchos años, cuando se presentó de novillero en Zaragoza de la mano de Santiago López y en el ciclo que organizó la Diputación Provincial en régimen de autogestión. El jurado de los premios prometidos daba ganador del ciclo novilleril a Luna, de nombre Tomás, natural de Huesca. Me opuse a semejante chauvinismo aragonesista y conseguí que, al menos, el premio fuera compartido con el otro Tomás, de apellido, y de nombre José. Lo digo por los conversos de hoy. A lo largo de mi vida he conocido a muchos arrepentidos y, sin embargo, es absurdo tratar de convencer a los demás. El Antón pirulero.

viernes, 8 de julio de 2011

Manolo Carmona Bazán

Ha muerto Manolo Carmona, matador de toros de la Macarena sevillana y, como marcan todas sus biografías, primo de los Manolo, Pepín y Rafael Martín y de Mario Carrión por el Bazán materno. Nació el 22 de febrero de 1928 y ha fallecido el pasado 29 de junio en el mismo Sevilla, donde siempre residió. De novillero con su debut en la Maestranza en 1948, de matador de toros y su alternativa en la misma plaza el Domingo de Resurrección de 1950 con toros de Guardiola Soto y la entrega de trastos por parte del madrileño de Paracuellos del Jarama Paco Muñoz y la presencia del de la Isla de San Fernando, don Rafael, el más perfecto estoqueador de mis tiempos ( de 1939 a hoy). Los mayores triunfos de Manolo Carmona tuvieron como escenarios la propia Maestranza y Las Ventas de Madrid. También las más graves cornadas. En Madrid, su debut como novillero tuvo lugar el 18 de septiembre de 1948 con novillos de Escudero Calvo, antes Albaserrada y después Victorino, con Paco Honrubia, valenciano a la altura de “El Vito” con los palos, y “Diamante Negro”, el “oscurito” venezolano Luis Sánchez Olivares. El 25 de marzo de 1951 confirmó su alternativa en la capital de España y sufrió una cornada grave. Los toros fueron de Enriqueta de la Cova y el doctorante, el mexicano Carlos Vera “Cañitas”, diestro valentísimo que acabó su carrera taurina con la amputación de una pierna, y la presencia de Manolo Escudero, el madrileño de Embajadores, exquisito intérprete de la verónica y clásico del pase natural, menguada su carrera por la cornada que sufrió en San Sebastián y que le afecto al pulmón. Manolo Carmona fue ovacionado en el toro de la confirmación, resultó herido en el sexto toro y, al retirarse a la enfermería, hubo petición de oreja. Los toros dieron un promedio de 25 arrobas (288 kilos a la canal) y asistieron 16.957 espectadores. Buena entrada.
Su éxito más cantado fue el 12 de octubre de 1952, en la corrida del Montepío de Toreros que tuvo su especial historia. Había una gran campaña contra el afeitado de los toros y Antonio Bienvenida encabezó el intento de su erradicación. Nadie quería acompañarle en la corrida de los toreros y entonces acudió al ganadero Conde de la Corte, al diestro mexicano Juan Silveti, el hijo de “El Tigre de Juanajuato” y a Manolo Carmona, que no andaba sobrado de contratos. La tarde fue triunfal y se les cortaron siete orejas a los toros “cortesanos”, apelativo más adecuado que el de “condesos” porque condes hay varios entre los ganaderos españoles pero de la Corte solo el de Tamarón y Parladé vía Eduardo Ibarra y pura casta Vistahermosa. Una oreja cortó Bienvenida en el primero, dos en el cuarto y sendas Silveti y Carmona en el resto de los toros. Naturalmente, se abrió la Puerta Grande de Madrid y por ella salieron los tres toreros triunfantes pero virtualmente condenados al ostracismo. Antonio Bienvenida se mantuvo con el apoyo de la plaza de Madrid, Silvetí vino unos cuantos años sin llegar a la cifra de festejos que merecía por su categoría artística y, a la postre, se quedó en México sin volver a nuestras plazas, y Carmona , tras dos cogidas en Madrid en 1953 y una en Sevilla en 1954 y la dura competencia con Aparicio y Litri, Ordóñez y Manolo Vázquez, Pedrés y Jumillano y la llegada de Diego Puerta y Curro Romero,, en 1959 cambio el oro por la plata en la cuadrilla de Manolo Vázquez y luego en la de Antonio Ordóñez, con el que estuvo tres temporadas.
Antonio Ordóñez había tenido la idea de, al final de la temporada, llevar a toda la cuadrilla a un monasterio no sé si a Cursillos de Cristiandad o Ejercicios ignacianos. Creo que eran esos Cursillos, al final de los que los que se llamaban “hermanos” besaban sus respectivos crucifijos y se hacían sus diversas recomendaciones y promesas. Fue a finales de 1961, ya con Camino y El Viti en el escalafón de matadores, cuando Antonio Ordóñez, místico e intimista, se dirigió a Manolo Carmona y le dijo:” Hermano Manolo, te tengo que decir que esta temporada de 1962 no vendrás en mi cuadrilla porque le he dado tu puesto al hermano Juan Antonio Romero”. Y Carmona, calmado pero contundente, le contestó al maestro: “Hermano Antonio, eres un “hijo”. Esto me lo dices antes y no vengo al Cursillo”.
El caso es que el puesto lo ocupó el jerezano Juan Antonio Romero, que había dejado la muleta y la espada y quería hacer carrera como subalterno. En 1967 volvió al oro, pero dos años después otra vez echó mano de las banderillas para morir joven, el 29 de diciembre de 1974, de un cáncer. Manolo Carmona estuvo nueve años con Diego Puerta y fue con “Chamaco” y el mexicano Antonio Campos “El Imposible”, de Puebla de los Ángeles (9 de marzo de 1936), que llevaba tal seudónimo por un pase con el que iniciaba sus faenas con un molinete por la espalada y giro que “parecía imposible”. También murió joven y como consecuencia de un cáncer de páncreas. En la última cuadrilla en la que estuvo Manolo Carmona fue en la de Luis Francisco Esplá y, una vez retirado, se dedicó a la tarea de veedor de reses bravas para distintos empresarios, tarea en la que se mantuvo hasta el año pasado. Sevillano y torero hasta su muerte.

miércoles, 29 de junio de 2011

La crisis y los nacionalistas

San Juan es un santo torero y fogatero. Se liquidan los trastos viejos, se enciende la antorcha gorda y redonda y, cuando bajan las llamas, se intenta saltar entre nubes de calor. Y al quedarse todo en ascuas hay quien sube a su espalda a la novia y machaca las cenizas con los pies descalzos. Y los que pisan con fe no se queman. Los toros explosionan sobre el cielo azul alicantino. Buena oportunidad para que el de la tierra, José Mari Manzanares, relumbre más que el sol aunque lo haga por tierras burgalesas. Lo destacable es que le velocidad de crucero del torero es constante y que cuando tiene que amarrar su triunfo monta la espada y unas veces al volapie y otras a recibir o sus vaiantes de aguantar o a un tiempo el resultado suele ser contundente. Manzanares es un torero largo, puede que más largo que su padre aunque no le llegue a su paraiso de artista. Es José Marí padre fue un excelentísimo torero, lo juro. Pero es posible que el hijo tenga más cuerda. Confío en que así sea.

En mi pueblo, Ejea de los Caballeros, que figura en el catálogo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, también celebran las Fiestas de San Juan con espectáculos taurinos en su plaza que en el mes de septiembre próximo cumplirá el medio centenar de años de su inauguración no oficial en la que se celebró una corrida de toros con ganado de Terrones y la alternativa que recibió el aragonés Ángel Agudo "El Greco" de manos de Dámaso Gómez y con el testimonio de Rafael Girón. Fue el 10 de septiembre de 1961 y, al día siguiente, 11, se dio una novillada de Auxilio Pérez Tabernero para el segoviano Andrés Hernando, el venezolano Efraín Girón y el colombiano Oscar Cruz. Rrematadas las obras, la inauguración oficial fue el 9 de septiembre de 1962, Feria de la Virgen de la Oliva, con toros de Lisardo para Gregorio Sánchez, Curro Girón y Luis Segura. Solo se lidiaron dos toros por culpa de la lluvia y el nuevo piso de la plaza. Bueno, el caso es que ya hemos cumplido las Bodas de Oro del coso de Luchán, rebautizado con el nombre de Miguel "Cincovillas" en memoria del diestro ejeano muerto trágicamente en accidente de automóvil, y que, después de años de sesteo organizativo, la presencia de la Peña Taurina Martincho pusom en marcha la ingente tarea de meter a Ejea de los Caballeros en el calendario taurino nacional después de figurar en el siglo XVIII como una de las zonas más destacadas de la cría del ganado bravo.Esta feria de San Juan, la de este año de 2011, compuesta por un concurso de recortadores, un festejo de rejones con toros aparentes de "Sepúlveda", de Yeltes, Salamanca, con antigüedad de 1844 y prosopia ganadera no hace muchos años, emboladores y saltos con toros de fuego y un concurso de roscaderos que es la variedad casi exclusiva de esa zona de Las Cinco Villas de Aragón. Hacía calor, el sol caía plano y achicarrante y la gente se quedó en su casa. De setecientos a quinientos espectadores en cada función. ¿Qué ocurrirá al final del verano, allá por septiembre? ¿Y en el mes de agosto?

Lo pregunto porque los elegidos de Bildu para los insttituciones vascas ya han propuesto que se retiren las subvenciones para los toros de Bilbao y no sé lo que hará el alcalde de San Sebastián con su plaza de Illumbe, la que sustituyó a la antigua del barrio de Gross, el Chofre, después de muchos años de abstinencia donostiarra y gracias al impulso de Manolo Chopera y el concejal Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA de un tiro en la nuca. El Chofre era el templo taúrico de los franceses de Bayona a Nimes y San Sebastián su gran feria. Luego los de San Sebastián se tuvieron que marchar a Bayona para disfrutar de su espectáculo favorito y, poco a poco, se han ido acostumbrando al monstruo de concreto de Illumbe. ¿Qué pasará de aquí en adelante? Me pongo en lo peor y no razono. ¿Qué va a pasar en Barcelona? Sigo en el desasosiego y la incertidumbre. Hace pocos días estuve en Bilbao, en el hotel Carlton, y recordé acontecimiientos de hace cuarenta años, de aquella cogida que sufrió Antonio José Galán que el cirujano de la plaza calificó de grave y que no retuvo al cordobés de Fuengirola en la clínica. Se montó en un renault-8 y se fue hasta Málaga. Un toro de Conde de la Corte que se llevó a Raúl Aranda de lado a lado de la plaza, un miura de 700 kilos, a Antonio Ordóñez, Paco Camino o "El Viti". Hace unos días estuve en Bilbao y me fuí a La Taberna a saborear un par de vinos, las fotos taurinas, los cuadros de González Marcos, José Puente y Luis García Campos, este bilbaíno de nacimiento y con un apunte en acuarela de Manuel Benitez, leve aunque definitorio, y el artesonado con estampas de La Tauromaquia de Goya. También recordé a Gana, el arquitecto que hizo la nueva plaza casi como Lope de Vega hacía las comedias: en horas veinticuatro. O como construyó el acuaducto de Segovia el diablo. Ahí está el Norte aficionado a los toros pese a que les llamen morlacos. Era el calificativo con los que motejaba a los toros del encierro de Pamplona un locutor de R.N.E.

El famoso F.F. Román se inventó lo del "burladero de la segunda suerte" (¿cuál sería el de la primera?) y calificó de "catafalco" al color negro. Tétrico. Pero yo querría aprovechar la ocasión para presentar mis excusas al matador de toros malagueño Manolo Segura, fallecido recientemente. Espero que me las admita desde el más allá. En mi libro "Amores y Desamores Toreros" decía que Carmen Cervera, luego baronesa Tyssen, se había casado en primeras nupcias con el diestro malagueño cuando en realidad el auténtico Manuel Segura era un agente de seguros que, afortunadamente, vive todavía y parece contar con una buena mano izquierda por lo que tiene que intervenir en las relaciones de Carmen Tyssen con su hijo Borja Tyssen, en realidad Borja Segura. Y en este capítulo me ha sorprendido también la muerte del teniente Colombo, que me he enterado ahora que en realidad se llamaba Peter Falk, pero cuyos signos identificatorios son la ajada gabardina, el ojo a la virulé y la faria a medio consumir en sus manos. También he sabido que uno de sus maravillosos episodios tuvo caracter taurino con Ricardo Montalbán como intérprete de un famoso torero que se metía en líos policiacos. Pero rematamos el mes de junio y empieza la gran temporada taurina con la feria de San Fermín y con las que seguirán en estos meses de verano que confío en que, como en el Turismo, sea productiva y triunfal para todos, sobre todo para los toreros, incluido el novedoso y restringido José Tomás. ¿Qué fuerza tendrá el de Galapagar que con una docena de actuaciones puede condicionar toda una temporada? Eso es bueno para él y malo para la Fiesta Española, pendiente ahora de la gran crisis económica y las veleidades nacionalistas en zonas tan tradicionalmente taurinas como Cataluña y las Vascongadas. Barcelona, San Sebastián y Bilbao son plazas fundamentales en nuestra Historia.

miércoles, 22 de junio de 2011

LA TELEVISIÓN Y LOS TOREROS

Es un enigma que a mí no me cuadra. Las televisiones, al margen de algunas regionales y la de pago del bien “pagaó” fenicio, no quieren saber nada de toros, solo en caso de cogidas o tragedias adyacentes. Pero los programas mal llamados “del corazón” se afanan por llevar a sus platós más remuneradores a toreros de toda especie y condición, de los que se visten de luces brillantes o mortecinas, de los que andan a su alrededor, servidores, parientes o amigos, apoderados, administradores, amantes, esposas, viudas, viudos y perritos que les ladren. Algunos salen casi incólumes, otros tocados y unos cuantos, destrozados, para el arrastre. Los hijos de “Paquirri” y Carmina Ordóñez no sé cómo han podido supervivir casi gloriosamente. Son los dos, Francisco y Cayetano, los que cuentan con el árbol genealógico con más raíces y ramas de toda la torería andante y las cosas han llegado a tal extremo que hasta se discutió por parte de algunos compañeros la Medalla de las Bellas Artes que se le concedió a Francisco Rivera Ordóñez, hijo de torero muerto en el ruedo de Pozoblanco, hermano, nieto y biznieto de toreros. Y yo no he visto nunca que el que ahora utiliza el sobrenombre de su padre, “Paquirri”, se comportara groseramente ante las pantallas de televisión, contara intimidades escabrosas o evidenciara que allí estaba porque le pagaban un buen dinero. No son ellos los que, en mi admiración hacia los que son capaces de vestirse de luces y enfrentarse a los toros, luego acuden a los foros sentimentales para hablar de sus vidas privadas y beneficiarse de esa fama especial. Sí hubo alguna que supo explotar su maternidad y no se recató de anunciar a los cuatro vientos que el padre de la criatura era un torero. Alguna otra lloró sus penas de viuda por los escenarios de España y el mundo y la de más allá confesó intimidades de la hija del gran maestro o de las infidelidades matrimoniales. Jaime Ostos se plantó en los escenarios más diversos y sus heridas de tantas tardes se descosieron de amargura y sin sangrar. A “Jesulín” le lanzaban prendas menores en las corridas de género y luego él se bajaba los pantalones ante Mercedes Milá en manifestación censurable de lo que puede hacerte un toro. Ortega Cano se casó con “la más grande” y se convirtió en el viudo de España. Su familia política, y en ocasiones la propia, le buscaron las vueltas a la situación y se instalaron en el más productivo de los escenarios. Se salvó Rocío, la hija de la “más grande”, pero el de Cartagena subía su particular calvario con las caídas inevitables. Hasta que ha llegado lo del accidente fatal y esos mismos escenarios que él visitaba para dar sus explicaciones con hermanos y cuñados se afanan por darle vueltas a un asunto que solo pueden resolver las autoridades y los jueces.
Pero ocurrió hace pocos días, me sentí avergonzado y se me cayó el alma a los pies, como se decía antes. Yo conocía a Rafael Corbelle Bravo, sabía que su verdadero nombre es Ciriaco, que, como su hermano Juan, nació en Recas, en la provincia de Toledo, por estos días hará 75 años, que fue, como su hermano, novillero y banderillero y que, una vez despojado del vestido de luces, se hizo apoderado de diestros de diversa fortuna, que estuvo en las cuadrillas de toreros tan significativos como Gregorio Sánchez, Palomo Linares y el propio Ortega Cano y que allí, en el plató vigilado por sagaces preguntadores, estaba para reivindicar la figura de su accidentado maestro. Y dijo dos cosas: que José era muy macho y que entre sus conquistas estaba una señora, esposa de milenario matador de toros (pasa de los cuatro mil estoqueados a lo largo de sus más de veinte años de alternativa) y que a mí me consta que nunca pasó de la atención que su buena educación le dictaba y de la relación de apoderamiento que tenía el torero con su padre. Hay que tener mucho cuidado con las cosas que se dicen o que se insinúan. No conozco la compensación económica que habrá recibido Corbelle por esta aparición en la pequeña pantalla y no tengo ni idea de cuál es su situación dineraria, pero no me parece que se compensen unas cosas con otras. Tampoco creo que sea acertado que Carlos Ruiz Villasuso, en “Aplausos”, censure la portada cerril y bochornosa de la revista “El Jueves” y, para castigar a sus autores, incida negativamente en la sensibilidad de los católicos y las gentes de buen gusto:” hostias, joder, hijoputa (a la andaluza, sin el de) y a ti te la suda”.
Llevaba muy malos días en el cultivo de lo que todavía es mi afición y todavía se acentuaban los tonos grises de mi ambiente con la cogida en Las Ventas de Abellán en la boca, con mucha menos suerte que la de Juan Mora el día de la Beneficencia, cuando me llegaron noticias de Nimes y de su feria de Pentecostés con los inventos de Simón Casas de medias corridas de distintas ganaderías y en competición, los Miuras contra los de Victorino, los juampedros de Fuente Ymbro frente a los santacolomas de La Quinta y el interesante cartel de la alternativa del caballero Manolo Manzanares de la mano del Supremo Hermoso de Mendoza y el testimonio de su hermano José Mari a pie. Poca cosa con las más famosas ganaderías, las de don Eduardo y don Victorino, de fea presentación, sobre todo los que fueron desde Zaheriche, éxito fabuloso de Castella con un toro de “Fuente Ymbro”, y espectacular Manzanares, el de a pie, que les cortó cuatro orejas y un rabo a los toros de “Garcigrande”. Juan Bautista obtuvo tres trofeos con los toros de Juan Pedro Domecq y con él, “El Juli” y Luis Bolivar se completa la lista de matadores de toros que han abierto en esta feria nimois la Puerta de los Cónsules, algo parecida a la del Príncipe con un ambiente distinto pero digno de admiración.
Legalmente tuvo que salir a hombros también “Morante de la Puebla” puesto que la autoridad le concedió las dos orejas del cuarto toro de Núñez del Cuvillo, pero el diestro no las mostró durante la vuelta al ruedo porque unos cuantos, no sé si docenas, centenas o miles, protestaron esa concesión. Me fui a internet y contemplé lo que le hizo el de la Puebla del Río a ese toro castaño y receloso, que no remató nunca por abajo, incierto, débil de manos y de nula entrega. Morante lo toreó en pases fundamentales por ambas manos, largos y enjundiosos y remató las series a media altura con esos toques sublimes que solo nacen de la inspiración de un artista. Y como los franceses chanelán de esto, la banda-orquesta interpretó el Adagio del Concierto de Aranjuez, no aseguro si con solos de trompeta o clarinete porque mi oreja y el sonido no me permiten más precisiones. Hace años escuché una versión del Aranjuez por un clarinetista francés cuyo nombre no recuerdo porque perdí el disco. Morante mató al castaño de una estocada y yo le hubiera dado también las dos orejas aunque una de ellas compartida con los músicos para que le acompañaran en su salida triunfal a los sones del Concierto del maestro Rodrigo. ¿Es esto sensibilidad? Yo creo que sí. Otra semana empezaba el lunes, 13, con mejores perspectivas toreras. Ahí, en el ruedo, es donde tienen que estar los toreros.

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

lunes, 13 de junio de 2011

OXÍMORON, FIGURA RETÓRICA

No lo cuenta el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero sí doña María Moliner que en esto de la palabra era un fenómeno. No se atenía a la norma, como Juan Belmonte, y por eso incluye en su Diccionario de Uso del Español la palabra oxímoron que define como la figura retórica que surge de la unión de dos palabras de significados contrapuestos, como por ejemplo que le nieve ardía y el fuego se helaba, que, en mi ignorancia, achacaba su uso el invento del señor Bergamín que, al final de sus días, se fue al infierno abrazado a la ikurriña. Qué lástima, ¡con lo que le gustaba Rafael de Paula! Con ese buen paladar no se puede uno afiliar a la ETA. El caso es que a veces me obsesiono con los temas y les doy más vueltas que a una peonza de aquellas que se lanzaban al duro suelo con el impulso de la cuerda enroscada a su panza. Por ello he llegado a la conclusión de que no es Bergamín el promulgador de los “oxímorones” de los tiempos modernos puesto que, mucho antes de que Bergamín contara lo del de la Paula sin ruido y sin voz, existía una jota navarra que contaba “que la nieve ardía y el fuego se helaba y que, por soñar imposibles, en lo alto del Pirineo soñé que tú me querías”. Y puesto a recordar, pese a mi provecta edad, llegué hasta 1964 y rememoré un artículo que publiqué en FIESTA ESPAÑOLA, en el que aseguraba que Manuel Benítez “El Cordobés” había acabado con la fama de don Alfredo gracias a la ingeniosa proyección que había programado don Rafael (El Pipo), a la maduración de ese invento y a la respuesta del propio protagonista, que hasta había conquistado El Pardo una tarde junto a “El Litri” y los caballeros Bohórquez y Domecq ante la presidencia del inquilino del citado palacio y pese a los revolcones y atropellos que sufrió el de Palma del Río y que a mí me llevaron a evocar en la crónica subsiguiente la figura de El Piyayo. Ahora, ante la metamorfosis política del señor Rubalcaba, me he enterado, creo que por la palabra del señor Burgos, que, por entonces y ahora, en España solo hay un don Alfredo: Di Stefano, futbolista del Real Madrid que se retiró ese año de 1964.
Y, acomodado en el Olimpo de mis recuerdos, quiero agradecerle a Woody Allen que en su última y deliciosa película “Midnight in Paris” (“Medianoche en París”, más en castizo) haga una evocación de los años 20 en la capital francesa y rememore las figuras de Hemingway y su consejera taurina Gertrude Stein, que le recomendó que fuera a Madrid a los toros y viera una corrida en la que actuaban Nicanor Villalta, “Gitanillo de Ricla” y “Nacional”, tres aragoneses, y prendiera en él su demostrada afición a los toros, y las figuras no menos interesantes de Picasso, Dalí y Buñuel, con el aditamento torero de don Juan Belmonte, inspirador áulico de los intelectuales. El señor Allen me emociona hasta tocando el saxofón.
Vuelta a nuestros tiempos, como en la película. He visto alguna muestra de la corrida de la Beneficencia y he escuchado expresiones que me llevan a exagerar la vigencia del oxímoron cuando un comentarista dice que un torero escuchó silencio o que el toro, al sentirse podido, protestó. De esa corrida de la Beneficencia, que, desde luego, no resultó brillante yo me quedé con la faena de Juan Mora al cuarto toro de Victoriano del Río, la gracia con la que el extremeño, por delante, se lo llevó a los medios y lo dejó en el sitio con un leve remate. No tenía mucho fundamento el toro, pero todo lo que le hizo Mora fue con talento y gracia. Nada de repetir la faena al uso de tantos derechazos y naturales en diversas series y sus correspondientes remates sino todo sutil, alado, leve y profundo (otro oxímoron), sin violencias ni crispamientos. La armonía callada de un torero angelical, sin alas pero con alma. La crítica importante se fijó más en la pelea técnica de “El Juli” con sus dos toros o en los detalles artísticos de Morante que, dada su idiosincrasia, no pueden faltar. Pero yo me quedo con la tarde de Juan Mora y su decisión con la espada en sus dos toros, en el primero a cambio de un puñetazo en la boca a punto de empitonarle por un ojo (todavía hay milagros) y en el cuarto, citando a recibir y matando al encuentro o a un tiempo, suertes también meritorias. Y todo propiciado porque Juan Mora es el único matador de toros del amplio escalafón, que puede que llegue a los 250 componentes, que torea con la espada de auténtico acero toledano. Ven ustedes, pues me fui tan contento para mi casa después de departir y repartir buenos tragos de buen vino y conversaciones y controversias civilizadas con don Luis, don Jesús, presidente de la Peña “Herrerín y Ballesteros”, don Ramón, el Gran “Romito”, torero, Sagrario, jubilada de maestra y cada vez más puesta en el tema taurino, su esposo Vicente, comisario de la policía científica, Luis Alfonso, detective, y el colombiano Andrés que, como tal colombiano, habla un buen español pese a “Sesar” ( Rincón) y sus toros y el que lleva la cuenta de nuestros trasiegos vinícolas. Al final, viene Alberto, jefe de sala, y nos alivia con unas tapas de buen queso. Así vivimos la Feria de San Isidro y otras ferias en el mesón más taurino de Zaragoza, el “Mesón del Campo del Toro” que fundaron dos toreros que murieron jóvenes, Fernando Moreno, que probó todos los palos del toreo, matador de novillos, banderillero, picador y rejoneador en bicicleta y disfrazado de orangután , y Jacinto Ramos, cordobés, emigrante en Zaragoza, en donde hizo sus intentos de llegar a figura del toreo, y que amplió sus aventuras hasta desembarcar en tierras americanas e iniciar su profesión de excelente restaurador. Gracias a su hija, Cristina, y el esposo de ésta, Dani Cascán, gran cocinero tudelano, se mantiene con toda devoción el aroma taurino del “Mesón del Campo del Toro”, que es como se llamaba desde siglos el terreno donde está el establecimiento, junto a la iglesia del Portillo y en los alrededores de La Aljafería, antiguo escenario de las justas de caballeros y toros, lanzas y armaduras. Una recomendación: el que no lo conozca que vaya a ver el Palacio de La Aljafería, se sorprenderá. Luego, unas verduras de nuestras huertas y un rabo de toro a la cordobesa. Buen vino, el postre delicado y el café las copas y el habano en la obligada terraza de estos tiempos. Buen menú, señor.

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

lunes, 6 de junio de 2011

LA LLEGADA DEL MESIAS TAÚRICO

Llevaba muchos días, desde principios de este mes de mayo, a la espera del toro bravo, que no es el toro noble ni el tonto ni el entregado. Es el que pelea. Y ello no depende del tamaño y puede que ni de las fuerzas. Hace un par de años, Ferrera se encontró en Zaragoza con un toro bravo de Bañuelos, los que llaman de “las nieves”, y todavía no se ha enterado de cómo le puso banderillas, lo toreó (es un decir) y lo mató. Le dieron una oreja como le pudieron regalar un bombón helado. Pero estamos en Madrid, en el mes de mayo de 2011 y con la fiebre del toro bajando por la calle de Alcalá hasta Las Ventas del Espíritu Santo. Es buena esta enfermedad porque se habla de toros y el miembro de la Real Academia Española nombra a Vicente Zabala Portolés mejor cronista taurino del siglo XX porque, además, pertenecía a la redacción del ABC verdadero. Yo pienso que es mejor escritor su hijo, Vicente Zabala de la Serna, aunque con las prisas de las técnicas modernas pretenda que un toro, en lugar de hollar la arena madrileña, haga hoyos en el ardiente albero. Pero escribe bien, con fuerza, con indómita bravura. Otra cosa es la serena sabiduría de Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, impenitente visitador de los zocos de la comunicación pretos de árabes y bulgaros. Para Anson dejamos la poética evocación de sus vivencias, el hielo ardiente como el albero y el fuego helador de una tarde de San Isidro. O lo último, con Leonardo de inspirador: “En “La dama del asrmiño” habla el silencio de Dios”. Bergamín no sabía lo que inventaba con su “música callada”. La metáfora, la alegoría llevada al absurdo y la contradicción.
Pero yo quería hablar de los toros de Madrid, desde los de la pasada Feria de la Comunidad hasta los de la Feria de San Isidro. A la primera pertenecieron tres corridas de alcurnia, al menos por el nombre: “Carriquirri”, Conde de la Corte, al que yo llamo “cortesanos” y no “condesos” porque condes hay unos pocos en España, y Hernández Plá unido a lo de San Martín de la misma procedencia “santacolomeña” de Buendía. A todos les pusieron el mismo sello: bajos de raza. No bajos de casta sino bajos de raza. La raza es algo más amplio y significativo que la casta. Una pena. Lo de “Carriquirri” y San Martín son sociedades anónimas y lo de los Herederos del Conde de la Corte y de Hernández Pla , sociedades limitadas. Mi teoría es que antes los toros se parecían a sus criadores y ahora … a una sociedad ya sea anónima o limitada. ¿Puede tener una sociedad raza o casta? Hay algún caso, pero es cuando el representante de esas sociedades tiene la personalidad ganadera de don Pablo Lozano. El resto se diluye entre las siglas comerciales. Y si en la primera feria los toros tuvieron el denominador común de la baja raza, esta característica continuó con los “atanasios” de “Valdefresno” y los “torrestrellas” de “Vellosino”, para aflorar la agresividad con los “albaserradas” de José Escolar y dedicarla un homenaje póstumo a don Juan Pedro Domecq, con un excelente quinto al que Uceda Leal le hizo una completa lidia rematada con su acreditada condición de matador de toros. Más “juampedros” con” El Montecillo” y un excelente tercero de la misma procedencia de la corrida de “El Ventorrillo” con premio de dos orejas para Talavante. Los primeros Núñez del Cuvillo, bajos de raza, y los segundos necesitaron el apaño de un “torreón” de Ortigao Costa y un “torrestrella” de Carmen Segovia, que aportó hasta cinco sobreros. Los “atanasios” de” El Puerto de San Lorenzo” también necesitaron un par de sustitutos de Carmen Segovia y Salvador Domecq, los también “juampedros” de Parladé sustituyeron a los rechazados de Garcigrande y los de “El Torreón” de César Rincón, todos “juampedros”, estos últimos remendados por un toro de Carmen Segovia. Entre medias, los de “El Partido de Resina”, descastados y bellos como los de Pablo Romero, y, después, el oasis de” Alcurrucén” con un toro muy bravo al que le cortó la oreja Sebastián Castella con lo difícil que es aguantarle la embestida a un toro bravo bravíisimo. Fue una corrida muy bien presentada en la que bajaron el tercero y el quinto, mientras que sus parientes de “El Cortijillo”, de José Luis Lozano en las responsabilidades, merecieron el calificativo de moda: bajos de raza. Como los “jaumpedros” de “Las Ramblas”, tan de escaso juego como los de Samuel Flores, en otros tiempos favoritos. Serios y rematados y el segundo excelente de “Peñajara”, procedencia de Baltasar Iban que en paz esté y que no se entere de lo poco que se tiene en cuenta a su querida vacada. Los “peñajara” se completaron con un quinto de Carmen Segovia y resucitó César Jiménez premiado con sendas orejas que le valieron la tercera salida a hombros de los diestros de a pie, después de la de Talavante con los de “El Montecillo” y José Mari Manzanares con los Núñez del Cuvillo del 18 de mayo. Fracaso de Palha pese a sus ilustres antecedentes de Pinto Barreriros, Isaías y Tulio Vázquez y don Baltasar y la apoteosis a modo del AMÉN del Mesías de Georg Friedrich Händel con los toros de los Herederos de don Celestino Cuadri Vives. Seis toros seis magníficos de estampa, armónicos pese a su tamaño que, en peso. llegó hasta los 631 quilos, de hermosas testas y salidas desiguales pero mayormente al paso para, poco a poco, enterarse de cuál era su obligación dentro de aquel círculo guerrero y frente a caballos, caballeros, chulos y matadores. Se llamaban “Aragonés”, “Zapato”, “Formal”, “Podador” y “Bolo” y no sé de donde les vienen sus nombres pero lo de “Aragones” me suena a Tarazona de Aragón, a los pies del Moncayo, pero ni él ni el llamado “Formal” hicieron honor a la proverbial nobleza aragonesa. Con ellos luchó a lo gladiador un hombre bien puesto en estas lides,” El Fundi”. Bueno “Zapato”, algo menos “Podador”, pero ahí apareció la casta de un torero vizcaíno hecho en tierras de La Alcarria, de la mano del mielero vendedor de quesos y matador de toros José Luis Sedano, que también le soltaba platos a Manolo Molés para que los rompiera con sus tiros de escopeta. Por esas tierras de Guadalajara la brava aprendió Ivan Fandiño a salvar las embestidas de los bravos y ello lo demostró en su primero, en el que le pidieron la oreja y dio una rotunda vuelta al ruedo y lo ratificó en el quinto, el de mayor peso, del que le concedieron la oreja en una más dramática pelea. En este toro se lucieron los tres banderilleros de la cuadrilla de Fandiño, “Jarocho”, Pedro Lara y “Llaverito”. Fueron los “cuadri” toros muy exigentes. Había que estar muy bien con ellos. Enseñarles con el capote, recibirlos los subalternos, que para eso estaban antes, y torearlos sobre las piernas y hacia atrás, como al tercero que salió al paso y asustadizo, picarles delantero y con sangre, banderillearlos con sosiego y saliendo de la suerte de frente, muletearles desde el comienzo de la embestida hasta el final, primero en lidia, luego en lucimiento, y no fue lo que se les hizo a lo largo de la tarde. Puyazos al pico de la paletilla como en el primero, con malas artes al segundo, el tercero derribó pero luego salió coceando, embistió con peligro a la muleta y hasta cogió a Alberto Aguilar de mala manera pero con la suerte de no resultar herido. Cabeceó en el peto el cuarto y en los siguientes puyazos, hasta tres, el piquero le puso la vara en el morrillo, mal picado el quinto y peor el sexto con puyazos traseros. Nada que ver con aquello que le decía “Joselito el Gallo” a su picador: “Camero, pica delantero”. Mucho artificio pero poca eficacia. Pese a la opinión del jurado de San Isidro y al margen del homenaje que se merecía don Juan Pedro Domecq tan vilipendiado por los “indignados” del toreo, a mí me impactaron más las corridas de Alcurrucén y esta que con tanto amor propio, honradez e hidalguía cuida el hijo de don Celestino, Fernando Cuadri. A don Victorino le dieron en pleno San Isidro la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. El brillante paleto de Galapagar recuperó la casta de Albaserrada desde lo de Escudero Calvo. Lo de Cuadri es crear algo que no existía y, si mérito tuvo su progenitor, no es menor el de su continuador. Yo es que creo mucho en los ganaderos arquitectos de la bravura: en Pablo Lozano, don Álvaro Domecq, don Baltasar Ibán y este Fernando Cuadri que puso remate a una complicada y variada Feria de San Isidro. Loados sean todos ellos.

lunes, 16 de mayo de 2011

LAS ESCALERAS DEL NUEVO MADRID

Hacía muchos años que no iba a Madrid en coche. Me asustaba el no poder aparcarlo cerca de nuestra casa y padecerlo como una impertinente rémora con la que no podía acudir a ninguna cita con la rapidez y eficacia del Metropolitano que fundara don Alfonso XIII. Y, además, tenía que aguantar le tesis de mi esposa que no confiaba en mis veteranas cualidades de incansable conductor. Fueron circunstancias familiares las que me aconsejaron volver a las viejas costumbres y enfilar la carretera desde Zaragoza por La Almunia y Calatayud, el desfiladero de Medinaceli, las frías tierras de Alcolea del Pinar con su casita de piedra, las llanuras de La Alcarria con Sigüenza y su Doncel a la derecha y Brihuega a su izquierda, el castillo de Torija, las superpobladas Guadalajara, Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz y los toboganes del Jarama y los aledaños de la en otros tiempos taurina Barajas de Rafael Llorente, matador de toros de manos de don Manuel Rodríguez y nieto de ganadero de reses bravas. Como taurinas eran las orillas del río en los tiempos de Goya, la Venta del Batán del siglo XVIII, en cuyos cercados pastaron toros de don Diego Bentura, padre de mi tatarabuelo. Mi nieto se llama también Diego Bentura y, a sus tres años, muestra una afición francamente descriptible. Luego contaré algo sobre ella. Pero antes tengo que confesar el suplicio tártaro que representa ir en fila india motorizada de Zaragoza a La Almunia y luego, en caravana atortugada, casi desde Guadalajara a Madrid. Es sumar una hora más a las tres previstas para el trayecto del Pilar a Las Ventas del Espíritu Santo. No tenía otro remedio y, pese a todos los inconvenientes señalados, el viaje fue perfecto y no resultó dañado mi prestigio de buen conductor.
Hacía también mucho tiempo que no asistía a una corrida en Madrid. Desde que en la Patio del Desolladero salía humo de habano por una ventana que era la de la oficina en la que sentaba sus reales Manolo Cano. Manolo fue guardia civil de tráfico, apoderado de su pariente Manolo Cano “El Pireo”, de Curro Romero, el hijo de Pepe Luis y algunos otros, pero destacó especialmente como gestor empresarial. A los Lozano les sacó de un apuro en Zaragoza cuando acudió a descifrar lo que el definía como “la pata de un romano”, “esto está más liado que la pata de un romano”, de esos que salían en las antiguas procesiones de Semana Santa. Ahora, junto a la ventana de Manolo Cano han colocado una cabina de control que supongo yo que purga eficazmente las visitas no deseadas.
El sábado, 7 de mayo, había corrida en Las Ventas, pero yo no podía asistir a ella. Sin embargo cogí a mis nietos y a la hora de empezar el festejo nos dimos un paseo por los alrededores. Le enseñé a Diego los toros de bronce que emergen del horizonte de mármol. Le gustaron pero él quería ver los de dentro. Pasamos junto a lo que en otros tiempos llamábamos la “Escalera del Nuevo Madrid”. Allí, a mediados del siglo pasado, nos reuníamos mi padre, sus amigos del “Gato Negro”, Alfredo Marqueríe, el padre de Agustín Redondela, Paco Ugalde, de Tarazona de Aragón, el caricaturista más genial que publicaba sus dibujos en ABC y que cobraba por colaboración y no por nómina, Joaquín Roa, el Fray Campana de “Marcelino Pan y Vino” o el pregonero de “Bienvenido Mister Marsall”, Sendín Galiana, Sarachaga, Bernal y otros muchos apoderados. Luego ese lugar se trasladó a la puerta del Desolladero puesto que se franqueó su entrada para que la gente accediera a la plaza por ahí y se creara un ambiente especial que en aquellos tiempos estaba en el ambigú del 9. Todo ha cambiado muchísimo, aunque hay una base inamovible y las mismas almohadillas que hace unos cuantos años, cuando en otras plazas se cambiaron por las “voladoras” que no hacen daño a los espectadores de las barreras. También es cierto que cuestan 30 céntimos de euro menos que las de Zaragoza. Seguimos la vuelta entre puestos de chucherías y casetas de la reventa. Vimos el homenaje no sangriento al angelical Yiyo y el paseo a hombros de Antonio Bienvenida. Con este grupo me ocurrió algo muy curioso en mis tiempos de periodista madrileño pese a mi origen aragonés. Yo vivía en la calle Colomer, junto a la Avenida de los Toreros y paseaba por la calle de Alcalá, entre la plaza de Manuel Becerra y la de Las Ventas, cuando vi que bajaba en esa dirección un “isocarro” con el amplio grupo escultórico sobre su feble caja de transporte. “Tate”, me dije,” si el grupo estuviera fundido en bronce esa moto no podría transportarlo”. Luego se aclaró que para la inauguración se había preparado una escultura en material resinoso y que, posteriormente, se fundiría el monumento definitivo. A Diego le gustó el paseo, pero insistía en ver los toros que había dentro de la plaza. Su abuela, mi señora, tuvo la feliz ocurrencia el día que le llevamos a una corrida de decirle que los toros no se morían en el ruedo, que se dormían, se los llevaban las mulillas, los despertaban y luego volvían al campo a recuperarse con buenas hierbas, algún bocadillo de habas o alfalfa y la compañía de alegres y juguetonas vacas a la sombra de las generosas encinas.
Al día siguiente, domingo, fui a ver la corrida de Hernández Plá, lo de santacoloma de Buendía y San Martín en manos de otra sociedad. No tengo mucha confianza en que las S. A. sean buenas criadoras de toros bravos. Tampoco la mayoría de los matadores de toros del prestigio de Pepe Luis o Domingo Ortega, por ejemplo. La corrida, al menos, fue breve y por treinta y tantos euros estuve en el tendido 9, antes el tendido de los selectos, en donde María Luisa, hace muchos años, colocaba docenas de “azulinas” en los ojales de las bien cortadas chaquetas. Hoy había delante de mí una pareja comiendo pipas de girasol. ¡Cómo cambian los tiempos! No vi a muchos amigos, a Miguel Flores que se cuida como si fuera a torear, siempre atento a las vicisitudes de un torero de clase, ahora Alfonso Romero, a “El Puno”, a Juán Lamarca que no para de organizar actos taurinos, a Lola Navarro, la concejala de la Arganzuela que pone la Casa del Reloj del antiguo Matadero a disposición de todos los actos taurinos que necesiten su cobijo, a Lázaro Carmona, que apodera a Eduardo Gallo, uno de los salmantinos actuantes y al vendedor libros taurinos que antes se colocaba en el Desolladero al olor de la carne recién colgada y ahora está al cobijo del tendido 10,y al que saludé y no pudo atenderme porque estaba pendiente de los compradores. Y me encontré con mi amigo del alma, Gonzalo Sánchez Conde, más conocido por “Gonzalito”, con los bolsillos llenos de papeles, sobre todo propagandas de su “Popeye Torero y sus enanitos”. Hay cosas mejores que antes. Se aprovechan mucho más los bajos de los tendidos, el Aula de Cultura, los servicios que antes se concentraban a la entrada del tendido 2, los bares, las tiendas de ventas de recuerdos y otros eventos. Los alguaciles siguen marcando la índole del festejo y van cada uno por su lado de la barrera cuando se trata de una corrida de toros. Miguel Flores me comentó que un amigo se le quejaba porque se le iban casando todas las novias que había tenido. “Pues tienes más suerte que yo: a mí se me van muriendo”. También tuve yo la impresión de que se me han muerto muchos amigos con los que he convivido tantos años en Las Ventas del Espíritu Santo: Jesús Rodríguez “El Chato”, en la línea de otro gran fotógrafo, Pepe Arjona, mi compadre Fernando Sánchez Murillo, de Cabra, cuñado de “Tito de San Bernardo” y yerno de “El Aguardentero”, Manolo Escudero, don Livinio y su “alter ego” don José María Jardón, que te llamaba a la oficina de la calle de la Victoria, te daba un caramelo y te decía “la cosa está muy mal y no hay más para sobornar a los periodistas”, Rafael Sánchez “Pipo” en su etapa de “viejo león dormido”, “Curro Fetén”, cordobés de Priego y nacido a la crítica en Barcelona, Pepe Puente, que vivía cerca de la calle Colomer y se inició como ilustrador en “Fiesta Española” con retratos de toreros y luego fue emperador de la plaza de Santa Ana, Gonzalo Carvajal, que por sus crónicas sabías que libro estaba leyendo, Jesús Bernal, un ilustrador fabuloso que comandaba el equipo torero de “La Actualidad Española” y tantos otros más que se amontonan en mi ya frágil memoria. Desde aquel rincón del acceso al “Nuevo Madrid” ¿cuántas veces contemplamos como aficionados a los que les corría el vicio por las venas escalaban la fachada mudéjar a la plaza para colarse en un tendido alto si había suerte y no te esperaba uno de los grises al final de la escalada?
El domingo, ya con mi nieto camino de Zaragoza, fui, como ya he dicho, a la corrida de toros con los tres salmantinos en el cartel, López Chaves, Javier Castaño y Eduardo Gallo, y los buendía de Hernández Plá. No pasó nada. Sólo que el festejo fue corto, hora y tres cuartos, y yo rumié para mis adentros la gran bola de mis recuerdos. Más de cuarenta años sentado en el granito de la Monumental madrileña. A mi lado, Curro Meloja, el general Millán Astray y la hermana de Antonio Chenel, la esposa de Parejo. En los corrales, un perro mejor aficionado que los del 7 y que se llamaba Fortuna y un caballo muy viejo al que le apodaban “El Marqués” y la colocaban un canotier sobre las orejas y yo sé por qué. ¡Qué cosas me vienen a la memoria!

miércoles, 4 de mayo de 2011

TRES CINCUENTENARIOS. RECUERDOS DE MEDIO SIGLO

Este mayo es para el recuerdo porque se celebran tres cincuentenarios importantes para la Historia de la Tauromaquia. Primero el de la alternativa de Santiago Martín "El Viti" como componente del gran triunvirato de una época fundamental de esa Historia con mayúscula: Puerta, Camino y "El Viti". Este último tuvo que esforzarse más que sus compañeros porque era un torero castellano y, además, llegaba a la alternativa con una importante minusvalía en su brazo izquierdo. Lo bueno fue que fundamentó su superación en el cruzarse mucho al pitón contrario y disminuir la circunferencia del desarrollo de sus muletazos al natural y aplicó la fórmula a su toreo con la derecha para alcanzar su calificación de torero escueto y poderoso, sobrio y profundo. La publicidad se basaba en sus iniciales mayestáticas, S. M., y "el Rey de Espadas". Sin embargo, el de Vitigudino se otorgaba calificación de notable con capote y muleta y un simple aprobado con la espada. El sobresaliente se lo aplicaba a Rafael Ortega y a su compañero de tantas tardes, Paco Camino. Yo "el cum laude" se lo concedo al de la Isla de San Fernando porque, a pesar de que lo cogieran los toros, nunca sufrió tal accidente en la ejecución de la estocada. Por lo contrario, el "Niño Sabio de Camas" no tiene un átomo de piel en el muslo de su pierna derecha por dejarsela en los pitones de los toros al hacer la cruz y ganar al diablo. Hasta la Extremaunción.

El otro aniversario es el del suicidio de Hemingway, al que tenemos muchas cosas que agradecer y pocas descalificaciones, alguna de ellas nacidas en la impericia taurina de una de sus traductoras. Pero los escritos de don Ernesto desde que en los años 20 vio su primera corrida en Madrid han invitado a España a muchos de sus compatriotas y algunos millones más de los que han leído sus libros. En nuestro afán de desmitificarlo todo, se ha llegado a asegurar que don Ernesto no tenía ni idea de lo que era nuestra fiesta y más desde que criticó el estilo de torear de "Manolete" o defendió a Antonio Ordóñez frente a Luis Miguel. Hemingway tenía motivos sentimentales para ponerse al lado del hijo de "El Niño de la Palma" porque Cayetano había sido el protagonista de su primera novela taurina, "Fiesta". Antes había publicado unos cuantos cuentos con el pretexto del toro como argumento y seguía el jolgorio sanferminero con tal entusiasmo que a la entrada de la plaza de toros hay una mole de granito como jersey marinero sobre el que emerge el busto barbudo del cronista aventurero.

El tercer aniversario cincuentón es el de la muerte de Gary Cooper. No creo que tenga que explicar quién fue en el cine Gary Cooper. Si puedo recordar que era amigo de Hemingway, Picasso y Luis Miguel y que admiró a los toreros cuando vino a España y participó en una fiesta campera en la provincia de Toledo y hasta toreó al alimón. Hizo una película con Sara Montiel, "Veracruz", y aseguraba que no podía acercarse a la manchega porque "no utilizaba champú y su peluquero le añadía aceite de oliva al pelo cada vez que la peinaba". Bueno, una anécdota. La otra es que en este mes también se cumplen los 50 años de la fundación de "Fiesta Española", que yo dí a la luz porque por aquellos años era difícil entrar en un medio de comunicación diario si no era previa aportación pecunaria. Nacía "Fiesta Española" para erradicar el sobre y en lucha con la Iglesia (Dígamé) y el Gobierno (El Ruedo), dura pelea en la que superviví durante unos cuantos años y en la que vinieron al mundo taurino Vicente Zabala, Joaquín Jesús Gordillo, Herrero Mingorance, López Barrios, el cartero de Manolo Vázquez, Maria Pilar Fernández y Manolo Molés Usó, que, en principio, sus afanes periodísticos, de la mano de Encarnita López Molina, estaban puestos en el Teatro. Fenicio desde su cuna de Alquerías del Niño Perdido. Encontró su camino. Yo me quedé sentado en la puerta de mi casa.

miércoles, 20 de abril de 2011

LA PASIÓN SEGÚN SAN JORGE

Hoy era buen día para leer y escuchar a don Juan Sebastián y sus pasiones, la de San Mateo o la de San Juan. Es excelente ejercicio espiritual. Pero el señor Solís, cronista taurino del prestigioso Heraldo de Aragón, terminaba su crónica de la corrida del Domingo de Ramos con el siguiente párrafo: “Empezamos la semana de pasión. Espero que el calvario acabe pronto. Y sin espinas…”. La Pasión Aragonesa, la de su patrono San Jorge que este año, por aquello de la luna llena, coincide con el Sábado Santo, antes de Gloria, vísperas del Domingo de Resurrección. La Pasión según San Jorge, que es santo universal. San Jorge de Capadocia se venera en Alemania, Francia, Georgia, Grecia, España, Portugal, Inglaterra, Italia, Rusia, Ucrania, Malta, Etiopía, Brasil y México. Soldado de la guardia de Diocleciano, se negó a masacrar cristianos y fue condenado a morir, después vino lo del dragón y la princesa y, siguiendo el ejemplo del arcángel Miguel y Santiago Matamoros, empuñó su lanza y acabó con el monstruo. Su cruz figura en el escudo de Aragón desde 1499. Las barras, el árbol, las cuatro cabezas de moros, nuestra pasión superada con el dulce lanzón el día 23 de abril, otros años lejos de la Pasión de Jesucristo.
Yo no lo veo tan oscuro todo. Lo único que me preocupa es que la abstención de la afición a los toros aumente como parece que señala la pobre asistencia a las dos primeras corridas de esta temporada zaragozana. Y a ello pueden contribuir muchos matices, entre los que no es despreciable el de la poca atención de los medios de comunicación hacia la corrida y su ambiente (el propio Heraldo aragonés, hace treinta años todos los días publicaba noticias de toros y ahora ni siquiera nos dice lo que ha sucedido en las plazas de primera) y luego los comentarios despectivos y derrotistas. A mí la corrida-concurso del sábado 16 de abril, pese a toda la parafernalia hipertrofiadora, me pareció interesante. Pesada porque entre cites al caballo, vueltas y revueltas de los equinos y largas faenas nos acercamos a las tres horas de espectáculo que me hicieron añorar aquella corrida que toreó en solitario en Las Ventas de Madrid Gregorio Sánchez y que no llegó ni a la mitad de esta, hora y media escasa y con profusión de orejas, vueltas al ruedo y salida a hombros del de Santa Olalla.
Quizá ha sido la corrida-concurso más pareja de las que se han celebrado en Zaragoza a lo largo de los últimos tiempos, antes y después del Reglamento de Espectáculos Taurinos de Aragón y las inefables Bases firmadas por el doctor don Luis Francisco Esplá o los sesudos y geométricos expertos que le acompañaron en su redacción que dice, entre otras cuantas chorradas, que los toros sustitutos o sobreros no entrarán en el concurso, pura discriminación taúrica como la de que en plazas de tercera no se puede indultar a un toro bravo. El caso es que de los toros anunciados y retratados no vinieron a Zaragoza ni el llamado “Solo” de Concha y Sierra y “Jaranero” de Toros de la Reina, al que le hicieron la foto con los rulos puestos. Aun así, tanto el sustituto “Aceitunero” de Concha y Sierra como el de Toros de la Reina, “Sedero”, fueron dignos en cuanto a trapío y bravura, pese a que el primero intentara saltar la barrera y el de “Joselito”, torero-ganadero, fuera sin rasmia al caballo y le picaran muy superficialmente. “Gargantillo” de Herederos de Felipe Bartolomé, el de menos peso junto con el de Adolfo Martín, 480 y 475 quilos, fue el más completo en los tres tercios, mientras que el de Adelaida Rodríguez García, “Garboso”, de 581 quilos, el de más peso, completaba un buen primer tercio con cinco entradas al caballo de largo y galopando y se moría nada más iniciarse la faena de muleta por el castigo recibido o por alguna lesión o enfermedad. Este fue el escueto resumen que redactó el mejor cronista del toro de esta y muchas otras épocas, Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”: 1º- “Aceitunero”, de Concha y Sierra, noble, con fijeza y justo de fuerza. 2º- “Gargantillo”, de Herederos de Felipe Bartolomé, bravo. 3ª- “Sortijero”, de Juan Luis Fraile, sangrado, encastado y repetidor. 4º- “Aviador”, de Adolfo Martín, encastado, listo y difícil. 5º- “Garboso”, de Adelaida Rodríguez García, cinco galopadas al caballo, muy sangrado, se derrumbó. 6º- “Sedero”, menos picado, con bravo son.
Se concedió el premio al toro más bravo a “Gargantillo”, el santacoloma de Felipe Bartolomé, al mejor picador a Romualdo Almodóvar que picó aceptablemente a este segundo toro aunque siempre con el palo montado, y el premio al mejor lidiador fue para Serafín Marín, al que le correspondió ese segundo toro y el quinto de Adelaida Rodríguez, lisardo con gotas de Murube, los dos de los más lucidos tercios de varas y bien aprovechados por el charnego catalán. Magnífica su estocada a ese segundo toro que fue premiado con la vuelta al ruedo. Para Serafín fue la única oreja de la tarde. Javier Castaño, salmantino, por lo que se le supone amplia experiencia en los tentaderos aunque no luciera sus habilidades en esta ocasión, mató a su primero de una estocada contraria y el descabello a la primera y al cuarto de pinchazo y media trasera. Paul Abadía “Serranito”, que sustituía al lesionado Alberto Álvarez, mató al graciliano de Fraile, los miuras de salamanca, de estocada atravesada y otra trasera y el descabello. En el sexto, el de “Joselito”, sin castigo y que embistió bien a la muleta, “Serranito” no supo acoplarse a su estilo y la faena fue cuesta abajo. Pinchazo y media estocada.
Total, dos toros de excepción en el caballo, tres interesantes, buen coctel de sangres y la excelente tarde de Serafín Marín con el capote, la muleta y la espada, en la lidia y en el lucimiento.
La corrida del Domingo de Ramos fue de la ganadería de Toros de Parladé, con pastos en Portugal, en Alantejo, pero titularidad en la zona de Mediodía española, predominantemente andaluza. Me aseguran que don Juan Pedro, fallecido al día siguiente en un accidente de carretera por tierras onubenses, asistió a este festejo para acompañar a su hijo Fernando. No es extraño porque ahora mismo Parladé se basa en un lote de reses de don Juan Pedro sin cruce veragüeño, en pura casta Vistahermosa. La corrida tuvo dos partes proporcionales, la primera más terciada pero con picante y los tres últimos de más presencia y volumen que parece que se inflaban con el paso de los minutos. Destacar el toreo a la verónica de Morenito de Aranda, el buen arte de picador de Antonio Prieto que tiró el palo a la antigua usanza, como recuerdo que lo hacía en Madrid “Aldeano chico”, la inspiración y gusto con los engaños de Juan Mora, mal con la espada, y la definición de Daniel Luque, un bailador que baila aunque no escucha la música. Se les dio poco sitio a los toros y solo Morenito de Aranda consiguió dar una vuelta al ruedo en el segundo de la tarde, al que consiguió templar al principio y luego gustarse en los remates de muleta. Lo mató de una casi entera y Luis Miguel Melendo “El Mene”, de Calatayud a punto estuvo de sufrir un grave percance las dos veces que intentó apuntillar al cornúpeto. Al banderillero Jaime Padilla se le nota que le hace los trajes el mismo sastre que a su hermano Juan José.
No me defraudó Juan Mora en sus dos toros, hizo lo más clásico y artístico; en su línea aunque encimista en el quinto toro Morenito de Aranda y decepción ante Daniel Luque, sobre todo en el buen sexto toro. Insípido, inane y mecánico. Debe reaccionar. Y puede.

lunes, 18 de abril de 2011

CUANDO EL DOMINGO ERA DE GLORIA

Como el tiempo, también las costumbres cambian muchísimo. Antes la Semana Santa en España era muy diferente a la de ahora. Se recorrían los Monumentos con el Santísimo, las mujeres se ponían las mantillas de encaje sobre las altas peinetas, los hombres vestían de oscuro, en los cines ponían películas sobre la Pasión y en la radio se oía música sacra. Había procesiones más o menos peculiares, las imágenes estaban cubiertas de telas moradas y, desde el elevado púlpito, el orador sagrado tronaba apocalípticamente el ambiente con la exposición del significado de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz. El sacerdote se lavaba las manos antes de iniciar la Consagración y se volvía con los brazos extendidos hacia los fieles y en latín pronunciaba un “Domininus vobiscum”, el Señor sea con vosotros, que conmovía a los fieles. Y el sábado se rompían todos los velos, se lanzaban al viento los sones triunfales, los teatros y cines estrenaban sus mejores novedades y en muchas plazas de toros se abría la temporada con una gran corrida. En Zaragoza también, incluso llegaban las revistas de “varietés” a pesar de que la ahijada de Millán Astray, Celia Gámez, decía que el público de la capital aragonesa era el más complicado de España.
Esa tradicional corrida de Pascua se convirtió, por obra y gracia de los afanes innovadores de don Diodoro, el yerno de Pagés, en la Feria de Primavera y, aunque contrataba a los mejores con el trío de Puerta, Camino y El Viti como base, resulta que no llegó a cuajar nunca. La primavera por esas tierras no suele ser muy apacible y, aunque la cubierta podría haber sido un lenitivo contra el cierzo, no se ha conseguido que el coso de don Ramón Pignatelli se pueda considerar de temporada pese a los empeños oficiales de los pliegos de arriendo. Hubo un momento, a principios de los 80 del siglo pasado, en que parecía que no habría ni un solo empresario que se hiciera cargo de la explotación de la plaza. Aquello se soslayó de la mejor forma, luego se autorizaron los festejos populares que le añadieron algo de salsa al guiso pilarista y la citada cubierta le puso un poco de calor a las intemperancias del ambiente y de los llamados aficionados y sus sesudos mentores. La nobleza baturra convertida en una lucha navajera de la que yo mismo salí escaldado. Me parecía que aquello no podía ir a más y resulta que en estos momentos de penuria se ha acentuado la guerra de guerrillas y dos bandos se disputan los mandos del cotarro. Y, como tenemos estos medios de comunicación modernos, resulta que cada uno se ampara en su trinchera y dispara a todo lo que se mueve. Para más dolor sucede que cada uno puede dictarse su propio reglamento con el curioso resultado de que en Madrid se puede salir por la Puerta Grande si se corta una y una oreja y aquí es necesario cortárselas a un mismo toro, como si no fuera factible que hubiera que sacar a hombros a un torero que no ha cortado ninguna oreja. Un día de estos contaré lo que para mí es el toreo de capa y lo que recuerdo que era Antonio Gallardo en la plaza de Sevilla.
Bueno, como están las cosas tan complicadas por estos lugares, el empresario, Ignacio Zorita, se ha armado de valor y nos anuncia la temporada primaveral con una corrida concurso de ganaderías para que se luzcan los que pintan las rayas en el ruedo, se paseen los picadores de portón a portón, se guarden en el antiguo patio de caballos y se pique en una pequeña porción del albero frente a los chiqueros. Las dos rayas las inventó Domingo Ortega cuando se retiró. El peto no deja ver al toro y no es más bravo el que más veces entra al caballo al peso sino el que va al castigo con alegría y fiereza y empuja sin desmayo. Para todo eso no hacen falta rayas ni ceremonias. El afán de mandar y gobernar. Hubo alguien en mis tiempos que se arruinó por eso, por querer mandar y gobernar la fiesta. Cosas. Pues, para iniciar esta temporada de 2011, el discutido señor Zorita nos ofrece un concurso de ganaderías: un toro de Concha y Sierra, veremos si de su origen vazqueño o de lo nuevo de Juan Pedro, otro de los Herederos de Felipe Bartolomé para recordar a los de Conde de Santa Coloma, otro de Juan Luis Fraile, en la misma línea por la vía de don Graciliano, otro de Adolfo Martín, los albaserradas distinguidos en el Levante hace unos días, un lisardo de Adelaida Rodríguez y el último de “Toros de la Reina”, de Trujillo (Cáceres), Domecq y Núñez. Esperemos que sean toros elegidos para competir en este campeonato de la bravura y que sus lidiadores, Javier Castaño, Serafín Marín y Alberto Álvarez, sepan darles la lidia adecuada. Difícil papeleta para ellos y sus cuadrillas y en especial para el último, el de La Valareña, barrio de Ejea de los Caballeros, que, como se dice en el argot taurino, “es el menos toreado”. Con perdón, don Alberto. Esta corrida se celebrará el próximo sábado, 16 de abril, vísperas del Domingo de Ramos. “El que no estrena no tiene ni pies ni manos". El miércoles, el periódico me cuenta que Alberto Álvarez ha sufrido una voltereta en su necesario entrenamiento con resultado de fractura de cuatro costillas y luxación en el hombro izquierdo, lesiones que, lógicamente, descartan su participación en esta corrida. Pero ¿desde cuándo impera la lógica en este mundo? Veremos. Para el Domingo de Ramos, la empresa nos anuncia una corrida de Parladé, ahora portuguesa pero con un claro origen hispano de Vistahermosa con ganado procedente de Gamero Cívico, Tassara y Domingo Ortega y lo no veragüeño de don Juan Pedro. Es el cartel estrella con el renacido Juan Mora, el único matador de los últimos tiempos que no utiliza el estoque simulado, por lo que pudo rematar en el instante justo su medida faena madrileña, el interesante artista burgalés Morenito de Aranda y Daniel Luque, que nos sorprendió hace ya un par de temporadas en Madrid con su toreo a la antigua por ambas manos y sin espada. Un cartel prometedor. El día de San Jorge, fiesta nacional aragonesa, inglesa o rusa, Sábado de Gloria en la vieja liturgia, una corrida de rejones con los murubes de “Castillejo de Huebra” para Andy Cartagena, Álvaro Montes y Sergio Domínguez. Muy complicado este calendario festivo en el que coinciden tantos factores que no sé si van a quedar gentes en Zaragoza a pesar de la subida de la gasolina. Y el 8 de mayo una corrida nacionalista con toros extremeños de la que ahora se conoce por “Peñajara de Casta Jijona” y de procedencia gloriosa de don Baltasar Ibán, un ganadero de raza. Los aragoneses Ricardo Torres, Daniel Cuevas y Carlos Gallego se encargarán de su lidia. Tanto el veterano Torres como sus más nuevos compañeros Cuevas y Gallego son puras incógnitas de una historia apenas vivida y menos contada. Y, en dos fines de semana de este mes de mayo, cuatro novilladas en las que figuran el mejicano Diego Silveti, saga torera de gran raigambre, el francés Dufau, con una sola efe, Juan del Álamo a punto del doctorado, López Simón y Víctor Barrio. A todos, matadores de toros, toreros de a caballo, novilleros y sus correspondientes cuadrillas, el valor se les supone. Al empresario, en estos tiempos y en esta Zaragoza, se le reconoce. Suerte para todos. Y para la fiesta.