Hoy era buen día para leer y escuchar a don Juan Sebastián y sus pasiones, la de San Mateo o la de San Juan. Es excelente ejercicio espiritual. Pero el señor Solís, cronista taurino del prestigioso Heraldo de Aragón, terminaba su crónica de la corrida del Domingo de Ramos con el siguiente párrafo: “Empezamos la semana de pasión. Espero que el calvario acabe pronto. Y sin espinas…”. La Pasión Aragonesa, la de su patrono San Jorge que este año, por aquello de la luna llena, coincide con el Sábado Santo, antes de Gloria, vísperas del Domingo de Resurrección. La Pasión según San Jorge, que es santo universal. San Jorge de Capadocia se venera en Alemania, Francia, Georgia, Grecia, España, Portugal, Inglaterra, Italia, Rusia, Ucrania, Malta, Etiopía, Brasil y México. Soldado de la guardia de Diocleciano, se negó a masacrar cristianos y fue condenado a morir, después vino lo del dragón y la princesa y, siguiendo el ejemplo del arcángel Miguel y Santiago Matamoros, empuñó su lanza y acabó con el monstruo. Su cruz figura en el escudo de Aragón desde 1499. Las barras, el árbol, las cuatro cabezas de moros, nuestra pasión superada con el dulce lanzón el día 23 de abril, otros años lejos de la Pasión de Jesucristo.
Yo no lo veo tan oscuro todo. Lo único que me preocupa es que la abstención de la afición a los toros aumente como parece que señala la pobre asistencia a las dos primeras corridas de esta temporada zaragozana. Y a ello pueden contribuir muchos matices, entre los que no es despreciable el de la poca atención de los medios de comunicación hacia la corrida y su ambiente (el propio Heraldo aragonés, hace treinta años todos los días publicaba noticias de toros y ahora ni siquiera nos dice lo que ha sucedido en las plazas de primera) y luego los comentarios despectivos y derrotistas. A mí la corrida-concurso del sábado 16 de abril, pese a toda la parafernalia hipertrofiadora, me pareció interesante. Pesada porque entre cites al caballo, vueltas y revueltas de los equinos y largas faenas nos acercamos a las tres horas de espectáculo que me hicieron añorar aquella corrida que toreó en solitario en Las Ventas de Madrid Gregorio Sánchez y que no llegó ni a la mitad de esta, hora y media escasa y con profusión de orejas, vueltas al ruedo y salida a hombros del de Santa Olalla.
Quizá ha sido la corrida-concurso más pareja de las que se han celebrado en Zaragoza a lo largo de los últimos tiempos, antes y después del Reglamento de Espectáculos Taurinos de Aragón y las inefables Bases firmadas por el doctor don Luis Francisco Esplá o los sesudos y geométricos expertos que le acompañaron en su redacción que dice, entre otras cuantas chorradas, que los toros sustitutos o sobreros no entrarán en el concurso, pura discriminación taúrica como la de que en plazas de tercera no se puede indultar a un toro bravo. El caso es que de los toros anunciados y retratados no vinieron a Zaragoza ni el llamado “Solo” de Concha y Sierra y “Jaranero” de Toros de la Reina, al que le hicieron la foto con los rulos puestos. Aun así, tanto el sustituto “Aceitunero” de Concha y Sierra como el de Toros de la Reina, “Sedero”, fueron dignos en cuanto a trapío y bravura, pese a que el primero intentara saltar la barrera y el de “Joselito”, torero-ganadero, fuera sin rasmia al caballo y le picaran muy superficialmente. “Gargantillo” de Herederos de Felipe Bartolomé, el de menos peso junto con el de Adolfo Martín, 480 y 475 quilos, fue el más completo en los tres tercios, mientras que el de Adelaida Rodríguez García, “Garboso”, de 581 quilos, el de más peso, completaba un buen primer tercio con cinco entradas al caballo de largo y galopando y se moría nada más iniciarse la faena de muleta por el castigo recibido o por alguna lesión o enfermedad. Este fue el escueto resumen que redactó el mejor cronista del toro de esta y muchas otras épocas, Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”: 1º- “Aceitunero”, de Concha y Sierra, noble, con fijeza y justo de fuerza. 2º- “Gargantillo”, de Herederos de Felipe Bartolomé, bravo. 3ª- “Sortijero”, de Juan Luis Fraile, sangrado, encastado y repetidor. 4º- “Aviador”, de Adolfo Martín, encastado, listo y difícil. 5º- “Garboso”, de Adelaida Rodríguez García, cinco galopadas al caballo, muy sangrado, se derrumbó. 6º- “Sedero”, menos picado, con bravo son.
Se concedió el premio al toro más bravo a “Gargantillo”, el santacoloma de Felipe Bartolomé, al mejor picador a Romualdo Almodóvar que picó aceptablemente a este segundo toro aunque siempre con el palo montado, y el premio al mejor lidiador fue para Serafín Marín, al que le correspondió ese segundo toro y el quinto de Adelaida Rodríguez, lisardo con gotas de Murube, los dos de los más lucidos tercios de varas y bien aprovechados por el charnego catalán. Magnífica su estocada a ese segundo toro que fue premiado con la vuelta al ruedo. Para Serafín fue la única oreja de la tarde. Javier Castaño, salmantino, por lo que se le supone amplia experiencia en los tentaderos aunque no luciera sus habilidades en esta ocasión, mató a su primero de una estocada contraria y el descabello a la primera y al cuarto de pinchazo y media trasera. Paul Abadía “Serranito”, que sustituía al lesionado Alberto Álvarez, mató al graciliano de Fraile, los miuras de salamanca, de estocada atravesada y otra trasera y el descabello. En el sexto, el de “Joselito”, sin castigo y que embistió bien a la muleta, “Serranito” no supo acoplarse a su estilo y la faena fue cuesta abajo. Pinchazo y media estocada.
Total, dos toros de excepción en el caballo, tres interesantes, buen coctel de sangres y la excelente tarde de Serafín Marín con el capote, la muleta y la espada, en la lidia y en el lucimiento.
La corrida del Domingo de Ramos fue de la ganadería de Toros de Parladé, con pastos en Portugal, en Alantejo, pero titularidad en la zona de Mediodía española, predominantemente andaluza. Me aseguran que don Juan Pedro, fallecido al día siguiente en un accidente de carretera por tierras onubenses, asistió a este festejo para acompañar a su hijo Fernando. No es extraño porque ahora mismo Parladé se basa en un lote de reses de don Juan Pedro sin cruce veragüeño, en pura casta Vistahermosa. La corrida tuvo dos partes proporcionales, la primera más terciada pero con picante y los tres últimos de más presencia y volumen que parece que se inflaban con el paso de los minutos. Destacar el toreo a la verónica de Morenito de Aranda, el buen arte de picador de Antonio Prieto que tiró el palo a la antigua usanza, como recuerdo que lo hacía en Madrid “Aldeano chico”, la inspiración y gusto con los engaños de Juan Mora, mal con la espada, y la definición de Daniel Luque, un bailador que baila aunque no escucha la música. Se les dio poco sitio a los toros y solo Morenito de Aranda consiguió dar una vuelta al ruedo en el segundo de la tarde, al que consiguió templar al principio y luego gustarse en los remates de muleta. Lo mató de una casi entera y Luis Miguel Melendo “El Mene”, de Calatayud a punto estuvo de sufrir un grave percance las dos veces que intentó apuntillar al cornúpeto. Al banderillero Jaime Padilla se le nota que le hace los trajes el mismo sastre que a su hermano Juan José.
No me defraudó Juan Mora en sus dos toros, hizo lo más clásico y artístico; en su línea aunque encimista en el quinto toro Morenito de Aranda y decepción ante Daniel Luque, sobre todo en el buen sexto toro. Insípido, inane y mecánico. Debe reaccionar. Y puede.
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