Siempre me
ha atraído lo gitano y apenas sé cómo definirlo. Hay muchas cosas indefinibles:
el duende, el pellizco, el arte o el ajonjolí. Y hubo un torero gitano, José
Jiménez que vivió a caballo del XVIII y el XIX y se anunció tal cual: “El
Gitano”. “Pasión gitana y sangre española” dice Manolo Tena. Nada que ver. Los
gitanos vienen de cualquier parte. José Ulloa “Tragabuches” vino de Ronda y se
cargó a “La Nena ”,
su mujer, porque se había liado con el monaguillo. Pero el primer Gitanillo de
la historia de los matadores de toros no era gitano. Era de Ricla, a medio
centenar de kilómetros de Zaragoza. Braulio Lausín. Lo que ocurrió es que
Braulio trabajaba con un tratante de ganados y esa era función que se asignaba
a los gitanos. Luego vinieron los de Triana y Braulio se añadió lo de Ricla.
Rafael Vega de los Reyes, Gitanillo de Tríana II, fraternal amistad con
“Manolete”, se juntó a dos gitanos más, “Cagancho” y “Albaicín”, e hicieron el
paseíllo en la plaza de Vista Alegre del barrio veraniego de Carabanchel. A mi padre se le ocurrió hacer la crónica en
caló. Me condicionó mucho este esfuerzo de mi padre y, luego, los recuerdos
sobre esos tres artistas. Una de mis primeras entrevistas periodísticas se la
hice a principios de los 50 del siglo pasado en “La Pañoleta ”al segundo de
los de Triana, Rafael, de Joaquín Rodríguez recuerdo unas verónicas en Las
Ventas, junto a los terrenos de la enfermería en la tarde en la que se
homenajeaba a la princesa Soraya, triste y estéril y de Albaicín el que se
hiciera torero porque lo pintara su padrino Zuloaga vestido con un terno verde
y plata, fuera un artista en el piano y terminara su ruta vital en Los Ángeles
de San Rafael, cerca del Cristo del Caloco, en donde casó a su hija María con
Joaquín Bernadó. Hay gitanos que no lo parecen y payos que podían pasar por
gitanos. En teoría de Joaquín Albaicín, hijo de María y el catalán Bernadó, la
sangre gitana es como el agua bendita. Si en la pila de la iglesia hay una
pequeña cantidad bendecida la que eches después será toda bendita. Al derecho y
al revés: Caso de “Joselito”, todo payo. Caso de Rafael, todo gitano. Y su
hermano Fernando, al que le dedicó el pasodoble el maestro Lope, pero que no
pasó de banderillero, aunque dicen que le inspiró a su hermano Rafael muchas de
sus genialidades. El último ejemplo de estas genialidades, el hijo de Julio
Aparicio y la “bailadora” Malena Díaz.
Hace unos
meses, allá por el mes de abril pasado, se publicó la noticia ilustrada de la
existencia de la pintora más cotizada del Mundo que se llama Lita Cabellut, es
natural de Sariñena, Huesca, tiene 54 años y es gitana. Fue un impulso más a mi
interés por lo gitano. ¿Qué pasa en los toros que tenemos como escondido al
único de sus representantes con la
alternativa tomada hace más de dos décadas. Y se apellida Díez, como Malena, y
es de linares como José Fuentes, que tiene pinceladas, Palomo Linares ajeno al
duende y Curro Vázquez más cerca del sevillanismo de San Bernardo. Y mira por
donde, Curro Díaz se ha destapado este año y ya está en la lista de los
privilegiados, los del “pellizco”, los ángeles y la madre que lo trajo al
mundo. En Calasparra le perdonó la vida al toro “Plebeyo” de Victorino, en
Madrid en marzo con toros de Torrealta y
Gavira y en la Feria
de Otoño con toros de Puerto de San Lorenzo, en Linares el Trofeo Manolete y
siempre actuaciones bien templadas, de agudo sentido artístico y valor sereno y
sin claudicaciones. Lo de Madrid con las volteretas incluidas, épico. Demora
con la espada pero reconocimiento junto a su compañero del curioso mano a mano,
el pacense Guerrero.
La carrera
de Curro Díaz Flores ha sido lenta y cansina, como para abandonar en esas
tardes de angustia en las que no se resuelve nada. Nació en Linares el 20 de mayo
de 1974, debutó con picadores antes de cumplir los 16 años en Manzanares, dos
años después debutó en Madrid y el cartel de su alternativa en Linares lo
completaron Juan Carlos García y Sebastián Córdoba con toros de Valdemoro el 1
de septiembre de 1997. Confirmó en Madrid con Frascuelo y Guillermo Albán y
nada menos que con toros del cura de Valverde. Más o menos, certificado de
defunción artística. 31 de agosto de 2003. Un toro de Cuadri en Madrid y otro
de Fraile en Sevilla dieron alas hasta llegar a esta temporada en la que ha
dado muestras de su calidad artística y de su humana responsabilidad. En plena
madurez -42 años – puede conseguir en la próxima estar en los mejores carteles
y darle a esos carteles el toque maravilloso de la honda gitanería. La de
verdad. No quiero que quiten a nadie, pero los que ya han tenido
oportunidades múltiples para repetir su
discurso deben dejar la palabra a otros para que nos dicten el suyo tanto
tiempo silenciado. Tenemos un torero gitano y tenemos que degustarlo. Sabor
fuerte y delicado, aroma de naranjo y pinares, canción de fragua y de mar. Distinto porque para eso es gitano.
Es, desde luego, una forma de ser torero.