miércoles, 29 de junio de 2011

La crisis y los nacionalistas

San Juan es un santo torero y fogatero. Se liquidan los trastos viejos, se enciende la antorcha gorda y redonda y, cuando bajan las llamas, se intenta saltar entre nubes de calor. Y al quedarse todo en ascuas hay quien sube a su espalda a la novia y machaca las cenizas con los pies descalzos. Y los que pisan con fe no se queman. Los toros explosionan sobre el cielo azul alicantino. Buena oportunidad para que el de la tierra, José Mari Manzanares, relumbre más que el sol aunque lo haga por tierras burgalesas. Lo destacable es que le velocidad de crucero del torero es constante y que cuando tiene que amarrar su triunfo monta la espada y unas veces al volapie y otras a recibir o sus vaiantes de aguantar o a un tiempo el resultado suele ser contundente. Manzanares es un torero largo, puede que más largo que su padre aunque no le llegue a su paraiso de artista. Es José Marí padre fue un excelentísimo torero, lo juro. Pero es posible que el hijo tenga más cuerda. Confío en que así sea.

En mi pueblo, Ejea de los Caballeros, que figura en el catálogo de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, también celebran las Fiestas de San Juan con espectáculos taurinos en su plaza que en el mes de septiembre próximo cumplirá el medio centenar de años de su inauguración no oficial en la que se celebró una corrida de toros con ganado de Terrones y la alternativa que recibió el aragonés Ángel Agudo "El Greco" de manos de Dámaso Gómez y con el testimonio de Rafael Girón. Fue el 10 de septiembre de 1961 y, al día siguiente, 11, se dio una novillada de Auxilio Pérez Tabernero para el segoviano Andrés Hernando, el venezolano Efraín Girón y el colombiano Oscar Cruz. Rrematadas las obras, la inauguración oficial fue el 9 de septiembre de 1962, Feria de la Virgen de la Oliva, con toros de Lisardo para Gregorio Sánchez, Curro Girón y Luis Segura. Solo se lidiaron dos toros por culpa de la lluvia y el nuevo piso de la plaza. Bueno, el caso es que ya hemos cumplido las Bodas de Oro del coso de Luchán, rebautizado con el nombre de Miguel "Cincovillas" en memoria del diestro ejeano muerto trágicamente en accidente de automóvil, y que, después de años de sesteo organizativo, la presencia de la Peña Taurina Martincho pusom en marcha la ingente tarea de meter a Ejea de los Caballeros en el calendario taurino nacional después de figurar en el siglo XVIII como una de las zonas más destacadas de la cría del ganado bravo.Esta feria de San Juan, la de este año de 2011, compuesta por un concurso de recortadores, un festejo de rejones con toros aparentes de "Sepúlveda", de Yeltes, Salamanca, con antigüedad de 1844 y prosopia ganadera no hace muchos años, emboladores y saltos con toros de fuego y un concurso de roscaderos que es la variedad casi exclusiva de esa zona de Las Cinco Villas de Aragón. Hacía calor, el sol caía plano y achicarrante y la gente se quedó en su casa. De setecientos a quinientos espectadores en cada función. ¿Qué ocurrirá al final del verano, allá por septiembre? ¿Y en el mes de agosto?

Lo pregunto porque los elegidos de Bildu para los insttituciones vascas ya han propuesto que se retiren las subvenciones para los toros de Bilbao y no sé lo que hará el alcalde de San Sebastián con su plaza de Illumbe, la que sustituyó a la antigua del barrio de Gross, el Chofre, después de muchos años de abstinencia donostiarra y gracias al impulso de Manolo Chopera y el concejal Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA de un tiro en la nuca. El Chofre era el templo taúrico de los franceses de Bayona a Nimes y San Sebastián su gran feria. Luego los de San Sebastián se tuvieron que marchar a Bayona para disfrutar de su espectáculo favorito y, poco a poco, se han ido acostumbrando al monstruo de concreto de Illumbe. ¿Qué pasará de aquí en adelante? Me pongo en lo peor y no razono. ¿Qué va a pasar en Barcelona? Sigo en el desasosiego y la incertidumbre. Hace pocos días estuve en Bilbao, en el hotel Carlton, y recordé acontecimiientos de hace cuarenta años, de aquella cogida que sufrió Antonio José Galán que el cirujano de la plaza calificó de grave y que no retuvo al cordobés de Fuengirola en la clínica. Se montó en un renault-8 y se fue hasta Málaga. Un toro de Conde de la Corte que se llevó a Raúl Aranda de lado a lado de la plaza, un miura de 700 kilos, a Antonio Ordóñez, Paco Camino o "El Viti". Hace unos días estuve en Bilbao y me fuí a La Taberna a saborear un par de vinos, las fotos taurinas, los cuadros de González Marcos, José Puente y Luis García Campos, este bilbaíno de nacimiento y con un apunte en acuarela de Manuel Benitez, leve aunque definitorio, y el artesonado con estampas de La Tauromaquia de Goya. También recordé a Gana, el arquitecto que hizo la nueva plaza casi como Lope de Vega hacía las comedias: en horas veinticuatro. O como construyó el acuaducto de Segovia el diablo. Ahí está el Norte aficionado a los toros pese a que les llamen morlacos. Era el calificativo con los que motejaba a los toros del encierro de Pamplona un locutor de R.N.E.

El famoso F.F. Román se inventó lo del "burladero de la segunda suerte" (¿cuál sería el de la primera?) y calificó de "catafalco" al color negro. Tétrico. Pero yo querría aprovechar la ocasión para presentar mis excusas al matador de toros malagueño Manolo Segura, fallecido recientemente. Espero que me las admita desde el más allá. En mi libro "Amores y Desamores Toreros" decía que Carmen Cervera, luego baronesa Tyssen, se había casado en primeras nupcias con el diestro malagueño cuando en realidad el auténtico Manuel Segura era un agente de seguros que, afortunadamente, vive todavía y parece contar con una buena mano izquierda por lo que tiene que intervenir en las relaciones de Carmen Tyssen con su hijo Borja Tyssen, en realidad Borja Segura. Y en este capítulo me ha sorprendido también la muerte del teniente Colombo, que me he enterado ahora que en realidad se llamaba Peter Falk, pero cuyos signos identificatorios son la ajada gabardina, el ojo a la virulé y la faria a medio consumir en sus manos. También he sabido que uno de sus maravillosos episodios tuvo caracter taurino con Ricardo Montalbán como intérprete de un famoso torero que se metía en líos policiacos. Pero rematamos el mes de junio y empieza la gran temporada taurina con la feria de San Fermín y con las que seguirán en estos meses de verano que confío en que, como en el Turismo, sea productiva y triunfal para todos, sobre todo para los toreros, incluido el novedoso y restringido José Tomás. ¿Qué fuerza tendrá el de Galapagar que con una docena de actuaciones puede condicionar toda una temporada? Eso es bueno para él y malo para la Fiesta Española, pendiente ahora de la gran crisis económica y las veleidades nacionalistas en zonas tan tradicionalmente taurinas como Cataluña y las Vascongadas. Barcelona, San Sebastián y Bilbao son plazas fundamentales en nuestra Historia.

miércoles, 22 de junio de 2011

LA TELEVISIÓN Y LOS TOREROS

Es un enigma que a mí no me cuadra. Las televisiones, al margen de algunas regionales y la de pago del bien “pagaó” fenicio, no quieren saber nada de toros, solo en caso de cogidas o tragedias adyacentes. Pero los programas mal llamados “del corazón” se afanan por llevar a sus platós más remuneradores a toreros de toda especie y condición, de los que se visten de luces brillantes o mortecinas, de los que andan a su alrededor, servidores, parientes o amigos, apoderados, administradores, amantes, esposas, viudas, viudos y perritos que les ladren. Algunos salen casi incólumes, otros tocados y unos cuantos, destrozados, para el arrastre. Los hijos de “Paquirri” y Carmina Ordóñez no sé cómo han podido supervivir casi gloriosamente. Son los dos, Francisco y Cayetano, los que cuentan con el árbol genealógico con más raíces y ramas de toda la torería andante y las cosas han llegado a tal extremo que hasta se discutió por parte de algunos compañeros la Medalla de las Bellas Artes que se le concedió a Francisco Rivera Ordóñez, hijo de torero muerto en el ruedo de Pozoblanco, hermano, nieto y biznieto de toreros. Y yo no he visto nunca que el que ahora utiliza el sobrenombre de su padre, “Paquirri”, se comportara groseramente ante las pantallas de televisión, contara intimidades escabrosas o evidenciara que allí estaba porque le pagaban un buen dinero. No son ellos los que, en mi admiración hacia los que son capaces de vestirse de luces y enfrentarse a los toros, luego acuden a los foros sentimentales para hablar de sus vidas privadas y beneficiarse de esa fama especial. Sí hubo alguna que supo explotar su maternidad y no se recató de anunciar a los cuatro vientos que el padre de la criatura era un torero. Alguna otra lloró sus penas de viuda por los escenarios de España y el mundo y la de más allá confesó intimidades de la hija del gran maestro o de las infidelidades matrimoniales. Jaime Ostos se plantó en los escenarios más diversos y sus heridas de tantas tardes se descosieron de amargura y sin sangrar. A “Jesulín” le lanzaban prendas menores en las corridas de género y luego él se bajaba los pantalones ante Mercedes Milá en manifestación censurable de lo que puede hacerte un toro. Ortega Cano se casó con “la más grande” y se convirtió en el viudo de España. Su familia política, y en ocasiones la propia, le buscaron las vueltas a la situación y se instalaron en el más productivo de los escenarios. Se salvó Rocío, la hija de la “más grande”, pero el de Cartagena subía su particular calvario con las caídas inevitables. Hasta que ha llegado lo del accidente fatal y esos mismos escenarios que él visitaba para dar sus explicaciones con hermanos y cuñados se afanan por darle vueltas a un asunto que solo pueden resolver las autoridades y los jueces.
Pero ocurrió hace pocos días, me sentí avergonzado y se me cayó el alma a los pies, como se decía antes. Yo conocía a Rafael Corbelle Bravo, sabía que su verdadero nombre es Ciriaco, que, como su hermano Juan, nació en Recas, en la provincia de Toledo, por estos días hará 75 años, que fue, como su hermano, novillero y banderillero y que, una vez despojado del vestido de luces, se hizo apoderado de diestros de diversa fortuna, que estuvo en las cuadrillas de toreros tan significativos como Gregorio Sánchez, Palomo Linares y el propio Ortega Cano y que allí, en el plató vigilado por sagaces preguntadores, estaba para reivindicar la figura de su accidentado maestro. Y dijo dos cosas: que José era muy macho y que entre sus conquistas estaba una señora, esposa de milenario matador de toros (pasa de los cuatro mil estoqueados a lo largo de sus más de veinte años de alternativa) y que a mí me consta que nunca pasó de la atención que su buena educación le dictaba y de la relación de apoderamiento que tenía el torero con su padre. Hay que tener mucho cuidado con las cosas que se dicen o que se insinúan. No conozco la compensación económica que habrá recibido Corbelle por esta aparición en la pequeña pantalla y no tengo ni idea de cuál es su situación dineraria, pero no me parece que se compensen unas cosas con otras. Tampoco creo que sea acertado que Carlos Ruiz Villasuso, en “Aplausos”, censure la portada cerril y bochornosa de la revista “El Jueves” y, para castigar a sus autores, incida negativamente en la sensibilidad de los católicos y las gentes de buen gusto:” hostias, joder, hijoputa (a la andaluza, sin el de) y a ti te la suda”.
Llevaba muy malos días en el cultivo de lo que todavía es mi afición y todavía se acentuaban los tonos grises de mi ambiente con la cogida en Las Ventas de Abellán en la boca, con mucha menos suerte que la de Juan Mora el día de la Beneficencia, cuando me llegaron noticias de Nimes y de su feria de Pentecostés con los inventos de Simón Casas de medias corridas de distintas ganaderías y en competición, los Miuras contra los de Victorino, los juampedros de Fuente Ymbro frente a los santacolomas de La Quinta y el interesante cartel de la alternativa del caballero Manolo Manzanares de la mano del Supremo Hermoso de Mendoza y el testimonio de su hermano José Mari a pie. Poca cosa con las más famosas ganaderías, las de don Eduardo y don Victorino, de fea presentación, sobre todo los que fueron desde Zaheriche, éxito fabuloso de Castella con un toro de “Fuente Ymbro”, y espectacular Manzanares, el de a pie, que les cortó cuatro orejas y un rabo a los toros de “Garcigrande”. Juan Bautista obtuvo tres trofeos con los toros de Juan Pedro Domecq y con él, “El Juli” y Luis Bolivar se completa la lista de matadores de toros que han abierto en esta feria nimois la Puerta de los Cónsules, algo parecida a la del Príncipe con un ambiente distinto pero digno de admiración.
Legalmente tuvo que salir a hombros también “Morante de la Puebla” puesto que la autoridad le concedió las dos orejas del cuarto toro de Núñez del Cuvillo, pero el diestro no las mostró durante la vuelta al ruedo porque unos cuantos, no sé si docenas, centenas o miles, protestaron esa concesión. Me fui a internet y contemplé lo que le hizo el de la Puebla del Río a ese toro castaño y receloso, que no remató nunca por abajo, incierto, débil de manos y de nula entrega. Morante lo toreó en pases fundamentales por ambas manos, largos y enjundiosos y remató las series a media altura con esos toques sublimes que solo nacen de la inspiración de un artista. Y como los franceses chanelán de esto, la banda-orquesta interpretó el Adagio del Concierto de Aranjuez, no aseguro si con solos de trompeta o clarinete porque mi oreja y el sonido no me permiten más precisiones. Hace años escuché una versión del Aranjuez por un clarinetista francés cuyo nombre no recuerdo porque perdí el disco. Morante mató al castaño de una estocada y yo le hubiera dado también las dos orejas aunque una de ellas compartida con los músicos para que le acompañaran en su salida triunfal a los sones del Concierto del maestro Rodrigo. ¿Es esto sensibilidad? Yo creo que sí. Otra semana empezaba el lunes, 13, con mejores perspectivas toreras. Ahí, en el ruedo, es donde tienen que estar los toreros.

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

lunes, 13 de junio de 2011

OXÍMORON, FIGURA RETÓRICA

No lo cuenta el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, pero sí doña María Moliner que en esto de la palabra era un fenómeno. No se atenía a la norma, como Juan Belmonte, y por eso incluye en su Diccionario de Uso del Español la palabra oxímoron que define como la figura retórica que surge de la unión de dos palabras de significados contrapuestos, como por ejemplo que le nieve ardía y el fuego se helaba, que, en mi ignorancia, achacaba su uso el invento del señor Bergamín que, al final de sus días, se fue al infierno abrazado a la ikurriña. Qué lástima, ¡con lo que le gustaba Rafael de Paula! Con ese buen paladar no se puede uno afiliar a la ETA. El caso es que a veces me obsesiono con los temas y les doy más vueltas que a una peonza de aquellas que se lanzaban al duro suelo con el impulso de la cuerda enroscada a su panza. Por ello he llegado a la conclusión de que no es Bergamín el promulgador de los “oxímorones” de los tiempos modernos puesto que, mucho antes de que Bergamín contara lo del de la Paula sin ruido y sin voz, existía una jota navarra que contaba “que la nieve ardía y el fuego se helaba y que, por soñar imposibles, en lo alto del Pirineo soñé que tú me querías”. Y puesto a recordar, pese a mi provecta edad, llegué hasta 1964 y rememoré un artículo que publiqué en FIESTA ESPAÑOLA, en el que aseguraba que Manuel Benítez “El Cordobés” había acabado con la fama de don Alfredo gracias a la ingeniosa proyección que había programado don Rafael (El Pipo), a la maduración de ese invento y a la respuesta del propio protagonista, que hasta había conquistado El Pardo una tarde junto a “El Litri” y los caballeros Bohórquez y Domecq ante la presidencia del inquilino del citado palacio y pese a los revolcones y atropellos que sufrió el de Palma del Río y que a mí me llevaron a evocar en la crónica subsiguiente la figura de El Piyayo. Ahora, ante la metamorfosis política del señor Rubalcaba, me he enterado, creo que por la palabra del señor Burgos, que, por entonces y ahora, en España solo hay un don Alfredo: Di Stefano, futbolista del Real Madrid que se retiró ese año de 1964.
Y, acomodado en el Olimpo de mis recuerdos, quiero agradecerle a Woody Allen que en su última y deliciosa película “Midnight in Paris” (“Medianoche en París”, más en castizo) haga una evocación de los años 20 en la capital francesa y rememore las figuras de Hemingway y su consejera taurina Gertrude Stein, que le recomendó que fuera a Madrid a los toros y viera una corrida en la que actuaban Nicanor Villalta, “Gitanillo de Ricla” y “Nacional”, tres aragoneses, y prendiera en él su demostrada afición a los toros, y las figuras no menos interesantes de Picasso, Dalí y Buñuel, con el aditamento torero de don Juan Belmonte, inspirador áulico de los intelectuales. El señor Allen me emociona hasta tocando el saxofón.
Vuelta a nuestros tiempos, como en la película. He visto alguna muestra de la corrida de la Beneficencia y he escuchado expresiones que me llevan a exagerar la vigencia del oxímoron cuando un comentarista dice que un torero escuchó silencio o que el toro, al sentirse podido, protestó. De esa corrida de la Beneficencia, que, desde luego, no resultó brillante yo me quedé con la faena de Juan Mora al cuarto toro de Victoriano del Río, la gracia con la que el extremeño, por delante, se lo llevó a los medios y lo dejó en el sitio con un leve remate. No tenía mucho fundamento el toro, pero todo lo que le hizo Mora fue con talento y gracia. Nada de repetir la faena al uso de tantos derechazos y naturales en diversas series y sus correspondientes remates sino todo sutil, alado, leve y profundo (otro oxímoron), sin violencias ni crispamientos. La armonía callada de un torero angelical, sin alas pero con alma. La crítica importante se fijó más en la pelea técnica de “El Juli” con sus dos toros o en los detalles artísticos de Morante que, dada su idiosincrasia, no pueden faltar. Pero yo me quedo con la tarde de Juan Mora y su decisión con la espada en sus dos toros, en el primero a cambio de un puñetazo en la boca a punto de empitonarle por un ojo (todavía hay milagros) y en el cuarto, citando a recibir y matando al encuentro o a un tiempo, suertes también meritorias. Y todo propiciado porque Juan Mora es el único matador de toros del amplio escalafón, que puede que llegue a los 250 componentes, que torea con la espada de auténtico acero toledano. Ven ustedes, pues me fui tan contento para mi casa después de departir y repartir buenos tragos de buen vino y conversaciones y controversias civilizadas con don Luis, don Jesús, presidente de la Peña “Herrerín y Ballesteros”, don Ramón, el Gran “Romito”, torero, Sagrario, jubilada de maestra y cada vez más puesta en el tema taurino, su esposo Vicente, comisario de la policía científica, Luis Alfonso, detective, y el colombiano Andrés que, como tal colombiano, habla un buen español pese a “Sesar” ( Rincón) y sus toros y el que lleva la cuenta de nuestros trasiegos vinícolas. Al final, viene Alberto, jefe de sala, y nos alivia con unas tapas de buen queso. Así vivimos la Feria de San Isidro y otras ferias en el mesón más taurino de Zaragoza, el “Mesón del Campo del Toro” que fundaron dos toreros que murieron jóvenes, Fernando Moreno, que probó todos los palos del toreo, matador de novillos, banderillero, picador y rejoneador en bicicleta y disfrazado de orangután , y Jacinto Ramos, cordobés, emigrante en Zaragoza, en donde hizo sus intentos de llegar a figura del toreo, y que amplió sus aventuras hasta desembarcar en tierras americanas e iniciar su profesión de excelente restaurador. Gracias a su hija, Cristina, y el esposo de ésta, Dani Cascán, gran cocinero tudelano, se mantiene con toda devoción el aroma taurino del “Mesón del Campo del Toro”, que es como se llamaba desde siglos el terreno donde está el establecimiento, junto a la iglesia del Portillo y en los alrededores de La Aljafería, antiguo escenario de las justas de caballeros y toros, lanzas y armaduras. Una recomendación: el que no lo conozca que vaya a ver el Palacio de La Aljafería, se sorprenderá. Luego, unas verduras de nuestras huertas y un rabo de toro a la cordobesa. Buen vino, el postre delicado y el café las copas y el habano en la obligada terraza de estos tiempos. Buen menú, señor.

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

lunes, 6 de junio de 2011

LA LLEGADA DEL MESIAS TAÚRICO

Llevaba muchos días, desde principios de este mes de mayo, a la espera del toro bravo, que no es el toro noble ni el tonto ni el entregado. Es el que pelea. Y ello no depende del tamaño y puede que ni de las fuerzas. Hace un par de años, Ferrera se encontró en Zaragoza con un toro bravo de Bañuelos, los que llaman de “las nieves”, y todavía no se ha enterado de cómo le puso banderillas, lo toreó (es un decir) y lo mató. Le dieron una oreja como le pudieron regalar un bombón helado. Pero estamos en Madrid, en el mes de mayo de 2011 y con la fiebre del toro bajando por la calle de Alcalá hasta Las Ventas del Espíritu Santo. Es buena esta enfermedad porque se habla de toros y el miembro de la Real Academia Española nombra a Vicente Zabala Portolés mejor cronista taurino del siglo XX porque, además, pertenecía a la redacción del ABC verdadero. Yo pienso que es mejor escritor su hijo, Vicente Zabala de la Serna, aunque con las prisas de las técnicas modernas pretenda que un toro, en lugar de hollar la arena madrileña, haga hoyos en el ardiente albero. Pero escribe bien, con fuerza, con indómita bravura. Otra cosa es la serena sabiduría de Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, impenitente visitador de los zocos de la comunicación pretos de árabes y bulgaros. Para Anson dejamos la poética evocación de sus vivencias, el hielo ardiente como el albero y el fuego helador de una tarde de San Isidro. O lo último, con Leonardo de inspirador: “En “La dama del asrmiño” habla el silencio de Dios”. Bergamín no sabía lo que inventaba con su “música callada”. La metáfora, la alegoría llevada al absurdo y la contradicción.
Pero yo quería hablar de los toros de Madrid, desde los de la pasada Feria de la Comunidad hasta los de la Feria de San Isidro. A la primera pertenecieron tres corridas de alcurnia, al menos por el nombre: “Carriquirri”, Conde de la Corte, al que yo llamo “cortesanos” y no “condesos” porque condes hay unos pocos en España, y Hernández Plá unido a lo de San Martín de la misma procedencia “santacolomeña” de Buendía. A todos les pusieron el mismo sello: bajos de raza. No bajos de casta sino bajos de raza. La raza es algo más amplio y significativo que la casta. Una pena. Lo de “Carriquirri” y San Martín son sociedades anónimas y lo de los Herederos del Conde de la Corte y de Hernández Pla , sociedades limitadas. Mi teoría es que antes los toros se parecían a sus criadores y ahora … a una sociedad ya sea anónima o limitada. ¿Puede tener una sociedad raza o casta? Hay algún caso, pero es cuando el representante de esas sociedades tiene la personalidad ganadera de don Pablo Lozano. El resto se diluye entre las siglas comerciales. Y si en la primera feria los toros tuvieron el denominador común de la baja raza, esta característica continuó con los “atanasios” de “Valdefresno” y los “torrestrellas” de “Vellosino”, para aflorar la agresividad con los “albaserradas” de José Escolar y dedicarla un homenaje póstumo a don Juan Pedro Domecq, con un excelente quinto al que Uceda Leal le hizo una completa lidia rematada con su acreditada condición de matador de toros. Más “juampedros” con” El Montecillo” y un excelente tercero de la misma procedencia de la corrida de “El Ventorrillo” con premio de dos orejas para Talavante. Los primeros Núñez del Cuvillo, bajos de raza, y los segundos necesitaron el apaño de un “torreón” de Ortigao Costa y un “torrestrella” de Carmen Segovia, que aportó hasta cinco sobreros. Los “atanasios” de” El Puerto de San Lorenzo” también necesitaron un par de sustitutos de Carmen Segovia y Salvador Domecq, los también “juampedros” de Parladé sustituyeron a los rechazados de Garcigrande y los de “El Torreón” de César Rincón, todos “juampedros”, estos últimos remendados por un toro de Carmen Segovia. Entre medias, los de “El Partido de Resina”, descastados y bellos como los de Pablo Romero, y, después, el oasis de” Alcurrucén” con un toro muy bravo al que le cortó la oreja Sebastián Castella con lo difícil que es aguantarle la embestida a un toro bravo bravíisimo. Fue una corrida muy bien presentada en la que bajaron el tercero y el quinto, mientras que sus parientes de “El Cortijillo”, de José Luis Lozano en las responsabilidades, merecieron el calificativo de moda: bajos de raza. Como los “jaumpedros” de “Las Ramblas”, tan de escaso juego como los de Samuel Flores, en otros tiempos favoritos. Serios y rematados y el segundo excelente de “Peñajara”, procedencia de Baltasar Iban que en paz esté y que no se entere de lo poco que se tiene en cuenta a su querida vacada. Los “peñajara” se completaron con un quinto de Carmen Segovia y resucitó César Jiménez premiado con sendas orejas que le valieron la tercera salida a hombros de los diestros de a pie, después de la de Talavante con los de “El Montecillo” y José Mari Manzanares con los Núñez del Cuvillo del 18 de mayo. Fracaso de Palha pese a sus ilustres antecedentes de Pinto Barreriros, Isaías y Tulio Vázquez y don Baltasar y la apoteosis a modo del AMÉN del Mesías de Georg Friedrich Händel con los toros de los Herederos de don Celestino Cuadri Vives. Seis toros seis magníficos de estampa, armónicos pese a su tamaño que, en peso. llegó hasta los 631 quilos, de hermosas testas y salidas desiguales pero mayormente al paso para, poco a poco, enterarse de cuál era su obligación dentro de aquel círculo guerrero y frente a caballos, caballeros, chulos y matadores. Se llamaban “Aragonés”, “Zapato”, “Formal”, “Podador” y “Bolo” y no sé de donde les vienen sus nombres pero lo de “Aragones” me suena a Tarazona de Aragón, a los pies del Moncayo, pero ni él ni el llamado “Formal” hicieron honor a la proverbial nobleza aragonesa. Con ellos luchó a lo gladiador un hombre bien puesto en estas lides,” El Fundi”. Bueno “Zapato”, algo menos “Podador”, pero ahí apareció la casta de un torero vizcaíno hecho en tierras de La Alcarria, de la mano del mielero vendedor de quesos y matador de toros José Luis Sedano, que también le soltaba platos a Manolo Molés para que los rompiera con sus tiros de escopeta. Por esas tierras de Guadalajara la brava aprendió Ivan Fandiño a salvar las embestidas de los bravos y ello lo demostró en su primero, en el que le pidieron la oreja y dio una rotunda vuelta al ruedo y lo ratificó en el quinto, el de mayor peso, del que le concedieron la oreja en una más dramática pelea. En este toro se lucieron los tres banderilleros de la cuadrilla de Fandiño, “Jarocho”, Pedro Lara y “Llaverito”. Fueron los “cuadri” toros muy exigentes. Había que estar muy bien con ellos. Enseñarles con el capote, recibirlos los subalternos, que para eso estaban antes, y torearlos sobre las piernas y hacia atrás, como al tercero que salió al paso y asustadizo, picarles delantero y con sangre, banderillearlos con sosiego y saliendo de la suerte de frente, muletearles desde el comienzo de la embestida hasta el final, primero en lidia, luego en lucimiento, y no fue lo que se les hizo a lo largo de la tarde. Puyazos al pico de la paletilla como en el primero, con malas artes al segundo, el tercero derribó pero luego salió coceando, embistió con peligro a la muleta y hasta cogió a Alberto Aguilar de mala manera pero con la suerte de no resultar herido. Cabeceó en el peto el cuarto y en los siguientes puyazos, hasta tres, el piquero le puso la vara en el morrillo, mal picado el quinto y peor el sexto con puyazos traseros. Nada que ver con aquello que le decía “Joselito el Gallo” a su picador: “Camero, pica delantero”. Mucho artificio pero poca eficacia. Pese a la opinión del jurado de San Isidro y al margen del homenaje que se merecía don Juan Pedro Domecq tan vilipendiado por los “indignados” del toreo, a mí me impactaron más las corridas de Alcurrucén y esta que con tanto amor propio, honradez e hidalguía cuida el hijo de don Celestino, Fernando Cuadri. A don Victorino le dieron en pleno San Isidro la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. El brillante paleto de Galapagar recuperó la casta de Albaserrada desde lo de Escudero Calvo. Lo de Cuadri es crear algo que no existía y, si mérito tuvo su progenitor, no es menor el de su continuador. Yo es que creo mucho en los ganaderos arquitectos de la bravura: en Pablo Lozano, don Álvaro Domecq, don Baltasar Ibán y este Fernando Cuadri que puso remate a una complicada y variada Feria de San Isidro. Loados sean todos ellos.