Es un enigma que a mí no me cuadra. Las televisiones, al margen de algunas regionales y la de pago del bien “pagaó” fenicio, no quieren saber nada de toros, solo en caso de cogidas o tragedias adyacentes. Pero los programas mal llamados “del corazón” se afanan por llevar a sus platós más remuneradores a toreros de toda especie y condición, de los que se visten de luces brillantes o mortecinas, de los que andan a su alrededor, servidores, parientes o amigos, apoderados, administradores, amantes, esposas, viudas, viudos y perritos que les ladren. Algunos salen casi incólumes, otros tocados y unos cuantos, destrozados, para el arrastre. Los hijos de “Paquirri” y Carmina Ordóñez no sé cómo han podido supervivir casi gloriosamente. Son los dos, Francisco y Cayetano, los que cuentan con el árbol genealógico con más raíces y ramas de toda la torería andante y las cosas han llegado a tal extremo que hasta se discutió por parte de algunos compañeros la Medalla de las Bellas Artes que se le concedió a Francisco Rivera Ordóñez, hijo de torero muerto en el ruedo de Pozoblanco, hermano, nieto y biznieto de toreros. Y yo no he visto nunca que el que ahora utiliza el sobrenombre de su padre, “Paquirri”, se comportara groseramente ante las pantallas de televisión, contara intimidades escabrosas o evidenciara que allí estaba porque le pagaban un buen dinero. No son ellos los que, en mi admiración hacia los que son capaces de vestirse de luces y enfrentarse a los toros, luego acuden a los foros sentimentales para hablar de sus vidas privadas y beneficiarse de esa fama especial. Sí hubo alguna que supo explotar su maternidad y no se recató de anunciar a los cuatro vientos que el padre de la criatura era un torero. Alguna otra lloró sus penas de viuda por los escenarios de España y el mundo y la de más allá confesó intimidades de la hija del gran maestro o de las infidelidades matrimoniales. Jaime Ostos se plantó en los escenarios más diversos y sus heridas de tantas tardes se descosieron de amargura y sin sangrar. A “Jesulín” le lanzaban prendas menores en las corridas de género y luego él se bajaba los pantalones ante Mercedes Milá en manifestación censurable de lo que puede hacerte un toro. Ortega Cano se casó con “la más grande” y se convirtió en el viudo de España. Su familia política, y en ocasiones la propia, le buscaron las vueltas a la situación y se instalaron en el más productivo de los escenarios. Se salvó Rocío, la hija de la “más grande”, pero el de Cartagena subía su particular calvario con las caídas inevitables. Hasta que ha llegado lo del accidente fatal y esos mismos escenarios que él visitaba para dar sus explicaciones con hermanos y cuñados se afanan por darle vueltas a un asunto que solo pueden resolver las autoridades y los jueces.
Pero ocurrió hace pocos días, me sentí avergonzado y se me cayó el alma a los pies, como se decía antes. Yo conocía a Rafael Corbelle Bravo, sabía que su verdadero nombre es Ciriaco, que, como su hermano Juan, nació en Recas, en la provincia de Toledo, por estos días hará 75 años, que fue, como su hermano, novillero y banderillero y que, una vez despojado del vestido de luces, se hizo apoderado de diestros de diversa fortuna, que estuvo en las cuadrillas de toreros tan significativos como Gregorio Sánchez, Palomo Linares y el propio Ortega Cano y que allí, en el plató vigilado por sagaces preguntadores, estaba para reivindicar la figura de su accidentado maestro. Y dijo dos cosas: que José era muy macho y que entre sus conquistas estaba una señora, esposa de milenario matador de toros (pasa de los cuatro mil estoqueados a lo largo de sus más de veinte años de alternativa) y que a mí me consta que nunca pasó de la atención que su buena educación le dictaba y de la relación de apoderamiento que tenía el torero con su padre. Hay que tener mucho cuidado con las cosas que se dicen o que se insinúan. No conozco la compensación económica que habrá recibido Corbelle por esta aparición en la pequeña pantalla y no tengo ni idea de cuál es su situación dineraria, pero no me parece que se compensen unas cosas con otras. Tampoco creo que sea acertado que Carlos Ruiz Villasuso, en “Aplausos”, censure la portada cerril y bochornosa de la revista “El Jueves” y, para castigar a sus autores, incida negativamente en la sensibilidad de los católicos y las gentes de buen gusto:” hostias, joder, hijoputa (a la andaluza, sin el de) y a ti te la suda”.
Llevaba muy malos días en el cultivo de lo que todavía es mi afición y todavía se acentuaban los tonos grises de mi ambiente con la cogida en Las Ventas de Abellán en la boca, con mucha menos suerte que la de Juan Mora el día de la Beneficencia, cuando me llegaron noticias de Nimes y de su feria de Pentecostés con los inventos de Simón Casas de medias corridas de distintas ganaderías y en competición, los Miuras contra los de Victorino, los juampedros de Fuente Ymbro frente a los santacolomas de La Quinta y el interesante cartel de la alternativa del caballero Manolo Manzanares de la mano del Supremo Hermoso de Mendoza y el testimonio de su hermano José Mari a pie. Poca cosa con las más famosas ganaderías, las de don Eduardo y don Victorino, de fea presentación, sobre todo los que fueron desde Zaheriche, éxito fabuloso de Castella con un toro de “Fuente Ymbro”, y espectacular Manzanares, el de a pie, que les cortó cuatro orejas y un rabo a los toros de “Garcigrande”. Juan Bautista obtuvo tres trofeos con los toros de Juan Pedro Domecq y con él, “El Juli” y Luis Bolivar se completa la lista de matadores de toros que han abierto en esta feria nimois la Puerta de los Cónsules, algo parecida a la del Príncipe con un ambiente distinto pero digno de admiración.
Legalmente tuvo que salir a hombros también “Morante de la Puebla” puesto que la autoridad le concedió las dos orejas del cuarto toro de Núñez del Cuvillo, pero el diestro no las mostró durante la vuelta al ruedo porque unos cuantos, no sé si docenas, centenas o miles, protestaron esa concesión. Me fui a internet y contemplé lo que le hizo el de la Puebla del Río a ese toro castaño y receloso, que no remató nunca por abajo, incierto, débil de manos y de nula entrega. Morante lo toreó en pases fundamentales por ambas manos, largos y enjundiosos y remató las series a media altura con esos toques sublimes que solo nacen de la inspiración de un artista. Y como los franceses chanelán de esto, la banda-orquesta interpretó el Adagio del Concierto de Aranjuez, no aseguro si con solos de trompeta o clarinete porque mi oreja y el sonido no me permiten más precisiones. Hace años escuché una versión del Aranjuez por un clarinetista francés cuyo nombre no recuerdo porque perdí el disco. Morante mató al castaño de una estocada y yo le hubiera dado también las dos orejas aunque una de ellas compartida con los músicos para que le acompañaran en su salida triunfal a los sones del Concierto del maestro Rodrigo. ¿Es esto sensibilidad? Yo creo que sí. Otra semana empezaba el lunes, 13, con mejores perspectivas toreras. Ahí, en el ruedo, es donde tienen que estar los toreros.
BENJAMÍN BENTURA REMACHA
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