Llevaba muchos días, desde principios de este mes de mayo, a la espera del toro bravo, que no es el toro noble ni el tonto ni el entregado. Es el que pelea. Y ello no depende del tamaño y puede que ni de las fuerzas. Hace un par de años, Ferrera se encontró en Zaragoza con un toro bravo de Bañuelos, los que llaman de “las nieves”, y todavía no se ha enterado de cómo le puso banderillas, lo toreó (es un decir) y lo mató. Le dieron una oreja como le pudieron regalar un bombón helado. Pero estamos en Madrid, en el mes de mayo de 2011 y con la fiebre del toro bajando por la calle de Alcalá hasta Las Ventas del Espíritu Santo. Es buena esta enfermedad porque se habla de toros y el miembro de la Real Academia Española nombra a Vicente Zabala Portolés mejor cronista taurino del siglo XX porque, además, pertenecía a la redacción del ABC verdadero. Yo pienso que es mejor escritor su hijo, Vicente Zabala de la Serna, aunque con las prisas de las técnicas modernas pretenda que un toro, en lugar de hollar la arena madrileña, haga hoyos en el ardiente albero. Pero escribe bien, con fuerza, con indómita bravura. Otra cosa es la serena sabiduría de Ignacio Álvarez Vara “Barquerito”, impenitente visitador de los zocos de la comunicación pretos de árabes y bulgaros. Para Anson dejamos la poética evocación de sus vivencias, el hielo ardiente como el albero y el fuego helador de una tarde de San Isidro. O lo último, con Leonardo de inspirador: “En “La dama del asrmiño” habla el silencio de Dios”. Bergamín no sabía lo que inventaba con su “música callada”. La metáfora, la alegoría llevada al absurdo y la contradicción.
Pero yo quería hablar de los toros de Madrid, desde los de la pasada Feria de la Comunidad hasta los de la Feria de San Isidro. A la primera pertenecieron tres corridas de alcurnia, al menos por el nombre: “Carriquirri”, Conde de la Corte, al que yo llamo “cortesanos” y no “condesos” porque condes hay unos pocos en España, y Hernández Plá unido a lo de San Martín de la misma procedencia “santacolomeña” de Buendía. A todos les pusieron el mismo sello: bajos de raza. No bajos de casta sino bajos de raza. La raza es algo más amplio y significativo que la casta. Una pena. Lo de “Carriquirri” y San Martín son sociedades anónimas y lo de los Herederos del Conde de la Corte y de Hernández Pla , sociedades limitadas. Mi teoría es que antes los toros se parecían a sus criadores y ahora … a una sociedad ya sea anónima o limitada. ¿Puede tener una sociedad raza o casta? Hay algún caso, pero es cuando el representante de esas sociedades tiene la personalidad ganadera de don Pablo Lozano. El resto se diluye entre las siglas comerciales. Y si en la primera feria los toros tuvieron el denominador común de la baja raza, esta característica continuó con los “atanasios” de “Valdefresno” y los “torrestrellas” de “Vellosino”, para aflorar la agresividad con los “albaserradas” de José Escolar y dedicarla un homenaje póstumo a don Juan Pedro Domecq, con un excelente quinto al que Uceda Leal le hizo una completa lidia rematada con su acreditada condición de matador de toros. Más “juampedros” con” El Montecillo” y un excelente tercero de la misma procedencia de la corrida de “El Ventorrillo” con premio de dos orejas para Talavante. Los primeros Núñez del Cuvillo, bajos de raza, y los segundos necesitaron el apaño de un “torreón” de Ortigao Costa y un “torrestrella” de Carmen Segovia, que aportó hasta cinco sobreros. Los “atanasios” de” El Puerto de San Lorenzo” también necesitaron un par de sustitutos de Carmen Segovia y Salvador Domecq, los también “juampedros” de Parladé sustituyeron a los rechazados de Garcigrande y los de “El Torreón” de César Rincón, todos “juampedros”, estos últimos remendados por un toro de Carmen Segovia. Entre medias, los de “El Partido de Resina”, descastados y bellos como los de Pablo Romero, y, después, el oasis de” Alcurrucén” con un toro muy bravo al que le cortó la oreja Sebastián Castella con lo difícil que es aguantarle la embestida a un toro bravo bravíisimo. Fue una corrida muy bien presentada en la que bajaron el tercero y el quinto, mientras que sus parientes de “El Cortijillo”, de José Luis Lozano en las responsabilidades, merecieron el calificativo de moda: bajos de raza. Como los “jaumpedros” de “Las Ramblas”, tan de escaso juego como los de Samuel Flores, en otros tiempos favoritos. Serios y rematados y el segundo excelente de “Peñajara”, procedencia de Baltasar Iban que en paz esté y que no se entere de lo poco que se tiene en cuenta a su querida vacada. Los “peñajara” se completaron con un quinto de Carmen Segovia y resucitó César Jiménez premiado con sendas orejas que le valieron la tercera salida a hombros de los diestros de a pie, después de la de Talavante con los de “El Montecillo” y José Mari Manzanares con los Núñez del Cuvillo del 18 de mayo. Fracaso de Palha pese a sus ilustres antecedentes de Pinto Barreriros, Isaías y Tulio Vázquez y don Baltasar y la apoteosis a modo del AMÉN del Mesías de Georg Friedrich Händel con los toros de los Herederos de don Celestino Cuadri Vives. Seis toros seis magníficos de estampa, armónicos pese a su tamaño que, en peso. llegó hasta los 631 quilos, de hermosas testas y salidas desiguales pero mayormente al paso para, poco a poco, enterarse de cuál era su obligación dentro de aquel círculo guerrero y frente a caballos, caballeros, chulos y matadores. Se llamaban “Aragonés”, “Zapato”, “Formal”, “Podador” y “Bolo” y no sé de donde les vienen sus nombres pero lo de “Aragones” me suena a Tarazona de Aragón, a los pies del Moncayo, pero ni él ni el llamado “Formal” hicieron honor a la proverbial nobleza aragonesa. Con ellos luchó a lo gladiador un hombre bien puesto en estas lides,” El Fundi”. Bueno “Zapato”, algo menos “Podador”, pero ahí apareció la casta de un torero vizcaíno hecho en tierras de La Alcarria, de la mano del mielero vendedor de quesos y matador de toros José Luis Sedano, que también le soltaba platos a Manolo Molés para que los rompiera con sus tiros de escopeta. Por esas tierras de Guadalajara la brava aprendió Ivan Fandiño a salvar las embestidas de los bravos y ello lo demostró en su primero, en el que le pidieron la oreja y dio una rotunda vuelta al ruedo y lo ratificó en el quinto, el de mayor peso, del que le concedieron la oreja en una más dramática pelea. En este toro se lucieron los tres banderilleros de la cuadrilla de Fandiño, “Jarocho”, Pedro Lara y “Llaverito”. Fueron los “cuadri” toros muy exigentes. Había que estar muy bien con ellos. Enseñarles con el capote, recibirlos los subalternos, que para eso estaban antes, y torearlos sobre las piernas y hacia atrás, como al tercero que salió al paso y asustadizo, picarles delantero y con sangre, banderillearlos con sosiego y saliendo de la suerte de frente, muletearles desde el comienzo de la embestida hasta el final, primero en lidia, luego en lucimiento, y no fue lo que se les hizo a lo largo de la tarde. Puyazos al pico de la paletilla como en el primero, con malas artes al segundo, el tercero derribó pero luego salió coceando, embistió con peligro a la muleta y hasta cogió a Alberto Aguilar de mala manera pero con la suerte de no resultar herido. Cabeceó en el peto el cuarto y en los siguientes puyazos, hasta tres, el piquero le puso la vara en el morrillo, mal picado el quinto y peor el sexto con puyazos traseros. Nada que ver con aquello que le decía “Joselito el Gallo” a su picador: “Camero, pica delantero”. Mucho artificio pero poca eficacia. Pese a la opinión del jurado de San Isidro y al margen del homenaje que se merecía don Juan Pedro Domecq tan vilipendiado por los “indignados” del toreo, a mí me impactaron más las corridas de Alcurrucén y esta que con tanto amor propio, honradez e hidalguía cuida el hijo de don Celestino, Fernando Cuadri. A don Victorino le dieron en pleno San Isidro la Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo. El brillante paleto de Galapagar recuperó la casta de Albaserrada desde lo de Escudero Calvo. Lo de Cuadri es crear algo que no existía y, si mérito tuvo su progenitor, no es menor el de su continuador. Yo es que creo mucho en los ganaderos arquitectos de la bravura: en Pablo Lozano, don Álvaro Domecq, don Baltasar Ibán y este Fernando Cuadri que puso remate a una complicada y variada Feria de San Isidro. Loados sean todos ellos.
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