lunes, 26 de noviembre de 2012

FEÍSMO

Nueva velada taurina. Esta vez en los alrededores de Zaragoza, río Gállego arriba, después de pasar Santa Isabel y Montañana, donde supervive la bar “El Castoreño” que inauguró hace años el más polifacético de los toreros aragoneses, Fernando Moreno, que fue novillero, rejoneador en bicicleta disfrazado de orangután, banderillero y picador, hasta llegar a Peñaflor que tiene una peña taurina con más de trescientos socios presidida por Armando Sancho, aficionado de hueso colorado que ha resucitado el hierro de Ripamilán y que mantiene vivo el palpitar de la afición taurina en este rincón aragonés. El entregó el micrófono a Angel Solís para que ejerciera de presentador de los premiados en este año de 2012 y de animador del coloquio que se mantuvo entre estos y el público asistente que llenó la biblioteca del Centro Cívico peñaflorense. El de la mejor corrida fue para la de Ana Romero (Santa Coloma); la mejor novillada, a la de Adelaida Rodríguez (Lisardo, línea Murube); conservación de una casta, a los herederos de Juan Luis Fraile (Graciliano); mejor faena de la Feria del Pilar, a Antonio Gaspar “Paulita”; mejor afición; a “Tauronaria”, un grupo de la Facultad de Veterinaria de Zaragoza; labor de comunicación, a mi persona (por viejo y en pugna con el mejor, Ignacio A. Vara “Barquerito”) y menciones especiales para el toro “Infeliz” de “Torrestrella” (Don Álvaro y la fuerza del sino taurino), para el picador Tito Sandoval por toda su temporada y en especial en Zaragoza y para Maria Pilar Zalaya, entusiasta colaboradora de la promoción taurina.

Hubo amplia discusión y, ¡milagro!, sin citar ni a Padilla ni a José Tomás. En mi parlamento cité a don Enrique Aguinaga y su pasión por la Teología (es más viejo que yo y sólo quiere hablar de Dios y con Dios, cosa que también me preocupa a mí porque espero que Dios sepa de toros gracias a Goya y Picasso, pecadores pero buenos conocedores de la Tauromaquia y dignos del perdón divino) de mi actividad en este mundo primero como espectador, después como periodista (mi premio llevaba el nombre de Alberto Maestro, al que dediqué un recuerdo especial por su apoyo en tiempos difíciles, a su hija Laura y a las aragonesas que formaron un grupo estupendo, con Susana la de Alcorisa, la hija de Sesma e Isabel Sauco, de Pinseque, Gallur, Ejea y Tauste, en donde se encontró con la alegría), empresario, apoderado, comisario de exposiciones y responsable de la Plaza de Toros de Zaragoza como técnico de la Diputación Provincial. Más de setenta años en este mundo. Y, gracias a Dios, mantengo la mente libre y activa. Y vivo, por ahora. Que sea por muchos años y que me entere.

Esta es la cara de mi moneda de hoy. La cruz es el título: el feísmo. Recuerdo una película de hace muchos años que el protagonista se pasaba el rato llamando feo a todo lo que no le gustaba. Me agradaría tener el valor y la osadía de hacer lo mismo en muchas de las circunstancias que me toca vivir y, principalmente, cuando viajo en autobús y veo a los jóvenes con hierros en la cara, anillas en la nariz o las orejas, en camiseta y con tatuajes invasivos en el pecho y los brazos, cortes de pelo como pequeños jardines, extensiones y colores, colocando los pies en el asiento de enfrente, haciendo pompas de chicle o grabando letras en los cristales de las ventanas. Vestuarios y calzados barrocos o de la calabaza. Feos, feos, feos. En la pintura, Tapies, Miralles, Saura o Miró. ¿Qué quedará de ellos dentro de un siglo? Lo que queda del “Tiroriro”, “Rascayú” cuando mueras que harás tú, “La Vaca Lechera” merengada, “Chiquilicuatre”, Lady Gaga y Mick Jagger. De Barceló y su perro-toro salchicha que está en la Real Maestranza de Sevilla y que creo que costó diez millones de pesetas, la cúpula de Bruselas o la catedral de Palma de Mallorca, y los toreros gordos de Botero.

Ya en los toros, hay muchas cosas feas. De momento, algunos vestidos de torear. En principio, todos los catafalcos de F. F. Román. ¿Qué hace un torero vestido de catafalco? Los que le diseñó Alberti a Luis Miguel en su reaparición, copiados por J.J. Padilla antes del suceso zaragozano, los butanos, amarillos o apastelados, los de falsos chalecos, el que no se pone faja, enseña los tirantes o se descalza sin motivo. Hay que ser torero y parecerlo. Eso lo repetía Rafael Guerra y lo practicaba. Una vez fue a la plaza de toros de Córdoba a ver a un novillero que había recomendado y, al llegar al patio de cuadrillas, le preguntó a su acompañante cuál de ellos era. Se lo señaló el interpelado y lo contestó “Guerrita”: “Vámonos pa casa”. Luego el susodicho diestro llegó a tomar la alternativa y se hizo rico con una taberna en los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid, en la que había una cabeza de toro con esta leyenda: “Este toro lo mató Félix Colomo no sabemos cómo”.

No me gustan los capotes almidonados, recortados y con la esclavina bordada con las iniciales del dueño, las largas cambiadas “a porta gayola”, las navarras, las carreras y los saltos en banderillas, levantar los palos hasta el cogote, el par al violín y que no se prodiguen los “de poder a poder” o al sesgo, ni los puyazos traseros, la suerte “de la fregona”, el peto actual, “la carioca” y no darle el pecho al toro (se entiende, el pecho del caballo), que varios banderilleros sujeten al toro en un burladero al salir los caballos al ruedo, se deje al toro en el peto y no se haga el quite verdadero, se ponga la montera bocabajo para regocijo de algunos espectadores, se inicien las faenas de muleta sin tener en cuenta al toro, las muletas grandes con estoquilladores enormes, el torear en uve, el retrasar la pierna de salida, agacharse o curvar la figura. Me gusta la naturalidad. No hace muchos años, los principiantes solían codillear y se consideraba como un defecto porque no vaciaban la embestida del toro. Ahora, como la arruga, el codilleo es bello. Belleza es condición indispensable para considerar al toreo como arte. Pero para alcanzar la Gloria, a los tendidos tiene que llegar la emoción. Eso solo se consigue con el toro. Con el toro, el caballo y el torero que lo sean y lo pareacan.

Enemigo del peto actual y de los Reglamentos. Yo los suprimiría y los dejaría reducidos a un solo artículo: que se cumpla lo que se anuncia en los carteles. Luego el público decidirá; si le gusta lo contemplado premiará al torero y volverá la próxima vez y hasta puede que salte al ruedo para sacar a hombros al triunfador. Ahora hay un equipo de hombres-taxi con camisetas de propaganda que suelen salir en los espacios publicitarios más que los toreros. No me gusta que se coman pipas en los tendidos o se beban “gintonics” sin medida y no se pare en el asiento, se pida música con palmas de tango o se le mande parar cuando se coge la espada. ¿Le ha preguntado alguien al toro si moriría más feliz escuchando un pasodoble. El de “Er Chi-Chi” no, desde luego. Se tocó en la pasada Feria del Pilar, esa que se anunció con un cartel de un buen pintor, Moreda, pero feo sobre todo desde el punto de vista técnico-taurino, un torero de verde ejecutando un pase de muleta encogido de hombros y con la cabeza escondida se supone que para que se viera la silueta del Pilar. Entre los toreros se dan muchas clases de estéticas, de bellezas. Yo prefiero a los góticos y meto en esta clasificación a Lagartijo, a Rafael el Gallo, a Pepe Luis, Curro Romero y Morante. Románicos como Frascueelo, Joselito, Marcial, Armillita o Luis Miguel. Barrocos como “Paquirro”, Gaona, “Cagancho” y Paula. Churriguerescos como “Cúchares”o “El Cordobés”. Y Antonio Bienvenida y Domingo Ortega, dos herrerianos de muy distinta construcción pero ambos basados en la naturalidad. La lista es mucho más extensa y variada, pero se me permitirá, en mi particular estética, que cite una entrevista reciente hecha en Sevilla a Pepe Luis I, Pepe Luis II y a José Luis Vázquez, hijo de Manolo y nieto del primer Pepe Luis, que al año que viene iniciará su oposición para que se le conozca como Pepe Luis III. Y Pepe Luis Vázquez, a sus 91 años, recuerda a tres toreros, el senequista “Manolete”, el gótico casi románico Manolo González y el flamígero Pepín Martín Vázquez. ¡Cuanta belleza! Hay que desterrar el feísmo, puede ser la solución.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Premios Peña Taurina Peñaflorense

Por: Ignacio Bentura Aznárez

Esta tarde se han entregado los premios de la Peña Taurina Peñaflorense de la Temporada 2012.
Primero ha habido una recepción en la sede de la peña  y posteriormente se ha hecho entrega de los premios en el Centro Cívico de Peñaflor.
Inaugurado por el presidente de la peña, Armando Sancho Recaj y presentado por Ángel Solís, el acto ha contado con la participación de los premiados y con una buen afluencia de público, no se ha colgado el cartel de no hay billetes, pero casi.
Este año se le ha concedido el premio a la mejor labor informativa a Benjamín Bentura Remacha, reconociendo y premiando su trayectoria e implicación en la difusión de la Fiesta.
Merecido reconocimiento a una vida volcada en esta afición que le viene de cuna. Se nota que de casta le viene al galgo
Gracias a su independencia y su profundo estudio de la tauromaquia, siempre nos aporta su visión, sin influencias, no quedándose en la mera crítica, obligándonos a leer con detenimiento para captar todo lo que nos quiere transmitir.
No podría dejar de citar al que yo creo que es su maestro, con permiso de Barico, su paisano "Don Francisco el de los Toros", cada uno en su estilo y en su tiempo, pero dos maestros.

Esperemos que sean muchos más

Premios de la Peña Taurina Peñaflorense (Temporada 2012)

-Premio “Maestro Chenel Antoñete” a la Faena para el Recuerdo: A Antonio Gaspar "Paulita" por su faena realizada al toro “Flameado”, de la ganadería de Ana Romero, lidiado en sexto lugar en la corrida celebrada el 7 de Octubre.-Premio “Victorino Martín” a la mejor Corrida de toros: A la ganadería de Ana Romero por la corrida lidiada el 7 de Octubre en Zaragoza.
-Premio a la mejor Novillada con picadores: A la ganadería de Adelaida Rodriguez por la novillada lidiada en Zaragoza el 6 de Mayo del 2012.
-Premio “Eduardo Miura Fernández” al Mantenimiento y Recuperación de un encaste: A la ganadería Juan Luis Fraile (encaste Santa Coloma, vía Graciliano).
-Premio “Alberto Maestro” a la mejor Labor Informativa: Benjamín Bentura, por su trayectoria profesional en la información taurina.
-Premio “Juan Luis Cano” al mejor Aficionado: Tauronaria, por su compromiso con la difusión y el estudio del toro de lidia.
-Se concede una Mención especial, al toro "Infeliz" de Torrestrella ganador de la Corrida Concurso de Zaragoza y a Tito Sandoval, picador de toros, por su decidida labor de recuperar el tercio de varas .








Ignacio Bentura Aznárez

lunes, 19 de noviembre de 2012

MI PENÚLTIMO REFUGIO

Me agarro a un clavo ardiendo y voy a Madrid a poner en vivo tantos años de mi vida, de 1932, al año de mi nacimiento, hasta 1978, vuelta a mi tierra natal, con el paréntesis del 36 al 39, años en los que tuve la fortuna de vivir en San Sebastián. Vidal Pérez Herrero, Temple de templario castellano, editor de la Agenda Taurina, me invita a su presentación y me concede el honor de subir al escenario del salón de actos de la Casa del Reloj de Legázpiz y compartir presidencia y palabra con el embajador de México, don Francisco Javier Martínez, el empresario de este mismo país, Pedro Luis Martín Bringas, la concejala de Arganzuela, Carmen Rodríguez, la responsable de la ganadería de Baltasar Ibán, Cristina Moratiel, el que sigue siendo alcalde de Madrid en el recuerdo de muchos madrileños, José María Álvarez del Manzano, el alcalde de Colmenar Viejo, Miguel Angel Santamaría y la adorable y torera Dolores Navarro, que tuvo el detalle de confesarme que leía mis crónicas, algo que le agradecí muy especialmente porque uno escribe para que le lean. Me acompañaron hasta el viejo Matadero mi primo José Luis Cerezo, aficionado práctico, pintor y escultor y residente en México y nuestro paisano Ramón Acín, descendiente de los ganaderos Ferrer de Pina de Ebro, saludé al colombiano Diego Ramos, el Messi de los artistas toreros, y a Pablo Guzmán, el gran restaurador de Aranjuez, y vi de lejos a Peñuca de la Serna y a muchos amigos más a los que no pude acceder porque había tanta gente que no encontré la forma tomar contacto con ellos. Después de la intervención del embajador mexicano, todos los que hablamos le manifestamos nuestra envidia porque el señor Martínez dijo que en cada lugar de su extensa patria había siempre un rincón para vivir la fiesta de los toros. Pues, en España, no. En España hay lugares en las que está prohibida.

Era cuestión de hablar de México y este fue mi parlamento: Pienso que mi relación taurina con México se inicia el 24 de agosto de 1934, cuando Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado” actuaron mano a mano en Madrid, en la vieja plaza de la Carretera de Aragón, y mi padre firmó la crónica del festejo en las prestigiosas páginas de “El Debate”, magníficamente ilustrada con los apuntes de Roberto Domingo. Lorenzo Garza había renunciado a su primera alternativa y, como “El Soldado”, había intervenido en otras novilladas anteriores para desatar la curiosidad de los madrileños que agotaron las localidades en las taquillas de la calle Victoria, taquillas que continuarían su función a mediados del mes de octubre de aquel año después que en esta plaza se celebrara su postrer función con Cañero, Marcial, “Cagancho” y Rafael “Gitanillo de Tríana” y se abrieran los accesos a Las Ventas del Espíritu Santo. Después del éxito madrileño, Lorenzo Garza volvió a tomar la alternativa de manos de Juan Belmonte (¡casi na!) en Aranjuez y Luis Castro continuó su seguro camino hasta consagrarse definitivamente. A los dos los conocí en México y a Garza tuve la suerte de entrevistarle años después en el Museo Taurino de Las Ventas. “El Ave de las Tempestades”, “Lorenzo el Magnífico” se mantuvo en los ruedos largos años y en 1965, el 7 de noviembre, le concedió la alternativa a su paisano Manolo Martínez en el lugar natal de ambos, Monterrey, y todavía sumó otras dos actuaciones el 20 de enero de 1966 en León Guanajuato junto a Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez, y otra el 20 de febrero, otra vez en Monterrey, con Paco Pallares y Raúl Contreras. La presencia en esos carteles de José Fuentes y Paco Pallares me hace pensar que algo tuvo que ver en la prolongación de la vida torera de Garza don Rafael Sánchez “Pipo”, apoderado de ambos y cuyo centenario de su nacimiento se cumplió el pasado día 15 de noviembre.

Cuando me inicié en el periodismo, escribí una larga serie de artículos sobre la historia taurina mexicana y, como colofón, el 5 de enero de 1964 me embarque en Aeronaves y me presenté en la capital mexicana. La primera corrida que vi en la Monumental fue una de “La Punta” que lidiaron Jaime Rangel, Manuel García “Palmeño” y la pretendida confirmación de Oscar Realme, ya que en el saludo de capote a su primer toro resultó cogido y con dos graves heridas que le impidieron recibir estoque y muleta. Rangel era el héroe esperado para enfrentarse a los consagrados diestros españoles y aquella tarde cortó dos orejas del cuarto toro mientras que Paco Camino se las veía muy complicadas con su recién estrenado suegro, el señor Gaona, que gobernaba los destinos de la mayor plaza del mundo. Cabral, un excelente dibujante, publico una especie de chiste en la que el doctor Gaona abrazaba a su yerno y le preguntaba: -¡Qué piensas, Paco?. – En que solo hablan mal de las suegras.

En la siguiente corrida confirmó su alternativa, española como la de Realme, Fernando Peña, y en “El Toreo” se presentó Manuel Benítez “El Cordobés” con Rafael Rodríguez y Juan Silveti, hijo de “El Tigre de Guanajuato”, y al que yo recordaba especialmente por la corrida que toreó en Madrid con Antonio Bienvenida y Manolo Carmona. Camino y José Antonio Chopera salvaron sus diferencias con el papá de Norma Gaona y, por fin, el de camas hizo el paseíllo desde el largo túnel del miedo hasta profundo ruedo monumental con Joselito Huerta y Jaime Rangel, que cortó tres orejas y rabo a los toros de Reyes Huertas, mientras que Paco solo conseguía un trofeo. Ya estaba el lío armado y se repetía la escena de otros tiempos de Silverio bañando a “Manolete”. Luego vi a Procuna con Diego Puerta, a Alfonso Ramírez “El Calesero” con Antonio Campos “El Imposible”, estuve en la despedida de Juan García Mondeño en la hacienda de Santa Rosa de la familia Barroso, los de Mimiahuapan, y la presencia como picadores de Fermín Bohórquez y Alvarito Domecq y Manuel Benítez le cortó las dos orejas y un rabo en “El Toreo” a un toro de Reyes Huertas el 22 de febrero. El 7 de marzo, en “la México”, Paco Camino, en competencia con cinco diestros nacionales, Humberto Moro, Joselito Huerta, Antonio del Olivar, Emiliano Rodríguez y Jaime Rangel, conquistó la “oreja de oro” aunque solo diera una vuelta al ruedo a la muerte de su toro de “El Rocío” porque, pese a su extraordinaria fama de estoqueador, necesitó tres entradas a matar. La “Rosa Guadalupana” se disputó el 29 de marzo, fue la última que vi en México y la conquistó Joselito Huerta en tarde en la que hizo el paseíllo con “El Calesero”, Antonio del Olivar, Joaquín Bernadó, Emiliano Rodríguez y Jaime Rangel.

Pero mi estancia de tres meses en México fue un tremendo acicate para mi carrera periodística. Conocí a gente muy valiosa como el murciano Isidoro Sánchez, intendente de “la México”, a Alvarito Albornoz, el de “las revoleras”, especiales y personales greguerías, y a muchos añorantes españoles que iban todas las noches a ver a Sara Montiel en “El último cuplé” por sus canciones y los rincones de Madrid, a un gran periodista de “Excelsior”, don Manuel Orta, que me regaló la biografía de Ponciano Díaz ilustrada con un apunte de Cabral del Ponciano rejoneador colocando un par a dos manos, a Carlos León, que en lugar de crónicas escribía cartas, una de ellas al Papa Juan XXIII en la despedida de “Mondeño”, y al también español Luis Carlos Felipe Juan de la Crus Fernández y López de Valdemoro que, al otro lado del Atlántico, dio a luz a “Pepe Alameda”. Pepe por “Joselito” y Alameda por la de Hércules de Sevilla, en donde nació “Chicuelo”. Así se da el gran acontecimiento: se encuentran “Pepe Alameda”, creador del primer programa de toros televisado y que en estos días, como “El Pipo”, hubiera cumplido cien años, y Humberto Peraza, el escultor que, para mí, es el mejor heredero de Benlliure. Allí, en aquella pantalla de la primitiva televisión mexicana, “Pepe Alameda” hablaba de la corrida celebrada y Peraza moldeaba con plastilina la escena más destacada del festejo.

Peraza esculpió un busto de homenaje a “Pepe Alameda” y este, por medio de Juan de la Cruz Fernández y López Valdemoro, le dedicó estos versos:

La emoción de la escultura

cuando esculpido me vi,

fue verme fuera de mí

reducido en forma pura,

deshabitada figura.


Prisionero de tal suerte

la imagen en bronce inerte

tiene una emoción real,

pues anticipa, inmortal,

el vacío de la muerte.

 
Pero en esta Agenda de Vidal Pérez Herrero hay lugar también para un colombiano, Diego Ramos, al que, a pesar de que firmo en ella un artículo sobre él, no puedo describir con palabras. Sólo sé que, al ver el primer alamar que salió de sus pinceles, me convenció. Es algo nuevo dentro de lo clásico, lo eterno. Sorprendente. No le busco precursores porque el colombiano es pintor por generación espontánea y torero por sentimiento. La música de sus colores invade el gran refugio de mis recuerdos. Gracias.

lunes, 12 de noviembre de 2012

ESAS PLAZAS DE TOROS


Me ha llamado mi hijo Ignacio, padre de Diego Bentura, tocayo y descendiente del ganadero del siglo XVIII que lidió toros en Madrid, Zaragoza y Pamplona, y me ha dicho que Luis Miguel confesó que no era cierta la anécdota famosa con Ava Gadner al salir de su habitación, que se la inventó. Ahora solo falta que no sea verdad lo que le contestó Juan Belmonte a don Ramón María cuando este le dijo al falso trianero que solo le faltaba morir en la plaza. No se les puede quitar a los toros todo el ropaje que los transfiguran. No se pueden eliminar las plazas de carros ni los templos en los que se oficia la sagrada ceremonia de la corrida de toros. Tampoco se debe cercenar la liturgia desde el paseíllo a la salida por la Puerta Grande. Ni se pueden desmontar las piedras del templo y trasladarlas a Nueva York, como se hizo en tiempos con las del Románico o el Gótico. Pero tampoco seamos más papistas que el Papa. Admitamos la lógica y confortable evolución. Cuando se cubrió la plaza de toros de Zaragoza, en cuya gestión participé activamente, hubo algunas voces discrepantes que defendían la tesis de que nuestra fiesta nacional necesitaba de sol y moscas y es posible que tuvieran algo de razón. La Monumental de Barcelona se ha cerrado cuando en su graderío uno podía acomodarse en confortables butacas de plástico. San Sebastián ha perdido clientela en su moderno coso, en el Carabanchel madrileño se tienen que apoyar en el baloncesto para sobrevivir, La Coruña ha desaparecido del mapa torero y las del cinturón madrileño dormitan algunos sueños de hipotéticas glorias toreras.

Madrid anuncia para este invierno una innovación que tuvo su precedente hace años en el romano circo de Nimes. En la capital francesa se colocó una cubierta neumática que disminuía su capacidad pero que posibilitaba la celebración de novilladas en pleno invierno. No duró mucho la experiencia, por lo que se puede colegir que no fue positiva. Sin embargo, lo de Las Ventas es distinto. Se trata de una empresa de espectáculos musicales que va a poner una cubierta bajo gradas y andanadas para utilizar solo los tendidos y entonces don José Antonio, “Zorro plateado”, ha insinuado que aprovecharan el invento para organizar novilladas. Desde tiempos inmemoriales se ha tratado de paliar la sequía taurina en las canales del invierno y, a principios del siglo pasado, se utilizó la figura de “Don Tancredo”, aquel que suscribió un seguro de enterramiento, para llevar a los aficionados a la plaza que estaba en lo que hoy es el Palacio de los Deportes, en la avenida de Felipe II. Bien está y Madrid, en marzo del año que viene, volverá a tener su plaza de “Los Vientos” y lloverá en mayo, por San Isidro, porque es muy bueno que llueva en primavera. Yo el tiempo lluvioso le llamo “buen tiempo”. Asientos de granito estrechos e incómodos, con la salvedad de los sillones escurialenses que se perfuman con los aromas del ciemo de los corrales. En uno de esos sillones se sentaba en mis tiempos jóvenes el general legionario y mutilado Millán Astray, manco y tuerto, padrino de boda de Celia Gámez. Luego, Madrid era de Victorino y de Andrés Vázquez, pero, para mí, el que más largo periodo fue torero de Madrid es Antonio Bienvenida , el de General Mola. Su padre, don Manuel, decía que el mejor torero de la familia era Juanito, pero es que los padres siempre protegen al más débil. A mi amigo cordobés José María Portillo, no sé si más “bienvenidista” que “pepeluisista”, le he contado lo que dijo el “Papa Negro” después de ver torear a Antonio en San Sebastián de los Reyes: “Ya me puedo morir tranquilo. Ya he visto torear”. Y se murió, claro.

Pero ahora toca hablar del continente, no del contenido. De las plazas de toros. A la memoria me viene la de “Las Arenas” perfectamente restaurada y sin toros. Son como las mezquitas musulmanas que Fernando el Santo convertía en catedrales y, como era hombre de buen gusto, conservaba lo que de bello tenían los templos de Alá. Es lo que le puede ocurrir momentáneamente a la plaza de Madrid, a la Monumental de México o a la Santamaría de Bogotá. En Las Ventas del Espíritu Santo parece que no hay peligro inmediato aunque no podamos descartar que la gran explanada pueda convertirse algún día en un monstruo comercial junto a la M-30. Hace más de 80 años aquello era un extenso descampado en el que primero se puso la sartén y luego se encendió el fuego. Allí estaba la gran plaza de toros de bella silueta neo-mudéjar, a la que solo podían acceder los alpinistas y algún que otro vehículo acorazado. Así se dio la corrida de la bandera republicana en 1931, pero hubo que esperar hasta el final de la temporada de 1934 para encadenar unos cuantos festejos que condenaron al ostracismo a la de lo que era la Carretera de Aragón a la altura del cruce de Goya con Alcalá. En Madrid no veo demasiado e inminente peligro, pero ¿qué va a pasar con México, Bogotá o San Sebastián? ¿Y en Zaragoza? En México se habla de instalar en el embudo de Cuatro Caminos un complejo cultural, deportivo juvenil. No es como en 1946, ahora la de México está más cerca del centro de la ciudad. La Santamaría de Bogotá, por decisión del alcalde de la ciudad, Gustavo Petro, “de piedra ha de ser la cama”, está cerrada a los espectáculos taurinos porque este señor ha prohibido su celebración. La Corte Constitucional le ha dicho que “prohibido prohibir” por parte de los alcaldes y concejos, que en Bogotá hay corridas desde 1750 y que el tema no es estar o no de acuerdo con las corridas, sino en la libertad de realizarlas si hay personas que quieren verlas. Luego, nuestra San Sebastián, antes refugio de los franceses de Burdeos, Bayona, Pau y el resto de los Pirineos occidentales. José Antonio Chopera ha dicho que, si sus sobrinos tiran la toalla, a él no le importaría intentar que la de Illumbe siguiera siendo plaza de toros, que para eso fue construida tras los años soledad torera que supuso el derribo del coso del otro lado del Urumea. ¿Qué pasará? ¿Y Zaragoza? No soy amigo de hacerle las cuentas a nadie, pero a los empresarios les tienen que salir porque, de lo contrario, se van con la música a otra parte. La incertidumbre es grande y si empezamos por destruir el continente ¿dónde ubicaremos el contenido? Los toros, los toreros y el público. Panorama tenebroso alumbrado por una calabaza vacía con ojos, nariz y boca y una vela encendida dentro. Y esto no nos llego vía Nueva York. Cuando yo era chico, por “Todos los Santos” ya jugábamos a fantasmas.