sábado, 19 de marzo de 2016

LOS OLVIDADOS


Pensaba, rumiaba, le daba vueltas a mis recuerdos y llegaba a la conclusión de que en los años 50 y 60 del siglo pasado se les daba mayor importancia a los viejos toreros. Se conocía mejor su historia y se les tenía en cuenta para preparar el futuro. Los griegos, los romanos (senectus) y ahora también los gitanos respetan a los viejos. En mi juventud se juntaban “Los de José y Juan” y formaban una peña modélica pese a la rivalidad en los ruedos. José quería acabar con todos los que amenazaban su reinado, hasta que llegó Juan y le advirtió de que lo necesitaba a él para hacerse más grande. Luego, el destino le deparó la ingrata sorpresa de que Juan no cayó en el ruedo pese a los augurios nefastos (id a verlo pronto porque lo va a matar un toro) y su rival remató su existencia cuando estaba a unos días de cumplir los 70 años y de un disparo en la sien.”Los de José y Juan” se vistieron de negro. Sunmers hizo una película que tituló “Los ídolos rotos” con varios héroes del pasado y junto al boxeador Paulino Uzcudum, al futbolista Gorostizaga y otros incluyó al torero Nicanor Villalta, que tenía un club de fans en Madrid,  en la plaza de Manuel Becerra, que presumía del torero que más orejas había cortado en Madrid, en las dos plazas de toros vecinas de la calle Alcalá, la de la plaza de Felipe II y la de Las Ventas del Espíritu Santo. En Zaragoza era notorio el culto a Pepe Luis Vázquez,  que luego heredó su hermano Manolo y en uno y otro lado había ciudadanos que añadían en sus tarjetas de visita su condición de manoletistas, pepeluisistas o bienvenidistas. La saga de los Bienvenida tuvo más suerte y encontró en Juan Lamarca a su más conspicuo divulgador a uno y otro lado del océano que mancilló Cristobal Colón. Estaba en estas disquisiciones cuando de la mano  de “Don Ventura” (Ventura Bagüés, aragonés de Huesca) y su libro de mementos taurinos, “Al hilo de las tablas”, recordó que hacía 110 años, el 25 de febrero de 1906, había nacido en Borox Domingo L. Ortega. Coincidió que estos días en la segunda cadena de TV. E. se proyectó la película “Tarde  de Toros”, que dirigió Ladislao Vajda. Es más bien un documental con un argumento simple y tópico del torero viejo, Domingo Ortega, que ya había toreado su última corrida en Zaragoza en octubre de 1954, el torero maduro, Antonio Bienvenida, y el torero novato, Enrique Vera, que aparentaba que tenía cierta amistad con la hermana del anterior. Pugna entre los dos veteranos, amores del más joven y un  espontáneo que se lanza al ruedo y resulta herido de muerte. La disputa entre dos espectadores uno a cada lado de la alambrada que separaba el sol y la sombra protagonizados por Tip (Luis Sánchez Polac) y Top (el primer compañero de dúo del mejor humorista de después de la guerra, sustituido luego por Coll), un coche Hispano Suiza para una cuadrilla, Pepe Isbert, Manolo Morán, apoderado, y  Jorge Vico en el papel de espontáneo, todo alrededor de la pálida muestra de la proyección artística de esos tres toreros porque la mayoría de los documentos gráficos en movimiento, películas o documentales, no dan toda la magnitud de lo que los espectadores sintieron cuando contemplaron en directo esas imágenes. Quizá en este aspecto el pasaje más logrado de toda la filmografía taurina es la faena de Pepín Martín Vázquez en una de las cuatro películas que se han hecho con el tema de Pérez Lugín, “Currito de la Cruz”. Una faena ejecutada en Madrid y montada para la citada película por el fotógrafo Aguayo. No tuvo tanta suerte “Manolete” porque lo que rodó Gance en los estudios de la calle Libertad ha desaparecido y porque la última versión sobre la vida del monstruo cordobés fue un desastre divino y humano. Últimamente lo que más me gusto de cine taurino es lo que hizo Wody Allen en el recuerdo del París de los 30 y el film “Blancanieves”. Para Antonio Bienvenida el momento más brillante de su actuación torera en el film de Vadja es la ejecución  de su abaniqueo con la muleta cogida por el pequeño cáncamo que recoge la franela. Mucho par de banderillas, suerte en la que Antonio no se encontraba a gusto. Las ponía con el par hecho antes de la reunión. “El bueno, el mejor, era mi hermano Pepe”-confesaba el propio Antonio en una entrevista que se reprodujo en ese mismo programa del “Tendido Cero”.
A partir de “El Cordobés”, un montón de diestros se pasaron al celuloide: Palomo Linares, “El Pireo” en una de las versiones de “Currito de la Cruz”, Miguel Mateo “Miguelín” por tierras italianas, y Paco Camino en una evocación de la etapa mística de “Mondeño”. El “Litri” antes y el mexicano Luis Procuna en la  mejor de las películas del género dirigida por Carlo Velo y con el miedo que justifica el valor de los que se visten de luces como protagonista, “Torero”. Pero yo quería recordar a Domingo Ortega porque fallecido Antonio Santainés, me parece que quedamos pocos que lo recordemos. Uno de sus mejores panegiristas es José Luis Lozano y aunque cuente un poco la proximidad de Borox con Alameda de la Sagra, lo cierto es que el pequeño de la saga lozana tiene un paladar exquisito para degustar toreros aunque él no pasara de novillero. Merece la pena escucharle.
Lo primero que viene a la memoria cuando se habla de Domingo Ortega es que era un domador de toros. Pero no responde a esa imagen del látigo, la fuerza, el gesto duro y la mano de hierro. La mano orteguiana estaba cubierta de un guante de plumas, ni una brusquedad, ni una violencia, ni un salto o carrera. Despacio, con calma, como una sílfide patinando sobre la pista de hielo. Asombroso. Pero no es en “Tarde de Toros” donde mejor podemos comprobar las virtudes del borosiano. Habrá que ver aquella tarde del festival homenaje a Nicanor Villalta en Las Ventas cuando bajó al ruedo y en traje de calle toreó a  un  novillo. Como de Pepe Luis tengo el recuerdo de unos lances en la plaza de México y el directo de una tarde en El Escorial en la que me tocó escribir la crónica para El Ruedo cuando yo empezaba en estas lides taurinas. Años después, la tarde de los siete toros que lidió en Madrid Paco Camino o el coraje de Santiago Martín “El Viti” después de que un novillo le rompiera el codo izquierdo al rematar en un burladero. José Luis Peña, traumatólogo especialista en restauraciones óseas como puedo testificar personalmente a causa de un accidente de moto  y cinco fracturas en mi tobillo derecho, recuperó al de Vitigudino. Otra de sus afortunadas intervenciones fue la de los bíceps de Manuel Benítez y algunas más en unos tiempos en los que todavía había que colocar cada cosa (hueso) en su sitio sin esas modernas televisiones que dejen ver todo lo que ocurre por el interior de nuestras dolencias. Los avances técnicos han ayudado mucho a la medicina.
Estaba en lo del olvido de los toreros del pasado, “Miguelín”, por ejemplo, “Mondeño”, inspirador del hieratismo de José Tomás, acentuado por Juan García a raíz de la lesión que sufrió en el tendón de Aquiles, de Puerta, Ordóñez o “Cagancho”, el gitano de los ojos verdes, tan verdes como el terno que vestía el día que toreó en Madrid en homenaje a Soraya, la Emperatriz triste de Persia. Venía el viento de la sierra de Guadarrama y Joaquín Rodríguez bordó unas cuantas verónicas a la altura de la entrada a la enfermería. Paula y Curro.
Curro, Curro Romero, por supuesto, viene a corroborar mi afirmación de que los gitanos veneran a sus ancianos. Ya sé que el de Camás no es gitano, tampoco que se considere anciano aunque haya sobrepasado los 80 años, pero nadie negara que ha sentido en gitano, ha toreado como gitano, ha vivido a lo gitano y los gitanos lo quieren como si fuera uno de los suyos. A petición de Curro Romero yo le hice a “Camarón” la primera entrevista que se publicó en la prensa madrileña cuando el de la Isla se presentó en “Torres Bermejas”. Todavía no se lo había llevado Manolo Caracol a su  garito de la calle Barbieri. Y como los gitanos son así, el pasado día 1 de marzo se juntaron los mejores para dedicarle un homenaje a “su Curro” en el Teatro de la Maestranza de Sevilla: “El Lebrijano”, Miguel Poveda, José de la Tomasa, “Pansequito”, Aurora Vargas, Marina Heredia, Paco Cepero, “Rancapino Chico”, Paco Suarez y la bailaora Eva Yerbabuena. Al final le pusieron a Curro un capote en sus manos y soñó dos verónicas y media que erizaron de emoción los cabellos de los presente, unos pasitos de baile y el cariño y el respeto de toda la gitanería. Hace unos años Curro Romero grabó un disco de villancicos  con “Gitanillo de Triana” de palmero y Antonio Chenel de pareja en el cante más blanco que el cante más profundo del de Camas. A la guitarra, Paco Cepero y las letras de Federico Muelas. Lo guardo en el almario de mi corazón.