jueves, 15 de agosto de 2013

JOSELITO ADAME, JUSTICIA


Hace unos días asistí a la presentación de la Feria Taurina en honor de la Virgen de la Oliva, patrona de la villa de Ejea de los Caballeros, Feria que se encarriló hace más de 30 años para darle el lustre que merecía a la que fue en el siglo XVIII emporio ganadero que competía con Andalucía y Navarra. Luego, en los años 60 del siglo pasado, se construyó la plaza de toros de “concreto” que supervivió triste y oscura durante sus primeros 20 años y que, paradójicamente, se alzó sobre sus cenizas cuando murió en accidente de tráfico el torero más significativo del lugar: Miguel Peropadre, “Cinco Villas” en los carteles. Ahora vuelve a la modestia dadas las circunstancias económicas generales y, pese a que este año las vicisitudes meteorológicas nos hayan sido propicias y la cosecha de cereales de inverno  haya marcado un hito en este lugar ya que hay que reconocer que Ejea de los Caballeros sigue siendo eminentemente agrícola. Tenemos semáforos, pasos de peatones, zona azul y hasta una cámara chivata para el automóvil que cruce uno de esos semáforos en rojo, cuando los que no respetan estas señales son, fundamentalmente, los peatones.
Lo importante no es contar a los lectores lo que van a ser las fiestas ejeanas con los platos fuertes de una corrida de toros y otra de rejones, lo importante para mí es señalar que la empresa que lleva la plaza ejeana – Tauroejea” – ha contratado al mexicano Joselito Adame para el festejo del día 1 de septiembre. Joselito Adame, señores míos, fue el triunfador de la última Feria de San Isidro puesto que actuó en ella dos tardes y en ambas cortó sendas orejas y a punto estuvo de salir a hombros en los festejos en los que lidio toros de “Montecillo” el día 4 de junio y de “Alcurrucén” el 7 de junio, festejo en el que hizo el paseíllo en sustitución del lesionado Iván Fandiño. En esta corrida alternó con “El Cid” y su compatriota Juan Pablo Sánchez, cosa que planteaba algún problema por mor de las disposiciones del convenio entre los toreros de México y España. Se soslayaron esos problemas y pudo ocurrir que, cuarenta y dos años después, un mexicano volviera a abrir la Puerta Grande de Las Ventas, cosa que hizo “in illo tempore” Eloy Cavazos, quien, por fortuna, fue testigo del triunfo de su cuate y destinatario del brindis correspondiente.
Era lógico que, por todas estas circunstancias, Joselito Adame llevara toreadas un par de docenas de corridas incluso en las ferias de junio y julio, Badajoz, Pamplona, Santander, Valencia o Alicante. Pues, no. Al 31 de julio pasado, Adame había toreado tres corridas, las dos de Madrid y una en Soria, el 29 de julio, con toros de Adolfo Martín, ¡vaya regalito!, con Diego Urdiales y Javier Castaño. Además, este corrida, no sé por qué circunstancias, se la debían del año pasado, en el que, después de cortarle una oreja a un toro del Conde de la Maza, otro obsequio, en Sevilla, no se volvió a vestir de luces.
Le empresa de Ejea, “Tauroejea”, está formada por Jesús Mena, un empresario del lugar, y Julio Fontecha como indudable experto en cuestiones taurinas, y llevan, además, las plazas de Tarazona de Aragón, Tafalla, Barbastro y Alcañiz. Lo sorprendente es que esta empresa también ha contratado al mexicano para esas plazas, salvo la oscense de Barbastro, el 15 de agosto en la navarra Tafalla, el 30 de este mismo mes en la Tarazona del Moncayo y el día 10 de septiembre en la turolense Alcañiz, buen aceite. El día 10 de este mes actuó Adame en la manchega Socuellamos, donde cortó tres orejas, y de esta forma se palía en parte lo que era una palpable injusticia. Es cierto que en plazas de tercera, pero menos da una piedra. Y ¡manito, no te rajes! Mucha paciencia y voluntad se necesita para triunfar en la primera plaza del mundo y en la feria más importante del calendario taurino y que ello no se traduzca en contratos significados resulta decepcionante. Al frente del escalafón, Padilla y “El Fandi”.
En Ejea, Adame hará el paseíllo con Javier Castaño y el local Alberto Álvarez para lidiar una corrida de “La Quinta”, otro aliciente importante, y a la corrida de rejones vendrá por vigésimo y no sé cuantas veces más Pablo Hermoso de Mendoza, natural de Estella y ejeano de corazón, acompañado por su discípulo Armendáriz y un hijo del profesor Moura, Miguel. Menguado pero exquisito menú.
El otro día tuve la fortuna de ver la transmisión de una corrida de toros desde la francesa Bayona. Hace unos 30 años que estuve allí y recordaba la singularidad de su arquitectura, el gusto de su decoración, el talante de su público, la altura de uno de sus alguaciles y la bandera española en los mástiles y en los aparejos de las mulillas. Ahora hay otro alguacil de importante talla aunque no creo que sea el mismo de aquellos tiempos, y todo lo demás sigue igual, delicioso, encantador. Bayona puede reemplazar a San Sebastián. San Sebastián no ha muerto ahora. Su agonía viene de los años 70, cuando don José María Jardón vendió el Chofre para ampliar su negocio inmobiliario. Luego, lo de Illumbe es un pastel de hormigón en una zona residencial en la que no huele ni a toros ni a vacas. Huele a cursilería, a ama de cría con moño atravesado por una aguja, cofia, delantal blanco sobre amplia falda abombada por enaguas y refajos. Solo falta el niño vestido de marinero y el barquillero con su ruleta de a perra  gorda la tirada. Idílica estampa. Pero Illumbe no es una plaza de toros. Francia le ha ganado la batalla taurina.
Corrida fea y destartalada de la bilbaína Dolores Aguirre. Un toro bueno, el quinto; otro, detestable, el cuarto. Amabilidad con los toreros. No me enteré de lo mucho que habló Emilio Muñoz en contraste con el mutismo de su antecesor “Antoñete”. Antes de empezar la corrida bayonesa, nos dieron en la pequeña pantalla la cogida de Morante en Huesca. Una docena de veces y siempre con la misma imagen. Morbosa insistencia. Nos podían haber mostrado la media docena de naturales que el de la Puebla le dio al toro que le produjo la grave cornada. Hubiera sido más gratificante. Para mí, aunque ahora no me mueva de mi pueblo, una desgracia. Lo digo por los sufridos asistentes a las futuras ferias de la media temporada que nos queda por delante. Medio agosto, todo septiembre y … Zaragoza. ¿Qué pasará con Zaragoza?  A finales de septiembre hablará la Justicia, pero  la sentencia llegará tarde. Serolo, pese a sus supuestos incumplimientos, logrará sus propósitos. Y Zaragoza y la Fiesta sufrirán las consecuencias. No necesitamos de anti-taurinos. Ya veremos el día que empiecen los “eres” toreros, se recorten las cuadrillas y se supriman muchos de los gastos que encarecen el espectáculo, todo ello añadido al IVA y el resto de los impuestos. Quiero ser optimista, pero me parece que aquí no valen jaculatorias ni rezos. El “Dios proveerá” se queda para asuntos más trascendentes. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

jueves, 8 de agosto de 2013

LO TRADICIONAL Y PAMPLONA



No me meto en los vericuetos farragosos de las ideologías. Como en la Legión, cada uno será lo que quiera. Hablo de lo que a lo largo de los últimos cincuenta años se ha ido convirtiendo en  tradicional. San Fermín, como santo festero y salvador, es una herencia de siglos. El canto ante su hornacina de lo alto de la Cuesta de Santo Domingo es moderno y más si el pareado se canta en vascuence. En  español rima patrón con bendición. Lo del periódico como batuta del ritmo tampoco es tan antiguo. Lo de la camisa y el pantalón blancos y el pañuelo colorado no ha cumplido el siglo. Repaso fotos  desde los años 40 del siglo XX y es a partir de los 50 cuando se nota en el encierro el contraste del albo vestir y el rojo amparador del pañuelico, a veces convertido en el capotillo de la menguada imagen del primer obispo y santo navarro, solo apantallado por la fama peregrina y misionera de San Francisco Javier, brillante seguidor de las doctrinas de San Ignacio, hace unos días conmemorado y cantado  desde Azpeitia por otro Ignacio, “Barquerito”, bautizado con  sangre en la misma Cuesta de Santo Domingo de Pamplona. Fue el 13 de julio de 1991 por culpa (¿?) de un toro del Marqués de Domecq y, Dios sea loado, Ignacio Álvarez Vara  sigue en la brecha y demostrando ser el mejor en la crítica pura, en la gastronomía y en la literatura viajera. Lo digo porque me encuentro entre los privilegiados que puedo leerle a diario.
Volvemos a Pamplona y a sus tradiciones seculares o perdidas por el paso de las modas o los modos. Cuando llegó la televisión se impuso el toque de atención de la conexión eurotelevisiva, se cantaba la “Chica yeyé”, la ranchera “del Rey” o lo pistonudo de “El Viti”, al que siguieron unos cuantos más, y la sincopada repetición de las sílabas de “El Formidable”. Durante muchos años el regreso de los picadores al Patio de Caballos era un tormento y una afrenta insoportable sin tener en cuenta las circunstancias de sus actuaciones. Barras de pan, trozos  de hielo, cubos, botellas y demás objetos arrojadizos caían sobre las cabezas protegidas por los castoreños y las espaldas defendidas por las reforzadas chaquetillas de los varilargueros. Hasta que llegó un día y el delegado de la autoridad conocido por “Mondeño” obligó a Antonio Díaz “Ratón”, picador de la cuadrilla de Diego Puerta, a recorrer todo el ruedo puesto que había picado justo al lado derecho de la Puerta de Cuadrillas. La lluvia de toda suerte de objetos fue tan intensa que cuando  “Ratón” llegó al patio y se bajó del caballo, tomó la vara entre sus manos y se fue directo a ensartar en ella al inmisericorde policía. El gobernador Gerona de la Figuera lo destituyó al día siguiente, lo trasladó a otra provincia y ordenó que, a partir de entonces, los picadores puedan regresar al Patio de Caballos sin pasar por los tendidos de Sol, circulando de derechas a izquierdas, lo que ha convertido a Pamplona en la única plaza de España donde se practica lo que ya es una tradición. En Inglaterra se circula por la izquierda, sólo en el resto del Mundo se circula por la derecha.
Pamplona, Navarra, es paraíso de tradiciones y, además, cuenta con estupendos relatores que dan brillo y fijeza a lo que transcriben desde la cuna a la actualidad. Recuerdo con especial regusto a Ignacio Baleztena “Premín de Iruña” y a José María Iribarren autor de “Retablo de Curiosidades”, “El porqué de los dichos” y de “Pascuas a Ramos” y del magnífico y emocionante relato de la cogida de Rafael Ortega el 8 de julio de 1950. Dos cornadas, una en la pierna derecha y otra en el recto y la vejiga que le produjo un toro de Bohórquez. También  a Rafael García Serrano con “Los toros de Iberia”, “Los sanfermines (1963) y “Las Vacas de Olite”, a Ignacio Aldecoa, de Vitoria, con su “Caballo de Pica” y dejo en cuarentena a Luis del Campo Julio por su acusado chauvinismo que le lleva a convertir a Martincho en vasco o navarro, vamos, vasconavarro, ignorando las pruebas contundentes de su origen aragonés y su indiscutible identidad en Antonio Ebassun, natural de Farasdués, en Las Cinco Villas de Aragón. Luis del Campo, pródigo y feraz investigador, tenía la obsesión de hacer todo navarro y cometer errores que hasta Premín de Iruña desmanteló antes  de que el señor Cossío acercara a Martincho hasta la villla de Ejea de los Caballeros. Hace más de cincuenta años que publiqué en “El Ruedo” la identidad  y origen de Antonio Ebassun y luego el sacerdote guipuzcoano Felipe García Dueñas firmó la biografía del primer torero español con rostro e historia. ¿Es posible que se mantenga el equívoco?
Bueno, hablaba de Pamplona y sus tradiciones, algunas de ellas pasajeras y otras que hacen fortuna y se mantienen: la del paseíllo de los alguaciles, las mulillas y la banda de música por la Plaza del Castillo, que hasta 1840 fue el escenario de los festejos taurinos y en donde se pudieron comprobar las virtudes toreras de Martincho y compañeros y la  bravura de los toros de las ganaderías de Ejea de los Caballeros, que en el siglo XVIII proporcionaron casi el 40% de los toros que se lidiaron en esa plaza. Luego hubo otra plaza muy provisional y la de la avenida de Carlos III de Navarra junto al teatro Gayarre, que dio paso en los años 20 del siglo pasado a la actual, ampliada después hasta alcanzar casi los 20 mil espectadores de hoy con mayoría de blancos y rojos, matiz que me atrevo a fijar hacia los años 50 del mencionado siglo XX, después de examinar bastante material fotográfico, como el de la implantación del uniforme sanferminero. Una reciente publicación de ABC con la reproducción de sus portadas a lo largo de los últimos 110 años, varias dedicadas al tema taurina y la de 1922 al encierro a su paso por la que entonces era Plaza de Doña Blanca de Navarra, con toros de Miura, un mozo caído en el pavimento de adoquines y una docena de corredores tras la manada con uno solo al final que parece llevar un guardapolvos de color claro. Era el segundo año de la nueva y definitiva ubicación de la plaza y de la configuración del nuevo encierro encarrilado hacia la Telefónica por la calle Estafeta, dejando a un lado la Plaza del Castillo destinataria de otros encierros en los que intervenían alguaciles y jinetes mezclados con los corredores de a pie.
Este año la última innovación junto al telón ocultador del balcón del Ayuntamiento, ha sido la de agarrar el pañuelo rojo con las dos manos y, estirado, y seguir el movimiento ondulante de la gran muchedumbre ilusionada y a la espera del chupinazo liberador de toda inhibición. ¡Viva San Fermín! ¿Y en la plaza? Se han prodigado las banderas piratas al ritmo del pareado consiguiente: “Illa, illa, illa, Padillla, maravilla. ¿Y de toros?  Por circunstancias familiares, no he visto todas las corridas y solo recuerdo en lo bueno a los toros de Torrestrella y a los de Dolores Aguirre mientras coloco a los Fraile en el otro punto de la balanza. El torero que más me ha ilusionado es Jiménez Fortes aunque no me agradara su chaquetilla sin alamares de su primera tarde. Pero tiene grandes posibilidades si ata a su apoderado a un burladero y le prohibe las insinuaciones como aquella de los molinetes abelmontados  detrás de las tablas protectoras. Me recordó a don José Flores “Camará”, del que decían que según apoyara su puño a un lado u otro de su cara, “Manolete” tenía que seguir con la derecha o con la izquierda. Y don José, impertérrito, ni se quitaba las gafas oscuras ni emitía juicio alguno. Y, como remate personal, decir que el torero que más me gustó de la última Feria Sanferminera fue José Antonio Carretero, de la cuadrilla de Jiménez Fortes. Dio tres lances largos y templados para que sus compañeros colocaran tres pares de banderillas. Otro pareado final: “Carretero, Carretero, el mejor del Mundo entero”.