El 1 de julio de 1962 se celebró en Las Ventas del Espíritu Santo una corrida goyesca en homenaje al Presidente de Filipinas, Macapagal, al que acompañó en el palco de honor Francisco Franco. La parafernalia previa fue de lo más espectacular con la belleza de Carmen Sevilla como alguacil a la amazona ( el año anterior lo había sido la Duquesa de Alba), seguida de carrozas y banda de cornetas y tambores y la presencia del caballero Pérez de Mendoza bien acomodado en uno de lujosos carruajes para, al llegar al ruedo, desperezarse, montar a caballo y lidiar por los adentros y clavando a la grupa a un escuálido novillo de García Aleas de tan cortos pitones que parecía afeitado pese a que se anunciara en puntas. A pie se lidiaron toros de Salvador Guardiola y de ello se ocuparon Luis Alfonso Garcés, el mexicano Gabriel España y Martín Sánchez “Pinto”, con la curiosa circunstancia de que Garcés confirmó la alternativa del diestro mexicano y este la de “Pinto” porque era más antiguo que el buen torero madrileño. Señalar que, antes de iniciarse el paseíllo, un enlutado alguacil, a caballo y rodeado por unos cuantos compinches, leyó un pregón que había escrito el insigne poeta y gran aficionado a los toros don Gerardo Diego. Con Carmen Sevilla y su sonrisa, fue lo más brillante de la tarde. Los popes de la crítica taurina de entonces era el chispero “Curro Meloja”, don Carlos de Larra, descendiente de “Figaro”, y “Selipe”, don José María del Rey, que más que críticas escribía actas.
A los toros de don Samuel ya los trataba yo como “flores de papel” y se lidiaron en la otra vez fallida corrida de la Prensa mientras la ópera más torera, “Carmen”, se ofrecía como gran espectáculo en la Plaza Mayor de Madrid. De México nos llegaba un diestro particular, Antonio Campos, al que se le conocía por un enrevesado pase de muleta que se calificaba como “El Imposible”. Vino, mostró sus virtudes y marchose como había llegado, discretamente. Manuel Suárez “Aldeano chico”, picador de la vieja escuela que iba al toro de frente con el palo recogido y lo tiraba al morrillo del toro para detenerlo, le dio la alternativa al sobrino carnal de “Mejorcito”, Santiago Ortega Martín, Agustín Pérez Ortega “Mejorcito II”, los dos del toledano lugar de Mocejón, en Valencia, en la tarde en la que se convertía en matador de toros Antonio Ortega “Orteguita”, al que apoderaba el hijo del “Marqués del Bocadillo”, Luis Álvarez, marido de la rejoneadora portuguesa Gina María que andaba en problemas con los rejoneadores españoles (los Peralta como poderosos caballeros) que no le permitían actuar en los ruedos hispanos. Los Álvarez tenían en la calle Núñez de Arce de Madrid un establecimiento de alquiler y venta de ropa de torear, que creo recordar que también tenía entrada por Príncipe. Vicente Molina, novillero de Albacete, bibliófilo de categoría, padre de Federico y Vicente Arnás, era apoderado de David Ribeiro Telles y aseguraba que por parte de los rejoneadores portugueses no había problemas con los españoles. No pensaban lo mismo los Peralta, que también opinaron cuando Carlos Arruza quería echar pie a tierra en sus actuaciones como rejoneador. A Conchita Cintrón tampoco le dejaron coger la muleta. ¡Lo que nos perdimos!
Llegaba el verano, el mes de agosto, y se acercaba el aniversario de la muerte de Manolete y otra vez “Fiesta” tuvo la fortuna de contar con colaboraciones especiales, en este caso la de un joven Fernando Bergamín Arniches, hijo y nieto de ilustrísimos y dispares fenómenos literarios, que se asomó a nuestras páginas con un interesante artículo titulado “El decir de Manolete”, en el que el autor se planteaba la significación del “monstruo de Córdoba” a partir de la afirmación de Greta Garbo de que “había hecho creer al mundo que era gran actriz”. Bergamín Arniches afirmaba que él también se lo había creído y se preguntaba que si ese mismo era el caso de Manolete, que nos había hecho creer que era un gran torero y citaba a Ramón Gaya que en dos ensayos cortos nos presentaba como casos similares a los de Greta los de Pastora Imperio y Manolete. Gran artículo de Bergamín Arniches que, sin querer, me abría una tremenda incógnita: ¿Dónde se habían metido Vicente Zabala y Joaquïn Jesús Gordillo? Con el tiempo se despejó el secreto y a mi alrededor se formó una guardia pretoriana que hicieron posible la continuidad de “Fiesta Española” media docena de años más: Maria Pilar Fernández, genial, el bancario Lorenzo García Benavente, novelista e inventor al estilo ramoniano, que residía en Getafe y, a veces, firmaba como “Getafeñito”, Herrero Mingorance, un bohemio místico, cantor de bellas mujeres y fervores manoletistas, Lisardo Lozoya que se usaba el seudónimo de “Agualimpia”, mi fiel Joaquín Roa y un Manuel F. Molés convertido al taurinismo sin dejar sus teatros y cines y con una crónica curiosa desde su tierra, desde Burriana, en donde se celebró una novillada mano a mano con dos debutantes del lugar que sumaban ciento cuarenta años, Bautista Franch “Franquito” (no censurado) y José Palomero. También le hizo en el mes de septiembre una entrevista a Charlton Heston, que rodaba “55 días en Pekín”, en una barrera de la plaza de Madrid, en la que el actor tomaba apuntes de las suertes de la lidia. Murió Martilyn Monroe y “Fray Talán”, Joaquín Roa, participante en películas como “Bienvenido Mister Marshall”, “Marcelino Pan y Vino” y “Viridiana”, le dedicó una sentida necrológica. Los Bollaín, JoséVega y Fernández Salcedo me mantuvieron sus colaboraciones y amistad
“Miguelañez”, un grueso banderillero que no veía por un ojo y que toreaba con largura y sabor con el capote a una mano y apoderaba a una rejoneadora, Amelia Gabor , que se entrenaba con un toro amaestrado al que llamaba “Felipe”, no sé si con doble significado. En Barcelona, en un festejo de noveles, actuó un becerrista que llevaba la cabeza rapada a lo Yul Brinner y la coleta artificial pegada a la nuca con un esparadrapo. Trágicos recuerdos con la muerte de Lorenzo Lucena, hermano del también novillero Luis, en Santa Cruz del Valle, Ávila, que sufrió rotura de vértebras y falleció en su traslado a Madrid, y el puntillero “Lebrijano Chico”. En Palma de Mallorca, Manuel Benítez solo llenó media plaza con novillitos y Molés ratificó estas negativas impresiones en una novillada en Castellón, lo que alimentaba la gran polémica “Fiesta-Cordobés” que era la salsa de nuestros guisos semanales. Habíamos puesto en las plazas de toros las dos porterías del “balón-pie”. Ya en el mes de noviembre, Maria Pilar le hizo una entrevista a “El Cordobés” en su casa de Madrid y el reportaje se ilustró con varias fotos, en una de las cuales María Pilar le peinaba el flequillo al “Pelos”. Se inauguraba oficialmente la plaza de toros de Ejea de los Caballeros, Zaragoza, con una corrida en la que, con toros de Lisardo, hicieron el paseíllo Gregorio Sánchez, Curro Girón y Luis Segura, y una novillada con reses de Auxilio Tabernero de Paz para Víctor Ruiz de la Torre “El Satélite”, Oscar Cruz, luego esposo de la bailarina María Rosa, y Manuel Benítez “El Cordobés”. Escándalo. Hasta un sacerdote se tiró al ruedo y cuando le ayudaron a subir al tendido resultó que ni calzoncillos llevaba bajo la sotana. Ví de becerristas a los hijos de Morenito de Talavera en Méntrida, Toledo, en donde don Félix Arranz cuidaba y mimaba a las mulas de San Luis de Missouri que llevaba a la corrida de Beneficencia de Madrid.
En octubre se casaron Curro Romero y Conchita Márquez Piquer y don Rafael Sánchez “Pipo”, en pleito constante con su monstruo, el del “mercedes” y él en bicicleta, veía a José Fuentes en Orduña y los fotografiaba Mateo, que era un estupendo profesional pero que prefería moverse por los escalafones inferiores. Una de las fotos el futuro suegro y futuro yerno antes del paseíllo y la otra, un buen natural del de Linares: “Linares se lo llevó y Linares nos lo devuelve”. La imaginación de don Rafael no paraba y en otra foto aparecía con su hijo Salvador, un chaval que ya figuraba como apoderado de José María Montilla, el torero cordobés al que se ha dedicado estos días merecido homenaje en su Córdoba natal. En la lista de novilleros sin caballos de ese año de 1962, cincuenta años hace, los siguientes nombres: Juanito Gimeno y Rafaelín Valencia, hijo de magnífico fotógrafo taurino de La Línea de la Concepción, Manuel Cano “El Pireo”, “Curri de Camas”, Manuel Álvarez “El Bala”, Manolo Triana, al que apoderaba Brageli, un regalo de Navidad (antes había apoderado a Curro Romero y lo cambió por una gabardina y una motocicleta), Amadeo Dos Anjos, Joaquín Camino, Rafael Corbelle, José Luis Teruel “El Pepe” (“Sea usted moderno, sea usted de El Pepe”, autor: Octavio Martínez “Nacional”, su apoderado), Faustino Martínez, de Zaragoza, luego hostelero y con la mala suerte de que se le incendiara una discoteca, y Roberto Espinosa, ahora prestigioso empresario. Se acabó mi primer cincuentenario. Pero, como decía Andrés Segovia, guitarrista y nonagenario, cuando le preguntaron que era lo que le pedía a Dios: Que me deje aquí un ratico más que me encuentro muy a gusto. Recuerdos. En diciembre de ese año de 1962 murió Curro Meloja, bienvenidista. “El Ronquillo”, taxista, rompió el silencio de la plaza de Las Ventas: ¿Qué dirá esta noche Curro Meloja?
A los toros de don Samuel ya los trataba yo como “flores de papel” y se lidiaron en la otra vez fallida corrida de la Prensa mientras la ópera más torera, “Carmen”, se ofrecía como gran espectáculo en la Plaza Mayor de Madrid. De México nos llegaba un diestro particular, Antonio Campos, al que se le conocía por un enrevesado pase de muleta que se calificaba como “El Imposible”. Vino, mostró sus virtudes y marchose como había llegado, discretamente. Manuel Suárez “Aldeano chico”, picador de la vieja escuela que iba al toro de frente con el palo recogido y lo tiraba al morrillo del toro para detenerlo, le dio la alternativa al sobrino carnal de “Mejorcito”, Santiago Ortega Martín, Agustín Pérez Ortega “Mejorcito II”, los dos del toledano lugar de Mocejón, en Valencia, en la tarde en la que se convertía en matador de toros Antonio Ortega “Orteguita”, al que apoderaba el hijo del “Marqués del Bocadillo”, Luis Álvarez, marido de la rejoneadora portuguesa Gina María que andaba en problemas con los rejoneadores españoles (los Peralta como poderosos caballeros) que no le permitían actuar en los ruedos hispanos. Los Álvarez tenían en la calle Núñez de Arce de Madrid un establecimiento de alquiler y venta de ropa de torear, que creo recordar que también tenía entrada por Príncipe. Vicente Molina, novillero de Albacete, bibliófilo de categoría, padre de Federico y Vicente Arnás, era apoderado de David Ribeiro Telles y aseguraba que por parte de los rejoneadores portugueses no había problemas con los españoles. No pensaban lo mismo los Peralta, que también opinaron cuando Carlos Arruza quería echar pie a tierra en sus actuaciones como rejoneador. A Conchita Cintrón tampoco le dejaron coger la muleta. ¡Lo que nos perdimos!
Llegaba el verano, el mes de agosto, y se acercaba el aniversario de la muerte de Manolete y otra vez “Fiesta” tuvo la fortuna de contar con colaboraciones especiales, en este caso la de un joven Fernando Bergamín Arniches, hijo y nieto de ilustrísimos y dispares fenómenos literarios, que se asomó a nuestras páginas con un interesante artículo titulado “El decir de Manolete”, en el que el autor se planteaba la significación del “monstruo de Córdoba” a partir de la afirmación de Greta Garbo de que “había hecho creer al mundo que era gran actriz”. Bergamín Arniches afirmaba que él también se lo había creído y se preguntaba que si ese mismo era el caso de Manolete, que nos había hecho creer que era un gran torero y citaba a Ramón Gaya que en dos ensayos cortos nos presentaba como casos similares a los de Greta los de Pastora Imperio y Manolete. Gran artículo de Bergamín Arniches que, sin querer, me abría una tremenda incógnita: ¿Dónde se habían metido Vicente Zabala y Joaquïn Jesús Gordillo? Con el tiempo se despejó el secreto y a mi alrededor se formó una guardia pretoriana que hicieron posible la continuidad de “Fiesta Española” media docena de años más: Maria Pilar Fernández, genial, el bancario Lorenzo García Benavente, novelista e inventor al estilo ramoniano, que residía en Getafe y, a veces, firmaba como “Getafeñito”, Herrero Mingorance, un bohemio místico, cantor de bellas mujeres y fervores manoletistas, Lisardo Lozoya que se usaba el seudónimo de “Agualimpia”, mi fiel Joaquín Roa y un Manuel F. Molés convertido al taurinismo sin dejar sus teatros y cines y con una crónica curiosa desde su tierra, desde Burriana, en donde se celebró una novillada mano a mano con dos debutantes del lugar que sumaban ciento cuarenta años, Bautista Franch “Franquito” (no censurado) y José Palomero. También le hizo en el mes de septiembre una entrevista a Charlton Heston, que rodaba “55 días en Pekín”, en una barrera de la plaza de Madrid, en la que el actor tomaba apuntes de las suertes de la lidia. Murió Martilyn Monroe y “Fray Talán”, Joaquín Roa, participante en películas como “Bienvenido Mister Marshall”, “Marcelino Pan y Vino” y “Viridiana”, le dedicó una sentida necrológica. Los Bollaín, JoséVega y Fernández Salcedo me mantuvieron sus colaboraciones y amistad
“Miguelañez”, un grueso banderillero que no veía por un ojo y que toreaba con largura y sabor con el capote a una mano y apoderaba a una rejoneadora, Amelia Gabor , que se entrenaba con un toro amaestrado al que llamaba “Felipe”, no sé si con doble significado. En Barcelona, en un festejo de noveles, actuó un becerrista que llevaba la cabeza rapada a lo Yul Brinner y la coleta artificial pegada a la nuca con un esparadrapo. Trágicos recuerdos con la muerte de Lorenzo Lucena, hermano del también novillero Luis, en Santa Cruz del Valle, Ávila, que sufrió rotura de vértebras y falleció en su traslado a Madrid, y el puntillero “Lebrijano Chico”. En Palma de Mallorca, Manuel Benítez solo llenó media plaza con novillitos y Molés ratificó estas negativas impresiones en una novillada en Castellón, lo que alimentaba la gran polémica “Fiesta-Cordobés” que era la salsa de nuestros guisos semanales. Habíamos puesto en las plazas de toros las dos porterías del “balón-pie”. Ya en el mes de noviembre, Maria Pilar le hizo una entrevista a “El Cordobés” en su casa de Madrid y el reportaje se ilustró con varias fotos, en una de las cuales María Pilar le peinaba el flequillo al “Pelos”. Se inauguraba oficialmente la plaza de toros de Ejea de los Caballeros, Zaragoza, con una corrida en la que, con toros de Lisardo, hicieron el paseíllo Gregorio Sánchez, Curro Girón y Luis Segura, y una novillada con reses de Auxilio Tabernero de Paz para Víctor Ruiz de la Torre “El Satélite”, Oscar Cruz, luego esposo de la bailarina María Rosa, y Manuel Benítez “El Cordobés”. Escándalo. Hasta un sacerdote se tiró al ruedo y cuando le ayudaron a subir al tendido resultó que ni calzoncillos llevaba bajo la sotana. Ví de becerristas a los hijos de Morenito de Talavera en Méntrida, Toledo, en donde don Félix Arranz cuidaba y mimaba a las mulas de San Luis de Missouri que llevaba a la corrida de Beneficencia de Madrid.
En octubre se casaron Curro Romero y Conchita Márquez Piquer y don Rafael Sánchez “Pipo”, en pleito constante con su monstruo, el del “mercedes” y él en bicicleta, veía a José Fuentes en Orduña y los fotografiaba Mateo, que era un estupendo profesional pero que prefería moverse por los escalafones inferiores. Una de las fotos el futuro suegro y futuro yerno antes del paseíllo y la otra, un buen natural del de Linares: “Linares se lo llevó y Linares nos lo devuelve”. La imaginación de don Rafael no paraba y en otra foto aparecía con su hijo Salvador, un chaval que ya figuraba como apoderado de José María Montilla, el torero cordobés al que se ha dedicado estos días merecido homenaje en su Córdoba natal. En la lista de novilleros sin caballos de ese año de 1962, cincuenta años hace, los siguientes nombres: Juanito Gimeno y Rafaelín Valencia, hijo de magnífico fotógrafo taurino de La Línea de la Concepción, Manuel Cano “El Pireo”, “Curri de Camas”, Manuel Álvarez “El Bala”, Manolo Triana, al que apoderaba Brageli, un regalo de Navidad (antes había apoderado a Curro Romero y lo cambió por una gabardina y una motocicleta), Amadeo Dos Anjos, Joaquín Camino, Rafael Corbelle, José Luis Teruel “El Pepe” (“Sea usted moderno, sea usted de El Pepe”, autor: Octavio Martínez “Nacional”, su apoderado), Faustino Martínez, de Zaragoza, luego hostelero y con la mala suerte de que se le incendiara una discoteca, y Roberto Espinosa, ahora prestigioso empresario. Se acabó mi primer cincuentenario. Pero, como decía Andrés Segovia, guitarrista y nonagenario, cuando le preguntaron que era lo que le pedía a Dios: Que me deje aquí un ratico más que me encuentro muy a gusto. Recuerdos. En diciembre de ese año de 1962 murió Curro Meloja, bienvenidista. “El Ronquillo”, taxista, rompió el silencio de la plaza de Las Ventas: ¿Qué dirá esta noche Curro Meloja?
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