miércoles, 21 de marzo de 2012

MEDIO SIGLO EN EL RETROVISOR (III)

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

Duende y misterio de Juan Belmonte. Me copio a mi mismo: “Juan Belmonte encontró la definición del toreo arte. Y la encontró porque él no fue un hombre de oficio, torero; él ha sido el torero hecho hombre”. Bueno, casi me sentía como un nuevo Bergamín: quería grabar una frase y allí la tenía dispuesta a figurar en una lápida de mármol. Los aficionados a los toros habíamos reconocido a Manuel Chaves Nogales sesenta años antes que los políticos de izquierdas. El buen periodista sevillano había escrito la mejor biografía del “Terremoto” y nosotros la leímos. Pero con anterioridad, 1917, en un libro de López Pinillos “Parmeno” publicado por la editorial “Renacimiento”, aparece una entrevista que se titula “Belmonte en Capua” y en la que don Juan contesta a las muchas insinuaciones del escritor que duda de la afición taurina del héroe, exagera sus bacanales, su inclinación por las mujeres, sus sublimes lecturas , las veladas de medianoche en teatros y colmados y su afición a la moda masculina con la broma que le gastó el doctor Serrano una mañana, cuando fue a despertarle a su casa para enseñarle el abrigo que se había hecho con una trabilla en la espalda. No vestía, fuera del campo o la plaza de tientas, de corto y sombrero ancho y sí chaquetas deportivas y tocados flexibles. “Yo no sé las reglas – aseguraba Belmonte- , ni tengo reglas, ni creo en las reglas. Yo siento el toreo y, sin fijarme en reglas, lo ejecuto a mi modo. Eso de los terrenos, el del bicho y el del hombre, me parece una papa. Si el matador domina al toro, to el terreno es del matador. Y si el toro domina al matador, to el terreno es del toro. Esa es la fija. Y lo de templar, mandar, parar y recoger depende de los nervios del tocador y de la madera de la guitarra”. Parar al principio y recoger al final. Digo yo que, gracias a Belmonte, soy un agnóstico taurino. No hay más norma que la de que el torero domine al toro ni más ley que la que se anuncia en la cabecera de los carteles de toros.

Había pasado una semana desde que se conoció la noticia y ya se rumoreaba por todos los ámbitos que Juan Belmonte se había disparado un tiro en la cabeza con una pequeña pistola de bolsillo. Y se especulaba sobre las razones del velado suicidio: las limitaciones que le marcaban los médicos y el imposible amor con una rejoneadora colombiana de pelo negro azabache, ojos rasgados y oblicuos como tremendas almendras de negro carbón y juncal y estilizada figura. ¿Era Amina Assís Hernández? Hija de jordano, de ahí su rostro árabe, y colombiana, nacida en el departamento de Bolívar, serranía de San Lucas, al norte de Antioquía, el 28 de febrero de 1941, que con veinte años estuvo en Gómez Cardeña, la finca del falso Trianero (*) y sufrió una cogida de la que le curaron en la clínica sevillana de la Virgen de los Reyes en agosto de 1961. Algunos opinan que las veleidades amorosas de Juan Belmonte, a unos días de cumplir los setenta años, habían cambiado y en las fechas de la trágica despedida estaba prendado de una chavala sevillana que le anunció que se iba a casar con un joven de su edad. ¿Depresión? Sólo los que han sufrido esta enfermedad saben de la inclinación de los enfermos por la vía rápida. Pistola, cuerda o ventana de lanzamiento. ¿Qué pasó por la cabeza de don Juan Belmonte? Secreto sin desvelar. Alguien apuntó que aquella tarde se le oyó canturrear su “soleá” favorita: “A mí me gusta esta serrana/porque la encuentro a mi apaño, / siempre me han gustado a mí/ remedios del mismo paño”. (**)

FIESTA ESPAÑOLA tuvo la suerte de contar con la colaboración de Guillermo Sureda, mallorquín y uno de mis favoritos en las lecturas toreras. Mariano de Cavia, César Jalón, Pepe Alameda, Pepe Dominguín, “Barquerito” y Sureda. Este escribió un artículo para FIESTA sobre las cuatro etapas de la vida artística de “Terremoto” que se resume así: 1ª.-REVELACION: Primera novillada en Sevilla, 1915. Nace el temple en medio de la tragedia. Los toros le cogen todas las tardes. 2ª.- MAGISTERIO: De 1915 a 1920: Antes de la muerte de José en Talavera, “Don Modesto” y “Don Pío” definen a los máximos pontífices: “José, sereno; Juan, dionisíaco”. “José vence; Juan se entrega”. “José aprende el toreo de Juan; Juan aprende la lidia de José”. “Juan deja escuela”. 3ª.-PLENITUD: Años 1925,1926 y 1927. Lorca afirmaba que Juan tenía duende barroco, percha literaria y calidad de página: todo lo dramatiza y, además, mata bien. 4ª.- DESPEDIDA: Reaparece hacia los años 30 del siglo XX. Sentido estético, deslumbrante y magnífico. La suerte fue que Guillermo Sureda continuó su colaboración en Fiesta Española y se unió a la amplia y prestigiosa lista de sus colaboradores.

Como siempre pasa, la vida continuó y diversos acontecimientos se vieron reflejados en las páginas de la añoja publicación. Los de la Peña “Los de José y Juan” nos ofrecieron un homenaje por el primer cumpleaños a Vicente Zabala, Joaquín Jesús Gordillo y a mi persona. Al final del almuerzo hubo discursos de Joaquín Casas Vierna, Edmundo G. Acebal, Emilio Pérez Ruiz, secretario de la UNAT, y don Joaquín Roa, asomado a su “Ventanal” con sus anécdotas teatrales y cinematográficas y el recitado de un poema dedicado a su paisano Julián Gayarre. Veto de Antonio Ordóñez a Victoriano Valencia, carta del apoderado de este, José Ignacio Sánchez Mejías, polémicas sobre “EL Cordobés” que daban vitalidad a nuestro ambiente, inauguración de la nueva plaza de Bilbao que al arquitecto Gana levantó en unos meses tras el incendio en la noche de una actuación novilleril de Manuel Benítez (sus partidarios decían que el caluroso afecto del público bilbaíno había originado el fuego), disputas entre empresa de Madrid, Sindicato Nacional del Espectáculo y toreros sobre la televisión y la Feria de San Isidro (nada nuevo bajo el sol taurino) y la inefable María Pilar Fernández que le hizo una entrevista a don Rafael Sánchez “Pipo” porque su pupilo, el citado Manuel Benítez “El Cordobés”, le dio el mismo trato que el monstruo a su creador, el doctor Frankestein: se lo había merendado, él que ya había sido apoderado de “Capetillo”, Cascales, José Ramón Tirado, José María Montilla, y “Espartaco” padre ( el apodo se lo puso don Rafael) y todavía le quedaban por delante otros apoderamientos como los de José Fuentes, Pallares y Curro Vázquez, a los que llevó a la alternativa y las de otros diestros de no tan elevado fuste como estos tres artistas tan distintos y tan apreciables. Antonio Porras, de Lucena, por ejemplo.

Era el mes de junio de 1962. Falta otro medio año del cincuentenario de mi retrovisor y todavía no sé si continuará esta serie que para mí es muy evocadora , pero que, a lo mejor - a lo peor ,más exacto -, cansa a mis pacientes lectores. Espero su necesario apoyo. Uno escribe, desde luego, para que lo lean.

(*) Juan Belmonte nació en la calle Feria, en el 72, donde la familia tenía un puesto de quincalla, cerca de la Alameda de Hércules, donde nació Manuel Jiménez “Chicuelo”, otro de los “Arquitectos del Toreo Moderno” de Pepe Alameda porque este artista sevillano le ligó en Madrid no sé cuantos naturales seguidos al toro “Corchaíto” de Graciliano Pérez Tabernero, los miuras de Salamanca, pasando del toreo en ocho al toreo en redondo

(**) En el espíritu de Francisco Umbral, me permitirán que hable de mi libro “Amores y Desamores Toreros - La vida sentimental en el mundo del toro”, que se publicó en 2004 en la colección “Los Sabios del Toreo” que dirige Salvador Sánchez Marruedo. En este libro se cuentan muchas historias sentimentales y, entre ellas, la de don Juan Belmonte. Tiene, en mi lógica opinión, su interés. Y una tremenda errata: junté a Carmen Cervera, la baronesa Thyssen de hoy, con el matador de toros malagueño Manolo Segura y le atribuí a este la paternidad del niño Borja. Estaba equivocado. En realidad el compañero de Tita Cervera, baronesa Thyssen, era también malagueño y también se llama Manuel Segura, pero no es torero. He leído que Tita Carmen Cervera y baronesa Thyssen le ha regalado al auténtico padre Manuel Segura un viejo Masseratti descapotable. No es un hijo, pero es un regalo muy apreciable. El que no se apellida Segura es el tal Borja, al que prohijó el barón Heinrich Hans von Thyssen, concedió apellido, fortuna y algunos óleos ilustres por los que ahora pleitean madre e hijo. ¡Con lo que ella ha hecho por su retoño!

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