domingo, 16 de abril de 2017

PICASSO Y THE BEATLESS



Son temas que me atraen: Goya, Hemingway, Teseo y el rapto de Europa, Picasso y el Guernica. Y siempre recuerdo lo que le dijo Dalí a su compañero al margen del famoso comienzo de su charla en el Ateneo de Madrid: “Picasso es un genio; yo también. Picasso es comunista; yo tampoco”. El ingenio daliniano no era discursivo. Era tajante, golpeador, como rayos que despedían sus engominados e inhiestos bigotes. Era un gran dibujante. Quizás el malagueño fuera mucho más grande. Por eso desdibujaba tan violentamente y el llamado y ochentón “Guernica” es un desdibujo apabullante, el toro, el caballo, el hijo muerto, las manos deformadas a lo Oswaldo Guayasamin, la bombilla y el quinqué, las bocas abiertas y las lenguas como puntas de lanzas, las cabezas proyectadas hacia el centro y la muerte adivinada en diversos signos, sobre todo en la calavera que hace de morro del caballo. Estaba en esos pensamientos cuando  leí en la contraportada de ABC una columna de Ignacio Ruiz-Quintano, amplísimo archivo de dichos y sus autores, en el que contaba que el amigo que abastecía a Picasso de percebes coruñeses de veinticinco uñas decía que “el Guernica es sólo una corrida de toros inspirada en la muerte de Sánchez Mejías”. Entonces se tranquilizó mi conciencia porque a mí este cuadro en blanco, grises y negros, me pareció feo y me vino a la memoria esa otra memoria  de Dalí y que apuntaba al principio, en la que le agradecía a su compañero el haber pintado y dibujado todo lo feo que había en este mundo. “Gracias, Pablo”. Lo cierto es que no acabó con el feísmo y todavía se han visto cosas más feas como obras de arte y muchas instalaciones como si fueran esculturas de García Condoy o Pablo Gargallo. O hasta Rodín y Miguel Angel.
En esa misma columna, Ruiz-Quintano  citaba al pintor Malevich y sus cuadros en negro total (ausencia de color), al que yo añado a Mark Rothko, rectángulos de todos los colores y uno solo blanco (conjunto de todos ellos) y mi recuerdo al actor José María Flotats, todo vestido de blanco, al que admiré en 1998 en la interpretación de la obra “Arte”, de Yasmina Reza, con el fondo albo de una tela sin mancha. Fue en el teatro Marquina de Madrid, cerca del café “Gijón”. Curioso que Rothko fuese de origen letón y que Malevich fuera ruso y creara el estilo  de pintura del “suprematismo” en plena revolución bolchevique. Más curioso todavía que las obras de arte de ambos haya que explicarlas y se conviertan en sentimientos de los que las contemplan. Si usted, espectador, no ve nada es porque le falta sensibilidad. El caso es que ante las Meninas, los fusilamientos del 3 de mayo en la Moncloa de Madrid o el entierro del Conde Orgaz siento un temblor interno sin que nadie me lo tenga que explicar.
Me pasa también con la música. En la COPE, uno de los habituales y pródigos tertulianos hablaba de los “The Beatles” y la mejor música que el locutor había escuchado en su vida. A mí me vinieron a la memoria Johann Sebastián Bach y Wolfgang Amadeus Mozart  y, por arrimar la sardina a mi ascua, las voces de Miguel Fleta y Plácido Domingo. Me pueden gustar unos y otros, pero, en cuanto a significación artística, no creo que puedan equipararse. Hay músicas de las que entiendo muy poco, flamenco y jazz, y me llenan de placidez cuando las escucho. El caso es que el que hablaba por la COPE recordó cuando los de Liverpool vinieron a España en julio de 1965 y actuaron en Madrid y Barcelona, en sus plazas de toros, y bajaron del avión en Barajas tocados por sendas monteras  toreras. Los Paul Mc Cartney, George Harrison, John Lennon y Ringo Starr hoy no lo harían por temor a las huestes anti-taurinas. Como Madonna no se metería en una chaquetilla bordada en oro, se tocaría con prenda torera y haría  un vídeo con diestro parlante Emilio Muñoz.
Son tantos los ejemplos que nos vinculan con el toro y su lidia que el propio John Lennon, antes de venir a España, publicó un libro, “Spaniard in the Works”, con una portada en la que aparecía con capa y sombrero andaluces. Y a alguien se le ocurrió que Manuel Benítez, en plena efervescencia cordobesista, se hiciera una fotografía con los británicos por aquello de que a estos se les conocía también por su peculiar peinado con frequillo y al torero algunos le llamaban “El Pelos”. Una amiga mía, María Pilar, una de las primeras críticas de toros (creo que sólo le precedió en esa actividad madame Cantier, directora de “Toros” de Nimes), le hizo al de Córdoba una entrevista iluminada con una foto en la que ella le peinaba sus largos y enmarañados cabellos. La foto buscada, la de “El Cordobés” con los “The Beatlees”,  no se pudo hacer porque el famoso cuarteto descansaba de sus ruidosas correrías.
Muchos años antes, 1923, “Papa Ernesto”, el Hemingway, famoso novelista y combatiente en la Primera Guerra Mundial¸ vino a España por recomendación de Gertrude Steín, a quién retrató en París, en 1906, Pablo Picasso. El novelista había visto toros en la frontera de México y Estados Unidos y la Stein le convenció para que viera toros en Madrid. Su primera corrida en la capital fue en mayo de ese año de 1923 y con un cartel en el que figuraban dos aragoneses,  Braulio Lausín “Gitanillo” y Nicanor Villalta y el sevillano “Chicuelo”. Después vendría toda su enorme obra,  su especial atención a los toros en  “Fiesta” con Cayetano “Niño de la Palma”, Pamplona y su peculiar modo de vivir los toros, lo que llevó a reconocerle como su gran divulgador y colocarlo a la entrada de los encierros en la plaza en bronce sobre piedra. “Muerte en la tarde” y “El verano sangriento” son otros dos relatos sobre la fiesta, el primero como amplio resumen de la historia del toreo y sus protagonistas y el segundo como minuciosa crónica del buscado encuentro en los ruedos de Luis Miguel y su cuñado Ordóñez. Lo malo fueron las primeras traducciones de ambos textos.
Todo ello contribuye a la supervivencia de la fiesta española, más española cuanto más internacional y, aunque ese tremendo cartel de propaganda que cumple ahora 80 años busque sus argumentos en un bombardeo, algunos expertos aseguren que el rabo del toro, a la izquierda del monumental cuadro, es una columna de humo de las explosiones, y que Goya era anti-taurino, me fío más de los argumentos en contrario. Comparan los “Desastres de la guerra” goyescos con su “Tauromaquia”, que no es tal tauromaquia sino un relato histórico y un recuerdo personal. De la afición a los toros de Goya tenemos pruebas escritas, amistades, actividades y recuerdos tangibles de esa su inclinación hasta su postrer estancia en Burdeos. Todo alrededor del de Fuendetodos nos lleva a resultados completamente opuestos a los afirmados por ciertas autoridades del conocimiento pictórico. El hombre siempre es el más importante

Para rematar está barroca faena quiero fijarme en un hecho prometedor: el Domingo de Ramos hubo en Madrid, Las Ventas,  casi 18 mil espectadores. Se lidiaban, es cierto, seis toros de Victorino, pero la terna de toreros no era de relumbrón. Tres cuartos de plaza. La publicidad ha sido insistente, eficaz y original. Páginas y páginas con las caricaturas de los Martín, padre e hijo. Ha respondido la gente. Buen tanto el que se ha apuntado Simón Casas. Para San Jorge, en Zaragoza también nos prepara el de Nimes un aceptable programa. Me gusta ver al gitano Curro Díez y el “sevillano” Ginés Marín en el mismo cartel. Supongo que la publicidad moverá conciencias. No queda más remedio que agitar a las masas en estos tiempos de atonía informativa. Y eso que en TV. E. al mediodía, nos ponen casi a diario al hijo de la Pantoja y “Paquirri”,  a su hermana, a Ortega Cano y su hijo, a Manuel Benítez y su hijo Manuel Díaz, ambos conocidos con el mismo seudónimo, a Bustamante y Bisbal. Estos dos como cantantes predilectos del medio. No sé cómo no se rebelan el resto de las mozas y mozos que se dedican al “bel canto”. Yo también quiero cantar en la televisión de España.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario