sábado, 23 de septiembre de 2017

UNA CARMEN QUE PODÍA SER FELISA


Estamos en tiempos en los que las transgresiones de la Ley o el Lenguaje, con mayúsculas, son manifestaciones de la libertad del pensamiento o la forma de expresarse de todas y todos. Democracia pura. Y llegamos a los toros y la incoherencia de la lidia del toro sin sangre, a lo balear copiado de lo portugués, se convierte en el balet sin cigarreras ni toreros en la  versión de “Carmen” de Próspero Merimée, a la que puso música Bizet. Entonces no es la “Carmen” de Marimée y se podía titular “Felisa” o “Eulalia”. Como si a Otelo le quitamos los celos o a Hamlet las dudas. Entonces no se apoye usted en la fama de la “Carmen” y lárguese con viento fresco a los sones de la “Marcha del Toreador”, señor Ullate.
Todas estas cosas me tienen perplejo y anonadado porque no sé si esto tiene arreglo y si la Fiesta llamada Española nos va a supervivir. A mí me va a supervivir seguro porque un día de estos paso el ecuador de los ochenta, pero ¿qué pasará después? En Ejea de los Caballeros, en donde estoy estos días, lugar importante para la ganadería brava en el siglo XVIII, se han celebrado las fiestas en honor de la Virgen de la Oliva, que es celebración que se  ha adornado siempre con toros, ya sea en su vertiente popular con toda clase de manifestaciones toreras que tuvo a bien relatarlas don Francisco en su profusa divulgación taurina y luego con corridas de toros o novilladas cómo diseñó el primer triunvirato de nuestra historia, Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, aconsejados por el de Fuendetodos, que marcó sus perfiles ceremoniales en la corrida de la Coronación de Carlos IV en 1789 (Revolución Francesa), Plaza Mayor de Madrid, y en la que se lidiaron diez toros de don Francisco Bentura, hermano de Diego Bentura, padre de mi tatarabuelo y primer ejeano de la familia, ganadero con divisa encarnada en la plaza de Madrid, junto a la Puerta de Alcalá. Estuvo asimismo en la inauguración de la plaza de Zaragoza (1764) y en los sanfermines de Pamplona, Plaza del Castillo. Y no era al único ganadero de bravo en Las Cinco Villas de Aragón. Más de cien toros hacían el trayecto entre Ejea y el paraje del Jarama, también lo pinto Goyya a lo Venta del Batán moderna, para lidiar en la Puerta de Alcalá.
Ejea, por tanto, tiene solera taurina y por ello organiza todos los años una feria que ya entra en el calendario nacional de festejos taurinos. Somos dieciséis mil habitantes y unos tres mil van a los toros. Más que en Madrid, Sevilla, Bilbao o Valencia. Hablo de porcentaje. Este año se organizó una semana de espectáculos taurinos que debía iniciarse el 27 de agosto con una corrida de toros de Bañuelos con el diestro local Alberto Álvarez, Cayetano y Roca Rey. No había llovido desde el mes de julio, cuatro gotas, y de cara al futuro hacía falta agua. Y llovió y algún mal pensado opinó que los “antis” se habían vuelto creyentes y habían dedicado una novena fervorosa a la Virgen de la Oliva y ya se sabe que las divinidades hacen más caso a los pecadores arrepentidos. Y tan fervorosa debió ser la supuesta novena  que también llovió el miércoles 29, día en el que se celebraba un festejo de toreo a caballo con Hermoso de Mendoza, Sergio Galán y Mario Pérez Langa, con toros portugueses de Rosa Rodrígues. Entonces la empresa de Mena y Fontecha anunció que el viernes 1 de septiembre actuarían Hermoso de Mendoza, que sustituía a “El Fandi” lesionado con rotura de fibras, y en lidia a pie Juan José Padilla y Ginés Marín, con toros de Álvaro Domecq. Por fin escampó aunque el público estuvo algo borrascoso con el de Estella, que se sintió sorprendido por la actitud del público en general que no respondía a sus alardes de buen toreo, sobre todo con el caballo “Disparate” en sus ajustados abaniqueos con el cambio de apoyos y el temple del gran equino y el tordo “Donitelli” en sus piruetas. Me supo cómo a despedida del caballero que lleva cuarenta años actuando en esta plaza desde que se presentó de pantalón corto y en una precoz exhibición. Lástima porque e mí me gustaría ver debutar en Ejea y en su compañia a su hijo Guillermo, que ya lo ha hecho este año en México. A Juan José Padilla se le vio fuera de ambiente, sobre todo con el quinto toro de don Álvaro, bravo y noble, de enorme calidad cómo lo fue la corrida reciente de Bilbao, y Ginés Marín se mostró fácil e inspirado en un toreo que no llegó a la profundidad de otras oportunidades de más calado. La ganadería de “Torrestrella” es de dulce recuerdo en nuestra plaza porque aquí se dio una novillada de su hierro para la presentación de “El Juli” con la compañía de Jesús Millán y “El Renco” y en la que se cortaron once orejas y no sé cuántos rabos. Julián se fue de aquí a Madrid para debutar en Las Ventas y de allí a Nimes para tomar la alternativa. Y el domingo, 3 de septiembre, López Simón sustituyó a Cayetano, y, como este, (fea manía) se quitó las zapatillas. “La corrida del frío”, los toros de Bañuelos, dio oportunidades de triunfo a los tres diestros y fue Roca Rey el que las aprovechó a pleno rendimiento. Salió a hombros por la puerta grande después de cortar tres orejas y torear con el ritmo, la variedad, la ligazón y el sello al que nos tiene acostumbrados. Levantó al público de sus asientos. Los muchos “palos” recibidos no hacen mella en este peruano de hierro y plumas. Las plumas las de su templanza y suaves maneras. Hubo concurso de recortadores con anillas en versión aragonesa, nada de cortes por la espalda, y de roscaderos y, al final, pudo completarse una Feria digna de la gloria ganadera de Ejea de los Caballeros. En la entrada principal, a su izquierda, está grabado en el suelo el hierro de don Diego Bentura, memoria de otros tiempos ya lejanos, dos siglos y medio. En aragonés: no reblaremos.

Uno de los acontecimientos, triste, muy triste, de los últimos días ha sido la muerte de Dámaso González, torero de muchas vicisitudes que llegó al podio de los triunfadores de la mano de Camará. Pero antes hizo muchas capeas, muchos viajes en el tope de los trenes de mercancías, muchos sueños en los pajares y mucho compañerismo con los maletillas. José Luis Gran “Romito” me contó que cuando, por recomendación de Pedro Martínez  “Pedrés”, le probó don José Flores con una docena de vacas limpias y otras tantas toreadas y le dijo que al domingo siguiente toreaba con picadores en Barcelona le quedaban 50 pesetas, las entregó a él y a Campillo para aliviarles sus penurias y se marchó con las manos en los vacíos bolsillos. Estaba seguro de su triunfo. A la novillada de Barcelona me invitó Camará para que comprobara su acierto de apoderarle. “Tiene la mirada de Manolete. Esos no fallan”. Y no falló, no. “El Niño de la Leche” o “Curro Alba”, por aquello de ser albaceteño, se convirtió en “El Rey del Temple”. Don Damaso, sin acento. ¿Dámaso Alonso, el filósofo? No. ¿Dámaso Gómez, el torero de Madrid? Tampoco: Damaso, el de Albacete.      

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