sábado, 2 de abril de 2016

LOS INOLVIDABLES OLVIDADOS


Frente a la incertidumbre política que vivimos, estos días han surgido fulgurantes las ilusiones toreras. Estábamos por tierras de Levante y unos cuantos diestros recién doctorados nos han dicho bien claro que esto no se acaba, que las madres españolas, hispanoamericanas o francesas siguen trayendo a este mundo seres capaces de vestir el traje de luces y enfrentarse a la fuerza y el peligro del toro bravo, vencerle con inteligencia y crear un arte tan etéreo que no son capaces de reproducirlo ni los más sofisticados medios de grabación: Roca Rey, José Garrido, López Simón, en tono menor, Vara y Ginés Marín junto a los muy clásicos Ponce, “El Juli”, Talavante y Cayetano entre Olivenza, Castellón y Valencia. Y en Madrid, el linarense Curro Díaz, calidad y buen gusto de hace tiempo, y el gaditano David Galán que, con la pierna atravesada por el pitón, le cortó una oreja a un toro de Gavira de los de verdad. Todo esto con el certificado de garantía de la manifestación del día 13 de marzo en Valencia, con la tauromaquia al completo y este título en 6TOROS6: LA MARCHA DE LA LIBERTAD, señores epígonos de la democracia nazi - moscovita. Con el tiempo  y con la intercesión del presidente Obama puede que vuelva la corrida de toros hasta La Habana, lugar donde murió, víctima del vómito negro, Francisco Arjona (Curro Cúchares) en 1868, antes de que llegara la generación del 98.
Volvamos a la actualidad. Fernando del Arco de Izco, navarro de Arroniz, casi tan octogenario como yo, vive en tierra hostil desde hace muchos años y allí sigue peleando, publica la revista “Caireles” todos los años y participa en todas las actividades que pueden darse en su querida Cataluña y en el resto de la Península. Él, con acierto, me hizo una advertencia a mi evocación de “olvidados” del toreo. ¡Te has olvidado de Rafael Ortega! Imperdonable. Me he olvidado de muchos más, pero nunca me puedo dejar en el tintero al nominado por los gaditanos como “El Tesoro de la Isla”. La isla, la de San Fernando, donde nació un 4 de julio de 1921 o 1924, según “Don Ventura”, el aragonés de Huesca que también vivió muchos años en Barcelona. Rafael Ortega es una de los toreros más completos del escalafón. La verónica, el natural y la estocada, triángulo vital del toreo. Que era rubio, ojos claros, estatura media pero ancho de caderas y vientre. No tenía nada que ver con el Moisés de Miguel Ángel. Yo viví intensamente la gravísima cogida que sufrió en Pamplona. Rafael venía de una cogida en Granada el día 8 de junio y justo al mes siguiente, otro día 8, un toro de Bohórquez le pegó una cornada en el muslo derecho y otra en el vientre que le afectó al recto y a la vejiga de la orina. Las vicisitudes de aquella cogida las contó otro navarro, este de Tudela, José María Iribarren, que nació el 31 de octubre de 1906, el mismo año que Domingo Ortega para aclarar un fallo mío de ese pasado artículo. Esta vibrante crónica la incluyó en el libro “El patio de caballos y otros relatos” y es un modelo de escritura intensa, emocionante y esperanzada en las buenas manos del cirujano de la plaza pamplonesa que creo era por aquellos años el doctor Juaristi. Al menos tiene una calle en Pamplona que atraviesa la Avenida de Navarra cerca del río Arga. Amigos tengo que me hacen la gracia de leerme y corregirme. Gracias.
Iribarren  es un escritor curioso en su “El porqué de los dichos” que se inició en estas curiosidades de la mano de su abuela que lo crió cuando falleció su madre, descriptivo en su tratamiento de los sanfermines y Hemingway y siempre ameno y cordial. Estudio Derecho y Filosofía y Letras y conoció a fondo al general Mola y sus vicisitudes con los falangistas antes de que Franco  decretara su unificación: para unos la boina, para los otros la camisa y todos bajo la pantalla social de las JONS. Don José María cogió el camino del costumbrismo y creció en piedra en un monumento que se le dedicó en su Tudela natal.
Fernando del Arco de Izco es también navarro, inquieto y buceador de costumbres. Tiene un libro magnífico en el que ensalza la figura de Fernando Vinyes, catalán universal, españolista y mexicano. Algunos lo califican de caricato, pero en España es caricaturista. Vinyes no tenía nada de bufo. Era un serio investigador de la personalidad de sus modelos. Murió joven como los elegidos (ranchera).Del Arco está en la lucha y espera con paciencia la decisión de los tribunales que devuelvan las corridas de toros a la plazas catalanas.

Un primo mío que vive en México, José Luis Cerezo, artista por herencia, pintor y escultor, me dice que en el artículo de marras no citaba la película de “Mi tío Jacinto”, la que interpretó el gran actor Antonio Vico acompañado por Pablito Calvo que fue la gran revelación infantil de “Marcelino Pan y Vino”. Era la historia de un aficionado ya maduro que quiere ser torero, que alquila un traje de luces y como no tiene ni una gorda va a Las Ventas vestido de torero en el Metro. Tiene razón: me olvido de los inolvidables. Me olvido hasta de citar las muchas películas que hizo Mario Cabré y la de “Sangre y Arena”, texto de Blasco Ibañez que primero interpretó Rodolfo Valentino y luego Tyrone Power. ¿Y “Los clarines del miedo”? Esto es como el cesto de cerezas, unas arrastras a las otras. Pero de ello la que sabe un montón es la americana Muriel porque la fiesta nacional se internacionalizó hace mucho tiempo y unos y otros no permitirán que los demagogos del día rematen el toro caído sobre la ardiente arena de la política. Laus Deo.    

sábado, 19 de marzo de 2016

LOS OLVIDADOS


Pensaba, rumiaba, le daba vueltas a mis recuerdos y llegaba a la conclusión de que en los años 50 y 60 del siglo pasado se les daba mayor importancia a los viejos toreros. Se conocía mejor su historia y se les tenía en cuenta para preparar el futuro. Los griegos, los romanos (senectus) y ahora también los gitanos respetan a los viejos. En mi juventud se juntaban “Los de José y Juan” y formaban una peña modélica pese a la rivalidad en los ruedos. José quería acabar con todos los que amenazaban su reinado, hasta que llegó Juan y le advirtió de que lo necesitaba a él para hacerse más grande. Luego, el destino le deparó la ingrata sorpresa de que Juan no cayó en el ruedo pese a los augurios nefastos (id a verlo pronto porque lo va a matar un toro) y su rival remató su existencia cuando estaba a unos días de cumplir los 70 años y de un disparo en la sien.”Los de José y Juan” se vistieron de negro. Sunmers hizo una película que tituló “Los ídolos rotos” con varios héroes del pasado y junto al boxeador Paulino Uzcudum, al futbolista Gorostizaga y otros incluyó al torero Nicanor Villalta, que tenía un club de fans en Madrid,  en la plaza de Manuel Becerra, que presumía del torero que más orejas había cortado en Madrid, en las dos plazas de toros vecinas de la calle Alcalá, la de la plaza de Felipe II y la de Las Ventas del Espíritu Santo. En Zaragoza era notorio el culto a Pepe Luis Vázquez,  que luego heredó su hermano Manolo y en uno y otro lado había ciudadanos que añadían en sus tarjetas de visita su condición de manoletistas, pepeluisistas o bienvenidistas. La saga de los Bienvenida tuvo más suerte y encontró en Juan Lamarca a su más conspicuo divulgador a uno y otro lado del océano que mancilló Cristobal Colón. Estaba en estas disquisiciones cuando de la mano  de “Don Ventura” (Ventura Bagüés, aragonés de Huesca) y su libro de mementos taurinos, “Al hilo de las tablas”, recordó que hacía 110 años, el 25 de febrero de 1906, había nacido en Borox Domingo L. Ortega. Coincidió que estos días en la segunda cadena de TV. E. se proyectó la película “Tarde  de Toros”, que dirigió Ladislao Vajda. Es más bien un documental con un argumento simple y tópico del torero viejo, Domingo Ortega, que ya había toreado su última corrida en Zaragoza en octubre de 1954, el torero maduro, Antonio Bienvenida, y el torero novato, Enrique Vera, que aparentaba que tenía cierta amistad con la hermana del anterior. Pugna entre los dos veteranos, amores del más joven y un  espontáneo que se lanza al ruedo y resulta herido de muerte. La disputa entre dos espectadores uno a cada lado de la alambrada que separaba el sol y la sombra protagonizados por Tip (Luis Sánchez Polac) y Top (el primer compañero de dúo del mejor humorista de después de la guerra, sustituido luego por Coll), un coche Hispano Suiza para una cuadrilla, Pepe Isbert, Manolo Morán, apoderado, y  Jorge Vico en el papel de espontáneo, todo alrededor de la pálida muestra de la proyección artística de esos tres toreros porque la mayoría de los documentos gráficos en movimiento, películas o documentales, no dan toda la magnitud de lo que los espectadores sintieron cuando contemplaron en directo esas imágenes. Quizá en este aspecto el pasaje más logrado de toda la filmografía taurina es la faena de Pepín Martín Vázquez en una de las cuatro películas que se han hecho con el tema de Pérez Lugín, “Currito de la Cruz”. Una faena ejecutada en Madrid y montada para la citada película por el fotógrafo Aguayo. No tuvo tanta suerte “Manolete” porque lo que rodó Gance en los estudios de la calle Libertad ha desaparecido y porque la última versión sobre la vida del monstruo cordobés fue un desastre divino y humano. Últimamente lo que más me gusto de cine taurino es lo que hizo Wody Allen en el recuerdo del París de los 30 y el film “Blancanieves”. Para Antonio Bienvenida el momento más brillante de su actuación torera en el film de Vadja es la ejecución  de su abaniqueo con la muleta cogida por el pequeño cáncamo que recoge la franela. Mucho par de banderillas, suerte en la que Antonio no se encontraba a gusto. Las ponía con el par hecho antes de la reunión. “El bueno, el mejor, era mi hermano Pepe”-confesaba el propio Antonio en una entrevista que se reprodujo en ese mismo programa del “Tendido Cero”.
A partir de “El Cordobés”, un montón de diestros se pasaron al celuloide: Palomo Linares, “El Pireo” en una de las versiones de “Currito de la Cruz”, Miguel Mateo “Miguelín” por tierras italianas, y Paco Camino en una evocación de la etapa mística de “Mondeño”. El “Litri” antes y el mexicano Luis Procuna en la  mejor de las películas del género dirigida por Carlo Velo y con el miedo que justifica el valor de los que se visten de luces como protagonista, “Torero”. Pero yo quería recordar a Domingo Ortega porque fallecido Antonio Santainés, me parece que quedamos pocos que lo recordemos. Uno de sus mejores panegiristas es José Luis Lozano y aunque cuente un poco la proximidad de Borox con Alameda de la Sagra, lo cierto es que el pequeño de la saga lozana tiene un paladar exquisito para degustar toreros aunque él no pasara de novillero. Merece la pena escucharle.
Lo primero que viene a la memoria cuando se habla de Domingo Ortega es que era un domador de toros. Pero no responde a esa imagen del látigo, la fuerza, el gesto duro y la mano de hierro. La mano orteguiana estaba cubierta de un guante de plumas, ni una brusquedad, ni una violencia, ni un salto o carrera. Despacio, con calma, como una sílfide patinando sobre la pista de hielo. Asombroso. Pero no es en “Tarde de Toros” donde mejor podemos comprobar las virtudes del borosiano. Habrá que ver aquella tarde del festival homenaje a Nicanor Villalta en Las Ventas cuando bajó al ruedo y en traje de calle toreó a  un  novillo. Como de Pepe Luis tengo el recuerdo de unos lances en la plaza de México y el directo de una tarde en El Escorial en la que me tocó escribir la crónica para El Ruedo cuando yo empezaba en estas lides taurinas. Años después, la tarde de los siete toros que lidió en Madrid Paco Camino o el coraje de Santiago Martín “El Viti” después de que un novillo le rompiera el codo izquierdo al rematar en un burladero. José Luis Peña, traumatólogo especialista en restauraciones óseas como puedo testificar personalmente a causa de un accidente de moto  y cinco fracturas en mi tobillo derecho, recuperó al de Vitigudino. Otra de sus afortunadas intervenciones fue la de los bíceps de Manuel Benítez y algunas más en unos tiempos en los que todavía había que colocar cada cosa (hueso) en su sitio sin esas modernas televisiones que dejen ver todo lo que ocurre por el interior de nuestras dolencias. Los avances técnicos han ayudado mucho a la medicina.
Estaba en lo del olvido de los toreros del pasado, “Miguelín”, por ejemplo, “Mondeño”, inspirador del hieratismo de José Tomás, acentuado por Juan García a raíz de la lesión que sufrió en el tendón de Aquiles, de Puerta, Ordóñez o “Cagancho”, el gitano de los ojos verdes, tan verdes como el terno que vestía el día que toreó en Madrid en homenaje a Soraya, la Emperatriz triste de Persia. Venía el viento de la sierra de Guadarrama y Joaquín Rodríguez bordó unas cuantas verónicas a la altura de la entrada a la enfermería. Paula y Curro.
Curro, Curro Romero, por supuesto, viene a corroborar mi afirmación de que los gitanos veneran a sus ancianos. Ya sé que el de Camás no es gitano, tampoco que se considere anciano aunque haya sobrepasado los 80 años, pero nadie negara que ha sentido en gitano, ha toreado como gitano, ha vivido a lo gitano y los gitanos lo quieren como si fuera uno de los suyos. A petición de Curro Romero yo le hice a “Camarón” la primera entrevista que se publicó en la prensa madrileña cuando el de la Isla se presentó en “Torres Bermejas”. Todavía no se lo había llevado Manolo Caracol a su  garito de la calle Barbieri. Y como los gitanos son así, el pasado día 1 de marzo se juntaron los mejores para dedicarle un homenaje a “su Curro” en el Teatro de la Maestranza de Sevilla: “El Lebrijano”, Miguel Poveda, José de la Tomasa, “Pansequito”, Aurora Vargas, Marina Heredia, Paco Cepero, “Rancapino Chico”, Paco Suarez y la bailaora Eva Yerbabuena. Al final le pusieron a Curro un capote en sus manos y soñó dos verónicas y media que erizaron de emoción los cabellos de los presente, unos pasitos de baile y el cariño y el respeto de toda la gitanería. Hace unos años Curro Romero grabó un disco de villancicos  con “Gitanillo de Triana” de palmero y Antonio Chenel de pareja en el cante más blanco que el cante más profundo del de Camas. A la guitarra, Paco Cepero y las letras de Federico Muelas. Lo guardo en el almario de mi corazón.

domingo, 20 de diciembre de 2015

ANTONIO ORDÓÑEZ ARAUJO



Había pensado titular este artículo espectacularmente, “El Ocaso de los Dioses”, pero como no es un aniversario redondo, de cuarto, medio o un siglo, por ejemplo, he decidido encabezarlo con el nombre y apellidos del recordado: Antonio Ordóñez Araujo. ¿Por qué? Porque el día 19 de este mes de diciembre de 2015 se cumplen 17 años de la muerte del rondeño en su residencia sevillana, calle Iris, callejón por el que acceden a la Maestranza los diestros actuantes y sus cuadrillas. Y el día 16 de febrero próximo cumpliría 84 años, que es la edad que yo sume el pasado 15 de septiembre. De ahí el que, enfáticamente, ponga en paralelo la vida taurina de don Antonio como torero y la mía como emborronador de cuartillas para su publicación en los periódicos desde “El Ruedo”, mi cuna, hasta “6TOROS6”, mi penúltima morada casi medio siglo después de que el rondeño abandonara el traje de luces. Los arenas toreras, no, porque parte de sus cenizas póstumas fueron a reposar al ruedo de su ciudad natal, amparo también del poeta Rilke y el cineasta Orson Welles y estatua dedicada al gran Pedro Romero.
Más que una biografía de Ordóñez, yo pretendo plantearme preguntas y reflejar respuestas sin orden  ni concierto. Me atrevo a afirmar que era tan gitano como “Joselito” y no lo manifestaba nunca aunque su mozo de espadas y un banderillero fueran de la familia de los Vega de los Reyes, sobrinos de Rafael y Curro (Curro Puya, primero que arrastró por los alberos los vuelos de su capote) el que murió en Madrid a los dos meses y medio de sufrir una cornada en la plaza vieja. Antonio era muy particular en sus decisiones. Hubo unas años en los que al final de la temporada se reunía con todos los miembros de su cuadrilla y asistían a una especie de ejercicios espirituales con final fraternal. Se trataban de hermanos entre ellos y siempre llevaban  un crucifijo en la mano. “Hermano Carmona, te tengo que comunicar que a la temporada que viene no estarás en mi cuadrilla. Le he dado tu puesto al hermano José Antonio Romero”. “Hermano, Ordóñez, eres un hijo … Esto me lo dices antes y no vengo a los ejercicios”. En otra ocasión, toreando en Linares, Antonio Galisteo le dio un capotazo de recibo a un toro que metió un pitón en la arena y se lo rompió. Aun así, Ordóñez le cortó la oreja a ese toro y cuando iba iniciar la vuelta al ruedo acompañado de sus banderilleros, se volvió hacia Galisteo y le ordenó que se quedara en el callejón. Quiero decir con estos detalles que era un hombre de difícil trato y que su suerte fue encontrarse con una mujer maravillosa, fantástica, Carmina, la pequeña de los Dominguín. Personalmente también tengo mi anécdota peculiar. Me había llamado para que le fuera a hacer una entrevista en Sevilla y allá que me fui al hotel Alfonso XIII donde me esperaba. Entonces le propuse hacerlas fotos con  la Torre del Oro como telón de fondo.” ¡Qué original!”, fue su sarcástico comentario. Yo le repliqué que, siendo su  deseo que el encuentro fuera en la capital del Guadalquivir, lo más lógico era ilustrarla con estampas de lo más “typical” y le recordé que él había ido a Roma y se había subido a una columna con un capote para que el fotógrafo de turno le perpetuar en el más clásico lance a la verónica sobra la base del románico.
A los matadores también los traía en jaque y cuando Miguel Márquez, al que le había dado la alternativa en Málaga, se empeñó en que se la confirmara en Madrid le contestó que sí, pero con una corrida del Conde de la Corte (el Conde, Atanasio y el Marqués de Domecq eran las ganaderías favoritas de Ordóñez). El de Fuengirola tenía raza y salió a hombros por la Puerta Grande. Yo le pregunté al de Ronda que si no torearía nunca con Manuel Benítez y me contestó que una docena de corridas .seguidas sí, una en solitario ni hablar. Y hubo un cronista que vivió algún tiempo en la finca de “Valcargado” y se mostraba rendido admirador del rondeño. Se enfadaron y entonces el cronista se hizo partidario del torero de Villalpando. Se repetía la anécdota belmonteña de cuando alguien le preguntó a don Juan lo que opinaba sobre Díaz – Cañabate: “En los tiempos de José y yo, él era  de Vicente Pastor”. Cañabate tuvo la ocurrencia de llamarle “el rincón de Ordóñez” a las estocadas bien ejecutadas por el de Ronda pero apuntando a la punta de la paletilla derecha del cornúpeto para asegurar la muerte. Fue un buen estoqueador, el autor del mejor lance a la verónica de pie y de rodillas y un profundo muletero. Arjona le hizo una foto de un lance rodilla en tierra y Pablo Ignacio Lozano le dio su volumen en bronce. Le cantaron Julio Aumente, José Bergamín, Alfonso Canales, Aquilino Duque, Rafael Duyos, José García Ladrón de Guevara, Luis Jiménez Martos, José de Miguel, Jorge Sarasa, Antonio Murciano y Ángel Peralta. Le sacó las entrañas Antonio Abad Ojuel, lo retrataron todos y lo dibujaron y pintaron otros cuantos. En una publicación y sobre su silueta marcaron más de treinta puntos de dolor, cornadas y lesiones casi a la par de Diego Puerta.
No fue fácil la vida de Antonio Ordóñez. Su padre, “Niño de la Palma”, ganó mucho dinero pero lo dilapidó y tras la Guerra  Civil confesó que no tenía ni para tabaco y debía vestir el terno de plata para dar de comer a sus hijos. Enfermó del pecho y murió joven, cuando ya todos sus hijos menos Juan y Alfonso, grandes subalternos, habían tomado la alternativa, en 1961.Juan se casó con la actriz Paquita Rico y tuvo un extraño final, Alfonso ha sido uno de los mejores en la gran etapa de los grandes banderilleros como “Pinturas”, Chaves Florez,” Tito de San Bernardo”, “Michelín”, Julio Pérez “Vito”, “Parrita”, Alfredo David de retirada, “El Boni” grande, “Bojilla”,  “Miguelañez”…
Hemingway tenía su resquemor hacia el torero que había protagonizado su novela “Fiesta” ambientada en los sanfermines pamploneses. Y vino a España para comprometer al hijo de Cayetano, Antonio, que había remontado el vuelo y se lo consideraba como el mejor, el más clásico de los clásicos. A Papa Ernesto le habían encargado un gran reportaje de la fiesta de los toros ( por recomendación de Gertude Stein, su primera corrida en España la había visto en Madrid en 1923,  en una tarde en la que actuaban dos diestros aragoneses, Gitanillo, que a la llegada de los de Tríana tuvo que añadir lo de Ricla, y Nicanor Villalta junto al  sevillano “Chicuelo”, pero ya conocía la fiesta en la frontera mexicana) y su primer pensamiento treinta años después fue reencontrarse con  el hijo de su menguado ídolo y proponerle una serie de corridas mano a mano con  su cuñado Luis Miguel. En el título se entremezclaron los adjetivos de peligroso y sangriento a un verano en  el que ambos toreros pagaron su tributo. Nieves Herrero, no sé en base a que testimonios, dice  que Hemingway considero triunfador de aquellas diez corridas a Luis Miguel cuando en realidad todos los elogios fueron  destinados al de Ronda, hasta el punto de que el “number one” puso  en duda de que el americano supiera de toros y de escritura. Pese a su gran divulgación y a los millones de lectores que a través de la obra de Hemingway conocieron la fiesta española, lo cierto es que la traductora del texto al español no era muy ducha en el lenguaje torero y  cometió algunos errores que no empequeñecen la significación del más trascendental relato taurino. Soy, lo  confieso, rendido admirador de don Ernesto. Y de Luis Miguel y de Antonio Ordóñez aunque sean tan diferentes y tan dispares. El texto de “El verano  sangriento” se publicó en “La Gaceta ilustrada” con dibujos de Picasso y fotos de Cervera, el fotógrafo que gano un premio universal de fotografía en Londres con “Caída al descubierto”, foto tomada en Toledo y en la que aparecen al quite Belmonte y Gaona.
Pese a su gran dimensión como torero, Antonio Ordóñez no fue un hombre feliz aunque que tanto Carmina Dominguín, que murió joven un 29 de agosto, como Pilar Lezcano fueron excelentes compañeras del rondeño. Y pese a la gran legión de seguidores con un grupo selecto que acudía a todos los festejos en los que actuaba y que se comportaban de una forma apasionada. En aquella corrida de Linares del incidente con su banderillero Galisteo, al rematar al cuarto toro de la tarde se levantaron de sus asientos y abandonaron la plaza. “Ya no queda nada por ver”. Y aquel día le acompañaban en el cartel Diego Puerta y Santiago Martín “El Viti”, dos toreros importantes.

Luis Miguel hizo unas declaraciones a un medio americano en las que manifestaba que Antonio era un buen chico que se había casado con su hermana y que, por lástima, le apoderaba  su padre, el ocaso paterno, su hermano Juan, luego las hijas, Carmen y Belén, Paquirri, su nieto Francisco a los ruedos y Cayetano a estudiar… Cuando vivían en Madrid , en San Juan de la  Cruz, junto a los Nuevos Ministerios, su casa era refugio de personajes. Un novillero del otro lado del Atlántico era el vigilante de sus niñas, Carmina ponía orden. El torero iba y venía y en San Sebastián le brindó un toro a José María Jardón y le dijo al oído que era el último toro que mataba. Lo que no le contó don José María al torero es que pensaba derribar esa misma plaza y vender el solar a una inmobiliaria. La de Bilbao se quemó una noche pero el arquitecto Gana, ordoñista, levantó una nueva en  unos meses. La de San Sebastián tardó unos cuantos años en resurgir pero lejos de el viejo Chofre. Las Vascongadas era vivero de ordoñistas, el Conde de la Unión en la navarra Buñuel, en Zaragoza hasta Brualio Lausín, el hijo  de “Gitanillo”, ”luismiguelista” de nacimiento, Jerez y su administrador Emilio Rosales, el del Moral padre de Colmenar de Oreja, la duquesa vecina de “Valcargado”, todos subyugados por uno de “los doce apóstoles toreros”. Algún día me atreveré a hacer la lista. Hoy vuele mi recuerdo hacia la memoria de un gran torero que no llegó a ser feliz.

domingo, 13 de diciembre de 2015

CARA Y CRUZ ZARAGOZANAS

Simón Casas y su amplio equipo de colaboradores: Enrique Patón, Nacho Lloret, José Luis Ruiz, la adorable Silvia y una atenta jefa de información  sevillana que nos tiene al día de todo lo que ocurre en el coso zaragozano. Luego unos asesores de imagen que este año ha dado a la luz de todos los vientos una curiosa serie de los principales componentes pilaristas con un sorprendente Morante de la Puebla que en ocasiones nos ha llamado la atención con amplias patillas de hacha, hermosa pelambrera tipo “el Paquiro” de mediados del siglo XIX, tocarse con un canotier o un bombín, taparse con una capa de Seseña o fumandose un Churchill entre toro y toro al estilo de Adolfo Rodríguez “El Pana”, mexicano de Apizco. Para esta ocasión se nos presenta a calzón (taleguilla) medio caído, el torso pintarrajeado, el nombre de Salvador a modo de tatuaje pintado y los bigotes y la mirada  dalinianos. “Soy arte puro”. Los otros retratados son de “El Juli”, brazo desnudo y la leyenda “Soy Tauromaquia”, López Simón, brazo y pierna al descubierto, “Soy verdad”, ambos en recuerdo del retrato que le hizo a Juan Belmonte el fotógrafo valenciano Julio Derrey y que se publicó en “Mundo Gráfico” el 21 de abril  de 1926 y otro posterior de Juan Gyenes con  el fondo del que le hizo al óleo Julio Romero de Torres, Urdiales, el torso desnudo y un capote bordado con racimos de uva y hojas de parra, “Soy honesto”, y Talavante, de negro con gola y puñetas blancas, la mano en el pecho y una feliz confesión: “Soy libre”. Algo  así como “hago lo que me da la gana”. Las cinco fotos cubrieron una parte de la fachada del coso de Pignatelli que construyera el arquitecto Navarro del 16 al 18 del pasado siglo XX y lucieron en autobuses, tranvías, columnas del Paseo de la Independencia y de casi todas las publicaciones taurinas. Fue un buen impacto publicitario que, sin duda, despertó la curiosidad de los que estaban alejados de la fiesta de los toros o no habían estado nunca. Estamos en tiempos en los que no nos podemos dormir en los laureles - lo dice hasta al pintor Barceló en  su seguimiento a Goya y Picasso – y todos los esfuerzos serán pocos para mantener el fuego sagrado de la afición a los toros que algunos, muchos desde la otra acera política o cultural, no pueden  apagar y pretenden que nos chamusque y destruya. Casas ha triunfado en Zaragoza pese a los malos auspicios de sus detractores y desde las páginas del suplemento semanal de Aragón en ABC, Ángel González Abad, ha detallado hechos y cuantificado cantidades con las que estoy de acuerdo y leo con regocijo.

Pero, al margen de la buena noticia que supongo que se habrá reflejado en los resultados crematísticos de la Feria del Pilar(no hay que dudar que los empresarios ganan dinero o cierran el chiringuito), me da la impresión de que los tiempos han cambiado mucho y el ambiente taurino zaragozano es muy distinto del de hace unos años. Primero la plaza de toros. Lo puedo atestiguar porque fui consciente de cómo se hallaba a finales de los años  70 pasados y de las obras que se iniciaron primero con el diputado Ángel Esteban Enguita (UCD) y después con el diputado Eduardo Aguirre (PSOE) hasta que me obligaron a jubilarme en  1996 con un festival goyesco de grato recuerdo, en el que actuaron Francisco Marcos “Marquitos”, “Paulita”, ambos con  caballos, y Ricardo Torres sin ellos, más una cuadrilla de toreadores valencianos, recortadores, roscaderos, saltadores y algunos de sus encantos de referencia con las facetas de la época goyesca. Se cumplían los 250 años del nacimiento del de Fuendetodos. La tarea de recuperación de la plaza zaragozana continuó y ahora es la más bella y cómoda de España entre las plazas de primera, cuatro año más joven que la de Sevilla pero sin comparación en  lo que a operatividad y uso público se refiere. No así en lo que a su explotación turística y torera respecta. Está cerrada a cal y canto hasta  para los pocos profesionales que en otros tiempos entrenaban a diario en el ruedo zaragozano. Por su belleza monumental y la riqueza artística que posee la DPZ en  sus almacenes, el retrato de Manolo Gracia que hizo Gárate o la copia de la despedida de Lagartijo, los carteles, la colección  de la Tauromaquia de Goya y algunas cosas más que están muy bien guardadas pero no disfrutadas. Vivir la plaza de toros  en toda intensidad y durante todo el año para aprovechar también esa cubierta que es casi la única que no le ha quitado carácter a un coso taurino. Nada que ver con las plazas cubiertas de nueva construcción  que más parecen salas de fiesta, tanatorios o monstruos de concreto, como le llamaban a “la México” en sus primeros años. Cenáculos taurinos, del “Oro del Rin” de Requete Aragonés y “La Maravilla” a “La Taurina” de la calle Pignatelli, frente a la plaza de toros. Apenas unos cuantos nos reunimos los jueves de cada semana. Otros luchan organizando actos de todo tipo con  el reclamo vía internet, Fernando García Terrel, Eduardo Gavín, Bonilla, Fernando Polo, “El Niño del Herdy”, Armando Sancho y “Pascualillo”, que en la calle Libertad recuerda los años que hace que se retiró Curro Romero. No pasa solo en Zaragoza. En Madrid han desaparecido los toreros de la llamada playa taurina, de la calle Sevilla a “La Tropical” de la calle Alcalá a la esquina de la de La Virgen de los Peligros, donde estaba “Riesgo”, la calle Aduana con el sastre Fermin, o la calle Jardines y “La Pañoleta”, donde yo le hice una entrevista a Gitanillo de Tríana, su esposa y su suegra, Pastora Imperio. Queda “Don Paco” en  Caballero de Gracia, casí al principio de Gran Vía. Y no te encuentras un torero en toda la Plaza de Santa Ana ni hospedado en el Hotel Victoria. Apenas el banderillero Barroso “Pechoduro” y el ínclito Gonzalito. Todavía se mantienen  en “Viña P” los cuadros de Pepe Puente y los hijos de Manolo Chopera que siguen los gustos culinarios de su padre.

Y lo que es más significativo de todo: Zaragoza fue la plaza donde se hicieron todos los toreros aragoneses y hoy en el escalafón de novilleros sola hay dos de la tierra con un par de novilladas sumadas por cada uno: Miguel Cuartero y Jorge Isiegas, sobrino de Octavio  Iglesias. Zaragoza, cruce de caminos entre Madrid y Barcelona, Valencia y San Sebastían, La Coruña, Santander y Tarragona, es la plaza de Paco Camino (por delante de la de Sevilla), Diego Puerta, Chamaco y Miguel Márquez cuando se daban novilladas en Alagón, Cariñena, Daroca, Maella, Pina de Ebro, Ricla, Tarazona, Tauste, Ejea de los Caballeros, Ateca, Sos del Rey Católico, Illueca y Calatayud en la provincia de Zaragoza, Huesca, Barbastro y Jaca en la propia Huesca, y la gran mayoría de las de Teruel, Albalate, Alcañiz, Calanda, Cella, Escucha, Orihuela, Utrillas, Valderrobles, Muniesa y la capital. ¿Cuántas novilladas se han  dado en Aragón la temporada que ahora se remata? Algún festejo mixto en tierras turolenses si es posible con amazona tan bella como la francesita que abrió la Puerta Grande de Zaragoza en el remate de la feria pasada. Buena estampa equina: no me canso de repetir que me recuerda a don Álvaro montando a Espléndida.


Como le dijo el mono a la mona tras la última explosión de la bomba nuclear: “Tendremos que volver a empezar”.

miércoles, 28 de octubre de 2015

EL CIERZO QUE VIENE DE EUROPA

El cierzo es un viento recio y frío que algunos llaman del Moncayo, la cumbre de la provincia de Zaragoza en su frontera con Soria. Pero ese viento viene del Cantábrico, Europa, y se encauza por el  camino del Ebro, río torero con la contribución de los de Aragón, Navarra, La Rioja y buena parte de Las Vascongadas. Y su fuerza y vigor estuvo presente en la primera corrida de la Feria del Pilar de este año para defender lo que conocemos por fiesta española. Por primera vez en muchos años, el autobús que me trae desde mi casa a la plaza de toros iba al completo y se vació en casi su totalidad en la parada más cercana al coso de Pignatelli. Allí nos esperaban los antis. Ni caso. Dentro de la plaza, un ambiente sensacional, pancartas alusivas a Cataluña y Baleares, canciones y ese grito que tan bien suena de ¡Libertad! Libertad para ir a los toros o comerse un huevo frito con puntillas doradas aunque lo haya puesto una gallina metida en una jaula de un palmo de altura y con la luz encendida día y noche. En un bar de la ciudad se venden huevos fritos de GALLINAS FELICES con patatas y jamón. Me figuro yo que serán gallinas de corral o de monte, de esas que andan sueltas y tienen un par de gallos de alta cresta roja y precioso plumaje. Las otras, las de las granjas ponedoras, hubiera querido ser toro de lidia. Y ese primer día del Pilar de Zaragoza me gustó especialmente Talavante porque me sorprende. Su toreo es algo así como el “jazz” a la música. Sin pentagrama. Y es que la fiesta está más cuadriculada que un óleo de Antonio López y ocurre en nuestra histórica plaza que los espectadores aplauden cuando un picador levanta el palo aunque el toro empuje al caballo a las tablas y hasta derribe. En este apartado de la bravura del toro no creo que ninguno supere al cuarto de la corrida del día del Pilar, que se llamaba “Pescadero”, bella estampa, pelo negro, recién cumplida la mayoría de edad y 545 quilos. Pertenecía a la ganadería de Daniel Ruiz, de Albacete, con procedencia de “Jandilla” y, por tanto, no muy querido por los llamados puristas (puritanos, más bien). El caso es que la bravura surge en cualquier lugar, día u hora y que “Pescador” fue un  toro bravo. Y para un toro bravo es necesario un torero bravísimo, cosa que nadie discute que lo es y lo demuestra Julián López “El Juli” y por lo que a mí me interesa. Ya tengo dos toreros en mi lista de favoritos. Lo son también Morante por su duende y Ponce, un magno (el más magno de la historia del toreo) que no pudo acudir a la cita pilarista y fue sustituido  por “el improvisador”. Ya son cuatro. Sigo el consejo de un experto en Tauromaquia: “El mejor aficionado es al que le caben más toreros en su cabeza”.

Paso de puntillas por la corrida de Zalduendo, reconozco el mérito de sus lidiadores y apunto un detalle que no creo que pasara por la mente del señor presidente para negarle la segunda oreja a Padilla en el cuarto toro de Zalduendo. Solo un detalle que no tienen en cuenta la mayoría de los espectadores y parte de los críticos: una estocada en la que se pierde la muleta ya no es una estocada perfecta y esa segunda oreja exige perfección en todo. Bueno la perfección en el toreo es relativa. Quizás también el señor Bentué, presidente, consideró excesivos los muletazos que Padilla ejecutó con las dos rodillas en tierra. Hubo un  diestro famoso que se prodigó en este tipo de toreo. Era Agustín Parra “Parrita” y lo hacía porque le pasaba lo que al de Jerez: tenía una buena estatura y, en pie, a estos diestros se les notan más los defectos que a los más bajitos, tipo Camino, que también era torero de mis predilecciones. O Pepe Luis, el santo patrono del sevillanismo al que rezo con fervor.

Y llegamos a la novillada de la Feria. Del victorioso y paisano señor Marcuello que anuncia su ganadería como de “Los Maños”. Marcuello es el Victorino aragonés. También como el de Galapagar, es de pueblo, no es tocinero pero se dedica a  carrozar camiones y  remolques, tiene sus animales en la Sierra de Santo Domingo y buscó la bravura casi en las mismas fuentes que el señor Martín, en lo de Vistahermosa, los Saltillos santificados con los santacolomeños del prolífico Mayoral y un ajuste de lo de Bucaré de Buendía. Lo que no sé es si Marcuello podrá superar tipos y caras para presentarse ya con toros en plazas de primera. Lo han sufrido los de Santa Coloma hasta casi desaparecer por completo Pero la bravura está ahí y se agradece  su mimo y cuidado. La cosa se preparó para repetir la apoteosis del año pasado y se rozó el larguero de una vuelta al ruedo merecida por el cuarto de la tarde lidiado con buen pulso y exquisita calidad por Ginés Marín. Varea confirmó lo mostrado el año anterior y acreditó que está en buenas manos, en la de Santiago López, que es un buen cuidador de toreros. Espero que Marín y Varea engrosen mi lista de favoritos. En el caso del mexicano Valadez lo veo más difícil.

Una curiosidad que puede interesar a los reglamentistas: en la corrida del día del Pilar, mano a mano (o pata de caballo) de Diego Ventura y Julián López “El Juli”, hubo sobresaliente para este último pero no para el caballero. Es que no lo contempla el Reglamento, cierto, pero ¿no puede sufrir una cogida el rejoneador solitario y no poder continuar la lidia? ¿Un rejoneador sobresaliente con sus caballos? El sobresaliente de a pie de esta ocasión fue Jeremy Banti, al que yo no conocía de nada. Entonces, sabiendo de las inclinaciones del galo Simón Casas, le pregunté al sabio y afrancesado “Barquerito” por el rubio y bien vestido Banti. Me lo aclaró todo: es matador de toros con alternativa en Francia no confirmada en España, de buena técnica y mejor manejo de la espada y que ejerce como tal sobresaliente en las corridas de su país que lo requieren.

En la corrida de Adolfo Martín, entre cárdenos bragados y negros entrepelados hubo uno que destacó por su edad y por la conformación de su cabeza. Hubiera cumplido los 6 años en el mes de diciembre próximo, se llamaba “Lagartero”, pesó 495 quilos y era excesivamente cornipaso, circunstancia esta que pudo suponer el rechazo de los veedores en las corridas que había lidiado antes don Andrés. A Zaragoza. Allí pasa todo. Pese a la destartalada cornamenta del “martinico”, Ricardo Torres lo mató de una buena estocada, la que hubiera necesitado en San Jorge para alcanzar un gran  triunfo. Rafaelillo, heroico; Paulita en el detalle sin rematar. Al sexto, otro “Lagartero”, un año y tres meses más joven, le pudo cortar alguna oreja. Y las oportunidades hay que aprovecharlas. Simón Casas, orgulloso de su campaña con las fotos nada comunes de Morante, “El Juli”, Talavante, Urdiales y  López Simón, dice que el año que viene va a ser el de la remontada de la fiesta y que en sus plazas les va a dar sitio a los nuevos, los que han tomado la alternativa recientemente como Roca Rey y los que la van a tomar a principio de la temporada que viene como Ginés Marín y Varea.


El sábado, 17 de octubre, hubo cosas curiosas y sorprendente. La primera que Talavante se viniera a Zaragoza con sus toros de Garcigrande y Domingo Hernández y López Simón con sus tres de “El Vellosino” y que no hubo sorteo. ¿Es eso reglamentario? Ya sabe el que me leyere que no soy muy partidario del Reglamento y menos de que cada comunidad tenga su propia legislación. Pero si el presidente pasó por alto el trámite del sorteo habitual ¿por qué no transigió con el espadazo tendido y el descabello a la primera con los Talavante remató una faena inenarrable, ligada, cosida, con vainicas y pespuntes, con  flores y canciones, con gallardía, imaginación, con la locura transmitida a la mayoría de los espectadores. Solo le concedió una oreja del llamado “Colchonero”, de Domingo Hernández, 622 quilos y a cuatro meses de cumplir los 6 años. La cosa tuvo un extraño remate: el ínclito Alejandro, extremeño de nacimiento, cogió montera y capote, se fue hacia los medios, pasó junto al alguacilillo de las altas plumas que tenía la oreja de “Colchonero” en su mano, lo ignoró olímpicamente y dio dos ovacionadas vueltas al ruedo. Yo, en mis 75 años de espectador y escribiente taurino no había visto nada parecido. He visto tirar el trofeo bajo el estribo de la barrera, entregárselo a alguno de los subalternos o lanzarlo contra alguien del tendido o el callejón. Lo de Talavante es algo nuevo bajo el sol que alumbra las arenas de los ruedos del mundo. Que hablen de uno aunque sea bien. Y en la corrida de rejones del domingo, la despedida de Fermín Bohórquez, las  magistrales lecciones de toreo de Pablo Hermoso de Mendoza y las dos orejas y la salida a hombros de la francesita Lea Vicens. Es un encanto a caballo. Tanto que me recuerda en apostura a don Álavaro Domecq Díez. Con una coleta rubia y la agradable y seductora sonrisa. Al sexto toro lo mató de un rejonazo sin puntilla y dejó al jubilado y al magister con la boca abierta. Un  episodio más de la Feria del Pilar más animada del último quinquenio. Y el  cierzo y Simón Casas, señores, vienen de Europa. El toro raptó a Europa. Europa se quedó en España y ahora resulta que llega por los Pirineos. 

martes, 14 de julio de 2015

EL MAESTRO JOSÉ LUIS RAMÓN


Le llamo maestro pero es algo más: doctor en Ciencias de la Información. Y “fue cocinero antes que fraile” porque  estuvo en la Escuela Taurina de Madrid y hasta debutó con picadores en Las Ventas. Luego se inclinó por el periodismo y ahora es el director de la revista “6TOROS6”. Y desde esa su tarea profesional realiza algo que no es muy habitual en este mundo de la información: enseñar. José Luis desde su relevante y comprometido heraldo se interesa exclusivamente por la información y la enseñanza que por los chismes y los ecos sociales. Y, además, publica una excelente obra que titula EL TOREO FUNDAMENTAL (Historia, técnica y estética de las suertes del toreo) y que curiosamente ha sido editada por “Edicions Bellaterra” de Barcelona, un libro de gran formato, a cuyo texto explicativo acompaña una amplia información gráfica. José Luis Ramón ya publicó hace años “TODAS LAS SUERTE POR SUS MAESTROS”, donde estos daban razón de estos por la interpretación de cada uno de sus lances de la lidia. Ahora justifica su incursión en este campo de la didáctica torera con la presencia de dos toreros renovadores: José Tomás y “El Juli”. Al primero por su forma de interpretar las manoletinas y las chicuelinas y a “El Juli” por su largas con el capote. Pero en las 254 páginas del libro hay ocasión de enterarse de casi todo lo que tiene relación  con al arte y al oficio de torear.
El primer capítulo se refiere a “Apuntes sobre la técnica del toreo”: cruzarse, ganar o perder pasos, las distancias, adelantar la muleta, meter el pico, ligar en redondo cuando antes no se giraba sobre los pies para enlazar los pases, era natural y cambiado, la profundidad y vaciar la embestida como remate del embroque inicial. O sea, lo de parar templar y mandar. El toreo de frente o de perfil, cargar la suerte y torear a pies juntos o con el compas abierto, los toques, las alturas de los engaños o codillear. Codillear es torear con al codo pegado al cuerpo. Antiguamente este era un defecto muy repetido entre los toreros novatos, ahora parece que los principiantes lo tienen todo aprendido y es más frecuente que escupan las embestidas antes que reducir espacios. Hay toreros que hasta se regodean con el codilleo y proporciona a su intérprete una especial cualidad emocionante y artística que se transmite al público.
En el capítulo “LA VERÓNICA, HISTORIA DE UN MILAGRO”, José Luis hace su lista de favoritos: Antonio Montes, Juan Belmonte, Joaquín Rodríguez “Cagancho”, Luis Castro “El Soldado”, Victoriano de la Serna, Fernando Domínguez, Mario Cabré, Pepe Luis Vázquez, Antonio Ordóñez, Rafael de Paula, Curro Romero, Curro Vázquez y Fernando Cepeda. Hay muchos más, claro está. Yo no me olvidaría de “Curro Puya” y de Manolo Escudero y hasta de un sevillano, Antonio Gallardo, que hubiera sido figura del toreo si la lidia se hiciera solo con el capote. Y la media verónica para Juan Belmonte. Luego “Antoñete”, Antonio Bienvenida, Juan Posada y todos los  citados como intérpretes de la verónicas. Antonio Ordóñez y su media  de rodillas inmortalizada por Arjona y fundida en bronce por Pablo Ignacio Lozano.
Otro espacio lo dedica Ramón a las largas. Quizá en estos momentos se den casi exclusivamente largas cambiadas de rodillas “a porta gayola” o junto a las tablas y en alguna ocasión una larga de remate de una serie de lances, pero la larga cordobesa o de Lagartijo o las de los subalternos Pepe Miguelañez, “El Boni”, Chaves Flores o “Tito de San Bernardo” se han quedado para el recuerdo. Claro que en estos momentos no hay subalterno por importante que sea que se encargue de torear al toro de salida y son muy pocas las oportunidades que tienen estos toreros para mostrar sus virtudes capoteras. Hace unos años, en San Isidro, se concedía un premio al torero que mejor interpretara este lance. Ahora quedaría desierto.
Revoleras , afarolados y la polémica gaonera, lance de frente por detrás ( el torero de frente y el capote por la espalda), de costado por detrás (de costado el torero y el capote a la espalda) y por detrás y de espaldas (el copote a la espalda  y el toro por detrás). De este último lance habla “Pepe-Hillo” en su “Tauromaquia”, pero lo primera estampa conocida es la de Pedro Romero pintado por Goya en una de las hojalatas conocidas como de Cean Bermúdez. Otra posterior es el grabado que Lake Price le hizo a “Paquiro”,  mientras en el siglo XX era el mexicano Pepe Ortiz el que la incluía en su llamado “Quite de Oro”, mientras que en estos tiempos yo solo recuerdo en lances similares a Julián López “El Juli” en la citada  como“escobina” y a Joselito Adame. “Pepe-Hillo” dice que el remate es girando los pies al revés del viaje del toro. O sea como una chicuelina invertida. También se decía que era lance al que se apodaba “la aragonesa”, por lo que yo deduje que dado que en aquellos tiempos  no había torero aragonés de renombre desaparecido “Martincho” de los ruedos hacia 1764, el que transmitió la suerte a Pedro Romero y “Pepe-Hillo” fue el mismísimo Goya. A Cayetano Sanz le retrataron en un lance al costado y por  detrás. ¿Pudo ser la primera especie de gaonera?
La rogerina (Victoriano Cuevas Roger “Valencia”), la saltillera (Armillita), la caleserina (Alfonso Ramírez “Calesero”), la mariposa (Marcial y Luis Miguel) y la chicuelina (Chicuelo). El toreo de capa es rico y variado  y, además, no tiene límite en el número ni en sus intérpretes.
Suerte de varas tan modificada. Cuando se impuso el peto protector en la Dictadura de Primo Rivera algunos aficionados dijeron que se acababa la fiesta. Es todo lo contrario, pero es cierto que ese peto ha hecho casi desaparecer a la llamada “víctima de la fiesta” y aquella emoción que representaba la lucha del toro y el caballo y el riesgo de los picadores. Vaya lo uno por lo otro. Banderillas, la última novedad, “el par del violín”, imitación del que se hace a caballo con los palos reunidos y sin cuadrar en la cara del toro que, para mí, es lo más importante, no correr ni saltar, salir andando de la suerte, los pases más fundamentales, suerte natural o contraria, naturales o cambiados, el forzado de pecho los de adorno, los estatuarios, trincherazos, lasernina luego manoletina y en cierta ocasión la montalvina a causa de la actuación del  Madrid que se harto de dar manoletinas en un festival, la bernardina de Joaquín Bernadó, la muleta y la espada en el lado contrario que la manoletina.
Y para rematar, la estocada. La foto de Camino que le hizo Cuevitas en Bilbao: ¿La más perfecta? No lo sé. Al menos, magnífica. Recordar a Rafael Ortega y hace poco a Uceda Leal. Y hoy a Manzanares hijo. Mata muchos toros bien y algunos en la suerte de recibir en la que era maestro Pepe Bienvenida.

Bueno , esto es un leve apunte de todo lo que cuenta en su libro “ELTOREO FUNDAMENTAL” de José Luis Ramón. Yo solo he bocetado lo que puede encontrar en esta magnífica obra  el buen  aficionado a los toros.        

jueves, 18 de junio de 2015

LA HISTORIA SE REPITE

Hace casi cuarenta años, 1979, cometí la osadía de apuntarme al más partido de todos los partidos de entonces, a UCD, y formar parte de la candidatura para el Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros. Fue UCD el partido más votado, pero el apoyo del PSOE a la candidatura del Partido de Independientes de Izquierda le dio la alcaldía a esta formación en la que participaban algunos maestros y profesores y agricultores. En una de las primeras reuniones del nuevo consistorio tocó discutir el tema de las cercanas fiestas populares para iniciarse esta discusión con la propuesta de que desapareciera del encabezamiento de esas fiestas lo de EN HONOR DE LA VIRGEN DE LA OLIVA y que los concejales no asistieran como tales a las procesiones. Luego, el día de la patrona, en la procesión, se desató una violenta tormenta y el único edil que aguantó hasta el final fue el señor Tapia, del Partido Comunista, que, además, había estrenado traje aquel día.

Otro tema polémico fue la celebración de una corrida de toros en esas fechas festivas. Mi amigo Manolo Cano me comunicó que quería organizar en la moderna e infrautilizada plaza de toros de Ejea una corrida de toros con la participación de Manuel Benítez “El Cordobés” con Joaquín Bernadó por delante y otro diestro más. Yo le argumenté que al ser nuestro primer año en el consistorio ejeano no podía prescindir del concurso de Miguel Peropadre “Cinco Villas”, cosa a la que accedió Cano sin problemas. Pero la propuesta tenía que plantearse al consistorio y hubo que decidirla democráticamente. Ganó el sí al festejo gracias al voto del propio señor Tapia y se celebró el 4 de septiembre de ese año de 1979 con la mayor afluencia a una corrida de toros que haya habido nunca en esta plaza, con la villa repleta de automóviles y los bares y restaurantes a tope. Aquel día se acabó el pan en Ejea y no sabría como valorar el impacto económico y turístico que aquel acontecimiento tuvo en la capital de Las Cinco Villas. Era el tercer paseíllo de Manuel Benítez en Ejea, el primero en una novillada en la que se lanzó de espontáneo un sacerdote con sotana, y el segundo en una corrida de toros de “las guerrillas” con Palomo Linares.

¿Qué ocurrió los años siguientes hasta 1983 en que termino la legislatura? El alcalde, Mariano Bergés, afirmó que si hostelería aportaba dinero para festejos taurinos estos se llevarían a cabo. En caso contrario, el Ayuntamiento renunciaba a esta programación. No hubo toros en los años siguientes, en el 82 una corrida en abril y otra en septiembre por iniciativa particular, una novillada, una actuación de “El Toronto” y un festival que organizó el hijo de Baquedano con la colaboración de Andrés Álvarez y en el que participaron “Antoñete”, Gregorio Sánchez, Curro Romero, Rafael de Paula, Miguel Cinco Villas y los novilleros Manuel Fuentes y “Gallito de Alfaro”, el 9 de abril de 1983. Esta fue la última vez que Miguel Cinco Villas actuó en Ejea. En agosto murió en un accidente de automóvil. En septiembre se celebró otro festival a beneficio de la familia del torero ejeano a instancias de la Peña “Martincho”, que dos años después, con nueva conformación edilicia, inició una etapa de cierto esplendor de la historia taurina de la Plaza de Toros de Ejea de los Caballeros, que cumplió sus bodas de plata en 1987 con un cartel con dos corridas de toros en las que participaron Morenito de Maracay, Vicente Ruiz “El Soro”, Roberto Bermejo, Manzanares, Julio Robles y José Luis Palomar, un festejo mixto con el rejoneador Curro Bedoya y los novilleros Casanova y “El Molinero”, “El Toronto”, toro de fuego, corrida landesa, recortadores y roscaderos. Fue el comienzo de una bonita y lógica historia para un pueblo que en el siglo XVIII y principios del XIX era centro principal de la ganadería brava española.

No creo que en el momento actual se cierren las puertas toreras cincovillesas, pero de otros lugares llegan noticias alarmantes. De Huesca, por ejemplo. Nada de festejos taurinos y supresión de las mairalesas, que son las majas o reinas de otros lugares. En Huesca, que no es provincia de amplio espectro taurino, si tiene larga tradición en su capital y su plaza es de 1929. Por San Lorenzo recoge una amplia muestra de turismo, incluidos aficionados franceses, y a sus muchos encantos ambientales une los gastronómicos, los monumentales y la forma especial en asistir a sus corridas de toros con olor a albahaca y color verde. No hace falta contar su historia. Como tampoco hace falta explicar las 50 razones que Francis Wolff, filósofo francés de la Escuela Normal Superior de la Universidad de París, propone para defender la corrida de toros.

Y las dudas de Valencia, Pamplona o Madrid. Muchas ocurrencias de todo signo, muchas propuestas pueriles, vecinas y vecinos, paridades absurdas, si hay más mujeres valiosas y con méritos, más mujeres; al contrario, más hombres, mucho dogmatismo y más demagogia. Que no se gane un puesto por imperativo matemático. ¿Qué la gente quiere ir a los toros? La respuesta es bien sencilla. En estos 31 días pasados más de 650 mil personas han ido a los toros en Madrid. Es, además de otras muchas cosas tradicionales, ecológicas, medioambientales, artísticas, culturales e históricas, un aliciente para que gentes de otros pueblos nos visiten, para que se queden un rato más en España. La fiesta es española, sí, pero anterior a la fundación de la marca hispánica. Su arte nació en las cuevas prehistóricas.

Lo que más me inquieta de todo esto es que puede terminar con la desaparición del toro bravo, ese que estaba en toda Europa y que desapareció de los territorios en los que no se impuso su lidia. Vida y muerte de la mano. Pero eso ya pertenece a la Filosofía. Yo solo sé que me gusta paladear, rumiar el toreo.

He visto bastantes corridas de San Isidro y he leído a “Barquerito”, José Luis Ramón, Zabala y Amorós. A otros no porque me cuido mucho. Saco la conclusión de que ha habido toros bravos pero no en las corridas de la semana llamada torista. La corrida más completa en presentación, casta y nobleza, la de Juan Pedro Domecq. Y en el aspecto humano me ha alegrado la cuarta salida a hombros por la Puerta Grande de Castella aunque en otras ocasiones el honor se lo birlaron decisiones presidenciales. En el otro sentido, se confirmó la caducidad de alguno diestros a los que consideraba como amortizados. No me sorprendió la de Manuel Jesús Cid puesto que siempre he pensado que es torero que torea bien pero no sabe torear. Es la confirmación del aserto orteguiano de que “torear no es dar pases”. La corrida de Victorino no fue buena aunque no tan mala como para recordar a las “alimañas” de Ruiz Miguel. Domingo, el de Borox, no era torero de latigazos, se deslizaba, andaba, templaba, dominaba, ponía la firma con la orteguina o trincherazo, más en su dulce expresión que en la brusquedad de su segundo calificativo. “Torear no es dar pases”. Y hubo algunos toros del viejo ganadero galapagareño a los que se pudo torear sin darles pases. ¿Comprenden el matiz?


Y para añadir nostalgia a mis recuerdos he visto en la 2 de la TV. E. tres películas españolas: “Historias de la Radio”, “La Verbena de la Paloma” y “El Último Cuplé”. En las tres se percibe un toque torero: en la primera, una entrevista con Rafael el Gallo, en la segunda, una alusión a los toros de Carabanchel y en la tercera, la participación de Enrique Vera como torerillo incipiente y ambicioso que se quiere llevar al huerto a la bellísima Sara Montiel. Con eso me conformo.