viernes, 25 de mayo de 2012

MADRID, MADRID, MADRID

BENJAMÍN BENTURA REMACHA

El chotis de Agustín Lara se había bailado el día anterior, San Isidro Labrador, santo que se ha convertido en patrón del hombre agrícola que sueña con el ángel que llene el tractor de carburante y lo conduzca horas y horas en el surco interminable de la labranza mientras él juega la partida de guiñote en la taberna del pueblo. Hay quién piensa, equivocadamente, por la estampa del ángel enganchado al arado romano mientras Isidro descansa dormitando en el cercano ribazo, que el señor Isidro es también el patrono de los vagos. Injusto. Yo llegué a Madrid al día siguiente, a la aragonesa, “a dar la tetadica” del profundo recuerdo de más de cuarenta años de estancia madrileña. En Atocha cogí el metro para ir hasta Ventas, donde mi padre construyó una casa en los años 60, en la que viven mis hermanas. Y siempre me sorprende el gran contraste de los usuarios de este medio de transporte. Mozas bellísimas y elegantes junto a tipos marginales: un mastodonte con camiseta sin mangas y pantalón corto con hierros en las orejas y la nariz, tatuajes a toda piel, mascando chicle y soplando bombas ruidosas cada dos o tres minutos. La mayoría de los viajeros leen libros, revistas o folios de estudio y no se preocupan de los alrededores. Transbordo en Sol, admiro la obra de Mingote en Retiro y salgo a la luz en Las Ventas del Espíritu Santo, en la explanada guardada por casetas del 20 por ciento y los grupos escultóricos de Fleming, Antonio Bienvenida y “Yiyo”. Saco una entrada y me tomo una cerveza en Gambrinus, donde pasea su extraordinario palmito una morena tirando a negro de casi dos metros de altura y una armonía fabulosa. Una estatua con alma y movimiento. Fotos de la fábrica de cervezas y un reloj en el que en su parte baja se lee el nombre de Julio Camba. Pregunto la razón de tal presencia del famoso y ocurrente periodista. Sencilla respuesta: la calle que va de la de Alcalá a la Avenida de Los Toreros lleva el nombre del ilustre gallego. En mis tiempos jóvenes le llamábamos Cuesta o Escalera del Nuevo Madrid. Hace más de cincuenta años que vine a vivir aquí al lado y me entero ahora que se llama así, Julio Camba. La clamorosa diosa de ébano no sé cómo se llama, lo siento.

Voy a la corrida con mucho tiempo. Me paseo por los alrededores. Hay grúas, vallas, furgonetas, coches con tarjetas de estacionamiento especial, camiones sofisticados y llenos de cables y una gran carpa en la que se proclama la importancia de la Cultura con puerta exclusiva para los “vips”, exposición dedicada a Hemingway, gran barra expendedora de bebidas y un local para el lucimiento de gentes tan importantes como Mario Vargas Llosa y el clon de Toulouse Lautrec, Arrabal, que pronunció una conferencia titulada “Toros, rinocerontes y patafísica” (me gustaría recordar el título de aquella con la que se paseó España Antonio D. Olano), dos carpas en el Patio de Arrastre en la que reconozco a dos “vips” oportunistas, Sánchez Dragó y Caco Senante, vaso en mano, me encuentro con Luis Álvarez, “Andaluz chico” en sus tiempos de novillero, que me pone en habano, a José Luis Carabias que ameniza los almuerzos taurinos de cada día en “El Corte Inglés” y a Ignacio A. Vara “Barquerito” que, como tiene buena casta, se crece a las dificultades y tiene muy buen aspecto pese al agotador reto de hacer las crónicas de San Isidro, las mejores que yo leo junto a las del hijo de Vicente Zabala, también acuciado por las prisas pero con mucha clase y estilo. A muchos se los come el horario de cierre.

Subí a mi localidad y pude encender el habano porque estaba rodeado de fumadores y bebedores de altos y rebosantes recipientes. La corrida, de “El Montecillo”, don Francisco Medina, fiel “juanpedrista”, apenas un trofeo final para Fandiño y Manuel Cid y César Jiménez que no recuperan sus pasadas glorias. Para mí, una felicidad incierta entre las estrecheces graníticas de la localidad venteña. Quizá era yo el más antiguo de los espectadores de la plaza, desde 1939, confirmaciones de Juanito Belmonte y “Manolete” de la mano de Marcial Lalanda y presencia a caballo de Juan Belmonte. Y de Juan Belmonte quería hablar yo.

Me extraña que “ Madrid 2012” sea en ese “Espacio de Arte y Cultura” patrocinado por “Arte Taurino Tour”, “Taurodelta”, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid el “Año Hemingway” porque el cincuentenario de su muerte fue el año pasado. Este año es el cincuentenario de la muerte de Juan Belmonte, quién, entre otras cosas muy importantes, fue el primer matador de toros que cortó las dos orejas y el rabo a un toro en esta plaza. Fue el 21 de octubre de 1934, en la inauguración oficial, con toros de Carmen de Federico que lidiaron Juan Belmonte, Marcial Lalanda y “Cagancho” y don Juan le cortó los máximos trofeos al toro “Desertor”. El día 28 de octubre de ese año, el mismo Marcial le otorgó la alternativa a Pepe Gallardo y también obtuvo idénticos trofeos. Antes, el 17 de junio de 1931, se dio una corrida anunciada con la bandera republicana en la que actuaron Fortuna, Marcial, Nicanor, Fausto Barajas, Luis Fuentes Bejarano, Vicente Barrera, Fermín Espinosa “Armillita” y Manolo Bienvenida. Cómo estarían los accesos a la plaza que Bejarano y Bienvenida tuvieron que acceder hasta el coso andando desde Manuel Becerra y menos mal que en la lidia de los ocho toros no hubo ningún herido porque, desde el ruedo, no había comunicación con la enfermería. Aquello era un descampado desde el que se contemplaba la sierra de Navacerrada. En 1933 hubo dos corridas más, la del “paro obrero” en la que Antonio García “Maravilla” cortó cuatro orejas, y la de la Prensa que organizó don César Jalón “Clarito”, magnífico escritor taurino y conocedor del flamenco, riojano y ministro de Comunicaciones en la República. Pero la inauguración oficial fue la del triunfo de Juan Belmonte, quién volvió a Las Ventas ese 12 de octubre de 1939 en la confirmación de su hijo y de “Manolete”, como rejoneador. ¿Merecía “Terremoto Juan” el que este año en Las Ventas fuera su año? Más: ¿creen los que me leyeran que don Juan el de Triana, aunque naciera en la calle de la Feria, no merece un mosaico en las paredes de la plaza de Las Ventas? Un detalle que me contó Juan Carlos Becca Belmonte: En la Historia de la Monumental madrileña solo hay un apellido que pueda presumir de figurar tres generaciones en los anales de las salidas a hombros por la Puerta Grande, don Juan Belmonte García, Juanito Belmonte Campoy y Juan Carlos Becca Belmonte. Padre, hijo y nieto (por su madre, Blanca).

Juan Carlos Becca estuvo en el homenaje de “Los sabios del toreo” a su abuelo.” La escalera del éxito”, la de Salvador Sánchez- Marruedo que no podía subirla porque no se la habían dado nunca. Claro que Salvador se buscó un padrino de lujo, el ministro de Educación, Cultura y Deportes, José Ignacio Wert Ortega, receptor a su vez de otro trofeo similar de manos del propio Sánchez-Marruedo. Tan altos e ilustres receptores prestigian a los que ya teníamos tal honor. Y más honor para mí al figurar en la mesa presidencial junto al bibliófilo Rafael Berrocal, que estaba a la derecha del ministro. A la izquierda, Salvador, Becca Belmonte y su hija, biznieta de don Juan. Una pequeña decepción: Becca Belmonte no quiso tomar la palabra. Podía haber dicho muchas cosas de su abuelo y de la mala memoria de los “cultos”.

Era el 17 de mayo y la corrida de la tarde en Madrid, una de las de más expectación de esta Feria de San Isidro. Mi compañero de mesa, Jesús Rico Almodóvar, de Consuegra, como se habían agotado las localidades me propuso acercarnos al hotel de “tito Balta” para ver el festejo por televisión. Tuve la suerte de coincidir con Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” que iba acompañado de su esposa Carmen y la novia de su hijo, mexicana de la familia de los Armillita. Recordamos aquella novillada de su presentación con caballos en Castellón, final de feria, a la que sólo me quedé yo y que fue apoteósica. Buen recuerdo. La corrida de Madrid se recordará por la de la cogida de Castella y la intransigencia de los entendidos de Madrid para con los que han triunfado en otras latitudes y, sobre todo, para los que triunfan en Sevilla. Más papistas que el Papa. ¡Cuán chillan esos malditos, don Pedro! Y los que hablan.

Me paseé por los alrededores de la plaza. La carpa estaba a rebosar. Me fui cuesta arriba hacia el Parque de la Avenidas, hasta el pub de Ignacio. Estaba solo. Allí me juntaba yo antes y después de los festejos con mi compadre Fernado y su cuñado “Ninchi”, madrileño de Chamberí, los dos yernos de “Aguardentero” y cuñados del hijo de este y de “Tito de San Bernardo”. Fernando, cordobés de Cabra, de la Casa de Córdoba de Madrid, calle de Martínez Campos, en la casa de don Niceto Alcalá Zamora, presidida por don Felipe Solís, hermano de don José, “la sonrisa del régimen”, en donde, entre otras cosas, organizamos un concurso de toreo de salón que fue todo un éxito y al que acudían dos viejos amigos míos, Pepe Roger “Valencia” y Rafael Llorente y muchos buenos aficionados. Y creamos unos trofeos de San Isidro que creo que todavía se otorgan. Pero ahora no sé donde está la Casa de Córdoba de Madrid. Me pierdo.

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