jueves, 26 de febrero de 2015

CALEIDOSCOPIO TORERO (cuarta parte)

CURRO ROMERO, MIURA Y PAGÉS
  
En la calle Libertad del Tubo zaragozano hay una casa de comidas y bebidas con salón de exposiciones que, a su entrada, a la izquierda, hay una foto de Curro Romero con el recuerdo de los años que han pasado desde que decidió retirarse de los ruedos. Fue el 22 de octubre de 2000, al remate del siglo XX, en la curiosa plaza de La Algaba enmarcada en un redondel de grandes ruedas de carro y ambientada por la alegría, el arte y el taurinismo de los algabeños. El motivo era un festival a beneficio de la Asociación ANDEX (Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía y Extremadura) que se había propuesto celebrar en la Real Maestranza de Sevilla, pero que le empresa rechazó por considerar la fecha como inoportuna. Ocurría además que los dos protagonistas, Curro y Morante, no habían participado en la Feria de San Miguel sevillana y, al parecer, ello no había sido del agrado del heredero de don Eduardo Pagés, Eduardo Canorea, y de su cuñado Ramón Valencia, esposo de María del Carmen Canorea, ambos y Mercedes, hijos de Carmen Pagés Prieto y Diodoro Canorea, machego toledano del pueblo de Cabezamesada.

El barcelonés Eduardo Pagés (1890) firmó contrato empresarial con la Real Maestranza de Sevilla el 16 de diciembre de 1932 (hace 82 años) y fue don Francisco Armero, marqués del Nervión, el que suscribió por parte maestrante las condiciones de ese contrato que se mantiene vigente pese a que Pagés murió en 1945 y le sucedió una gestora en la que figuraban los hermanos Belmonte, que llevó la plaza hasta 1959. La hija de Pagés, Carmen, se casó con Diodoro Canorea, que era empleado de banca y que reivindicó favorablemente el derecho de su esposa a la explotación de la plaza sevillana. Su gestión se mantuvo hasta la fecha de su fallecimiento, el 29 de enero del año 2000, momento en el que su hijo Eduardo y su yerno Ramón tomaran las riendas de la empresa. En la Feria de Abril de ese año, Curro Romero hizo el paseíllo en su prólogo, la corrida del Domingo de Resurrección, 23 de abril, con Ponce y Morante, el día 27 de ese mismo mes lo hizo con José Mari Manzanares y el hijo de Pepe Luis, el día 30 con Ponce y Finito y el 2 de mayo con Curro Vázquez y Finito. Buenos carteles y la sensación de que el Faraón de Camas seguía en su trono de El Baratillo a pesar de que ya iba camino de los 67 años.

Días antes que Diodoro, el 2 de enero, falleció Doña María de las Mercedes, madre del Rey Don Juan Carlos, cliente habitual del Palco de Honor maestrante y valedora de las  virtudes artísticas de Romero y, tras las dificultades para la organización de la Feria de San Miguel y las declaraciones del heredero Canorea Pagés, a Curro se le vinieron a las mentes los fantasmas de la duda, vio su trono sevillano en almoneda y le dijo a Fernando Fernández Román que se cortaba la coleta, que había sentido un duro escalofrío cuando su compañero de cartel en La Algaba había sufrido una voltereta impresionante. “Si me la dan a mí me tienen que llevar en parigüelas”. El trío Sevilla-Canorea-Romero había mantenido un hermoso idilio artístico durante cuarenta años plenos de acontecimientos, anécdotas, triunfos y dolores. “Curro, ya llegará el verano”. Y lo que les dijo “Picoco” a los hermanos de “Espartaco” cuando le argumentaron que era muy currista: “¿Qué si soy de Curro? Vamos, que se muere mi padre y Curro torea en Sevilla y les digo a mis hermanos que vayan rezando que aluego vuelvo”.

Curro es uno de esos toreros que Bergamín motejaba como “toreros con percha literaria”. Por eso me he llevado un disgusto en mi Zaragoza del alma cuando he acudido a la presentación de una exposición anunciada como “La mirada de EFE” y subtitulada como “75 años de Toros en Zaragoza”. Mas de cuarenta  reproducciones en gran formato y una a todo color de Curro Romero de una corrida del 21 de mayo del ya famoso año 2000 en un pinchazo “juyendo”. Con amigos así ¿para qué queremos enemigos? Ni siquiera anti-taurinos.

Francisco Romero López también ha sido noticia estos días por su presencia en la entrega a don Eduardo III Miura y  Antonio III Miura del hierro de honor del diario ABC. La entrega corrió a cargo del Rey padre Don Juan Carlos y al acto asistieron un buen número de toreros eméritos. En la foto, alrededor del hijo de la ilustre aficionada Doña María de las Mercedes, Curro Romero, Andrés Vázquez, Jaime Ostos, que agarra del bracete a Don Juan Carlos, Palomo Linares, Enrique Ponce, Sancho Dávila, Alberto Aguilar y Andrés Caballero. Me ha extrañado la presencia del camero en este acto y baso esa sensación en dos anécdotas y una afirmación. La primera anécdota tuvo lugar cuando le apoderaba Domingo Dominguín y le contaba al matador que estaba en tratos para ir a Santander con una corrida muy a modo, así ( y Domingo juntaba los dedos índices de sus manos como imaginando un toro de lo más brocho), recién cumplidos los cuatro años, bla, bla, bla… ¿Pero de quién es la corrida, Domingo? De Miura. ¿De Miura? Ni resién nasidos. La segunda anécdota tuvo lugar en Sevilla, en el restaurante “Río Grande”, en el Guadalquivir y desde cuyas ventanas se contempla la Torre del Oro. Allí le daban un homenaje a Curro y a Miura. No quiso asistir para no sentarse a la mesa con los criadores de toros que  hirieron de muerte en Madrid a “Pepete”, tío abuelo de “Manolete”, “Islero” e n Linares, Manuel García “El Espartero” también en Madrid, Domingo del Campo “Dominguín” en Barcelona, Fausto Posada en Sanlúcar de Barrameda y Pedro Carreño en Écija. Afirmación: Curro Romero no ha toreado en su larga carrera profesional ni una sola res, vaca o toro, del hierro de la A con asas.

Es curioso que otro de los personajes de la historia taurina sevillana no tenga su origen en la tierra bética. El padre de Juan Mihura cuando llegó a Andalucía procedente de la navarra Zugarramurdi, famosa por su Cueva de los Aquelarres, Arroyo del Infierno, Prado del Cabrón, la Catedral del Diablo y el juicio de la Inquisición contra cuarenta vecinas acusadas de brujería, perdió la h intercalada que conservó el famoso autor de comedias y fundador de “La Codorniz” don Miguel Mihura. Don Juan perdió la h y abrió una tienda de sombreros en la calle de Las Sierpes, compró una ganadería que desde un principio gobernó su hijo Antonio, al que sucedió Eduardo, el de las patillas, sus hijos Eduardo, Antonio y José Miura Hontoria hasta llegar a los actuales Miura Martínez, Eduardo III y Antonio III. Hubo una vuelta a los orígenes cuando, en 1879, en Córdoba, se le perdonó la vida al toro “Murciélago” de la ganadería navarra de Pérez Laborda, de Tudela, y “Lagartijo” le regaló el ejemplar colorado y ojo de perdiz a don Antonio, que unos dicen que le puso a su placer treinta vacas y otros aseguran que fueron sesenta. Sí es cierto y comprobable que a partir de aquel cruce muchos toros de Miura tenían el pelo colorado y el ojo de perdiz, finos de cabos y agilidad en la embestida, características de los toros del pre Pirineo, tierras de Navarra.


Al origen catalán de don Eduardo Pagés, al manchego de don Diodoro Canorea y al navarro de los Miuras hay que añadir el catalanovasco de los que iniciaron en el Prado de San Sebastián, cerca de la Fábrica de Tabacos y de los Jardines de Murillo y el Alcázar, la Feria de Abril de Sevilla. España, plural y maravillosa. Sin fronteras. Fueron sus promotores Narciso Bonaplata, catalán, y José María Ybarra, vasco, dio el permiso Isabel II y el primer día de Feria, el 18 de abril de 1847. Isabel II estuvo en tres Ferias. En 1973, esta se trasladó al barrio de Los Remedios, al otro lado del río. Miles de bombillas volverán a iluminar calles y casetas, música y silencios, copas y pescaditos, bailes y canciones, paseos y romances. Gloria bendita, don Salvador.    

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