sábado, 21 de marzo de 2015

CALEIDOSCOPIO TORERO (Quinta parte)


Me llamó mi apoderado, el que me cobra el 15 por ciento de mis honorarios y siempre percibe lo mismo, y me dijo que le daban la “Escalera del Éxito” a Joaquín Jesús Gordillo y que el acto se celebraba en el restaurante “La Pesquera”, en la Casa de Campo madrileña. Gordillo publicó su primera colaboración taurina en el número 1 (27 de junio de 1961)  de la revista “Fiesta Española”, revista que yo fundé y dirigí. Esa primera colaboración la firmó como Chimo Fernández (su segundo apellido) y  trató de las entrevistas que les hizo a Antonio Bienvenida, Gregorio Sánchez y Antonio de Jesús, los componentes del cartel del domingo anterior de Las Ventas. Luego ocurrieron algunas cosas dignas del olvido aunque, posteriormente, Gordillo me demostró que era persona de generosa nobleza. Sólo por eso quería yo estar en Madrid y, en otro ambiente, hasta me hubiera atrevido a hacer alguna manifestación. Se bastaron Salvador Sánchez Marruedo y la  viuda del que fuera buen periodista, exquisito aficionado y mejor persona para dibujar al brillante perfil de aquel que llegó a la bulliciosa Gran Vía madrileña desde del revolucionario barrio de Vallecas del padre Llanos, jesuita que creó los campos de trabajo de universitarios. Yo estuve en el de Rodalquilar, en una mina de oro sin rastros del “vil” metal. Almería, ¿quién te ha visto y quién te ve? Eran muy lógicos los premios de “La Pesquera” a Diego Ventura, genial, el ganadero Bañuelos, enrrazado,  Borja Jiménez, ilusionado, mejor novillero, y Molés, comunicación al aparato. Luego otros muy particulares: a David Mora por su constancia, a Miguel Abellán por su casta, a “Jesulín de Ubrique” por su técnica, a “Finito de Córdoba” por su clase y a “Espartaco” por su trayectoria. Numerosos invitados en lo que fue el pabellón de Toledo, con la Puerta de Bisagra incluida, de la Feria del Campo que se celebró por primera vez en 1950, cuando, a imitación de la feria de 1929 de Barcelona, se montó otro Pueblo Español que todavía perdura pese a que la Feria del Campo se celebró por última vez en 1975. El de Barcelona, junto a la plaza de toros de Las Arenas convertida en monumental edificio, no sé si todavía se llama Pueblo y Español.
Pero de la Casa de Campo de Madrid tengo yo excelentes recuerdos taurinos. El primero, la explanada rodeada de árboles que servía de amplio escenario para los ensayos de toreo de salón que solían rematarse con algún improvisado partido de fútbol, cosa que enfadaba a los puristas pese a la foto de Joselito con un  balón entre sus manos en el ruedo de la Real Maestranza de Sevilla. Antes se celebraban muchos partidos benéficos en los que los toreros se enfrentaban a los artistas, los periodistas o los veteranos del balompié sin que nadie se sintiera ofendido y Montalvo, del Madrid, se convirtió en el  virtuoso de la manoletina y Raúl, también madridista, dio lances de capote en algunos campos de España y el extranjero. Dicen que le enseñó a torear Enrique Ponce, al que ponderan en el manejo de la pelota y en la interpretación de boleros. Polifacético le llamaban a Mario Cabré porque escribía poesías, hablaba francés e inglés, en el teatro interpretaba el “Don Juan” o “Terra Baixa” y en el cine “Pandora o el Holandés Errante” con Ava Gadner, pasaba modelos de ropa masculina de una marca de telas catalana y también cantaba boleros.
Pero en el improvisado ruedo de la Casa de Campo, el gran ídolo del toreo de salón era Alejandro García Montes “El Ali” y su ayudante, Curro de la Riva. Bordaban el toreo soñado. Luego, con el toro, era otro cantar. Mandaban los Girón que vinieron de Venezuela y plantaron sus reales en una cafetería que había cerca de la antigua plaza de toros de Madrid, avenida de Felipe II, “Trébol”. Luego surgió imponente el gran espectáculo de la “Venta del Batán”, la llegada del suburbano en  1960 y aquel día en que tuve la suerte de entrevistar al príncipe Juan Carlos de Borbón y a su esposa la princesa Sofía de Gracia en una visita que hicieron a la Venta acompañados por toreros como El Viti, Palomo Linares, Julio Robles y algunos más. “Riesgo” sirvió la comida y a Jesús Rodríguez “El Chato” sólo le advirtieron que no le hiciera fotos al Príncipe con un vaso en la mano. Todas aquellas glorias se quedaron en memorias y en la sede de la Escuela de Tauromaquia de Madrid que yo ya no conocí.
Sí recuerdo que un día, con los  buenos oficios de Gonzalito, le hice fotos a Curro Romero entrenándose con el capote bajo las sombras de los grandes árboles del magnífico y benefactor parque de Madrid, a donde se trasladó el Zoológico del Retiro. Un poco más allá, en Somosaguas, vivía como un marajá Luis Miguel Dominguín con la diva italiana y su variada parentela. El estanque, el Parque de Atracciones y las “peripatéticas” apoyadas en los pinos o alcornoques a la espera de ardorosos clientes. Esto, lo de los pinos y alcornoques, se lo preguntaré a “Barquerito” porque es el que más sabe de arbolados y el más templado y brillante cronista del momento. Por cierto que el domingo leí en ABC un artículo de Antonio Burgos en defensa del honor y la dignidad de Curro Romero, al parecer, ofendido por acción u omisión, creo, del señor secretario general del PP nacional. Burgos cita al poeta extremeño Luis Chamizo, el tinajero de Guareña, que en cada libro que publicaba adjuntaba un diccionario de extremeño. Puede hacer lo mismo Burgos con su vocabulario andalusí y de esta forma me enteraré del cuál fue el agravio recibido por el señor Romero.
Televisión Española, a la hora del aperitivo antes del almuerzo del mediodía, ha puesto media docena de veces la cogida sufrida por Francisco Rivera en su reaparición en Olivenza, también han dicho que “Jesulín” torea festivales porque piensa vestirse de luces en el mes de agosto en no sé qué plaza. Nada han dicho de Ginés Marín, Jonathan Varea y Álvaro Lorenzo, tres novilleros triunfadores en el comienzo de la temporada. Vuelven “Espartaco”, Cayetano, el de Foyos, Dávila Miura y alguno más que no recuerdo. “Eramos pocos y parió la abuela”. Siempre me acuerdo de lo que le dijo Belmonte a un matador que le comentó que volvía a los ruedos: ¿Te han llamado? A él si le llamaron. Por eso volvió en 1934, en la inauguración oficial de la plaza de toros de Las Ventas del Espíritu Santo. Hicieron la plaza pero se olvidaron de las calles de acceso. Escaleras del Nuevo Madrid.  Y alguien se ha quejado del cartel anunciador de las Fallas de Valencia. El cartel torero está más que definido y existe hoy algún artista que sabe ponerlo al día. No me pregunten quién. Por sus obras lo conoceréis. Y remato con unos versos del tinajero de Guareña:
Porque semos asina, semos pardos
del coló de la tierra,
los  nietos de los machos que otro día
triunfaron en América.   

“El maijón de los castuos” (Rapsodias extremeñas). La esencia (miga de pan) de los castizos (los mantenedores de la casta de labradores que cultivaron por sí sus propias tierras).

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