PANORÁMICA
DE UNA FERIA DEL PILAR SORPRENDENTE
Por BENJAMÍN
BENTURA REMACHA
Han pasado
unos cuantos días desde que la calle zaragozana de Pignatelli, al costado del
coso taurino de don Ramón, se quedó
vacía de gente y sembrada de vasos de plástico y papeles manchados de aceite de
la freidora de churros. Todavía resonaban en el ambiente las voces del pueblo
en honor del héroe elegido: ”Illa, illa, illa, Padilla maravilla”. El pueblo
siempre tiene razón aunque se equivoque. A pie se había ido de la hirviente
caldera neo-mudéjar y retumbante su cubierta de teflón por las palabras del
jerezano, otro torero, extremeño él, sin decir media palabra. A los pocos
minutos repiquetearon los modernos medios de comunicación para anunciarnos que
Alejandro Talavante también se desprendía de la castañeta que simboliza la
trenzada coleta de los tiempos en que los toreros se dejaban crecer el pelo por
la nuca, cómo ahora hacen los populistas. Nada nuevo bajo el Sol.
Talavante
traía en su alma el disgusto del invento otoñal y madrileño del bombo de los
carteles y Zaragoza le ofrecía el desquite que saborearon los paladares
exquisitos que perciben los impagables matices de esas exquisiteces. Porque
Talavante no es torero de planes o destajos. Es torero por sentimientos e
inspiraciones. Estuvo inspirado con sus dos toros de Núñez del Cubillo, en
tarde en la que el ganadero gaditano de los Pueblos Blancos cerró la Feria del
Pilar con una corrida sensacional y el
broche de platino con brillantes y rubíes del cuarto de la tarde, “Tortolito”,
el del adiós hispano de Juan José Padilla. Talavante cortó una oreja en el
tercero y pudo hacerlo por partida doble en el sexto, pero cuatro golpes de
verduguillo evaporaron tan justo remate. Cuatro golpes de verduguillo que
despertaron los resquemores de don Alejandro el Grande, si no es que sufre
alguna descompensación de la presión emocional por razones de índole
profesional. José Mari Manzanares, otro de los que hubiera salido a hombros por
la Puerta Grande si el presidente hubiera accedido a la petición del público en
el segundo toro de la tarde. Oreja y
oreja y salida a pie para dejar el disfrute enloquecido en las manos del
despechugado pirata que siempre se desabrochaba el torero chaleco en el final
de sus actuaciones, cómo hay toreros que habitualmente se descalzan, con lo que
una cosa y otra significan: un desdoro importante de la necesaria elegancia del arte de torear.
Julián López
“El Juli” cortó dos orejas – una del toro de Núñez del Cuvillo y otra del
primer sobrero del de “El Pilar” – y pudo hacerlo en la lidia del santacolomeño
de “Los Maños” y por partida doble en el quinto de “Garcigrande”. En aquel
pinchó cinco veces antes de lograr la estocada y en este dos veces antes de
descabellar al cuarto intento. Solo por esta circunstancia del fallo
estoqueador de un torero que, aunque no pasa por ortodoxo matador, sí se le
considera certero, cómo lo demostró cuando menos falta le hacía, en los dos
últimos toros de la tarde. Hubo otra circunstancia determinante, la de que el
primer toro de la tarde, de “Garcigrande”, se partiera un pitón al derrotar en
un burladero y fuera devuelto a los corrales y lo mismo ocurriera con el de “Parladé” lesionado en la pata
izquierda, sustituidos ambos por los sobreros de “El Pilar” y que no entrara en
liza el anunciado de “Alcurrucén”, que dicen no pasó el reconocimiento
veterinario. Corrida goyesca, quites variados con los más distinguidos de las
“lopecinas” en el tercero y “chicuelinas” en el sexto y cuatro faenas dignas de
premio dan el balance positivo que no pudo contabilizar el de Velilla de San
Antonio por el mencionado defectuoso manejo del estoque. Nunca le echo la culpa
a la espada.
Y la moviola
en su repaso retrospectivo nos lleva al día de la Virgen, fiesta de la
Hispanidad y la banda de música de Ejea de los Caballeros, que había hecho el
despejo del ruedo a los sones del pasodoble “La Gracia de Dios”, antes de
romper filas el paseíllo torero iniciaron los sones del Himno Nacional, que el
público que casi llenaba la plaza acompañó con ovaciones prolongadas a una que
se dedicó a dos aficionados catalanes que desplegaron carteles con alusiones a
su condición torera. En el primer toro de “Puerto de San Lorenzo” se pidió la
oreja para premiar la labor de Enrique Ponce. No accedió la presidencia que en
el sexto toro, con idéntica intensidad rogatoria pidió el trofeo para Miguel
Ángel Perera y se le concedió. Llovía sobre mojado. El cuarto era un manso sin aparente
peligro, pero con unos deseos irrefrenables de huir, de marcharse de las
suertes y no quererse someter al mando de la muleta de seda y acero del de
Chiva. Ahí estuvo el quid de la cuestión, en buscarle las vueltas a
“Garavitillo”, ligar y, al final, ampararse en las tablas y la querencia
para terminar con el personal colofón de
las poncinas llenas de flexibilidad, armonía y dominio de la situación.
Estocada. El presidente dijo que algo trasera. ¿Suficiente argumento para negar
lo que la plaza pedía con rotundidad? Cosa parecida la ocurrió a Ferrera con
los toros de Adolfo Martín. Tengo una duda: ¿fue esta la mejor corrida que ha
lidiado este año el ganadero de Galapagar trasladado como su fraterno Victorino
a tierras extremeñas? No lo sé. Pero ¿hubiera lucido en otras manos como lo
hizo las de Antonio Ferrera? No es el primer caso de un torero que empieza su
carrera revoltoso y áspero y luego se asienta y aseda su conducta. Con sus dos
“adolfos” estuvo magistral e inspirado con capote y muleta y no se le
concedieron las dos orejas que se pidieron en su primero y la solitaria con la
que el público quería valorar su segunda lección torera. Perera no se encontró
con ninguno de sus dos toros y Paul Abadía “Serranito”, de Zaragoza y ocupando el puesto de Fortes, se desinfló con
el tercero de la tarde y con el sexto se esfumaron sus ilusiones.
Con la
corrida de los Matilla (García Jiménez, Olga Jiménez y “Peña de Francia”) del
día 10 se completó el fundamento de esta Feria del Pilar. De ese miércoles al
domingo, 14 de octubre, cinco corridas de toros con interesantes divisas y
toreros de primera fila. Sendas orejas para “El Fandi” y López Simón, con
petición de una más para el de Granada que así hubiera salido a hombros por la
Puerta Grande, la ya referida gran actuación de Antonio Ferrera en la de Adolfo
Martín, premio de una oreja y petición pública de otra más, lo que habría
supuesto una nueva salida a hombros, extraordinario el “viejo” Ponce con sus
dos toros de Puerto de San Lorenzo, uno correcto y otro muy manso que sólo
quería huir, se le pidió una oreja del primero y una más de la concedida en el
cuarto, otra salida a hombros, mala suerte la de Julián López “El Juli” por la
lesión del toro primero de “Garcigrande”
que se partió un pitón al derrotar en un burladero y del sexto de “Parladé” que
se lastimó la pata izquierda. El de Velilla de San Antonio cortó sendas orejas
del primero y del tercero pero no acertó con el segundo de “Los Maños” y el
cuarto de “Puerto de San Lorenzo. Lo repito para que quede más claro. En este
hubiera caído el doblete peludo que abre el portón de los triunfos tras el
paseo a hombros por el ruedo y la salida bajó la escultura de don Francisco de
Goya, que está ahí aunque se le note poco. Y en la última corrida, la esperada
salida a hombros del Pirata del parche en el ojo y el pañuelo a la cabeza y la
posible de José María Manzanares, para el que se pidió el segundo trofeo del
segundo toro de la buena corrida de Núñez del Cuvillo.
Se cortaron
25 orejas, hubo una petición de rabo para Diego Ventura, salieron a hombros cuatro
toreros, el novillero Adrián Salenc, el torero de a caballo Diego Ventura y los
matadores de toros Álvaro Lorenzo, que me han dicho que vuelve a la casa de los
Lozano, y Juan José Padilla. Pudieron hacerlo también Alberto Álvarez, David
Fandila “El Fandi”, Antonio Ferrera, Enrique Ponce y José María Manzanares.
Nueve salidas a hombros en 12 festejos hubiera sido un record histórico que se
merecían Jesús Mena y su asesor taurino Julio Fontecha, riojano con la mejor
cuadra de caballos hace unos años, que han velado sus armas empresariales
durante una década en la plaza de toros de Ejea de los Caballeros, lugar
importante en la historia del toreo, con el primer torero con rostro y
biografía e importantes ganaderías del siglo XVIII. No negaré que Jesús y Julio
son amigos míos y a uno le gusta que los amigos triunfen. Y me alegro otro
tanto por lo que este significa para la plaza de toros de Zaragoza, plaza de
primera categoría, la segunda de España por solera, la primera por adaptación a
las exigencias de los tiempos modernos.
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