de BENJAMÍN
BENTURA REMACHA
Nací cerca
del Ebro y al cobijo del Moncayo, que no es como se dice, padre del cierzo.
Nací en Magallón, tierra blanca de Aragón, vino con muchos grados, olivos y
botijos de buen barro. Naturalmente, mi padre y yo tenemos el mismo antecedente
que justifica nuestra dedicación a la crónica taurina: el padre de mi
tatarabuelo, que era ganadero de reses bravas en el siglo XVIII en el lugar de
Ejea de los Caballeros, una de las 5 villas de Aragón, don Diego Bentura,
ganadero que se prodigó en las plazas de Madrid, Zaragoza en su inauguración y
Pamplona cuando se daban las corridas en la Plaza del Castillo. Su hermano
Francisco tuvo el honor de ser el ganadero elegido para la corrida extraordinaria
que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid en septiembre de 1789 con motivo de
la Coronación de Carlos IV y en la que actuaron Pedro Romero, “Costillares” y
“Pepe-Hillo”, festejo para el que se designó como asesor artístico a don
Francisco Goya, por lo que resulta menos casual que se
designara para tal acontecimiento a un ganadero aragonés.
Otra coincidencia
con mi padre, esta menos frecuente, es que ambos nos iniciamos en este quehacer
de escritores de toros, dentro de la profesión de periodista, en la plaza de
Carabanchel. Mi padre el 21 de marzo de 1933 en el diario “El Debate” y yo el 7
de junio de 1951 en la revista “El Ruedo”. Ese día de hace ya casi 70 años se
reabrió la plaza llamada “La Chata” ya en manos de la familia Dominguín y se
lidiaron novillos del duque de Tovar por parte del peruano Rafael Santa Cruz,
al que apoderaban los Dominguín, José Suarez “Gitanillo de México” y Ramón
Solano “Solanito” en sus primeros pasos como novillero con picadores. El limeño
Santa Cruz resultó cogido de gravedad y “Solanito” cortó una oreja. Ambos
tomaron la alternativa, el de Lima al año siguiente en la plaza barcelonesa de
Las Arenas y de manos de Luis Miguel Dominguín, y el de Madrid en Marsella, de
manos de Manolo Vázquez en 1956 y, aunque la volvió a tomar en Madrid en 1958,
decidió pronto vestirse de plata,
menester en el que destacó por su eficacia y sobriedad. Luis Miguel también le
dio la alternativa a un torero mexicano, Eduardo Vargas, que hizo el paseíllo
en las dos novilladas siguientes de las que me correspondió hacer la crónica.
Repitió “Solanito” y debutó “Limeño”, José Martínez Ahumado, de Sanlúcar de
Barrameda, muy en los comienzos de su carrera puesto que no se hizo matador de
toros hasta junio de 1960, en Sevilla y con Jaime Ostos y Curro Romero en el
cartel del día del Corpus.
Hubo en
aquella temporada de mis inicios en la crítica taurina una veintena de
oportunidades y algún diestro más que alcanzó el doctorado, el venezolano
“Joselito Torres”, alternativa en Zaragoza en 1952 de manos de Rafael Ortega y con la compañía
de Antonio Ordóñez y Juan Posada, y Facundo Rojas, natural de Pedro Abad, en la
provincia de Córdoba, en cuya capital recibió los trastos de matar de manos de
Gitanillo de Tríana y en presencia de Enrique Vera.
Recuerdo que
debuté en Las Ventas en septiembre de aquel mismo año y con una novillada de
Isaías y Tulio Vázquez que mataron como pudieron Guillermo Guerrero
“Guerrerito”, Manuel García “Espartero”, aragonés , y Antonio Duarte, estos dos
últimos pasaron pronto a engrosar las filas subalternas. Y cerré mi primera
temporada carabanchelera como cronista con una corrida mixta en la que actuaron
el rejoneador Pareja Obregón con un novillo de Sánchez Arjona, el portugués
Antonio Augustos con un novillo de Félix Gómez, al que, tras una serie de
saltos, recortes y coleos, descabelló con
una especie de llave que le hizo al novillo con las piernas, y la alternativa
que Bonifacio García “Yoni” otorgó a Moreno Reina, madrileño y pronto
banderillero y distribuidor de un invento llamado “cortipelo”, un peine con una
hoja de afeitar, eficaz y casero remedo del corte de pelo a navaja.
Por aquellas novilladas pasaron también otros
personajes del mundo de los toros como Braulio Lausín, el hijo de Gitanillo de
Ricla, Juan de la Palma, hijo de Cayetano y hermano de Antonio, Manolo Cano,
luego buen banderillero que puso una tienda de calzado infantil en el Parque de
las Avenidas, el sevillano Fernando Jiménez, con pellizco pero sin fuelle, José
Escudero, hermano de Manolo, el de Embajadores, Ramón Barrera, Pedrín Moreno y
lo que “Don Indalecio” llamaba fritadas, un seis para seis, en las que
alternaron aspirantes de España, Francia, Portugal, Venezuela y Japón.
Para rematar
aquella mi primera temporada le hice una entrevista de dos páginas a Mario
Cabré y sus variadas actuaciones al margen de los ruedos, otra a Rafael Vega de
los Reyes en su colmado “La Pañoleta” de la calle Jardines y en compañía de su
suegra, Pastora Imperio, a Juan Posada tras su temporada como novillero y
camino de tomar la alternativa al año siguiente en Madrid, a Manolo Escudero,
en su casa frente a la estación de Atocha y a Paquito Muñoz, el de Paracuellos,
de boyante carrera hasta ese año en el
que sólo sumo 25 festejos. Una cornada
en Barcelona y la pareja Litri-Aparicio le cortaron sus alas. Se casó con una
hermana de Higinio Luis Severino y tuvo una muerte violenta en las orillas del
Tajo.
Seguí mi
colaboración en “El Ruedo” durante toda esa década de los 50. De esos años
recuerdo un tema por el que luche largo tiempo: el lugar de nacimiento de
Antonio Ebassun, el “Martincho”, al que le puso cara “don Francisco el de los
toros”. La pelea fue ardua y prolongada porque vasquistas y navarristas querían
que el torero de Goya fuera vasco o navarro. Por esto último se inclinó
tozudamente Luis del Campo hasta que Cossío y Baleztena, “Premín de Iruña”, se
decantaron por Ejea de los Caballeros. Por suerte, yo me encontré con el acta
de matrimonio en el archivo de la iglesia de El Salvador del llamado Antonio
Ebassun y conocido por “Martincho”, apelativo que usaba su padre, también
dedicado a los menesteres taurinos. Y en ese acta figuraba como natural de
Farasdués, a 14 kilómetros de la que es hoy cabeza de Las Cinco Villas”. Esto
lo publiqué en 1953 en “El Ruedo”, aunque hasta 1991 no vio la luz el trabajo
del sacerdote donostiarra Felipe García Dueñas, en el que se confirma el lugar
de nacimiento del primero de los toreros de nuestra Moderna Tauromaquia ya con
cara, gracias a Goya, y biografía, gracias al cura de San Sebastián. Y yo
descansé.
Otro tema
que me preocupó fue el del libro “Matador” del norteamericano Barnaby Conrad
que hacía de la figura de “Manolete” una piltrafa humana. Y lo malo no fue sólo
el libro, sino que, muchos años después, sirvió de base para la nefasta
película de Penélope Cruz. Menos mal que José Vicente Puente lo hizo
“Arcángel”. Y cien o mil poetas cantaron las virtudes del último “Califa” de la
dinastía senequista. Hasta San Juan de la Cruz le habría cantado: “En una noche
escura/en ansias de amores inflamada/ oh dichosa ventura/salí sin ser notada/
están ya mi casa sosegada”.
Muchas cosas
más en esa década y una historia de la Tauromaquia mexicana que hace unas
fechas me elogió un investigador de aquellas tierras. En 1964 tuve la suerte de
pasar unos cuantos meses en México y cultivar mis anhelos con otros abonos,
semillas y aguas. Buena cosecha. Amplié mis horizontes.
En los 60
del siglo pasado me decidí a fundar “Fiesta Española” porque había llegado a
“El Ruedo” Abad Ojuel y porque en muchos de los medios de información de
entonces había que pagar el espacio para poder hablar o escribir del tema. Eran
los restos del “sobre” propiciado por algunas empresas y cultivado por algunos
escritores que tenían que peregrinar la temporada entera para sobrevivir. Luego
se inventaron los conciertos financieros que engrosaron la fortuna de unos
pocos. Siete años de “Fiesta” en pelea desigual contra la Iglesia, “Dígame”, y
el Movimiento, “El Ruedo”, y, cuando ya no pude más, cerré el quiosco y me
coloqué en “El Alcazar” de chico para todo puesto que en esta etapa hice
crítica taurina, reportajes, secuestros de la ETA, diagramación, platina y
cierre. Fui jefe de la sección de Nacional y resultó esta etapa la más
periodística de mi carrera como tal. Llegó “El Chino”, me mando al archivo y yo
me fui a Zaragoza como redactor-jefe de “Aragón exprés”. Algo más de un año,
elecciones a los ayuntamientos, 1979, yo que me presento, dirijo el Gabinete de
Información de la DPZ, hago las oposiciones y en 1996, a la fuerza, mi
jubilación. Buena etapa con colaboraciones en “Hoja del Lunes”, “Diario 16”,
“El Día”, diversas publicaciones como “Casta Brava Aragonesa”, “Amores y
desamores toreros”, “El regreso a Zaragoza de don Francisco el de los toros”,
la plaza de toros de Zaragoza y la de Ejea, catálogos de diversas exposiciones
de las que fui comisario, colaboración en el anuario de la Asociación de la
Prensa de Madrid, en la Agenda Taurina de Vidal Pérez Herrero, folletos de las
Feria Taurinas del Pilar y muchos otros trabajos sobre estudios taurinos. He
escrito mucho. Últimamente me ha abierto sus brazos José Luis Ramón en 6TOROS6
y así, pese a todos mis achaques y defectos, puedo decir que soy un emérito en
activo. Y un ratico más, Dios mío, que estoy muy a gusto.
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