viernes, 26 de octubre de 2012

LAS SOLUCIONES DE CADA AÑO

La temporada ha terminado y, como desde que yo aprendí a leer, los consejeros despiertan de su letargo veraniego y buscan las fórmulas mágicas para vivificar esta Fiesta que se nos muere cada día, cada semana, mes o año. La Fiesta, que no cayó a manos de Papas excomulgadores o Reyes prohibicionistas, guerras o plagas, no caerá a impulso de políticos nacionalistas, protectores de animales, verdes o ecologistas, la mayoría de izquierdas, que organizan manifestaciones y algaradas a las puertas de las plazas de toros en los días de festejos mayores. Ni tampoco porque Manzanares destape sus musculosos encantos apenas cubiertos por una capa pluvial de canónigo catedralicio, José Tomás se tape con sombrero de paja y camiseta del Che y Cayetano con bufanda glamurosa y bien oliente. A Belmonte le retrató Romero de Torres mostrando su desnudez bajo un capote de luces. Claro que, por entonces, también “Terremoto” era de lo más criticado por los tradicionalistas por llevar sombreros flexibles con las alas bajas, leer novelas de Pérez Galdós, ir al teatro a ver obras de Benavente o Valle Inclán, alternar con filósofos o poetas y hacerse abrigos con trabilla en la espalda. Luego era el que más se arrimaba, confiaba en la fuerza de sus brazos, nunca corría y menos saltaba la barrera. Adaptaba su toreo a sus condiciones físicas. Preciosas las fotos de Curro Puya y su hermano Rafael, pero nada que ver la elegancia y discreción en el vestir con la actitud de cada cual en los ruedos, aunque a mí, en estos casos, siempre se me ocurre pensar en “Manolete”, de quién me vienen a la memoria unas fotos con el torso desnudo y sombrero de campo acompañado de Lupe Sino a lomos de un burro en unas vacaciones felices, aparentemente, cerca del lugar de origen de la única novia conocida del “Monstruo”. Pero también recuerdo aquel traje corto negro con camisa de chorreras y botonadura de brillantes que vistió la noche de Lhardy en la cena con la intelectualidad.

Bueno, el hábito no hace al monje, pero el torero es bueno que lo parezca. En este espectáculo es importante la estética. Hace unos años vi una foto de José Tomás con pantalón a media pantorrilla y sentado en una roca junto al mar a imitación de la sirenita de Copenhague y también acudí a la estampa manoletista. Años después, José Tomás es el Mesías consumando la hazaña de hacer una temporada de tres corridas, Huelva, Badajoz y Nimes. Lo de Nimes, muchos, los que estuvieron allí, claro, dicen que es el acontecimiento de todos los siglos. Ya sé que las comparaciones son odiosas, que el reloj no puede ir marchas atrás, que las circunstancias son distintas, que, con Bergson, el agua no puede pasar dos veces por el mismo sitio y que las llamas del fuego son siempre distintas. Pero le voy a echar valor y voy a recordar la tarde del 4 de junio de 1970 porque dio la casualidad que yo estuve allí y hasta me retraté junto a Paco Camino en el patio de cuadrillas, antes de hacer este su solitario paseíllo. Era Madrid, la corrida de Beneficencia y el de Camas no cobraba un duro. Ya empezamos. Los toros anunciados eran de Juan Pedro Domecq, Felipe Bartolomé, Carlos Urquijo, Pablo Romero, Eduardo Miura, Joaquín Buendía y Manuel Arranz (los de Nimes, de Victoriano del Río, dos, Jandilla, “El Pilar”, Parladé y Garcigrande). No me puedo callar. Es cierto que el de Pablo Romero, protestado por cojo, fue sustituido por un segundo ejemplar de don Juan Pedro, entonces en lo más alto del prestigio de los herederos del hierro de Veragua, en le línea de Vistahermosa del Conde de la Corte. Claro, dos toros de procedencia del Conde de Santa Coloma, Ibarra y Saltillo, los de Joaquín Buendía y Felipe Bartolomé, este como séptimo de propina, desaparecidos de la circulación porque no eran cómodos para los toreros en general y de grato recuerdo para Camino, Eduardo Miura de no muy diáfano historial porque en sus orígenes se mezclan Veragua, Pérez Laborda y Parladé hasta adquirir personalidad (¿?) propia, Pablo Romero, vazqueños, jijonas y cabreras , el murubeño de Carlos Urquijo, heredero de Carmen de Federico, “Barbero de Utrera” y Vistahermosa, Guardiola y Gamero Cívico, y el más moderno Manuel Arranz, con origen en Colmenar Viejo, el “Cura de la Morena” mejorado con vacas y sementales de María Montalvo y Conde de la Corte.

A idea he citado los variados orígenes de los toros de Madrid para compararlos con los de Nimes y hasta los de Huelva y Badajoz. Hay una tremenda distancia no sólo geográfica aunque la plaza francesa se tenga como de primera. ¿Qué orejas se valoran más? Madrid es Madrid hoy y hace más de cuarenta años y Paco Camino cortó 48 orejas en Las Ventas del Espíritu Santo y salió a hombros 12 veces. Y también vio la muerte muy de cerca y la comprobó a su lado en la persona de su hermano Joaquín. Decía Aristóteles: La Gloria no está en recibir honras sino en merecerlas”. Creo que unos y otros, todos los toreros que he citado las merecen.

Otro que las merece es el ganadero portugués Joaquín Manuel Murteira Grave desde que se presentó en Madrid con el novillo “Piloto” y sus hermanos “Coquito”, “Treintaicinco” y “Marinero” lidiados en la capital de España el 21 de junio de 1964. A partir de entonces es larga la lista de toros de su ganadería que han merecido los honores de la inmortalidad (¿?). Pero tengo dentro de mí el pequeño resquemor lugareño de que dos de los famosos “murteiras” correspondieran a dos toreros aragoneses y les marcaran un nuevo rumbo. A Justo Benítez fue “Sacristan”, lidiado en Madrid el 6 de junio de 1984, el que le hizo empresario y a Roberto Bermejo, “Bilbaíno”, el 13 de julio de 1986, el que le convirtió en banderillero. Gran banderillero, completo con el capote y con los palos y, además, extraordinaria persona. Lo que no se atrevía a decirle José Luis, su apoderado, y me pedía que se lo dijera yo, se lo gritó “Bilbaíno” en Pamplona. Los toros les dicen muchas cosas a los toreros cuando se enfrentan en la soledad del ruedo.

Yo, afortunadamente, también tengo oportunidad de decir muchas cosas, pero me hacen poco caso. El que tenga la paciencia de seguirme sabrá que he pedido muchas veces la reforma del peto amurallado en el anatómico que de alguna ventaja al toro. Empecé mi inútil campaña hace más de cincuenta años. Ni caso. Ahora he leído que se va a ensayar una puya retráctil. O sea que pinchas en el morrillo o donde sea y la pirámide rompedora se esconde. ¿Y si le hace falta más castigo al toro? Pues se aprieta un botón situado en el palo y vuelve a salir la pirámide mortífera, me imagino. Yo había pensado en algo más sencillo. Los toreros posbélicos se acostumbraron a utilizar la espada simulada de madera o aluminio que pesaba menos y tenía menos riesgo para el matador que la utilizaba. Tanto se prodigó su uso que las autoridades exigieron que el diestro que optase por ayudarse artificialmente durante la faena de muleta tuviera que acudir a la enfermería para, previo el examen facultativo (“me duele la muñeca, doctor”), autorizarle el empleo del artificio fuera del material que fuese, cosa que se anunciaba en un cartel en el paseo completo del callejón por parte de un empleado. Al final, ante el masivo uso del estoque simulado, se prescindió del parte y el letrero y resulta curioso que, hoy en día, de los más de doscientos matadores en activo solo uno usa durante la lidia el estoque de acero bien templado, Juan Mora. Mi propuesta es que, previo examen de los veterinarios de cada función de los toros enchiquerados faculten a los picadores para el uso de la puya simulada previo cartel informativo similar al de los antiguos del estoque simulado. Con la puya actual la suerte de picar si simula casi todas las tardes y los espectadores aplauden con fricción la suerte de la fregona, tal como si el ama de casa quisiera escurrir al agua del invento que liberó a millones de mujeres. Si los españoles liberaron a los indios llevando burros a América, el inventor del palo con flecos y el pozal con escurridor puso en pie a las mujeres de su casa. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!



No hay comentarios:

Publicar un comentario