viernes, 26 de octubre de 2012

LAS SOLUCIONES DE CADA AÑO

La temporada ha terminado y, como desde que yo aprendí a leer, los consejeros despiertan de su letargo veraniego y buscan las fórmulas mágicas para vivificar esta Fiesta que se nos muere cada día, cada semana, mes o año. La Fiesta, que no cayó a manos de Papas excomulgadores o Reyes prohibicionistas, guerras o plagas, no caerá a impulso de políticos nacionalistas, protectores de animales, verdes o ecologistas, la mayoría de izquierdas, que organizan manifestaciones y algaradas a las puertas de las plazas de toros en los días de festejos mayores. Ni tampoco porque Manzanares destape sus musculosos encantos apenas cubiertos por una capa pluvial de canónigo catedralicio, José Tomás se tape con sombrero de paja y camiseta del Che y Cayetano con bufanda glamurosa y bien oliente. A Belmonte le retrató Romero de Torres mostrando su desnudez bajo un capote de luces. Claro que, por entonces, también “Terremoto” era de lo más criticado por los tradicionalistas por llevar sombreros flexibles con las alas bajas, leer novelas de Pérez Galdós, ir al teatro a ver obras de Benavente o Valle Inclán, alternar con filósofos o poetas y hacerse abrigos con trabilla en la espalda. Luego era el que más se arrimaba, confiaba en la fuerza de sus brazos, nunca corría y menos saltaba la barrera. Adaptaba su toreo a sus condiciones físicas. Preciosas las fotos de Curro Puya y su hermano Rafael, pero nada que ver la elegancia y discreción en el vestir con la actitud de cada cual en los ruedos, aunque a mí, en estos casos, siempre se me ocurre pensar en “Manolete”, de quién me vienen a la memoria unas fotos con el torso desnudo y sombrero de campo acompañado de Lupe Sino a lomos de un burro en unas vacaciones felices, aparentemente, cerca del lugar de origen de la única novia conocida del “Monstruo”. Pero también recuerdo aquel traje corto negro con camisa de chorreras y botonadura de brillantes que vistió la noche de Lhardy en la cena con la intelectualidad.

Bueno, el hábito no hace al monje, pero el torero es bueno que lo parezca. En este espectáculo es importante la estética. Hace unos años vi una foto de José Tomás con pantalón a media pantorrilla y sentado en una roca junto al mar a imitación de la sirenita de Copenhague y también acudí a la estampa manoletista. Años después, José Tomás es el Mesías consumando la hazaña de hacer una temporada de tres corridas, Huelva, Badajoz y Nimes. Lo de Nimes, muchos, los que estuvieron allí, claro, dicen que es el acontecimiento de todos los siglos. Ya sé que las comparaciones son odiosas, que el reloj no puede ir marchas atrás, que las circunstancias son distintas, que, con Bergson, el agua no puede pasar dos veces por el mismo sitio y que las llamas del fuego son siempre distintas. Pero le voy a echar valor y voy a recordar la tarde del 4 de junio de 1970 porque dio la casualidad que yo estuve allí y hasta me retraté junto a Paco Camino en el patio de cuadrillas, antes de hacer este su solitario paseíllo. Era Madrid, la corrida de Beneficencia y el de Camas no cobraba un duro. Ya empezamos. Los toros anunciados eran de Juan Pedro Domecq, Felipe Bartolomé, Carlos Urquijo, Pablo Romero, Eduardo Miura, Joaquín Buendía y Manuel Arranz (los de Nimes, de Victoriano del Río, dos, Jandilla, “El Pilar”, Parladé y Garcigrande). No me puedo callar. Es cierto que el de Pablo Romero, protestado por cojo, fue sustituido por un segundo ejemplar de don Juan Pedro, entonces en lo más alto del prestigio de los herederos del hierro de Veragua, en le línea de Vistahermosa del Conde de la Corte. Claro, dos toros de procedencia del Conde de Santa Coloma, Ibarra y Saltillo, los de Joaquín Buendía y Felipe Bartolomé, este como séptimo de propina, desaparecidos de la circulación porque no eran cómodos para los toreros en general y de grato recuerdo para Camino, Eduardo Miura de no muy diáfano historial porque en sus orígenes se mezclan Veragua, Pérez Laborda y Parladé hasta adquirir personalidad (¿?) propia, Pablo Romero, vazqueños, jijonas y cabreras , el murubeño de Carlos Urquijo, heredero de Carmen de Federico, “Barbero de Utrera” y Vistahermosa, Guardiola y Gamero Cívico, y el más moderno Manuel Arranz, con origen en Colmenar Viejo, el “Cura de la Morena” mejorado con vacas y sementales de María Montalvo y Conde de la Corte.

A idea he citado los variados orígenes de los toros de Madrid para compararlos con los de Nimes y hasta los de Huelva y Badajoz. Hay una tremenda distancia no sólo geográfica aunque la plaza francesa se tenga como de primera. ¿Qué orejas se valoran más? Madrid es Madrid hoy y hace más de cuarenta años y Paco Camino cortó 48 orejas en Las Ventas del Espíritu Santo y salió a hombros 12 veces. Y también vio la muerte muy de cerca y la comprobó a su lado en la persona de su hermano Joaquín. Decía Aristóteles: La Gloria no está en recibir honras sino en merecerlas”. Creo que unos y otros, todos los toreros que he citado las merecen.

Otro que las merece es el ganadero portugués Joaquín Manuel Murteira Grave desde que se presentó en Madrid con el novillo “Piloto” y sus hermanos “Coquito”, “Treintaicinco” y “Marinero” lidiados en la capital de España el 21 de junio de 1964. A partir de entonces es larga la lista de toros de su ganadería que han merecido los honores de la inmortalidad (¿?). Pero tengo dentro de mí el pequeño resquemor lugareño de que dos de los famosos “murteiras” correspondieran a dos toreros aragoneses y les marcaran un nuevo rumbo. A Justo Benítez fue “Sacristan”, lidiado en Madrid el 6 de junio de 1984, el que le hizo empresario y a Roberto Bermejo, “Bilbaíno”, el 13 de julio de 1986, el que le convirtió en banderillero. Gran banderillero, completo con el capote y con los palos y, además, extraordinaria persona. Lo que no se atrevía a decirle José Luis, su apoderado, y me pedía que se lo dijera yo, se lo gritó “Bilbaíno” en Pamplona. Los toros les dicen muchas cosas a los toreros cuando se enfrentan en la soledad del ruedo.

Yo, afortunadamente, también tengo oportunidad de decir muchas cosas, pero me hacen poco caso. El que tenga la paciencia de seguirme sabrá que he pedido muchas veces la reforma del peto amurallado en el anatómico que de alguna ventaja al toro. Empecé mi inútil campaña hace más de cincuenta años. Ni caso. Ahora he leído que se va a ensayar una puya retráctil. O sea que pinchas en el morrillo o donde sea y la pirámide rompedora se esconde. ¿Y si le hace falta más castigo al toro? Pues se aprieta un botón situado en el palo y vuelve a salir la pirámide mortífera, me imagino. Yo había pensado en algo más sencillo. Los toreros posbélicos se acostumbraron a utilizar la espada simulada de madera o aluminio que pesaba menos y tenía menos riesgo para el matador que la utilizaba. Tanto se prodigó su uso que las autoridades exigieron que el diestro que optase por ayudarse artificialmente durante la faena de muleta tuviera que acudir a la enfermería para, previo el examen facultativo (“me duele la muñeca, doctor”), autorizarle el empleo del artificio fuera del material que fuese, cosa que se anunciaba en un cartel en el paseo completo del callejón por parte de un empleado. Al final, ante el masivo uso del estoque simulado, se prescindió del parte y el letrero y resulta curioso que, hoy en día, de los más de doscientos matadores en activo solo uno usa durante la lidia el estoque de acero bien templado, Juan Mora. Mi propuesta es que, previo examen de los veterinarios de cada función de los toros enchiquerados faculten a los picadores para el uso de la puya simulada previo cartel informativo similar al de los antiguos del estoque simulado. Con la puya actual la suerte de picar si simula casi todas las tardes y los espectadores aplauden con fricción la suerte de la fregona, tal como si el ama de casa quisiera escurrir al agua del invento que liberó a millones de mujeres. Si los españoles liberaron a los indios llevando burros a América, el inventor del palo con flecos y el pozal con escurridor puso en pie a las mujeres de su casa. ¡Viva el lujo y quien lo trujo!



martes, 16 de octubre de 2012

FINAL DE FERIA EN ZARAGOZA

Terminaba mi relato de la primera mitad de la Feria de Zaragoza con la noticia de la corrida goyesca del día 9 de octubre y su significado dentro de este tipo de festejos que se iniciaron, precisamente en nuestra ciudad, el año 1927 para anunciar el centenario de la muerte de Francisco Goya, figura universal y el mejor y más grande cronista de los toros de la historia de la Tauromaquia en esa versión moderna que se inició a mediados del siglo XVIII y a la que puso color, música y protocolo el genio de Fuendetodos ayudado por la primera gran trilogía de matadores, Pedro Romero, Joaquín Rodríguez “Costillares” y José Delgado “Pepe-Hillo”. Una auténtica “conjunción astral”, no como la de la Pajín. Y en esa corrida dio la casualidad de que en el quinto toro se sentó cerca de mí el presidente de la Diputación de Zaragoza, Luis María Beamonte, y consideré adecuado manifestarle mi discrepancia sobre que la estatua en bronce que creara el escultor Manuel Alcón para ser colocada en el tendido del coso de Pignatelli, cosa que se hizo el 23 de abril, San Jorge, de 1991, siendo presidente de la DPZ don José Marco y diputado-delegado taurino don Eduardo Aguirre, fuera desterrada años después por imposición del empresario Justo Ojeda al patio de cuadrillas y permanezca escondida tras camiones, automóviles y maleza. Me prometió estudiar el asunto y le sugerí que, si el problema era la ocupación de cuatro localidades, fuese la Diputación la que se hiciera cargo de “los abonos anuales de don Francisco el de los toros”. Tras la estatua de Goya había dos paneles pintados por Miguel Ángel Ruiz Cortés, dos majas de pinceladas largas y coloristas que se conservan en las escaleras de subida al Aula de Cultura, en donde estos días, tras las funciones de cada tarde, se celebraron las X Jornadas Taurinas presididas por Pascual Marco, que hace unos años también presidió la Diputación zaragozana. En la clausura me correspondió a mí el papel de moderador con la compañía de Jesús Pérez, delegado de Asuntos Taurinos de la D.G.A., y Carlos Rodríguez, representante de la empresa SEROLO. Hubo reconocimientos para Pedro Sancristóbal, como excelente aficionado, María Pilar Zalaya, alma de la organización de estos actos y Carlos Jaime, descendiente de “Herrerín” y representante de la peña que formaron los partidarios de este torero que murió en San Roque (Cádiz) y de Florentino Ballesteros, muerto en Madrid en tarde en la que alternaba con “Joselito”. Los dos, Herrerín y Ballesteros, formaron la pareja de novilleros que en la segunda decena del siglo XX obligaron a la ampliación de la Plaza que construyera Pignatelli en 1764.

Bueno, estaba en el comienzo de la segunda parte del ciclo pilarista. Habíamos visto toros con presencia y calidad y solo un cambio en los carteles: se cayó Barrera y le sustituyó el torero del barrio de La Valareña de Ejea de los Caballeros, Alberto Álvarez, corridas bien presentadas y con buena dosis de bravura como se comprueba en el reparto de premios finales y la esperanza no muy afianzada de que continuara la racha. No fue así y en la corrida de Daniel Ruiz, uno de “Garcigrande” sustituyó al titular y, pese a su mansedumbre inicial y los problemas que planteó a banderilleros tan expertos como “Niño de Leganés” y Emilio Fernández, dio pie a que Julián López “El Juli” mostrará toda su ciencia, valor y entrega y le cortara una oreja aunque pinchara una vez y, como siempre, saltara en la ejecución de la contundente estocada. J.J. Padilla encabezaba este cartel y su actuación se desarrollo según lo previsto. La plaza se cubrió casi al completo, las ovaciones al “Pirata de Jerez” fueron continuas y unánimes y al final de la lidia de sus dos toros el presidente le concedió sendas orejas y las vueltas al ruedo fueron también sendos clamores admirativos. El primer toro lo brindó a los médicos, entre los que no faltó la doctora especialista en cirugía maxilofacial que le intervino en el “Miguel Servet” aquella noche del día 7 de octubre del año pasado, y el segundo, a su amigo Adolfo Suárez Illana. ¿Y al público? No se impacienten, todavía le quedaban dos toros más en la corrida de Bañuelos, en la que falló Manuel Díaz “El Cordobés” no sé por qué razones y le sustituyó Serafín Marín como recordatorio de la injusticia taurina catalana. Padilla, mejor vestido que antes de lo del año pasado, le brindó al público el primer toro y muchas veces veloz, otras enganchado, templado y largo en ocasiones y siempre acompañado por el fervor popular en el desarrollo de su faena. Mató de una estocada perdiendo la muleta, pero ello no fue impedimento para que la presidencia le otorgara las dos orejas que le abrían la Puerta Grande. Y, por esas paradojas que tiene este espectáculo, esa Puerta la franqueó J.J. únicamente a hombros del ayuda de su mozo de espadas y acompañado por miembros de su cuadrilla. Curiosamente, en la foto publicada en “El Mundo”, la cara del costalero está difuminada y en el “Heraldo de Aragón” ni se le ve. Otra cosa extraña fue que, pese al triunfo de Padilla en la corrida anterior y ser el día del Pilar, en su segundo festejo hubo menos de media entrada. Entre ambas corridas hubo otra de “Zalduendo” a su aire decadente y en la que “El Fandi” hizo todo lo que sabe, Castella cortó una oreja con su serenidad prodigiosa de hombre tranquilo y sosegado, y Perera no la consiguió pero si mostró su buen arte- El día del Pilar otra oreja para la personalidad de Jiménez Fortes que abre más su crédito de cara a la temporada que viene. Al catalán le correspondieron los peores de la tarde y puede que de la feria. Y el sábado, 13, toros de “Las Ramblas” y “El Torreón”. De pronto corrió el rumor de que Francisco Rivera Ordóñez se despedía de los ruedos (Si Dios quiere) y todo lo demás perdió interés. Y hubo de todo. Algunos que han respetado al diestro que ha permanecido en los ruedos dieciocho años como matador de alternativa, hijo de un torero que perdió la vida ante un toro, nieto y biznieto de tres matadores de toros, sobrino nieto de muchos más, hermano primo y ¿qué más? Solo por eso merecía ser tratado con elegancia y buen tono. Y que no se va porque no le den toros las empresas. Este año ha sumado el medio centenar festejos y hay gente con su corazón y sus buenos sentimientos que le quiere. He leído a alguien que le reprocha el que sea guapo. Algo parecido a lo que le ocurre a su hermano Cayetano y su apoderado Curro Vázquez, de quién dicen que ha sido su ángel de la guarda. Pues al buen toreo de Linares recriado en Sevilla le sucede como al ángel de la película “¡Qué bello es vivir!”, que se tiene que ganar unas nuevas alas porque no ha cuidado lo suficiente de su sobrino y este ha sido muy castigado por los toros.

Y para el final de la feria, la corrida de rejones con la vuelta a Zaragoza de Pablo Hermoso de Mendoza, el debut de su discípulo Raberto Armendáriz y la presencia de Sergio Galán. Los toros de Murube, dos, segundo y quinto, el lote de Galán, a punto de cumplir los seis años. Nobles y con buenos trancos para el toreo de a caballo. Pocas fuerzas, alguno no aguantó los dos rejones de castigo y se acostó. Los tres caballeros colocaron a sus monturas entre los cuernos de los toros y pasos de costado, piruetas, quiebros, verónicas y naturales a la cola de los equinos se prodigaron a lo largo de la tarde con un riesgo perenne que se evitaba por centímetros. Hermoso y Galán fallaron con el rejón de muerte y cortaron trofeo en el cuarto y quinto. Armendáriz cortó las dos orejas del último toro y tiene el honor de salir por la Puerta Grande en la misma feria que lo ha hecho solamente Padilla.

Y estos son los premios de la Feria del Pilar de 2012: Triunfador y premio al valor, Padilla; mejor faena, la de “El Juli” al quinto toro de “Garcigrande”; mejor estocada, la de Jiménez Fortes al tercer toro de Bañuelos; mejor puyazo, Tito Sandoval al cuarto toro de “Peñajara”; mejor toro, “Flameado”, sexto toro de Ana Romero lidiado por “Paulita”; mejor par de banderillas, el de David Adalid al cuarto toro de “Peñajara” y corrida mejor presentada, la de “Peñajara”. Estos premios llevan más de treinta años otorgándose en conjunto desde que el diputado de la plaza, Ángel Esteban Enguita, reunió a medios de información y peñas taurinas. Antes se ya se concedían los de la peña “La Madroñera” al mejor toro y los de “El Carmen” al mejor par de banderillas, luego se unió la peña de la Casa de Andalucía y el Ayuntamiento de Zaragoza. Nunca es mal año si hay mucho trigo. Y hasta el que viene, si Dios quiere. Ahora, sí: ahora se acaba la temporada de 2012.



miércoles, 10 de octubre de 2012

A MITAD DE FERIA DEL PILAR

Los malos augurios se disiparon, al menos desde el punto de vista ganadero. Solo un toro se ha devuelto a los corrales por partirse el cuerno por la cepa, estética y misericordia, el primero de “Martelilla”, restos de las glorias del Marqués de Domecq, toros que gazapeaban con demasiada frecuencia, pero que le gustaban a Antonio Ordóñez. Recuerdo especialmente un toro del Marqués que lidió en puntas en Salamanca Alvaro hijo y que hirió en el anca derecha al espectacular caballo de blancas crines y que respondía al nombre de “Universo”. Son esas cosas que se le quedan a uno en la memoria y que se repone con más precisión que alguna que te ocurrió ayer. El ayer que es hoy en la Feria en honor de la Virgen del Pilar y que ya ha superado el ecuador. Llevamos cinco festejos mayores y nos quedan otros tantos, incluida la corrida de rejones que cierra el ciclo. De la otra semana tenemos dos corridas que fueron más propicias para los ganaderos que para los toreros, más completa y pareja la de Cebada Gago que lidiaron los paisanos aragoneses Alberto Álvarez y Paúl Abadía “Serranito” y el debutante gaditano Pérez Mota, de buena factura artística, en la primera tarde, viernes 5 de octubre. Deseos de los del lugar y pocos logros y detalles como frutas del bosque en un helado de yogur del neófito, muy desconocido mío. Interesante, el mano a mano del sábado, día 6, porque tanto Fernando Robleño como Javier Castaño son toreros de buena técnica y predisposición, pero los dos tenían al día siguiente el compromiso de los “palha” en Madrid y ello puede que influyera en el ánimo de ambos y dejaran su compromiso frente a los de “Peñajara” de Zaragoza en manos de sus buenos subalternos, sobre todo en el cuarto toro con Tito Sandoaval haciendo la suerte de varas a dos manos, la izquierda en las bridas y en la derecha la vara, David Adalid, gustandose y gustando con los palos, Francisco Javier, en su labor de tercero, y Javier Rodríguez, en la brega y saludando con sus compañeros finalizado el tercio de banderillas del castaño “Pablado”. Pero el toro no llegó a la muleta. No estuvieron mal los diestros, pero tampoco alcanzaron el climax apetecido por los propios toreros y el público.

Y llegó el domingo y aparecieron en el redondel los cárdenos casi ensabanados, rabones y bien criados de Ana Romero, de Alcalá de los Gazules, buen nombre de pueblo, allá por donde se abastecen de albero muchas plazas de España y donde si te comes un cocido con mollete te sientes el Rey de España. De allí vinieron estos emigrantes de los “santacolomas” salmantinos de don Alipio y los sevillanos de Buendía. Solo uno negro, el primero, a tres meses de los seis años. Y a dos meses de la caducidad, el segundo. Buenos este segundo y el quinto. Excelente, el sexto, “Flameado”. Antonio Ferrera, veloz y regateante, le puso al cuarto un par al violín a modo de inyección intramuscular. Iba vestido de enfermero. Juan Bautista, con dos santos varones cornudos, pegó pases y no toreó y Antonio Gaspar “Paulita”, de Alagón, antes estación de remolacha, se quedó con el azúcar en los morros. No supo o no pudo. Le faltó, como le ha sucedido casi siempre, un pasito más. ¿Por qué creen que sus compañeros de la Escuela Taurina le bautizaron como “Paulita”? Por su buen gusto, por el pellizco del arte, por su aire de gitano elegante. A ese toro de Ana Romero, “Flameado”, había que ligarle media docena de muletazos en lugar del tercio al que llegaba Antonio Gaspar porque era bravo pero no tan atosigante como fue aquel de Bañuelos de hace unos años, al que le cortó una oreja Ferrera sin enterarse como. “Flameado” fue bravo pero sin estridencias y el de Alagón le hizo cosas de arte pero sin redondear la faena. Ilusionó a mucha gente y el primer decepcionado fue él mismo. Tenía dos orejas a su disposición y, tras tres pinchazos, tuvo que contentarse con una cálida vuelta al ruedo. El tren, cuando pasa por tu estación, hay que tomarlo aunque sean en marcha. No vale la disculpa de que toreas poco. “Paulita” sabe torear y ahí tenía la oportunidad para “jartarse”.

La corrida de “Martelilla” es la que menos me ha gustado hasta ahora. El cartel de toreros decía poco para Zaragoza. Los tres debutantes en este ruedo como matadores de toros y uno de ellos totalmente desconocido, Julio Parejo, con buena planta y pocas hechuras. Juan del Álamo le cortó una oreja al tercero, Nazaré no renovó sus éxitos en otras plazas importantes. Mutis por el foro.

Y el martes, 9 de octubre, corrida goyesca. Porque sabrán, queridos lectores, que las corridas goyescas no se inventaron en Ronda con el hijo de Cayetano o en Madrid con la otra Cayetana, la de Alba. Fue en Zaragoza, el año 1927, un año antes de que se cumpliera el centenario de la muerte de don Francisco Goya, el mejor cronista de toros de todos los tiempos. ¡Y que tengamos que aguantar estoicamente a los anti-taurinos que, frente al templo del señor Pignatelli, gritan que los toros no son cultura! En la primera ocasión goyesca se vistieron de tal guisa Rafael el Gallo, que no se encontraba muy propio con tal atuendo, Nicanor Villalta (“ti pongas como ti pongas”) y un primo de Marcial “eres el más grande”. En esta de ahora lo hicieron Curro Díaz que a mí me gusta y me interesa (en el sentido del arte de torear, se entiende) y al que correspondió el cuarto toro de Gavira, el peor de los treinta toros que llevamos vistos, Morenito de Aranda, buen torero pero sin materia prima, e Ivan Fandiño, con la yerba en la boca y procedente de Madrid para completar su buena temporada y al que correspondió el buen toro sexto. Fandiño, nacido en la vizcaína Orduña, de padre gallego y recriado en las duras tierras toreras de las castellana Guadalajara respondió a la bondad de ese “gavira”, “Carabinero”, aunque abusó de la derecha, torear a media altura, gritar demasiado (a los toros les molestan los ruidos), gesticular con la espada en los remates, completar faena con barrocos molinetes y con un pinchazo, estocada atravesada que asomaba y descabello aguantando. La oreja, concedida por el presidente, fue pedida mayoritariamente por el público. Ni un reproche, usía. El reproche para el alcalde de Fuendetodos, donde nació Goya, que se presentó en el ruedo tras sonoro aviso público vestido de gaseosero y les entregó a los diestros sendas bolsas que dicen contenían unos obsequios típicos del lugar.

viernes, 5 de octubre de 2012

LA TEMPORADA NO HA TERMINADO

He leído en uno de los medios digitales que afortunadamente tanto se prodigan que la temporada taurina se ha terminado. Es falso de toda falsedad y “hasta el rabo todo es toro”, que diría uno de esos picadores que se aferra al dicho en contra de lo que “Joselito” le pedía a “Camero”: “Pica delantero”. En estos nuestros tiempos, “Joselito” se volvería loco. Insisto en mi petición medio centenaria: la reforma principal que necesita la fiesta española es la de la suerte de varas. Pero decía que no es cierto que haya concluido la temporada taurina española, desconocido colega. Falta Zaragoza y algo más. Pero Zaragoza sobre todo. En Zaragoza se encuentra la segunda plaza de primera de España. La primera es Sevilla, 1760, pero inmediatamente viene, cuatro años después, Zaragoza, 1764, cuando ya, en octubre, se celebraban las fiestas en honor de la Virgen del Pilar, pareja antigüedad con las de San Fermín de Pamplona. Todavía no se había inventado la Feria de Abril, que, además, fue invento vascongado. No sea impaciente, colega, espere a ver lo que sucede en Zaragoza esta próxima semana y luego saque sus consecuencias. En Zaragoza se van a lidiar toros de Cebada Gago, Peñajara, Ana Romero, Gavira, Bañuelos y los de Murube para rejones. Y van a actuar “El Juli”, Talavante, Castella, Perera y Hermoso de Mendoza, de los de primera fila; Ferrera, Juan Bautista, Ivan Fandiño, “El Fandi” y “El Cid” de la fila siguiente, los perennes “Paquirri” y “El Cordobés”, también llamados “mediáticos”, los aguerridos Robleño y Castaño, los interesantes Curro Díaz, Morenito de Aranda y Nazaré, las novedades de Juan del Álamo y Jimenez Fortes, padre y madre toreros y con casta demostrada en este último mes de agosto, los aragoneses “Serranito” y “Paulita” con su “aquel” apuntado y J.J. Padilla que viene a la plaza de Pignatelli a recordar que el año pasado, en este mismo lugar, solo perdió un ojo. A Hermoso de Mendoza le acompañan Sergio Galán y su alumno y paisano Robert Armendáriz en el cierre de la última feria de primera de la temporada de 2012, temporada de no muy dulce recuerdo porque se acentúan los ataques antitaurinos por el triste y lamentable antiespañolismo de catalanes y vascos. Los catalanes conservan los toros en sus calles y los vascos se olvidan de sus antepasados.

Estamos en un delicado momento en el que apenas un par de medios nacionales tienen en cuenta la noticia taurina salvo si esa noticia tiene algo que ver con la posible tragedia, el chismorreo social o la última corrida de la temporada de tres festejos del mesías salvador. Y yo no sé si considerar a José Tomás como héroe o villano. Tres corridas y cuarenta mil espectadores no pueden significar la salvación de la fiesta y más si se extiende la especie de que muchos de los que estuvieron en Nimes ya no volverán a una plaza de toros porque ya lo han visto todo. Pocos días después, Manzanares abría la Puerta del Príncipe en Sevilla y no merecía un hueco en las portadas de esos diarios tomistas. Y ¿qué plaza es más importante en la historia de la Tauromaquia, Nimes o Sevilla? No creo que haya ninguna duda. Lo que necesitamos es que José Tomás se una a Manzanares en muchos cosos taurinos y que, en lugar de mover a cuarenta mil espectadores, sean varios millones los que cubran los aforos más amplios. Que el de Galapagar ejerza de lo que es: la figura de este siglo XXI de nuestros pecados y mueva los millones de euros que pueden mover las corridas de toros. Que no sea una leyenda y casi un misterio para los que no tenemos la dicha de poder asistir a esos tres festejos de su ¿temporada?

En una crónica de uno de los diarios que todavía se preocupa de nuestra fiesta leí que había muerto “Pirri”: ¿Cuál de los “Pirri”? Porque yo llego a la decena de “Pirris”, uno de ellos, de la segunda generación, yóquey del Hipódromo de la Zarzuela. El patriarca fue Emilio Saugar Babarro, un banderillero de poco fuste que, a la vista de su leve proyección en los ruedos, se colocó de puntillero en el Matadero madrileño de Legazpi. Tenía un gran don de gentes y, al final de cada temporada, invitaba a cronistas y médicos a unos callos al estilo de la ciudad del Oso y el Madroño. Allí se encontraba mi padre con el doctor Jiménez Guinea y le confesaba que, como operado de úlcera de estómago, tenía prevención de tomar tan delicioso manjar. “No tema, “Barico”, los callos son muy digestivos. Todo depende de la cantidad de guindilla que les añada”. Emilio Saugar seguía en el Matadero y uno tras otro, sus hijos se vestían de luces para destacar en la categoría novilleril o en las mejores cuadrillas de su tiempo. El primero fue Félix, el que ha fallecido hace unos días, y luego sus hermanos Emilio, Lorenzo y “Pali” (Pablo) que fueron en las cuadrillas de Palomo Linares, Curro Rivera, Mariano Ramos, Julio Robles, “El Viti”, “Espartaco”; Luis Francisco Esplá, “Orteguita”, Luis Miguel, Manzanares, Ángel Teruel, Dámaso Gómez, Antonio Bienvenida, Curro Vázquez y Pablo Hermoso de Mendoza. “Pali” tuvo la mala suerte de que “Yiyo” muriera en sus brazos en la plaza de Colmenar Viejo.

En la actualidad, tres hijos de “Pali” siguen en los ruedos, David, que va en la cuadrilla de “El Cid”, y Víctor Hugo y Pablo que torean mucho, pero que “andan sueltos”, como se dice en el argot taurino. Muchos y buenos toreros que han llevado y llevan el taurinísimo apodo de “Pirri”. También había un “Pirri” que jugaba en el Madrid, pero que no tenía nada que ver con esta familia de toreros. Gloria a Félix Saugar “Pirri”.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

VUELVO AL RUEDO

Han pasado tres meses desde que sufrí la voltereta que me tiene amarrado a la columna de yeso en penitencia positiva porque pienso como creyente que hay y que merezco unos días de Purgatorio y que estos noventa que llevo desde que me fracturé el húmero izquierdo serán abonados en mi cuenta pendiente. El que no se consuela es porque no quiere. Me han aconsejado otros treinta días más de escayola y me ha decidido a escribir otra vez aunque sea con una sola mano puesto que hay quien de esta guisa hasta escribió el Quijote y quienes pintan con la boca y tiran al arco con los pies. Lo mío no es tan complicado y, como a mi edad no se puede desperdiciar el tiempo, lo lógico es que vuelva a la palestra para contar mis impresiones.

Fui a Madrid y lo primero que hice fue acudir al Museo del Prado para admirar las cosas del divino Rafael, al santo Murillo y el contemporáneo Arroyo. Me sorprendió el malísimo estado del pavimento de lo que en otros tiempos era el Salón del Prado, paseo favorito de los madrileños del siglo XIX y ahora ruta predilecta de españoles y extranjeros que visitan la capital de España. Otra vez Tita Cervera se tenía que encadenar a los árboles del Paseo, ahora para exigir el arreglo del suelo y el cuidado de los jardines y las fuentes que rodean al lugar más visitado por los turistas de todo el Mundo. También fui a los toros, a Las Ventas. Bueno, a las novilladas, la primera santacolomeña de los de don Graciliano, a los que llamaban “los miuras de Salamanca”, que se arrancaron de largo a los caballos y del que sólo se benefició Daniel Martín, nacido en Alemania y criado en el campo charro, que le cortó una oreja al cuarto; y la segunda, de Concha y Sierra, cinco dijes de pelos veragüeños y uno negro altón y desgarbado, todos con poca casta y alguno con malas ideas, sobre todo el sexto que en sus últimos arreones le produjo dos cornadas al debutante valenciano Jesús Chover cuando intentaba rematarlo con el descabello, cosa que no consiguió y, al tiempo que se lo llevaban a la enfermería, sonaba el tercer aviso. En su primer novillo se mostró muy activo en todos los tercios al estilo de un Fandila principiante, con media docena de faroles de rodillas, tres pares de garapullos y vulgar con la muleta, pero todo se diluyó con el complicado sexto. Los tendidos 8 y 9 repletos de gentes de todas las latitudes mundiales, mucha piedra berroqueña en el resto de la plaza y el torilero que sale hasta la primera raya del ruedo para otear el horizonte de arena y que, luego, oficia como chulo de banderillas. Estuve en la exposición del fotógrafo Madrigal, muy amigo de mi querido Jesús Rodríguez y antiguo gasolinero en la glorieta de Legázpiz. Cumplía 55 años de matrimonio. Una felicidad. Saludé a Carlos Abella, a Paco Aguado, a la encantadora Muriel Feiner, a Roberto de la Oficina de Prensa, a Domingo Dominguín y a su hija que está de taquillera, a Pablo Guzmán que me habló de la calidad de cocinero de su hijo, continuador de las glorias culinarias familiares del Real Sitio de Aranjuez, a Víctor Zabala con buena prensa y Ignacio de la Serna, descendientes de familias toreras y también vinculados a la empresa de Madrid, vi una de las novilladas con José Luis Sedano, que, para recordar un reportaje que le hicimos en “Fiesta Española” en los años 60 como vendedor de quesos y miel, me regaló unos cuantos botes del especial néctar de La Alcarria antes de ingresar en el hospital para someterse a una delicada intervención. La otra novillada la presencie junto a Antonio Porras, matador de toros cordobés que ejecutaba el salto de la garrocha como el mismísimo riojano Apiñaniz que dibujara Goya. Visité el Museo Taurino dominado por los escultores Laíz Campos y Luis Sanguino y prestigiado por los también escultores Benlliure, Cobos, Peraza y Pablo Lozano y me tomé unos vinos de larga conversación con Gonzalo Sánchez Conde en la cervecería “Gambrinos” en la calle Julio Camba, entre la calle de Alcalá y la Avenida de los Toreros , en la que no me canso de contemplar a lo que en tiempos de Josefina Baker se hubiera conocido como “la Venus de Ébano”. Dos metros de estatua broncilínea y viviente. Con Gonzalo recordamos muchas cosas y me confesó algo si no lo publicaba: que sigue los pasos de un chaval que se llama José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, nieto de su hermana María. Este agosto pasado tuve el honor de recibir en Ejea de los Caballeros la visita de Manolo (Lolo) Vázquez, hijo de Pepe Luis (sin apellidos) acompañado de su hijo José Luis y, naturalmente, nieto de Pepe Luis. Rubio, majo, extrovertido, estudiante de Periodismo (“Allá tú”, le comenté) y también en los primeros pasos de su posible dedicación al Arte. Sólo con Arte podrá ser torero un Vázquez nieto de Pepe Luis para llegar a llamarse Pepe Luis. Pepe Luis y Curro.

Estuve en Lhardy, caldo y croqueta, en la Puerta del Sol invadida por compradores de oro, dos policías a caballo y mucha gente tatuada hasta las cejas, con hierros en las orejas, los labios y la nariz, mochilas, bicicletas y botellas de agua, pantalones cortos rotos y chanclas playeras. ¡La civilización de hoy! ¡La elegancia postinera!

En Nimes se daba el espectáculo de todos los siglos. Recordé, no sé por qué, lo que decían los seguidores de “Manolete” cuando este murió en Linares: “Yo ya no vuelvo a los toros”. Es lo que han dicho algunos de los que estuvieron hace unos días en Nimes. Y vuelvo a recordar lo que exclamó Agustín de Foxá una tarde en Las Ventas del Espíritu Santo ante una faena del Monstruo de Córdoba y levantando los brazos al cielo: ¡Dios mío, no nos lo merecemos!

viernes, 29 de junio de 2012

COMPADRE, AQUÍ HAY TOMATE

¿Quiénes de los que asistieron a la corrida de lunes en Badajoz, al día siguiente de San Juan, podía admitir que aquello que ocurrió en el coso pacense no era el acontecimiento del siglo XXI? Nadie. Las revistas especializadas, las dos que yo compro, atrasaron un día su salida y el sandunguero Antonio Burgos le propuso a las mandatarios de todas las Españas que hicieran lo posible para llevar al de Galapagar a sus foros para salir de todas las ruinas. Una parte importante de la parafernalia tomasista es la que cuenta los dineros que su héroe aporta a las distintas administraciones. Lo que nadie comprende es como no se le obliga a José Tomás por Real Decreto a hacer cien paseíllos en otras tantas plazas como lo hicieron “Joselito”, Luis Miguel y hasta “Jesulín de Ubrique”. Eso es lo que propone Antonio Burgos en ABC aunque termina su artículo entre paréntesis y con este triste lamento: “Lo único malo de las tardes de José Tomás como factor de crecimiento económico es que luego viene Sánchez Dragó y te lo cuenta…”. Y lo ha contado, claro. Debajo de la crónica de Zabala y con citas a Borges, a los goces de Ava y Luis Miguel, uno, cien hubiera sido vulgar, el “aleph”, primera letra del alfabeto judío y el torero ecuménico. Dios se lo premie. A Dios con mayúscula también se refiere Carlos Ruiz Villasuso con este titular: “El día que Dios envidió al hombre”. Y en su colaboración de “Aplausos” de esta semana también se pone en manos de la Divina Providencia. Le ha debido pasar como a san Pablo al caer del caballo. Bendito sea el otras veces críptico cronista. Ha visto a Dios, con mayúscula.


Apenas una crítica, sólo dos leves apuntes en lo escrito por Juan Miguel Núñez y por Vicente Zabala de la Serna, que dicen que los fabulosos naturales del quinto toro fueron interpretados de uno en uno, no ligados y pienso que, desde hace más de un siglo, un factor fundamental del toreo es ligar los lances o los pases. Antonio Ordóñez, fabuloso en muchas cosas, utilizó la licencia del uno a uno al remate de su carrera torera. Un recurso. Entonces comprobé lo que me facilitaron los medios del moderno internet, los tres minutos de la esencia de José Tomás en Badajoz, en la hoguera encendida de su arrebatadora llamarada sanjuanera, y pude ver que, al final de cada natural, José Tomás quitaba de la cara del toro la muleta, la escondía tras su cadera y la balanceaba al modo del albaceteño Dámaso González en el péndulo que vino de las Américas. Y esa media docena de naturales era la almendra de la gran joya engarzada en la triunfal exaltación del mesianismo torero. Al referirse a estos naturales, Rosario Pérez en ABC decía que había que cantarlos “como Moratín cantó a Belmonte”. Yo solo conozco a un Moratín escritor y aficionado a los toros, Leandro Fernández, que murió en París en 1828 y, aunque le puso el guión a Goya para que dibujara la parte histórica de su “Tauromaquia”, no pudo conocer a don Juan, el “Pasmo de Triana” pese a nacer en la calle Feria de Sevilla. Y Sevilla no es Triana. Rosario Pérez, las prisas son malas para casi todo, remata así uno de sus párrafos: “La espada, pese a caer algo desprendida, desató la pañolada y dio una apoteósica vuelta al ruedo con el doble trofeo”. Lo juro, pese a llevar más de setenta años acudiendo a las plazas de toros, yo no he visto nunca a una espada darse un paseo por la candente arena. Recuerdo que estuve en la inauguración de la plaza de Badajoz que se anunció con un cartel de Pepe Díaz dedicado a Paco Camino puesto que iba a ser el “Niño Sabio de Camas” el que hiciera en solitario el primer paseíllo. No fue así. Sí recuerdo que el piso de plaza estaba imposible y que en aquel patatar era difícil olvidar la trágica fama de la anterior plaza que también conocí. Allí me confesó Curro Romero que cortaba la temporada porque llevaba no sé cuantas corridas y eso no era torear, eso era trabajar. Luego también estuve en la alternativa del torero lusitano “Pedrito de Portugal”, que amaneció de repente en la plaza de Zaragoza. Desde entonces no he vuelto. No estoy para estas aventuras aunque me pierda tan celestiales acontecimientos. Es seguro que tampoco iré a Huelva ni a Nimes y, como me aseguran que el señor Boix no se pondrá de acuerdo con la empresa del coso de Pignatelli para que su torero cierre por estos lares su liliputiense temporada, a mí no me quedará más consuelo que recordar a José Tomás de novillero, cuando le apoderaba Santiago López y yo me peleé con el jurado para que le dieran el premio de triunfador de aquellos festejos pese a que se le concediera al alimón con el oscense Tomás Luna. Chauvinismo puro.

Pero vuelvo a la actualidad, a lo del pasado 25 de junio, al día siguiente del desmeleno de Ferrera con seis toros de Victorino. Repito, apenas he leído alguna auténtica crítica. Dominan las hagiografías tomistas hasta desembocar en el paroxismo de los afectos y las pasiones. Y si no comulgas con su doctrina, eres un maldito y te condenan, ya que estamos en las hogueras del solsticio del verano, al fuego eterno. ¡Tú que sabrás de esto, chalao! Para disimular, un elogio a Julián López “El Juli” que, se supone, toreó con el hombro infiltrado, y otro algo más tímido a Juan José Padilla por aquello de taparse el ojo con un parche de diseño. Lucio Sandín no se lo tapó y tuvo que estudiar para óptico.

Pero ¡albricias! porque, gracias a José Tomás, no se cumple el vaticinio de don Enrique Tierno Galván, a quien sus amigos y alumnos conocían como “viejo profesor” y el malvado hermano de Juan Guerra calificaba como “la víbora con cataratas”. Atención a lo que escribía el alcalde de Madrid antes de que un coche funerario tirado por seis caballos negros y con negros atalajes se lo llevara por la calles de Madrid, con parada en la Cibeles, al cementerio de La Almudena: “A mi juicio, cuando el acontecimiento taurino llegue a ser para los españoles simple espectáculo, los fundamentos de España en cuanto nación se habrán transformado. Si algún día el español fuese o no fuese a los toros con el mismo talante que va o no va al “cine”, en los Pirineos, umbral de la Península, habrá que poner este sencillo epitafio: “Aquí yace Tauridia”, es decir, España”. ¡Viva España! ¡A los toros, a los toros!

jueves, 14 de junio de 2012

PREVISIONES TRUCULENTAS A MEDIO PLAZO

Al hablar de Madrid, del que hablo muchas veces por poderosas razones, por Madrid mismo y por mi larga estancia en la capital de España, me olvidé de contar que fui a ver la exposición de Chagal en el Museo Thyssen, al que llegué después de tomar un autobús hasta la Cibeles, bajarme junto a la verja del Ministerio de la Guerra, atravesar la concurrida calle de Alcalá y emprender la cuesta abajo por el Paseo del Prado, a la vera de las pétreas y cercadas paredes del Banco de España. Al otro lado de la repleta calzada, preciosos y monumentales árboles, a cuya sombra permanece la Fuente de Apolo o de Las Cuatro Estaciones. Y se me ocurrió pensar en que, si me dieran a elegir, antes derribaría el tremendo edificio de los arquitectos Adaro y Sainz de Lastra que talaría los imponentes y fornidos árboles. Me ofrecí mentalmente a encadenarme a uno de esos gigantescos vegetales junto a Tita Cervera, a la que yo casé con un torero malagueño del mismo nombre y apellido que el verdadero esposo, sin maliciar que, al final, sería el barón Thyssen el que reconociera y subsidiara al hijo nacido en este matrimonio efímero. Y, al final, resulta que el hijo está enfadado con su madre. Cosas.


Pero mi objetivo en el día de hoy es hablar de los muchos profetas con que cuenta la Fiesta de los Toros y examinar si alguno puede acertar las causas de esas nuestras tribulaciones que se extienden por todos los aspectos de este espectáculo con aires de ceremonia religiosa en su concepción más amplia de sacrificio. Ahí están, a nuestra disposición, los hombres y los toros. Al lado de los hombres se ha puesto la Ciencia y muchos traumatismos que en otros tiempos hubieran resultado mortales, hoy se resuelven satisfactoriamente gracias a la cirugía y los derivados de la penicilina. Por eso, en la explanada de la Monumental madrileña, se mantiene el perenne brindis en bronce de un torero al doctor Fleming. Al toro solo le salva el indulto presidencial y el tratamiento veterinario para la cura de las heridas recibidas en la brava lucha. Brava lucha muchas veces contra los elementos, como la Armada Invencible que Felipe II mandó a las costas de Inglaterra. Don Felipe, tan católico él y, según dice Henry Kamen, poco aficionado a los toros como supuestamente la generalidad de los españoles, no acató la bula de Pío V y permitió la celebración de corridas de toros aunque no asistiera a ellas pese a que las patrocinara don Juan de Austria. Si bulas papales, prohibiciones reales, guerras y personalidades como Jovellanos y Unamuno, en su lejanía temporal e intelectual, no acabaron con la corrida ¿en qué se basan los actuales profetas para anunciar su inmediato final? En un reportaje publicado en “El Mundo” del pasado domingo, 3 de junio, se afirma que “expertos auguran el exterminio del toro si esto no cambia”. Podríamos decir lo mismo del cordero, el caballo o el burro, como en tiempos lejanos, cuando el general Primo de Rivera impuso el uso del peto. En aquellos días, los aficionados levantaron airados sus brazos al cielo y aseguraron que aquello del peto iba a acabar con la fiesta. Fue al contrario: gracias al peto la fiesta ha llegado hasta nuestros días, pese a que a mí se me haya metido en la cabeza lo del peto anatómico para devolver a la suerte de varas la emoción de otros tiempos, la valía de los picadores, la bravura y fuerza del toro y la destreza y conocimiento de los toreros de a pie. Eso es primordial y algo apunta en este sentido Ruiz Villasuso en el último número de “Aplausos” dentro de su riqueza verbal y su gongorina complicación intelectual. Para mí, este es el tema primordial para reivindicar la brillantez y emoción del espectáculo taurino porque hay buenos toreros con el capote, matadores y subalternos que interpretan con variedad la suerte de banderillas, excelentes muleteros y magníficos estoqueadores de toros. Otra cosa es lo que sucede en el ruedo de San Isidro porque los privilegiados no eligen las ganaderías que embisten, las cuatro de garantía – Torrestrella, Baltasar, Alcurrucén y Cuadri – no las mataron las figuras, los autodenominados buenos aficionados tienen la mente cuadriculada y solo admiten un vetusto clasicismo, se dictan normas y consignas para no dejar crecer al triunfador de otras plazas y paralos del Foro no hay otra cátedra en el Mundo que la granítica de Las Ventas del Espíritu Santo.

Dos ganaderos hablan en “El Mundo” de la ruina ganadera. Uno tiene cuatro hierros, dos de procedencia de Murube, uno de Vega Villar y otro de Santa Coloma, todos avecindados en tierras salmantinas y con don José Manuel Sánchez García Torres y doña Teresa Sánchez Majeroni (o Sánchez – Cobaleda) como titulares de la propiedad de dos de las ganaderías, y la de Santa Coloma bajo el nombre de “Terrubias” y la otra, de Murube, al de “Castillejo de Huebra”. Dicen del señor Sánchez García Torres que su ganado era el preferido de El Litri y Paco Camino y que ha sacrificado 600 reses de sus ganaderías. ¿De todas? Es muy complicado seguir tantas líneas de origen si, como dice la tradición, los toros se parecen al ganadero.

Pero el más explícito es don Mariano Cifuentes que no está en la Unión de Criadores de Toros de Lidia, pero que se erige en el conservador del encaste de Coquilla pese a las reivindicaciones de Sánchez Fabrés y Javier Sánchez Arjona. Don Mariano, que dice que gozaba de la predilección de Espartaco, Paquirri y Niño de la Capea pese a iniciarse en estas lides en 1982 por compra del ganado de José Matías Bernardos “Raboso”, es el que habla con más contundencia.

Matías Bernardos también optó, como Sánchez Arjona, por la línea emblemática de lo santacolomeño de Coquilla y la generalista de don Juan Pedro con “Aldeanueva” y su fama de hombre rústico y astuto le elevó a los altares de la popularidad con el sobrenombre de “Raboso”, no por contar con un apéndice de pelos deshilachados y sí por su listeza de zorro nocturno y cazador. Mariano Cifuentes, al que no conozco personalmente y a sus pupilos de Coquilla por una perversa novillada sin caballos lidiada en Zaragoza, no es tan rústico como Matías Bernardos y se prodiga en las explicaciones que le han llevado a sacrificar 566 reses en el matadero más cercano a su finca de “Encina Hermosa”.

- ¿El futuro? No hay futuro, hay ruina. A la Fiesta le quedan cinco o seis años, ni uno más.

- ¿Sugiere que podría ser el fin de la casta brava? – le pregunta Paco Rego, autor del reportaje de “El Mundo”.

- Creo que es el principio del fin y no hay marcha atrás.

El resto de lo publicado en esa página de “El Mundo” son las lamentaciones de un hombre que llegó ya maduro a esto de la ganadería brava, que se erigió en paladín del emblema “Coquilla” y que, a sus 70 años, abandona la lucha sin haber alcanzado la meta que perseguía. Lamentable, sí, pero no tan universalmente trágico. Esperemos.

Dentro de la actualidad preocupante, me fijo en un hecho venturoso que sucedió al final de la pasada corrida de Beneficencia en Madrid. El imprevisible Talavante se inspiró en sus dos toros, les cortó sendas orejas y se ganó la salida a hombros a cargo de “El Chino” y compadres. Pero, nada más traspasar las puertas de salida del ruedo, aquello fue algo similar al salto de la verja de los almonteños con la Virgen del Rocío. Un ciudadano a hombros de otro quería quedarse con la hombrera izquierda de la chaquetilla del extremeño mientras que unos y otros tiraban, empujaban y arrancaban lo que podían del traje grana y oro que habían respetado los toros. Alamares, machos y zapatillas desaparecieron en la tumultuosa manifestación de júbilo y, al final, Talavante se hizo el retrato en el palco de honor junto a sus compañeros de cartel y la infanta Elena y la presidenta Esperanza como cuando El Lute fue detenido tras fugarse de un tren. Antes, los aficionados se podían llevar a un torero hasta la calle del Príncipe o la antigua General Mola en Madrid y hasta el Pilar en Zaragoza y no pasaba nada. ¿Ahora? Sin comentarios.